Abstract
El agua transformada en sistema de riego es una construcción social. Es decir, es un recurso colectivo, ya que no puede ser manejado de forma individual (Apollin 2007: 261; Guevara-Gil y Boelens 2010: 27). La legitimidad de su uso por comunidades indígenas y campesinas se basa en la creación de un sistema colectivo asociado a procesos históricos y políticos, que es desconocido por los gobiernos y por las poblaciones urbanas actuales.