La industria de ficción televisiva en Perú
Fecha
2009
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Editor
Pontificia Universidad Católica del Perú
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Resumen
En el año 1986 ingresé a la Facultad de Comunicaciones, buscando cumplir mis sueños de infancia de trabajar en series dramáticas como aquellas que me mantenían pegado al televisor. Decidí ser parte de la industria audiovisual peruana. El problema era que en el Perú casi no había “industria”. Pero cuando uno es joven y la adrenalina anda medio elevada, pequeños detalles como ése no son tan importantes. Mis amigos no lograban entender como alguien podía hacerse el harakiri pretendiendo seguir una carrera televisiva en el Perú, en un sector tan poco desarrollado en comparación al de otros países. Pero ellos no veían lo que yo veía: que para el caso, en el Perú de 1986, estudiar cualquier carrera era exactamente lo mismo. Porque era lo mismo estudiar televisión en un país sin industria televisiva, que derecho en un país sin ley, contabilidad en un país de evasores, ingeniería eléctrica en un país de apagones o ingeniería industrial en un país sin industria. En suma, seguir cualquier carrera en el Perú ya era señal de entusiasmo. Y si casi no había industria, qué diablos, la haríamos, pues.
En el año 1986 ingresé a la Facultad de Comunicaciones, buscando cumplir mis sueños de infancia de trabajar en series dramáticas como aquellas que me mantenían pegado al televisor. Decidí ser parte de la industria audiovisual peruana. El problema era que en el Perú casi no había “industria”. Pero cuando uno es joven y la adrenalina anda medio elevada, pequeños detalles como ése no son tan importantes. Mis amigos no lograban entender como alguien podía hacerse el harakiri pretendiendo seguir una carrera televisiva en el Perú, en un sector tan poco desarrollado en comparación al de otros países. Pero ellos no veían lo que yo veía: que para el caso, en el Perú de 1986, estudiar cualquier carrera era exactamente lo mismo. Porque era lo mismo estudiar televisión en un país sin industria televisiva, que derecho en un país sin ley, contabilidad en un país de evasores, ingeniería eléctrica en un país de apagones o ingeniería industrial en un país sin industria. En suma, seguir cualquier carrera en el Perú ya era señal de entusiasmo. Y si casi no había industria, qué diablos, la haríamos, pues.
En el año 1986 ingresé a la Facultad de Comunicaciones, buscando cumplir mis sueños de infancia de trabajar en series dramáticas como aquellas que me mantenían pegado al televisor. Decidí ser parte de la industria audiovisual peruana. El problema era que en el Perú casi no había “industria”. Pero cuando uno es joven y la adrenalina anda medio elevada, pequeños detalles como ése no son tan importantes. Mis amigos no lograban entender como alguien podía hacerse el harakiri pretendiendo seguir una carrera televisiva en el Perú, en un sector tan poco desarrollado en comparación al de otros países. Pero ellos no veían lo que yo veía: que para el caso, en el Perú de 1986, estudiar cualquier carrera era exactamente lo mismo. Porque era lo mismo estudiar televisión en un país sin industria televisiva, que derecho en un país sin ley, contabilidad en un país de evasores, ingeniería eléctrica en un país de apagones o ingeniería industrial en un país sin industria. En suma, seguir cualquier carrera en el Perú ya era señal de entusiasmo. Y si casi no había industria, qué diablos, la haríamos, pues.
En el año 1986 ingresé a la Facultad de Comunicaciones, buscando cumplir mis sueños de infancia de trabajar en series dramáticas como aquellas que me mantenían pegado al televisor. Decidí ser parte de la industria audiovisual peruana. El problema era que en el Perú casi no había “industria”. Pero cuando uno es joven y la adrenalina anda medio elevada, pequeños detalles como ése no son tan importantes. Mis amigos no lograban entender como alguien podía hacerse el harakiri pretendiendo seguir una carrera televisiva en el Perú, en un sector tan poco desarrollado en comparación al de otros países. Pero ellos no veían lo que yo veía: que para el caso, en el Perú de 1986, estudiar cualquier carrera era exactamente lo mismo. Porque era lo mismo estudiar televisión en un país sin industria televisiva, que derecho en un país sin ley, contabilidad en un país de evasores, ingeniería eléctrica en un país de apagones o ingeniería industrial en un país sin industria. En suma, seguir cualquier carrera en el Perú ya era señal de entusiasmo. Y si casi no había industria, qué diablos, la haríamos, pues.
En el año 1986 ingresé a la Facultad de Comunicaciones, buscando cumplir mis sueños de infancia de trabajar en series dramáticas como aquellas que me mantenían pegado al televisor. Decidí ser parte de la industria audiovisual peruana. El problema era que en el Perú casi no había “industria”. Pero cuando uno es joven y la adrenalina anda medio elevada, pequeños detalles como ése no son tan importantes. Mis amigos no lograban entender como alguien podía hacerse el harakiri pretendiendo seguir una carrera televisiva en el Perú, en un sector tan poco desarrollado en comparación al de otros países. Pero ellos no veían lo que yo veía: que para el caso, en el Perú de 1986, estudiar cualquier carrera era exactamente lo mismo. Porque era lo mismo estudiar televisión en un país sin industria televisiva, que derecho en un país sin ley, contabilidad en un país de evasores, ingeniería eléctrica en un país de apagones o ingeniería industrial en un país sin industria. En suma, seguir cualquier carrera en el Perú ya era señal de entusiasmo. Y si casi no había industria, qué diablos, la haríamos, pues.
Descripción
Palabras clave
Comunicaciones, Televisión, Industria Televisiva, Ficción
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