Desfigurando la memoria: (des)atando los nudos de la memoria peruana
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Fuente
Anthropologica del Departamento de Ciencias Sociales; Vol. 33 Núm. 34 (2015): Memoria y violencia política. Entre la historia y la antropologíaAbstract
This article examines opposing currents in Peru’s collective memory of their bloody internal war (1980-2000) through an analysis of acts of vandalism perpetrated against one of the country’s few sites of memory, El ojo que llora, in Lima. ‘Vandalism’ in this article is understood as a form of writing (though a violent one) of an alternative vision of the past. Originally intended as a space for remembering and paying homage to the victims of the armed conflict, the site has become a space for contesting memories. As a site of performance of memory and human rights claims, and especially as the target of continued defacement, El ojo que llora has become a stage on which the presence of the past —in its still-conflictual strains— is made visible for national and international publics. It thus refuses the very closure that government narratives would impose, and thereby keeps open public engagement with the past. The ongoing conflicts over the past made visible at this site point to the struggles to define an overarching memory, and in the processthe very meaning of ‘victim’ is constrained. Este artículo analiza las corrientes opositoras a la memoria colectiva de la sangrienta guerra interna del Perú (1980-2000) a través de un análisis de los actos de vandalismo perpetrados contra uno de los pocos sitios dedicados a la memoria en este país, El ojo que llora, ubicado en Lima. ‘Vandalismo’, en este artículo, es entendido como una forma de escritura (aunque violenta) de una visión distinta del pasado. Originalmente concebido como un espacio para recordar y rendir homenaje a las víctimas del conflicto armado, el sitio se ha convertido en un lugar para la confrontación de formas distintas de asumir el pasado. Como sitio de recuerdo y reivindicación de derechos humanos, y sobre todo como blanco de intentos de desfiguración permanente, El ojo que llora se ha convertido en un escenario en el que la presencia perdurable del pasado —con sus conflictivas tensiones— se hace visible para el público nacional e internacional. Así, se niega el cierre mismo que las narrativas del gobierno quisieran imponer y, por lo tanto, se mantiene el compromiso público con el pasado. Los conflictos en curso sobre el pasado se hacen visibles en este punto en las luchas por establecer una memoria general y, en este proceso, el significado mismo de ‘víctima’ se ve implicado.