En Venezuela, la década del cincuenta supuso el inicio de un proceso de modernización. Este fenómeno se vio reforzado en diversas plataformas discursivas, entre ellas la novelística. Se originó una producción de obras potencialmente asumidas como “ficciones de identidad”. El trabajo se ocupa de las novelas de dos mujeres letradas venezolanas: Memorias de una loca (1955), de Conny Méndez y Memorias disparatadas (1959), de Cristina Ferrero. Se propone que sus escrituras teorizan en torno a la Historia y, paralelamente, consiguen nuevas formas de relación con el pasado, codifican de manera diferente las fluctuaciones entre convenciones, deseo y posibilidad, y trazan una ruta inversa a la escritura de la memoria. Las alternativas de rememoración mostradas en estas obras dejan claro que los límites entre la intimidad pretendidamente femenina y la vida pública rememorable en el discurso historiográfico se establecen únicamente desde la posición subjetiva que se elige para hablar.