(Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2020-07-07) Cerrón-Palomino, Rodolfo
El dígrafo latino ch, empleado en la ortografía del castellano antiguo en la notación de las palabras de origen griego, mantuvo su vigencia, en el castellano moderno, hasta mediados del siglo XVII. No debe extrañar entonces que se lo haya usado con valor de /k/, esporádicamente, en el registro de voces de origen americano, particularmente en el de la toponimia andina. En estos casos, su interpretación con valor de /k/ no ha presentado mayores problemas, desde el momento en que la escritura de los topónimos involucrados venía respaldada por la pronunciación de estos, verificable en la lengua de origen. Sin embargo, cuando el topónimo dejaba de contar con dicho respaldo, por registrarse en territorio ajeno al de la lengua de origen, estaba proclive a ser distorsionado, en forma y significado, por interpretársele como designación local, peor aun en contextos desprovistos de suficiente información lingüística. En tales casos, los topónimos registrados con <ch> resultaban ambiguos en su interpretación fónica, ya que podían leerse, como en castellano, con valor de /č/; o, al igual que en latín, con valor de /k/, tal como lo temía Nebrija, según se puede ver en nuestro epígrafe. De esta manera, la lectura errática de la grafía mencionada no hacía sino contribuir con el oscurecimiento etimológico del nombre. Pues bien, en la presente nota, demostraremos que esto es precisamente lo que pasó con el conocido topónimo <Chanchán> de la costa norte peruana.