Abstract
Como ocurre en la pintura tradicional coreana, aquí también la naturaleza se apodera del discurso: el hombre no es más que una parte de esta, insignificante parte, es cieno, pero susceptible de conmoverse ante ella y con ella y de escuchar, porque la compenetración es muy intensa, hasta el suave ruido provocado por un pétalo en su caída. Percepción de la belleza con vocación de eternidad.