Historia

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    «Se pudo quebrar el modo de producción capitalista; no se logró, fuimos derrotados, mala suerte... y estamos en el peor momento de la historia para hacer una revolución»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Matuk, Farid
    En la universidad mi padre había sido del Partido Comunista; se gradúo de ingeniero químico y cuando llega el golpe de Odría y viene una ola macartista, a él, que trabajaba en Goodyear, lo despidieron por su pasado comunista. Así es como acaba en Venezuela. Allí vivían mis padres cuando mi madre quedó embarazada, regresó al Perú, me dio a luz y a los tres meses regresamos a Venezuela. Me acuerdo del golpe militar de 1962 porque estábamos volando con mi padre de Caracas a Lima en un viaje de visita y nos quedamos varados, sin plata, en Curazao porque habían cerrado el aeropuerto de Lima y el avión, que acababa de despegar de Caracas, no continuó el vuelo. Ese día mi padre despotricaba contra el gobierno militar. A los siete años, ese es mi primer recuerdo de un hecho político.
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    La izquierda nunca ha sido genuina en autocriticarse en los temas de fondo. No ha elaborado sus propios procesos y sus propias experiencias
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Eguren López, Fernando
    La idea de que el mundo puede cambiar no me surge del colegio, dado el tipo de colegio donde estudié, dado que el mundo real, el mundo externo a los límites del colegio Santa María, prácticamente era inexistente. Incluso hubo momentos políticamente convulsos —era la época de Odría— que no repercutían en los temas de conversación del colegio ni eran introducidos por los profesores. Es cuando entro a la Universidad Católica, a comienzos de los años sesenta, que los dos años de Letras cumplieron un papel de apertura al mundo, tanto por la diversidad de alumnos que había como por los cursos mismos y las características de los profesores; gente como Onorio Ferrero, Gustavo Gutiérrez, Luis Jaime Cisneros y varios otros.
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    «Para mí, la idea de utopía era hasta cierto punto poco política : no levantaba tanto la toma del poder por un tipo de gobierno, sino el tema de una condición superior de la vida de la gente»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Brito, Pedro
    Nací en el puerto de Chimbote y me crie en una hacienda donde mi abuelo tenía una tienda de abarrotes en la que trabajaba mi padre. Vivíamos en una zona donde también vivían los peones; yo jugaba con los demás niños y compartía la vida con ellos en ese lugar. Mis mejores amigos eran unos mellizos negritos y a su mamá, que preparaba chicha y comida para vender, yo la llamaba madrina. En su casa cenaba todos los días; en verdad, cenaba dos veces, allí y en casa. Mi familia, aunque no tenía vínculos con la hacienda, formaba parte de los «notables» que daban servicios. Mi padre y mi abuelo compartían —lejos de los peones— actividades de vida social con el maestro de la escuela, el telegrafista, otros comerciantes y algunos funcionarios de la hacienda. Esa fue mi primera lección sobre las clases sociales.
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    «Hay que empezar a reconstruir tejido, lazos y recrear la forma de hacer política. Para quienes estamos en la izquierda y queremos una izquierda nueva, fuerte, convocante, el principal reto es cómo recreamos la política»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Huilca, Indira
    Soy de una familia de izquierda. Mis papás son gente de izquierda, mi abuelo también fue una persona ligada a la política, a la izquierda, al sindicalismo. En mi casa siempre hemos tenido la idea de que las cosas y la situación general del país pueden cambiarse. Eso es algo que siempre ha sido parte de nuestro cotidiano. Sin que eso signifique automáticamente tener cercanía a la militancia o a la política de forma activa. Fue algo que me acompañó mientras fui creciendo y facilitó que no tuviera algún prejuicio fuerte contra la política, como puede que lo tenga mucha gente de mi edad. La idea de que el país puede cambiarse, como algo que es posible, vino de ahí y entonces pude imaginar que sí es posible la transformación de esta sociedad, que la acción de las personas puede acelerarla o no.
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    «Los principales obstáculos que tenemos, como sociedad, son la falta de empatía y la incapacidad de introspección y de reflexión acerca de cómo estamos actuando y los verdaderos motivos por los que tomamos determinadas decisiones»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Belaunde, Alberto de
    Un momento muy importante en mi vida fue la época final del fujimorismo. Los últimos tres años del fujimorismo y todo lo que se desencadena con la caída de Fujimori fueron una etapa muy intensa para el país. En el año 2000 tenía catorce o quince años y todo eso me impactó mucho, creo que por el hecho histórico en sí mismo y también por mi contexto familiar. Uno de los recuerdos más claros que tengo de esos años es llegar del colegio a la casa y encontrar a mi mamá con el canal del Congreso prendido, siguiendo todo. Me sentaba con ella y fuimos viendo el tema de los magistrados del Tribunal Constitucional, el intento de referéndum, las elecciones del año 2000, la Marcha de los Cuatro Suyos, la caída de Fujimori. En paralelo, tenía la imagen de mi padre, siempre muy vinculado a las discusiones y a los temas públicos; a mis hermanos, que ya eran universitarios, muy involucrados en las manifestaciones contra Fujimori, y a mi abuelo. Siempre fui muy cercano a mi abuelo Javier, que fue cinco veces diputado por Arequipa; una persona que no pasaba un minuto de su vida donde no reflexionara o hablara de algún tema político.
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    «Quizás no se puede crear una utopía, pero sí se puede cambiar hasta crear un país mejor, un país más justo, más igualitario, más equitativo, menos violento»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Ledgard,Jimena
    En mi caso —me imagino que no es lo mismo que pasa con otras personas—, no encuentro un momento definitorio que me haya hecho pensar que debo asumir una responsabilidad personal en la transformación del país. Creo que fue un proceso continuo. Y sigue siéndolo. La relación con el Perú, en general, es una relación compleja y que atraviesa por subibajas que determinan qué tanto uno quiere o no involucrarse en el desarrollo de su país. Porque es un país difícil.
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    «La dedicación a la vida partidaria y a la búsqueda del poder puede ser como una adicción que difícilmente se deja. No se es capaz de escuchar; se pierde la conciencia reflexiva; muchas veces, la dignidad»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Caravedo, Baltazar
    La idea de que el mundo puede cambiarse no vino de pronto sino que fue un proceso gradual. Empezó con las historias que mi padre nos contaba respecto de nuestros antepasados familiares. En su relato, mi tatarabuelo por el lado paterno —que llevaba el mismo nombre que yo— había luchado por la independencia del Perú. Con 16 años se enroló en el ejército de San Martín cuando este desembarcó en Pisco en 1820; estuvo en las batallas de Junín y Ayacucho. En el ejército peruano hizo una dilatada carrera, participando en revueltas y golpes de estado; llegó a general. Cuando integró el consejo de guerra que juzgó a Salaverry, se negó a firmar la sentencia de muerte, lo que le valió que lo deportaran. Fue diputado en la época de Castilla, pero renunció por no estar de acuerdo con lo que venía haciendo el parlamento y tuvo una conducta en favor de los que menos poder tenían. Cuando el general Mariano Ignacio Prado lo envió a Huancané a debelar las acciones en contra de los terratenientes, mi tatarabuelo se declaró a favor de las demandas de los campesinos.
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    «No hemos logrado que las generaciones jóvenes se metan a los temas, a pensar otro tipo de país, de sociedad»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Cuadros F., Julia
    Mi familia estaba muy jalonada por los temas políticos. En la casa de mis abuelos eran apristas a morir, por un tema familiar, pero mi padre y un hermano menor eran los rebeldes: estaban con Belaunde. Siempre mi entorno fue de debate político, de muchas críticas y peleas. La idea de que el mundo no podía continuar así es una cosa gradual; no es de la noche a la mañana, ni es un fogonazo de iluminación. Creo que quienes influyen en mí, aparte de mi familia, son mis compañeros de la universidad.
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    «Creo que mi compromiso valió la pena. Sin la militancia política no habría hecho lo que he hecho de positivo en mi vida»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Avila P, Diana
    La idea de que uno puede cumplir un papel en cambiar el mundo comenzó a hacerse presente en mi vida a partir de las monjas del colegio y de mi trabajo con niños de la hacienda Maranga. Iba los sábados a enseñarles catecismo y era un contacto con una realidad muy dura, de estos niños que no tenían nada y que eran golpeados con la regla por la maestra. El colegio, que era de monjas alemanas, también tenía un lugar al que apoyaba, así que todos los años hacía campaña en mi casa y me llevaba una niña a mi casa, por un día, para que estuviera con nosotros. Esos fueron mis primeros contactos con una realidad de pobreza, de sufrimiento de la gente. Me ponía en contacto con poder hacer algo. Y ayudar fue primero algo de la caridad cristiana.
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    «No es algo inalcanzable sino que se va construyendo y poco a poco se va llegando a ese umbral donde el respeto a las diferencias sea parte de los principios de convivencia en nuestro país»
    (Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial, 2017) Pariona Tarqui, Tania
    Desde la edad de los diez años participé en organizaciones sociales. Empecé siendo parte de un grupo de niños, niñas y adolescentes quechuas en Ayacucho, haciendo arte en telar, tejido, música, danza y el retablo ayacuchano, una de las artesanías conocidas de Ayacucho. Este espacio me permitió enlazarme con otras organizaciones de niños y adolescentes, en especial con el Movimiento Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores, chicos que trabajaban en mil oficios, desde lustrar zapatos. Yo acompañaba a mi madre en los negocios en el mercado, con mi hermana, y a veces también sola, vendiendo «marcianos».