La autosuficiencia de la razón en el Discurso del método de Descartes. Inmunidad del sujeto y renuncia al mundo
Abstract
Descartes’ and Montaigne’s solitudes are usually compared. Nevertheless, the second one is the solitude of an I that discovers itself as a work of plurality and harmony with nature; and the first one, conversely, is a demarcation of an individuality influenced by an childhood marked by confinement, caused by both a respiratory disease and a precocious approach to books and the early discovery of the “voice of reason”. According to the Discourse on the Method—written in response to The Essays—, the equality of “reason” in every human, the diversity of authors, teachers and people as a sign of a bad use of intelligence, the divine origin of reason, and the possession of innate ideas conflude to justify the search of a total science within the individual mind. Clinging to the mathematical method, Descartes convinces himself that he does not need either the senses or the other to offset the product of his musings. And he deduces that the work of one alone is more perfect than that in which many hands intervene. All of this enshrines a subjectivity fully stocked for knowing the world without having a world, thus, from being exposed to conflicts and transformations beyond the purity of our “inner light”. Summing up, it is an allegedly immunized rationality that denies the intersubjective and embodied ground of every human existence. A menudo se compara la soledad de Descartes con la de Montaigne. Sin embargo, la segunda es la soledad de un yo que se descubre como obra de la pluralidad y en armonía con la naturaleza; y la primera, por el contrario, es la celosa demarcación de una individualidad influida por una infancia de encierro, a causa tanto de un mal respiratorio cuanto de un trato precoz con los libros y el temprano descubrimiento de la “voz de la razón”. Según el Discurso del método— escrito como réplica a Los ensayos—, la igualdad del “buen sentido” en todos los humanos; la diversidad de autores, maestros y pueblos como señal del mal empleo de la inteligencia, el origen divino de la razón, y la posesión de ideas innatas, confluyen en justificar la búsqueda de la ciencia total en la sola interioridad de la mente individual. Aferrado además al modelo de las matemáticas, Descartes se convence de que no necesita de los sentidos ni del prójimo para contrastar el fruto de sus cavilaciones, y deduce que el trabajo de uno solo es más perfecto que aquel en el que varias manos intervienen. Todo ello consagra una subjetividad plenamente abastecida para conocer el mundo sin contar con el mundo, ahorrándose el tener que volver a una intemperie de conflictos y transformaciones, puesto que la mezcla con el otro pervierte la pureza de nuestra “luz natural”. En suma, una racionalidad presuntamente inmunizada que deniega la raigambre intersubjetiva y encarnada de toda existencia humana.