dc.description.abstract | En un sentido grave —ejemplificado por los procedimientos para purificar el agua corriente, reunir pruebas en un juicio penal o sumar números— un método provee un criterio para determinar la aceptabilidad de lo que se haya hecho. En tal sentido, no hay método filosófico que caracterice algún modo especial de filosofar, aunque haya, en ciertas comunidades reflexivas, maneras habituales de construir discursos cuyo respeto o transgresión es un factor para evaluar parcialmente la aceptabilidad de lo dicho. Por otra parte, en un sentido ligero, la siguiente recomendación establece un método: imagine algo interesante (filosófico, si esta palabra le dice algo) y busque razones a favor y razones en contra. Este es el sentido preferido por quienes no tienen interés en la búsqueda de métodos filosóficos específicos. Pero hay alguna importancia en hacer cierto esfuerzo en esa dirección. Al menos la que se deriva del hecho sociohistórico de la existencia de academias auto y hasta héterorreconocidas como filosóficas, todas sostenidas con el esfuerzo de sus comunidades, pero divergentes hasta el punto de ignorarse con olímpico desdén. Existen, si no métodos, modos diferentes de elaborar y evaluar discursos filosóficos. Sean o no limitaciones a las que nos resigna nuestra finitud, hallar algunas de sus características puede ayudarnos a entendernos mejor. Hay, por ejemplo, un modo «analítico», una «filosofía analítica», y de eso escribiré en este artículo. | es_ES |