Las trampas de la filosofía
Fuente
El conflicto de las facultades : sobre la universidad y el sentido de las humanidadesAbstract
Desde su origen, la filosofía ha sido un saber cuestionado, una actividad de la que habría que sospechar y desconfiar con razón. En diversas épocas y de diversas maneras, las ciencias le han discutido su rigor metódico y su consistencia epistemológica; los saberes prácticos le han criticado su falta de utilidad y de relevancia social; la religión ha cuestionado lo limitado de su búsqueda y el alcance de sus afirmaciones; y el sentido común la ha considerado como una actividad que se complica innecesariamente sobre la explicación del sentido de las cosas. Así, como parte de su actividad especulativa, la filosofía se ha acostumbrado a luchar argumentativamente en cada época por afirmar su saber, por hacer frente a los ataques que en determinados momentos se han hecho virulentos y por darse un lugar en el conjunto del conocimiento. Pero, aparte de estos adversarios externos y de actitudes de saberes ajenos a la filosofía, muchos de ellos antiguos y otros de épocas recientes, hay algunos adversarios internos que actúan como trampas inmanentes al quehacer filosófico. Si una trampa es un dispositivo para atrapar, burlar o perjudicar a alguien, estas trampas han surgido en el desenvolvimiento normal de la actividad filosófica, y a veces las tenemos tan enraizadas que ni siquiera podemos darnos cuenta de cómo ni en qué momento hemos caído en sus artificios. Ellas actúan como las aporías de las que nos habla Aristóteles en el libro III de la Metafísica. Pero, mientras las aporías son dificultades que surgen del carácter problemático de la realidad, es decir, de la naturaleza propia de la cosa misma tal como se le presenta al espíritu atento, estas trampas surgen de un acercamiento unilateral a las dificultades o de cierta imprecisión en el planteamiento de los problemas.
Descripción
Páginas 73-79