Derechos Humanos

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    La implementación de medidas de búsqueda de personas desaparecidas producto de un conflicto armado interno : comparación entre los casos de Perú y Guatemala de fines del siglo XX e inicios del XXI
    (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2016-08-25) Chacón Lozano, Mariana; Barrantes Segura, Rafael; González Cueva, Eduardo
    Una de las más tristes consecuencias de los conflictos armados no internacionales ocurridos en el Perú y en Guatemala es el sufrimiento de los miles de familiares de las personas desaparecidas. Ellos viven durante décadas en la incertidumbre de no saber qué ocurrió con sus seres queridos y esperan la oportunidad de darles un entierro digno. Durante las décadas de 1980 y 1990, existió en el Perú un conflicto armado no internacional que enfrentó al Estado peruano con el autodenominado Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL) y con el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA); como resultado de este conflicto, desaparecieron alrededor de 15,731 personas (MRREE 2012: 30), enterradas en alguno de los 6,462 sitios de entierro conocidos a nivel nacional (COMISEDH 2012). Asimismo, durante el periodo 1962 – 1996, el Estado guatemalteco se enfrentó a los diversos grupos guerrilleros, organizados desde 1982 bajo la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca; la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Guatemala (CEH) registró alrededor de 45,000 personas desaparecidas (CICR 2010) como consecuencia de este conflicto.
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    Uso bélico de la neurociencia y el rol de los derechos humanos
    (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014-04-09) Cuba Yaranga, Jean Carlo Gonzalo; Aguinaga Meza, Ernesto Alonso
    La historia nos muestra los conflictos entre Estados poderosos y su obsesión por tener un ejército cada vez más eficiente. Para ello han recurrido a diversos métodos, tales como los entrenamientos desde edad infantil, la insensibilización al terror o la promoción de la crueldad en grupos de élite de varias culturas. En el tiempo que nos ha tocado vivir, este interés del mejoramiento militar ya no se fija exclusivamente en el uso de la fuerza física o de armas cinéticas. El avance de las ciencias ha revolucionado de forma rápida el paisaje social en todas sus manifestaciones, obviamente estas se producen en países industrializados con la capacidad tecnológica y económica. Una de las áreas con mayor desarrollo ha sido la neurociencia, ciencia encargada de estudiar “el sistema nervioso central (cerebro y la médula espinal) y periférico (redes nerviosas en todo el cuerpo) así como de la evolución de la comprensión del pensamiento humano, la emoción y el comportamiento” (Society for Neuroscience, 2012). Tal es el grado de descubrimientos, que la inversión por parte de las potencias y empresas en esta área se ha incrementado a partir de la segunda mitad del siglo XX. Si bien este uso bélico de las neurociencias no es un evento espontaneo y totalmente novedoso, podemos ubicar su punto de partido a mediados del siglo pasado, época en la cual se producen experimentos de resistencia física y mental, en la mayoría de casos sin consentimiento del sujeto, o como lo ocurrido en Reino Unido durante la década del cincuenta, reseñado en el informe Brain Waves , cuando se inició los estudios de agentes químicos incapacitantes, en especial psicotrópicos para programas militares, resaltando los trabajos en Porton Down con productos químicos, tales como los derivados de glicolato, que actúan sobre el sistema nervioso parasimpático. (Royal Society, 2012) En los últimos años, la desclasificación del Proyecto 112 (De Martos, 2012), muestra las pruebas que se hacían en soldados con el incapacitante BZ o el alucinógeno LSD, así como otros compuestos químicos para probar antídotos, medir su potencial destructivo y determinar si era posible controlar el cerebro humano, todo ello orquestado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Ejército de Estados Unidos, comprometiéndose a varios científicos de la Universidad de Oklahoma. (Bonete 2010)