Historia del Arte y Curaduría

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    Un palacio para el presidente : el Salón Ayacucho (1924) identidad y nación en el mecenazgo artístico de Augusto B. Leguía
    (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2016-08-25) Di Franco Ochoa, Carla; Majluf, Natalia
    El tema de investigación de esta tesis es el salón Ayacucho un recinto de recepciones dentro del Palacio de Gobierno que hizo construir el presidente Augusto B. Leguía en 1924, en el contexto de las celebraciones por el centenario de la Batalla de Ayacucho. El diseño arquitectónico del salón estuvo cargo del arquitecto y escultor español, Manuel Piqueras Cotolí, mientras que el programa iconográfico estuvo bajo la responsabilidad de Daniel Hernández, Director de la ENBA. Las diecisiete obras, entre óleos y sargas, que componían el programa iconográfico fueron realizadas por el propio Daniel Hernández, por José Sabogal, profesor de pintura de la Escuela y, finalmente, por los alumnos más destacados de la primera promoción: Elena de Izcue, Camilo Blas, Wenceslao Hinostroza y Jorge Vinatea Reinoso. El salón es un espacio que no ha sido investigado de forma exhaustiva, existen varios motivos para explicar esto; de un lado, fue destruido cerca de 1935, por lo tanto, actualmente no quedan rastros de su estructura arquitectónica dentro del Palacio de Gobierno, de otro lado, el material gráfico y documental del salón es escaso y está disperso en distintos archivos y bibliotecas. A pesar de su destrucción y del olvido en que permaneció, este fue un espacio importante. De un lado, fue un claro ejemplo de la política de mecenazgo artístico que desarrolló Leguía durante el Oncenio, a través de la cual promovió una idea de nación ajustada a los requerimientos del proyecto político de la “Patria Nueva”. De otro lado, porque el salón es un espacio que nos permite ver un momento de transición en la plástica peruana donde se asoman claramente las primeras muestras del estilo indigenista que será, posteriormente, el discurso predominante del arte peruano durante las décadas del treinta y del cuarenta. Sin duda, la generación de profesores y jóvenes artistas que participaron en el salón estarán, una década después, entre los indigenistas más renombrados. En general, los estudios sobre la década del veinte plantean una especie de antagonismo entre el hispanismo y el indigenismo, sin embargo, el salón nos permite ver que, estos discursos convivieron en un mismo espacio, porque ambos fueron políticamente convenientes en el contexto del centenario. En el primer capítulo se investiga el contexto político y cultural en el cual nace el salón, así se analizan los discursos del Estado sobre la significación del centenario de la batalla de Ayacucho, el contexto artístico local, así como un análisis de las primeras exposiciones de la ENBA, que tuvieron una clara relación con las obras que se expusieron en el salón Ayacucho. En el segundo capítulo nos enfocamos en el salón como espacio: se presenta primero el papel que jugó dentro de las celebraciones centenarias y, luego, se analiza, tanto el estilo en que fue construido –el neoperuano–, como su estructura arquitectónica enmarcada en el contexto de la arquitectura peruana de los años veinte. En el tercer capítulo se investiga el programa iconográfico del salón, cada una de las obras son analizadas bajo la retórica oficial de la Patria Nueva y también a partir del recorrido del propio artista. La investigación plantea, entre otras interpretaciones, que las sargas y los óleos del salón buscaron crear una historia “total” de la nación en donde cada etapa histórica retratada –incanato, colonia y república funciona como una alegoría de los valores nacionales que la Patria Nueva buscaba encarnar. Finalmente, a partir de esta investigación se ha reproducido digitalmente y en tres dimensiones el programa iconográfico y la arquitectura neoperuana del salón.
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    Destrucción y reinvención de la plaza de Armas. Estilo neocolonial y modernización urbana en Lima, 1924-1954
    (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014-08-28) Ramos Cerna, Horacio; Majluf, Natalia
    Esta tesis se enfoca en un episodio descuidado de la historia de la arquitectura peruana: la remodelación neocolonial de la Plaza de Armas de Lima, que tuvo lugar durante la década de 1940. Tal descuido no es casual, sino que se engarza en la imagen negativa que desde la segunda mitad del siglo XX se sostiene sobre el neocolonial como estilo y sobre la plaza como espacio público. El presente trabajo complejiza dicha imagen, a partir del estudio de los diseños y discursos que dieron sentido a la remodelación, así como de las percepciones sobre arquitectura y urbanismo que se encuentran expresadas en la prensa y caricaturas de la época. Cuando fue imaginada por primera vez en 1924 por Emilio Harth-terré, la remodelación conjugó las retóricas de modernización urbana y estilo nacional. Esto le confirió credibilidad entre el gremio de arquitectos e intelectuales, pese a que implicaba la destrucción de los portales coloniales de la plaza. El proyecto fue replanteado en 1939 con la colaboración de José Álvarez Calderón, y fue ejecutado entre 1940 y 1952. Hacia 1947, la credibilidad del proyecto fue mellada por la consolidación del concepto de “patrimonio” y por el ataque directo a la Agrupación Espacio, que buscaba consolidar el lugar del funcionalismo arquitectónico. A la vez que el neocolonial perdió credibilidad como estilo, nuevos espacios públicos se consolidaron fuera del centro tradicional de Lima. Se consolidó entonces una imagen negativa de la plaza y del neocolonial que hizo eco en la historiografía posterior.
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    Estudio de caso : Bárbaro Rivas y el rol de la crítica de arte en la valoración de un pintor ingenuo
    (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014-03-25) Gamboa Acuña, Marco Andrés; Majluf, Natalia
    Se analiza cronológicamente la contribución de diversos autores en la creación de la personalidad artística de Bárbaro Rivas, destacándose entre ellos Francisco Da Antonio, Juan Calzadilla, Alfredo Boulton, José Antonio Rial, Sofía Ímber, María Elena Ramos, José María Salvador, Anita Tapias, Miguel Von Dangel y Rafael Romero. En este proceso de sesenta años de recepción crítica se distinguen cuatro etapas: la primera, de “creación libre”, va de 1923 a 1949, cuando la intención del artista operó bajo la protección natural de su propio anonimato; la segunda, o “descubrimiento”, sigue hasta la primera aparición pública de Rivas en 1956; la tercera, caracterizada por premios oficiales y exposiciones internacionales, es llamada la “época dorada” y se extiende hasta la muerte del artista en 1967; y la última etapa, o “entrada en la historia”, es la que continúa hasta el presente. Luego de analizar los diferentes horizontes de recepción crítica en torno a Bárbaro Rivas, quedan claras al menos dos cosas: la primera de ellas es que entre las décadas del cincuenta y sesenta pesó mucho la intervención de personajes con los más diversos intereses. En la valoración de los pintores espontáneos convergió el interés de un gobierno autoritario y de arraigo nacionalista, así como también el de nuevos sectores partidistas enfrentados por sus posturas políticas y estéticas. Rivas fue reseñado al mismo tiempo por personajes de franca orientación revolucionaria, promotores de una figuración socialmente comprometida como Da Antonio y Calzadilla; y por representantes de la élite económica, como Boulton y Uslar Pietri, quienes promovieron la apertura hacia un formalismo políticamente alineado con los ideales de modernidad y progreso que caracterizaron el ensayo democrático venezolano. También queda claro que, en la medida que Rivas ha superado la prueba del tiempo, es necesario descartar que éste sea sólo una elaboración de la crítica y reconocer en él alguna calidad artística particular. Al menos se puede asegurar que su obra tiene la propiedad de permitir múltiples lecturas. Ha sido llamado repentista, autodidacta, espontáneo, primitivo, ingenuo y hasta expresionista, en virtud de cierta diferencia cualitativa que le separa de quienes ensayaron una representación minuciosa y rudimentaria del mundo de los oficios y las tradiciones populares. En última instancia, esa polivalencia de Bárbaro Rivas puede ser, justamente, la calidad artística que le ha permitido mantenerse vigente hasta el presente.