Mateo
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Abstract
La novela Mateo la concebí al mediodía de un viaje cualquiera en un transporte público.
Mirando por la ventana imaginé a un niño que pudiera trabajar bajo la sombra del bypass del
óvalo Grau, en Trujillo. Un inmigrante de corta edad, en una ciudad a la que aún no logra
acostumbrarse por completo puesto que es oriundo de la sierra. Llegó de su pueblo para vivir
a las afueras de la ciudad, en un asentamiento humano. Junto a él, decidí que convivieran otros
muchachos, los cuales, a diferencia de Mateo, están mucho más acostumbrados a este tipo de
vida. Sin embargo, la historia que se gestaba en mí no podía ser solo la historia de un niño
viviendo una vida lejos de su tierra. ¿Y si tenía un amigo? ¿Y si en lugar de solo ser solitario,
quien lo ayude sean el espíritu de un dios de aquellas tierras y su ayudante? La idea de
introducir una deidad del panteón mochica aumentó mis ganas de narrar la historia de este niño
llamado Mateo. El Viejo, como es que Mateo le llama al dios ante el desconocimiento de su
nombre, protege a Mateo y lo ayuda en varias situaciones. Durante el proceso de investigación,
consideré que un mayor peso a mi relato y a sus personajes sobrenaturales sería que ellos se
comuniquen en el idioma mochica. Por ello Mateo es introducido en esta lengua en el
transcurso de la narración. El uso del extinto idioma mochica de manera puntual en sustantivos
y adjetivos, junto a una recreación de ambientes y personajes plasmados en diversas
representaciones iconográficas de la cultura mochica, fueron de vital importancia en cómo la
historia se desarrolla