Un lugar para ningún objeto: emplazamientos subterráneos y utopías de papel en la práctica artística de Jorge Eduardo Eielson
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Abstract
Entre 1966 y 1969, J.E Eielson lleva a cabo el que quizá sea el proyecto más enigmático de toda
su trayectoria. Lo llama indistintamente Esculturas subterráneas o Esculturas para leer. El
proyecto consiste en una serie de piezas de imposible realización programadas para ser
enterradas en distintas ciudades del mundo que Eielson visitó a lo largo de su vida y que, por
diferentes motivos, fueron significativas para él. La presente investigación busca subsanar la
escasa atención que este trabajo ha recibido de parte de la crítica literaria y/o artística, lo cual es
sintomático tanto del espacio intersticial en el que se ubica a nivel disciplinar, como de las
dificultades que supone historizar un trabajo diseñado para la no-visibilidad como este.
Acudiendo a la categoría de no objetualismo postulada por Juan Acha a mediados de los años
70, esta tesis enfatiza el ángulo utópico y político de esta no-visibilidad y se pregunta por el lugar
en donde la utopía inscribe su huella material, posibilitando su historización. La hipótesis
planteada es que ese lugar para ningún objeto lo ocupa el papel en la obra de Eielson, un soporte
que se exhibe en dos frentes: en cuanto materia configurada que acumula señales sobre su
superficie y en cuanto a las formas de existencia social de dicha configuración. El énfasis en esta
materialidad conduce, por un lado, a releer un conjunto de trabajos, desde la década del 50 hasta
la segunda mitad del 70, en donde el papel adquiere una dimensión plástica, escultórica o
performática que excede el campo de la lectura. Por otro lado, nos lleva a abordar su relación
con algunas vertientes del arte conceptual hegemónico (europeo y estadounidense) que Eielson
conoció de cerca debido a su inserción en la vanguardia internacional de aquella época, y con el
no-objetualismo local a través de una serie de obras proyectuales de artistas como Teresa Burga,
Rafael Hastings y Emilio Rodríguez Larraín.