Las lágrimas del bosque. La construcción de modelos de alteridad a través de la experiencia de Roger Casement en el Putumayo
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Abstract
Este trabajo busca analizar la construcción de la noción de alteridad a través de la experiencia del cónsul británico, el irlandés Roger Casement, en las áreas que rodean las dos riberas del Putumayo, acercamiento para el cual nos hemos basado tanto en sus escritos como en sus informes, correspondencia y, sobre todo, sus diarios personales. En primer lugar, se pasa revista a la realidad social y al imaginario del poblador de la Amazonía peruana, particularmente en la época de la explotación del caucho, surgida cuando la zona era de muy difícil acceso. La economía cauchera provocó en la Amazonía una prosperidad impresionante pero efímera, debido a la gran competencia del caucho asiático, de modo que la economía basada en este producto natural desapareció rápidamente, apareciendo una gran desocupación, acompañada de desaceleración económica, emigración masiva, destrucción del medio ambiente y reducción demográfica, entre otros graves problemas. En la historia de la producción del caucho lo más escandaloso fueron los abusos, maltratos y crímenes en contra de los indígenas, por medio de acciones tan crueles como la tortura, el asesinato, los castigos con látigo, incluso el genocidio.
En esta tesis se utilizan como fuentes primarias fundamentales los textos del propio Casement, Diario del Amazonas y el informe Libro Azul Británico: informe de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo. Sobre la base de ellos, analizaremos cómo se construyeron las nociones de alteridad respecto de la población autóctona en la zona del Putumayo, lo cual se traducía, entre otros puntos, en su constante reclamo por los derechos humanos de los indígenas. En efecto, el cónsul británico guardaba simpatía por las poblaciones aborígenes, lo que se evidenciaba ya desde la época de su estancia en el Congo, y se concretaría al llegar a la Amazonía peruana. Roger Casement era un católico tradicional irlandés, lo que, a la postre, fue factor determinante en su simpatía por los explotados y desposeídos. Casement veía las cosas desde un punto de vista religioso, lo que en su caso lo empujaba a denunciar los crímenes ocurridos en el Putumayo, enfrentando asimismo muchos obstáculos y arriesgando su propia vida con sus reclamos.
Sin embargo, Casement, un luchador y héroe de su época, no era perfecto. Muchas veces su manera de comportarse lo mostraba como un hombre contradictorio. Como católico el cónsul Casement consideraba que todos los seres humanos, sean europeos o indígenas, eran iguales, porque todos eran hijos de Dios. Por otro lado, estaba de acuerdo en que hay razas más civilizadas, menos civilizadas y razas salvajes. Respecto de la civilización, observaba con beneplácito la civilización y modernidad de Alemania y pensaba que, en vez de España e Inglaterra, Alemania sería la única esperanza para los “salvajes” indígenas de poder salir adelante. Otra contradicción consistía en que Casement apoyaba la expansión capitalista hacia todo el mundo, para conquistar y civilizar las regiones “salvajes”. No solo lo apoyaba, también hizo un gran esfuerzo en favor de dicha expansión. Podría afirmarse, por tanto, que Casement era un hombre ambigüo: por una parte, un católico bondadoso, muy generoso con su prójimo, pero al mismo tiempo un entusiasta de las ideas eurocéntricas etnicistas y eugenésicas de la época, un “racista” en buena cuenta quizás sería más apropiado decir, aunque siempre tomando en consideración los criterios positivistas de la época, que fusionaban ambas caras, un “representante de civilización”, es decir, un buen cristiano victoriano, un paternalista “defensor y protector de los más débiles”.