Abstract
Desde hace muchos años, el razonamiento predominante ha sido que el Perú, rico de su diversidad, es una sociedad cada vez más mestiza y que el antiguo problema de la discriminación racial retrocede inexorablemente con el mayor acceso a la educación y al bienestar de la población, creando las condiciones de una democracia donde las diferencias culturales dejarán de ser un lastre para la convivencia entre verdaderos ciudadanos.
Me parece necesario cuestionar varios de los mitos que esconde este razonamiento y, sobre esa base, sugerir algunos requisitos para la construcción de una democracia que responda realmente a la complejidad de nuestra sociedad.