Abstract
La creación de espacios de participación ciudadana no garantiza por su mera
existencia una mejora de la gobernanza de los territorios y la sociedad. El caso de
la Mesa de Diálogo de Espinar para regular la presencia de la actividad minera en la
provincia alto-andina del Cusco es un ejemplo de cómo los espacios participativos
pueden servir para reproducir estructuras de dominación.