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    Espacios de convivencia : erigir, cuidar, habitar
    (Pontificia Universidad Católica del Perú, 2013-11-22) Vásquez Larraín, Erika Lucía; Crousse de Vallongue Rastelli de Roncoroni, Veronica Natalie; Ballen De la Puente, María Paz
    ¿Es la casa un tema trascendental en la vida del hombre? ¿Hubiera sido posible para el hombre habitar el mundo sin construir su casa? ¿Qué significa realmente habitar? ¿y qué implica construir? Para el hombre mítico, aquel cuya necesidad primigenia de guarecerse del mundo amenazador se veía satisfecha al encontrar una caverna en donde pasar la noche, probablemente estos cuestionamientos no hubieran tenido sentido, pero a partir del momento en el que el hombre reconoce la necesidad de demarcar los límites de su espacio propio, es que estas consideraciones cobran vital importancia en su vida. Desde aquellos tiempos la casa es considerada como un recinto sagrado, cuya construcción repite la creación del mundo; y es por esto que surgen aquellos rituales que acompañan su construcción. Es aquí también en donde surgen las primeras técnicas constructivas, las cuales representan el único medio mediante el que se puede materializar el espacio necesario para la convivencia humana, el espacio íntimo de la casa, es decir, el espacio de las posibilidades; y así como la casa es el espacio en donde se dan las múltiples posibilidades de la vida doméstica, así también, el encofrado en madera, técnica constructiva ancestral, lleva implícitamente la posibilidad de contener, de poder ser llenado de cemento, de experiencias, de rutinas o de recuerdos; posibilidades que comienzan en el erigir y se continúan en el ocupar. Ha pasado mucho tiempo desde que el hombre construía sus primeras viviendas, acorde a necesidades particulares y hoy, al menos en nuestro contexto limeño, nos enfrentamos al hecho de tener que vivir en departamentos cada vez más estandarizados, los cuales nos dictan la manera en la que debemos vivir, así nuestras necesidades individuales sean tan distintas. ¿Qué involucra entonces habitar en espacios iguales cuando somos diferentes? ¿Qué nos motiva a habitar de modos tan distintos espacios iguales? Y más aún, ¿Qué nos lleva a sentir que este espacio, semejante al de muchos otros individuos es realmente nuestra casa en su significado más profundo?