Vargas, Carmen Rosa2013-10-292013-10-292009http://repositorio.pucp.edu.pe/index//handle/123456789/20343Cuando era una niña pequeña, mi hermano Carlos, el mayor de los tres, siempre que me veía me decía “¡Oye, cara de televisión!” Yo, sólo porque lo quiero tanto, desconectaba la mirada del televisor para ver sus grandes ojos verdes porque sabía que a continuación vendría un ataque de cosquillas. Y así pasó mi infancia, con una linda familia y una linda televisión. Al principio mi hermano me pillaba viendo El tío Johnny, que era muy conveniente para lograr que me tomara la leche, así que a nadie le preocupaba que me pasara horas frente a la caja mágica. Varias lunas más tarde, cuando mi hermano regresaba del fulbito me encontraba viendo Hola Yola: “Somos/ un grupo muy alegre/ tengo mi pandereta y hacemos un programa/ juntos/ formamos una banda/ la banda de Hola Yola y somos juguetones…” Yola también resultaba conveniente porque con ella cantaba, aprendía y bailaba ¡cómo bailaba! En aquellos tiempos los programas para niños no pasaban dibujos animados, estos se emitían en otros horarios, por ejemplo, de lunes a viernes en las mañanas y las tardes.application/pdfspainfo:eu-repo/semantics/openAccesshttp://creativecommons.org/licenses/by/4.0ComunicacionesTelevisión InfantilUna tele para los chicosinfo:eu-repo/semantics/articlehttps://purl.org/pe-repo/ocde/ford#5.08.00