Homenaje Luis Jaime Cisneros Tomol Editor: Eduardo Hopkins Rodríguez Diseño de carátula: Giselle Scheuch Copyright© 2002 por Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Plaza Francia 1164, Lima Telefax: 330-7405. Teléfonos: 330-7410, 330-7411 E-mail: feditor@pucp.edu.pe Obra Completa rústica: 9972-42-473-1 Tomo 1: 9972-42-474-X D.L. 1501052002 2422 Obra Completa tapa dura: 9972-42-476-6 Tomo I: 9972-42-477-4 D.L. 1501052002 2421 Primera edición: julio de 2002 Derechos reservados, prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. « Y no me esclaviza amor y no me suelta»1 (petrarquismo y neoplatonismo2 en Del amor y otros demonios, de Gabriel García Márquez) Irene Cabrejos de Kossuth Universidad de Lima CUANDO EL JESUITA Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escude­ ro entra por primera vez al convento de las clarisas para conocer a la poseída Sierva María de Todos los Ángeles, nadie permanece indife­ rente, porque «el ruido de su inteligencia y su poder había[n] roto el sigilo de la clausura».2 Delaura será luego poseído por el más terrible de los demonios, según lo nombra la primera vez que lo reconoce clara­ mente. 3 Vana no es la referencia de García Márquez a aquel tantas veces apuntado pasaje de El banquete, cuando Diotima le afirma a Sócrates que «Los demonios son muchos y de varias clases, y el Amor es uno de ellos». Amor, ese daimon en Cayetano que lo induce a amar lo que no está seguro de poseer, lo que no posee aún, de desear conservar para lo por venir lo que es imposible para él haber. Demonio de amor hacia una belleza que falta en él, y, por tanto, de una bondad que le es ajena. 4 Existe una hermosa correlación entre el concepto amoroso escogi­ do por García Márquez para su obra, la ideología que aquel represen­ ta y el marco histórico en el que se sitúa la historia del relato: una colonia española del Caribe en el siglo XVIII.5 1 «Soneto CXXXIV» de Petrarca en traducción de Carlos Gatti. 2 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Del amor y otros demonios. Bogotá: Norma, 1994, p. 108. 3 íb., p. 159. 4 PLATÓN. Diálogos. Ed. Juan GARRIGA. Barcelona: Iberia, 1947, p. 127. 5 Sobre otras formas de amor de pareja que aparecen en el libro se hablará más adelante. Estas funcionan como elemento de contraste y comparación en la obra. Este trabajo se centra en el amor de Cayetano por Sierva María, que es aquel al que se refiere el título. Por otro lado, la historia del relato parece más del XVII que del XVIII. Sin embargo, los comentaristas coinciden en el XVIII, como Cueto y González Vigil. Chirinos 678 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» Creo que la fuerza de un lenguaje profundamente poético sobre un sustrato esencialmente narrativo constituye un pilar en el estilo del escritor colombiano. En Del amor y otros demonios sucede al revés: la narración se sustenta sobre una idea poética de larga vida en la tradición literaria occidental, sobre todo en la lírica, desde Dante y el dolce stil nuovo, Petrarca, Garcilaso, y el neoplatonismo renacentista. Resulta significativo el apellido escogido para el amante: Delaura. La adhesión petrarquista de García Márquez en su relato se toma evi­ dente. Del mismo modo, son importantes las influencias neoplatónicas y la de Diego Femández de San Pedro y su Cárcel de amor, publicada después de 1492 y que ejerció gran influencia sobre la literatura poste­ rior, como el Amadís de Gaula, leído por Cayetano,6 El Quijote o el mis­ mo Garcilaso. Cayetano cuenta a la niña que es obligado a exorcizar (pero que no exorciza porque tiene dudas), que Garcilaso es «abuelo de su tatarabuela»/ y, al preguntarle por sus lecturas el obispo De Cáceres y Virtudes, «le habló de Garcilaso».8 Este es considerado en las colo­ nias del XVIII como un poeta pagano debido a que menciona «solo dos veces a Dios».9 Ante esta apreciación del obispo, con quien había viajado a Las Indias, él responde que aquello no es raro «en los bue­ nos católicos del Renacimiento».10 A través de su conocimiento vivo de la poesía de Garcilaso, Petrarca se descubre con mucha fuerza en la actuación del personaje. Dice R.O. Jones que «Por lo que se refiere a la poesía, el Renacimiento lite­ rario europeo significa ante todo el descubrimiento de Petrarca - -€1 Petrarca del Canzionere y sus sucesores-».11 La envoltura corporal y la gracia del gesto que sonríe, el movimiento gentil y los ojos diáfanos, hacen a Sierva María semejante a la donna angelicata, pero, aun más a la donna incarnata petrarquista. Cayetano Soto subraya que en la novela ya existe virreinato, puesto que hay virrey, y, si como sabemos, la ciudad en cuestión es Cartagena de Indias (pues allí es donde se encuentra el cráneo de Sierva María), entonces se trata del Virreinato de Nueva Granada, estable­ cido temporalmente entre 1717 y 1723, y convertido en permanente en 1740. El virreinato cesó en 1810. 6 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 153. 7 lb., p. 168. 8 lb., p. 105. 9 lb., l. cit. 10 lb., l. cit. 11 JoNES, R.O. Historia de la literatura espaiiola. Barcelona: Ariel, 1978. Irene Cabrejos de Kossuth 679 descubre a la niña en su celda, alumbrada por su propia luz.12 En Dante, la pasión erótica del amante produce una visión de la amada como ruta hacia la virtud y conductora en el cielo; en Petrarca, además, ella es vista como mujer cuyo espíritu se manifiesta sensualmente. Petrarca dota de carne a la madonna de su poesía, y manifiesta en algunos versos el deseo erótico. El amante no es ya el del stil nuovo, que encuentra en la pura con­ templación el gozo. Sin embargo, en Cayetano, tampoco se da la des­ nuda expresión del apetito: Llorando en silencio pasó su brazo por debajo de la cabeza de ella para que le sirviera de almohada, y ella se enroscó en su costado. Permanecie­ ron así, sin dormir, sin hablar, hasta que empezaron a cantar los gallos, y él tuvo que apurarse para llegar a tiempo a la misa de cinco. 13 Acerca de la relación entre Ausías March y Petrarca, dice Lapesa: [ ... ] el objeto amado no es ya la criatura casi angélica, ser celestial o inte­ ligencia averroísta, que encendía ansias de elevación en los poetas del dolce stil nuovo, sino mujer cuya atracción se ejerce a la vez sobre el espíri­ tu y los sentidos.14 El amante de Laura con frecuencia alaba la belleza de su amada en sus Rimas, y Canciones, pero en algunos versos va más allá y deja que el deseo se muestre: «Mientras mi corazón en fuego ardía/ de amoro­ sa polilla consumido,/por yermos, como fuera de sentido,/busqué mi vaga fiera noche y día [ ... ]» (CCCIV). 15 La corporeidad que habitó una etapa del amor de Petrarca se ve más clara en versos como estos de la «Canción XXIII»:«[ ... ] mi deseo llevé tan adelante/que de caza 12 Este trabajo se centra más en la segunda mitad del relato, donde se produce la epifanía amorosa para Cayetano. No ignoro las costumbres africanas y los ataques de rabia de la madonna de Cayetano. Al ser abandonada por sus padres, Sierva María se cría entre esclavos y no es una dueña europea, sino mujer nacida en las colonias caribeñas. Sin embargo, cuando Cayetano irrumpe en el espacio narrativo y lo informa de petrarquismo, la narración guarda una hermosa coherencia con la figura del amor cortés y el amor petrarquista. Por otro lado, la actuación de Sierva María como poseída por un demonio cristiano, está en correspondencia con la plurisignificación del título. 13 GARCIA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 170. 14 LAPESA, Rafael. La trayectoria poética de Garcilaso. Madrid: Alianza, 1985, p. 41. 15 PETRARCA, Francesco de. Rimas a Laura y Triunfos . Madrid: Aguilar. 680 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» una vez, como solía, me fui, y aquella fiera hermosa y cruda/vi que estaba, desnuda,/en una fuente, cuando más ardía/el sol. Y, como de otra no me pago,/ a mirarla me puse y, vergonzosa, /por escon­ derse o por venganza rara,/con sus manos echome agua a la cara». «Canción, yo nunca he sido nube de oro/ que hecha preciosa lluvia cayó un día,/tal que amenguó de Júpiter la hoguera».16 Cayetano Delaura encarna al amante digno de tal nombre. Sujeto de contemplación y, al mismo tiempo, objeto del demonio amoroso, las cualidades que lo hacen digno de amar según esta tradición se encuentran ya en El banquete platónico. En la relación amorosa, uno es el ente activo, el que ama, y otro, el pasivo, el que es amado. Según Diotima, cuyo diálogo con él relata Sócrates en el banquete de Agatón, solo puede alcanzar el grado más alto de amor el amante fecundo «según el espíritu».17 Sin duda es del espíritu la vida de Cayetano antes de reconocer la belleza que había atisbado en la poesía, más aun no había hallado: «[sus amigos] compartían con él los deleites de las ideas puras, y orga­ nizaban torneos escolásticos, concursos literarios, veladas de música».18 Cayetano arrastra su influjo donde va, y hasta la dura abadesa reconoce su poder y se impresiona con «sus aires de juventud, su pa­ lidez de mártir, el metal de su voz, el enigma de su mechón blanco».19 Más atrás, el narrador lo había descrito como «intenso, pálido, de ojos vivaces, y el cabello muy negro con un mechón blanco en la fren­ te». Sin embargo, añade que «su aliento breve y sus manos febriles no parecían los de un hombre feliz». 20 El Humanismo de Cayetano Delaura Su humanidad se esconde en «el remanso de la biblioteca», 21 pero precisamente es a través de esta que lo encuentra. Los libros amados exaltan su humanismo, entendido como pasión por la palabra, la cual se torna en sentimiento humano en sus primeros contactos con el do- 16 Íd., Sonetos y Canciones. Bogotá: Oveja Negra, 1983. 17 PLATÓN, ob. cit., p. 132. Acentuada según regulaciones de la RAE, 1999. 18 GARCfA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 114. 19 lb., p. 108. 20 lb., p. 77. 21 lb ., p. 113. Irene Cabrejos de Kossuth 681 lor de otros: «Cuando le curó el tobillo inflamado se le crispó la piel y sus ojos se humedecieron».22 Asimismo, esta verdadera humanidad se muestra en su repulsa contra todo lo cruelmente irracional de su tiempo: «"Si alguien está poseído por todos los demonios es Josefa Miranda", dijo. "Demonios de rencor, de intolerancia, de imbecili­ dad". ¡Es detestable!». 23 Lo que define al humanista es su exaltación de la lengua y de la poesía como las que hacen al hombre lo que es. En palabras de Fran­ cisco Rico: «[ ... ] la palabra y las artes del lenguaje, en tanto distintivas del hombre, constituyen la sustancia misma de la humanitas».24 El mismo Rico dice sobre Poliziano: Desde las primeras páginas de las Miscellanea se subraya que una ínti­ ma familiaridad con la filosofía, el derecho, la medicina, la dialéctica y, en suma, con todas las artes de la enciclopedia es condición imprescindible para quien se proponga explicar a los poetas y hacer cosa de provecho por la latinidad [ ... ].25 Cayetano fue criado por los libros y vivió entre y para ellos. Es el único con permiso para leer los textos prohibidos por la Inquisición. Su amor de bibliófilo se hace notorio cuando conoce la biblioteca del renegado Abrenuncio. En ella, el mundo se le revela aun más: «¡Espíritu Santo», exclamó Delaura. «Esto es la biblioteca del Petrarca». «Con unos doscientos libros más», dijo Abrenuncio. Lo dejó curiosear a gusto. Había ejemplares únicos que podían costar la 22 lb., p. 114. 23 lb., p. 128. 24 Rico, Francisco. El sueiio del humanismo (de Petrarca a Erasmo). Madrid: Alianza, 1993, p. 38. 25 Rico, Francisco, ob. cit., p. 88. «Durante un par de decenios, en la época inmediata a la consolidación escolar de los studia humanitatis y al afianzamiento de la imprenta, las nuevas exigencias de la especialización se volcaron sobre todo en el comentario minu­ cioso, punto por punto, de las piezas más difíciles y exquisi tas de la tradición[ ... ]. Pero también [este quehacer] era fatigoso e insuficiente, porque las aportaciones más llama­ tivas para los doctos se perdían[ .. . ] en el océano de obviedades [ ... ]» que requerían los alumnos y los docentes de a pie. Cabía dar, pues, un paso adelante: «no más parrafadas sobre cosas nuevas para los ignorantes pero obvias para cualquier experto». «Nadie dio ese paso con mayor decisión y soltura que Angelo Poliziano en la primera centuria (1489), de sus Miscellanea [ ... ]» (Rico, Francisco, ob. cit., p. 87). 682 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» cárcel en España. Delaura los reconocía, los hojeaba engolosinado y los reponía en los estantes con el dolor de su alma. En posición privilegiada, con el eterno Fray Gerundio, encontró a Voltaire completo en francés, y una traducción al latm de las Cartas filosóficas. 26 Tiene dentro de sí toda la ciencia que ha podido atesorar la culhira occidental: de la Edad Media, la escolástica y San Agustín; del Rena­ cimiento, el amor a la lengua y literatura clásicas y a la poesía en general; del Barroco, las dudas y contradicciones interiores, así como el reconocimiento del dinamismo del mundo; del Siglo de las Luces, el racionalismo. Cuando le comentan que Sierva María «había fascina­ do a la servidumbre con canciones demoníacas que cantaba con vo­ ces distintas de la suya» y que se hizo invisible para los ojos de la abadesa, comenta Delaura, «creo que lo que nos parece demoníaco son las costumbres de los negros, que la niña ha aprendido por el abandono en que la tuvieron sus padres». El obispo tuvo que alertarlo: «"¡Cuidado! [ ... ]. El Enemigo se vale mejor de nuestra inteligencia que de nuestros yerros". "Pues el mejor regalo para él sería que exorcizá­ ramos una criatura sana", dijo Delaura. "¿Debo entender que estás en rebeldía?"."Debe entender que mantengo mis dudas" [ ... ]».27 Los rasgos iluministas de su tiempo se observan en su comentario acerca del eclipse, cataclismo cósmico y presagio de males para los 26 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 152. Acerca de la pasión por los textos anti­ guos, propia del renacimiento, dice HIGHET, G. La tradición clásica. México: Fondo de Cultura Económica, 1954, pp. 32 y 33: «Bracciolini (1380-1459) cuenta cómo lograba sacar permiso para visitar los monasterios, cómo pedía que le enseñaran la biblioteca y cómo encontraba manuscritos cubiertos de polvo y basura en desvanes llenos de gote­ ras y plagados de ratones; con auténtica emoción los describe mirándolo a él como en demanda de auxilio, como si fueran amigos de carne y hueso recluidos en el hospital o en la cárcel». Acerca de la absoluta primacía de la lengua latina y de la romance, enrique­ cida por aquella, HIGHET, G., ob.cit., p. 38, anota: «Los escritores y oradores romanos, y más todavía los griegos, fueron unos artistas del lenguaje extraordinariamente sutHes y expertos. Apenas hay un solo recurso estilístico usado ahora en las letras modernas que no hayan llevado ellos a la perfección. Los escritores del Renacimiento imitaron afano­ samente en las lenguas vulgares todas las fórmulas recién descubiertas de estructura de oraciones y cláusulas, de versificación, de selección de imágenes y de disposición retó­ rica, copiando todo eso en las lenguas modernas y adaptándolo a ellas[ ... ]. Esto es lo que constituye la verdadera línea divisoria entre la literatura prerrenacentista y la postrenacentista». 27 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 124. Irene Cabrejos de Kossuth 683 habitantes del virreinato. Situados el obispo y él en la pérgola de la casa episcopal para observar el fenómeno, y ante la pregunta del pri­ mero, Cayetano responde: «"pensaba que el vulgo puede relacionar sus males con este eclipse", dijo. El obispo sacudió la cabeza sin apar­ tar la vista del cielo. "¿ Y quién sabe si tienen razón?", dijo. "Las bara­ jas del Señor no son fáciles de leer". "Este fenómeno fue calculado hace milenios por los astrónomos asirios", dijo Delaura. "Es una res­ puesta de jesuita", dijo el obispo».28 La palabra poética como expresión de la experiencia Este hombre iluminado es también un hombre lleno de pasión que desde temprana niñez se vuelca en la vocación religiosa e intelectual, y acalla su ardor poético a causa del mentado paganismo de Garcilaso (en esta contradicción se ve el legado barroco). Pero Cayetano conoce y lee apasionadamente la obra de su antepasado. Hace suya la pala­ bra poética de este y declara su amor a Sierva María recitándole los cuarenta sonetos del poeta: «[ ... ] esta vez [Cayetano] siguió de largo, con voz intensa y bien articulada, hasta el último de los cuarenta sonetos del caballero de amor y de armas [ ... ]».29 Más tarde, también ella los sabrá de memoria. Desde el stil nuovo,30 la poesía en Occidente es necesaria expresión de la experiencia personal e íntima. Es conocida la índole autobiográfica de la poesía de Petrarca. Para él, la urgente expresión del amor no es la única actividad poética fundamental, sino, como dice Rico, el hu­ manista ponderó «la confluencia última de la ley natural y la revela­ ción cristiana. [ ... ] Petrarca dedicó la mayor parte de su obra a hacer­ la palpable, [y] no tenía mucho que aprender de Erasmo en cuanto a recursos efectistas con idéntico fin». 31 28 Ib., p. 122. 29 Ib., p. 169. 30 Stil nuovo: el mismo Dante nombra el estilo que él adoptó y del cual fue su mejor representante. En el Purgatorio XXIV, 49-54: «Mas dime si estoy viendo al que estan­ darte/ alzó de nuestras rimas, comenzando: "Mujeres, que de amor sabéis el arte"./Le contesté: "Yo soy uno que cuando/ Amor me inspira, escribo, y escribiendo/voy a tenor de lo que va dictando» (ALIGHIERI, Dante La divina Comedia. Traducción y notas A. EcHEVARRfA. Madrid: Alianza, 1995). · 31 Rico, Francisco, ob. cit., p. 59, p.141. 684 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» En los insomnios amorosos de Cayetano están presentes los sonetos de Garcilaso y la palabra poética: en la fase del amor-pasión, antes de su voluntaria purificación corporal en el hospital de los leprosos, ha­ bla en «hexámetros obscenos» y, luego, en la fase del amor como vida nueva,32 «Repitió en voz alta los sonetos de amor de Garcilaso, asus­ tado por la sospecha de que en cada verso había una premonición cifrada que tenía algo que ver con su vida».33 La poesía constituye un medio privilegiado de comunicación entre los amantes, quienes llegan a dominarla de tal modo, que un día se declaran uno al otro los poemas del poeta soldado «hasta el final del libro, saltan­ do versos, pervirtiendo y tergiversando los sonetos por conveniencia, ju­ gueteando con ellos a su antojo con un dominio de dueños».34 El amante ideal y el neoplatonismo amoroso Cuando Cayetano ve a la niña sucia, embarrada en sus propios ex­ crementos, encadenada y llena de heridas expresa por primera vez su ternura, curándola con devoción y atendiéndola con cuidados mater­ nales: «Él se sentó a su lado, masticó con deleite una almojábana de la canastilla, y dijo con la boca llena: "Sabe a gloria". Acercó a la boca de Sierva María la otra mitad de la almojábana».35 Delaura cogió el plato y le ofreció a la niña una cucharada de frijoles negros con la manteca cuajada. Ella lo esquivó. El insistió varias veces, y la reacción de ella fue igual. Delaura se comió entonces la cucharada de frijoles, la saboreó, y se la tragó sin masticar con gestos reales de repu g­ nancia. 36 Ungió las heridas con bálsamos y alivió con soplos suaves el escozor de la carne viva, admirado de la resistencia de la niña ante el dolor.37 32 Dante nombra al diario que empieza a escribir luego de la muerte de Beatriz, ocurrida en 1290, como «vida nueva» debido a que, para él, su vida se renueva cuando conoció a Beatriz. (Cfr. AuGHIERJ, Dante. Divina Comedia y Vida nueva. Málaga: Aguilar, 1964, tomo 1, p . 907). 33 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 118. 34 lb ., p. 170. 35 lb ., p. 117. 36 lb., p. 114. 37 lb., p. 112. Irene Cabrejos de Kossuth 685 Cayetano es el primer hombre ante la primera mujer, un ser puro que descubre la feminidad, y le rinde homenaje; es el hombre poderoso y casi omnipotente rendido ante una criatura frágil e infantil, que lo domina con la fuerza de la belleza y de la emoción. Cayetano es como Segismundo ante Rosaura, como este, solo es hombre entero cuando descubre lo femenino en el mundo; como Rosaura, Sierva María es aurora espiritual de Cayetano.38 Nunca había tenido Cayetano trato con mujeres antes de conocer a la niña de larga cabellera. Teme a esos seres dotados «de un uso de razón intransferible para navegar sin tropiezos por entre los azares de la realidad».39 Es obligado a exorcizar esta entidad ignota y temi­ da. Un afilado poder de argumentación y la razón especulativa han acallado durante toda su vida el presentido daimon amoroso. Arduo trabajo le había costado la admiración del siglo, y ya el obispo De Cáceres y Virtudes dice de Cayetano que es «uno de esos raros valo­ res que adornaban la cristiandad de su tiempo».40 Su cristianismo nace de profunda reflexión y no de la magia ni de la intransigencia del medio en el que se desenvuelve. No es raro en­ tonces, que casi inmediatamente concluya que la niña no está poseí­ da: «" Aunque no estuviera poseída por ningún demonio", dijo, "esta pobre criatura tiene aquí el ambiente más propicio para estarlo"».41 El informe de la abadesa acerca de la posesión demoníaca de Sierva María le es útil, no para conocer a su futura exorcizada, sino la men­ talidad de Josefa Miranda, la abadesa.42 El amor de Cayetano es completo; su gozo no está en poseerla, sino en contemplarla, en estar a su lado, en saber que ella es feliz. Es un amor que busca el bien del objeto amado y no la sola complacencia, un amor que está dispuesto a los sacrificios más tremendos. La amó a pesar de los excrementos, de las escenas de rabia, vio su belleza es­ condida y cuando esta le fue revelada en su plenitud durante la esce­ na de la pintura del retrato, la reconoce y le basta para disipar cual­ quier duda que pudiera tener en el corazón. La pasión permanece intacta a pesar de la pérdida de la cabellera debida a los terribles exorcismos. 38 Cfr. JONES, R.O., ob. cit. 39 GARCIA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 104. 40 lb., p. 105. 41 lb., p. 110. 42 lb., p. 123. 686 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» Ya sabemos que hay algo en este hombre que lo capacita para amar de ese modo, su singularidad frente a los demás. Ni el médico Abrenuncio había amado nunca así, según él mismo le revela sin com­ prender a Cayetano, pues piensa que el amor es «un sentimiento con­ tra natura, que condenaba a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa».43 En las palabras de Abrenuncio se halla una clave importante de la concepción amorosa desde tiempos de la literatura europea del amor cortés en adelante, llevada a grados extremos en el siglo XV, temática vuelta alegoría en La cárcel de amor ya citada y en el concepto de «lo­ cura de amor» de Garcí Sánchez de Badajoz. Se trata de la privación de libertad que sufre el amante: [ ... ] tres procedimientos que expresaban la obsesión atormentada del ena­ morado, apresado por las contradicciones, consintiendo su propio marti­ rio pero anhelando liberarse de él, lanzado de un extremo a otro de la alegría y del dolor, de la esperanza y de la desesperación. Estos procedi­ mientos expresivos [ oxymoron, antítesis y polyptoton] no son pura retóri­ ca, pues expresan la experiencia central de esta clase de amor.44 Bastante más complejo y rico que en la lírica cortesana, el recurso antitético para expresar la realidad de su experiencia amorosa es bien conocido en Petrarca, quien escribe, entre muchos otros, conceptos como estos: «Est enim amor latens ignis: gratum vulnus: sapidum venenum: dulcis amaritudo: delectabilis mortibus: iucundum supplicium: blanda mors». 45 Los efectos de la pasión son físicos: su sensación, agónica. El des­ mayo, la taquicardia, la falta de aire, la sudoración, el temblor y la palidez que aquejan al amante, ante la vista de la amada, son descri­ tos con fidelidad por Dante en su diario: «[ ... ]seguidamente, parecióme sentir un pasmoso temblor que, comenzando en el lado izquierdo de mi pecho, extendíase súbitamente a todo mi ser. Hube de apoyanne disimuladamente en un pintado friso que rodeaba toda la estancia. Entonces, temeroso de que los demás reparasen en mi temblor, alcé la 43 Ib., p. 194. 44 JoNES, R.O., ob. cit., p. 58. 45 PETRARCA, Francesco de. De Remediis Utriusque Fortunae. En: PETRARCA, Francesco de . Opera. Basilea, 1496, 69 A 2-3. Irene Cabrejos de Kossuth 687 vista, y mirando a las damas, vi entre ellas a la gentilísima Beatriz. Y fueron de tal modo aniquilados mis espíritus por la fuerza que Amor adquirió viéndome tan próximo a mi bellísima dama, que solo queda­ ron con vida los de la vista, si bien parecían fuera de su sitio [ ... ]».46 Del mismo modo, cuando la guardiana le abre la celda de Sierva María, Delaura siente que el corazón se le reventaba en el pecho y apenas si podía tenerse en pie.47 El insomnio amoroso constituye otro de los aguijones del demonio del amor. Dante pasa noches inquietas con sueños obsesivos donde se le aparecen Amor y Beatriz o noches de desvelo que resultan en sonetos amorosos, en palabra poética que de alguna manera alivia el tormen­ to del amante y, al mismo tiempo, enseña a otros amantes el camino del amor pasión hacia la vida nueva.48 La amada es madonna, «mi dueña», y el amante, su esclavo. En el Paraíso, Dante actúa con humildad de siervo ante Beatriz. Ella, ante sus ojos por primera vez, ya transubstanciada en espíritu de luz, vol­ tea a buscar a Virgilio como el niño que pide ayuda a la madre, mas aquel ya no está; el soberbio poeta entonces, tiembla: [ ... ] volsimi alla sinistra col rispitto col quale il fantolin corre alla mamma quando ha paura o quando elli e afflito, per dicere a Virgilio: «Men che dramma 46 ALIGHIERI, Dante, ob. cit., 925-926. Cfr. JONES, l. cit. La pasión amorosa como conflic­ to y esclavitud está siempre viva en la experiencia del hombre occidental. Vista como enfermedad y locura, es un tópico muy frecuente en la poesía griega. Baste este ejem­ plo de la Fedra, de Eurípides, donde ella, doliente de amor por Hipólito, dice: «¡lncorporadme1 Levantadme la cabeza; siento quebrantados los miembros de las co­ yunturas. Esclavas, sostened mis manos desfallecientes. ¡Me pesa este velo en la cabeza! ¡Quitádmelo! Dejad que floren los cabellos sobre mis hombros[ ... ]. ¡Ay! ¿Por qué no podré, al borde de una límpida fontana, beber a grandes tragos agua pura? ¿Por qué no podré, a la sombra de los álamos, descansar en una pradera alfombrada de abundante hierba?». Los ejemplos son innumerables. 47 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 125. 48 Cfr. «Casio no podía aparecer membrudo». CHIAPPO, Leopoldo. Escenas de la Comedia. Estudios daureanos, Lima: Concytec, Universidad Peruana Cayetano Heredia, 1988, tomo II. El dantólogo peruano Leopoldo Chiappo destaca cómo Beatriz trata .de tú a Dante, mientras que este, en señal de respeto, y creo que también de vasallaje, le habla de vos. 688 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» di sangue m'e rimaso che non tremí: conosco i segni dell'antica fiamma». 49 El vasallaje de Cayetano queda gráfica, mas festivamente demostra­ do en la obra de García Márquez cuando ella le pide «con una cruel­ dad infantil que se comiera por ella una cucaracha. Él la atrapa y se la come viva. Más adelante le pide la prueba de la vida, y «le preguntó si se dejaría degollar como un chivo. Él dijo que sí con firmeza».50 Elocuentes, temerarios y sabios hombres como Dante, Petrarca y el ficcional Cayetano, balbucean frente a sus amadas: Era lamia virtu tanto confusa, che la voce si mosse, e pria si spense che dalli organi suoi fosse dischiusa. 51 Gozo y placer; amor y muerte; desear y hacerse imposible el no desear, son, en Petrarca y la lírica cortesana, sensaciones ineludibles del sentimiento amoroso, contradictorio por su misma naturaleza, el cual convierte al hombre en receptor pasivo de toda clase de emocio­ nes, es decir, en víctima de la pasión. Cayetano acude clandestinamente donde la niña que ya ama atra­ vesando un túnel y, al toparse con el portón que la separa de ella: «Empujó la puerta con la punta de los dedos, dejó de vivir mientras duró el chillido de los goznes, y vio a Sierva María dormida a la luz de la veladora del Santísimo».52 La violencia de las emociones encontradas paraliza al amante: vo­ luntariamente no puede dejar de amar, del mismo modo como no comenzó voluntariamente a amar. Petrarca dice: 49 AuGHIERI, Dante. Divina Comedia. Ed. Ulrico Hmru. Comentarios V ANDELLI. Milán, 1949, Purgatorio XXX, 43-48. «[ ... ] "Como rama/al viento, tiembla mi alma toda ente­ ra:/¡conozco el rastro de la antigua llama'» (ALIGHIERI, Dante, ob. cit.). 50 GARCIA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., pp. 172-173. 51 ALIGHIERI, Dante, ob. cit., Purgatorio XXXI, 7-9. «[ ... ] "Me hallaba tan confuso/ que la voz, intentando salir fuera,/ de su órgano no pudo ni hacer uso"» . ALIGHIERI, Dante. Divina Comedia. Traducción y notas A. ECHEVARRíA. Madrid: Alianza, 1995. 52 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 166. Irene Cabrejos de Kossuth Soneto 134 Paz no encuentro y no tengo con qué hacer guerra y temo y espero y ardo y soy un hielo y vuelo sobre el cielo y yago en tierra y nada ajusto y todo el mundo abrazo. Tal me tiene en prisión, que no me abre ni me cierra ni por sí me retiene ni suelta el lazo y no me esclaviza Amor y no me suelta ni me quiere vivo, ni me tiene con cuidado. Veo sin ojos y no tengo lengua y grito y bramo de morir y pido ayuda y me tengo en odio a mí mismo y amo a los demás. Me nutro de dolor, llorando río; igualmente me disgustan muerte y vida: en este estado estoy, señora, por vos. 53 Amor y muerte 689 En el libro, la muerte se vuelve literal al corporeizarse en Sierva Ma­ ría, de quien dice el narrador en las últimas líneas de la novela: La guardiana que entró a prepararla para la sexta sesión de exorcismos la encontró muerta de amor en la cama con los ojos radiantes y la piel de recién nacida. Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo rapado, y se les veía crecer.54 Una auténtica resurrección, un milagro sincero. Aquella lejana sen­ tencia que encontraba Sierva María en los madrigales renacentistas que su padre le enseñaba, la del amor que todo lo puede, parece cum­ plirse: resucita hasta a los muertos. El amor entre Sierva María y Cayetano, es un verdadero «Amor constante más allá de la muerte». En la Égloga I de Garcilaso de la Vega, en el canto del pastor Ne­ moroso, se lee: Divina Elisa, pues agora el cielo con inmortales pies pisas y mides, 53 «Soneto CXXXIV» de Petrarca en traducción de Carlos Gatti. 54 GARCIA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 198. 690 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo y verme libre pueda, y en la tercera rueda, contigo mano a mano, busquemos otro llano [ ... ].55 En La vida nueva, Dante, cuando ya ha perdido a Beatriz, en medio de su desesperación, sueña con su amada muerta y exclama «¡Ven a mí, dulcísima Muerte! No me seas cruel, pues debes ser noble, a juzgar por donde has estado. ¡Ven a mí, que tanto te deseo! ¿No ves ya que tengo tu mismo color?».56 Del mismo modo, Cayetano también ve el bien supremo en vivir eternamente con la amada: «[ ... ] el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella». En vida, el amante sufre inmensamente las contra­ dicciones de tan intensa pasión. Garcilaso, en su Égloga I, canta así las quejas de Salicio: Estancia 5 [ ... ] Estoy muriendo, y aun la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay sin ti el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora [ ... ]. Del mismo modo, Cayetano, una vez resuelta la incertidumbre de su pasión, ve su vida sometida al caos total; él, cuya razón y orden impecables lo mantenían a salvo de su propia emoción; él, cuya vida estaba trazada desde niño, cuyo futuro estaba ya asegurado; el misó­ gino, el intelectual, el lector, el protegido por el silencio de las páginas 55 RlvERS, E.L. La poesía de Garcilaso. Madrid: Castalia, 1964. 56 ALIGHIERJ, Dante, ob. cit., p. 943. Irene Cabrejos de Kossuth 691 escritas, ve el cataclismo de todo su mundo anterior cuando, luego de una lucha a muerte contra sí mismo, sucumbe y, al huir a la bibliote­ ca, ya no puede leer: Rezó con la fe exacerbada, cantó la canción de la tiorba, lloró con lágri­ mas de aceite ardiente que le abrasaron las entrañas. Abrió la maletita de Sierva María y puso las cosas una por una sobre la mesa. Las conoció, las olió con un deseo ávido del cuerpo, las amó, y habló con ellas en hexámetros obscenos, hasta que no pudo más. Entonces se desnudó el torso, sacó de la gaveta del mesón de trabajo la disciplina de hierro que nunca se había atrevido a tocar, y empezó a flagelarse con un odio insa­ ciable[ ... ]. El obispo[ ... ] lo encontró revolcándose en un lodazal de sangre y de lágrimas. «Es el demonio, padre mío»[ ... ]. «El más terrible de todos».57 Luego de esta primera etapa en la que Cayetano confunde el de­ monio del amor que lo aqueja con el diablo cristiano, decide hacer penitencia en el hospital de leprosos, lo cual no hace más que limpiar­ lo e intensificar su amor por Sierva María. Ya está iniciado y apto para descubrir la verdadera naturaleza de su pasión y, al declararse a la niña, otorga a su amor atributos divinos: «la vida era ella a toda hora y en todas partes, como solo Dios tenía el derecho y el poder de serlo».58 Sierva María de Todos los Ángeles: la amada ideal La voz de Sócrates en El banquete enseña que solo se desea lo que no se posee o lo que no se siente seguro de poseer siempre, que una vez que se tiene, ya no hay deseo posible.59 Es esta otra experiencia secular del hombre occidental que se codificó en tópico con el stil nuovo, Dante, Petrarca y la literatura cortesana europea: el tópico de la amada impo­ sible. Cayetano es sacerdote; ella, una niña poseída; el amor es impen­ sable y por eso el sentimiento tan intenso y paradójico. La pasividad de la persona que es amada, del objeto de adoración y contemplación 57 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 159. 58 lb., p. 169. 59 Cfr. PLATÓN, ob. cit., pp. 124-125. 692 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» amorosa parece inmutable. Los efectos de la pasión no son notorios en ella sino cuando pierde a la persona amada, como es el caso de Sierva María una vez que Cayetano desaparece sin ninguna explica­ ción. Entonces, el objeto, a su vez, se vuelve sujeto amante, muere de amor y hasta es capaz de resucitar de amor: La guardiana que entró a prepararla [a Sierva María] para la sexta sesión de exorcismos la encontró muerta de amor en la cama con los ojos radian­ tes y la piel de recién nacida. Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo rapado, y se les veía crecer. 60 Nunca mejor aplicados que en esta obra de García Márquez los versos de «Amor constante más allá de la muerte», de Quevedo: [ ... ] su cuerpo dejarán, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado. [ ... ] Como el soneto del poeta barroco, el amor de Cayetano y Sierva Ma­ ría se ríe de la muerte y sigue viviendo después de la disolución de los huesos. La viva cabellera cobriza de Sierva María resucita como el emblema de su belleza que es, y -según el stíl nuovo y el petrar­ quismo- de su capacidad de ser objeto de admiración y de contem­ plación, de constituir un objeto amable, es decir, digno de amor. Los cabellos enamorados de Sierva María simbolizan su rebelión contra el mundo que no la dejó ser feliz. A lo largo del relato casi no se escucha la voz del personaje, y, en coherencia con esto, se contem­ plan sus formas y gestos a través de los ojos de los que la rodean. Sin embargo, solo se ve realmente cómo es ante la mirada exterior e inte­ rior de Cayetano: «Ella entendió más de lo que él era capaz de decir. Lo miró sin recelos y le preguntó por qué no tenía el parche en el ojo. "Ya no me hace falta", dijo él, alentado. "Ahora cierro los ojos y veo una cabellera como un río de oro"».61 Frente al hecho del crecimiento de los cabellos luego de muerta Sierva María, los cuales «brotaban como burbujas en el cráneo rapa- 60 GARC!A MÁRQUEZ, Gabriel, 1. cit. 61 lb., p. 167. Irene Cabrejos de Kossuth 693 do, y se les veía crecer»,62 se ve clara la intención irónica con la que García Márquez, coloca el epígrafe de Santo Tomás de Aquino, repre­ sentante de la razón escolástica, la cual no es bien tratada en el libro: Parece que los cabellos han de resucitar mucho menos que las otras partes del cuerpo. Tomás de Aquino De la integridad de los cuerpos resucitados La afirmación precedente es presentada como absurda al postular que es lícito dedicar tratados realizados con una lógica impecable, al estudio de si los cabellos resucitarán o no. Este excesivo racionalismo conlleva una deshumanización del hombre. Como se practica desde el stil nuovo y Dante, la palabra poética nace de la necesidad de ex­ presar la intensa experiencia humana. García Márquez somíe al des­ cribir que la cabellera de Sierva María continuó creciendo después de la muerte hasta los «veintidós metros con veinte centímetros»,63 he­ cho que presenta, además, como real. El cabello de Sierva María, atri­ buto de su amabilidad, se enciende luego de la muerte, a pesar de haber sido ella rapada por la fuerza en vida. Por otro lado, resulta claro que el título de la obra también alude a los demonios cristianos, pero esto es secundario frente a la coherencia de García Márquez para presentar el amor de Cayetano Delaura. Demás se sabe que en el sentido griego, demonio es un intermediario entre los dioses y los hombres, ni es hombre, ni es dios; es mejor que los hombres e inferior al dios.64 Esta definición corresponde a lo que, en sentido cristiano, llamamos ángeles: los mensajeros de Dios, inter­ mediarios entre el Hacedor y los hombres. Estos significados guardan coherencia con la figura de la Beatriz de Dante: la mujer amada se convierte - por su honestidad y la belleza que es reflejo de la divina-, en intermediaria entre Dios y los hombres. Beatriz es viatrix, «con­ ductora», la que conduce a Dante al Paraíso. Al preguntarle Sócrates a Diotima si es el amor mortal, esta contes­ ta: «- De ningún modo. - En fin, Diotima, dime lo que es. -Es, como 62 lb., p. 198. 63 lb., p. 11. 64 Cfr. ABBAGNANO, N., Diccionario de Filosofía. México: Fondo de Cultura Económica, 1995. 694 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» decía hace un momento, algo intermedio entre los dioses y los hom­ bres. -¿Cuál es - le pregunté- la función de un demonio? - Ser el intérprete y el intermediario entre los hombres y los dioses [ ... ]».65 Si bien Sierva María recuerda más a Laura que a Beatriz, es tam­ bién donna angelicata. «Dueña» porque posee el alma, el espíritu, el amor y hasta los huesos del esclavizado amante; «angelical» porque es gentil, modesta, pura y lleva al amante hacia la verdad. Así como para el amante del stil nuovo, la belleza estaba en los ojos y la sonrisa, para Cayetano también, pero, sobre todo, la encontrará a través de sus cabellos. Aquel atributo extraordinario que constituye uno de sus adornos más admirados. Los cabellos, símbolo de la belle­ za femenina. Cortarse la trenza equivale a un tremendo sacrificio por parte de las religiosas; recogérselo, señal de modestia e indicio del ingreso de la mujer en la madurez. Soltárselo, una invitación al amor. [ ... ] tenía un cuerpo armonioso, cubierto de un vello dorado, casi invisible, y con los primeros retoños de una floración feliz. Tenía los dientes perfec­ tos, los ojos clarividentes, los pies reposados, las manos sabias, y cada hebra de su cabello era el preludio de una larga vida. 66 [ .. . ] le cuidaban la cabellera que nunca le cortaron y que le habría estorba­ do para caminar de no ser por las trenzas de muchas vueltas que le ha­ cían a diario. 67 Fue entonces cuando Dominga de Adviento le prometió a sus santos que si le concedían la gracia de vivir, la niña no se cortaría el cabello hasta su noche de bodas.68 [ ... ] encontró a Sierva María pataleando enel piso, y a Sagunta encima de ella, envuelta en la marejada de cobre de la cabellera y aullando la ora­ ción de san Huberto.69 65 PLATÓN, ob. cit., p. 127. 66 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 44. 67 Ib., p. 20. 68 Ib., p. 59. 69 lb., P· 71. Irene Cabrejos de Kossuth 695 Estaba en la sala de actos, cubierta de joyas legítimas y con la cabellera extendida a sus pies[ ... ]. Tan admirable como su belleza era el juicio con que obedecía al artista. Cayetano cayó en éxtasis.70 Sierva María. Su nombre remite a su falta de libertad, es cierto, pero también a la gracia, a la elegancia de la cierva que representa el andar femenino. Además, el narrador hace referencia explícita a este bello animal cuando comenta que ella fija en él «sus ojos de cierva azorada». 71 Tanto en esta obra como en El amor en los tiempos del cólera, el na­ rrador compara el movimiento de sus protagonistas femeninas con el de ciervas. De Fermina Daza, dice: «Caminaba con una altivez natu­ ral, la cabeza erguida, la vista inmóvil, el paso rápido, la nariz afilada [ ... ] y con un modo de andar de venada que la hacía parecer inmune a la gravedad». 72 De Sierva María, ve Cayetano: «Terminada la pose, Cayetano la acompañó hasta la celda. Nunca la había visto caminar, y lo hacía con la gracia y la facilidad con que bailaba». 73 Por otro lado, el nombre María remite, por supuesto, a la Virgen y su carácter de «dueña angelical» e intermediaria entre Dios y los hom­ bres. Este paralelo queda confirmado con la frase inconscientemente blasfema que Cayetano pronuncia en sueños: «Dios te salve María de Todos los Ángeles».74 A pesar de su sensualidad caribeña y su estancia con los esclavos, Sierva María es una niña pura, que conoce el amor con el jesuita. Como la virgen que es, siente pudor, rabia y vergüenza la primera vez que él le desata el corpiño: «Ella se protegió el pecho con las dos manos, y hubo un destello de furia en sus ojos y una ráfaga de rubor le encendió la frente». 75 En la tradición poética renacentista, la mujer amada actúa como la luz que guía al amante. Su partida oscurece el mundo, lo deja en 70 Ib., p. 142. 7 1 Ib ., p. 169. 72 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El amor en los tiempos del cólera. Bogotá: Oveja Negra, 1985, p. 81. 73 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 143. 74 Ib., p. 119. 75 Ib ., P· 171. 696 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» tinieblas. El atributo luminoso también forma parte de Sierva María, quien está rodeada de un nimbo reconocido por la virreina, la cual la descubre en la oscuridad de la celda, «alumbrada por su propia luz».76 Dante dice en La vida nueva que un ángel del cielo le informa al intelecto: «En el mundo verse puede/un ser maravilloso, que proce­ de/ de un alma que hasta aquí su luz envía». 77 Esta luz, al mismo tiempo que es el fulgor de la belleza de la ama­ da, es luz que abre el entendimiento del que la adora. Luz: belleza y verdad El amor de Cayetano - hombre que reúne las condiciones para ser considerado «fecundo del alma»- es un amor que atraviesa varias etapas, como la del impacto del primer encuentro («un temblor se apoderó de su cuerpo y lo empapó de un sudor helado»),78 y el esta­ dio posterior donde el amante se resiste a dejarse poseer por el demo­ nio amoroso ante la certeza de la imposibilidad de su amor ( «Aquel remanso de tantos años se convirtió en un infierno desde que conoció a Sierva María»). 79 Sin embargo, urge más la necesidad de ver a la amada, hablar de ella, pensar en ella, vivir en ella, y los sufrimientos indecibles, físicos y psíquicos que esta ambivalencia produce ( «"Esca­ lé la tapia", le dijo sin voz. Sierva María no se conmovió. "Para qué", dijo. "Para verte", dijo él»):80 insomnios amorosos, la pasión absoluta y declarada: «le dice a la niña que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes [ ... ] y que el gozo supremo de su COrazÓn Sería morirse COn ella».81 Platón habla de una gradación amorosa que finalmente lleva a la contemplación de la belleza perfecta: [ ... ] porque hay quienes son más fecundos de alma que de cuerpo para las cosas que son producto del espíritu, ¿qué es lo que corresponde a este 76 Ib., p. 132. 77 ALIGHIERI, Dante, ob. cit., p . 933. 78 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p .110. 79 lb., p. 113. 80 Ib ., p. 166. 81 Ib., p. 169. Irene Cabrejos de Kossuth 697 producir? La sabiduría y las demás virtudes [ ... ]. [Estos] llegado[s] a la madurez, desea[n] producir y engendrar, va de acá para allá buscando la belleza[ ... ]. Enel deseo de producirse une, pues, a los cuerpos hermosos [ ... ] y, si encuentra [en uno] un alma bella, generosa y bien nacida, esta reunión le agrada soberanamente. Delante de un ser así se siente [ ... ] lleno de talento para hablar acerca del mérito, para decir en qué clase de cosas debe pensar el hombre de bien, en qué debe ocuparse; y se dedica a instruir, porque el contacto y el trato con la belleza lo hacen engendrar y producir aquello de lo cual lleva el ger­ men. [ ... ] Después de esto, debe mirar la belleza del alma como más preciosa que la del cuerpo, de manera que una hermosa alma en un cuerpo desprovisto de gracias baste para[ ... ] engendrar en ella [el alma] los pensamientos más puros que hagan mejor a la juventud. [ .. . ] Porque el camino derecho del amor, ya lo siga uno mismo, ya sea guiado por otro, es comenzar por las bellezas de aquí abajo y elevarse hasta la belleza suprema[ .. . ] y se acaba por conocer lo que es bello por sí mismo [ ... ].82 Sin embargo, también pasa por etapas de prueba y purificación, donde, al menos en el caso de Dante, se llega al estadio más puro del amor total, desinteresado de la pasión camal y que solo busca la bea­ titud, la muerte al lado de la amada, seguir viviendo eternamente con ella en perpetua contemplación. También Cayetano encuentra la verdad. No estaba «iluminado» por la luz de la razón, sino cegado por ella. Su pasión transforma su lectura de la realidad. Cayetano se corporeiza y da forma al despiadado entor­ no del Caribe colonial. Una nueva razón, más pura que la anterior, lo hace proclamar cuando Abrenuncio le pregunta si no teme condenar­ se: «"Creo que ya lo estoy, pero no por el Espíritu Santo", dijo Delaura sin alarma. "Siempre he creído que él toma más en cuenta el amor que la fe". Abrenuncio no pudo ocultar la admiración que le causaba aquel hombre recién liberado de las servidumbres de la razón». 83 Cayetano ha alcanzado, guiado por Sierva María, la verdad que acompaña a la belleza. 82 PLATÓN, ob. cit., pp. 133-134. 83 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 195. 698 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» La dueña angelical y, a la vez, encamada, lleva al amante al des­ cubrimiento de la verdad a través de la belleza de sus formas. En el caso de Dante, hasta el Empíreo; Petrarca desea unirse con Laura en el cielo. En cuanto a Cayetano, como se vio más arriba, lo libera de las «servidumbres de la razón». Este llevar de la mano a la verdad es un elemento más del amor de tipo neoplatónico, en concordancia con las tradiciones poéticas que han venido configurándolo y construyendo los episodios amorosos de la novela. El neoplatonismo, según aparece comentado por Pietro Bembo en Il Cortegiano de Baltazar Castiglione, en el cuarto libro de la traduc­ ción de Boscán, aconseja: Y así, con estas consideraciones, apártese [el amor] del ciego juicio de la sensualidad y goce con los ojos aquel resplandor, aquella gracia, aque­ llas centellas de amor, la risa, los ademanes, y todos los otros dulces y sabrosos aderezos de la hermosura.84 Al inicio de este ensayo, se vio cómo el amante ideal de Platón encuentra que Belleza y Verdad son una misma cosa: «La sabiduría es una de las cosas más bellas del mundo; así, pues, el Amor ama lo que es bello, por lo que hay que convenir en que el Amor es amante de la sabiduría» .85 Muchas formas de amor de pareja son presentadas en Del amor y otros demonios con el objetivo de ofrecer un contraste vívido entre es­ tos y el de Cayetano Delaura: la animalidad de Bernarda se manifies­ ta en el absoluto abandono con el que tiene a su hija, Sierva María; una relación matrimonial de tipo edípico se representa en las figuras del marqués, padre de Sierva María, y su esposa-madre, Doña Olalla de Mendoza. Ella pone «en el mundo al marqués», 86 lo cuida y lo hace vivir; con paciencia y cariño pedagógicos, le enseña a tocar la tiorba e inicia a su marido en el gozo de las asuntos cotidianos. Su muerte es una verdadera tragedia para el padre de Sierva María, quien se sume en el abandono total. 84 CASTIGLIONE, Baltazar. El cortesano. Tr. Juan BoscÁN. Madrid, 1942. 85 PLATÓN, ob. cit., p. 128. 86 GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel, ob. cit., p. 52. Irene Cabrejos de Kossuth 699 Finalmente, para acentuar mejor el contraste entre el amor de Cayetano y otras formas de amar, el marqués tiene también una anti­ gua historia de amor imposible con Dulce Olivia, muchacha con la que no le permitieron casarse. Este es un amor de tipo obsesivo. Ella reaparece cuando muere Olalla y se apodera de la casa: su fervor no es amor, es una maldición que denigra al objeto de amor, que no lo consuela en sus momentos de necesidad, que hace de la propia inmo­ lación razón suficiente para poseer al objeto de la obsesión. Este tipo de amor asfixiante, avasallador, oscurecedor, no es el daimon amoro­ so de Cayetano, aquel que lo hace escalar altas tapias de piedra y ensangrentarse las manos para no dejar sola a su amada en peligro, aquel que le hace sentir que «la vida era ella a toda hora y en todas partes, como solo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella».87 El amor del protagonista es un amor al que no renuncia a pesar de convertirse en víctima de la intransigencia y crueldad de su tiempo: «Cayetano llegó al final de sus fuerzas. Fue puesto a disposición del Santo Oficio, y condenado en un juicio de plaza pública que arrojó sobre él sospechas de herejía y provocó disturbios populares y contro­ versias en el seno de la Iglesia. Por una gracia especial cumplió la condena como enfermero en el Hospital del Amor de Dios, donde vivió muchos años en contubernio con sus enfermos, comiendo y dur­ miendo con ellos por los suelos, y lavándose en sus artesas aun con aguas usadas, pero no consiguió su anhelo confesado de contraer le­ pra». ss Sierva María resucita a causa del amor, Cayetano muere de amor. El amante no alcanzó el gozo supremo de morir con Sierva María, pero sin duda murió por ella y para encontrarse con ella. Referencias Bibliográficas ABBAGNANO, N . 1995 Diccionario de Filosofía. México: Fondo de Cultura Económica. ALLIGHIERI, Dante 1949 La Divina Commedia. Milán: Ulrico Hoepli editore-libraio. 87 Ib., l. cit. 88 Ib., p. 196. 700 «Y no me esclaviza amor y no me suelta» 1995 La Divina Comedia (trad. y notas A. Echevarría). Madrid: Alianza editorial. 1964 Divina Comedia y Vida Nueva. Málaga: Aguilar. CASTIGLIONE, B. 1942 El Cortesano (trad. deJuan Boscán). Madrid. CHIAPPO,L. 1986(1983] Dante y La Psicología del Infierno. Lima: UPCH. 1988 Escenas de La Comedia (Estudios dantianos). T.II. Lima: Concytec, UPCH. CUETO,A. 1995 «Cabellera de amor». En: «El Dominical». El Comercio. DEYERMOND, A.D. 1975 The petrarchan sources of La Celestina.Westport, Connecticut: Greenwood Press. GARCÍA MÁRQUEZ, G. 1994 Del Amor y otros demonios. Bogotá: Ed. Norma. 1985 El amor en los tiempos del cólera. Bogotá: Ed. La Oveja Negra. GARCILASO DE LA VEGA 1969 Poesías Castellanas Completas. Madrid: Ed. Clásicos Castalia. HIGHET,G. 1954 La tradición clásica. México: Fondo de Cultura Económica. JONES,R.O. 1978 Historia de la literatura española. Barcelona: Ed. Ariel. KRISTELLER, P.O. 1970 Ocho filósofos del renacimiento italiano. México: Fondo de Cultura Económica. LAPESA,R. 1985 La trayectoria poética de Garcilaso. Madrid: Alianza. PETRARCA, F. 1496 Opera. Basilea. Irene Cabrejos de Kossuth 701 s.f Rimas a Laura y Triunfos. Madrid: Aguilar. 1983 Sonetos y Canciones. 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