M OV IM IE NT OS D E M UJ ER ES IN DÍ GE NA S E N LA TIN OA M ÉR IC A G én er o y et ni cid ad en el P er ú, M éx ico y B ol iv ia S té ph an ie R ou ss ea u A na hi M or al es H ud on Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica ilustra cómo, en las últimas décadas, las mujeres indígenas desafi aron varias formas de exclusión utilizando diferentes estrategias para transformar las organi- zaciones e identidades colectivas de los movimientos indígenas. A través de un análisis comparativo, este libro demuestra cómo el género y la etnicidad están presentes en los discursos de las mujeres que pertenecen a los movimientos indígenas del Perú, México y Bolivia. Las autoras exploran los contextos políticos y las dinámicas internas de estos movimientos y muestran cómo estos crearon oportunidades diferentes para las mujeres en cuanto a sus procesos organizativos y demandas específi cas. Entre estos procesos se encuentran la creación de espacios autónomos al interior de organizaciones mixtas, el esta- blecimiento de organizaciones independientes y lo que denominan el fenómeno del «paralelismo de género», que son organizaciones de mujeres que mantienen una afi liación a una organización mixta lide- rada por varones. Stéphanie Rousseau es PhD en Ciencia Política por la Universidad McGill de Montreal. Es pro- fesora asociada en el Departamento de Ciencias Sociales de la Pontifi cia Universidad Católica del Perú y lo ha sido también en el Departamento de Sociología de la Universidad Laval (Canadá). Investiga sobre género, etnicidad, ciudadanía, movimientos sociales y políticas sociales en el Perú y Bolivia. En 2016 recibió el Premio José María Arguedas al mejor artículo sobre el Perú de la Latin American Studies Association-Sección Perú. Es autora del libro Women’s Citizenship in Peru. Th e Paradoxes of Neopopulism in Latin America (2009), publicado en castellano por el Instituto de Estudios Peruanos como Mujeres y ciudadanía. Las paradojas del neopopulismo en el Perú de los noventa (2012). Es autora de numerosos artículos académicos apa- recidos en revistas como Latin American Research Review, Journal of Latin American Studies, Social Politics y Latin American Politics & Society. Anahi Morales Hudon es PhD en Sociología por la Universidad McGill. Actualmente es pro- fesora auxiliar de la Facultad de Humanidades de la Universidad Saint Paul en Ottawa. Es investi- gadora docente de la Escuela Élisabeth-Bruyère de Innovación Social de la misma universidad. Sus investigaciones se enfocan en las dinámicas organizacionales de los movimientos sociales, en particular de los movimientos de mujeres indí- genas en México. Es experta en teoría crítica e interseccionalidad y ha publicado artículos en dife- rentes revistas como Canadian Journal of Political Science, Journal of Latin American Studies, Sociolo- gie et Sociétés y Recherches féministes. Otras publicaciones del Fondo Editorial PUCP Etnobiología del pueblo kakataibo Una aproximación desde la documentación de lenguas Roberto Zariquiey Ecos de Huarochirí Tras la huella de lo indígena en el Perú Gonzalo Portocarrero (ed.) Aguas en disputa Ica y Huancavelica, entre el entrampamiento y el diálogo María Teresa Oré e Ismael Muñoz (eds.) Perú-Ecuador: el proceso para lograr la paz Eduardo Ferrero Costa Extremo Occidente y Extremo Oriente Herencias asiáticas en la América hispánica Axel Gasquet y Georges Lomné (eds.) El Perú en Revolución Independencia y guerra: un proceso, 1780-1826 Manuel Chust y Claudia Rosas Lauro (eds.) Género y confl icto armado interno en el Perú Testimonio y memoria Mercedes Crisóstomo Meza (ed.) Martín Adán. Cartas y entrevistas Andrés Piñeiro (ed.) Género y etnicidad en el Perú, México y Bolivia MOVIMIENTOS DE MUJERES INDÍGENAS EN LATINOAMÉRICA Stéphanie Rousseau Anahi Morales Hudon Fon do Edit ori al PUCP Fon do Edit ori al PUCP MOVIMIENTOS DE MUJERES INDÍGENAS EN LATINOAMÉRICA Género y etnicidad en el Perú, México y Bolivia Fon do Edit ori al PUCP Fon do Edit ori al PUCP Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon MOVIMIENTOS DE MUJERES INDÍGENAS EN LATINOAMÉRICA Género y etnicidad en el Perú, México y Bolivia Fon do Edit ori al PUCP BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ Centro Bibliográfico Nacional 305.48898 R86 Rousseau, Stéphanie [Indigenous women’s movements in Latin America: gender and ethnicity in Peru, Mexico, and Bolivia. Español] Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica: género y etnicidad en el Perú, México y Bolivia / Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon.-- 1a ed.-- Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2018 (Lima: Tarea Asociación Gráfica Educativa). 292 p.; 21 cm. Traducción de: Indigenous women’s movements in Latin America: gender and ethnicity in Peru, Mexico, and Bolivia. Bibliografía: p. 273-292. Contenido: Bolivia -- México -- Perú. D.L. 2018-14845 ISBN 978-612-317-403-3 1. Mujeres indígenas - América Latina - Condiciones sociales 2. Mujeres indígenas - Derechos civiles - América Latina 3. Rol sexual - América Latina 4. América Latina - Condiciones sociales I. Morales Hudon, Anahi, 1981- II. Pontificia Universidad Católica del Perú III. Título BNP: 2018-462 Publicado originalmente en inglés por Palgrave Macmillan, una división de Macmillan Publishers Limited, con el título Indigenous Women’s Movements in Latin America. Gender and Ethnicity in Peru, Mexico, and Bolivia, por Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon, 2017. Esta edición ha sido traducida y publicada bajo licencia de Palgrave Macmillan. Las autoras confirman su derecho a ser identificadas como creadoras de esta publicación. Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica Género y etnicidad en el Perú, México y Bolivia © Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon, 2018 © Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2018 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú feditor@pucp.edu.pe www.fondoeditorial.pucp.edu.pe Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP Foto de portada de David Vexelman Traducción: Adriana Soldi Primera edición: octubre de 2018 Tiraje: 500 ejemplares Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2018-14845 ISBN: 978-612-317-403-3 Registro del Proyecto Editorial: 31501361800997 Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú Fon do Edit ori al PUCP Índice Agradecimientos 9 Introducción. Los movimientos de mujeres indígenas: un enfoque interseccional para el estudio de los movimientos sociales 13 1. Los movimientos indígenas en Latinoamérica 15 2. Las mujeres indígenas y la dinámica de género en los movimientos indígenas 20 3. Cómo estudiamos la movilización de las mujeres indígenas 23 4. Nuestra comparación de casos 34 Parte I. Bolivia Capítulo 1. Los movimientos indígenas se apoderan de la política partidaria y del Estado 43 1. Raza y etnicidad en la Bolivia del siglo XXI 45 2. Un partido indígena en el poder 57 3. El movimiento indígena 61 4. Conclusiones 76 Capítulo 2. Transformando la política de representación de las mujeres 79 1. La organización de mujeres a través de diferentes procesos e identidades colectivas 81 2. La agencia de las mujeres indígenas organizadas 95 3. Conclusiones 107 Fon do Edit ori al PUCP Parte II. México Capítulo 3. Autodeterminación indígena: de los diálogos nacionales a las autonomías locales 115 1. Raza y etnicidad en el siglo XX en México 117 2. El movimiento indígena contemporáneo 127 3. Conclusiones 143 Capítulo 4. La lucha de las mujeres indígenas por la autonomía 145 1. Formas y procesos de organización 147 2. Mujeres indígenas organizadas 169 3. Conclusión 177 Parte III. Perú Capítulo 5. El «caso excepcional» que ya no es tan excepcional 181 1. Raza y etnicidad en el Perú del siglo XX 186 2. El movimiento indígena peruano 194 3. Coordinación de la acción política 208 4. Conclusión 211 Capítulo 6. Las mujeres indígenas fortalecen al movimiento indígena 213 1. Formas de organización y procesos 219 2. La agencia política de las mujeres indígenas organizadas 243 3. Conclusión 252 Conclusiones 255 1. Trayectorias de movilización de las mujeres indígenas 257 2. Creación de fronteras e identidad colectiva 261 3. Contexto político y resultados 265 Bibliografía 273 Fon do Edit ori al PUCP 9 Agradecimientos Nuestros agradecimientos necesitan presentarse por separado, ya que cada una trabajó diferentes casos y conoció a mucha gente excelente, cada una por su lado. Este libro empezó a gestarse en 2009 como un proyecto de investigación dirigido por Stéphanie y originalmente iba a cubrir solo los casos de Perú y Bolivia. Pero ocurrió que Stéphanie se conoció con Anahi cuando esta empezaba su tesis doctoral en la Universidad de McGill (Canadá), sobre el movimiento de mujeres indígenas en México. Ambas, muy entusiasmadas, decidimos trabajar juntas para hacer una comparación de los tres casos. Nuestros esfuerzos combinados hicieron que el trabajo sea más interesante porque enrique- ció las ideas comparativas y ayudó a perfeccionar nuestra construcción teórica. También hizo que los largos años que duraron la investigación y la redacción fueran más agradables que un proyecto de libro de un solo autor, ya que pudimos intercambiar y discutir juntas a lo largo de este tiempo, en vez de que cada una trabajara por su cuenta. Por supuesto que el resultado no es solo una reflexión de las dos tra- bajando en conjunto, ya que mucha gente ha contribuido activamente para hacerlo posible. En lo que sigue cada una expresará su gratitud a quienes nos han apoyado en las diferentes etapas de esta investigación y de la producción del libro. Fon do Edit ori al PUCP 10 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica Stéphanie: quisiera agradecerles sinceramente a todas las mujeres, líderes indígenas extraordinarias que aceptaron dedicar algo de su tiempo a compartir sus experiencias y sus ideas conmigo, ya sea a través de entrevistas formales o en conversaciones. Son numerosas, así que no las nombraré aquí, pues me refiero a muchas de ellas en los diferen- tes capítulos. Además de la formidable cantidad de información que me proporcionaron, muchas también compartieron sus duros relatos personales, muchos aspectos que no han sido discutidos en este libro. También quiero agradecer a las diversas ONG, así como al personal de las fundaciones internacionales que apoyan a las organizaciones indígenas y que aceptaron compartir sus ideas sobre las trayectorias de organización de las mujeres indígenas. Algunas personas fueron claves para conducirme hacia las lideresas de estos movimientos, al compartir conmigo sus contactos y al darme buenos consejos. En el Perú, muchas gracias a Adelaida Alayza, Marilyn Daza, David Flórez, Angélica Ganiko, Diana Miloslavich, Rosa Montalvo, María Amalia Pesantes, Kathe Meentzen y Raquel Yrigoyen. Y en Bolivia, a Martha Arévalo, Teresa Hosse y Olivia Román. Una serie de aliados académicos me ayudaron de diferentes maneras, mayormente comentándome el diseño del proyecto y sus resultados: Xavier Albó, Pamela Calla, Ricardo Cuenca, Ramón Pajuelo, Ivonne Farah, Manuel de la Fuente, Narda Henríquez, Marie Léger, José Antonio Lucero, María Ponce, Nancy Postero, María Esther Pozo, Sarah Radcliffe, Alejandra Ramírez, Cecilia Salazar, Martin Scurrah, Nancy Thede y Virginia Vargas. Un agradecimiento especial para mi esposo Guillermo Salas, quien compartió conmigo, como siempre, su alegría, su rigor intelectual y sus buenas risotadas, acompañándome durante las diferentes fases del proyecto. Anahi: me siento en deuda con las mujeres que generosamente tuvieron a bien compartir sus conocimientos y experiencias sobre sus movimientos, organizaciones y trayectorias individuales de resistencia en México. Quiero expresar mi más profunda gratitud a las lideresas Fon do Edit ori al PUCP 11 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon indígenas que entrevisté para este proyecto, así como a aquellas con las que tuve conversaciones informales en los diferentes momentos de mi investigación. Asimismo, quiero reconocer el apoyo de las mujeres de Gimptrap, Kinal Antzetik y Comaletzin que acordaron compartir con- migo sus experiencias de trabajo colaborativo con las organizaciones de mujeres indígenas, así como sus contactos. Realicé estas entrevistas durante mi doctorado. Si el libro es mayormente acerca de la dinámica nacional, mi tesis doctoral ofrece relatos detallados sobre los diferentes movimientos regionales que fueron tratados durante estas entrevistas. Quiero hacer extensivo mi agradecimiento especial a Gisela Espinosa Damián, Aída Hernández Castillo, Xochitl Leyva Solano, Georgina Méndez, Dora Ávila, Paloma Bonfil, Lina Rosa Berrio Palomo y Marcos Ancelovici, quienes me dieron su apoyo y me ofrecieron sus ideas en las diferentes etapas del proyecto. Finalmente, toda mi gratitud para Philippe Dufort, quien estuvo a mi lado de manera incondicional durante el tiempo que duró esta investigación. Ambas queremos reconocer el trabajo de los evaluadores anóni- mos que proporcionaron comentarios útiles y constructivos, así como el apoyo financiero y logístico del Social Sciences and Humanities Research Council, el Fonds Québécois de la Recherche sur la Société et la Culture, la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Laval, el Departamento de Ciencias Sociales y la Dirección de Gestión de la Investigación de la Pontificia Universidad Católica del Perú, el Centro de Estudios Superiores Universitarios de la Universidad Mayor de San  Simón (Bolivia) y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en México, que hicieron posibles las diferentes y cruciales etapas involucradas en la realización de este libro: el trabajo de campo, la asistencia de investigación, la par- ticipación en las conferencias académicas, la traducción de la versión original en inglés. Finalmente, agradecemos al Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú por publicar este libro y a Adriana Soldi por la traducción al castellano. Fon do Edit ori al PUCP Fon do Edit ori al PUCP 13 Introducción. Los movimientos de mujeres indígenas: un enfoque interseccional para el estudio de los movimientos sociales El  estudio de los movimientos de mujeres indígenas requiere ir más allá de ciertos postulados comunes. Las mujeres indígenas ¿no están involucradas en los movimientos indígenas que incluyen a hombres y mujeres? ¿Por  qué se movilizarían las mujeres indígenas por su cuenta, si ellas generalmente abogan por una fuerte defensa de sus comunidades y pueblos? Las  propias formas de movilización de las mujeres indígenas ¿no son contrarias al objetivo de la fuerza colectiva y la unidad dentro de la organización indígena? Paradójicamente, estas preguntas reproducen los temas básicos de las discusiones feministas sobre el empoderamiento y la autonomía de las mujeres. La autonomía del movimiento ¿es necesaria para el mejoramiento del estatus de las mujeres? Todo esto apunta a estudiar el proceso de organización de un movimiento social a través de un enfoque de género. Este libro propone un estudio comparativo de la organización de las mujeres indígenas en América Latina, para comprender algunas de las dimensiones claves de la dinámica del movimiento indígena y la compleja política de repre- sentación de las mujeres y los pueblos indígenas. Los  movimientos indígenas son la forma más notable de acción colectiva a nombre de los pueblos indígenas. La aparición y difusión Fon do Edit ori al PUCP 14 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica de los discursos organizados, que conectan a sectores particulares de la población con la categoría de indigeneidad, son centrales para la formación de estos movimientos (Greene, 2009). Las formas contem- poráneas de identificación indígena derivan históricamente del periodo colonial en adelante porque, como se sabe, los colonizadores europeos fueron quienes realmente crearon la categoría de «indio» para descri- bir a las poblaciones que conquistaron en las Américas. Sobre la base de esta larga historia de opresión y diferenciación, perpetuada en el contexto de las repúblicas independientes, a través de diferentes leyes y prácticas sociales, la construcción de los movimientos indígenas contemporáneos se sustenta en procesos específicos que están históri- camente interrelacionados. Estos incluyen la apropiación y oposición a diferentes categorías creadas para representar lo indígena y la indige- neidad, la oposición a las ideologías del mestizaje y, más recientemente, la articulación de las diferentes identidades étnicas —aymara, zapoteca, mapuche, etcétera— en una nueva identidad colectiva como miembros de los «pueblos indígenas». Estos procesos deben ser entendidos no solo como formaciones discursivas, sino más bien como combinaciones complejas de luchas materiales y simbólicas para alcanzar el reconoci- miento y la redistribución (Fraser & Honneth, 2003). Este libro es parte del esfuerzo por comprender los movimien- tos indígenas latinoamericanos contemporáneos involucrados en la transformación de los regímenes de ciudadanía. El trabajo pionero al respecto, al menos en la literatura de la sociología política anglosajona, es el de Yashar (2005), pero muchos otros autores se han enfocado en la ciudadanía, las relaciones entre el Estado y la sociedad y la forma- ción del Estado, con énfasis en diferentes preguntas de investigación relacionadas con los movimientos indígenas (Canessa, 2005; Clark & Becker, 2007; De  la Cadena, 2007). En  esta literatura, el surgi- miento de los movimientos indígenas está conectado con cambios históricos en regímenes de ciudadanía durante las últimas décadas del siglo XX. En este libro, nosotras argumentamos que necesitamos Fon do Edit ori al PUCP 15 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon estudiar  los  movimientos indígenas como actores marcados por el género. Estos movimientos desafían las jerarquías sociales sobre la base de la clase y la etnicidad, pero históricamente han sido espacios de exclusión de las mujeres y de las cuestiones de género. Como lo demostraremos, las mujeres indígenas, a través de diferentes procesos, han logrado desafiar estas exclusiones y han transformado las identida- des colectivas de estos movimientos. Para ubicar nuestra investigación, es útil empezar resumiendo los principales argumentos presentados en la literatura para explicar la aparición y contribución de los movimien- tos indígenas a la política latinoamericana. 1. Los movimientos indígenas en Latinoamérica Los movimientos indígenas se han convertido en importantes actores políticos a partir de las transformaciones estructurales e institucionales significativas de las décadas de 1980 y 1990, como la democratización y el neoliberalismo. Estos fenómenos multidimensionales han abierto un mayor espacio político-asociativo, han reducido la fuerza de las instituciones corporativistas que, paradójicamente, permitían una relativa autonomía de los pueblos indígenas, y han conducido a un incremento en los ataques contra los territorios y los medios de subsis- tencia de los pueblos indígenas. Estos cambios también han facilitado la formación de redes transcomunales que fueron instrumentales para que los pueblos indígenas utilizaran estas nuevas oportunidades polí- ticas y construyeran movimientos de repercusión nacional (Yashar, 2005). Esta autora (2005, p.  68) argumenta que los movimientos campesinos basados en identidades clasistas se convirtieron en lo que más tarde fueron los movimientos indígenas, porque las condicio- nes básicas de existencia de las comunidades indígenas —el control sobre la tierra, el territorio y sus recursos— estuvieron cada vez más amenazadas por estas  transformaciones institucionales y estructurales contemporáneas. Fon do Edit ori al PUCP 16 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica Además de abrir un nuevo espacio en la esfera política, la demo- cratización en un sentido más amplio también es sinónimo de acceso a la educación para los pueblos indígenas. La educación se convirtió en una política de Estado generalizada solo a partir de la década de 1950. Su  acceso, aunque limitado y en muchos casos en un sistema escolar de «segunda clase», ha generado una élite intelectual indígena que ha producido análisis del racismo en contra de los pueblos indí- genas y su exclusión (Da Silva, 2012; García, 2005; Gutiérrez, 1999). Esta  producción intelectual indígena llevó a una importante crítica de los proyectos nacionales indigenistas que iban de la mano con las políticas de asimilación y que eran discriminatorios con los pueblos indígenas1. Más aún, esta nueva élite intelectual fue la que promovió el reconocimiento de las lenguas, culturas y territorios indígenas. Las nuevas formas de organización y movilización de recursos tam- bién fueron claves para el crecimiento de los movimientos indígenas, en particular, las redes de apoyo transnacionales que combinaron los derechos de los pueblos indígenas con el desarrollo sostenible o las pla- taformas de los conservacionistas. Estas redes contribuyeron a formar un movimiento indígena panamericano con cierta consistencia en sus demandas, así como una nueva agenda de legalismo inspirada en los ins- trumentos internacionales de derechos humanos. El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, adoptado en 1989, se con- virtió en una gran herramienta para impulsar los derechos nacionales de los pueblos indígenas y el cambio constitucional. Como resultado, en la década de 1990 muchos países latinoamericanos adoptaron una nueva constitución, en la que se introdujeron diferentes elementos 1 El indigenismo fue un movimiento intelectual y político que empezó a principios del siglo XX en algunos países latinoamericanos. Aunque varió de un país a otro, y tuvo diferentes dimensiones (artística, antropológica, de política estatal, etcétera), su motivación central fue promover una imagen positiva de las culturas indígenas como parte de la nación. Sin embargo, este reprodujo ideas estereotipadas y románticas sobre los pueblos indígenas y dejó que las jerarquías sociales no fueran mayormente cuestio- nadas. Ver, entre otros, Ramos (1998). Fon do Edit ori al PUCP 17 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon de lo que Van Cott llama el «modelo multicultural» (2000, p. 265). Esto significó, por ejemplo, el reconocimiento oficial del derecho con- suetudinario indígena y la jurisdicción de las autoridades indígenas sobre asuntos internos de la comunidad. En la investigación de Nancy Postero sobre la organización guaraní en Santa Cruz, ella argumenta que «las  reformas multiculturales de la década de 1990 [en  Bolivia] contribuyeron a la producción de sujetos indígenas. (…) líderes y organizaciones indígenas (…) fueron influenciados por el discurso del multiculturalismo y las oportunidades políticas y de financiación que lo hicieron posible» (Postero, 2007, p. 218). Se ha demostrado que los movimientos indígenas han tenido un impacto en la remodelación de los regímenes de ciudadanía y la redistri- bución del poder. Al respecto, varios autores han enfatizado diferentes procesos interrelacionados. Algunos han destacado su impacto en la esfera electoral al analizar por qué en ciertos casos han surgido partidos políticos nuevos que se basan en fuertes plataformas étnicas, mientras que, en otros, los movimientos indígenas rechazan los partidos como una forma de participación política corrupta, antidemocrática y cul- turalmente ajena (Harvey, 1998; Van Cott, 2005). Otros, refiriéndose a la esfera política, han argumentado que los movimientos indígenas más fuertes han engendrado nuevas formas de nacionalismo populista (siendo Bolivia el ejemplo más obvio), que no están libres de enfrenta- mientos interétnicos (Baud, 2007; Gotkowitz, 2011; Rousseau, 2010). Otra faceta de la influencia de los movimientos indígenas se puede identificar en la serie de reformas constitucionales que empezaron en la década de 1990, tal como se mencionó anteriormente. Los nuevos pac- tos políticos, que incluyen algún reconocimiento de las instituciones y del derecho consuetudinario indígena (Sieder, 2002) juegan un rol en los conflictos sobre territorios y recursos naturales, al mismo tiempo que cuestionan la soberanía de las autoridades del estado nacional, así como las fronteras de la identidad indígena (Albro, 2010). Fon do Edit ori al PUCP 18 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica Las constituciones republicanas dominadas por los criollos, que se basan en la presunción de la homogeneidad cultural nacional, han sido largamente reemplazadas como resultado de las críticas manifestadas por los movimientos indígenas (Van  Cott, 2000). El  multicultura- lismo, el plurinacionalismo, así como el pluralismo legal se han vuelto términos claves y centrales en el discurso político y en los debates sobre la formulación de políticas. Los movimientos indígenas buscan rede- finir el Estado-nación más o menos explícitamente como un Estado plurinacional, reivindicando el derecho a ser tanto ciudadano nacio- nal como indígena, por ejemplo: boliviano y aymara (Becker, 2008, 2011; Lucero, 2008). Esta cuestión también se planteó en México en la década de 1990, en el contexto de las negociaciones de paz después de la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Otra consecuencia importante de los movimientos indígenas es el paso, en la política y en el análisis académico, de un énfasis en las divisiones de clase a un énfasis en las divisiones étnicas, entre otras. En  gran medida, fue bajo el impulso de los movimientos indígenas que las divisiones de clase pasaron por un proceso de etnicización en ciertos países. La etnicidad se politizó explícitamente, sin que esta y la clase se conciban como una estructura única. Se debe tener en cuenta que cuando Yashar afirma que las «divisiones de clase fueron débiles durante gran parte del siglo XX» (2005, p. 21), podemos interpretarla diciendo que hasta la década de 1980 la clase era el lenguaje predomi- nante para articular los conflictos2. Los  movimientos sociales no son voces monolíticas y los movi- mientos indígenas no están libres de tensiones y divisiones internas. Los investigadores de los movimientos indígenas están interesados en los factores que explican la mayor capacidad para generar unidad en el movimiento en algunos casos, mientras que en otros la fragmentación 2 Para un análisis de la relación entre movimientos indígenas y campesinos y su impacto en el cambio de un énfasis en la clase a un énfasis en la etnicidad, ver Velasco Cruz (2003). Fon do Edit ori al PUCP 19 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon es lo predominante. Esto está asociado al proceso de por qué ciertas voces se consolidan y se vuelven representativas de la indigeneidad, mientras que otras quedan marginadas. Por ejemplo, en su estudio sobre «la cons- trucción, articulación y selección de la voz o voces políticas indígenas», Lucero (2008, p. 5) presta atención a la diversidad de actores y voces que buscan construir una «autenticidad» indígena. Este autor identifica tres variables claves para comprender la formación dinámica de una diversi- dad de actores indígenas: la construcción de la identidad multiescalar, las estructuras de oportunidad política y las contingencias estructuradas (las interacciones Estado-sociedad tienen consecuencias, le dan forma y transforman las instituciones y los equilibrios de poder, que a su vez dan lugar a nuevas oportunidades). También enfatiza las articulaciones loca- les-globales y transnacionales a través del financiamiento y apoyo que las organizaciones internacionales no gubernamentales (ONG) o las agencias de desarrollo (o el Banco Mundial) les dan a las organizaciones indígenas. Lucero compara los casos de Ecuador y Bolivia, donde encuentra que la mayor unidad nacional en el movimiento indígena ecuatoriano se ha logrado, en parte, debido a la habilidad de las organizaciones de diferentes regiones para desarrollar un consenso alrededor de la noción de «nacionalidades indígenas». Este lenguaje común dio paso a formas institucionalizadas de construcción de la representación indígena en las relaciones Estado-sociedad. En Bolivia, en cambio, existe una serie de formas de representación de las identidades indígenas: los ayllus en cier- tas regiones altoandinas, los territorios étnicos en las tierras bajas, los sindicatos campesinos y cocaleros, como sujetos indígenas nacionales. Asimismo, el proceso de unificación en la década de 2000 con la victoria del Movimiento al Socialismo (MAS) está relacionado con la estrate- gia de diferentes actores que invierten en la esfera partidaria/ electoral (Madrid, 2012). Sin embargo, esta tendencia a invertir en la esfera polí- tica formal a escala nacional es menos visible en otros países, como es el caso de México, donde la participación de los pueblos indígenas en la política está predominantemente limitada al ámbito local. Fon do Edit ori al PUCP 20 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica 2. Las mujeres indígenas y la dinámica de género en los movimientos indígenas En toda esta abundante y fascinante literatura, la dinámica de género al interior de los movimientos indígenas ha sido generalmente un tema de discusión más bien marginal. Por ejemplo, Yashar (2005) menciona que una primera generación de movimientos indígenas desarrolló repertorios modulares que ayudaron en la creación de una segunda generación de movimientos que no necesariamente están enfocados en la defensa de la autonomía local. Sin embargo, ella no reflexiona sobre si algunos de estos movimientos de segunda generación también fue- ron liderados por mujeres o si conllevaban una crítica a las relaciones de género dentro de las comunidades indígenas. En Lucero (2008), la construcción social del sujeto político indígena no se discute a través de un marco de género, no se investiga de qué manera y si es que las mujeres indígenas se convierten en sujetos políticos a lo largo de los mismos procesos que los hombres indígenas y dentro de las mismas organizaciones. Sin embargo, en una literatura más específica que cubre varios casos locales y nacionales, algunos autores se han enfocado en la movilización de las mujeres indígenas en Latinoamérica. De manera conjunta, estos trabajos muestran que las mujeres indígenas son participantes activas y líderes en los movimientos indígenas. Son mayormente estudios de casos individuales sobre organizaciones locales o nacionales hechas por mujeres indígenas, basados en perspectivas históricas y antropológicas que describen la transformación de las vidas de las mujeres indígenas y el ímpetu detrás de su adhesión a las organizaciones del movimiento indígena (Hernández Castillo, 2008; Pequeño, 2009; Rivera, 2008; Speed, Hernández Castillo & Stephen, 2006). Algunos autores tam- bién estudian las dificultades y la exclusión que enfrentan las mujeres indígenas en las organizaciones indígenas (Lavinas Picq, 2009; Oliart, 2008; Radcliffe, 2002). Aun así, otros examinan las relaciones tensas Fon do Edit ori al PUCP 21 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon entre las activistas indígenas y los movimientos feministas u otros sec- tores del movimiento de mujeres, que no impiden la posibilidad de su colaboración en algunas circunstancias (Hernández Castillo, 2001; Richards, 2004; Rousseau, 2011b). En  la literatura más general sobre la política indígena también existe un interés en cómo las organizaciones indígenas producen y reproducen el género. Algunos autores muestran que las organizaciones indígenas a menudo producen su autenticidad indígena confiadas en fuertes nociones de diferenciación de género y en críticas específicas del colonialismo patriarcal occidental (Andolina, Laurie, & Radcliffe, 2009). Por ejemplo, en la introducción al volumen editado por Warren y Kay ellas dicen que: sería un error ignorar que la manera como la comunidad inter- nacional utiliza los términos «cultura», «pueblos», «derechos» y «democracia» ha obligado a los grupos indígenas a reformular sus preocupaciones e identidades para acceder a públicos y recursos más amplios. Los temas de género son un campo en donde colisio- nan el discurso del desarrollo internacional y las expectativas locales (Warren & Jackson, 2002, p. 29). Como se muestra en el trabajo de Speed (2008), las formas especí- ficas de «colisiones» también pueden ser enmarcadas como encuentros entre derechos individuales y colectivos, que son especialmente impor- tantes en el caso de las mujeres indígenas. De hecho, la política indígena no está exenta de trampas ni desafíos para las mujeres indígenas. En el contexto de la política indígena en la actual Bolivia, Burman (2011) presenta sorprendente evidencia de las tensiones que se han desatado en la sociedad boliviana entre diferentes nociones de las relaciones de género como parte de programas políticos en conflicto. Mientras algunos discursos de los movimientos indígenas proponen modelos de complementariedad de género, y se enfocan en el colonialismo como la fuente de todos los males, algunos sectores Fon do Edit ori al PUCP 22 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica del movimiento de mujeres —generalmente mujeres no indígenas— argumentan que estos discursos son incompatibles con la noción de los derechos de las mujeres a la igualdad. Un ámbito donde estas tensio- nes se manifiestan concretamente en las vidas de las mujeres indígenas es en las reformas y los esfuerzos por institucionalizar las normas de gobernanza indígena. Esto ha sido estudiado por varios autores como Sieder, Sierra y Picq, quienes muestran el proceso de participación de las mujeres indígenas en la política de implementación de los siste- mas locales de justicia consuetudinaria indígena, particularmente en México y Guatemala, pero también en Ecuador. Lo que revelan es lo complejo que es para las mujeres criticar los componentes patriarcales de las prácticas indígenas de justicia consuetudinaria sin amenazar la autonomía de las comunidades indígenas para gobernarse a sí mismas (Picq, 2012; Sieder & McNeish, 2013; Sierra, 2009). Nuestra investigación se basa en estos hallazgos acerca de los desa- fíos específicos que tienen las mujeres indígenas en la intersección del género y la etnicidad. Busca abordar la cuestión de cómo se movili- zan las mujeres indígenas para ser reconocidas como actores políticos autónomos, al mismo tiempo que mantienen su afiliación a los movi- mientos indígenas. Las fuertes limitaciones en la participación política y el liderazgo de las mujeres llevan a aproximarse a la formación de su espacio político asociativo a través del análisis de las dinámicas de género. Estas son parte integrante de las relaciones Estado-sociedad y de lo que se teje en las organizaciones de los movimientos indígenas. La conceptualización predominante del espacio político asociativo, que solo considera las oportunidades políticas en relación con la represión del Estado o los derechos políticos, o bien con la virtual ausencia del Estado, no toma en cuenta las condiciones institucionales y contex- tuales para la movilización de las mujeres indígenas. Las relaciones de género influyen en la relativa apertura del espacio político para las muje- res. La situación formal de la libertad de asociación y de los derechos políticos no nos cuenta toda la historia acerca de sus oportunidades Fon do Edit ori al PUCP 23 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon de organización política. Las dificultades de las mujeres indígenas en la política electoral, incluso al interior de los partidos indígenas, han sido analizadas en algunos trabajos (Bonfil Sánchez, Barrera Bassols & Aguirre Pérez, 2008; Van Cott, 2009), pero no los patrones y dinámicas específicas al interior de los movimientos indígenas que explican, desde una perspectiva comparativa, las estrategias y obstáculos de las muje- res indígenas para crear espacios asociativos propios de ellas dentro de estos movimientos. En este libro proponemos analizar las trayectorias comparativamente diferentes de los movimientos de mujeres indígenas desde una perspectiva de sociológica política que considera las variables de la fuerza del movimiento indígena en la política nacional y las for- mas de organización de las mujeres indígenas. 3. Cómo estudiamos la movilización de las mujeres indígenas Enseguida presentamos nuestro marco teórico que combina ideas de los estudios de movimientos sociales y los estudios feministas, más preci- samente, la interseccionalidad. Esta particular combinación responde a nuestro objetivo de comprender la movilización de las mujeres indíge- nas utilizando las mejores herramientas de la sociología política de los movimientos sociales, al mismo tiempo que proponemos una manera relativamente nueva de aplicar el paradigma de la interseccionalidad al análisis político comparativo. Según lo que se denominó el modelo del proceso político, la acción colectiva se estructura alrededor de una serie de significados comparti- dos y reconocimiento mutuo, organizaciones por lo menos mínimas y una perseverante interacción contenciosa con las autoridades. En esta se exponen los reclamos y demandas de inclusión política (McAdam, Tarrow & Tilly, 2001). En algunos contextos, la interacción entre acto- res o instituciones políticas de élite claves y los movimientos sociales proveen oportunidades políticas favorables para que estos últimos hagan Fon do Edit ori al PUCP 24 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica valer sus derechos. En al menos las dos últimas décadas, la investigación sobre el rol de la identidad colectiva y la cultura en los movimien- tos sociales señaló las importantes limitaciones de este modelo, que había predominado en la investigación sobre los movimientos sociales durante las décadas de 1980 y 1990 (McAdam, 1982; Tarrow, 1994). Las  críticas a este modelo enfatizan la construcción de identidades colectivas y significados como un trabajo social complejo fundamental para explicar la formación, el éxito y el fracaso del movimiento social (Álvarez & Escobar, 1992; Armstrong & Bernstein, 2008; Goodwin & Jasper, 2004; Morris & Mueller, 1992; Snow, 2004). Para entender un movimiento específico, es necesario prestar espe- cial atención a la articulación de ambas dimensiones, la estructural y la cultural, en la dinámica del movimiento que da lugar a nuevos discursos y organizaciones. Esto implica ir más allá de las dimensiones estructu- rales del modelo de proceso político, y pensar también en la dinámica interna del movimiento social. Además, esto significa concebir acto- res y oportunidades políticas desde una perspectiva más amplia, y no necesariamente definida por su relación directa con la esfera formal de la política, sino más bien insertada en una red de relaciones sociales (Álvarez, Dagnino & Escobar, 1998; Armstrong & Bernstein, 2008; Levi & Murphy, 2006; Pichardo, 1997; Snow, 2004; Staggenborg & Taylor, 2005). En consecuencia, proponemos integrar los factores tanto internos como externos en el estudio de los movimientos sociales indígenas. Los factores internos son aquellos relacionados con la interacción entre grupos e individuos que diseñan proyectos, dan forma a discursos y proporcionan recursos materiales para llevar a cabo las actividades y estructurar la acción colectiva. Los factores externos son aquellos rela- cionados con los componentes institucional, normativo y conductual del ambiente en el que los movimientos sociales evolucionan y se adap- tan. Estos están necesariamente interrelacionados y deben estudiarse juntos para lograr una representación más compleja de la dinámica Fon do Edit ori al PUCP 25 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon formativa y transformativa que explica los orígenes y la evolución de los movimientos. En este libro estamos interesadas específicamente en cómo surge la movilización de las mujeres indígenas desde los movi- mientos ya existentes y cómo estos diferentes factores influyen en sus trayectorias. 3.1 Un análisis interseccional de los movimientos sociales Siguiendo a Rousseau (2009a), argumentamos que adoptar un análisis interseccional permite comprender más claramente la dinámica interna de los movimientos sociales. Ofrece, asimismo, un marco interpreta- tivo interesante para explicar el surgimiento de nuevos actores y nuevas identidades colectivas como los del movimiento social de mujeres indígenas. El paradigma de la interseccionalidad surgió a partir de varias líneas de trabajo feminista, particularmente de la obra de las feministas afros, chicanas y poscoloniales3. Brevemente, la interseccionalidad niega la compartimentación y jerarquización de los grandes ejes de la diferenciación social a través de categorías [...] El enfoque inter- seccional va más allá del simple reconocimiento de la multiplicidad de los sistemas de opresión que funcionan a partir de estas catego- rías y postula su interacción en la producción y reproducción de las desigualdades sociales (Bilge, 2010, p. 58). La interseccionalidad se fundamenta en la crítica a las formas esencia- listas de comprender las categorías sociales que marginan la experiencia de muchos grupos al interior y a través de dichas categorías. En cambio, considera que las intersecciones particulares de las diferentes categorías sociales, en contextos históricos específicos, producen posiciones socia- les e identidades idiosincráticas (Yuval-Davis, 2006). Una  cuestión interesante que deriva de esta perspectiva es la conexión entre múltiples 3 Para una buena visión general ver Bilge (2010), Denis (2008) y McCall (2005). Fon do Edit ori al PUCP 26 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica posicionamientos sociales y la formación de identidades grupales como en los movimientos sociales. Las  categorías sociales se basan en una serie de atributos construidos que definen quién tiene derecho a qué recursos y cómo se distribuye la autoridad sobre estos recursos, con lo cual se crean jerarquías sociales. Las identidades grupales como las creadas por los actores de los movimientos sociales se producen históri- camente mediante diferentes procesos en los que las categorías sociales son interpretadas y utilizadas para generar identificación entre indivi- duos, redes y una variedad de símbolos (Brubaker, 2004). Un análisis interseccional de los movimientos indígenas distingue entre posicionamientos sociales e identidades grupales. Las  identida- des grupales pueden incluir, explícitamente o no, diferentes categorías de posicionamiento social (Rousseau, 2009a). Así, por ejemplo, la identidad grupal de una organización aymara incluye diferentes posi- cionamientos sociales basados en la clase o el género, pero la manera como la organización expresa su identidad pública puede reflejar esta diversidad en mayor o menor medida. Qué dinámicas de poder están en juego en esa identificación es un tema que nosotras consideramos central para el estudio de los movimientos sociales (Brubaker, 2004). Los movimientos sociales funcionan de manera tal que tienden a esencializar las identidades colectivas y los grupos sociales con los que se relacionan, para así construir una legitimidad estratégica, a veces con efectos contradictorios (Stephen, 2001). La  literatura feminista en particular ha expuesto la marginalización de algunos grupos den- tro de los movimientos feministas o de mujeres, o del movimiento estadounidense por los derechos civiles, por ejemplo (Roth, 2004). El  trabajo de Ferree y Roth (1998) es uno de los primeros en pro- poner justificaciones teóricas para el estudio de las interacciones entre movimientos sociales. Estas revelan por qué ciertos temas/identidades se ven excluidos de la política de algunos movimientos que espera- ríamos, como observadores externos, ver incluidos. Algunos trabajos sobre movimientos sociales han adoptado un marco interseccional que Fon do Edit ori al PUCP 27 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon considera cómo categorías interseccionales —como género, clase, raza y etnicidad— son representadas en el campo de un movimiento social4. Roth (2004) estudió las dinámicas que conducen a la formación de tres movimientos feministas distintos en los Estados Unidos, sobre la base de la diferenciación racial entre mujeres negras, chicanas y blancas. Este libro también está basado en el trabajo de Rousseau (2009a, 2009b, 2011a, 2011b), particularmente en el modelo desarrollado para expli- car la construcción y transformación de las fronteras de identificación en un contexto específico, el de las interacciones políticas alrededor de las negociaciones de la Constitución de 2009 en Bolivia. Algunos estudios también han ilustrado muy bien los conflictos y la política de representar las diferencias entre las mujeres en las interacciones Estado- sociedad, con énfasis en las mujeres indígenas. Siguiendo estas investigaciones, proponemos prestar atención a cómo los posicionamientos sociales creados por la intersección de una serie de categorías se articulan en la representación de las iden- tidades grupales en las organizaciones de los movimientos indígenas. Nosotras nos enfocamos en una intersección específica, la de género y raza/ etnicidad5, tal como se manifiesta en las mujeres indígenas como grupo social. Los movimientos sociales brotan de oportunidades polí- ticas específicas, pero también —y fundamentalmente— de procesos culturales de construcción de significados derivados de las relaciones 4 Crossley define un campo de movimiento social como «un campo en el que dife- rentes agentes, redes y grupos se alinean de diversa manera, compiten y se enfrentan para conseguir sus objetivos; un campo que genera sus propias exigencias, dinámicas y reglas, convirtiéndose en un “juego” relativamente autónomo, pero que siempre es solo relativamente autónomo» (2003, p. 62) 5 Seguimos a Anthias y Yuval-Davis (1992) en su manera de comprender el racismo como «un discurso y una práctica para hacer sentir inferiores a los grupos étnicos» (12) sobre la base de la racialización como un proceso histórico; la etnicidad como «las con- diciones sociales de un grupo posicionado de una manera particular en términos de la asignación social de los recursos en un contexto de diferencia respecto de otros grupos, así como puntos en común y diferencias al interior [del grupo]» (9). Fon do Edit ori al PUCP 28 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica sociales y las condiciones materiales (Rubin, 2004). Nuestra perspectiva es la del constructivismo social porque considera el rol de la agencia que es central en la formación de las identidades y los discursos de grupo. Las organizaciones de los movimientos sociales son dirigidas por indi- viduos y se sustentan en incontables interacciones sociales que pueden liderar estas organizaciones para enfatizar a diferentes grados ciertas categorías producidas por la estructura de poder. En esto seguimos a Lois McNay y su noción de estructura, como la de género, definida como «relaciones vividas» (2000). Estudiamos el surgimiento de las mujeres indígenas como actores de un movimiento sobre la base de su experiencia social al definirse ellas mismas como mujeres indígenas. 3.2 Explicando el surgimiento de los movimientos de mujeres indígenas Utilizando la interseccionalidad como marco para nuestro análisis de la dinámica interna de los movimientos, también recurrimos a la litera- tura sobre los procesos políticos —desarrollada por Tilly y otros— para comprender los procesos centrales que configuran la aparición de los movimientos de mujeres indígenas y la particular forma de su organiza- ción y discursos. Nos enfocamos en los mecanismos de apertura/ cierre del espacio asociativo para las mujeres indígenas, lo cual les permite elaborar un discurso autónomo al interior de los movimientos indí- genas. A  la vez, nos centramos en la creación de fronteras dentro de las organizaciones mixtas. El rol de la etnicidad y el género en la cons- trucción de  la identidad del movimiento también es una dimensión importante de los procesos internos. Junto con estos factores, mayor- mente internos, los factores externos que traemos a nuestro análisis son las oportunidades políticas derivadas de las interacciones entre los actores indígenas y el Estado, así como el rol de los actores externos no estatales, las redes y los recursos que apoyan la movilización de las mujeres indígenas (Rousseau & Morales Hudon, 2015). Fon do Edit ori al PUCP 29 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon 3.2.1 Apertura/cierre de los movimientos sociales al discurso de las mujeres indígenas Generalmente las oportunidades políticas se conciben como factores externos a los movimientos sociales. Según esta perspectiva, el factor central que facilita o restringe la acción colectiva es un cambio en el régimen político (Tilly & Tarrow, 2008). Esta concepción asume una relación directa entre un movimiento social y el Estado. El surgimiento de los movimientos indígenas en las Américas puede explicarse, como se mencionó anteriormente, por los cambios estructurales específicos que ocurrieron durante las décadas de 1980 y 1990 (Sieder, 2002; Velasco Cruz, 2003; Yashar, 2005). Pero la aparición de los movimientos de mujeres indígenas no puede explicarse observando solo los cambios en la estructura de las oportunidades políticas o en las dinámicas externas. Así pues, en el análisis es necesario incorporar las dinámicas internas de los movimientos indígenas porque, como sabemos, estos precedieron el ascenso a la esfera pública de las mujeres indígenas líderes. Por qué algu- nas mujeres indígenas empezaron a desplegar un discurso autónomo (o un «discurso propio») y crearon nuevos espacios de organización al interior de los movimientos indígenas solo se puede comprender si se presta atención a las negociaciones al interior de las organizacio- nes indígenas, en relación con los recursos y el apoyo proporcionados desde el exterior. Mientras los cambios en el Estado, especialmente en las leyes y las instituciones que afectan a los pueblos indígenas y a las mujeres, sean fac- tores centrales a tomar en cuenta, nosotras proponemos añadir mucha atención al proceso de negociación de las demandas y los discursos de las mujeres acerca del género dentro del movimiento indígena. Esto se refiere a la reacción de parte de los líderes del movimiento a los desafíos internos. Este proceso, hasta cierto punto, es similar al que caracte- riza las estructuras de oportunidad política más amplias, tal como se definen en el modelo de proceso político. Sin embargo, el proceso de apertura/ cierre que proponemos aquí se refiere más bien a las dinámicas Fon do Edit ori al PUCP 30 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica internas de los movimientos sociales. Esto último difícilmente puede aislarse de las dinámicas externas, pero nosotras proponemos enfocar- nos en cómo los desafíos internos, que pueden o no ser incitados por los cambios externos, son respondidos al interior del movimiento. A lo que nos referimos con procesos de apertura/cierre es al tipo de reacciones del movimiento social (en este caso el movimiento indí- gena) y a los nuevos reclamos y demandas que surgen desde adentro de sus filas. Cuando el equilibrio de poder les permite negociar para que se reconozcan sus reclamos, el retador interno puede solicitar que el movimiento redefina su discurso para incorporarlos (apertura). El esce- nario opuesto ocurre cuando los retadores no son suficientemente fuertes como para persuadir o forzar a los líderes del movimiento para que admitan sus demandas (cierre). Por supuesto que pueden ocurrir muchas cosas entre estas dos respuestas, pero en ausencia de lo que ellas (las mujeres indígenas) consideran una transformación satisfactoria del movimiento, puede haber un incremento o disminución de la necesi- dad percibida para la transgresión de las fronteras del movimiento. Estos procesos explican por qué algunas mujeres continúan movi- lizándose al interior de las organizaciones de movimientos indígenas y ocupan un rol importante que integra los intereses de las mujeres en la agenda y el discurso del movimiento, mientras que otras crean nuevos espacios para la movilización con el fin de perseguir los suyos propios. La  resistencia al interior de los movimientos indígenas para incluir las demandas específicas de las mujeres indígenas constituyó un factor importante en la decisión de algunas de ellas para crear espacios de organización autónomos (Gutiérrez & Palomo, 2000; Rivera, 2008; Sánchez Néstor, 2005). 3.2.2 La creación de fronteras al interior de organizaciones mixtas Para comprender el surgimiento de las organizaciones de mujeres indí- genas, también nos fijamos en el mecanismo de la creación de fronteras, que se refiere al surgimiento de una relación de oposición entre actores Fon do Edit ori al PUCP 31 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon políticos (Tilly & Tarrow, 2008). Por  lo general, en la teoría de los movimientos sociales la creación de fronteras se analiza en términos de un movimiento social que desafía a los grupos dominantes, que son concebidos como externos al movimiento. Sin embargo, la creación de fronteras también se lleva a cabo al interior de los movimientos socia- les donde «la formación de la identidad política [es] la negociación constante y contingente de la diferencia dentro de las organizacio- nes» (Stephen, 2001, p. 55). Por ejemplo, cuando las mujeres deciden crear espacios autónomos, crean nuevas fronteras que pueden ser más o menos en abierta oposición a las organizaciones mixtas establecidas (Taylor & Whittier, 1992). La  creación de nuevos espacios de organización por parte de las mujeres indígenas puede ser una reacción al desconocimiento de sus demandas de género dentro del movimiento indígena. Esto a su vez apunta al problema de las diferencias internas y la manera como se formulan. Para comprender por qué las mujeres indígenas utilizan esta estrategia de crear fronteras para luego posicionarse como nuevos actores políticos, uno debe entender cómo y por qué construyen una identidad colectiva sobre la base de identidades étnicas y de género. La creación de fronteras de género en las organizaciones puede también reflejar no una dinámica de oposición, sino más bien una visión de organización segregada por género, que podría incluso ser, hasta cierto punto, impuesta por los líderes varones. Sin embargo, diferentes formas de acción pueden derivarse de una situación como esta, y las mujeres también pueden volverse actores más autónomos a través de estas for- mas de fronteras consensuadas, orientadas a reproducir jerarquías de género o diferentes nociones de la diferencia de género. 3.2.3 Etnicidad, clase y género en la identidad del movimiento Junto con estos mecanismos que se refieren directamente a las dinámicas internas de los movimientos, nosotras también estudiamos los discur- sos específicos que desarrollan las mujeres indígenas sobre sí mismas Fon do Edit ori al PUCP 32 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica como actores colectivos. En la forma como se posicionan ellas mismas como críticas de los discursos de género sesgados o etnocéntricos, las mujeres indígenas efectivamente presentan un punto de vista complejo en relación con las organizaciones indígenas dominadas por varones y respecto a los movimientos feministas/de mujeres no-indígenas. Esta articulación de género y etnicidad está integrada al modo como se conceptualizan sus discursos. Las organizaciones de mujeres indíge- nas se refieren a diferentes conceptos, como los derechos de las mujeres, la igualdad, la complementariedad, la dignidad, el género y varias nociones ancladas en significados culturales específicos de la realidad social. En muchos casos, las mujeres indígenas se refieren al concepto de los derechos de las mujeres en lugar del género, como es el caso de las mujeres mapuche en Chile (Richards, 2005, p. 202). Si bien algunas mujeres indígenas utilizan el concepto de género, ellas por lo general lo definen para tratar de responder a las opiniones negativas sobre este último, que casi siempre prevalecen entre ciertos sectores del movi- miento indígena. Al crear nuevos espacios para organizarse y producir nuevos discur- sos, las mujeres indígenas navegan por las dinámicas internas de los movimientos indígenas y feministas/de mujeres (Hernández Castillo, 2001). Así, la producción de nuevas identidades colectivas que combi- nan etnicidad, clase y género está asociada con el surgimiento de nuevas fronteras del movimiento. Esta experiencia de negociar las demandas específicas de las mujeres indígenas a través de diferentes identidades y movimientos colectivos también recibe el apoyo de actores exter- nos que constituyen recursos importantes para las mujeres indígenas. De  hecho, algunos actores claves han acompañado los procesos de organización de las mujeres indígenas y estas experiencias les han dado un apoyo importante (talleres y redes, entre otros) que permite que aboguen por que se incorporen a las preocupaciones y perspectivas de las mujeres dentro de los movimientos indígenas. Fon do Edit ori al PUCP 33 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon 3.2.4 El rol de los actores externos El rol de los actores externos es efectivamente crucial para la organización del movimiento social, porque ellos proporcionan recursos y oportuni- dades para las mujeres indígenas y sus procesos de organización. En el caso del movimiento de mujeres indígenas, los actores externos, como las iglesias progresistas, los grupos de mujeres y las diferentes ONG nacionales e internacionales, han jugado un rol importante al apoyar la organización y movilización de las mujeres alrededor de diferentes temas (Hernández Castillo, 2002; Oliart, 2008; Rousseau, 2011b). Los  sectores progresistas de la Iglesia católica, a través de la creación de comunidades eclesiales de base, abrieron espacios de organización para que las mujeres participen en proyectos productivos y espacios de discusión. Los grupos de mujeres y las ONG internacionales también promovieron este tipo de proyectos que fomentan conciencia política en las mujeres rurales e indígenas, hasta el apoyo y asesoramiento a los grupos de mujeres indígenas y el desarrollo de sus liderazgos. Estos procesos se afianzan a partir de las diferentes ONG, las agencias y las instituciones, aunque con discordancias entre sus objetivos y métodos. Las relaciones entre las organizaciones de mujeres indígenas y estos actores externos son complejas y se han caracterizado por colaboraciones importantes, pero también por tensiones que han surgido, por ejemplo, con el fenómeno de la ONGización. Este, en Latinoamérica y otras regiones, ha creado una fuerte competencia entre los grupos. Las ten- siones se deben también a los choques de intereses entre organizaciones y actores externos que a menudo imponen sus agendas. En  algunos casos esto ha llevado a prácticas excluyentes que contribuyen a reforzar las fronteras sociales entre las mujeres. El desbalance de poder que existe entre las mujeres mestizas de clase media y las mujeres indígenas se ve así reforzado en vez de cuestionado. Estas tensiones han sido lo suficiente- mente importantes como para explicar, parcialmente, por qué algunas organizaciones de mujeres indígenas no se identifican con el movi- miento feminista/de mujeres no- indígenas (Hernández Castillo, 2001). Fon do Edit ori al PUCP 34 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica Los  procesos aquí expuestos ciertamente no son los únicos en juego en el surgimiento de los movimientos de mujeres indígenas, o lo que llamaremos el surgimiento de los espacios propios de las mujeres indígenas al interior del movimiento indígena. Sin embargo, argumen- tamos que estos sí contribuyen significativamente a la comprensión de las dinámicas que están detrás de la formación de nuevas organizacio- nes, nuevos espacios de organización y nuevos discursos al interior del movimiento indígena en diferentes contextos. 4. Nuestra comparación de casos Sobre la base de este marco, hemos desarrollado un estudio compara- tivo que involucra tres casos latinoamericanos que contrastan en una serie de aspectos. México, Perú y Bolivia representan una variedad de dinámicas temporales, nacionales y regionales en la experiencia de movilización indígena. México está marcado por la naturaleza federal de su sistema político, algunos movimientos regionales indígenas his- tóricamente fuertes y un nivel relativamente bajo de unidad y de logros políticos para el movimiento indígena a nivel nacional. El movimiento mexicano es probablemente el más conocido a escala mundial debido a la gran innovación introducida por la insurrección zapatista a mediados de la década de 1990 en adelante. Sin embargo, los zapatistas se han retirado en la organización a nivel local y los movimientos indígenas mexicanos se organizan principalmente en los ámbitos local y regional. Los  movimientos indígenas del Perú y Bolivia están divididos geográfica y étnicamente, pero se han consolidado organizaciones inte- rregionales fuertes en la sierra de Bolivia y en las tierras bajas de la Amazonía de ambos países. El Perú tiene un sistema estatal unitario y es la entidad política más centralizada de nuestros tres casos. Durante mucho tiempo ha sido considerado un caso excepcional o una desvia- ción del patrón latinoamericano de movilización indígena, porque su movimiento ha sido notablemente débil en la sierra y relativamente Fon do Edit ori al PUCP 35 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon débil en general, con pocas conquistas nacionales. Sin embargo, avan- ces recientes en torno al tema del derecho de los pueblos indígenas a la consulta previa sobre los proyectos de desarrollo han desatado una nueva dinámica de movilización indígena. Bolivia también tiene un sistema político unitario, pero con centros regionales fuertes. Su movimiento indígena es el más fuerte de nuestros tres casos y podría decirse que lo es también en Latinoamérica. Sus con- quistas a escala nacional son impresionantes, como es el caso del mayor éxito que ha tenido la influencia del movimiento indígena en el Estado con la elección de Evo Morales como su primer presidente indígena y la adopción de una Constitución radicalmente nueva en 2009, que prevé muchos derechos y reformas que los movimientos indígenas exigían. Nuestros tres casos pueden ubicarse en un continuo de menor a mayor nivel de éxito por la influencia o acceso que han tenido al Estado y por llevar a cabo reformas políticas e institucionales que abor- dan las demandas de los movimientos indígenas: Perú (bajo), México ( intermedio) y Bolivia (alto). En estos escenarios contrastados, cuando tratamos de estudiar la movilización de las mujeres indígenas y la cons- trucción de los espacios para sus voces propias encontramos que existe una diversidad de procesos. Si bien la falta de teorización previa especí- fica sobre el tema nos impidió construir sobre fundamentos existentes, empezamos con la hipótesis de que cuanto más fuerte era un movi- miento indígena en el contexto de la política nacional, este se constituía más favorablemente para que la capacidad de las mujeres indígenas en sus propios espacios de acción colectiva avanzara y para que sean reconocidas como actores políticos. Las  formas de organización de las mujeres indígenas, así como su capacidad de influir directamente en el Estado con el fin de generar políticas públicas o representación institucional, eran dos temas que estaban abiertos a la investigación empírica. En efecto, la particular naturaleza de la lucha de las mujeres indígenas, enclavada en la agencia colectiva de sus comunidades y pue- blos, constituye un contexto específico para  entender su  autonomía. Fon do Edit ori al PUCP 36 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica Las formas de organización que ellas persiguen no pueden simplemente o solamente ser la creación de organizaciones autónomas (independientes). Nuestra hipótesis era que las mujeres indígenas querían quedarse al interior del movimiento indígena y tenían que avanzar con mucho cuidado en busca de reconocimiento e igualdad a fin de mantener su legitimidad política. Como se dijo anteriormente, la incógnita que queríamos explorar era cómo las mujeres indígenas podrían confor- mar, en la esfera pública, un actor colectivo distinto y al mismo tiempo mantener su lealtad primera al movimiento indígena. Por consiguiente, nuestra investigación se enfoca en los diferentes tipos de organizaciones o espacios de organización creados por mujeres, así como los procesos que explican su formación. Nuestra recopilación de datos privilegió las entrevistas semiabier- tas sostenidas principalmente con mujeres indígenas líderes de las organizaciones que investigamos. Otras categorías de entrevistados incluyeron a personal de las ONG, activistas feministas, personal de agencias internacionales y académicos expertos. Se realizaron en pro- medio unas treinta entrevistas en cada caso de estudio. El trabajo de campo en el Perú se realizó en los años 2009, 2010 y 2012; en Bolivia se hizo en 2011 y 2013; y en México, en 2010 y 2011. Además de las fuentes secundarias como la vasta literatura que existe sobre los movimientos sociales indígenas en estos países —siendo la producción menor sobre el Perú— también consultamos documentos publicados por las organizaciones indígenas o las ONG con las que trabajaban. La inexistencia de archivos en la mayoría de estas organizaciones fue un gran obstáculo para nuestro esfuerzo por reconstruir las dinámi- cas que condujeron a la creación de espacios de organización para las mujeres indígenas. Sin  embargo, mediante las entrevistas, y con la ayuda de fuentes secundarias, logramos generar una propuesta de explicación del patrón general de movilización insertada en la historia de cada una de las diferentes organizaciones de movimientos indígenas que estudiamos. Fon do Edit ori al PUCP 37 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon Una  cuestión sobre la que tuvimos que tomar decisiones desde un inicio fue a qué actores colectivos estudiaríamos. ¿Quién es «indí- gena»? En muchas instancias y circunstancias, el Estado y las élites no indígenas tratan de negarle autenticidad a los actores indígenas y esto es parte del contexto en el que actores del movimiento indígena tienen que construir su discurso y estrategias (García & Lucero, 2011). Para construir nuestro análisis sobre bases sólidas, elegimos enfocarnos en las autodenominadas organizaciones indígenas, aquellas que se pre- sentan a sí mismas en la esfera pública como indígenas. Enfocándonos en las autodenominadas organizaciones indígenas, reconocemos la complejidad de la formación de la identidad indígena y limitamos el ámbito de nuestra investigación a aquellos actores colectivos cuya principal lucha política es representar a los pueblos indígenas y sus agendas. Reconocemos que los intentos de los Estados de negar la autenticidad indígena conducen a que estos actores colectivos deban producir su autenticidad constantemente y, por tanto, la indigeneidad no tiene una esencia. Estamos de acuerdo con De la Cadena & Starn, quienes definen la indigeneidad como surgiendo «solo dentro de gran- des campos sociales de diferencia y similaridad [y que adquiere] su significado “positivo” no de algunas propiedades esenciales suyas, sino a través de su relación con lo que no es, con lo que tiene en exceso o le falta» (2007, p. 4). Una de las nociones con las que trabaja nuestra investigación es la autonomía del movimiento —en este caso, la autonomía de las mujeres indígenas como actor político y social—. Decidimos dejar esta noción abierta a la interpretación de las propias mujeres indígenas. Pero tam- bién consideramos que los actores colectivos representan a las mujeres indígenas cuando están difundiendo discursos y demandas que difie- ren de aquellos del resto de organizaciones de movimientos indígenas. En otras palabras, las demandas particulares de las mujeres indígenas como grupo social, cuando logran ser representadas, son indicadores de su autonomía. Como acabamos de mencionar, las características Fon do Edit ori al PUCP 38 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica de los espacios de organización de las mujeres indígenas también son claves, pero deben ser entendidas a través del enfoque procesual de transformación del movimiento social que nosotras proponemos. Por ejemplo, el grado en que las organizaciones indígenas mixtas abor- dan de manera explícita los asuntos relacionados con la desigualdad de género se considera un indicador de la influencia de las mujeres indíge- nas dentro de estas organizaciones. La comparación consiste en reconstruir la dinámica de interacción al interior de los diferentes sectores del movimiento indígena en los tres casos, para así comprender las circunstancias en las que se crearon los diferentes tipos de organizaciones o espacios de las mujeres indígenas. Las explicaciones que nos dieron los mismos actores forman los elemen- tos centrales que se han tenido en cuenta para reconstruir los diferentes patrones del surgimiento, negación o reconocimiento de la voz autó- noma, así como las demandas de las mujeres indígenas. El papel de los factores externos, como la relación con el Estado y las instituciones polí- ticas nacionales, así como con los actores no estatales como las ONG, los partidos políticos y los sindicatos, es una dimensión importante de estas interacciones. En  términos globales, lo que entendemos de las oportunidades y obstáculos que enfrentan las mujeres indígenas está basado en cómo las mismas mujeres indígenas entienden su situación social y las circunstancias políticas que ellas enfrentan como actores del movimiento social. Los  próximos capítulos presentan los tres diferentes casos a tra- vés de una lógica similar: el primer capítulo analiza la formación de los movimientos indígenas contemporáneos y cómo en las déca- das pasadas se forjaron en relación con el contexto político nacional. El  segundo capítulo trata sobre la trayectoria específica de la organi- zación de mujeres indígenas, que solo puede entenderse integralmente una vez establecido el contexto nacional general de la política indí- gena. Stéphanie Rousseau escribió los capítulos sobre el Perú y Bolivia, mientras que Anahi Morales Hudon escribió el capítulo sobre México. Fon do Edit ori al PUCP 39 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon Ambas escribimos juntas este primer capítulo introductorio, así como la conclusión, en  la  que profundizamos la comparación y volvemos más explícitamente a nuestro marco teórico para mostrar lo que ilustra nuestra investigación. Esta contribuye a la literatura sobre los movi- mientos indígenas latinoamericanos y el análisis interseccional de los movimientos sociales en general. Fon do Edit ori al PUCP Parte I. BOLIVIA Fon do Edit ori al PUCP Fon do Edit ori al PUCP 43 Capítulo 1. Los movimientos indígenas se apoderan de la política partidaria y del Estado Estamos recordando nuestra historia, esa historia negra, esa historia permanente de humillación, esa ofensiva, esas mentiras. De todo nos han dicho, verdad que duele, pero tampoco estamos para seguir llorando por los 500 años. Ya no estamos en esa época, estamos en época de triunfo, de alegría, de fiesta. Por eso creo que es importante cambiar nuestra historia, cambiar nuestra Bolivia, cambiar nuestra Latinoamérica. Evo Morales, presidente de Bolivia (2006–). Discurso de la ceremonia de toma de posesión en el Congreso Nacional de Bolivia el 22 de enero de 2006. La  política boliviana cambió radicalmente en la primera década del siglo XXI. Por primera vez desde la Independencia, un líder indígena, Evo Morales Ayma, ganó una elección democrática y se convirtió en el presidente del país. Su victoria electoral no solo representó un gran logro personal de un fuerte líder social, sino también la victo- ria de un nuevo partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), creado en la década de 1990 por un grupo de organizaciones sociales princi- palmente campesinas e indígenas. Esta transformación decisiva de la esfera política permitió la organización de una Asamblea Constituyente Fon do Edit ori al PUCP 44 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica que produjo una nueva Constitución aprobada en 2009. Esta oficializó e institucionalizó una nueva agenda de reformas legales, adminis- trativas y políticas en las que las organizaciones indígenas tuvieron gran influencia. El proyecto del MAS de «descolonizar el Estado y la sociedad» se convirtió en el discurso político oficial y llevó numerosos asuntos en la agenda pública. Este periodo político puede entenderse como una nueva fase en la construcción de la ciudadanía de la mayoría de bolivianos, que se empoderaron por primera vez por medio de la llamada Revolución de 1952, que estableció el sufragio universal y realizó una reforma agra- ria masiva. Luego de esta temprana e importante transformación del régimen de ciudadanía boliviana, la mayoría de campesinos y mineros se organizaron a través de sistemas corporativistas en los que se restrin- gió su autonomía. Eventualmente estos sistemas colapsaron durante las dictaduras de las décadas de 1960 y 1970, y se abrió camino al sindicalismo independiente acompañado de un proceso de renaci- miento étnico, el movimiento katarista. Las  nuevas organizaciones lideraron el camino para producir una nueva agenda de demandas, expresada especialmente en el Manifiesto Tiwanaku presentado en 1973. A partir de ese momento, la lucha popular contra las dictadu- ras o los gobiernos democráticos de las élites mestizas tuvieron como fuerte cimiento normativo un discurso de empoderamiento cultural quechua y aymara basado en el autogobierno de la comunidad indí- gena y campesina. En la década de 1990, la movilización de los pueblos indígenas de las tierras bajas que no habían participado en el movimiento katarista de renacimiento indígena atrajo la atención nacional sobre la situa- ción de las minorías étnicas que no habían sido tomadas en cuenta durante la Revolución de 1952. Además, estaban experimentando una gran vulnerabilidad en sus territorios porque debían, cada vez más, enfrentarse a nuevos proyectos de desarrollo extractivo o agronegocios. La combinación de las demandas de los pueblos indígenas de las tierras Fon do Edit ori al PUCP 45 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon bajas por sus derechos territoriales y la autonomía, expresadas a través de numerosas marchas, y la formación de un nuevo partido político (MAS) por las organizaciones indígenas y campesinas de las tierras altas eventualmente condujeron a la victoria de Evo Morales. En esta rápida movilización, las mujeres indígenas fueron actores claves, tal como se explicará detalladamente en el siguiente capítulo. Aunque el nuevo gobierno que se formó en 2006 obtuvo un apoyo popular sin precedentes, las tensiones y la fragmentación al interior de los sectores populares/indígenas resurgieron con fuerza después de la adopción de la nueva Constitución. En este sentido, Bolivia es un caso único para el estudio de la política del movimiento indígena, porque el acceso al poder de un partido compuesto por una coalición de movi- mientos sociales —entre los que son claves los actores indígenas— ha permitido que las organizaciones indígenas tengan canales de represen- tación directa en el Estado y las instituciones políticas. Sin embargo, su acceso al poder y el de las poblaciones que representan es desigual, lo que ha resultado en nuevas formas de dominación étnica como se explicará más adelante. Paralelamente, las élites económicas opuestas al proyecto del MAS se debilitaron mucho políticamente debido a sus equivocadas estrategias y la falta de unidad entre sus filas. La mayoría de sus sectores lograron negociar suficientes garantías como para conti- nuar con sus actividades económicas y se contentaron con la estabilidad macroeconómica que buscaba el gobierno de Evo Morales. 1. Raza y etnicidad en la Bolivia del siglo XXI Como la mayoría de casos en Latinoamérica, la sociedad boliviana poscolonial se construyó sobre los remanentes de la estructura social colonial, en la que se mantuvo la división entre indios y criollos, una división organizada a lo largo de varias líneas institucionales. La prin- cipal institución fue la hacienda, que perpetuó las relaciones laborales serviles mediante el trabajo agrícola y el servicio personal de los indios Fon do Edit ori al PUCP 46 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica en beneficio de los hacendados criollos. Al  estar privados de la ciu- dadanía política, excluidos del acceso a la educación y marginados económicamente, la mayoría de bolivianos vivía como una minoría en su propio país. De manera similar a la experiencia de otros países andinos, las poblaciones indígenas de la sierra fueron integradas a la sociedad colonial y después a la república boliviana a través del trabajo agrícola servil y el tributo, mientras que la gente de las tierras bajas no desarrolló grandes vínculos con el Estado criollo o la economía mer- cantil sino hasta el siglo XX. Desde el orden republicano del siglo XIX hasta fines del XX, la ley no reconocía como ciudadanos a las muje- res o a los indígenas que trabajaban en las haciendas, con lo cual los hacía depender del poder paternalista y violento de los esposos, padres y amos criollos (Barragán, 2005). La «Revolución Democrática» de Morales se hace eco de la transfor- mación política más importante del siglo XX, la «Revolución Nacional» de 1952 liderada por el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) bajo el ímpetu de los profesionales reformistas de clase media, los tra- bajadores, mineros y líderes rurales. Esta revolución llevó a la expansión de los derechos ciudadanos para incluir a la mayoría de ciudadanos indígenas de Bolivia, mediante la adopción del sufragio universal y la reforma agraria que significó el fin de las relaciones de servidumbre entre los indios como trabajadores dependientes y los propietarios de las grandes haciendas (Grindle & Domingo, 2003). Gotkowitz (2007) demostró que antes de la revolución, los campesinos de las comunida- des indígenas de la sierra se habían movilizado por décadas. Oleadas de invasiones de parte de grandes latifundistas en sus territorios, que en muchos casos significó su expulsión, fueron el terreno donde se formaron los primeros líderes indígenas del siglo XX. Estos buscaban protección del Estado e invocaban la ley para dar la batalla por la resti- tución de sus derechos colectivos. Décadas antes del Primer Congreso Indígena llevado a cabo en La Paz, en mayo de 1945, ya se había formado una red nacional de Fon do Edit ori al PUCP 47 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon líderes de comunidades indígenas: los caciques. Ellos protestaron en contra de los grandes terratenientes que les confiscaron ilegalmente sus tierras y contra las condiciones laborales abusivas en las grandes haciendas. Entre otros acontecimientos políticos importantes que vale la pena mencionar están el primero y segundo «Congreso de Indígenas de Habla Quechua» realizados en Sucre en 1942 y 1943 (Gotkowitz, 2007; Rivera Cusicanqui, 1987). Particularmente el Primer Congreso Indígena, en el que participaron alrededor de mil delegados indígenas, fue descrito como un momento clave en el desarrollo de una nueva apertura dentro del Estado para que reconociera como legítimas las demandas indígenas. Los políticos de izquierda y los líderes sindica- les apoyaron el movimiento liderado por dirigentes indígenas, a tal punto que algunos de estos se afiliaron a federaciones sindicales como « secretarios de asuntos indígenas». El presidente Villarroel, que orga- nizó el Congreso Indígena, fue incluso llamado «tata» (padre) por los campesinos (Rivera Cusicanqui, 1987). Sin embargo, los resultados concretos del Congreso fueron escasos: el principal beneficio fue la abolición del pongueaje (trabajo personal obligatorio, no remunerado, realizado por los campesinos a benefi- cio del hacendado). Pero se había dado un paso clave al demostrar la voluntad del Estado de reconocer a los líderes indígenas como interlo- cutores legítimos. Los años que transcurrieron entre este Congreso y la Revolución de 1952 fueron muy agitados. El presidente Villarroel fue ahorcado por un grupo de ciudadanos urbanos que se oponían a su actitud proindígena. Este acontecimiento dramático llevó a una sucesión de rebeliones bajo diferentes liderazgos en todo el país, que terminó en una guerra civil (Rivera Cusicanqui, 1987). Cuando en 1952 la correlación de fuerzas finalmente lo permitió, el MNR se hizo cargo del gobierno para llevar a cabo un programa radical. Forzado por las invasiones espontáneas de los campesinos en las grandes haciendas, el gobierno del MNR adoptó una reforma agraria que transformó a los campesinos de las haciendas en pequeños propietarios de tierras. Fon do Edit ori al PUCP 48 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica Se adoptó el sufragio universal, se nacionalizó el sector minero y las reformas de la educación crearon escuelas rurales destinadas a integrar a la mayoría de ciudadanos indígenas en la cultura hispana nacional dominante (Hylton, Thomson & Gilly, 2007). Silvia Rivera Cusicanqui argumenta que ya desde 1947 el MNR asumió la tarea de «campesinar al movimiento indio» a través de nue- vas estructuras de organización bajo el control sindical. Estas, según Rivera, mataron temporalmente la iniciativa que los indígenas habían demostrado por décadas representándose a sí mismos y definiendo la batalla política en sus propios términos (1984, p. 109). Además, tam- bién significó la adopción del lenguaje de clase social bajo el rótulo de « campesinado» para describir y articular las luchas de los sectores indígenas. La  identidad colectiva de los mineros, la mayoría indíge- nas, también se proyectó políticamente a través del vocabulario y las demandas de clase. Como se puede imaginar fácilmente, esto no favo- reció la inclusión de la situación propia de las mujeres, ya que estas mayormente trabajaban en las chacras familiares o como amas de casa. Sin embargo, las mujeres de algunas zonas mineras se organizaron en «comités de amas de casa» para participar activamente en las huelgas mineras y en las protestas políticas. Este fue un proceso de acción colectiva muy importante que permitió que las mujeres se establecieran como actor político en la esfera pública (Lagos, 2006). Hasta fines de la década de 1960, los campesinos y mineros fue- ron miembros activos de las organizaciones corporativistas creadas por el Estado para apoyar lo que resultó ser una política reformista más que revolucionaria, tal como se manifestó en las fluidas relacio- nes diplomáticas y económicas entre Bolivia y los Estados Unidos. Sin embargo, desde fines de la década de 1950, el régimen y sus bases sindicalizadas empezaron a fragmentarse, y bajo la influencia del gobierno estadounidense, una dictadura militar se hizo del poder en 1964. El general René Barrientos asumió la presidencia y estableció lo que se conoce como el «pacto militar campesino» para contener a los Fon do Edit ori al PUCP 49 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon sindicatos mineros radicales y dividir a los sectores populares rurales y urbanos. Luego de su muerte y un breve gobierno de la Asamblea Popular, el general Hugo Banzer tomó el poder y estableció una dicta- dura militar entre 1971 y 1978. El pacto militar campesino se acabó en el contexto de la aplicación de las reformas económicas inspiradas por el Fondo Monetario Internacional que Banzer implantó. En  la década de 1970, los comités de amas de casa seguían movilizándose, aún bajo las condiciones adversas impuestas por esta dictadura de derecha. Organizaron una huelga de hambre que fue clave en la construcción de la oposición contra el régimen de Banzer y fueron reconocidas por los sectores populares bolivianos como heroínas de esta lucha (Lavaud, 1999). Antes del gobierno de Banzer ya habían surgido nuevos movi- mientos campesinos que poco a poco construyeron los cimientos de un movimiento autónomo. Empezaron en la región de La Paz entre los aymaras. Un movimiento de renacimiento cultural étnico también articuló las demandas materiales y políticas sobre la base de un aná- lisis histórico de la exclusión y opresión que experimentó la mayoría indígena. El  movimiento se formó a lo largo de dos tendencias que luego permanecerían dentro del movimiento indígena contemporáneo. La tendencia indigenista se centraba más radicalmente en la reconsti- tución de la sociedad y las instituciones indígenas precoloniales, y veía la exclusión de los criollos o blancos como una parte necesaria de esa reconstrucción. La tendencia katarista se enfocó en los temas de clase y asuntos étnicos y propuso una sociedad y un gobierno multiétnico (Van Cott, 2005, p. 53). El  líder katarista Genaro Flores lanzó el Manifiesto Tiwanaku en 1973, que se convirtió en una referencia ideológica y programá- tica importante para las futuras generaciones de activistas indígenas y campesinos. En este manifiesto hacía un llamado especial para que se creara el «instrumento político» de los campesinos, que describía como necesario para acabar con el ciclo de cooptación o instrumentalización Fon do Edit ori al PUCP 50 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica de  los  votos de los campesinos de parte de los partidos políticos. También afirmaba lo siguiente: Somos extranjeros en nuestro propio país. No  se han respetado nuestras virtudes ni nuestra visión propia del mundo y de la vida. La  educación escolar, la política partidista, la promoción técnica no han logrado que en el campo haya ningún cambio significativo. No se ha logrado la participación campesina porque no se ha respe- tado su cultura ni se ha comprendido su mentalidad1. A finales de las décadas de 1970 y 1980 la organización campe- sina experimentó una renovada autonomía. Algunas organizaciones unieron fuerzas por iniciativa de la Central Obrera Boliviana con la formación de la Confederación Sindical Única de Trabajadores del Campo de Bolivia (CSUTCB) en 1979. La CSUTCB fue la primera organización nacional campesina que reunió a todas las principales organizaciones campesinas bajo un proyecto político de autonomía desde la Revolución de 1952. Fusionó algunos sectores del movimiento campesino influenciados por el proyecto katarista de renacimiento cul- tural étnico. Asimismo, se impuso rápidamente en la escena política y durante los años ochenta participó en la transición a la democracia que fue bastante caótica. Los sindicatos organizaron cientos de protestas y se disparó la hiperinflación. Las mujeres participaron en la CSUTCB, pero su acceso se limitó a cargos dentro de la organización por las costumbres de propiedad de tierras que, por lo general, se oponía a los derechos individuales de las mujeres. Sin embargo, desde 1980 el reconocimiento de la participa- ción significativa de las mujeres en la política campesina adquirió forma y se creó una organización solo de mujeres, la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia «Bartolina Sisa» (FNMCB «BS»), cono- cidas popularmente como las Bartolinas. En un principio la  federación 1 Manifiesto de Tiwanaku, 1973. Disponible en varias páginas web. Fon do Edit ori al PUCP 51 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon sirvió para coordinar la movilización de las mujeres desde arriba, en lugar de ser una organización representativa y participativa. Como se explicará más detalladamente en el próximo capítulo, esto no estaba libre de tensiones. La  voluntad de los líderes campesinos varones de mantener el control sobre las mujeres chocó con el deseo de algunas mujeres líderes de formar una organización más fuerte y autónoma. Solo una década y media después, la federación se ganó el derecho a crear una estructura piramidal para reclutar desde el nivel local hacia arriba. A partir de 1985 se adoptaron diferentes reformas neoliberales, empezando por un ajuste estructural para hacer frente a la hiperinfla- ción y la deuda. La primera oleada de reformas incluyó la privatización de las minas estatales, que tuvo gran repercusión en la Central Obrera Boliviana (COB), un actor social clave cuya base estaba conformada por mineros. También puso fin a las políticas de sustitución de impor- taciones. Según lo reportado por Kohl (2006, p. 311), unos veinte mil mineros perdieron su trabajo como resultado de las privatizaciones y treinta y cinco mil perdieron sus trabajos en el sector privado de manu- factura. Para 1993, el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada adoptó varias reformas que incluyeron la privatización de empresas estatales y una mayor liberalización de la economía para atraer la inversión extran- jera, entre otras. Los sectores populares protestaron por la pérdida de empleos y los disturbios sociales llevaron a la represión estatal. Una de las consecuencias no previstas de las reformas neoliberales fue el mayor crecimiento del sector productor de hoja de coca. Esto fue producto de una sostenida migración desde las zonas mineras hacia las Yungas y los valles del Chapare en Cochabamba. Muchos de los nuevos productores de coca eran exmineros con larga experiencia en la orga- nización sindical. Ellos se unieron a las federaciones de productores de coca, que desde entonces se volvieron muy activas políticamente. Como resultado, para fines de la década de 1980 los sindicatos de productores de coca se convirtieron en el sector predominante dentro Fon do Edit ori al PUCP 52 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica de la CSUTCB, lo que fue crucial para las orientaciones políticas que la confederación adoptó durante la década de 1990. La  política alrededor de la raza/etnicidad dio un giro notable a principios de los años noventa, después de la primera protesta nacio- nal liderada por los pueblos indígenas de las tierras bajas de Bolivia, que marcharon a La  Paz en 1990. En  1991, el gobierno adoptó algunos decretos para reconocer los primeros territorios indígenas y ratificó el Convenio 169 sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización Internacional del Trabajo. En 1995, la CSUTCB y la organización de los pueblos indígenas de las tierras bajas, o Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), organi- zaron una segunda marcha para exigir una nueva reforma agraria y por los derechos territoriales indígenas. Como respuesta, el gobierno adoptó la Ley del INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria) que, entre otros asuntos, creó las Tierras Comunitarias de Origen (TCO), diseñadas como excepciones al patrón general de titulación individual de tierras, con la intención de reconocer las demandas colectivas indí- genas sobre el territorio. Sin embargo, como lo menciona Gustafson (2002, p. 282), las TCO no siempre estaban conformadas por terri- torios contiguos, sino que eran lotes de tierras más bien dispersos, lo que complicaba la gobernanza de estas nuevas entidades colectivas. La Ley del INRA también significó la reiniciación de la redistribución de la tierra y de la titulación basadas mayormente en los esquemas de propiedad individual. Además de los asuntos sobre tierras y territorios, una serie de reformas políticas y constitucionales dirigidas por el gobierno del presidente Sánchez de Lozada abrió el espacio político, lo que per- mitió que las organizaciones indígenas, así como otras organizaciones populares, ingresaran en el esquema de gobernanza recientemente creado como proyecto de modernización del Estado. Así pues, se creó un Ministerio de Asuntos Indígenas y Étnicos. La reforma de la Constitución de 1994 reconoció que Bolivia era un «país multiétnico Fon do Edit ori al PUCP 53 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon y pluricultural». También estableció el marco para crear gobiernos municipales rurales y descentralizar el gobierno central. Una reforma educativa insertó la educación intercultural bilingüe en los currí- culos para las regiones culturalmente diversas (Gustafson, 2002). La Ley de Participación Popular (1994) y la Ley de Descentralización Administrativa (1995) regularon los gobiernos municipales recién creados y propusieron nuevos mecanismos democráticos para la par- ticipación popular. El vasto programa de descentralización adoptado por el gobierno pasó por alto a los departamentos del país y estableció vínculos directos entre el Estado central y el nivel local. Al establecer gobiernos municipales elegidos por sufragio universal, las reformas democratizaron las relaciones de poder locales de acuerdo con los estándares democráticos liberales y garantizaron una mayor presencia institucional del Estado mediante la gestión descentralizada de los recursos (Van Cott, 2000). Las  reformas políticas también incluyeron cuotas electorales de género a partir de 1999, cuando por primera vez los partidos se vieron forzados a incluir un 30% de mujeres en sus listas electorales. A esto le siguió una cuota del 50% para todos los cargos elegidos a partir de 2004, que al principio no llegó a cumplirse. Estas mejoras fueron importantes para las mujeres bolivianas, porque hasta entonces habían sido excluidas, por ley o en la práctica, de la esfera política electoral (Arnold & Spedding, 2005). Aunque al principio pareció que sería el tipo de reforma que promovería el acceso de las mujeres profesionales al poder político, el crecimiento paralelo que tuvo el movimiento indí- gena en la política boliviana, combinado con lo anterior, permitió el ingreso de las mujeres indígenas en la política electoral. El  componente de participación popular de la descentralización se llevó a cabo sobre todo a través de la formación obligatoria de los comités de supervisión ciudadana en cada municipio. Estos debían ser un espacio para los líderes de las nuevas organizaciones creadas por ley: las organizaciones territoriales de base —OTB—, para controlar Fon do Edit ori al PUCP 54 Movimientos de mujeres indígenas en Latinoamérica el uso de los fondos del gobierno central canalizados a los gobiernos municipales para servicios sociales. Según lo informado por Van Cott, una encuesta llevada a cabo en 1996 mostraba que más de la mitad (55,3%) de los presidentes de los comités de supervisión hablaba un idioma diferente al castellano, un indicador relativamente confiable de la identidad indígena (Van Cott, 2000, p. 184). Aunque se reportaron numerosos problemas que perjudicaron el funcionamiento de las OTB, sin embargo, representaron una nueva oportunidad para los sectores populares —la mayoría indígena— de participar directamente en la administración de los gobiernos municipales. Sin  embargo, cuando Hugo Banzer fue elegido presidente en 1998, se encargó de debilitar los mecanismos de participación popular y, en cambio, redirigió algunos de los recursos de la descentralización hacia los departamentos, donde su partido —Acción Democrática Nacional— tenía mayor poder. Hacia fines de los años noventa, la política boliviana estuvo mar- cada por el surgimiento de un nuevo partido, que en un primero momento se llamó Asamblea por la Soberanía de los Pueblos (ASP). Tomando como base la idea central del Manifiesto Tiwanaku sobre la necesidad de los campesinos de construir sus propios vehículos para su autorrepresentación política, el proyecto de crear un «instru- mento político» fue discutido en el Primer Congreso de la CSUTCB en 1988. El argumento era reemplazar a los «partidos tradicionales» dirigidos por las élites mestizas urbanas como las únicas opciones dis- ponibles para acceder al poder político formal. Aunque en los años setenta los líderes campesinos de los movimientos indigenista y kata- rista formaron partidos, su debilidad hizo que tuvieran que aliarse con los partidos tradicionales liderados por mestizos o simplemente no lograron obtener los votos suficientes como para mantenerse entre una elección y la otra (Van Cott, 2005). Por el contrario, la ASP fue el resultado de una decisión masiva, de amplia base, y una resolución firme de parte de varias organizaciones incluyendo algunas organi- zaciones de mujeres. Entre las numerosas movilizaciones indígenas Fon do Edit ori al PUCP 55 Stéphanie Rousseau y Anahi Morales Hudon que se realizaron alrededor de las celebraciones por los 500 años de la llegada de Colón a América, se llevó a cabo una reunión denomi- nada «Asamblea de Pueblos Originarios», el 12 de octubre de 1992, para reunir a las diferentes organizaciones indígenas y campesinas de las diversas regiones. En esta ocasión también se discutió el proyecto de construir un «instrumento político». Posteriormente, el proyecto se hizo más fuerte dentro de la federación de los productores de hojas de coca y fue adoptado oficialmente por la CSUTCB en su congreso de 1994 (Stefanoni, 2006). Las  reformas institucionales abrieron el espacio municipal a los líderes indígenas y campesinos y logró que la fundación de un nuevo partido fuera políticamente atractiva. Además, una reforma del código electoral favoreció a los partidos más pequeños que tenían posibilidades de ganar en zonas de apoyo concentradas geográficamente (Van Cott, 2005). Como resultado, el partido ASP se lanzó a las elecciones muni- cipales de 1995 y a las nacionales de 1997, con Alejo Véliz como candidato presidencial. Los productores de hoja de coca lograron obte- ner numerosas mayorías en las áreas donde se concentraban, lo que significó que ganaran diez alcaldes, 54 concejales municipales y seis concejales departamentales. En las elecciones nacionales de 1997, ASP ganó cuatro diputados nacionales. Las  tensiones entre los diferentes líderes llevaron a una división de la ASP y a la formación de otro par- tido, el Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP), liderado por Evo Morales. En  las elecciones municipales de 1999, el IPSP compitió b