Primera edición: marzo de 1999 Cubierta: Dixie Ann Márquez y Michael Steele De lo andino a lo universal. La obra de Edgardo Rivera Martínez. Copyright© 1999 por Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Av. Universitaria, Cuadra 18 San Miguel. Lima, Perú. Telfs. 460-0872 - 460-2291 y 460-2872 Anexos 220 y 356 Derechos reservados ISBN 9972-42-157-0 Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Impreso en el Perú - Printed in Peru NOTAS ACERCA DE LA NARRATIVA 'NEO-INDIGENISTA' POSTERIOR A 1971 Tomás G. Escajadillo El caso de Edgardo Rivera Martínez (Jauja, 1933), y su posible vinculación con el neoindigenismo, merece un aparte. Aunque su pri­ mer libro, El unicornio (Lima, s.p.i. -impreso en la imprenta de UNMSM- 1964), es anterior al reconocimiento de su narrativa, es un fenómeno de la década de los '70. Como lo he manifestado en otra oportunidad, "bien podría decirse de El unicornio que fue la gran omi­ sión de la crítica en 1964; los críticos no vieron un volumen de veras importante. Eso hace de la narrativa de Rivera Martínez un fenómeno básicamente de los años '70, cuando en justicia debió figurar en los co­ mentarios críticos y antologías de los años '601 . En la misma oportuni­ dad, al notar que su reciente libro Angel de Ocongate y otros cuentos (Lima, PEISA, 1986) se presentan "en fa primera parte ( ... ) cuentos cuyo espacio y temática son los de la Sierra; y en la segunda parte cuentos cuyo acontecer transcurre en Lima", añadía. "Rivera Martínez trabaja paisajes borrosos, juega con niveles de irrealidad, hace uso abundante de la fantasía y de anécdotas como entrevistas en un sueño. Para limitarme a sus relatos 'andinos', quisiera enfatizar que Rivera Martínez desconcierta a la crítica, plantea un reto hasta ahora no abor­ dado por la crítica nacional. En efecto, su narrativa 'andina', ¿es 'indigenista' ?"2 . Y agregué: (TGE): Angel de Ocongate. En: El Observador, Lima, 4 de enero de 1987, p. 13. 2 Ibid. 89 Pues Edgardo Rivera Martínez rompe todos los esquemas del indigenismo. ¿A quién se le hubiera ocurrido hacer apa­ recer un unicornio en nuestros lares andinos? ¿A quién se le ocurriría hablar de un niño andino "civilizado", que reci­ be en su casa de la sierra lecciones de música clásica al piano o que aprende idiomas extranjeros?3 • ¿Son nuevas facetas de la realidad andina? ¿Rivera Martínez está am­ pliando el ámbito espiritual del "indigenismo"? ¿Estamos ante una nueva versión de una suerte muy original del "neoindigenismo"? El excelente cuento "Enigma del árbol", cuyo protagonista es un comerciante "turco" de bastante cultura, y cuya anécdota amorosa se mezcla con la historia de un exótico árbol, al mismo tiempo que es muestra de la maestría narrativa del autor, plantea un obvio reto para el crítico literario4 . Como queda dicho, la narrativa de Rivera Martínez sólo en parte es "andina". Sería interesante subrayar que Rivera Martínez no sólo es nativo de la Sierra y su infancia y juventud transcurren en ella, sino que también es un estudioso del Ande peruano5• Después de los cuatro relatos que conforman El unicornio (l 964 ), Rivera Martínez publicaría, sucesivamente, El visitante (Lima, Ediciones de la Clepsidra, 1973), y luego volúmenes "finales": Azurita (Lima, Editora Lasontay, 1978), que 3 En justicia, este niño andino "civilizado" pertenece a la autobiografía del autor y no a una obra de ficción. Estas y otras experiencias de ERM, que me han sido relatadas por él mismo, ilustran lo peculiar de su background y -como en el caso de Zavaleta y Yauri- Rivera Martínez dará cuenta inevitablemente, de "su" Sierra, del mundo andino tal como lo conoció y lo conoce. 4 (TGE): Angel de Ocongate, art. cit. (en la nota 1), p.13. 5 Cf. (ERM): El Perú en la literatura de viaje europea de los siglos XVI, XVII y XVIII. Lima. UNMSM, 1963; Imagen de Jauja. Huancayo, Universidad Nacional del Centro del Perú, s.f. (1968); Hombres, paisajes y ciudades. Lima, Lasontay, 1981. ERM es el director de la revista Literaturas Andinas, que publica en Jauja el Instituto de Estudios Cultura y Sociedad en los Andes (IDECSA No 1 Jauja, segundo semestre de 1988, 140 pp.; Nos. 5-6, primer y segundo semestre de 1991, 76 pp.) Su último trabajo académico en este campo (ampliado) es la traducción y el penetrante estudio introductorio a la monumental Perú y Bolivia, de Charles Wiener (UNMSM/lnstituto Francés de Estudios Andinos, 1993, 860 pp.) 90 a los cuatro textos de El unicornio adiciona otros tantos inéditos; Enun­ ciación (Lima, Editora Lasontay, 1979), que reúne, a diferencia de Azurita, los relatos no-andinos; son tres, uno de ellos "El visitante". Posteriormente Rivera Martínez ha publicado, en fascículo independien­ te, Historia de Cifar y de Camilo (Lima, Editora Lasontay, 1981), exce­ lente relato de ubicación citadina. Con el título del cuento premiado en la primera versión del concurso de Caretas, Edgardo Rivera Martínez ha dado a la luz un Angel de Ocongate y otros cuentos (Lima, PEISA, 1986); en una "Nota preliminar" a este libro, se informa: "Se ha reuni­ do en este libro, por acuerdo entre el autor y la editora, relatos ambientados en dos áreas de nuestra patria. En la Primera Parte se in­ cluyen cuentos cuyo espacio y temática son los de la Sierra; y en la Se­ gunda Parte cuentos cuyo acontecer transcurre en Lima" (p. 7). Todo hace pensar que similar estructura tendrán los siguientes libros de cuen­ tos de Rivera Martínez. Quizás el primer comentario crítico valioso de la narrativa de Rivera Martínez es el "Prólogo" que Antonio Cornejo Polar escribiera para la edición de Azurita. En él habla de que "Rivera Martínez ha que­ rido reunir, bajo el título de Azurita, sus cuentos de ambiente andino, denominación harto imperfecta, sin duda, pero que sirve al menos para determinar un cierto ámbito de convergencia y para deslindar estos re­ latos de otros" (p. 7); los de ubicación cosmopolita y universal; agre­ gando: "Como se ha dicho, todos estos textos confluyen en el espacio andino y comparten en términos generales, una misma concepción del hecho narrativo". (p. 8). Cornejo Polar se interesa en insertar la narrati­ va de Rivera Martínez en el contexto de la tradición indigenista: De hecho los cuentos de Azurita afincan su nivel de repre­ sentación en la vasta región de los Andes, cuyo paisaje es descrito con fruición pictórica, con prosa sensitiva pero re­ frenada, y rastrean acciones de personajes también defini­ dos por su condición serrana; sin embargo, por encima de este plano referencial, aunque sin inhibirlo, el narrador mo­ dula una dimensión semántica más amplia, legítimamente ontológica, que se resuelve, casi siempre, por la vía de lo 91 maravilloso, en una densa y sutil predicación de orden existencial. En este sentido los cuentos de Rivera Martínez, escapan a la norma indigenista: si en ella el énfasis del dis­ curso se sitúa en la realidad social, en Azurita queda privi­ legiada una perspectiva más bien filosófica, hondamente contemplativa, que universaliza, sin diluirla, la problemáti­ ca de lo concreto. (p. 8; mi subrayado)6. El punto está, sin embargo, en debate. No olvidemos "los dos indigenismos" de que hablaba Ciro Alegría: "uno de ellos es el de la protesta y la lucha en favor de los indios, y otro es el de la valorización o revalorización intelectual del hombre indígena"7• Sólo queda por esta­ blecer si el "hombre indígena" es restrictivamente el indio analfabeto, el comunero acosado de El mundo es ancho y ajeno o Todas las san­ gres, o puede ser otro tipo de "personaje". Estamos viendo que Zavaleta y -más explícitamente- Yauri, amplían la gama de creaturas que pueblan el Ande peruano; a José María Arguedas le tomó treinta años -de Agua (1935) a Todas las sangres (1964)- establecer toda una gama de status de los "mistis", que ya no son la entidad monolítica y todopoderosa de su libro, sino que se subdivide en categorías como "vecino más principal", "señores empobrecidos", etc. Lo que nunca presentó Arguedas es un ser andino que leyera libros (del "mundo occi­ dental"), como varios de los personajes de Rivera Martínez. Raúl Bue­ no ha observado, sagaz y quizás risueñamente, que el "profesor" que relata la historia de El unicornio es una suerte de alter ego del autor: "Se trata de un profesor sedentario, contemplativo, moderado, de mu­ cha sensibilidad y cultura (especie de reflejo del autor, salvo en lo se­ dentario), cuya parsimonia en el narrar parece ser la pauta que siguen 6 Raúl Bueno Chavez concuerda con esta observación: "Sorprende ( ... ) el modo de aportar cada cuento su cuota de figuras ambientales para reproducir con riqueza el universo andino, en que tienen lugar las diversas historias del libro; la manera de trascender la problemática indigenista para situar en un ámbito universal los conflictos del poblador andino". Cf. Reseña Azurita. En: RCLL. Lima, IV, Nos. 7-8, ler y 2do. semestres de 1978, p. 224. Ver sin embargo, la nota 9. 7 (CA): Primer Encuentro de Narradores Peruanos. Arequipa 1965. Lima, Casa de la Cultura del Perú, 1969, p. 248; hay una segunda edición de este libro: Lima. Latinoamericana Editores, 1986. 92 los demás relatos8 . Precisamente este tipo de personajes ajenos a la clá­ sica (y a veces simplista) tradición indigenista es el que intenta abrirse paso en las ficciones de Carlos Eduardo Zavaleta, Marcos Yauri y Edgardo Rivera Martínez. El "profesor" de Rivera Martínez es el equi­ valente a "El niño que escribía cartas ajenas" de Zavaleta (también eso hace el narrador de El unicornio.) Tal como lo manifestara Yauri Montero en la entrevista citada, el autor de María Colón se caracterizaba -y hacía esta caracterización ex­ tensiva a Zavaleta y Rivera Martínez- a sí mismo como descendiente de una casta de "señores empobrecidos", que busca la supervivencia a tra­ vés de la cultura y/o la profesionalización universitaria. Rivera Martínez parece no aspirar a dramatizar poéticamente cosas tan com­ plejas; se limita a presentar una galería de personajes andinos cultos, "leídos": el maestro de El unicornio (cuya cultura parece despro­ porcionada en relación a las sapiencias elementales que enseña a sus jóvenes alumnos) confiesa: "Soy gran amigo de la lectura, y casi toda mi morada está llena de libros, muchos de ellos raros, insospechados, en antiguas y curiosas ediciones, que mis antepasados -modestísimos hidalgos- reunieron para entretenimiento de sus ocios. Mis preferencias se dirigen a los libros de poesía, las relaciones de viaje, las historias caballerescas" (p. 51 ). Otros personajes duplicarán su condición de "leídos", desde el modesto buscador de piedras preciosas de "Azurita" - que no pudo terminar la secundaria a pesar de sus propios deseos y los de su padre-: "Fue una lástima (que no terminara media), pues era buen alumno y le gustaba el estudio ... Leía, no obstante, de noche, en casa de aquel tío, orador aficionado. Lecturas varias, que le dejaron una cier­ ta facilidad de palabra, motivo de sorpresa para los conocidos" (pp. 17- 18). El comerciante de origen armenio de "Enigma del árbol", uno de los mejores textos de Angel de Ocongate y otros cuentos, liquida su ne­ gocio y para distraer el ocio le compra 182 libros a un amigo: " .. .los ciento ochentidós volúmenes, comprados para tener que leer, mucho que leer, como siempre había deseado" (p. 51). 8 Cf., la reseña de Raúl Bueno a Azurita citada en la nota 6, p. 225. 93 Varias otras cosas caracterizan la singularidad de Rivera Mar­ tínez; una pauta estilística que se acomoda al relato pausado; la introspección de muchos personajes andinos, su caracterización psicoló­ gica, insólita en la tradición indigenista, que -al decir de Cornejo Polar­ sin embargo, no evita aludir a la tensión social del Ande9• "La descrip­ ción psicológica parece interesar de manera especial a Rivera Martínez", afirma el crítico citado (p. 9): Tal vez por relación homológica con la solemnidad de la naturaleza andina, los personajes de Rivera Martínez, inclu­ yendo su nutrida galería de personajes infantiles, se carac­ terizan por una elegante parsimonia introspectiva, por una sagaz comprensión de su circunstancia vital y de su inserción en el mundo, que se resuelve en una escéptica se­ renidad ante el dolor o la tragedia que suele acosarlos, y por una constante y cálida comunicación del paisaje. (p. 9) De otro lado, la "prosa sensitiva y refrenada" o la existencia de una "prosa poemática" (palabras de Cornejo Polar), como "Amaru", que, al decir de Ricardo González Vigil es "una partitura musical, un ejercicio poético en prosa"10, es un rasgo caracterizador del conjunto -y no sólo de textos como "Amaru"- de la "narrativa andina" de Rivera Martínez 11 . No debe dejar de subrayarse, de otro lado, la frecuencia del 9 Dice Cornejo Polar: "Aunque sin explicitez vindicativa, pero sí con rigor consistente, este nivel somete a juicio el sistema económico-social de los Andes, mostrando la miseria de los pastores o la explotación de los mineros, y algunos aspectos de la superestructura, según se aprecia en "Ave Fénix" con respecto a la religión, o en "Marayrasa" en referencia a los organismos represivos del Estado". Cf. "Prólogo" a Azurita citado, p. 8. Cf. nota 6. 10 Dice González Vigil: "'Amaru' es un texto hermético, laberíntico, oscuro. Exige una interpretación atenta a sus varios niveles de sentido ( ... ) y reitera, en forma espléndida, el mensaje de los relatos precedentes. "Amaru" es una partitura musical, un ejercicio poético en prosa. Es un canto ritual que suscita -entrevé- momentáneamente la pureza del mito, la existencia primordial. En nuestra literatura, únicamente Eguren (en sus Motivos) ha otorgado semejante magia a la palabra, a la frase, a la imaginación". Cf. Solapa de Azurita. 11 Antonio Cornejo Polar, por ejemplo, opina lo siguiente: "Aunque 'Amaru' no es un texto representativo de este volumen, en la medida en que es mucho más un poema 94 diseño -seguro, firme- de memorables personajes infantil-juveniles; la apertura a complejos temas como los que podría llamarse la "identidad cultural" del habitante andino. De otro lado, debe repararse en que el paisaje andino en Rivera Martínez ya no es "colorista" sino, más bien "esencial'', "subjetivo". Otra pauta que se acomoda a los narradores introvertidos de Rivera Martínez es la ausencia de diálogos, o más bien, la reducción al mínimo de ellos. Finalmente, debe prestarse atención a la existencia de lo maravilloso-universal al lado de lo mágico-mítico de la visión andina del mundo; Ja presencia de un unicornio en lares andinos y su connotación de "lo universal", "lo europeo", para decirlo con las palabras de Raúl Bueno, implica "el hallazgo de un nuevo "ma­ ravilloso" integrado a la vez por las míticas indígenas y clásica"12 . En el momento de cerrar este libro acaba de aparecer (amigo, vaya un amigo) País de Jauja, una novela mayor de nuestra narrativa del siglo, que obliga a una adición. Volvemos a preguntarnos: ¿este es "neoindigenismo"? País de Jauja (Lima, Ediciones La Voz, 1993, 515p.) es una recreación de la Jauja de los años 40, vista a los ojos de un sensible adolescente. Pero en lo que nos interesa, si en ficciones de ambientación similar anteriores se podía hablar de "neoindigenismo" porque si bien no se tratába de luchas por la tierra y temas similares, el ambiente andino era muy fuerte, ahora nos invade la duda. Como en el caso de Zavaleta, la ciudad andina -en este caso pequeña pero muy cos­ mopolita- puede servir al propósito de otro discurso. El propio autor se distancia -en declaraciones- del "neoindi­ genismo". Pero ello, ¿cierra el debate o más bien abre la necesidad de ampliarlo? Yo quisiera que País de Jauja fuera una muestra -una de las mejores muestras- de "neoindigenismo", pero ello tiene primero que ser debatido. Tenemos que anotar que la crítica -la abundante crítica- que ha suscitado la publicación de esta novela mayor, no se ha preocupado del tema. Nosotros sí tenemos que abordarlo. que un relato, cierra y corona el hermoso discurso narrativo que enhebra las distintas instancias de Azurita y pone énfasis en la perspectiva poética desde la que deben leerse estos cuentos". Cf. "Prólogo" a Azurita citado, pp. 9-10. 12 Cf. La reseña de Raúl Bueno a Azurita citada en la nota 6, p. 224 95 Los jaujinos, por razones históricas que muchos saben, no cono­ cieron ni la dominación Inca, ni el latifundio de las encomiendas colo­ niales, ni la ferocidad de las haciendas de horca y cuchillo de nuestra augusta tradición republicana. País de Jauja puede así ofrecernos una particular visión de un mundo andino integrado, en que coexisten armo­ niosamente y con felicidad las más diversas corrientes culturales, un fe­ nómeno ciertamente favorecido por la especial situación de Jauja, don­ de, reiteramos, no ha habido latifundio, donde todos eran, más o me­ nos, pequeños propietarios, y donde acudían, en pos de salud gentes de todas las partes del Perú, incluso Europa, con cierta tendencia a perte­ necer a estratos económicamente favorecidos. La fábula novelística tiene como protagonista a Claudio y a sus vacaciones jaujinas de 1940. La novela es varias cosas a la vez. Es nuestro equivalente al joyceano Retrato de un artista adolescente (1914) o a El retrato del artista cachorro (1940) de Dylan Thomas. El cachorro de artista duda entre la música y la literatura. Marco Martos llega a decir: "País de Jauja es una de las más hermosas novelas de los últimos años y el primer relato en el Perú que alude a la formación del artista". "Claudio y el amor en Jauja a los 15 años" también podría rotu­ larse la novela pues, como dice Luis Millones, "el universo de Claudio está poblado de amores" o, en las palabras de Marco Martos, Claudio "empieza a sentir la dulce garra del amor" (El Peruano). Como se ve, en todo caso, las posibilidades de abordar a País de Jauja como "novela de aprendizaje" son muy amplias. La novela de Rivera Martínez ha sido saludada con inusitado y unánime elogio por la crítica: "Obra lírica de largo aliento y corte intimista que se sitúa en lugar de honor de la literatura nacional" (Guillermo Niño de Guzmán); "Obra mayor de la narrativa peruana" (Antonio Cornejo Polar); "La gran novela de Rivera Martínez" (Ricardo González Vigil); "Constituye para la narrativa peruana un valioso y du­ radero aporte" (Ismael Pinto); "Nunca 515 páginas han corrido tan rápi­ do ante mis ojos" (Luis Millones); "Una novela excepcional" (Marco 96 Martos); "Edgardo Rivera ha escrito la novela más hermosa de estos úl­ timos tiempos" (Gestión). Nos gustaría comentar otros aspectos de la novela, como por ejemplo .de que al ser la novela de "la formación del joven artista", es una suerte de novela dentro de otra novela (los "cuadernos" o "libretas" del narrador adolescente); sin embargo, debemos fijar nuestro foco en otros asuntos. Dice Cornejo Polar: "ERM ha escrito una novela de lar­ go aliento, que nos presenta a través del recuerdo de su ciudad la ima­ gen de un país posible, mestizo e integrado. La visión de Rivera de esa Jauja, tierra mítica de riqueza y felicidad, constituye una propuesta úni­ ca y singular en la actual novelística peruana" (Mi subrayado), a lo que agrega: "En el fondo, en efecto, País de Jauja puede leerse como una admirable alegoría de la transculturación feliz, enriquecedora". Este punto ha interesado en particular a la crítica. Así escribe Ismael Pinto: "Una especie de mestizaje asimilador, lejano y no imposible reflejo - ¿una utopía literaria?- de un 'Perú posible e integrado"'. Marco Martos, por su parte afirma categóricamente: "El relato muestra a Jauja como una imagen de un Perú posible e integrado" (Gestión). ¿Esto impediría que se siga hablando de "neoindigenismo"? González Vigil reflexiona en especial sobre este punto: La profundidad con que aborda el mestizaje como proyec­ to nacional. Un mestizaje en que las raíces deben ser autóctonas, a las que debe añadirse un aprendizaje crítico y creativo de la cultura "occidental" y la de otras latitudes. Una postura similar, pues, a las del Inca Garcilaso, Ciro Alegría, José María Arguedas y Gamaliel Churata. La nota diferencial de País de Jauja procede de su tono jubiloso, el de su mestizaje ya cristalizado en gran medida (debido a las características peculiares de Jauja en la historia nacio­ nal), y no sólo como una esperanza azotada por la angustia en un futuro distante, esgrimida desde las frustraciones y masacres con que acaban los Comentarios reales, El mun­ do es ancho y ajeno, Todas las sangres, etc. Precisamente, 97 la imagen legendaria del "País de Jauja" como el de una tierra paradisíaca connota que la meta deseable para el Perú, la ejemplifica el mestizaje jaujino. Quizás País de Jauja sea el fin de toda una saga en que el primer plano lo ocupa las masacres cíclicas al campesino (El mundo es ancho y ajeno, Todas las sangres, La guerra silenciosa, etc.): hay que discu­ tirlo. Cornejo Polar subraya el tono gozoso con que termina el libro: "brilla el sol y el aire es límpido, clarísimo", Y comenta: "su insólito optimismo es también, por decir lo menos, saludable"; nuevo tema de discusión, pues no puede dejar de reconocerse que el pesimismo y la ausencia de alegría es un rasgo que unifica, hablando en trazos gruesos, al indigenismo y su secuela, el neoindigenismo". Así, pues, en esta Jauja a la vez real de 1940 e irreal (y como difuminada como ha señalado más de un comentarista), vista por la mi­ rada asombrada (y enamorada) de un adolescente local "arty type", des­ filan nobles y ricos europeos que han venido a curarse en el sanatorio de la maligna tuberculosis y forman un río que confluye no solamente con los pacientes peruanos (de casi todo nivel económico), sino que to­ dos ellos se mezclan con la población de la ciudad. Pero, en especial, confluyen la literatura, los mitos y la música de las más remotas regio­ nes del mundo (pero sobre todo, europeas), con sus correlatos locales; como dice Millones: "Mozart, Schubert y Beethoven se combinan con los huaynos y pasacalles para redondear la pintura de un ambiente don­ de la armonía resulta de elementos dispares". Así varios críticos eva­ lúan el sentido de la escena final en que el protagonista, luego del re­ pertorio fúnebre occidental de rigor, interpreta en el órgano mayor un antiguo himno andino. ¿Unidos los contrarios contra la muerte? Jauja a diferencia de las ciudades serranas de Zavaleta, cuenta con un aura mítica ("¡Valle de Jauja!" se lee en muchos libros europeos y norteamericanos a lo largo de varios siglos) que Rivera Martínez ha sabido aprovechar, de suerte que por momentos vemos las cosas como a través de una ligera neblina. Por ello es que País de Jauja, novela mayor sin la menor duda, debe desde ya reflexionarse en relación con 98 las ficciones que han tenido como escenario el Ande peruano. Puede ser una historia "urbana", de una urbe serrana y cosmopolita a la vez. Quizás, más bien, esté en las fronteras más "abiertas" del "neo­ indigenismo" o, dicho de otra manera, haya ampliado las fronteras del "neoindigenismo" (lo que no le impide ser una novela "moderna", sumamente original y que sobrepasa o no se interesa por los tópicos te­ máticos, tonos ambientales y "paisajes" de la tradición indigenista. Qui­ zás País de Jauja, más que novela epigonal de una tradición, sin dejar de serlo, es sobre todo, una novela fundadora (del optimismo, por ejemplo )13 • [No tas acerca de la narra ti va neo-indigenista posterior a 1971] en La narrativa indigenista peruana. Lima: Amaru Editores, 1994] 13 (Cf. Guillermo Niño de Guzmán: "En busca del paraíso perdido". Caretas, Lima lo. de julio de 1993, pp. 68-69; Antonio Cornejo Polar, "Nombre de país: el nombre''. Sí, Lima, 5 de julio de 1993, pp. 42-43; Ricardo González Vigil, "La gran novela de Rivera Martínez". Lima, " Suplemento Dominical" de El Comercio, lo de agosto de 1993; Alat (Alfonso La Torre): "País de Jauja, celebración de lo andino" (entrevista). La República. Lima, 31 de julio de 1993; Ismael Pinto: "Crisol de sangres y cultura." Expreso. Lima,11 de agosto de 1993; Luis Millones: "La educación sentimental". Debate. Lima, setiembre­ octubre 1993; p. 63; Marco Martos: El país de Jauja. El Peruano, Lima, 13 de octubre de 1993; M.M.: "Rivera Martínez, un orfebre de la palabra". Gestión, Lima, 14 de octubre de 1993). 99