Homenaje Luis Jaime Cisneros Tomol Editor: Eduardo Hopkins Rodríguez Diseño de carátula: Giselle Scheuch Copyright© 2002 por Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Plaza Francia 1164, Lima Telefax: 330-7405. Teléfonos: 330-7410, 330-7411 E-mail: feditor@pucp.edu.pe Obra Completa rústica: 9972-42-473-1 Tomo 1: 9972-42-474-X D.L. 1501052002 2422 Obra Completa tapa dura: 9972-42-476-6 Tomo I: 9972-42-477-4 D.L. 1501052002 2421 Primera edición: julio de 2002 Derechos reservados, prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje: la construcción del objeto de estudio de la lingüística* Introducción Jorge lván Pérez Silva Pontificia Universidad Católica del Perú EN EL CAPÍTULO III DE su OBRA El funcionamiento del lenguaje, Luis Jaime Cisneros se pregunta por el objeto de estudio de la lingüística. Afirma que según diferentes autores esta disciplina se ocupa bien de las len­ guas, bien del lenguaje. Cisneros (1991: 41) sostiene que son «muchas las soluciones propuestas» y elige dos como las más significativas: las escuelas funcionalista y generativista. Según el autor, mientras que la primera «insistirá en el carácter institucional de las lenguas y en sus diferencias individuales y destacará -como su contribución decisi­ va- la función social de la comunicación», la segunda «centrará su atención en la capacidad intelectual del hombre, preocupada por la aptitud de éste para el comportamiento lingüístico, entendiendo el lenguaje como sistema cognitivo que permite al hombre desarrollar el saber» (1991: 41-42). En el resto de su obra, Cisneros elabora magis­ tralmente una imagen del lenguaje que sintetiza críticamente algunas de las principales propuestas que desde Saussure se han adelantado acerca de la naturaleza de este objeto, analiza los diferentes aspectos que lo constituyen y explica cómo se articulan estructuralmente para su funcionamiento. En el presente artículo, pretendo llevar a cabo una tarea similar aunque, ciertamente, mucho más modesta. Me propongo presentar una propuesta sobre cómo entender las lenguas naturales como legí­ timos objetos de estudio. Sugiero una manera en la que estos objetos pueden ser concebidos teóricamente con el fin de articular de modo coherente su naturaleza psicológica y sociohistórica, así como para caracterizar su estructura interna. En particular, discuto algunas de * Este artículo es una versión del capítulo 2 de Pérez Silva (1999). 410 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje las principales ideas lingüísticas que se han adelantado a lo largo de este siglo con la finalidad de reconciliar la antinomia homogeneidad­ heterogeneidad que se encuentra en las lenguas y sostengo que los intentos científicos por describir dichas entidades han tratado de im­ poner constructos teóricos discretos y estáticos (como las nociones de sistema y variedad) en objetos que son continuos por naturaleza. La propuesta general es que las lenguas son entidades reales cuyos límites se establecen por criterios sociohistóricos. Su peculiaridad ra­ dica en que son entidades compuestas por personas portadoras de un conocimiento lingüístico individual. Este conocimiento tiene la forma de una gramática polilectal construida a partir de diferentes fuentes de acuerdo con la historia lingüística del individuo. El resultado de este proceso de construcción a partir de diferentes fuentes es una com­ petencia lingüística estructurada de una manera atomista, en el senti­ do de que constituye un repertorio de diversos rasgos lingüísticos de los diferentes componentes del lenguaje. La estructura del artículo es la siguiente: en la sección 1 se ofrece una breve reflexión epistemológica sobre cómo se conciben los objetos en general y las lenguas naturales en particular y en la sección 2 se presenta una revisión de las principales características del lenguaje que permiten definirlo. Las siguientes cinco secciones desarrollan di­ ferentes ideas sobre el lenguaje como objeto de estudio que han sido propuestas a lo largo del siglo XX: el sistema homogéneo de Saussure (sección 3), la noción de variedad del estructuralismo (sección 4), la propuesta de sistemas coexistentes de Weinreich, Labov y Herzog (1968) (sección 5), la nocion chomskiana de competencia individual (sec­ ción 6) y la idea de la gramática polilectal (sección 7). La sección 8 presenta, finalmente, las conclusiones del trabajo. l. La construcción de un objeto (lingüístico) Una lengua natural puede ser concebida como un objeto o como un evento. Si el español, por ejemplo, es concebido en el primer sentido, uno puede imaginar una especie de organismo gigante constituido por personas que interactúan produciendo enunciados los cuales, de alguna u otra forma, condicionan diferentes o similares reacciones en otras personas. En este sentido, el español no es diferente de (diga­ mos) un perro, normalmente concebido también como un objeto. Un perro también es una unidad conformada por diferentes elementos Jorge Iván Pérez Silva 411 en interacción, aunque no todos ellos se encuentren en una relación de uno a uno. Pero el español también puede ser considerado como un evento: en algún sentido el español ocurre o acontece. De manera similar a, por ejemplo, un concierto, el español es un suceso que requiere de perso­ nas en interacción, aunque en este caso producen enunciados y no música. Y si estiramos esta analogía un poco más, entonces un con­ cierto también puede ser considerado un objeto: uno que deja de exis­ tir tan pronto como sus constituyentes se desagregan. Análogamente, un perro también podría ser considerado un evento dado que su exis­ tencia acontece en el tiempo, tiempo en el cual sus constituyentes per­ manecen juntos en armonía para luego desagregarse. Así, si consideramos una lengua natural en los términos expuestos arriba, no existe razón aparente para negar su estatus como un objeto de estudio científico. Sin embargo, es una idea común entre algunos investigadores (los generativistas, por ejemplo) que una lengua indi­ vidual no tiene existencia real y que por tal razón la investigación lingüística debería enfocarse en la competencia del individuo o en su lenguaje-I(ntemalizado). Mi objetivo en las líneas que siguen es mos­ trar que no existe contradicción en afirmar la existencia de una len­ gua y en estudiar gramáticas intemalizadas; es más, trataré de de­ mostrar que ambas aproximaciones al objeto de estudio son beneficiosas y complementarias. 2. Algunas características generales del lenguaje relevantes para su definición La característica más saltante de los objetos o eventos que llamamos lenguas es probablemente su socio-historicidad. La gente que habla una lengua (o, de manera más coherente con lo visto en la sección anterior, que son parte de una lengua) pertenece a una comunidad cuyos miembros se encuentran ligados por vínculos históricos, uno de los cuales es típicamente el conocimiento y uso de un sistema semiótico que es aprendido a partir de la interacción con otros miembros de la comunidad. El hecho de que las lenguas presenten un aspecto apren­ dido constituye otra característica importante de su naturaleza: su carácter cognitivo. Estas dos características, por supuesto, no llaman la atención dado que los seres humanos también son entidades ( o even­ tos) socio-histórico-psicológicos. Adoptaré el término lengua histórica 412 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje de Coseriu (1981) para referirme en general a los objetos/ eventos que normalmente se designan como quechua, japonés, etc. El hecho de que la gente hable del quechua o del japonés, sin em­ bargo, no significa ipso facto que el quechua o el japonés existan; en otras palabras (y como es bien conocido) el uso de un nombre no ga­ rantiza un referente para tal nombre. Así, algunos criterios parecen imperativos con la finalidad de identificar y definir aun más una len­ gua histórica. En la misma línea del argumento presentado en la sec­ ción 1, podríamos decir que la identificación de una lengua histórica debe comenzar con la identificación de un grupo de personas que interactúen lingüísticamente en una comunidad; por supuesto, esto no es un asunto difícil, pues dicha situación se encuentra práctica­ mente en cualquier parte del mundo. Una empresa diferente, sin em­ bargo, es el intento de establecer los límites de una lengua histórica. Para enfrentar este problema resulta útil hacer una distinción entre lenguas literarias o socio-políticas y lenguas no literarias o etno-cultu­ rales.1 Las lenguas literarias son aquellas que presentan un amplio rango funcional, esto es, lenguas que se usan para diversos propósitos dentro de una comunidad, de manera notable, para escribir y leer. Esto no significa, claro está, que todos los miembros de la comunidad empleen su lengua en todas estas funciones. Además de por la polifun­ cionalidad, y de manera muy importante, las lenguas literarias se de­ finen por la conciencia de sus miembros de ser hablantes de una cier­ ta lengua histórica (a lo que contribuye notablemente la existencia de alguna instancia normativa metalingüística) . El uso de una o más normas estandarizadas suprarregionales caracterizan a este tipo de lenguas, como el español o el inglés lo ilustran bastante bien.2 Por su parte, las lenguas etno-culturales no poseen expresión escrita y ninguna norma estandarizada funciona como vínculo suprarregional para sus diversas variedades. Más aun, las variedades de este tipo de lengua usualmente presentan rasgos particulares que las distinguen notablemente entre sí. Este hecho da pie a dos situaciones alternativas: 1 El adjetivo literario es entendido aquí como relativo a la literacidad y no a la literatura (cf. el alemán Schriftsprache); véase Rivarola (1990) y la bibliografía citada ahí. Los términos socio-político y etno-cultural son adoptados de Wólck (1977); él también se refiere a las lenguas etno-culturales como lenguas orales o preestandarizadas. 2 Como es bien sabido, la conciencia lingüística se utiliza usualmente para determi­ nar fronteras políticas o nacionales. Jorge Iván Pérez Silva 413 un grupo étnico (o etno-lingüístico) puede considerar bien que su me­ dio de comunicación no es el mismo que el de otro grupo (por lo tanto que hablan diferentes lenguas), o bien que ambas comunidades usan diferentes modalidades o formas de la misma lengua. Este punto merece clarificación. De lo que acaba de decirse parece­ ría desprenderse que las variedades de una lengua etno-cultural son tales incluso si sus hablantes creen o afirman que dichas variedades son diferentes lenguas históricas. Tal afirmación parecería suponer que existiera alguna instancia o entidad privilegiada que puediera reconocer cuándo dos variedades forman parte de una sola lengua o cuándo constituyen lenguas diferentes. El mejor candidato para di­ cho reconocimiento, podría uno pensar, es el lingüista y probable­ mente algunas personas puedan pensar que a partir del examen de diversos rasgos (presumiblemente estructurales), el lingüista puede determinar si dos comunidades hablan dos variedades de una misma lengua o lenguas distintas. La realidad, sin embargo, es que una len­ gua histórica es un objeto o un evento que se determina y define como se señaló arriba, esto es, delimitando a un grupo de personas y un lingüista no es un mejor candidato para hacer esto que alguien que no lo es. Así, encontramos una lengua histórica siempre que una co­ munidad considere que sus miembros se encuentran vinculados lingüísticamente por una.3 La diferencia entre las lenguas literarias y las etno-culturales se hace ahora más evidente: mientras que los límites de las primeras son más fácilmente identificables por sus miembros dado el reconocimiento de una variedad estandarizada, los límites de las últimas pueden no tener la misma aceptación unánime. Esta situación parece dejar inde­ terminado el estatus de las lenguas etno-culturales dado que aparen­ temente lo que una lengua es para un grupo puede ser considerado dos lenguas para otro. Y eso es correcto: es parte de la esencia de una lengua histórica el ser no determinada o, más precisamente, el ser socio-históricamente determinada. 4 3 Los casos del serbio y el croata, o del checo y el eslovaco, son bastan te bien conocidos: diferentes lenguas para sus hablantes y una única entidad para el lingüista. Ambas posturas son correctas dado que la determinación de un objeto o evento no es un proceso únivoco como se sostiene más abajo. 4 Un ejemplo pertinente para este punto es el del ashéninka y el asháninka: lenguas diferentes para sus usuarios, pero estructuralmente la misma para los lingüistas. 414 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje Podría argumentarse que este criterio para delimitar una lengua histórica no es preciso dado que produce o conduce a la postulación de objetos o eventos abstractos, de alguna manera diferentes de los ejemplos de objetos/ eventos ofrecidos en la sección previa (a saber, el perro y el concierto). Este argumento, sin embargo, solo se sostiene desde la perspectiva de un realismo ingenuo, para el cual los objetos o eventos como los anteriores son «concretos» u «objetivos». Uno no debería olvidar que toda entidad por el hecho de ser considerada tal es una construcción del sujeto que la percibe y la conoce aun cuando uno pueda encontrar mayor intersubjetividad (esto es, consenso) con respecto a la existencia de ciertas entidades. Así, todo objeto o evento (un perro o una lengua) es abstracto en el sentido de que no es nada más que un flujo de percepciones al que se le otorga una forma (en un sentido amplio) por parte del sujeto. Una lengua histórica es simple­ mente un mejor ejemplo de la manera corno nosotros aprehendemos el rnundo.5 En suma, el criterio para identificar una lengua histórica coincide con la identificación de una comunidad que interactúa lingüísticamente y el criterio para definirla, esto es, para establecer sus límites, consiste en la inclusión de los miembros que se consideran a sí mismos hablantes de tal lengua. Aparte de esta (auto )definición de una lengua, también existe una que el lingüista puede postular. Basado en diferentes criterios (seme­ janzas estructurales de los sistemas, entendimiento mutuo, etc.), el lingüista puede proponer que cierta comunidad conforma una len­ gua o se encuentra vinculada por una lengua, tanto si la comunidad está de acuerdo corno si no lo está. Por ejemplo, el quechua es consi­ derado por algunos lingüistas corno una familia (cf. Torero 1983) y por otros, corno una lengua (cf. Cerrón-Palomino 1987); por otro lado, el serba-croata, corno fue señalado antes, es considerado por algunos lingüistas corno una sola lengua, pero por sus hablantes corno dos lenguas independientes. Además de las características de las lenguas que han sido mencio­ nadas hasta aquí - el ser socio-históricas y cognitivas- existen otras 5 La perspectiva diacrónica de una lengua histórica también presenta un buen ejem­ plo de la manera en que uno determina su existencia. La respuesta a la pregunta ¿ cuán­ do el latín (vulgar) se volvió espaifol? tiene un ingrediente socio-histórico: cuando los hablantes de español se volvieron conscientes de que lo eran. Cf. Lleal (1990: 131-133). Jorge Iván Pérez Silva 415 dos propiedades muy importantes: su diversificación interna y su ca­ rácter sistemático o estructural. De hecho, estas propiedades ya han sido aludidas al reconocer la existencia de variedades de una lengua histórica. La noción de lengua histórica, sin embargo, merece más precisión para poder acomodar la diversificación y la sistematicidad, tal como veremos más abajo, dado que no representa la diversifica­ ción interna de una lengua de manera clara y directa. Es reconocido de manera mayoritaria que no todos los individuos que conforman una lengua se comportan de manera idéntica en tér­ minos lingüísticos. La distinción más clara es probablemente la exis­ tencia de diferencias en el habla de personas de diferentes lugares dentro de la misma lengua (diferencias diatópicas). La diversificación interna de una lengua también puede ser notada con respecto a los estratos que caracterizan a la sociedad: diferentes formas de habla caracterizan a diferentes niveles sociales (diferencias diastráticas). Asimismo, la gente se comporta de manera diferente dependiendo de las diferentes situaciones comunicativas en las que se ve envuelta (di­ ferencias diafásicas). Finalmente, también vale la pena notar que una lengua histórica presenta diferencias diacrónicas. Dado su carácter histórico, consideramos que aquello que se hablaba en el siglo XIX, por ejemplo, pertenece también al español o al inglés aun cuando haya diferencias estructurales con respecto al habla de la actualidad. Así, pues, esta situación de diversidad muestra a una lengua histórica como un objeto o evento heterogéneo. Sin embargo, la heterogeneidad individual que acabamos de des­ cribir parece incompatible con la idea de variedades lingüísticas. Estas últimas constituyen un concepto que caracteriza a una estructura sis­ temática que presupone algún tipo de unidad u homogeneidad supra­ individual. En las siguientes secciones, como se adelantó en la intro­ ducción, presento algunas propuestas teóricas que han sido desarrolladas por la lingüística con el fin de armonizar estas dos ideas. 3. El sistema homogéneo de Saussure La idea de un aspecto homogéneo de una lengua histórica puede en­ contrarse en la distinción saussureana entre langue y parole. Este últi­ mo concepto se refiere al comportamiento lingüístico individual, que es por naturaleza heterogéneo y único. El primer concepto, el de langue, es considerado por Saussure (1981: 53) como un sistema semiótico 416 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje común, socialmente homogéneo, «de signos distintos que correspon­ den a ideas distintas», el cual permite la comunicación entre las per­ sonas de una comunidad por medio del comportamiento lingüístico heterogéneo de cada uno de sus miembros. De acuerdo con Hanks (1996: 28) «este ser común de la langue es lo que hace posible que [un hablante] B entienda los significados de [un hablante] A, aun cuando se originen dentro de la cabeza de A». 6 Saussure (1981: 65) atribuyó una especie de realidad psicológica a este sistema; él consideró que los signos lingüísticos que componían una lengua eran conocidos por sus hablantes: «La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idénticos fueran repartidos entre los individuos». Asimismo, afirma que a la lengua «se la puede localizar en la porción determinada del circuito donde una imagen acústica viene a asociarse con un concep­ to» (1981: 58). Él señala de manera explícita que «las dos partes del signo son igualmente psíquicos» (1981: 59). Aunque Saussure caracteriza a la lengua como un sistema de sig­ nos, no deja a la gramática fuera de sus características esenciales: él considera que «un diccionario y una gramática» pueden ser la repre­ sentación fiel de una lengua (1981: 59). Su concepto de gramática, sin embargo, es altamente dependiente de los signos, a los que considera los principales constituyentes del lenguaje o de la lengua. De acuerdo con él, la gramática definida como la descripción del estado de una lengua (o como «lingüística estática»), se compone de la morfología, la sintaxis y la lexicografía; más aun, Saussure sostiene que estas dis­ tinciones pueden mezclarse dado que las relaciones gramaticales no son nada más que las relaciones entre los signos. Las relaciones son de dos tipos: sintagmáticas (o in praesentia) y asociativas (o in absentia) . Las primeras son aquellas que se establecen entre los signos que se 6 La traducción es mía así como la de todas las referencias siguientes de obras en inglés. Con respecto a la noción de langue de Saussure, cabe señalar que ella no hace referencia a un mero medio de comunicación basado en una nomenclatura para obje­ tos preexistentes. La contribución más importante de Saussure es, probablemente, la idea de que la /angue no puede reducirse a la sustancia (o a su modo material) que constituye el habla o el pensamiento, sino que es esencialmente una estructura o forma que relaciona y da sentido a los elementos que la conforman. Véase Crawley (1996) para un análisis de la contribución de Saussure a la historia de las ideas. Jorge Iván Pérez Silva 417 combinan en el discurso; las unidades que se obtienen a partir de es­ tas combinaciones, los sintagmas, pueden ser de distinta longitud o jerarquía. Los ejemplos de Saussure (1981: 207) ilustran esta noción: releer, contra todos, la vida humana, Dios es bueno; si hace buen tiempo, saldremos. Las relaciones asociativas, por otro lado, son aquellas que establecen los signos en la memoria de los hablantes: Así la palabra francesa enseignement, o la española enseñanza, hará surgir inconscientemente en el espíriru un montón de otras palabras (enseigner, renseigner, etc. o bien armement, changement, etc., o bien éducation, apprentisagee); por un lado o por otro, todas tienen algo de común. Los dos tipos de relaciones están vinculados con dos aspectos dife­ rentes de una facultad mental: la facultad de asociación y de coordi­ nación que, de acuerdo con Saussure (1981: 56), «desempeña el pri­ mer papel en la organización de la lengua como sistema.» Así, no solo los signos se encuentran representados mentalmente, sino que también las relaciones entre ellos descansan en una facultad psico­ lógica. El sistema gramatical de Saussure no se basa en reglas (generativas), sino en la memorización de «tipos» o «patrones»: Cuando una palabra como fr. indécorable o esp. ingraduable surge en el habla ... supone un tipo determinado, y este tipo a su vez solo es posible por el recuerdo de un número suficiente de palabras similares que perte­ necen a la lengua (imperdonable, intolerable, infatigable, etc.). Exactamente lo mismo pasa con las oraciones y grupos de palabras establecidas sobre patrones regulares; combinaciones como la tierra gira, ¿qué te ha dicho?, rosponden (sic) a tipos generales que a su vez tienen su base en la lengua en forma de recuerdos concretos (1981: 210). Como puede apreciarse, el mecanismo de Saussure para la combina­ ción de signos en sintagmas es perfectamente coherente con su con­ cepción de lengua como un sistema de signos que establecen relacio­ nes entre sí y que están coordinados y asociados por una facultad mental. Los signos individuales así como los combinados son memori­ zados y pueden ser asociados (tanto por su significado como por su forma) con otros signos; la memorización de signos combinados (i.e., de sintagmas) le permite al hablante abstraer tipos generales o patro­ nes y asociarlos con otros signos con el firl de coordinar (combinar) 418 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje aquellos signos en nuevos sintagmas que van de acuerdo con dichos patrones. 7 Aunque el sistema de Saussure es reconocido como mentalmente representado, puede sostenerse que este autor privilegió la naturale­ za social de la lengua sobre su naturaleza psicológica individual: Si pudiéramos abarcar la suma de las imágenes verbales almacenadas en todos los individuos, entonces toparíamos con el lazo social que constitu­ ye la lengua. Es un tesoro depositado por la práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad, un sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o, más exactamente, en los cere­ bros de un conjunto de individuos, pues la lengua no está completa en ninguno, no existe perfectamente más que en la masa (1981: 57). En este pasaje, la lengua es caracterizada como el «vínculo social» que une a los miembros de una comunidad; es como si Saussure no estuviera tomando en cuenta el conocimiento individual de cada ha­ blante con el objetivo de visualizar la lengua como una entidad supraindividual homogénea. Esta idea también se refleja en el siguien­ te pasaje (1981: 65): [La lengua] es, pues, algo que está en cada uno de [los individuos], aunque común a todos y situado fuera de la voluntad de los depositarios. Este modo de existencia de la lengua puede quedar representado por la fórmula: 1 + 1 + 1 + 1 ... = I (modelo colectivo) Será este modelo colectivo el que Saussure y el estructuralismo pos­ terior a él privilegiarán como su objeto de estudio. Una posible interpretación de esta posición es que, dada la consi­ deración de la lengua como un sistema de signos, Saussure tenga al lexicón en mente cuando caracteriza esencialmente a la lengua; dado 7 La idea de patrones construccionales es similar a la propuesta behaviorista aunque esta última no presenta ninguna carga mental o psicológica y se distingue del plantea­ miento generativista que atribuye reglas o principios al hablante. Como se discute más abajo, la principal ventaja de un enfoque generativista es que la creatividad del lenguaje se representa mejor por reglas o principios que por patrones. Análogamente, para el generativismo, la creación de «nuevos patrones» se deriva de principios abstractos y no del input lingüístico (paro/e). Jorge Iván Pérez Silva 419 que, corno de hecho ocurre, ningún individuo particular conoce todo el vocabulario que todos los miembros de la comunidad en conjunto conocen, entonces la lengua «no existe perfectamente más que en la masa». Otro posible argumento a favor de adscribirle una esencia so­ cial al sistema es el hecho de que un individuo no puede cambiar la lengua en el sentido de decidir por sí mismo inventar una palabra y difundirla o imponer algún patrón construccional, dado que tanto el lexicón corno la gramática se basan en la convención social. Así, el individuo termina siendo un mero participante dentro de esta gigan­ tesca institución social. La homogeneidad de la lengua saussureana también puede obser­ varse en su conocida distinción entre las perspectivas o puntos de vista diacrónico y sincrónico para el estudio del lenguaje. Saussure (1981: 162) propone una «antinomia radical entre el hecho evolutivo y el hecho estático» de la lengua. De acuerdo con este autor, el cam­ bio lingüístico a través del tiempo debería ser estudiado independien­ temente del estudio de la lengua considerada corno un sistema semiótico que funciona en un momento determinado de su historia (i.e., un estado de lengua). La distinción entre hechos evolutivos y estáticos es radical en la perspectiva de Saussure al punto que consi­ dera que «todas las nociones relativas tanto al uno corno al otro [son] irreducibles entre sí en la misma medida» (loe. cit.).8 Así, los elementos de la lengua presentan una relación simultánea cuando uno se aproxi­ ma a ella sincrónicamente, pero son vistos corno un elemento que susti­ tuye a otro cuando se le considera diacrónicarnente. La consecuencia de esta figura es la interpretación de la evolución lingüística corno una sucesión de estados de lengua homogéneos, en lugar de corno un proce­ so de transformación continua de una entidad heterogénea. La misma «asepsis» se observa con respecto a las diferencias diatópicas. Saussure confina el estudio de las diferencias diatópicas al de la «lingüística externa», independiente del estudio de un sistema ( que constituiría la «lingüística interna»), al cual considera esencial. Dado que de acuerdo con él «todo cuanto se refiere a la extensión geográfica de las lenguas y a su fraccionamiento dialectal», en última Weinreich, Labov y Herzog (1968: 98) consideran la distinción de Saussure como una de las piedras angulares de la historia de lo que ellos llaman «la antinomia estructu­ ra-historia». Sin embargo, estos autores atribuyen a los neogramáticos el origen de esta antinomia, particularmente a Paul (1880). 420 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje instancia, «no toca al organismo interno del idioma», (1981: 68), enton­ ces la variación diatópica no forma parte del objeto de la lingüística, es decir, de la lengua, entendida ésta como una entidad homogénea. En suma, el sistema, considerado de esta manera, es una entidad homogénea abstracta impuesta sobre la heterogeneidad de una lengua histórica. Cualquier elemento que escape a la homogeneidad del siste­ ma es considerado irrelevante para el estudio de lo que es esencial a la lengua. De acuerdo con Hanks (1996: 18), Saussure niega el papel cen­ tral que desempeña la actividad humana en la lengua cuando reifica a esta última como un objeto de estudio científico y relega la praxis lin­ güística «a la posición de una mera sombra del objeto en sí mismo». En resumen, «abstraída del ámbito de la historia, la lengua se convierte en una cosa que la ciencia puede investigar con todo su rigor». Sin embargo, una suerte de balance general de la historia de la lingüística causada por la «presión» de la heterogeneidad sobre la homogeneidad condujo a la noción estructuralista de variedad: la vi­ sión de que las lenguas están compuestas por diversos sistemas ho­ mogéneos. Exploro esta noción en las secciones subsecuentes. 4. El estructuralismo y la noción de variedad El reconocimiento de las diferencias diatópicas y diastráticas condujo a Weinreich (1954) a caracterizar lo que «el lego llama 'lengua'» como un «agregado de sistemas», cada uno de los cuales constituye una estructura semiótica particular en la cual todos sus constituyentes se encuentran interrelacionados. Estos sistemas o variedades, sin em­ bargo, de acuerdo con Weinreich (1954: 389), no coinciden exacta­ mente con la noción de dialecto social o geográfico: Si dialecto se define como el habla de una comunidad, de una región, una clase social, etc., el concepto no parece encajar bien con la lingüística estructural en sentido estricto porque depende de atributos espaciales o temporales que no pertenecen propiamente a un sistema lingüístico como tal. Los' dialectos' pueden ser adyacentes o distantes, contemporáneos o no contemporáneos, prestigiosos o estigmatizados; los sistemas lingüísticos en una visión estructural estricta solo pueden ser idénticos o diferentes. Jorge Iván Pérez Silva 421 La noción de dialecto en este pasaje puede ser interpretada de una manera paralela a la noción de lengua histórica desarrollada antes. La distinción de Weinreich entre dialecto y variedad muestra que él considera al primero como definido en términos no estructurales mien­ tras que esta última es precisamente una estructura semiótica. Una variedad es claramente para el autor un constructo teórico impuesto sobre una entidad intuitiva (el dialecto) que puede ser «adyacente o distante», «contemporáneo», «prestigioso», etc. Nótese que Weinreich no sostiene que los dialectos no existan por no ser definidos en térmi­ nos estructurales; de acuerdo con los principios estructuralistas, él simplemente no los considera como objeto de estudio lingüístico. ¿Qué son entonces los dialectos? En la línea de lo discutido en la sección 2 del presente artículo con respecto a las lenguas, los dialectos podrían ser considerados entidades identificables por el reconocimiento de un grupo de personas que interactúan lingüísticamente, y definibles por la inclusión de ciertos individuos. Parece más claro ahora que la defi­ nición de un dialecto o de una lengua no es una cuestión propia del lingüista aunque éste pueda perfectamente buscar sus límites si es que lo desea. Por otro lado, de lo que el lingüista (estructuralista) de­ bería ocuparse es de la definición ( o más precisamente, de la cons­ trucción teórica) de las variedades. Esto no significa que el lingüista caiga en la ilusión de que lo que se está describiendo sea, en realidad, un dialecto o una lengua histórica concretos. Al menos eso lo deja en claro Weinreich. La lengua de la que habla el lego no es en sí misma un «agregado de sistemas», o un «diasistema», como Weinreich lo llama; este último es una entidad artificial diseñada por el científico «que puede ser construida ad hoc a partir de cualquier número de variedades para un propósito analítico particular» (1954: 395). Así, por ejemplo, podríamos construir un diasistema a partir de dos variedades del español y otro diasistema a partir de esas dos variedades más otra; ambos constructos serían legí­ timos objetos de estudio aun cuando ningún dialecto determinado socialmente les corresponda. Similarmente, uno podría construir un diasistema a partir de, digamos, las variedades postuladas que co­ rresponden al portugués y al italiano, lo que constituiría un agregado de sistemas, tal como un agregado de las variedades del francés cons­ tituye un diasistema. La diferencia, sin embargo, sería que en el pri­ mer caso no existe ninguna lengua histórica que componga en una sola unidad lo que la gente llama portugués e italiano, mientras que la gente, de hecho, le llama francés a un objeto heterogéneo que incluye 422 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje el habla de diferentes personas, desde los diversos sociolectos de París hasta los variados dialectos de Haití.9 El punto principal es que las variedades o diasistemas construidos por el lingüista son constructos teóricos precisos mientras que los dia­ lectos o lenguas presentan límites borrosos o indeterminados (tanto aquellos que son reconocidos socialmente como aquellos que son pos­ tulados por el lingüista). La relación entre los sistemas teóricos y las entidades sociales no es de representación estrictamente hablando dado que la elaboración del constructo teórico es el resultado de un proceso de abstracción y selección de los elementos pertinentes del sistema. La red de relaciones postulada que interrelaciona a los elementos del sis­ tema no se considera un reflejo directo de la psicología de los miem­ bros de una comunidad ni tampoco un modelo de comportamiento social: es simplemente una entidad teóricamente abstracta construi­ da sobre la base del habla de cierta comunidad.10 En ese sentido, no puede haber, propiamente hablando, una des­ cripción estructural de una lengua histórica o de un dialecto. Siguien­ do a Flydal (1951), Coseriu (1981: 120) sostiene que una lengua histó­ rica, como un todo, se caracteriza por una «arquitectura» más bien que por una «estructura». La primera noción se refiere a la relación existente entre diversos sistemas que conforman o que pueden ser re­ lacionados con una lengua histórica. La noción de estructura, en cam­ bio, debe referirse exclusivamente a las relaciones entre los elementos de lo que él llama una «lengua funcional». Esta noción que corres- 9 Un lingüista por supuesto tiene el derecho de postular que el portugués y el italiano juntos forman una lengua o que dos o tres dialectos del español también cons­ tituyen una lengua o una sublengua; esto es legítimo dado que, como se discutió antes, los objetos pueden ser construidos de esa manera. Un buen ejemplo de esto es proba­ blemente la postulación de que las lenguas romances no son una familia sino una lengua o de que el quechua es una lengua en lugar de una familia. Heger (1985), por ejemplo, justifica la noción de diasistemas construidos a partir de diferentes lenguas genéticamente relacionadas con propósitos de reconstrucción histórica. 10 La cuestión sobre la «realidad» de este tipo de constructos no tiene ningún sentido en la línea del argumento que se da arriba: es claro que estas entidades teóricas son reales qua entidades teóricas. La cuestión de qué cosa representan es una cuestión diferente y la respuesta es que no se pretende que representen nada social o psicológi­ co; son simplemente constructos teóricos estructurados sobre la base de ciertos datos empíricos. Vale la pena hacer notar que a pesar de esta diferencia crucial algunas veces el término variedad es usado informalmente para referirse a las entidades sociales (los dialectos sociales o geográficos); yo sigo esta práctica común en el presente artículo cuando no genera confusión. Jorge lván Pérez Silva 423 ponde a una entidad más bien abstracta es definida por Coseriu (1981: 119) en los siguientes términos: Una «técnica del discurso» ... considerada en un solo punto del espacio, en un solo «nivel de lengua» y en un solo «estilo de lengua» (técnica sintópica, sinstrática y sinfásica) se llamará ... lengua funcional. La lengua funcional es, así, la única estructura o sistema legítimo en que tout se tient, por lo tanto, el único objeto legítimo de estudio para el estructuralista. Es a este sistema al que uno puede aplicarle un análisis fonológico, morfológico, sintáctico o semántico/léxico y obte­ ner una estructura sistemática. Coseriu (1981: 122) sostiene que es esta lengua funcional la que «se presenta» o «se realiza» en cada punto del discurso y que no es nunca una lengua histórica como tal la que lo hace. Él reconoce que una lengua funcional nunca corresponde a la realidad del discurso que un hablante puede producir dado que un hablante puede realizar diferentes técnicas diatópicas, diastráticas o diafásicas. En este senti­ do, una lengua funcional no representa ni el aspecto social ni el as­ pecto psicológico de una lengua; se trata, otra vez, de un mero cons­ tructo teórico. El carácter abstracto y no representacional del sistema estruc­ turalista (langue o variedades) - llevado a su extremo lógico en la len­ gua funcional de Coseriu- contrasta, en la historia de las ideas lingüísticas, con dos visiones alternativas que sostienen que sí se pue­ de diseñar un sistema de manera tal que represente a un objeto real. Por un lado, Weinreich, Labov y Herzog (1968) establecen la base para una teoría del cambio lingüístico que descansa en un concepto de lengua que incorpora la variación (i.e., la heterogeneidad). El cam­ po de la sociolingüística de la variación descansa en esta asunción crucial de que una comunidad de habla puede ser representada por una gramática. Por otro lado, la gramática generativa inaugura la empresa de diseñar una teoría explicativa del lenguaje que dé cuenta del hecho de que cada individuo adquiere o desarrolla el conocimien­ to lingüístico gracias a la mera exposición al input lingüístico presente en su ambiente social. La gramática generativa asume que el conoci­ miento del individuo puede ser representado por una gramática par­ ticular, una teoría de la gramática interna del hablante. Presento es­ tas dos aproximaciones al lenguaje en las siguientes dos secciones. 424 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje 5. La propuesta de los sistemas coexistentes Weinreich, Labov y Herzog (1968: 99) en su diseño de una teoría del cambio lingüístico proponen «un modelo del lenguaje que acomoda los hechos del uso variable en sus determinantes sociales y estilísticos». Esta propuesta podría ser considerada como totalmente opuesta a aquella de un sistema homogéneo presentada arriba; sin embargo, lo que sostienen es que la heterogeneidad del lenguaje puede ser vista como un sistema homogéneo, no del tipo saussuriano (el cual, como vimos, excluye la heterogeneidad por definición), sino uno en el cual la variación presenta orden y estructura. Una de las contribuciones más notables de esta aproximación al lenguaje es el descubrimiento (si cabe este término positivista) de que la variación es dependiente de factores gramaticales y también extragramaticales. Lo que significa que la variación libre (o la heterogeneidad no ordenada) no existe como tal, sino que es una ilusión causada por la observación del com­ portamiento lingüístico sin los instrumentos adecuados, es decir, una observación que no contempla los factores extragramaticales.11 Así, los autores sostienen que un «cierto número de variables lingüísticas que han sido estudiadas revelan una compleja estructura sociolingiiística en la cual el valor de la variable está determinado por diversos factores sociales y lingüísticos» (1968: 167; énfasis en el origi­ nal). Esta estructura sociolingüística es, por supuesto, un constructo teórico, pero uno que tiene la pretensión de representar el comporta­ miento de una comunidad. La sistematicidad de la variación solo puede ser observada como tal cuando los elementos lingüísticos que varían son puestos en correlación con variables o factores tanto lingüísticos como sociales y cuando se reconoce una ca-variación estadísticamente significativa. Por lo tanto, es una comunidad de habla (a través del comportamiento lingüístico de sus miembros) la que muestra o pre­ senta la estructura y a la que se le puede adscribir algún tipo de or­ den; la imposición de un sistema homogéneo artificial (como el estructuralista) resulta, así, inadecuada. La idea de una comunidad de habla es ilustrada por los autores en términos extensionales: 11 La negación de la variación libre, no niega, sin embargo, que exista variabilidad no predecible como consecuencia del mecanismo del aparato articulatorio. Jorge lván Pérez Silva 425 También encontramos en muchas comunidades de habla distintas for­ mas de la misma lengua que coexisten en aproximadamente la misma proporción en todas las subregiones geográficas de la comunidad. Este es el caso no solo de áreas urbanas como la ciudad de Nueva York, Londres, o París, sino también en comunidades rurales tales como: Hemnes, Norway, o Martha's Vineyard, Massachusetts. Estas formas coexistentes se conocen como «estilos», pero también como «estándares», «replana», «jergas», «habla anticuada», «niveles culturales» o «variedades funcio­ nales» (1968: 159). Los autores afirman que una comunidad de habla maneja una len­ gua internamente diversificada, aunque parecen entender por esta a un objeto más delimitado que una lengua histórica. La comunidad de habla, cuyo comportamiento pretende ser representado con una es­ tructura sociolingüística,es un objeto real, concreto y en la medida en que se halla compuesta por personas, es tanto social como psicológi­ ca. Nótese que la caracterización de una comunidad de habla incluye el concepto de «distintas formas de la misma lengua» que coexisten. Esta noción está claramente relacionada con la de variedad que discuti­ mos lmeas arriba. Sin embargo, las nociones de «estilo», «estándar», «replana», «jerga», etc. se refieren no solo a objetos postulados por el lingüista, sino también a ideas comunes entre los hablantes. Los auto­ res parecen enfatizar la heterogeneidad esencial del lenguaje pero, además de esto, ellos están señalando la existencia de sistemas simul­ táneos, reconociendo así la idea del diasistema. ¿Cómo superan los autores la brecha entre el sistema (homogé­ neo) y el comportamiento heterogéneo de la comunidad? Su aproxi­ mación al lenguaje sostiene que los diferentes sistemas coexistentes que componen una lengua no se encuentran simplemente ahí unos junto a los otros (por así decir), sino que se encuentran en «competen­ cia», esto es, los miembros de una comunidad de habla seleccionan los elementos o reglas de un sistema o del otro sobre la base de razo­ nes funcionales, en el sentido de que la elección de uno no es comple­ tamente equivalente a la elección del otro. Más aun, la elección de una forma en lugar de otra se encuentra gobernada por diversas re­ glas que incluyen factores gramaticales y extragramaticales: El carácter heterogéneo de los sistemas lingüísticos discutidos hasta este punto es el producto de combinaciones, alternancias, o mosaicos, de dis­ tintos subsistemas que se encuentran disponibles a la vez. Cada uno de 426 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje estos subsistemas es concebido como un cuerpo coherente e integral de reglas ¡::lel tipo categorial, neogramático: el único aparato teórico adicio­ nal que se necesita es un conjunto de reglas que expliciten las condicio­ nes para la alternancia (1968: 145). Corno puede verse, los subsistemas son, en sí mismos, estructuras formales que podrían recibir un análisis estructural por parte del lin­ güista (en el sentido visto antes de Coseriu 1981), que se encuentran a disposición del hablante. En otras palabras, es el hablante el que elige el subsistema que quiere realizar o en el que quiere actuar. Sin embar­ go, la elección no es libre, sino que obedece a un conjunto de condicio­ nes que, según los autores, son representables por reglas variables, esto es, reglas que exponen explícitamente tanto las condiciones (gra­ maticales y extragrarnaticales) bajo las cuales ocurren los fenómenos lingüísticos específicos, corno la probabilidad de su ocurrencia. Con respecto al estatus psicológico de esta propuesta, Weinreich, Labov y Herzog (1968: 173) son explícitos en sostener que este tipo de reglas obedece a la «gramática de una comunidad de habla», no de un «idiolecto».12 De esta manera, constituyen una representación clara (e indudablemente adecuada) de un aspecto sistemático del compor­ tamiento lingüístico de una comunidad. Debería ser claro, sin embar­ go, que no son sino generalizaciones estadísticas (o reducciones esta­ dísticas) del comportamiento de diversos individuos. Cuando uno pasa a la cuestión de cómo esta figura macroscópica se relaciona con el mundo microscópico (esto es, psicológico) del hablante, uno encuen­ tra que no tiene sentido describir a este último por medio de reglas variables del tipo recién presentado, lo cual no significa que la des­ cripción del primero por medio de tales reglas sea inadecuada o injus­ tificada. La elección por parte del individuo de un subsistema o de otro en una determinada situación es algo que no puede ser reducido a la estadística por el simple hecho de que se trata de un fenómeno que 12 Existen ciertos pasajes en la literatura sociolingüística que pudieran hacer pensar que las reglas variables son adscritas al individuo; véase Newmeyer (1983: 78- 9) para una presentación de algunas de ellas. Otra idea que puede ser confusa es, por ejemplo, la de López Morales (1989) según la cual las reglas variables caracterizan a la «compe­ tencia sociolingüística» de la comunidad. Esta idea es confusa dada la naturaleza psico­ lógicamente individual de la noción de «competencia» y la naturaleza no psicológica del concepto expresado por el término «sociolingüística». Jorge Iván Pérez Silva 427 involucra a la voluntad humana. La estadística de un comportamien­ to de la comunidad como un todo, sin embargo, sí es informativa acerca de las probabilidades de elección de una forma o de una regla por un hablante de ciertas características (según su sexo, edad, nivel socio­ cultural, etc.) y en cierta situación (formal, coloquial, etc.). Esta infor­ mación es importante para cualquier persona interesada en las pro­ piedades del lenguaje, a pesar del hecho de que no puede hacerse ninguna predicción respecto al comportamiento del individuo. Los autores reconocen que «el cambio de estilo (style switching) [es] un hecho permanente que no compromete la sistematicidad de cada estilo como un objeto de descripción lingüística» (1968: 160), y le atri­ buyen a Jakobson (1931) el reconocimiento de esta posibilidad de ele­ gir entre subsistemas diafásicos independientes por parte del hablan­ te. Asimismo, reconocen «el mecanismo de cambio (switching) entre los estratos que están funcionalmente disponibles a todos los miem­ bros de la comunidad» (1968: 162), idea que atribuyen a Gumperz (1964). Además de esto, ellos sostienen la idea de que algunos hablan­ tes pueden controlar de manera activa más de un dialecto geográfico. Vale la pena notar que el hablante no tiene que demostrar un manejo activo de todos estos subsistemas para que se le pueda adscribir el dominio de los mismos; el conocimiento pasivo de los subsistemas puede revelarse en el entendimiento cotidiano de tales variedades o en la capacidad de reconocimiento del origen de alguien sobre la base de su habla. La situación así descrita presenta, sin embargo, algunos proble­ mas. En primer lugar, si el hablante es capaz de cambiar de subsistemas o variedades, esto significa que, de alguna manera, los conoce. Pero se ha sostenido arriba que la noción de variedad es un mero constructo teórico, sin correlato social o psicológico. En segundo lugar, si se en­ tiende que cada subsistema es un «cuerpo coherente e integral de re­ glas», como se afirma en el pasaje de Weinreich, Labov y Herzog cita­ do líneas arriba, esto supone atribuirle al hablante una diversidad de «cuerpos coherentes e integrales de reglas»; esto, sin embargo, no tie­ ne mucho sentido si tomamos en cuenta que los subsistemas involucrados en el code switching (Cambio de códigos) se superponen en gran medida (siendo «formas de la misma lengua») . Más bien que conocer diferentes variedades, subsistemas o cuerpos coherentes e integrales de reglas, parece ser que el hablante domina un número finito de elementos y reglas, es decir, un repertorio de rasgos lingüísticos, y que es el lingüista el que «encuentra» diferentes 428 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje subsistemas o variedades en su descripción del conocimiento del ha­ blante. Esto puede ilustrarse mediante la figura 1 (donde F representa los rasgos y S los subsistemas): S3 S1 S2 S4 F1 F9 F1 0 F8 Figura l. Repertorio de rasgos del hablante y sistemas del lingüista Así, estrictamente hablando, un hablante no conocería «sistemas» sino más bien «repertorios de rasgos» heterogéneos en los que el lin­ güista impondría estructuras homogéneas. La noción de un sistema lingüístico cognitivo sería otra manera de imponer un constructo teóri­ co homogéneo sobre el conocimiento heterógeneo del hablante, de ma­ nera similar a la superposición de las variedades estructurales homo­ géneas sobre la lengua histórica heterogénea. Propongo llamar a esta forma de concebir el conocimiento lingüístico del individuo una vi­ sión atomista del mismo (por oposición a una visión sistemática) .13 En tercer lugar, la situación descrita por Weinreich, Labov y Herzog resulta inadecuada por suponer reglas que gobiernan el cambio que el individuo lleva a cabo entre diferentes sistemas. Si, como acabamos de ver, tales sistemas no existen per se en la mente del hablante, no tiene sentido decir que haya reglas que gobiernan el paso de uno a otro. Por otro lado, no puede haber reglas que gobiernen la elección del individuo para usar una u otra forma, pues la elección es impre­ decible (aunque sea estadísticamente más o menos probable desde el punto de vista de la comunidad) . Vale la pena enfatizar que este ar- 13 En la siguiente sección, me ocupo más extensamente del asunto de la competencia o conocimiento lingüístico del individuo desde el punto de vista generativista. Jorge Iván Pérez Silva 429 gumento no invalida las ideas acerca de la gramática de la comuni­ dad o la adecuación de las reglas variables; simplemente, señala que no puede sostenerse nada acerca del mecanismo psicológico indivi­ dual de la alternancia entre variedades. Stricto sensu un individuo puede escoger una regla o un elemento en lugar de otro, pero no pue­ de cambiar entre sistemas enteros. La explicación del cambio lingüístico propuesta por Weinreich, Labov y Herzog (1968) también puede echar algunas luces sobre la visión atomista que propongo del conocimiento lingüístico. Mientras que Saussure, restringido por su antinomia sincronía-diacronía, con­ sideraba el cambio lingüístico como una sucesión de diferentes esta­ dos de lengua, Weinreich, Labov y Herzog (1968: 102) proponen una explicación en la cual el desarrollo del lenguaje es visto como un pro­ ceso continuo; de acuerdo con ellos, «la estructura lingüística de una comunidad compleja se transforma en el curso del tiempo de modo que, en algún sentido, tanto la lengua como la comunidad permane­ cen siendo las mismas pero la lengua adquiere una forma diferente». Según los autores, el mecanismo que permite este tipo de cambio se basa en el hecho de que la lengua de una comunidad no es homogé­ nea, sino que presenta una heterogeneidad ordenada y está compuesta de sistemas permanentemente transicionales. Los sistemas son transicionales en el sentido de que están compuestos por elementos o reglas marcados por el rasgo «arcaico / innovador» (1968: 184). Al­ gunos de estos elementos o reglas son aprendidos por los hablantes nuevos en virtud de su particular contacto social, de ahí la denomina­ ción de innovadores. Asimismo, algunos de ellos son abandonados (gra­ dualmente) por algunos hablantes y pasan a ser, de este modo, consi­ derados arcaicos. El carácter psicológico de este proceso se ve claramente expresado en el siguiente pasaje: Esta transición o transferencia de rasgos de un hablante a otro parece tener lugar a través de la mediación de hablantes bidialectales o, de ma­ nera más general, de hablantes con sistemas heterogéneos caracterizados por diferenciación ordenada. Los cambios tienen lugar: (1) cuando un hablante aprende una forma alternativa, (2) durante el tiempo en que las dos formas existen en contacto en su competencia y (3) cuando una de las formas se vuelve obsoleta (loe. cit.). Este proceso puede entenderse mejor si se asume que la forma nueva es incorporada al «repertorio lingüístico» de rasgos del hablante (1) y 430 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje ahí coexiste con la forma funcionalmente alternativa (2). La coexis­ tencia es difícil de entender si se asume que la nueva forma es incor­ porada a un sistema, puesto que la mera incorporación de la forma nueva lo convertiría en otro. Si alternativamente, suponemos que el sistema original permanece idéntico, entonces es necesario postular la creación de otro sistema nuevo idéntico en todo al original excepto en que posee la forma nueva y excluye la forma alternativa que pasa­ rá a ser obsoleta; por las razones expuestas, parece obvio que una concepción del conocimiento lingüístico como la que esquematiza la figura 1 resulta más plausible que esta última. Es importante notar que Weinreich, Labov y Herzog (1968: 156) hablan del «repertorio lingüístico» como el lugar donde coexisten las formas alternativas aprendidas por los hablantes. Sin embargo no hacen explícita la forma en que este repertorio se relaciona con los sistemas que (supuestamente) domina el hablante. Probablemente, esta omisión se deba a que los autores no abordan centralmente el proble­ ma de la representación lingüística en la mente del individuo, por su preocupación acerca de la gramática de la comunidad. En resumen, Weinreich, Labov y Herzog (1968) proponen una teo­ ría del cambio lingüístico basada en la concepción del lenguaje como un conjunto de subsistemas coexistentes que constituyen una estruc­ tura sociolingüística. De acuerdo con ellos, una lengua no puede ser entendida de manera cabal sin introducirla en el ámbito social, dado que la organización interna de la estructura sociolingüística depende tanto de factores o variables gramaticales como extragramaticales. No hay duda acerca del enorme valor de la propuesta de estos auto­ res para la lingüística; su habilidad para articular, dentro de la diná­ mica social, diferentes fenómenos fundamentales, como el cambio de estilo, el contacto lingüístico, así como la dialectología social y geográ­ fica, con el fin de explicar el cambio lingüístico es una de las mayores contribuciones a la disciplina.14 Sin embargo, como he tratado de mostrar, su idea de sistema, aunque supera algunos de los problemas de la visión estática del lenguaje que presenta Saussure, es todavía dependiente de un punto de vista estructuralista, no representacional de la variabilidad del lenguaje. Los autores sostienen (de manera apro­ piada, desde mi punto de vista) que la variación o heterogeneidad ordenada de una comunidad de habla puede ser representada por 14 Ver Labov (1994) para una versión más reciente y completa de esta propuesta. Jorge Iván Pérez Silva 431 una gramática que incluye reglas variables y este es un claro punto en el que ellos superan o mejoran la visión estructuralista del lenguaje. Pero en la caracterización de los mecanismos psicolingüísticos que explican el cambio o el contacto lingüístico, su noción de sistema pa­ rece inadecuada. La propuesta que yo presento sugiere que la visión estructuralista de sistema debería permanecer como una noción abs­ tracta no representacional (ni de objetos sociales ni de objetos psicoló­ gicos) y sostiene que el conocimiento lingüístico del individuo es atomista en el sentido de que el hablante es permeable a diferentes datos que son incorporados en su repertorio lingüístico. Coincido con Weinreich, Labov y Herzog en que la elección de rasgos lingüísticos (elementos o reglas) disponibles para el hablante se encuentra condi­ cionada (nunca determinada dado que se trata de elecciones por parte de personas) por factores gramaticales y extralingüísticos describibles adecuadamente desde una perspectiva macroscópica por medio de herramientas estadísticas, pero los sistemas coexistentes que apare­ cen desde este punto de vista no son exactamente lo que el individuo conoce; pueden ser construidos por el lingüista pero no tienen reali­ dad psicológica como tales, ya que lo que el hablante de hecho conoce son meramente repertorios de rasgos. 6. La noción de competencia individual Como se mencionó antes, la gramática generativa puede ser conside­ rada una alternativa a la aproximación estructuralista no repre­ sentacional. Aquélla sostiene que el lingüista puede diseñar una es­ tructura ordenada y considerarla como representación del conocimiento lingüístico del individuo, esto es, como una teoría de la competencia lingüística del hablante. La heterogeneidad del lenguaje parece ser considerada una consecuencia de la performance del ha­ blante del uso real de su conocimiento por el hablante. Aunque el foco se centra en el individuo, el siguiente pasaje (tantas veces citado) de Chomsky (1971: 5-6) parece sugerir una idea diferente: Lo que concierne primariamente a la teoría lingüística es un hablante­ oyente ideal, en una comunidad lingüística del todo homogénea, que sabe su lengua perfectamente y al que no afectan condiciones sin valor gramatical, como son limitaciones de memoria, distracciones, cambios del centro de atención e interés, y errores (característicos o fortuitos) al 432 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje aplicar su conocimiento de la lengua al uso real. Esta me parece que ha sido la posición de los fundadores de la lingüística general moderna, y no se ha dado ninguna razón convincente para modificarla. Para estudiar el uso lingüístico real debemos considerar la interacción de muy varios fac­ tores, de los cuales la competencia subyacente del hablante-oyente es solamente uno. En este sentido, el estudio del lenguaje no difiere de la investigación empírica de otros fenómenos complejos. La mención a un hablante-oyente ideal en lugar de uno concreto se presenta, pienso, como un recurso metodológico que busca evitar la concurrencia de otros factores, que no son gramaticales por naturale­ za, en la empresa de caracterizar el conocimiento lingüístico. Cam­ bios súbitos de intención, de atención o problemas de memoria se pre­ sentan normalmente cuando uno habla o escucha una conversación o cuando piensa utilizando el lenguaje y pueden condicionar la pro­ ducción de enunciados. Estos actos de performance o hechos de ha­ bla involucran, como eventos psicolingüísticos, el conocimiento gra­ matical del individuo concreto, pero dado que en estos eventos dicho conocimiento se manifiesta acompañado o coexistiendo con factores extragramaticales, resulta útil tratar de considerarlo en aislamiento con el fin de encontrar sus límites definitorios; así, lo que sostiene Chomsky parece ser tan solo una propuesta metodológica aunque, uno debe reconocerlo, no verbalizada de la manera más feliz. Un asunto muy diferente es sostener que el hablante oyente perte­ nezca a o se encuentre «en una comunidad lingüística del todo homo­ génea». Especulando sobre el significado de esta noción podríamos pensar que se refiere a una comunidad en la que todos los individuos conocen exactamente lo mismo. Aunque no existe objeción en princi­ pio a este constructo teórico uno podría preguntarse acerca de su pro­ pósito o utilidad. Si la empresa generativista busca la caracterización del conocimiento lingüístico, ¿por qué esta preocupada o qué puede interesarle de un grupo de individuos que supuestamente saben o conocen todos lo mismo? Una respuesta posible a esta pregunta es que Chomsky está interesado en caracterizar el conocimiento del in­ dividuo como el conocimiento de un solo sistema. Esta interpretación encuentra mayor fundamento en el hecho de que el autor afirme que el hablante-oyente ideal también «sabe su lengua perfectamente». ¿ Qué puede siginificar esto último? Probablemente no significa que el ha­ blante-oyente ideal conoce la lengua en su entera variación (el d iasistema completo, por así decir); es más probable que Chomsky Jorge Iván Pérez Silva 433 quiera decir que la comunidad de habla (homogénea) se encuentra compuesta por individuos equipados con el mismo conocimiento, el conocimiento de un único sistema homogéneo. Pero si esta interpretación es correcta, entonces el recurso metodológico de un hablante-oyente ideal corre peligro, dado que aho­ ra podría ser interpretado como una propuesta empírica: los hablantes concretos dominan un sistema homogéneo que interactúa con otros factores durante la performance. Y esto, por supuesto, es inaceptable por los argumentos presentados en las secciones previas de este traba­ jo. Sin embargo, todavía podríamos mantener la argumentación de Chomsky y tratar de caracterizar el conocimiento lingüístico de un hablante (independientemente de factores extragramaticales, por lo tanto, adoptando la idealización metodológica) como uno que no im­ plica un sistema homogéneo único sino que incluye muchos rasgos di­ ferentes . Desde mi punto de vista el intento generativista de describir explí­ citamente el conocimiento de los rasgos lingüísticos que caracteriza a los hablantes es un avance trascendental en el campo de la lingüísti­ ca. Asimismo, su propuesta de que el estado mental o psicológico del individuo (o la estructura neurobiológica que lo subyace) es el objeto de estudio, así como la base fundamental que le da a la teoría supo­ der (o pretensión) explicativo es uno de los asuntos más importantes que guían la investigación lingüística en el presente.15 En lo que sigue de esta sección discutiré la noción generativista de la competencia individual y su relación con la performance lingüísti­ ca. Intento mostrar que existe un hiato esencial entre ambas debido a que la primera es una noción mental y la segunda una noción física y que no existe un vínculo claro o directo entre ellas. Más concretamen­ te, propongo que no se puede sostener que exista un «uso del sistema lingüístico» durante la performance. Aunque no existe ninguna pro­ puesta clara para caracterizar la relación entre competencia y perfor­ mance (dado que, como sostengo más abajo, pertenecen a ámbitos irreductibles de la realidad), el análisis de algunos casos particulares sugiere la idea de que la competencia sirve como «background» o «tras- 15 La idea de que las afirmaciones o constructos de la teoría deben tener realidad psicológica muestra la intención de los generativistas de construir una explicación representacional de la realidad. Por otro lado, el que Chomsky (1986) sostenga que la gramática generativa representa una teoría «más realista» debido a esta pretensión sugiere una reducida ontología por parte del mismo, por decir lo menos 434 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje fondo» para la performance. Esta relación particular hace posible sos­ tener que el hablante conoce una serie de rasgos lingüísticos de una manera atomista y que, durante la performance, elige entre ellos, lo que explica la variación y heterogeneidad ordenada caracteristícas del habla. Como vimos arriba, una de las asunciones fundamentales del pro­ grama de investigación generativista es que su objeto de estudio es mental por naturaleza. El pasaje citado antes puede no ser suficiente­ mente claro en este respecto, pero trabajos posteriores presentan esta idea de manera más explícita; por ejemplo, Chomsky (1986: 3) contextualiza esta concepción dentro de la historia de la lingüística como un «cambio de foco en la aproximación al lenguaje» que va «del comportamiento o los productos de este comportamiento a los estados de la mente/cerebro que intervienen en el comportamiento». Este cambio se opera desde los conceptos del lenguaje que sostenían los conductistas y los descriptivistas (lo que Chomsky llama lengua­ E(xterna)), al sistema de conocimiento que un hablante adquiere, el cual le permite producir y comprender enunciados de una lengua particular, sistema que subyace al comportamiento lingüístico (la lla­ mada lengua-I(nterna)). Así, el «punto de partida» de la gramática generativa es el de la «psicología individual» (loe. cit.). Chomsky (1986: 22) sostiene, sin embargo, que cualquier referen­ cia a la mente debería ser entendida en términos físicos, esto es, como si estuviésemos hablando acerca del cerebro «en un cierto nivel de abstracción». Esta suerte de ecuación de discursos que corren parale­ los en diferentes niveles de abstracción (el mentalista y el fisicalista) es expresada por Chomsky mediante el término «mente/ cerebro». Se trata de una herramienta útil que le permite sostener propiedades universales del lenguaje desde una perspectiva mentalista y, sin em­ bargo, atribuirlas a la herencia biológica de los seres humanos, otra de las asunciones fundamentales de la gramática generativa.16 Cons­ tituye, sin embargo, una movida ilícita que lleva a algunos malenten­ didos que trataré de señalar a continuación. 16 Esta es una asunción que es, en cierta medida, independiente de la evidencia lingüística; el argumento de la pobreza del estímulo solo nos conduce a la conclusión de que existe conocimiento que no es derivable del input al que tiene acceso el aprendiz, pero no implica que este conocimiento (un término mentalista) tenga una contraparte biológica ni que sea innato. Véase V. Cook (1991) para un análisis profundo de las consecuencias del argumento de la pobreza de estímulo. Jorge Iván Pérez Silva 435 El principal de ellos se relaciona con la confusión de objetos que pertenecen a ámbitos diferentes de la realidad y a la postulación de relaciones entre ellos que no pueden existir. Aunque Chomsky (1980: 5) sostiene explícitamente que no quiere ir más allá del mundo físico cuando habla de la «mente», yo no veo cómo esto pueda evitarse. Una idea que podría ser útil para ilustrar (por analogía) lo que quiero decir es la siguiente. Mi representación mental del color azul no es idéntica a los procesos neurológicos que tienen lugar en mi cerebro cuando yo percibo algo azul. Aquellos procesos podrían ser grises, rojos o incluso negros (ahí dentro) pero lo son para un observador externo, no para mí: en mi conciencia solo existe azul. No veo ningu­ na manera en la cual esta representación podría ser descrita o carac­ terizada en términos que no se refirieran a la mente, esto es, a la re­ presentación misma. Por supuesto, los procesos físicos que de hecho ocurren en mi sistema nervioso simultáneamente a mi representación mental, pueden ser descritos en términos neurológicos, pero esos pro­ cesos no son mi representación. De acuerdo con Chomsky (1986: 5) el sistema de conocimiento que los seres humanos adquieren y poseen, «pueden ser útilmente consi­ derados como un modelo de sistemas computacionales de reglas que forman y modifican representaciones, y que se ponen en uso en la interpretación y la acción».17 Esta cita sugiere la distinción entre las nociones de «competencia gramatical» y «performance» de una ma­ nera estricta: mientras que la primera se identifica con una lengua-! y es caracterizada como un sistema computacional de reglas y repre­ sentaciones, la última se identifica con la lengua-E, siendo su relación con la competencia la del resultado de poner en uso el sistema de conocimiento. Vale la pena notar que esta noción de competencia no incluye todo el conocimiento lingüístico que los hablantes poseen, el cual, además de guiar la construcción estrictamente gramatical, le permite decidir qué decir y cómo decirlo en circunstancias diferentes. Este último conocimiento algunas veces llamado «competencia prag- 17 En otra parte, Chomsky caracteriza el conocimiento del lenguaje como una «es­ tructura mental que consiste de un sistema de reglas y principios que generan y relacio­ nan representaciones mentales de diversos tipos» Chomsky (1980: 48) . Lo relevante de esta cita es la presencia de la idea de principios como parte del lenguaje-1. Dados los contenidos de Chomsky (1986), asumiré que esta idea se subsume en la palabra reglas de la cita presentada antes, y la usaré en este sentido amplio a lo largo del presente trabajo. 436 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje mática» es considerado por Chomsky (1980: 59) como un componen­ te importante del objeto de estudio de la lingüística pero distinto del sistema computacional de reglas y representaciones que constituye la competencia gramatical, la gramática mental del hablante. Es impor­ tante tener en cuenta lo que hemos supuesto arriba, a saber, que Chomsky está idealizando una gramática mental homogénea o com­ puesta por un solo sistema. Si asumiéramos una gramática mental atomista, tendríamos que postular que el hablante también posee el conocimiento necesario para elegir entre los rasgos lingüísticos dispo­ nibles para él o para ella. Dos preguntas aparecen de manera natural en este punto: 1) ¿cómo puede un sistema computacional de reglas y representaciones mode­ lar una gramática mental? y 2) ¿qué significa poner en uso un sistema computacional lingüístico de reglas y representaciones? En primer término, trataré de caracterizar lo que pienso que Chomsky quiere decir por lengua-! como u:n sistema computacional de reglas y repre­ sentaciones (a saber un sistema mental) y luego criticaré la idea de que tal sistema es puesto en uso durante la ejecución de los procesos involucrados en la comprensión o producción de enunciados argu­ yendo que las reglas de la competencia gramatical no pueden interve­ nir en la performance.18 Asimismo, mostraré que esta distinción fuer­ te entre competencia mental y actuación física apoya la idea de la gramática atomista. El punto de partida para cualquier caracterización de la lengua es la observación de que ésta es usada por seres humanos: ellos producen enunciados, los entienden y ( crucialmente para la gramática generativa) pueden dar juicios de aceptabilidad acerca de los mismos. Estas diferentes manifestaciones del comportamiento lingüístico presentan un cierto grado de regularidad y variación. Un ejemplo de regularidad y variación en la producción es el siguiente. Los hispanohablantes de ciertos dialec­ tos normalmente producen enunciados como el que aparece en (1): (1) ¡Qué linda tu cartera! 18 Aunque la gramática generativa explícitamente sostiene que el sistema de reglas no pretende describir la performance, la idea de un sistema que es usado al momento del habla es explícita (y confusa) como lo muestra el siguiente pasaje: «los niños sin problema alguno usan reglas computacionales complejas dependientes de la estructura, más bien que reglas computacionalmente simples». (Chomsky 1986: 7; énfasis mío). Jorge Iván Pérez Silva 437 En este ejemplo, el adjetivo linda concuerda en género y número con el nombre cartera. Sin embargo, podríamos eventualmente encontrar un enunciado como (1') ¡Qué lindo tu cartera! Este enunciado, en el cual el adjetivo no concuerda en género con el nombre pero que, sin embargo, tiene el mismo significado que (1), es «menos normal» que el anterior en términos de su frecuencia de apari­ ción. Así, la producción de (1) puede ser considerada regular, porque (1) es más común que (1'), pero también es obviamente impredecible por la eventual producción de (1'). Ejemplos de regularidad y variación al entender enunciados pueden encontrarse en situaciones cotidianas: normalmente entendemos el habla de otras personas, aunque también ocurre que algunas veces no somos capaces de entender plenamente algún mensaje particular. Finalmente, un ejemplo de regularidad en los juicios de aceptabilidad puede encontrarse en la opinión de hablantes de español que producen (1) y no (1'): muy probablemente estos hablantes considerarán la primera como perfectamente aceptable y la segunda, como un tanto «rara». Con relación a la variación en juicios de aceptabilidad es común experimentar un cambio en nuestra opi­ nión acerca de la aceptabilidad de algunos de nuestros enunciados: cuando evaluamos introspectivamente la aceptabilidad de una forma lingüística, al principio, puede «sonar» bastante extraña pero confor­ me nos la repetimos muchas veces comienza a sonar más normal.19 Una idea central de la gramática generativa es que podemos dar cuenta de las regularidades creativas en la producción del lengua­ je atribuyéndoles a los hablantes el conocimiento de un sistema gra­ matical mental y que podemos atribuir la variación a factores exter­ nos a este conocimiento que afectan el uso real. Así, por ejemplo, (1) podría ser un enunciado que resultara de un uso impecable de nues­ tro conocimiento mientras que (1') podría ser un enunciado afectado, por ejemplo, por decidir súbitamente no decir lo que habíamos pla­ neado (un falso arranque). Imaginemos que planeamos decir 19 Nagata (1988) muestra que lo contrario también ocurre: tanto las oraciones gra­ maticales como las agramaticales fueron consideradas más agramaticales por los suje­ tos de su experimento debido a la repetición. Nagata (1988) también muestra que el modo en el que las oraciones son presentadas al hablante también produce cambios en sus intuiciones. 438 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje (1") ¡Qué lindo tu bolso! Imaginemos más aun que empezamos a decir qué lindo pero que (por alguna razón) cambiamos de opinión y terminamos de decir tu cartera. Asimismo, la regularidad en el entendimiento puede ser atribuida a la gramática mental; la variación, por otro lado, puede ser atribuida a factores extragramaticales: regularmente recibimos y entendemos enunciados en virtud de nuestra gramática mental (y, por supuesto, también por nuestro conocimiento del mundo), pero algunas veces podemos estar distraídos o cansados o en algún otro estado y no tener éxito en procesar adecuadamente y entender el input lingüístico. Finalmente, la regularidad en los juicios de aceptabilidad se conside­ ra el mejor indicador de la forma de nuestro conocimiento lingüístico bajo la asunción de que las intuiciones del hablante nativo son un buen reflejo de dicho conocimiento (aunque no se le considera un reflejo perfecto; véase Chomsky 1986: 36). La variación, en este caso, puede ser atribuida a una habituación superficial (por así decir) debi­ da a la repetición artificial de un enunciado a uno mismo o a aprendi­ zaje real. Por ejemplo, la primera vez que me topé con la siguiente forma perteneciente al dialecto español de Puerto Rico: (2) El más que me gusta. la encontré bastante extraña dado que en mi dialecto se expresa como (2'), con la palabra más y la palabra que en el orden inverso: (2') El que más me gusta. Conforme he ido familiarizándome con (2), por escucharla más seguidamente, ha dejado de parecerme extraña; más aun, últimamente, me encuentro a mí mismo usándola algunas veces. Hasta aquí hemos visto que las regularidades encontradas en el uso del lenguaje son la base sobre la cual el analista diseña la estruc­ tura de la gramática mental. También hemos visto que este conoci­ miento es conceptualizado como un sistema de reglas que forman y modifican representaciones; en otras palabras, que el conocimiento gramatical que caracteriza al hablante es considerado como la capa­ cidad para construir (o generar) ciertas representaciones mentales y lingüísticas. Ahora debemos abordar el problema de la relación entre Jorge Iván Pérez Silva 439 el conocimiento y la producción de enunciados concretos. Estos últi­ mos son asumidos como entidades del mundo físico con una primera fase fisiológica en el sistema neurológico del hablante, con una reali­ zación acústica debida a los movimientos del aparato articulatorio que, a su vez, tiene efectos fisiológicos en los sistemas auditivo y neurológico del oyente. ¿Cómo es que se relacionan las representacio­ nes mentales con los enunciados? Con el fin de ilustrar la relación entre estos dos objetos lingüísticos, consideremos el siguiente ejemplo del inglés: (3) Who did you play with? «¿Con quién jugaste?» Asumamos que (3) representa un enunciado producido en cierto mo­ mento y espacio por un cierto individuo dentro de un cierto conjunto de circunstancias simultáneas. Imaginemos que este enunciado fue percibido y entendido por un hablante de inglés; imaginemos más aun que este mismo enunciado fue percibido (probablemente de ma­ nera diferente, asumiendo la diferencia entre estímulo y percepción) y no entendido por un hablante de español. Lo que Chomsky sosten­ dría es que el primer hablante fue capaz de entender (3) en virtud de su gramática mental y de su lexicón mental, mientras que el último no pudo entenderlo precisamente porque no posee estos dos tipos de co­ nocimiento. ¿Cómo es que la competencia gramatical le permite al hablante de inglés entender este enunciado? Como se sabe, una asunción funda­ mental de la gramática generativa es que la estructura de la mente es modular. Según esta propuesta, el módulo lingüístico, está interco­ nectado con el módulo de la mente encargado de la interpretación (el módulo conceptual o del conocimiento del mundo, si uno quiere); la idea es que las representaciones lingüísticas son objetos mentales interpretables por el módulo conceptual. Esta visión de la interpreta­ ción requiere que los enunciados (meros objetos físicos) sean repre­ sentados lingüísticamente en la mente. En otras palabras, es necesa­ rio «transformar» ( o «transustanciar») un objeto físico ( el enunciado) en un objeto mental (la representación lingüística). Por supuesto, na­ die sabe realmente cómo se lleva a cabo este proceso; se trata, proba­ blemente, de uno de los problemas más difíciles de ser resuelto por el conocimiento humano (asumiendo que no se trate de un mistero irresoluble), dada la dificultad de comprender la diferencia entre los aspectos mentales y físicos de la realidad. 440 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje Existe, por lo tanto, un obstáculo en nuestro intento de compren­ der cómo un enunciado puede ser mentalmente representado y, con­ secuentemente, interpretado. Así, a lo más, podernos postular una relación de asociación entre los enunciados físicos y las representacio­ nes mentales generables por las gramáticas de los hablantes; el siguiente esquema intenta representar esto: ( 4) REPRESENTACIONES MENTALES GENERABLES POR EL SISTEMA COMPUTACIONAL <----> ENUNCIADOS La doble flecha en este esquema representa la no direccionalidad de esta relación. Debería notarse que, crucialrnente, esta relación no es causal: el enunciado que afecta al oyente no «produce» una pre­ sentación mental. Es la competencia lingüística del individuo la que produce representaciones que pueden asociarse con los enunciados internalizados. 20 Aunque no podamos entender cabalmente cómo se lleva a cabo esta asociación, por lo menos podernos hipotetizar que la gramática mental genera (infinitamente) representaciones formales que de algu­ na manera pueden «corresponder» con algunos enunciados físicos pero no con otros. En otras palabras, podernos tratar de describir la estructura de las representaciones que la gramática mental genera y que el hablante, de algún modo, asocia con los enunciados. El siguiente esquema ilustra una de las infinitas representaciones mentales generables por un hablante de inglés, una que puede ser asociada con el enunciado número (3) .21 20 Esto puede ser entendido por analogía con el sistema inmupológico. Estrictamen­ te hablando un microorganismo que nos invade no produce anticuerpos específicos; es el sistema el que los produce. 21 Esta representación corresponde al modelo gramatical conocido como Principios y Parámetros (Chomsky 1986), cuyos detalles no son relevantes para la presente discu­ sión. Debe advertirse, sin embargo, que (5) constituye un esquema sencillo de una representación mental, que solo ilustra su forma general. Jorge lván Pérez Silva 441 (5) [FC [FI you played with who]] (Estructura-D) [FC whoi didi [FI you ti play with t)] (Estructura-S) ~ (Forma Lógica) [Fe whoi didi [F1 you ti play with ti]] [whodidyouplaywith] (Forma Fonética) En primer lugar, puede verse que las representaciones mentales son complejas, al estar compuestas por diferentes niveles. En segundo lu­ gar, puede notarse que ninguno de estos niveles corresponde al nivel del enunciado. Esto representa adecuadamente el hecho de que las representaciones mentales generables por el sistema computacional de reglas son esencialmente independientes de los enunciados y que estos últimos simplemente se asocian con aquellas. Así la estructura­ D, la estructuras-S, la forma lógica y la forma fonética que aparecen en (5) constituyen los diferentes niveles en los que los hablantes de inglés se representan los diversos enunciados en su mente; en otras palabras, un enunciado como (3) es asociado con estas cuatro repre­ sentaciones (o con esta compleja representación compuesta de cuatro niveles). Desarrollemos un poco esta idea: una persona que percibe el enun­ ciado (3) es capaz de «asociar» el continuo acústico percibido con una cadena mental de elementos discretos sucesivos generable por su gramática internalizada: una forma o representación fonética . Asi­ mismo, para lograr la comprensión del enunciado (3), esta persona debe ser capaz de agrupar estos elementos fonéticos de manera que correspondan a elementos de otros niveles (morfemas, palabras o fra­ ses), así como de identificar las relaciones entre predicados y argu­ mentos, operadores y variables, etc. Esto es, precisamente, lo que re­ presentan los otros tres niveles de representación que aparecen en (5). Así, los diferentes niveles de representación de (5) pretenden codifi­ car los diversos «aspectos» o «facetas» con las que un enunciado se asocia mentalmente; todos ellos son generables por una gramática mental en presencia del enunciado, aunque ninguno de ellos sea «efec­ to directo del mismo». 442 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje Por su parte, cuando producimos un enunciado, la relación entre éste y la representación mental que se genera por la gramática intemalizada es exactamente la misma que en el caso de la percep­ ción de un enunciado, a saber, asociación. La producción real de un enunciado presupone (por asunción) el conocimiento de una estruc­ tura (como la que se muestra en (5)) sobre cuya base es construido; pero esta estructura no describe los procesos fisiológicos o físicos involucrados en el acto de enunciar algo. Este esquema no es dinámi­ co; es, por así decir, el «background» o la «base» mental de los proce­ sos involucrados en la performance. Se ha sostenido líneas arriba, sin embargo, que Chomsky ha pro­ puesto explícitamente que las representaciones mentales, como la que aparece en (5), son el resultado de reglas que forman y modifican representaciones; esto parecería contradecirse con la idea de que la representación (5) no es dinámica. Trataré de demostrar que no existe contradicción en describir, por medio de reglas dinámicas, un sistema de conocimiento estático. Considérese la siguiente inferencia: (6) a. Juan es más alto que María. b. María es más alta que Pedro Por lo tanto c. Juan es más alto que Pedro Existe un sentido en el que la información expresada por (6c) «de­ riva» de la información expresada en (6a) y (6b); por ejemplo, dada la verdad de (6a) y (6b) podemos deducir que (6c) es también verdadera o, dado (6a) y (6b), podemos concluir (6c). Se puede postular que este tipo de razonamiento es una propiedad de la mente y puede ser des­ crito por medio de la siguiente regla general: (7) Regla de Derivación Dado el conocimiento de que X es mayor que Y, y que Y es mayor que Z, podemos derivar el conocimiento de que X es mayor que Z. En términos formales, esta regla derivacional toma el primer argu­ mento de la primera premisa y el segundo argumento de la segunda premisa (con tal de que el otro argumento sea común a las dos premisas) y construye una tercera proposición con el mismo predica­ do precedido por el primer argumento y seguido por el segundo. Dada esta regla, podemos «derivar» proposiciones (un tipo de re­ presentaciones mentales) con tal de que se den ciertas propiedades Jorge Iván Pérez Silva 443 formales. Pero al «hacer» esto, ¿estamos describiendo un proceso o tan solo maneras diferentes de representar el conocimiento? Es fácil ver que no existe un proceso real en una derivación como (6): si noso­ tros sabemos las dos premisas, entonces también sabemos la conclu­ sión.22 Esta última es simplemente una manera diferente de codificar la información expresada por las primeras, y la regla que se da en (7) es tan solo una representación de nuestra capacidad para vincular proposiciones ((6a) y (6b) con (6c)); sin embargo, el vínculo mismo no es dinámico. De manera análoga al «proceso inferencia!», el conocimiento lin­ güístico puede ser codificado por un sistema estático que relaciona representaciones de diferentes niveles, estando estas representacio­ nes vinculadas por medio de derivaciones formales. Así, volviendo al enunciado de (3), la gramática mental del hablante de inglés genera una representación lingüística de cuatro niveles que se asocia con di­ cho enunciado. La representación de forma fonética consta de una cadena de segmentos fonéticos vinculada a la representación de es­ tructura-S por medio de ciertas reglas.23 La estructura-S codifica in­ formación acerca de los elementos sintácticos y de las relaciones entre ellos y se vincula con la estructura-D por medio de la regla derivacional Mueve-ex. La asunción principal que motiva la postulación de estos dos niveles de representación es rnetateórica en cierta medida: la explica­ ción de los hechos es más simple y elegante (y por lo tanto, más plausi­ ble, en términos adquisicionales) si suponemos que la preposición with 'con' asigna el rol semántico de «compañero» (o algo similar) siempre al elemento al que gobierna, corno en el siguiente ejemplo: (8) You play with someone «Juegas con alguien» Así, el hecho de que en (3) entendamos que la partícula interroga­ tiva pregunta por un compañero, aun cuando no aparezca adyacen­ te al asignador de este rol, se codifica por dos representaciones men­ tales vinculadas que muestran a dicha partícula tanto en la posición 22 Nótese que los términos inferencia, deducción, conclusión son confusos dado que nos invitan a concebir un estado (el conocer distintas cosas) como si fuera un proceso. 23 Existe una enorme cantidad de literatura acerca de este vínculo que constituye el campo de la fonología generativa. Un artículo particular que vale la pena leer por su análisis de estos asuntos es Bromberger y Halle (1992) 444 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje de asignación (la estructura-D) como en la posición en la cual es pro­ nunciada (la estructura-S). En otras palabras, el vínculo entre estas dos representaciones corresponde al vínculo que reconoce el hablante entre la partícula interrogativa What y la preposición with en (3).24 En resumen, he presentado una propuesta para la interpretación de la idea de Chomsky de que la competencia gramatical puede ser carac­ terizada como un sistema que genera representaciones mentales. En particular, he sostenido que esta generación es independiente de los enunciados reales y que la relación entre éstos y las representaciones mentales es de asociación, aunque no es claro cómo esta relación pueda establecerse dado que los enunciados físicos y las representaciones men­ tales son elementos de distintos aspectos de la realidad. Antes de abordar la segunda pregunta anunciada arriba (¿qué signi­ fica poner en uso un sistema lingüístico computacional de reglas y represen­ taciones?), es necesario examinar el caso de la generación de represen­ taciones que corresponden a dos representaciones semánticamente equivalentes como las de (2) y (2') (el más que me gusta y el que más me gusta) . Es fácil ver que en el caso de dos personas diferentes que produ­ cen, una de ellas el enunciado (2) y la otra el enunciado (2'), es necesa­ rio postular representaciones gramaticales mentales diferentes para cada una. Ahora bien, ¿qué ocurre con un mismo hablante que produ­ ce sistemáticamente ambos enunciados? En este caso, lo más coherente parece ser proponer que su gramática intemalizada genera ambas re­ presentaciones mentales. Esto significa que cualquiera que sea el diseño de una gramática particular que el lingüista elija (principios, reglas, etc.) ambas construcciones deben ser consideradas gramaticales para el mismo individuo (esto es, generables por su gramática). Ahora bien, la elección del uso de una forma o la otra no está regida por el sistema lingüístico computacional que genera representacio­ nes. 25 Por lo tanto, es necesario postular otro componente del conoci­ miento del hablante: uno que le permite elegir sistemáticamente entre 2 -1 El nivel de representación de forma lógica se postula para dar cuenta de algunos fenómenos que no nos conciernen aquí; la relación entre este nivel y la estructura-Ses la misma que se cumple entre los otros niveles, a saber, derivacional en el sentido que se ha descrito antes. 25 Creo que es tan solo una cuestión terminológica si uno decide usar gramática en este sentido restringido o si uno lo amplía con el fin de incluir las condiciones de uso de las formas generables. Lo que importa es considerar que el conocimiento lingüístico comprende estos diferentes aspectos fundamentales . Jorge Iván Pérez Silva 445 varias formas . Tal como se ha argumentado antes, las condiciones de uso no son aleatorias y pueden ser correlacionadas con factores gra­ maticales así como extragramaticales (cf. la sección 5). Las probabili­ dades de usar una forma o la otra pueden ser calculadas sobre la base de la observación del comportamiento de la comunidad entera. Todo esto, por lo tanto, presupone que ambas formas (2 y 2') pueden ser generadas por la gramática de un individuo para que él elija la más adecuada a sus necesidades (cognitivas o comunicativas). Es esta re­ lación entre la gramática que genera representaciones y la posibilidad de elegir entre ellas en la performance a la que me he referido antes al afirmar que la competencia actúa o funciona como «background» o «base» para la performance. Este punto puede ser ilustrado de manera más completa con los siguientes ejemplos: (9) Mi mamá me dejó que fuera a la fiesta. (9') Mi mamá me dejó ir a la fiesta. En este caso, las construcciones no pertenecen a diferentes dialectos geográficos (como los ejemplos 2 y 2') sino que son alternativas del es­ pañol general.26 En este caso, también las gramáticas particulares de los individuos que conocen y usan (activa o pasivamente) ambas for­ mas deberían estar diseñadas de tal manera que generaran representa­ ciones mentales distintas asociables con cada uno de estos enunciados. Un asunto similar surge al considerar una forma lingüística como agramatical en ciertos contextos pero gramatical en otros. Examine­ mos los siguientes ejemplos (de Campos 1986: 354): (10) a. Compré un / el libro. b. Lo compré. c. *Compré. El autor explica que el verbo comprar «siempre necesita aparecer seguido por una frase nominal objeto de modo que satisfaga el princi- 26 Sería in teresante explorar si una forma es más usada que la otra por diferentes segmentos de diferentes comunidades o si es que la primera forma aparece más en ciertas si tuaciones comunicativas y la segunda, en otras situaciones. Sin embargo estas pesquisas dialectológicas, en sentido amplio, nos alejarían del propósito del presente trabajo. 446 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje pio de proyección postulado por Chomsky (1981)». Campos asume que (lüb) «contiene un pro en la posición de objeto directo del verbo» y concluye que (lüc) «sería agramatical dado que comprar aparece sin la frase nominal de objeto». Sin embargo, sostiene que (lüc) «es gra­ matical si es usada en un contexto en el que el objeto de comprar es inter­ pretado como indefinido» (Campos 1986: loe. cit.; énfasis mío) e ilus­ tra su idea con el siguiente ejemplo: (11) a. ¿Compraste café? b . Sí, e compré. Como es bien conocido, las formas gramaticales son, estrictamente hablando, aquellas que el sistema gramatical genera y las formas agramaticales, aquellas que no son generables por la gramática. Los conceptos gramatical y agramatical no se refieren a un estatus mudable de las formas; más bien, el primero es una noción teórica usada para caracterizar aquellas formas que se siguen de un conjunto de reglas o principios diseñado artificialmente y el segundo se utiliza para caracte­ rizar aquellas que no se siguen. Así, la gramática que se le adscribe a un individuo que sistemáticamente enuncia o escucha formas como las de (lüb) y (10c) (u llb) debiera generar representaciones para cada una de ellas; de este modo, a la primera debería asignársele una representa­ ción (simplificada) como las de (12a), mientras que a la última, una como la de (12b ), donde e aparece en lugar de una categoría vacía: . (12) a Lo compré pro b.Comprée (definido) (indefinido) Lo que no tiene sentido es considerar como gramatical o agramatical a la misma forma dependiendo del contexto en la que se la usa. Un hablante puede escoger responder a una pregunta sobre un objeto definido con (llb) o a una pregunta sobre un objeto indefinido con (lüb ). En cada uno de estos casos, el hablante producirá una respues­ ta extraña o inapropiada pero con respecto a patrones o principios discursivos; en ambos casos el conocimiento gramatical proveerá las dos alternativas para que el hablante escoja ( en el discurso) entre ellas. 27 27 Otra vez, tal como lo sostuve en la nota 25, cabe notar que el uso de la palabra gramática no es prerrogativa exclusiva de nadie. Las reglas o principios que gobiernan la construcción de textos (orales o escritos) constituyen lo que se conoce como Gramá- Jorge Iván Pérez Silva 447 Nos encontramos ahora en una buena posición para tratar de con­ testar la segunda pregunta que presentamos antes: ¿ qué significa po­ ner en uso un sistema computacional lingüístico de reglas y representacio­ nes? o, para ponerlo en términos más simples, ¿qué significa emplear o usar una regla de la competencia? Tal como se observó arriba, la perfor­ mance, el uso del lenguaje, se manifiesta como la producción y recep­ ción de enunciados y como la capacidad de dar juicios de aceptabilidad acerca de las formas lingüísticas. A continuación argumento a favor de la idea de que no tiene sentido decir que en alguno de estos proce­ sos se utilice o emplee un regla de la competencia. En el caso de la recepción de un enunciado, que se examinó antes, se sostuvo que las reglas generan representaciones mentales de una manera estática, (i.e., la generación no es un proceso stricto sensu) que pueden ser asociadas con los enunciados intemalizados (en un pro­ ceso cuya naturaleza es desconocida a los investigadores). Así, a lo más, las reglas representan el conocimiento con el cual el enunciado es asociado, pero no son usadas de manera alguna durante el acto de habla. Asimismo, es fácil ver que el sistema computacional no se pone en uso cuando el hablante juzga la aceptabilidad de un enunciado: no es una cuestión de «ponerse a generar representaciones» dado que, como se ha sostenido antes, esto no tiene sentido. El hablante puede juzgar la aceptabilidad de un enunciado porque conoce o sabe (estáticamente) si el enunciado puede asociarse con una representación mental generable (no generada) por su gramática mental. Finalmente, ¿se ponen en uso las reglas cuando el hablante produce un enunciado? Parece que esta pregunta también debe ser 'Contestada en términos negativos, dado lo que se ha dicho antes acerca de la naturaleza de las representaciones mentales y la relación entre éstas y los enunciados. El enunciado es considerado tal desde que la activi­ dad neuronal involucrada en su producción comienza e incluso pue­ de ser producido por sistemas artificiales de producción de sonidos. Esto muestra su independencia de las representaciones mentales que se «encuentran detrás» o «sirven de base» para su producción. tica del texto o Gramática del discurso (Van Dijk 1977) y comprende distintos tipos de conocimiento además del «gramatical» en el sentido restringido generativista. Ambos sentidos de gramática pueden ser ejemplificados por el uso de los artículos definido e indefinido: la gramática en el sentido restringido genera frases con cualquiera de los artículos, pero el uso particular de ambas frases se encuentra gobernado por condicio­ nes semánticas o contextuales que pertenecen a la gramática en el sentido amplio. 448 Homogeneidad versus heterogeneidad en el lenguaje Nótese que este hecho hace evidente la diferencia entre la gramáti­ ca mental y «el saber cómo» articular los enunciados (distinción que no es clara en el discurso chomskiano, (cf. Chomky, 1980: 4 y 53). Esta última noción se refiere a la capacidad de activar los sistemas neuronal y articulatorio; es una noción que se refiere claramente a la disposición de objeto físicos, como cuando decimos que «sabemos» cómo besar o cómo mover una mano. Llamarle a esta capacidad «sa­ ber cómo» sugiere una conexión entre esta capacidad y un estado mental; no deberíamos dejamos confundir por esta etiqueta, sin em­ bargo: nosotros no asumimos la presencia de un estado mental detrás de nuestra capacidad de guiñar un ojo, ni suponemos su ausencia en las personas que no saben hacerlo. La diferencia con respecto al cono­ cimiento lingüístico, como bien se sabe, descansa en el hecho de que la gramática mental genera representaciones infinitas, mientras que el guiñar un ojo es un comportamiento limitado. En lo que sigue, intento apoyar más la idea de que la gramática m