Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú n.º 2016-15387 Ley 26905 - Biblioteca Nacional del Perú ISBN: 978-612-4358-00-5 Tiraje: 500 ejemplares Derechos de la primera edición, diciembre de 2016 © Instituto Francés de Estudios Andinos, UMIFRE 17, MAEDI/CNRS - USR 3337 AMÉRICA LATINA Jirón Batalla de Junín 314 Lima 4 Teléf.: (51 1) 447 60 70 Fax: (51 1) 445 76 50 E-mail: IFEA.direction@cnrs.fr Pág. web: http://www.ifeanet.org Este volumen corresponde al tomo 41 de la colección Actes & Mémoires de l'lnstitut Fran~ais d'Études Andines (ISSN 1816-1278) © Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú Av. Universitaria 1801, Lima 32 - Perú Telf.: (51 1) 626 26 50 E-mail: feditor@pucp.edu.pe Pág. web: http://www.pucp.edu.pe@publicaciones © Fundación M. J. Bustamante de la Fuente Francisco Masías 370, 7° piso, San Isidro, Lima, Perú Teléfono 4225258 E-mail: fundacionbustamante@lapositiva.com.pe Pág. web: http://www.fundacionbustamante.com Imprenta Tarea Asociación Gráfica Educativa, Pasaje María Auxiliadora 156 - Breña Imágenes de la carátula: Cuadro de Santa Cecilia «Gloria de Santos y Mártires (Familia del brigadier Mateo Pumacahua)», Museo Histórico Regional del Cusco /Fernando VII, 1815, José Gil de Castro. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú/ José Fernando de Abascal y Souza. José María Gutiérrez Infantas, Oleo sobre lienzo, 1962. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú / Retrato de don José Matías Vásquez de Acuña y Ribera Mendoza, conde de la Vega del Ren (atribuido a Pedro José Díaz, ca. 1810-1820), propiedad de José Félix Cabieses Grada-Seminario/ «Los Hermaos Angulo», óleo de Etna Velarde. Galería Pictórica del Auditorio del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú I Portada de la Constitución de Cádiz de 1812. In: Manuel Chust (coordinador editorial), 1812: El Poder de la Palabra. América y la Constitución de 1812. Acción Cultural Española/ Lunwerg Editores. Con el patrocinio de la Fundación AX.A. Madrid/Barcelona, 2012, p. 64. Diseño de la carátula: Yolanda Carlessi Cuidado de la edición: Anne-Marie Brougere, Vanessa Ponce de León El partido de Tarapacá y el extremo sur del virreinato peruano durante la revolución cuzqueña de 1814 Paulo Lanas Castillo El presente artículo relata los sucesos acaecidos en lo que denominaremos el espacio extremo sur del virreinato peruano, principalmente el área del partido de Tarapacá, durante el periodo de insurgencias independentistas americanas. Precedido de un análisis, pretendemos contextualizar dichos eventos dentro de un tiempo complejo donde indefiniciones y conspiraciones formaron parte del paisaje de la época. Conocer el origen, la forma y los personajes involucrados en las revueltas de Tarapacá, nos permitirá ampliar la mirada respecto a la vinculación que existía entre los esfuerzos del ejercito auxiliar porteño apostado en distintos puntos del Alto Perú y los alzamientos locales peruanos como fueron los sucesos de Tacna (1813), el Cuzco (1814) yTarapacá (1815) . El sur del virreinato peruano resultó ser un campo fértil para preparativos rebeldes, que llevados a cabo o no, reflejaron el dinamismo de una zona en constante contacto con las distintas áreas que la componían. Es por ello que el estudio de la revolución cuzqueña de 1814 supone ir más allá de las fronteras que esta alcanzó y del periodo en que efectivamente detentó el poder la junta gubernativa rebelde. Proponemos entonces analizar las insurgencias 1 409 surandinas de la etapa de convulsiones del imperio español, desde un enfoque 410 1 Paulo Lanas Castillo que nos permita enlazar los hechos y acciones llevadas a cabo por personajes de diferentes latitudes, en especial cuando hablamos de zonas como el Cuzco, Arequipa, Moquegua, Tacna, Arica yTarapacá. Estos sectores además formaron en el mapa una especie de «marco externo territorial» hacia el noroeste del Alto Perú, territorio dinámico y rico en acciones bélicas, donde se desarrollaron extensos e intensos enfrentamientos militares entre las fuerzas revolucionarias porteñas y el Ejército realista. Este enfoque será clave para comprender la situación de los partidos más australes de la Intendencia de Arequipa y el Virreinato: Arica yTarapacá, entre los años de 1813 y 18161. Dicho lo anterior, debemos preguntarnos ¿dónde efectivamente se conectan las conspiraciones y movimientos rebeldes del sur del virreinato peruano durante el periodo de 1814-1815? Para acotar nuestro análisis, debemos señalar que parte de este texto busca enlazar los olvidados movimientos revolucionarios que alcanzaron el partido tarapaqueño en el año de 1815, bajo la dirección del cuzqueño Julián Peñaranda, con otras intentonas de los promotores del proyecto de la patria, llevadas a cabo en zonas próximas a Tarapacá. Mediante el análisis de estos hechos, por así decirlo «menores» y «desconocidos» dentro de la historia de las independencias, proponemos que la conexión entre las conjuraciones y levantamientos de la zona surperuana con los movimientos revolucionarios que acontecían en Charcas, tuvieron un peso gravitante y complementario para comprender la dimensión del complejo proceso revolucionario que se desarrolló en la retaguardia de los ejércitos realistas. El sur del virreinato del Perú posee dos áreas definidas principalmente por su geografía. La primera de ella es la zona costera, compuesta principalmente por áridas pampas de gran superficie y pequeños valles y quebradas que se nutren de cursos de agua bastantes acotados. Culturalmente, la costa se caracteriza por una fuerte presencia aymara, la que se sitúa particularmente en ciudades, villas y poblados como Arequipa, Moquegua, Tacna, Arica y Tarapacá; mientras que grupos quechuas se encuentran en menor cantidad. La segunda zona que define el sur del Virreinato, es el altiplano. Poseedor de una mayor presencia quechua, destaca por su geografía de montaña. Entre algunas de sus principales ciudades figuran el Cuzco, Puno y Tarata . • 1 Este trabajo incluye una parte de la exposición y futura publicación del texto: «Una periferia del Virreinato peruano durante las independencias» presentado en el Coloquio «Las Independencias antes de la Independencia», organizado por el IFEA y el Congreso de la República en la ciudad de Lima en agosto de 2014. La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del vierreinato peruano En este contexto, aspiramos a aclarar que el denominador común entre el éxito o fracaso de los diferentes levantamientos del sur virreinal peruano se basó principalmente en la comunicación que los rebeldes locales sostuvieron con los ejércitos porteños. Para ello se necesitó de la participación proactiva de insurgentes que denominaremos de «larga data», es decir, personajes que no limitaron su accionar a un único acontecimiento y a una única región, sino que poseían un extenso prontuario de alzamientos y conspiraciones en distintas partes del sur andino. 1. Vientos de rebelión en el sur peruano Las revueltas acontecidas en el espacio surperuano entre los años 1813 y 1815 poseen un denominador común: todas estaban conectadas con el avance del ejército auxiliar del norte en el Alto Perú. Parte de las poblaciones de Tacna, el Cuzco y Tarapacá, se involucrarán con los esfuerzos porteños por lograr una autonomía del trono español, generando así caos y desequilibrio en la fidelidad propuesta por las autoridades de las intendencias del Cuzco y Arequipa. Un ejemplo de los alzamientos durante el periodo señalado se originaría en San Pedro de Tacna, precisamente el 3 de octubre de 1813, cuando el franco argentino Enrique Pallardelle intentó prolongar la influencia política de la junta de Buenos Aires hasta la costa pacífica. Esta rebelión, al igual que la de Francisco de Zela en 1811, se prolongaría por breve tiempo, ya que para el 31 del mismo mes, las fuerzas patriotas eran vencidas en Camiara. El modus operandi de los infieles tacneños consistió en lograr un ambiente favorable en la población donde se llevaría a cabo el alzami~nto y enlazar el momento de la insurrección con alguna pronta victoria militar en el Alto Perú a manos de las fuerzas bonaerenses2. Como es sabido estos lugares fueron el epicentro de luchas militares entre el ejército porteño y las fuerzas realistas, es decir, la • 2 En Tacna, Francisco de Zela conectó con José Castelli, militar bonaerense, alzándose banderas porteñas en el breve periodo de rebeldía de aquella ciudad en 1811. Similar caso ocurrió con Enrique Paillardelle en 1813 quien, en menos de un mes de insurrección, fracasó en sus planes de conectar con Arequipa, por no recibir instrucciones de Manuel Rivera, ya que este se encontraba preso por los realistas. Este último era regidor de la zona arequipeña y había contactado con Belgrano tiempo antes, siendo un hábil conspirador. De esta forma, y ante la derrota de Vilcapuquio en el Alto Perú, ciega y osadamente, sin intención de expandir la revuelta, sino más bien de resistir la embestida de los ejércitos reales que se aproximaban, Paillardelle sale al encuentro de las fuerzas leales al Rey comandadas por el coronel García Santiago, siendo finalmente derrotado (ver Choque & Quispe, 1 411 2013). Paulo Lanas Castillo real fuerza de los insurgentes se congregaba en el Alto Perú, y los alzamientos de la zona en estudio podrían ser considerados como complementarios a los planes finales que buscaban conseguir los militares argentinos en el Alto Perú. Esto es posible de detectar debido a las comunicaciones que llevaron a cabo los rebeldes tanto de Tacna, el Cuzco y Tarapacá, demostrando que existía una conexión regional insurgente. Así, en noviembre de 181 O Martín Güemes intenta adelantarse a los planes comandados por J. Castelli, los que pretendían «incorporar las provincias de Puno, Cuzco y la costa toda» a los planes autónomos porteños y como manifestaba Castelli, así «dejar amenazada a Lima»3. Los levantamientos de 1814, en el Cuzco, cambiarán en cierto modo la forma de operar de los anteriores alzamientos sureños, vale decir: conspiraciones previas y estallidos de corta duración que resultaban infructuosos en sus objetivos. A comienzos de ese año, en la ciudad del Cuzco, se inicia una verdadera escalada de enfrentamientos entre autoridades locales, cuando finalmente el 3 de agosto de 1814, los hermanos Angulo, apoyados por el cacique de Chincheros Mateo Pumacahua, encabezan un alzamiento exitoso frente al orden virreinal, formando una de las juntas de gobierno que disputarían el poder del virrey Abascal en su propio virreinato4. En este sentido, la rebelión del Cuzco de 1814 reflejó principalmente dos aspectos de las poblaciones surperuanas. El primero de ellos se refiere al disgusto que se había generado y acumulado en la población local, especialmente en la elite aspiracional, que intentaban obtener beneficios de la crisis imperial aunque esto significara en definitiva romper con la administración del poderío español en América y buscar en ese entonces la autonomía y desligarse de la autoridad del virrey Abascal. Así mismo, en segundo término, se demuestra que la insurrección sin una planificación y comunicación con otras áreas sublevadas de la región sur y alto peruana, estaba condenada al fracaso, siendo efectivamente lo que sucedió con todos los intentos rebeldes de esta zona virreinal. En este último aspecto queremos • 3 Esta idea no prospera debido a que Güemes tenía poco rango militar dentro de los preparativos (ver Güemes, 1979, tomo 1: 299). 4 En noviembre de 1814, a las manos del general Rondeau llega una proclama dada en el Cuzco que detallaba los sucesos y las intenciones del levantamiento. En ella se llamaba a los cuzqueños a 412 1 continuar el camino iniciado por habitantes del Río de la Plata, quienes habían mostrado las sendas para llegar a un estado de felicidad (ver: Güemes, 1979, tomo 2: 255. La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del vierreinato peruano ir más allá del fenómeno local o regional y pasar a comprender el contexto interregional (o subcontinental) en que se insertaron los alzamientos del Cuzco, Tacna y Tarapacá. Detectaremos, para el caso del Cuzco, expresiones de contacto con los insurgentes porteños, según, por ejemplo, los escritos del español Mariano Torrente (1830), donde se manifiesta que se sostuvieron comunicaciones entre los rebeldes del Cuzco y el general Manuel Belgrano y el comandante José Rondeau quienes, apostados en el Alto Perú, seguían de cerca las acciones cuzqueñas. A Rondeau lo intentará visitar el alcalde del Cuzco, N. Paredes, en plena rebelión de 1814, pero sería interceptado en Oruro, sin embargo las noticias de todas maneras llegaron a Tarija, lugar donde se encontraba el general bonaerense. Para María Luisa Soux (2010), esto significa que el Cuzco y el Alto Perú estaban en conexión, articulando un amplio espacio andino. Durante el proceso de las guerras por las independencias resultaron primordiales las comunicaciones secretas, siendo posible darnos cuenta que los patriotas del Alto Perú estaban al tanto de lo que iba sucediendo en las zonas del sur del virreinato peruano. Por ejemplo, en abril de 1814, los comandantes patriotas del ejército porteño se enteran que el ambiente en la capital del Cuzco se encontraba «movido» y que en ese mismo mes se había originado una rebelión donde se ejecutaron a más de cincuenta patriotas (Güemes, 1979, tomo 1: 203). Meses más adelante también se conocerían más detalles de lo que venía ocurriendo en la ciudad imperial incaica: Para nuestra es muy gloriosa (sic), ya la disposición de los pueblos que refiero, como por la revolución de la gran provincia del Cuzco. Allí se depuso al presidente Concha, puesto por Abascal, y a los oidores Provisión Real. Se depositó la presidencia en el coronel juramentado en Salta don Juan Tomás Moscoso y el mando de las armas en los coroneles Astetes, uno de ellos también juramentados. Tienen armado un batallón de 750 fusileros, 12 piezas de artillería, y 2000 reclutas de alguna disciplina, que de antemano estaban preparados para reforzar a Pezuela. Del Cuzco han llegado pliegos oigo decir que dicen que allí sigue la revolución a pasos largos aunque con pocos fusiles, que Pezuela había mandado aprestar al puerto de Arica dos buques seguramente para si pierde la acción tener esa retirada porque en tal caso el camino para Lima ha de estar despejado (Güemes, 1979, tomo 1: 203). 1 413 414 1 Paulo Lanas Castillo Esto evidencia que la reg10n fronteriza entre el virreinato peruano y la audiencia de Charcas fue un espacio considerado importante y bajo planes de invasión para el ejército porteño como también de vía de escape, en el caso de Arica, para los ejércitos realistas en caso verse acorralados por las tropas rebeldes. La sublevación del Cuzco además demuestra su aspiración autonomista y el propósito que tuvo de conectar con otros movimientos patriotas, en el despliegue de cuerpos armados hacia otras ciudades del Virreinato (Hamnett, 2012). Estos movimientos expansionistas cuzqueños alcanzaron el partido de Moquegua en su incursión más austral dentro del desierto costero peruano. Las fuerzas rebeldes lideradas por Mateo Pumacahua y Vicente Angulo habían tomado Arequipa el 9 de noviembre de aquel año, luego de la batalla de la Apacheta, para entrar en Moquegua dos días después, el 11 de noviembre. En Moquegua se designó a Bernardo Landa como Subdelegado, quien se encontró en aquella villa con el obispo de Arequipa, Luis Gonzaga de La Encina, quien retornaba de Arica y Tarapacá, luego de realizar su visita eclesiástica oficial en aquellas zonas (Paz Soldán, 1868). En ese momento cambian los objetivos de los rebeldes, debiendo detener la expansión hacia el sur, ya que era inminente la llegada del general realista Juan Ramírez y sus tropas provenientes desde el Alto Perú. Es posible entender que la revolución cuzqueña obtuvo un triunfo más prolongado en el tiempo en comparación con los sucesos de Tacna (1813) y Tarapacá (1815). Esta revolución, mediante su expansión, efectivamente alcanzó a Moquegua, pero pudo ir más hacia el sur, ya que Mateo García Pumacahua había fijado como su próximo objetivo a la villa de Tacna, y para ello, mediante cartas, ultimó a rendir y pasar al bando de la patria al subdelegado de San Pedro de Tacna, y si no lo hacía recibiría los castigos más severos de su parte y de sus tropas (Aparicio Vega, 1974: 381-382). El sur del Virreinato se veía amenazado y esto alertaba a las autoridades españolas en conjunto con la aristocracia adepta al absolutismo, quienes comenzaron a temer por el desorden del sistema social que estos hechos ocasionaban. Para ellos, los españoles absolutistas y para algunos constitucionalistas, Mateo Pumacahua personificaba la barbarie, aquella que la misma España había logrado vencer en la conquista de estos territorios siglos atrás. Esto se manifiesta en los comunicados epistolares que sostuvieron el obispo de Arequipa, Luis Gonzaga de la Encina, y el Cura Vicario de Moquegua meses después de sofocado el alzamiento: La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del vierreinato peruano ... Ylustrisimo Señor, según datos seguros, llegan al extremo de que los insurgentes del Cuzco, hayan declarado la proscripción de todas las Cartas de la América, exepto (sic) la que debe regenerar el Y mperio (sic) de los Gentiles Y neas, para restablecer de consiguiente su antigua idolatría, sobre la ruina de los Altares del Dios verdadero. De este horrorozo (sic) principio, parten los escandalosos designios de querer exterminar a los beneméritos hijos de la Madre Patria, según el anónimo que acompaño a V.S. Ytma, y por el mismo principio se están exterminando insensiblemente los más recomendables individuos de la propia América: a más de esto el Yngrato y pérfido Yndio Pumacahua ha exaltado infinitamente el entusiasmo de sus semejantes ofreciéndoles serán árbitros de las vidas y propiedades de los que no son Y ndios, con recuerdo de aquellos primitivos derechos, que cedieron al legitimo de la Conquista, y que debieron olvidar por gratitud al grande beneficio de la Religion, por la qual únicamente pueden ser participantes de la verdadera, y eterna felicidads. En este sentido, la incorporación del cacique Pumacahua al movimiento cuzqueño provocó que los criollos partidarios del liberalismo español y de la constitución gaditana, optaran finalmente por abandonar el proyecto de los Angulo y sus aliados (Hamnett, 2012). El temor a la masa descontrolada y a una casta distinta, aunque dirigida por un hombre probo y de trayectoria muy similar a la de un español peninsular o criollo, pero finalmente indígena como la muchedumbre, constituyó un freno para la incorporación de mayores sectores sociales a la convocatoria revolucionaria6. Este miedo e inseguridad impulsó a las autoridades del surperuano a profesar un discurso de alerta y recelo ante la masa indígena, un rechazo en definitiva a cualquier incanismo mesiánico; así como también un llamado a la precaución frente a nuevos intentos de algunos por revolucionar a la población sureña. Basado en esta perspectiva de miedo y precaución, Luis Gonzaga de la Encina, obispo de Arequipa y acérrimo defensor del absolutismo, el 10 de marzo de 1815 describe cómo sucedieron los hechos revolucionarios iniciados en el Cuzco y que continuaron su expansión hacia el sur del Virreinato: • s AHL, MSG 7, f. 3 (el subrayado es nuestro). 6 O 'Phelan (1987) también desarrolla un punto similar en las rebeliones indígenas de 1780-1781, ya que los sectores criollos se integraron a aquellos sucesos, mas algunos se retiraron, producto de 1 415 la violencia que cobró la rebelión en manos de líderes indígenas (ver en Flores Galindo, 1987). 416 1 Paulo Lanas Castillo Después que los insurgentes del Cuzco, aprovechándose de las preocupaciones de cierto número de hombres indignos de contarse en el fidelismo y exforzado (sic) vesindario (sic) de esta provincia (Arequipa), lograron ultrajarla hasta el último extremo, con establecer en ella, aunque por pocos días, el degradante e ignominioso sistema de una independencia quimérica?. El obispo además adjuntaba a la misiva un bando oficial dado por el Sr. Juan Pío de Tristán y Moscoso, brigadier de los Ejércitos Reales, y por ese entonces gobernador intendente y comandante general interino de las Armas de la Provincia de Arequipa y Departamento de las costas del Mar del Sur, el cual iba dirigido al cura vicario de Moquegua Dr. don Luis Prieto, que versaba sobre las providencias que debían tener los habitantes de toda la provincia arequipeña, incluidos los partidos más alejados como Arica y Tarapacá. Se hacía especial énfasis en la poca conveniencia que los pobladores de todas estas villas y ciudades del sur permanezcan inactivos e indiferentes ante una situación como fue la invasión de Mateo Pumacahua y los demás. Siguiendo esta línea argumentativa agregaba que: prudentemente debe temerse, que permaneciendo en el errado concepto de contar con la inacción y apatía de algunos, intenten volver (los cusqueños) a cubrirnos de oprobio y amargura, para reproducir los crímenes y latrocinios con que saciaron su desmesurada codicia. Ninguno por distante que haya estado puede ignorar estos exesos (sic), quando (sic) aun resuena el clamor de los infelices, que privados de lo poco en que fundaban su subsistencia, y la de sus mujeres e hijos, han quedado expuestos a la miseria e indigencia, que no conocieron hasta la desgraciada época de su invasións. Como observamos, la junta de gobierno cuzqueña y su avance territorial acaecido, para el caso de Arequipa, en noviembre del año 1814, había dejado un halo de temor en la autoridad oficial y esta intentaba extenderlo en la población del sur, mediante bandos oficiales y así también en la oratoria sacerdotal en el púlpito9 . • 7 AHL, MSG 7, f. 4. s AHL, MSG 7, f. 4. 9 Ver el interesante análisis de Ortemberg, 2014. Rituales del poder en Lima (1735-1828) . De la monarquía a la república. PUCP, Lima. La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacá y el extremo sur del vierreinato peruano El avance de la fuerzas de Angulo y Pumacahua fuera del Cuzco, hacia Huamanga, Arequipa, Puno y La Paz, es una demostración evidente de que el objetivo del movimiento no era la reforma, sino la independencia (Hamnett, 2012). El esfuerzo cuzqueño porque otras zonas del área surandina del virreinato peruano y del Alto Perú se plegaran a la causa, demuestra que hubo una búsqueda constante de relacionarse con otras ciudades o poblaciones sureñas, en el denominado proyecto de la Patria. Logrando aquello, como suponemos en este caso, quedaría muy probablemente aislado el Alto Perú para todo tipo de ingresos de refuerzos realistas, fuesen estos económicos o militares provenientes de Lima. Ahí radicaría la importancia de la expansión cuzqueña en el sur andino para los objetivos patriotas porteños, los cuales se encontraban en constante comunicación (Roca, 2007)10. En tanto, desde Lima temían que, de triunfar en las provincias de Arequipa las fuerzas rebeldes del Cuzco perderían el contacto con las fuerzas de Pezuela y muy probablemente con todo el Alto Perú. Visto el panorama, los puertos intermedios de Quilca y Arica principalmente, y en menor medida el de !quique o Cobija, eran puntos de rápido acceso a la zona altiplánica desde incluso épocas prehispánicas. En tiempos del Virreinato, Arica había tomado cierta importancia, dado que mediante ella era posible conectar con las ciudades de La Paz, Carangas, Potosí y Oruro, en aproximadamente un mes de viaje vía caminos de herradura. Por ejemplo, viajar con carga a lomo de mula demoraba 21 días entre el puerto ariqueño y la ciudad de La Paz, y muchos comerciantes, principalmente de azogue de Castilla España o de Huancavelica, pedían entrar a Charcas vía el puerto de Arica (Rivera,1995). En 1816, durante las revueltas independentistas, el propio general La Serna consideró de mucha importancia mantener abierto el puerto de Arica (Soux, 201 O) ya que esto permitiría seguir en comunicación con las fuerzas leales al Rey apostadas en las alturas. Esto demuestra que el núcleo conflictivo del Alto Perú, donde se batían los intereses de patriotas y realistas, dependía de sus áreas anexas, las cuales cumplían distintas funciones. En este sentido, Salta era una importante área de abastecimiento de comida, mulas y caballos • 10 Acciones como la del gobernador Arenales quien toma contacto con Pinelo en las cercanías de La Paz o las cartas de Belgrano y Rondeau a los hermanos Angulo, felicitándolos por la formación de la junta y la revolución que llevaban a cabo, son muestras suficientes del vínculo que unía a los 1 417 cuzqueños con los porteños. 418 1 Paulo Lanas Castillo para los ejércitos; y Arica o Tarapacá lo eran como entrada fundamental a la altiplanicie desde el Océano Pacífico. Respecto a lo anterior, L. M. Glave señala, «podemos ver que los sucesos cuzqueños y los revolucionarios que allá quisieron montar un nuevo sistema, el de la patria, formaron parte de un conjunto de hechos y momentos álgidos que empezaron en 1809 en La Paz y Chuquisaca» (Glave, 2001: 90), y que a nuestro juicio, continuarían hasta febrero de 1816 en la zona sur del virreinato peruano, cuando sean derrotados los últimos dos caudillos de la patria en la región de Tarapacá. 2. Arica y Tarapacá en el concierto revolucionario de 1814-1815 Si bien el sur del virreinato peruano fue uno de los últimos y más importantes bastiones realistas, durante el periodo que va de 1809 a 1815 fue el escenario de cuantiosos levantamientos e intentonas revolucionarias. Una de sus zonas, la intendencia de Arequipa, fue administrada por las autoridades hispanas hasta el 5 de febrero de 1825, día en que se jura la independencia en dicha ciudad capital (Zegarra, 1973). Sin embargo, la población de los siete partidos de esta Intendencia no había permanecido quieta ni mucho menos leal en todo momento al trono español. En ella se originaron serios levantamientos y conspiraciones revolucionarias, como las de Tacna en los años 1811 y 1813, sumando en esta investigación los desconocidos sucesos de Tarapacá de 1815 y 1819. Con una extensa costa propicia al comercio marítimo, atravesada por feraces valles de prósperos cultivos y poblada por ricos asientos mineros, como el de Guantajaya en Tarapacá, Arequipa fue simplemente una intendencia de codiciado mando (Déustua, 196 5: 5 9). En el extremo sur de esta organización política, destacaba la existencia de dos centros urbanos como lo eran Tacna y Arica. En la villa de San Pedro de Tacna se alzarían con influencia bonaerense Enrique Pallardelle, un emisario de las fuerzas porteñas que por ese entonces luchaba por avanzar hacia el norte en los sectores de la Audiencia de Charcas. Los movimientos estallaron el 3 de octubre de 1813, Pallardelle, en conjunto con conspiradores como Manuel Rivera, establecieron entre sus objetivos inmediatos intentar tomar el área costera sur de la provincia de Arequipa (Mendiburú, 187 4). Para lograr este objetivo se enviará a un cusqueño de nombre Julián Peñaranda, siendo este el encargado de sublevar a las poblaciones de Arica y Tarapacá. Hasta ese entonces, el partido tarapaqueño, La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del vierreinato peruano último territorio virreinal peruano, no había registrado sublevaciones. Peñaranda, quien fue nombrado por Pallardelle como representante de las costas occidentales del Bajo Perú, debía conspirar y buscar apoyo a la causa patriota en pueblos y parroquias como Camiña, Pica o San Lorenzo de Tarapacá. Este rebelde es uno de los personajes que llama poderosamente la atención en nuestra investigación, ya que su hábil manejo del territorio surandino le permitía estar en distintos lugares en corto tiempo, posiblemente debido a su largo prontuario de participaciones rebeldes, el cual no deja de ser interesante puesto que, habiendo salido desde el Cuzco para participar en los sucesos de La Paz en 1809, cayó detenido pero fugó en corto tiempo. Aparece nuevamente en 1813, conspirando y llevando importantes acciones en Tacna, Arica yTarapacá, lugar donde volvería en 1815. Desde el punto de vista de sus relaciones territoriales y geográficas, la intendencia arequipeña reunía excepcionales condiciones, pues era el límite con el virreinato del Río de la Plata y con Chile con los cuales mantenía activo tráfico comercial. Estas características le otorgaron a los partidos costeros de Arequipa una posibilidad de control frente al acceso del Alto Perú desde el Pacífico. El 18 de octubre de 1813, después de participar en el alzamiento de Tacna junto a Enrique Paillardelle y José Gómez, Peñaranda se comunicó con Manuel Belgrano desde Potosí donde informaba con detalle los hechos acontecidos aquella noche en el valle del Caplina y mencionaba que había intercepado doscientos caballos y cuatrocientas mulas que ahora servían al ejército porteño (Choque & Quispe, 2013). Posteriormente, ya transcurrido un mes desde la revuelta tacneña de 1813, el fracaso de esta era innegable, debido a la derrota de las tropas porteñas en Vilcapumio en el Alto Perú, como también a la nula respuesta de los contactos de Arequipa (Choque & Quispe, 2013). Paillardelle, líder de la insurgencia, fugaría a Buenos Aires, mientras que el caudillo Julián Peñaranda desaparecería de la escena revolucionaria en la zona de Tarapacá. El año 1814 traería mejores augurios para el movimiento patriota, principalmente debido a los triunfos de La Florida (25 de mayo), a la caída de Montevideo (20 de junio) y a la revolución cuzqueña (3 de agosto) (Roca, 2007). Cuando ya era marzo de 1815 y los últimos esfuerzos de los rebeldes cuzqueños Pumacahua y los hermanos Angulo eran exterminados en las inmediaciones de Puno y Sicuani, las revueltas continuarían a lo largo de aquel año en una zona periférica, es decir en la zona de Tarapacá y Arica. 1419 420 1 Paulo Lanas Castillo La fragmentación del ejército realista realizada con el objetivo de sofocar los alzamientos y expansiones del movimiento cuzqueño, había debilitado las vanguardias de este en el Alto Perú y el general Pezuela optaba entonces por esperar el retorno de estos batallones como también por los refuerzos prometidos desde Chile, lugar del continente que para ese entonces nuevamente se encontraba controlado por el virrey Abascal. Aquellas tropas llegarían al cuartel de Challapata mediante el puerto de Arica1 i. Confiados en la venida de estos refuerzos, las tropas realistas se replegaron hacia la zona de Oruro, donde el Ejército Realista combatía a algunas sublevaciones en Carangas en el altiplano. Este movimiento dejó un vacío en el puerto sureño de Arica y en general en Ía zona del Bajo Perú siendo advertido por el subdelegado coronel de Tacna y Arica, Mariano Portocarrero, quien además anotaba que la llegada de desertores que bajaban a la costa hacían del ambiente en Arica yTacna un lugar algo insostenible (Mendiburú, 1874). Con este panorama debió entonces Portocarrero anular un posible levantamiento de la zona bajoperuana a perpetrarse en Arica el 11 de octubre de 1815. Para lograr aquello decidió enviar a algunos prisioneros rebeldes hacia las fortificaciones del Callao mediante el bergantín San Felipe12. En momentos en que las tropas realistas perseguían a los rebeldes liderados por Rondeau, el subdelegado ariqueño informaba a Lima sobre la situación que estaba ocurriendo en su zona: • Que la decantada fidelidad de Arica no existíaB: que antes se había fomentado por la rivalidad con Tacna; que los vecinos eran unos hipócritas refinados que no estaban ya sublevados por su genio calculador, y que él, empleando la astucia, iba adelante en su idea de mantener Arica, para cuya tranquilidad se necesitaba de una guarnición» (Mendiburú, 1874: 51) . 11 En abril de 1815 se había establecido el campamento realista en Cotagaita; no obstante debieron cambiar su posición ante el avance de los insurgentes desde Tarija hacia Potosí (Soux, 2010). 12 Entre estos se encontraban José Gómez (implicado en los sucesos rebeldes de Tacna de 1813), }anuario Rivera, Esteban Briceño, José Morales y Juan Ojeda. El plan del alzamiento fue desbaratado por el comandante Francisco Folch, y habiendo escapado Gómez de la cárcel aquel día 11 de octubre, recibió el apoyo de vecinos de Arica y del valle de Azapa, para tomar las armas y el dinero de tesorería. Sin embargo, todo fue descubierto y nada de aquello prosperó (Mendiburú, 1874). 13 La conocida fidelidad de la ciudad de Arica se había originado en tiempos de las grandes rebeliones indígenas de 1780-1781, cuando desde aquella ciudad salieron tropas para sofocar los conatos de rebeldía de la zona interior de Arica y Tarapacá. En 1783 se refuerza la zona con la creación del Regimiento de Dragones de Milicias Provinciales Disciplinadas de Arica, donde en su estandarte, además del escudo, versaba el lema «Mayor es mi lealtad» (AGS-AGI). La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del vierreinato peruano Según relata en su Diccionario Histórico Biográfico del Perú, Mendiburú apunta que para el segundo semestre del año 1815 «todas las provincias del Sur estaban movidas y dispuestas para la revolución, en muchas se hicieron tentativas que careciendo de inmediato y positivo apoyo, tuvieron que fracasar a su turno, y siempre con algunas víctimas» (Mendiburú, 1874: 50). Así ocurrió en la zona extremo sur conocida como el partido de Tarapacá, donde un antiguo insurgente volvería a la acción, en primer lugar conspirando junto con la población local, para luego hacer su entrada desde el Alto Perú. Tarapacá había estado medianamente aislada de los alzamientos del sur peruano, no obstante en noviembre de 1815 se verá directamente involucrada. La zona tarapaqueña comenzaba al sur de Arica, luego de cruzar la onda quebrada del río Camarones, caracterizándose por un gran desierto o pampa donde desembocan quebradas endorreicas provenientes del Altiplano. Los pueblos de españoles habían sido levantados en los lugares bajos de aquellas quebradas, siendo los más importantes las localidades parroquiales de Santo Tomás de Camiña, San Lorenzo de Tarapacá (capital de partido) y San Andrés de Pica, zona limítrofe con el partido del Bajo Atacama, intendencia de Potosí, virreinato de La Plata. La otra parroquia creada en el siglo XVII era la de San Nicolás Tolentino de Sibaya; sin embargo, esta última se caracterizó por ser zona indígena, siendo el único español en mucho tiempo solo el cura doctrinero14. En general, Tarapacá había sido una zona de escasa población hispana, alcanzando esta solo entre 5% a 7% del total (ver cuadro 1) Cuadro 1 - Censo intendencia de Arequipa, 1792 Religiosos Cercado 387 Camaná 9 Conde- suyos Collagues Moquegua 29 Arica 21 Tarapacá Totales 446 Fuente: Hidalgo, 2004 • Beatas Españoles Indios 5 22 207 5929 5076 1249 3268 12 011 212 11 872 5514 17 272 1585 12 820 509 5046 5 38 734 66 559 Mestizos Castas Esclavos Totales libres 4908 2487 1225 37 241 1021 1747 887 10 023 4358 34 44 20 110 1417 335 29 13 905 2916 887 1526 28 197 1977 985 1294 18 726 1200 528 253 7896 17 797 7003 5258 136 175 I4 Esto puede corroborarse en el Padrón de población mandado a formar en 1813 por la Regencia 1 421 Española (AHL,TAC18, Leg 419). 422 1 Paulo Lanas Castillo La población tarapaqueña, en especial la española hacendada y minera, estaba siempre alerta ante posibles invasiones enemigas, ya que su extensa costa era lugar para que barcos enemigos atracasen y asaltasen el único poblado costero importante de la zona, el puerto de !quique o Ique Iqueis. Sin embargo, la invasión insurgente de 1815 del cuzqueño Julián Peñaranda, tuvo la característica de recibir apoyo por parte de la población local y no ser rechazada. Peñaranda, que aparentemente conocía muy bien la zona producto de su accionar en 1813, junto con Choquehuanca, otro caudillo rebelde, habían hecho un trabajo de sedición previo a su llegada en noviembre de 181516. Estos provocadores tenían por objetivo generar un levantamiento en algunos vecinos locales del rosario de pueblos que existían entre Arica y Tarapacá, provocando estragos en la normalidad de la vida de los vecinos tarapaqueños11. Al introducirnos en la información documental de la época, podemos percatarnos que el 16 de mayo de 1816, seis meses después de la grave situación que vivieron las autoridades virreinales en dicho partido tarapaqueño, el sacerdote propio de Camiña, Juan Noriega, había recibido una carta del obispo de Arequipa, Francisco Xavier Echeverría, en la que se le pedía entregar las cuartas (cartas?) que mantenía adeudadas desde el 20 de octubre del año 1815. Las explicaciones de dicho cura sobre el porqué de la demora en el pago, se extendieron hacia los movidos meses de octubre y noviembre de 1815, donde la invasión que sufrió el partido había provocado un caos en la vida del clérigo y en sus cuentas: • la total destitución en que me a dejado la maldita Patria pues no contentos sus caudillos con haber dejándome cin camisa como me allo de haber cargado con quanto había utilizado en el tiempo que estoy cirbiendo esta Doctrina me tuvieron preso por dilatado tiempo asta que me fue preciso dar por mi rescate mil trecientos pesos que me los suplieron en Tarapacá1s . 15 Ver AGN sección Minería. Ahí se relatan varios sucesos de posibles y reales invasiones de buques de banderas enemigas al trono español. 16 Esta suposición podría ser respalda por Lagos (2001). No obstante este autor no indica el lugar donde obtuvo los datos; por ende, la fuente no es confiable. 17 De esta situación existen algunos datos bibliográficos que no precisan fuente y se refieren a las localidades donde conspiraron los rebeldes, considerados por estos autores como personajes locales tarapaqueños, siendo esto un error ya que Choquehuanca y Peñaranda eran forasteros de las tierras de Tarapacá, el segundo de ellos cuzqueño (ver Lagos, 2001; Vargas, 2010). 18 AHL, TAC-19, Leg. 419, f. 4. La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del víerreínato peruano El sacerdote Noriega, quien se encontraba sirviendo en el área de Camiña desde el 4 de octubre de 1812, afirmaba que nunca había experimentado algo similar como lo que ocurrió hacia finales de 1815. Para subsanar la deuda que mantenía con las arcas arzobispales, este pedía un plazo hasta julio del año 1816 y entrega en prenda de 400 pesos a través de su apoderado en Arequipa el señor Cuares. E~ta petición fue aceptada por el obispo de Arequipa y el sacerdote local le contestó dando las gracias: En vista del que acabo de recibir de V.S. en fecha 2 del corriente, quedo muy complacido de haver persuadidose ser falso el haverle informado de que esta feligrecia no había cumplido con el precepto anual19. Sin embargo, acompañando al requerimiento de pago, viene una noticia que no agradará a Noriega. Este queda sorprendido al ser sindicado como el autor de acusaciones de abuso de poder a quien fue en tiempos anteriores su cantor de iglesia, el indígena forastero Manuel Tamayo. Este lo denunciaba ante la autoridad eclesiástica en octubre de 1816. Esta imputación abre la oportunidad para que Noriega exponga en detalle los tensos sucesos en los que se vio involucrado él y su feligrés que apellidaba Tamayo. Lo interesante de los documentos que serán expuestos a continuación radica en que exponen una situación inédita para una zona donde no se conocían movimientos insurgentes hasta ahora. Asimismo, lo expresan quienes estaban a favor o en contra de la causa patriota en un área periférica como Tarapacá20, una zona de menor importancia dentro del concierto insurgente, pero donde se podía sujetar un espacio de poder y expandirlo hacia otras áreas del sur andino. Continuando con lo sucedido en la parroquia de Camiña en octubre y noviembre de 1815, el sacerdote No riega se defiende de la acusación de abuso, aduciendo que todo es una calumnia, en cuanto Tamayo es un revolucionario adicto a la causa patriótica. Además señala que si dio algún escarmiento al joven cantor, fue actuando bajo órdenes del señor comandante Juan José de la Fuente, exponiéndolo de la siguiente manera en su escrito del 20 de octubre de 1816 al obispo: • quedará persuadido V.S. quanta razón tenia yo asi como fiel vazallo del soberano, como por usar de mi justa defensa por haber perseguido 19 AHL, TAC-19, Leg 419, f. 34. 2º Exposición del autor en el coloquio «Las independencias antes de la independencia», Lima, agosto de 2014. 1423 424 1 Paulo Lanas Castillo a este hombre y executar un severo castigo en su persona, sin que con ello faltase en un apice a la lenidad de mi estado, ni menos a los tramites de Justicia y mas con el agregado de hallarme facultado por el Sor. Comandante Dn. Juan José de la Fuente, que condujo las tropas auxiliares del Rey, de darle cincuenta azotes en cada uno de los pilares del sementerio de esta Y glesia de mi cargo21. La presencia de forasteros en una zona como Tarapacá siempre era signo de alerta para las autoridades españolas puesto que el arrieraje desde la zona de Tucumán y Salta atravesaba frecuentemente Tarapacá de sur a norte. Mediante estas labores podían propagarse ideas revolucionarias y establecer conspiraciones que resultarían negativas para los intereses reales. Esta situación era comentada por el cura Noriega: y asi es justo se haga cargo de lo atormentado que vivirá un Parroco, con unos vecinos, que los mas son forasteros, tan insubordinados, y que no quieren conocer el debido respeto a las legitimas autoridades por no haver experimentado el castigo que merece, su audacia y atrevimiento. Yo Señor no obstante de haver coadyudado la mayor parte de ellos a la total destitución en que me ha dejado la Diabolica Patria, no he querido proceder hacer la menor gestión, hasta con consulta de VS. ver como me he de manejar; en la inteligencia que como la piedad de VS. contenga mi respeto entre los limites de la Justicia sabré remediar muchos de los desordenes que observa, no degenerando por esto, de la mansedumbre y linedad, con que hasta el dia me manejo, con los mas delinquentes y por ultimo dirigiéndome por el modelo que aguardo de la sabia mano de VS. quedaré libre ante la Divina Presencia, y pasaré por la Gloria de que VS. quede satisfecho de ser exacto en el cumplimiento de mis deveres22. ¿Quiénes eran todos los insubordinados forasteros que estaban en Tarapacá y a los cuales se refería el sacerdote? Lo más probable es que fueran migrantes de la vecina audiencia de Charcas o de la zona de Salta. Manuel Tamayo era uno de esos forasteros y se involucró en la revuelta de 1815 a tal punto que fue nombrado por Julián Peñaranda, el cuzqueño rebelde, como el secretario de la patria en Tarapacá. Según los datos aportados • 21 AHL, TAC-19, Leg. 419, f. 34. 22 AHL, TAC-19, Leg. 419, f. 11. La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del vierreinato peruano por el cura camiñano, Tamayo tomó contacto directo con el caudillo y le ofreció un dinero que este mantenía en su casa y que era del cura. Así lo relató el sacerdote: Pocos días antes de la llegada del insurgente Peñaranda, se dirigió con varios vecinos a esperarlo y le prometió al caudillo que entregaría seis mil pesos que detentaba el cura en sus cuentas23. Tras ese hecho, dice Noriega, Peñaranda lo nombró secretario de este pueblo. Por aquellos días también es posible detectar otro conflicto que se desarrollaba en la zona, ligado a la revuelta de Peñaranda. Manuel G. Almonte, subdelegado del partido de Tarapacá, era dueño de pozos de agua en medio del desierto, elemento que era utilizado para alimentar los buitrones de procesamiento de la plata obtenida en la célebre mina de Huantajaya. Cabe recordar que el principal problema del funcionamiento de las minas era la carestía del agua (Donoso, 2008), por ende Almonte había amasado cierta ponderación entre la elite local, principalmente entre los mineros, gracias a aquel hallazgo y posterior negocio. Este personaje tendrá un rol fundamental en los sucesos de 1815 ya que en octubre de aquel año se enfrentó a tiros con el comandante de armas J. Francisco Reyes, suponiendo que este último se encontraba involucrado en las conspiraciones que Peñaranda había formado en la zona, semanas antes del alzamiento definitivo. Almonte, al ver que no existían las condiciones para permanecer como autoridad subdelegada en Tarapacá, emprendió viaje a la cercana ciudad de Arica el 14 de octubre. Estando ya en aquella ciudad informaba a las autoridades reales que el partido de Tarapacá había sido invadido nuevamente por Peñaranda con gente rebelde desde el Alto Perú (Mendiburú, 1874: 50). Gracias al hallazgo de las cartas que el insurgente Manuel Tamayo enviaba a Peñaranda, líder de la revolución, podemos enterarnos de algunos interesantes detalles de cómo se dieron los sucesos de aquel momento. En una de aquellas cartas encontramos una comunicación escrita en Camiña el 15 de noviembre de 1815, en la cual Tamayo se dirige al «Sr. Teniente Coronel de la Patria D. Julián de Peñaranda», señalando algunos nombres de pobladores locales que estaban en contra de los planes de alzar la zona de la corona española. Entre ellos menciona al cacique Dionisia Cabrera, Fernando • 23 AHL, TAC-19, Leg. 419 s/f. 1 425 426 1 Paulo Lanas Castillo de Oviedo y Mariano Bisa. Este último era quien culpaba a Tamayo de ser «el inventor de la guerra, secretario de ella y que ya estaría asegurada hasta su derrota y ruina con la venida de Almonte con los paniguados»24. Como podemos apreciar, nuevamente Almonte aparece aparentemente como un importante reaccionario quien estaba formando batallones en Arica25. En otra carta del insurgente de Camiña, en su acápite final, también fue posible detectar un alzamiento en la zona del valle del Caplina que hasta ahora no había sido detectado en ningún documento ni investigación. Entre el 1 O y el 17 de noviembre de 1815 habría ocurrido en la villa de San Pedro de Tacna un grito de rebelión26 que fue ensalzado por el rebelde Manuel Tamayo en la zona; envió las felicitaciones a Julián de Peñaranda por aquel suceso, manifestándolo en sus escritos de la siguiente manera: Anteanoche quanto (sic) llego la de V. en que comunica el grito que a dado Tacna, luego se tañeron instrumentos como las campanas cajas y descargas en la honrosa retreta que salió del cuartel y mis deseos en aquel acto me movieron a componer las tascar silabas que remito a V. para que se dibierta (sic) quedando el mas fino de los Patriotas obligado a remitir estas como otras que se han (sic) fabricando deseo a V. todas las felicidades y que no tenga ociosa mi voluntad quedando en tanto muy de corazón este su criado QBSM Manuel Tamayo. Los versos como forma de expresión eran un excelente instrumento politizador, y con mayor razón en tiempos de revolución. Estos ayudaban a desarrollar conceptos e ideas en quienes los escuchaban o leían, siendo el medio que utilizó el insurgente en estudio, quien tenía como oficio ser un cantor de iglesia. Articulando ideas políticas, sumado a sus dones artísticos, pudo componer y • 24 AHL, TAC-19, Leg. 419, f.32 25 Existe alguna duda en cuanto al bando que representaba Manuel Almonte durante los años de las luchas por la independencia. En algunos documentos del AHL aparece como subdelegado de Tarapacá y posiblemente quien lucharía en contra de los rebeldes que invadieron el partido en 1815. Sin embargo, en documentos recolectados por Luis Güemes aparece otra versión sobre este importante personaje tarapaqueño. Este español habría cambiado de bando hacia finales de 1815, entregando donativos en dinero a la causa patriota porteña. Se le habría asignado en 1819 para ser el líder que ingresara desde Tucumán a Tarapacá y declarará a esa zona libre del trono español. 26 Es posible que este hecho haya sido el alzamiento que estaba preparado, según relata Mendiburú en su libro de 1874, para el 11 de octubre de 1815, el cual fue abortado por el comandante Francisco Folch y en el proyecto se encontraban involucrados muchos vecinos de Arica y del valle de Azapa; algunos de influencia como el cabo Pablo Meza, Carlos Enríquez, Carlos Ruiz, Gerónimo Cabezas, }anuario Rivera (Mendiburú, 1874: 49). La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacá y el extremo sur del vierreinato peruano expresar ideas poco usuales para un feligrés participante de labores eclesiásticas menores y así integrarse a la revolución de independencias, desacatando las órdenes de su cura, el cual era un defensor de la postura fidelista, alineado con los estrictos mandatos del obispo de Arequipa. No obstante, es necesario siempre tener en cuenta que pudieron influir otros puntos a considerar como la relación personal que tenía el sujeto involucrado con el sacerdote, la que pudo descomponer la cercanía que Tamayo debió profesar a las ideas realistas. Aquella vez el cantor de iglesia subió a tañer campanas e hizo descargas de armas, para luego pasear por las calles entonando los siguientes versos: Disen que ba Perañanda Con sus muy nobles porteños A benser el egoísmo De esos negros ariqueños De sus queras (cueros) que son finos Aremos buenos capotes Desollándolos con tientos A fuersa y punta de asotes Y si amados conpañeros Unánimes los corazones bamos donde a esos negros a cortarles los cojones ci el vil Pesuela corrió con todita su pisuña a aora bamos acabar la fragata motesuma27. Por aquel acto, señala el sacerdote Noriega, le profirió cincuenta azotes en cada pilar del cementerio. De las anteriores líneas se desprenden algunos importantes datos. En su segunda línea se menciona la relación que el caudillo Peñaranda (y también Choquehuanca, el otro caudillo) tenían con las tropas porteñas. Al desconocer en gran medida los movimientos y vida de estos dos caudillos, no podemos indicar con qué militar bonaerense se habría relacionado y dependerá de nuevas investigaciones hallar aquel vínculo. Otro aspecto que llama la atención es aquella frase «de esos negros ariqueños» a quienes se les amenaza con provocar su muerte de cruel manera. En este sentido, vale recordar que Arica (y Tacna), a diferencia de Tarapacá, era una zona fértil de haciendas y de • 27 AHL, TAC-19, Leg. 419, f. 33. 1 427 428 1 Paulo Lanas Castillo una agricultura variada. Los españoles habían logrado posicionarse en aquella zona gracias a las labores de la tierra, donde empleaban a indígenas y mestizos, pero principalmente a gente de origen africano. Tal era el número de esclavos y sus descendientes, en aquella zona de la costa, que al ser contabilizados por el censo de 1813, aproximadamente el 70% de la población era considerada negra, cuarterones, mulatos o zambos (Díaz et al., 2013). Aquel dato es revelador, ya que no podrían comprenderse los versos de Tamayo sin saber que la mayoría de los batallones que se estaban formado en San Marcos de Arica para reprimir a los rebeldes de Tarapacá, debían estar compuestos por ios «bienes» de los hacendados, en este caso, los esclavos afroamericanos. Finalmente los últimos reglones de las rimas insurgentes se refieren al general Pezuela, que por aquel entonces se encontraba en plena acción en el Alto Perú, puntualmente afrontando la batalla de Viluma o Sipe Sipe, donde derrotará al tercer ejército auxiliar porteño el 29 de noviembre de 1815, por lo cual es muy probable que los movimientos de Peñaranda hayan estado en concordancia con los de Rondeau en las cercanías de Cochabamba. Asimismo, de los versos se desprende el interés por acabar con «la fragata Montezuma», que en realidad era una goleta militar que en aquel año se encontraba casi lista para ser despachada por el ministro español en Estados Unidos al virreinato del Perú con fusiles, municiones, sables y pertrechos2s. Como se ha observado del análisis anterior, la zona de Tarapacá se mantuvo en contacto con las fuerzas rebeldes porteñas y sus distintos intentos por penetrar en el Alto Perú. Es decir, entre 1813 y 1816 pudo Tarapacá ser vista al igual que Paillardelle como una expansión de la revolución porteña contra los intereses hispanos. Hacia finales de 1814 era abolida la constitución de 1812 en el Perú y se sabía que Napoleón había sido confinado en su presidio en la isla de Chipre. Por lo cual las autoridades españolas en América, que seguían leales a la causa realista, comenzaron a masificar aquella información, con el fin de calmar a las sociedades que se encontraban revolucionadas. Aquellas noticias llegan a • 28 Las características de esta embarcación eran las siguientes: de 200 toneladas de desplazamiento, armada con 9 cañones, uno de los cuales era giratorio y considerada la más veloz del Pacífico. Esta goleta sería capturada por la corbeta Chacabuco el 24 de marzo de 1819 en el Callao, pasando a prestar servicios a la armada patriota. Destacada fue su participación en el asalto del fuerte en la zona de Valdivia, al sur de Chile el 3 de febrero de 1820. Luego de las independencias se vendió como embarcación comercial en 1828 (en www.armada.mil.cl, página Oficial de la Armada de Chile). La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacá y el extremo sur del vierreinato peruano Tarapacá en abril de 1815, y fueron consideradas positivas para los intereses de los sacerdotes y todo aquel que estuviera a favor del realismo. La «buena nueva» sobre la liberación del monarca Fernando VII se usó para persuadir a la población a que retornase a una vida tranquila y fue así como a través de la Real Cedula del 3 de mayo de 1815, se dio la orden de realizar una acción de gracias «al Todo Poderoso, por la inesperada libertad y feliz arribo al Trono del deseado Fernando el soberano»29. Finalmente, en Tarapacá, todo acabaría en febrero de 1816, cuando sean conducidos a Arica y Tacna los caudillos altoperuanos Peñaranda y Choquehuanca, quienes habían asolado Tarapacá desde 1813. Estos serían ejecutados, lo que mitigó por algún tiempo las rebeliones y conspiraciones. Comentarios finales Uno de los rebeldes hermanos Angulo, José, había estado en Tarapacá dirigiendo labores mineras a fines del siglo XVIII en su juventud, viajando en 1790 al Cuzco donde radicó y trabajó en labores empresariales agrícolas. Este hecho, además de demostrar que los Angulo tenían distintos ingresos por sus posesiones económicas, lo que los colocaba en una situación social expectante para la época, indica que la población en el extremo sur del Virreinato poseía una gran movilidad y vínculo, principalmente entre familias comerciantes de distintas ciudades y pueblos3o. Podemos inferir entonces que el sur virreinal era un espacio dinámico y en conexión, donde el gran flujo comercial de la ruta Lima-Buenos Aires fue siempre el canal al que se ligaron o intentaron ligar las familias de la elite. Este dinamismo de la población sureña y alto andina continuará existiendo aún en tiempos de revueltas y rebeliones independentistas, expresando las conexiones regionales ahora en formato de enfrentamientos y conspiraciones. Es ahí donde destacamos el caso del cuzqueño rebelde Julián de Peñaranda, que asoló Tarapacá entre 1813 y 1816, siendo parte, como hemos señalado en este texto, de un plan de alcance continental, como fue el del ejército auxiliar del norte, el de penetrar en el sur del virreinato peruano y logra asediar Lima desde aquel espacio. Esta estrategia, mientras estuvo vigente, involucró a un • 29 AHL, TAC-19, Leg. 419, s/f. 3o Familias como los De La Fuente, los Cossío, los Tinajas, los Vigueras y los Carpio, poseían propiedades tanto en Arequipa, Tacna y Tarapacá (ver Hidalgo, 2004). 1429 Paulo Lanas Castillo gran número de poblaciones locales en uno u otro bando del enfrentamiento, movilizando tropas de diversas ciudades y pueblos a lo largo y ancho de los territorios sur y altoperuanos. En este sentido, creemos que existe una forma de estudiar los procesos independentistas sostenida en el tiempo gracias a la función nacionalista que se ha pretendido imponer en la historiografía de este periodo. Sin embargo, es necesario hacer notar que debemos comprender los sucesos de aquel entonces como un complejo proceso histórico regional-continental, mirada que nos permitiría articular zonas que en la actualidad forman parte de diferentes Estados-Naciones y nos parece extraño vincularlas. Este enfoque que sugerimos se hace aún más necesario de aplicar en situaciones como las de Tarapacá, principalmente por dos razones: en primer lugar debido a su condición de cambio de nacionalidad que experimentó la población y la historiografía después de la Guerra del Pacífico, quedando en el limbo este periodo que ni desde Chile o Perú desean recoger; y en segundo término, apostamos por una mirada macrorregional para el estudio de lo que fueron los sucesos de independencia en los partidos de Tarapacá y Arica, dado que estos espacios no se pueden comprender sin sus nexos aledaños como fueron Arequipa, La Paz, Oruro, Tarija, Salta o el Cuzco, formando un zona de interacción bastante amplia y compleja de analizar. Tarapacá, una periferia virreinal, cumplió con ser una potencial plataforma para lograr poder y expandirlo a ciudades de importancia del área sur y altoperuana. En este sentido, Tarapacá se incorpora a una zona más amplía, donde se reconoce a la intendencia de Arequipa y a la del Cuzco como parte de un marco exterior del área charqueña, considerada como la retaguardia del ejército realista español. Sin embargo, no debemos olvidar las distintas funciones que cada una de las poblaciones cumplieron, ya que apostamos por una mirada regional, pero donde no se pierdan las particularidades de cada zona. Así podemos considerar a Tarapacá como un área de proyección de poder y acceso a la zona del conflicto y el Cuzco cumplió, entre otras funciones, la de ser abastecedora de gran cantidad de contingente para apoyar a los ejércitos del Rey31. En este contexto, Arequipa se mantuvo siempre como un bastión irreductible de adherencia realista, poniendo como ejemplo el actuar del obispo Gonzaga de la Encina, quien fue un férreo defensor de la causa 430 1 • 3 1 AHL, MSG, CC48, f. 48. La revolución cuzqueña de 1814: el partido de Tarapacd y el extremo sur del vierreinato peruano imperial realista (Lohmann, 1978). Finalmente Arica fue considerado como el puerto de mayor importancia entre el Callao y Valparaíso, ya que desde ahí, como ha quedado demostrado en este artículo, se accedía rápidamente al epicentro del conflicto, el Alto Perú. Fue ahí precisamente, en el Alto Perú, donde se conectaron los diversos proyectos revolucionarios. Todas las rebeliones locales buscaron enlazar con las fuerzas expedicionarias rebeldes porteñas, bien, naciendo bajo el auspicio de estas como expansión de un gran proyecto, o conectando una vez alzado el pueblo o ciudad, como creemos fue el caso del Cuzco. En este plano, son las conspiraciones previas a los alzamientos las que merecen mayores estudios, comprendiendo las grandes dificultades de investigación que significa indagar en secretismos y complots de la época, mas no es una tarea imposible. Es allí donde posiblemente encontremos mayores conexiones entre las revueltas locales del sur virreinal peruano y sus personajes. Referencias citadas Fuentes primarias Archivo General de Indias (AGI) Archivo General de Simancas (AGS) Archivo Histórico de Límites, Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú (AHL) Fuentes secundarias APARICIO VEGA, M. J., 1974 - El clero patriota en la revolución de 1814, 353 pp.; Cuzco. CHOQUE, E. & QUISPE, F., 2013 - La rebelión de Tacna, 1813. Revista Nueva Historia, n.º 9: 4-8; Lima: Instituto de Ciencias Sociales del Perú. DEÚSTUA, C., 1965 - Las Intendencias en el Perú, 263 pp.; Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Universidad de Sevilla. DIAZ, A. et al., 2013 - Censos y disensos en Arica, Azapa y Lluta. Apuntes socio-demográficos de los afrodescendientes durante el siglo XIX. In: ... y llegaron con cadenas ... Las poblaciones afrodescendientes en la Historia de Arica y Tarapacd (S.XVII-XIX) (A. Diaz A., L. Galdames & R. 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