La ciudad y los perros: BIOGRAFÍA DE UNA NOVELA CARLOS AGUIRRE La ciudad y los perros BIOGRAFÍA DE UNA NOVELA La ciudad y los perros: biografía de una novela Carlos Aguirre © Carlos Aguirre, 2015 De esta edición: © Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2015 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú Teléfono: (51 1) 626-2650 Fax: (51 1) 626-2913 feditor@pucp.edu.pe www.fondoeditorial.pucp.edu.pe Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP Imagen de carátula: texto de contratapa para la primera edición de La ciudad y los perros, escrita por Julio Cortázar y rechazado por la censura. Archivo General de la Administración, Ministerio de Información y Turismo de España Foto de contracarátula: Caretas No. 290, 22 mayo-4 de junio de 1964 Primera edición: abril de 2015 Tiraje: 1000 ejemplares Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. ISBN: 978-612-317-086-8 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2015-05200 Registro del Proyecto Editorial: 31501361500415 Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú Para Mirtha, siempre. La novela aparecerá en noviembre, si no hay nuevas complicaciones. Podría escribir un libro entero con todas las peripecias editoriales. Mario Vargas Llosa (1963)1 Es, físicamente, un buen bloque, un libro hecho y derecho, mayor de edad —como no lo era Los jefes ni puede serlo ninguna de las taciturnas ediciones peruanas— que se lanza a todo el mundo, y tendrá una vida propia, interesante, y formará parte de la vida y la memoria de mucha gente. Luis Loayza (1963)2. 1 Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, París, 27 de julio de 1963 (Correspondencia de Abelardo Oquendo, C0778, Caja 1, Fólder 8, Universidad de Princeton, División de Libros y Colecciones Especiales, a partir de ahora, DRBSC, por sus siglas en inglés: Division of Rare Books and Special Collections). 2 Carta de Luis Loayza a Mario Vargas Llosa, Nueva York, 18 de diciembre de 1963 (Papeles de Mario Vargas Llosa, C0641, Caja 13, Fólder 25, Universidad de Princeton, DRBSC). AGRADECIMIENTOS Numerosas personas e instituciones me ofrecieron su ayuda durante el proceso de investigación y redacción de este ensayo. Quiero agradecer en primer lugar a Mario Vargas Llosa por su disposición a colaborar con mi investigación. En setiembre de 2012 me autorizó a consultar su copioso y bien organizado archivo de recortes periodísticos y otros materiales que conserva en la biblioteca de su casa en Barranco, y en octubre de 2013 me concedió una entrevista personal en Nueva York durante la cual pude cotejar datos sobre algunos de los episodios narrados en este ensayo —que yo había recogido en archivos y bibliotecas— con sus propios recuerdos. Quiero dejar constancia de su cordialidad e interés en este proyecto. Lucía Muñoz-Nájar merece un agradecimiento especial por sus atenciones y por haber facilitado mi trabajo tanto en el acceso a materiales de archivo como en la gestión para conseguir la entrevista con Vargas Llosa. Agradezco también la ayuda decisiva de Teresina Muñoz-Nájar así como su cálida amistad y hospitalidad durante mis visitas a Lima. Dos personas han jugado un rol decisivo en el proceso de investigación y redacción de este ensayo. Ricardo Ramos Tremolada, amigo de toda la vida, fue el primero en imaginar que lo que iba a ser un breve artículo podría convertirse en el libro que el lector tiene en sus manos. Ricardo leyó el manuscrito completo, ofreció acertadas sugerencias y críticas y mantuvo 12 La ciudad y los perros: biografía de una novela conmigo un diálogo estimulante durante todo el tiempo que invertí en este proyecto. Cuando el manuscrito estaba prácticamente terminado (o, al menos, así lo creía yo) tuve la fortuna de conocer a través del correo electrónico a Augusto Wong Campos, apasionado lector e inteligente estudioso de la obra de Vargas Llosa y del boom latinoamericano. En el lapso de pocas semanas tuvimos una fructífera correspondencia y Augusto tuvo la generosidad de compartir conmigo información, leer cuidadosamente el manuscrito y ofrecer valiosas sugerencias. Numerosos amigos y colegas han contribuido a hacer realidad este libro. Patricia Arévalo, directora del Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, se interesó por este proyecto desde la primera vez que se lo mencioné y puso todo su empeño para hacerlo realidad. Además, hizo una lectura cuidadosa del manuscrito y lo mejoró con atinadas correcciones. Javier Munguía, Max Silva Tuesta, Gerald Martin y Pedro Guibovich también leyeron el manuscrito y ofrecieron estimulantes comentarios. José Ragas, con su habitual generosidad, me ayudó en múltiples ocasiones a conseguir materiales relevantes para este proyecto. Luis Rodríguez Pastor ha sido un interlocutor inteligente y muy bien informado sobre la vida y obra de Vargas Llosa. Víctor Avalos hizo un trabajo esforzado e impecable en la búsqueda de algunos materiales hemerográficos durante la etapa final de investigación. Michelle McKinley respondió con generosidad cuando le solicité ayuda para conseguir algunos materiales del archivo de Vargas Llosa en Princeton. Humberto Rodríguez Pastor, amigo generoso como pocos, me ayudó a recabar recuerdos e información de ex cadetes del CMLP. Paul Baudry, Jaime Bedoya, Jorge Coaguila, Ángel Esteban, Luis Gonzalez, Adrián Lerner, Lanie Millar, María Eugenia Mudrovcic, Abelardo Oquendo, José Miguel Oviedo, Alida de Ribeyro, Mario Saavedra Núñez, Andrés Trapiello y Dora Varona absolvieron preguntas u ofrecieron ayuda en distintos momentos. Doña Irma Lostaunau, Ximena Salazar Lostaunau y Alejandro Susti me facilitaron el acceso a las cartas de Vargas Llosa a Sebastián Salazar Bondy que doña Irma preserva en su domicilio y que 13 Carlos Aguirre fueron fotografiadas por Augusto Wong Campos. Don Alfonso Ragas y don Baumé Zambrano compartieron conmigo algunos recuerdos de la época en que trabajaron para Populibros. Martín Bergel, Romila Ríos y Ricardo Salvatore en Buenos Aires, y Rafael Carrillo Paños, en Alicante, me ayudaron a conseguir materiales bibliográficos para este estudio. Víctor Peralta y Marta Irurozqui fueron, una vez más, amigos generosos y hospitalarios durante mi visita a Madrid y Alcalá de Henares en julio de 2013. En Lima, Ludwig Abarca y Fernando Ballón, amigos entrañables y compañeros de aventuras desde hace varias décadas, han sido parte del entorno afectivo e intelectual en el que se inserta este trabajo. En Eugene, los amigos y colegas con quienes mi esposa y yo compartimos lo que hemos dado en llamar quality time (Jeff Hanes, Sayo Murcia, Bob Haskett, Stephanie Wood, Gabriela Martínez y Leonardo García-Pabón) se convirtieron, casi sin saberlo, en acompañantes del proceso de elaboración de este ensayo. La amistad y el diálogo de tantos años con Chuck Walker sirvió, como siempre, de estímulo para acometer este y otros proyectos. El personal de la biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton, especialmente Gabriel Swift, y del Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares me ayudaron en la ubicación y consulta de documentos. Mi visita a ambos repositorios fue posible gracias al apoyo del Departamento de Historia y el Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Oregon, este último con fondos de una beca UISFL del Departamento de Educación de Estados Unidos. Mi agradecimiento también a los trabajadores de la Biblioteca Nacional y del Instituto Riva Agüero en Lima por su ayuda y orientación en distintos momentos. Algunos avances de este proyecto fueron presentados en un panel sobre Mario Vargas Llosa organizado en la Universidad de Oregon en mayo de 2014 por mi colega George Sheridan. Agradezco a George por la invitación a participar en dicho evento y a los colegas que ofrecieron comentarios en esa ocasión, especialmente Ludovic Frobert, Leonardo García-Pabón, 14 La ciudad y los perros: biografía de una novela Pedro García-Caro, Cecilia Enjuto Rangel y Lanie Millar. Mi interés por la historia del libro y la censura se ha visto estimulado a lo largo de los años por mis conversaciones con Raymond Birn y la lectura de sus trabajos. Finalmente, mi esposa Mirtha y mis hijos Carlos y Susana han sido testigos de mi dedicación, a ratos obsesiva, por reconstruir las historias narradas en este ensayo y han sido, como siempre, la principal fuente de apoyo emocional para poder culminarlo. A Mirtha, cuyo amor y paciencia no tienen límite, queda dedicado este libro. Mi madre Regina y mis seis hermanas me acompañan con invariable cariño en mis andanzas e inquietudes. Nunca podré compensar todo lo que ellas han hecho y continúan haciendo por mí. A mi madre y a mi padre Mario, que ya no está entre nosotros, les debo entre tantas otras cosas mi temprana afición por la literatura: gracias a ellos conocí desde niño, por ejemplo, la poesía de García Lorca, las novelas de Alejandro Dumas o los cuentos de Monteiro Lobato. El origen más remoto de este libro se ubica en la lectura de La ciudad y los perros que hice en Talara, cuando cursaba la educación secundaria y me había convertido ya en un ávido lector de novelas gracias a la pequeña pero bien surtida biblioteca familiar. A todas las personas e instituciones mencionadas, mi más sincero agradecimiento. Índice AGRADECIMIENTOS 11 INTRODUCCIÓN 17 CAPÍTULO 1 LA CREACIÓN DE UNA OBRA MAESTRA Y LA FORMACIÓN DE UN INTELECTUAL PÚBLICO 35 CAPÍTULO 2 BUSCANDO UN EDITOR: REDES, PREMIOS Y MANIOBRAS 73 CAPÍTULO 3 VARGAS LLOSA Y LA CENSURA FRANQUISTA 107 CAPÍTULO 4 DE LA CENSURA A LA IMPRENTA 163 CAPÍTULO 5 ¿LA LITERATURA ES FUEGO? RECEPCIÓN DE LA CIUDAD Y LOS PERROS EN ESPAÑA Y EL PERÚ 197 CONCLUSIÓN: LA VERDAD DE LAS MENTIRAS 267 ANEXO DOCUMENTAL 279 BIBLIOGRAFÍA 293 INTRODUCCIÓN ¿Cómo se manufactura, histórica y culturalmente hablando, un «clásico literario»? ¿Qué hace que un libro de ficción o uno de poemas resulte ampliamente aceptado como una valiosa obra de creación literaria, reciba la atención de los críticos y el fervor de miles —si no millones— de lectores y se convierta en un referente obligatorio para quienes se encargan de establecer los cánones literarios? Indudablemente existen factores intrínsecos al contenido del libro —aunque estos distan mucho de ser «obvios» o incuestionables— que hacen posible su conversión en una obra duradera e influyente. Se trata de valoraciones de carácter estético y cultural que son el producto acumulado de siglos de experiencias y debates y que sirven de referente para calificar ciertos productos literarios como «obras maestras» o «clásicas». Pero el proceso de hechura de estas obras incluye siempre, además, componentes extra literarios, es decir, ellas se producen al interior de una compleja trama de situaciones personales y sociales, oportunidades y coincidencias, redes intelectuales y de negocios, cambios políticos y factores estrictamente materiales, intentos de control y formas de resistencia a ellos: reconstruir el proceso que va del período generalmente silencioso de la creación a la publicación, lectura y eventual consagración de una obra literaria ofrece la oportunidad de adentrarnos en los mecanismos culturales, políticos, económicos y sociales que informan 18 La ciudad y los perros: biografía de una novela el lugar del escritor en la sociedad y el impacto de esta sobre su obra y su trayectoria como creador. Los libros, como toda creación humana, tienen también su historia. Por eso, reconstruir los múltiples avatares por los que atraviesan los autores y sus obras debería constituir un elemento central en todo intento de estudiar la evolución de la creación intelectual y literaria a lo largo del tiempo. En su notable estudio sobre la Encyclopédie, el historiador Robert Darnton plantea una serie de preguntas que buscan «disipar algo de la oscuridad que rodea la historia de los libros»: «La base material de la literatura y la tecnología de la producción de esa base, ¿tuvieron influencia sobre la sustancia y la difusión? ¿Cómo desempeñó su función el mercado literario? ¿Y cuál era el papel de las editoriales, los vendedores de libros, los viajantes y otros intermediarios dentro de la comunicación cultural?» (Darnton, 2006, p. 1)1. La ciudad y los perros, la primera novela de Mario Vargas Llosa, resulta un caso en muchos sentidos excepcional que nos ofrece la posibilidad de apreciar en detalle ese proceso de manufactura antes descrito. La primera edición del libro fue publicada por la editorial Seix Barral de Barcelona en 1963 (Vargas Llosa, 1963). Considerada por muchos como el punto de partida del llamado boom de la literatura latinoamericana, ha cumplido medio siglo convertida en una obra canónica. La publicación en 2012 1 Hay estudios de diversa envergadura sobre distintos libros que han tenido un impacto notable en la historia y que acometen varias de estas cuestiones. La historia del Ulises de James Joyce constituye uno de los casos más fascinantes en la literatura universal. Las escaramuzas con la censura, la historia de las numerosas ediciones pirata y la fijación misma del texto constituyen aspectos de la biografía de ese libro que han merecido la atención de los estudiosos. Véase, por ejemplo, Arnold, 2004 y Birmingham, 2014, para una reconstrucción detallada de esas peripecias, y Vanderham, 1998, para un estudio más específico sobre la relación entre Joyce y la censura. Un caso distinto pero igualmente fascinante es la historia del llamado «Libro rojo de Mao», cuya primera edición se publicó en 1964 y a cuya historia y difusión, tanto en China como en el resto del mundo, se le ha dedicado un reciente volumen de ensayos (Cook, 2014). Ver también la breve y sugerente biografía de El Capital de Marx escrita por Francis Wheen (2006). 19 Carlos Aguirre de una «Edición conmemorativa del cincuentenario» (Vargas Llosa, 2012a) por parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española coronó de alguna manera el proceso de consagración de una novela culminada cuando su autor contaba con apenas 26 años de edad. La ciudad y los perros irrumpió en el escenario literario hispanoamericano y mundial con una fuerza realmente arrolladora. Construida con técnicas literarias que rompían esquemas convencionales, introdujo en la literatura peruana e hispanoamericana una serie de temas —la adolescencia, la iniciación sexual, la violencia y el abuso al interior de los colegios y academias, las formas de socialización masculina y, sobre todo, el autoritarismo y la mentalidad militar— que habían sido escasamente tratados hasta entonces. «Es la más extraordinaria novela sobre la adolescencia que se ha escrito entre nosotros», sentenció el escritor mexicano Carlos Fuentes en una temprana valoración (Fuentes, 1964, p. IV). En el caso de la literatura peruana fue el hito más importante del giro urbano en la narrativa, que había estado prácticamente dominada hasta la década de 1950 por el indigenismo y los relatos ambientados en los Andes2. Pero si La ciudad y los perros fue vista desde el comienzo como una obra maestra se debió en gran parte a la singular destreza con que abordó una serie de dilemas morales que, aunque parecen referirse solo al mundo militar y masculino, son en realidad universales. Quizás ha sido el escritor español Javier Cercas quien mejor ha formulado la pregunta clave que se desprende de esta novela: «Formulada con expeditiva tosquedad, la pregunta podría ser esta: ¿basta la fidelidad sin fisuras a una determinada escala de valores para actuar correctamente, para alcanzar algún tipo de decencia moral, alguna clase de salvación ética?» (Cercas, 2012a, p. 495)3. En otras palabras, ¿no tenemos acaso que enfrentarnos constantemente los seres humanos a situaciones 2 Antonio Cornejo Polar le llama «neo-realismo urbano» a esta tendencia que, señala, fue iniciada por Enrique Congrains Martin y Julio Ramón Ribeyro (Cornejo Polar, 1965). 3 Habría que añadir que el mismo Cercas ha explorado las dimensiones morales de la conducta humana en situaciones límite en novelas como Soldados de Salamina (2001), Las leyes de la frontera (2012b) o El impostor (2014). 20 La ciudad y los perros: biografía de una novela en las cuales nos vemos obligados a apartarnos de nuestra propia escala de valores para poder sobrevivir o sacar adelante determinados objetivos o logros? ¿Podríamos realmente soportar nuestra existencia si tuviéramos que actuar todo el tiempo sobre la base de un respeto absolutamente riguroso a nuestras propias convicciones? La ciudad y los perros resulta, así, un espejo frente al cual el lector confronta sus dudas y dilemas al tiempo que desnuda las hipocresías y falsedades de la sociedad, especialmente aquellas del mundo familiar y militar. La combinación de una técnica narrativa seductora, el eficaz ensamblaje de historias paralelas y entrecruzadas, la maestría con que trazó personajes que el lector difícilmente olvidaría y el planteamiento de profundos dilemas morales que nos afectan en nuestra existencia cotidiana hicieron de La ciudad y los perros un clásico instantáneo y una novela que ha mantenido su vigencia por más de medio siglo. Las historias narradas en la novela reconstruyen las vicisitudes de un grupo de cadetes que cursan estudios en una institución militar de educación secundaria, el Colegio Militar Leoncio Prado (a partir de ahora, CMLP), en el distrito de La Perla, cerca de Lima. No es este el lugar para resumir el contenido del libro o intentar siquiera recoger algunas de las varias historias entrecruzadas que arman la trama de la novela. El eje central del relato gira alrededor de un grupo de cadetes («el círculo») que se organiza tanto para resistir los abusos de los cadetes más antiguos como para intentar obtener ventajas de las múltiples violaciones al reglamento que se producen cotidianamente. Historias de lealtad y traición se suceden dentro y fuera de este grupo, y la novela alcanza su clímax dramático con la muerte de uno de los cadetes, «el esclavo», a la que siguen la investigación del incidente y las acusaciones y silencios, tanto individuales como institucionales, con que se intenta enfrentar la crisis desatada por esa muerte. La novela recrea el mundo autoritario y a la vez permeable de las instituciones educativas y militares, así como las ambigüedades y contradicciones que rodean siempre las relaciones de poder y jerarquía al interior de ellas. Al mismo tiempo, al dejar abiertas una serie de preguntas —la central, como bien se sabe, aquella sobre si la muerte del esclavo fue 21 Carlos Aguirre accidental o intencional— la novela produce en el lector una inquietud que lo lleva a interactuar con el relato y a plantearse una y otra vez como propios los dilemas que los distintos personajes enfrentan. Su influencia ha sido enorme y su impacto duradero. La novela ha sido traducida a más de treinta idiomas y no ha dejado de reeditarse en español desde que apareció por primera vez en 1963. Fue un hito decisivo en la trayectoria personal del futuro premio Nobel así como en el despegue y consolidación del llamado boom de la literatura latinoamericana, un fenómeno que es a la vez ampliamente conocido y muy difícil de precisar y definir. Se suele atribuir al académico chileno Luis Harss la invención intelectual del boom como fenómeno más o menos identificable4, pero fueron Carlos Fuentes y Ángel Rama quienes hicieron los primeros intentos de delinear, en 1964, los cambios que se estaban produciendo en la literatura latinoamericana. En un ensayo titulado «La nueva novela latinoamericana», Fuentes trazó las líneas maestras del proceso por el cual «el escritor latinoamericano deja de ser un ente pintoresco y regional para situarse frente a la condición humana» (Fuentes, 1964, p. V). Fuentes estudia a Vargas Llosa y Cortázar pero también a Alejo Carpentier, dejando en claro que lo que luego se llamaría el boom tenía sólidos antecedentes en escritores como Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sabato y otros. Años después, en 1969, Fuentes publicaría una versión más extensa de ese ensayo con el título ligeramente modificado para incluir a representantes de la literatura española y con nuevas secciones sobre Gabriel García Márquez y Juan Goytisolo (Fuentes, 1969). También en 1964 el crítico uruguayo Ángel Rama coordinó un número especial de la revista cubana Casa de las Américas sobre la novela latinoamericana que incluía su ensayo «Diez problemas para el novelista latinoamericano» y colaboraciones de Cortázar, Fuentes, Onetti, Vargas Llosa y otros, un hito que no siempre se tiene en cuenta al trazar la genealogía del boom. Harss, por su parte, publicaría 4 De hecho, se le atribuye a Harss la paternidad del término mismo, boom, para referirse al fenómeno en cuestión. Sobre esto véase Ayén, 2014, pp. 524-525. 22 La ciudad y los perros: biografía de una novela en 1966 Los nuestros, un libro que recogió semblanzas y entrevistas con algunos de los autores claves del boom, así como con algunos de los predecesores, y en el que proclamó que «la tarea de nuestra narrativa actual [es] ser índice, imagen y presentimiento de transformaciones profundas que están reestructurando los fundamentos de nuestra sociedad» (Harss, 1966, p. 45). Harss, empero, también expresó sus reservas, sugiriendo que se trataba de «un fenómeno [...] que tiene más que ver con una revolución editorial y publicitaria que con un verdadero florecimiento creativo» (Harss, 1966, p. 463). Qué fue exactamente el boom sigue siendo motivo de controversia académica y los intentos por definirlo están casi siempre afectados por una cierta arbitrariedad, como sostuvo Ángel Rama (2005, p. 162). El crítico John Beverley sugirió que había hasta cuatro maneras de entender el boom: un pequeño grupo de cuatro o cinco autores; un grupo mayor de diez o quince escritores que se incorporaron a la literatura occidental; una generación completa de escritores que producían y publicaban en distintos lugares; o como «síntoma de un proceso de cambio» que abarca la década de 1960 y afecta no solo la literatura sino también las ciencias sociales, el cine o la música (Garrels, 1981, pp. 293-294). El propio Vargas Llosa expresó su desconcierto al momento de definir qué era precisamente el boom: Lo que se llama boom y que nadie sabe exactamente qué es —yo particularmente no lo sé— es un conjunto de escritores —tampoco se sabe exactamente quiénes, pues cada uno tiene su propia lista— que adquirieron de manera más o menos simultánea en el tiempo cierta difusión, cierto reconocimiento por parte del público y de la crítica. Esto puede llamarse, tal vez, un accidente histórico, pero la mayoría de críticos e historiadores coinciden en que se trató de un fenómeno literario, comercial y político [...]. No se trató en ningún momento 23 Carlos Aguirre de un movimiento literario vinculado por un ideario estético, político o moral5. En todo caso, gracias al boom, un grupo de escritores latinoamericanos (todos hombres, como han enfatizado estudiosas como Jean Franco y Diana Sorensen) saltó a la palestra internacional, algunos desde España, otros desde París y otros desde América Latina, en virtud de una serie de obras innovadoras, el prestigio y autoridad que les otorgaba el hecho de vivir o publicar en Europa, el creciente interés por América Latina en el mundo —especialmente luego de la revolución cubana— y las acertadas políticas de marketing impulsadas por las editoriales que publicaban sus libros. Carlos Barral, el editor catalán que tuvo un protagonismo central en este fenómeno, escribe en sus memorias —con evidente exageración eurocéntrica— que «a partir de la concesión del premio [se refiere al premio Biblioteca Breve de 1962], por unanimidad, al desconocido Mario Vargas Llosa, aquella llamada editorial se convirtió en el eje de una política de descubrimientos y de reconocimientos de escritores publicados en el secreto de la provincia y hasta entonces condenados al ergástulo de las estrechas glorias municipales» (Barral, 2001, p. 572)6. Algunos estudiosos han cuestionado precisamente la idea de que se trató de un movimiento forjado exclusivamente en Europa. El crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal declaraba enfáticamente en 1972 que «el boom empieza realmente en América Latina» (Rodríguez Monegal, 2003, p. 109) y, como ha observado Nora Catelli, libros fundamentales como 5 Citado en Rama, 2005, pp. 167-168. He introducido pequeños cambios de puntuación en esta y otras citas para facilitar su lectura y mantener la consistencia en el estilo del libro (por ejemplo, he uniformizado los títulos de libros en las citas, poniéndolos en cursivas). 6 Vargas Llosa otorga a Barral un lugar central en el desarrollo del boom («Sin el apoyo de Carlos Barral —hubo otros, claro, pero él fue un verdadero pionero— el boom no hubiera tenido la difusión y el reconocimiento que merecía») y subraya la importancia de la experiencia europea: «Europa jugó un rol extremadamente importante pues fue el punto de encuentro en el que todos [los escritores del boom] pudimos encontrarnos, leernos y hacernos amigos» (Vargas Llosa & Oviedo, 2000, p. 6). 24 La ciudad y los perros: biografía de una novela Cien años de soledad de García Márquez, casi toda la obra de Cortázar durante la década del boom e incluso los libros de Harss y Fuentes antes mencionados fueron publicados en Buenos Aires y México, no en Europa (Catelli, 2010). En su monumental libro sobre el boom, Xavi Ayén (2014) dedica con justicia numerosas páginas a la trayectoria personal y editorial de los escritores en La Habana, Buenos Aires y México, aparte de Barcelona y París. Los estudiosos suelen enfatizar, correctamente, el impacto decisivo que tuvo la revolución cubana en el desarrollo de este fenómeno cultural y literario, tanto por el interés general sobre América Latina que ella trajo consigo como por el hecho de que la gran mayoría de los escritores vinculados al boom simpatizaron con ella por lo menos hasta bien entrada la década de 1960 (Martin, 2008, p. 481). Según Claudia Gilman, la revolución cubana actuó como «disparadora de la voluntad de politización intelectual», un fenómeno que contagió también a los escritores, y La  Habana habría sido «la capital aglutinante» de dicho fenómeno (Gilman, 2003, pp. 61, 88). Utilizando una metáfora que se volvió común para referirse a los miembros del boom, Gilman subraya que Cuba fue «el epicentro de la formación de la familia intelectual latinoamericana de los años 60» (p. 113)7. El proceso, de hecho, marchaba en dos direcciones: los intelectuales latinoamericanos sintieron el «llamado» de la revolución y, por lo general, se sintieron solidarios con ella; por su parte, el régimen cubano percibió desde muy temprano la necesidad de promover y acoger el quehacer intelectual y literario latinoamericano como parte de la creación de un nuevo orden cultural y político en la región. De hecho, habría que considerar dentro de la contraparte latinoamericana del boom a una institución como Casa de las Américas (fundada en abril de 1959, 7 Según Xavi Ayén, «la fraternal solidaridad con la Revolución cubana afectaba no solamente a los escritores, sino también a editores y críticos de todo el orbe hispanohablante, de Carlos Barral a Ángel Rama. La Habana es fundamental para entender por qué el boom funciona como una sólida hermandad […] se convierte en el aglutinador emocional de los escritores latinoamericanos de todo el mundo hasta 1971» (Ayén, 2014, p. 357). 25 Carlos Aguirre solo unos meses después del triunfo de la revolución), los premios que estableció y la revista del mismo nombre, que empezó a publicarse en 1960, habida cuenta del papel que jugaron en la difusión de muchos de estos autores, quienes además formaron parte del consejo de redacción de la revista y del jurado de los premios en distintos momentos8. Parte de dicho fenómeno fue también la aparición en América Latina de un nuevo y más vasto público lector, politizado y ávido por consumir obras que expresaran (o cuestionaran) de manera más relevante las complejas variantes de eso que se llama la identidad latinoamericana, o simplemente deseoso de formar parte de la comunidad de lectores y consumidores «modernos». Para García Márquez, por ejemplo, más que un boom de escritores se trató en realidad de un boom de lectores (García Márquez & Vargas Llosa, 1968, pp. 31-22)9. Los varios «vectores de difusión» («vectors of dissemination») —como llama Sorensen a las editoriales, instituciones culturales estatales, universidades, grupos de estudio, revistas y suplementos— fueron cruciales para generar entre esos lectores la ansiedad por «estar al día», una condición que, a su vez, hizo posible (quizás incluso necesaria) la emergencia de ese grupo de escritores que eran capaces de producir novelas y libros para satisfacer esas demandas y expectativas (Sorensen, 2007, pp. 109-111). Hay un virtual consenso en considerar que los cuatro autores centrales del boom fueron Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes. Un quinto, José Donoso, es quizás más reconocido como cronista del boom que como integrante del grupo central del mismo (Donoso, 1998), pero suele ser mencionado en los recuentos del fenómeno junto a otros autores contemporáneos como 8 En su trabajo sobre la revista Casa de las Américas, la académica cubana Luisa Campuzano afirma que «el hecho literario más importante de los sesenta —y hoy podemos decir de toda la segunda mitad del siglo— en nuestro Continente [fue] la nueva novela latinoamericana» (Campuzano, 2001, p. 42). 9 Claudia Gilman se refiere al idilio entre escritores y lectores y la «explosión editorial» que tuvieron lugar en la década de 1960 (Gilman, 2003, p. 88). 26 La ciudad y los perros: biografía de una novela Guillermo Cabrera Infante, Manuel Puig y Jorge Edwards. Escritores de generaciones anteriores como Juan Carlos Onetti, Augusto Roa Bastos o Alejo Carpentier son también incluidos en las historias del boom en su condición de antecedentes o pioneros. Hubo, de hecho, lo que Diana Sorensen ha llamado una «ansiedad de pertenecer» a ese movimiento por parte de escritores de varios países e incluso de distintas generaciones (Sorensen, 2007, p. 145). La amistad entre los autores centrales del boom contribuyó decisivamente a crear la imagen de un grupo de escritores que compartían preocupaciones literarias y políticas y pertenecían a, o tenían cercanía con, ciertas redes y grupos de influencia como los jurados de premios literarios, los críticos y los editores más importantes del mundo hispanohablante. Claudia Gilman lo ha expresado con claridad: se trataba de una trama «lo suficientemente poderosa como para producir efectos tanto sobre las modalidades de la crítica profesional como sobre las alianzas y divergencias e incluso consagraciones literarias» (Gilman, 2003, p. 104). Luis Harss recuerda que entre ellos mismos se llamaban «la mafia» y los describe como «una especie de trenza de escritores dispersos por México, París, Buenos Aires. Se leían los unos a los otros, y se admiraban» (Martínez, 2008). Un momento particularmente simbólico se dio en agosto de 1967: la editorial Sudamericana acababa de publicar, hacía pocos meses, la novela más exitosa del boom, Cien años de soledad. Los avisos publicitarios colocados en varias revistas incluían sendos comentarios de Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa10. Si el boom nació en 1963, fue en 1967 que alcanzó su máximo apogeo: ese mismo año se otorgó el Premio Rómulo Gallegos a Vargas Llosa por su novela La Casa Verde. De hecho, premios como el Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral en Barcelona, el Rómulo Gallegos de Venezuela, el Premio Primera Plana de Argentina o el Premio Formentor ayudaron a promocionar autores y libros y a dotarlos de un prestigio literario que atravesaba fronteras geográficas y auspiciaba la proliferación de traducciones y ediciones en 10 Ver por ejemplo el aviso que apareció en la revista Mundo Nuevo, 14, agosto de 1967. 27 Carlos Aguirre múltiples países e idiomas. Como ha subrayado Sorensen, los autores del boom también compartían un ansia de «reconocimiento, fama e incluso gloria», cuya consecución requería «asociaciones con otros hombres que poseían autoridad» («partnerships with other authoritative males») (Sorensen, 2007, p. 157). Vargas Llosa era el más joven de los cuatro personajes centrales del boom y, aunque Fuentes había publicado La región más transparente en 1958 y La muerte de Artemio Cruz en 1962, y Rayuela de Cortázar apareció también en 1963, unos meses antes que La ciudad y los perros, hay un cierto consenso en señalar a esta última como la obra fundacional del boom, sobre todo por la manera tan rápida y convincente en que se convirtió en un éxito de ventas y crítica y su joven autor en una verdadera celebridad literaria e intelectual. La importancia de esta novela en el escenario literario y cultural español, latinoamericano y mundial va mucho más allá de sus méritos estrictamente literarios. Esta es una razón suficiente para tratar de entender los múltiples factores y condicionamientos que hicieron posible su consagración. La calidad del libro no es la única razón que explica ese éxito inicial y su continua influencia a lo largo de los últimos cincuenta años: editores, críticos literarios, lectores e incluso censores jugaron también un papel importante. La biografía personal del autor fue también, sin lugar a dudas, un factor decisivo: el hecho de ser un escritor residente en Europa y que la novela fuera premiada y publicada en España contribuyó notablemente a abrir el camino para su consagración. Vargas Llosa y su libro se beneficiaron de lo que Nicola Miller ha llamado «validación cultural», es decir, el prestigio que acarrea ser premiado y publicado en un país del centro, no de la periferia (Miller, 1999, p. 29). Como ha sostenido Nora Catelli, España colocó a los autores del boom «en un entramado de traducciones y de irradiación de eficacia internacional colectiva hasta ese momento inédito en la vida literaria americana». Estos autores, varios de los cuales ya habían publicado obras importantes en sus respectivos países, adquirirían una «visibilidad transatlántica» de la que carecían anteriormente (Catelli, 2010, 28 La ciudad y los perros: biografía de una novela pp.  712, 714). Está de por medio, además, la noción —asumida y diseminada explícitamente por muchos de los escritores del boom— de que quienes viven fuera de sus países tienen una mejor perspectiva sobre sus propias realidades o, como lo dijo Carlos Fuentes en 1966, la literatura latinoamericana «existe y va adelante gracias a sus emigrados» (Fuentes, 1966, p. 8). El aura que rodeaba a los escritores del boom tenía sus orígenes en tradiciones y valoraciones ampliamente arraigadas pero también en la propia conciencia que ellos tenían sobre su ubicación en la geografía política y cultural del momento y la forma en que la irradiaban en entrevistas, reseñas, manifiestos, ensayos y actuaciones públicas. Conviene ubicar tanto al libro de Vargas Llosa como al fenómeno conocido como el boom dentro de lo que Pascale Casanova ha llamado la «república mundial de las letras», ese espacio globalizado en el que el «valor literario» se crea y se intercambia sobre la base de «jerarquías y violencias», es decir, de mecanismos que tienen que ver con el mercado y la política tanto como con los valores propiamente estéticos de las obras (Casanova, 2001, p. 24). Nociones como «prestigio», por ejemplo, deben ser examinadas al interior de un conjunto de condicionantes que Casanova resume adecuadamente: El «prestigio literario» tiene también sus raíces en un «medio» profesional más o menos numeroso, un público restringido y cultivado, el interés de una aristocracia o de una burguesía ilustrada, cenáculos, una prensa especializada, colecciones literarias rivales y prestigiosas, editores afanados, descubridores reputados —cuya reputación y autoridades pueden ser nacionales o internacionales— y, por descontado, escritores célebres, respetados y que se consagren por entero a su tarea de escritura (Casanova, 2001, p. 28). Así, el «capital» cultural que determinados autores y libros adquieren y disfrutan se forja dentro de un conglomerado de «instituciones literarias, académicas, jurados, revistas, críticas, escuelas literarias, cuya legitimidad se mide por su número, su antigüedad y la eficacia del reconocimiento 29 Carlos Aguirre que decretan» (Casanova, 2001, p. 29). La existencia de «indicadores culturales» (número de ediciones y traducciones, volúmenes de ventas, visibilidad en la prensa) contribuye al otorgamiento de «valor» y «prestigio» a ciertos productos literarios y culturales. Como veremos en los capítulos subsiguientes, la transformación de una novela como La ciudad y los perros y un autor como Vargas Llosa en «clásicos» de la literatura peruana, latinoamericana y universal tiene que ser explicada en función de varios de esos elementos mencionados por Casanova. Uno de ellos fue el hecho de que se trató de una novela premiada y publicada en Europa, específicamente en Barcelona, una ciudad que, según la propia Casanova, «acumula, durante el período franquista, una reputación de tolerancia política y un gran capital intelectual», si bien, a diferencia de París (la gran capital de la literatura mundial según la autora), «la capital catalana desempeña el papel de capital literaria en un plano estrictamente nacional o, más extensamente, lingüístico, si se incluyen los países latinoamericanos» (Casanova, 2001, pp. 41-42)11. La obtención de un premio importante y la posterior publicación de La ciudad y los perros en Barcelona y el hecho de que su autor viviera en París en esos años no constituyen hechos triviales en su camino hacia la fama literaria. Por otro lado, el carácter «realista» de la novela, resaltado en innumerables entrevistas al autor, la publicidad y las reseñas y comentarios de críticos literarios, contribuyó también a su difusión y recepción, tanto positiva como negativa. Como todos saben el escenario de la trama central de la novela, el CMLP, realmente existía y el autor no hizo ningún esfuerzo por disfrazarlo, ni siquiera utilizando un nombre ficticio, pese a que alguien así se lo recomendó12. Además, dado que el autor había estudiado en dicho colegio se asumió que la novela «recreaba» de una manera bastante 11 Para una crítica inteligente del libro de Casanova desde la perspectiva de la literatura latinoamericana véase Franco, 2008. 12 Se trata de José Ma. Valverde, crítico literario español cuya participación en esta historia resultó, como veremos más adelante, central (Valverde, 1973, p. 84). Valverde, aparte de recomendar el cambio del nombre del colegio militar, también sugirió el título «Juventud, 30 La ciudad y los perros: biografía de una novela fiel la vida «real» de los cadetes del CMLP. Finalmente, la presentación misma del libro y los varios elementos paratextuales que se agregaron (una foto del CMLP y un mapa de Lima y Callao señalando su ubicación geográfica, por ejemplo) sugerían a los lectores que la novela reconstruía una historia «verídica». Aunque Vargas Llosa aclaró muchas veces que, si bien el punto de partida estaba en las experiencias vividas por él en el CMLP, se trataba de un libro de ficción, él mismo proyectaba a veces, quizás sin quererlo, cierta ambigüedad al proclamar, por ejemplo, que su libro no era «falaz». Gran parte de las vicisitudes por las que atravesó el libro y que reconstruiremos en este ensayo tienen su origen en este carácter decididamente realista de la novela. Mucho se ha escrito sobre este libro y no es mi intención abordar una vez más el contenido de la novela desde el punto de vista de la crítica literaria13. Tampoco intento duplicar el esfuerzo de Sergio Vilela, quien investigó acuciosamente las relaciones entre el texto de La ciudad y los perros y los personajes y situaciones «reales» que ocurrieron en el CMLP y que pudieron haber servido al novelista como materia prima (Vilela, 2003). Mi objetivo es diferente y se ubica dentro de lo que podríamos llamar la historia cultural del libro: reconstruir las peripecias —editoriales y de otro tipo— que rodearon la novela de Vargas Llosa antes de alcanzar el status de obra canónica de que hoy disfruta y echar luz sobre los condicionantes (aquello que Casanova llama «las trabas y jerarquías», «la desigualdad de los intercambios» y la «violencia invisible» del mundo literario) que moldearon su evolución como artefacto cultural, incluyendo su escritura, producción, circulación y recepción (Casanova, 2001, pp. 64-65). Al hacerlo, aspiramos también a iluminar distintos aspectos del escenario divino tesoro». No se trató ciertamente del más atractivo de los varios títulos sugeridos al autor por diversos amigos y lectores de su manuscrito. 13 La bibliografía crítica sobre La ciudad y los perros es inmensa. Permítaseme citar solo algunos trabajos a manera de referencia: Oviedo, 1970, pp. 80-121; Castro-Klarén, 1992, pp. 21-39; Nettel, 2011; y Martin, 2012. 31 Carlos Aguirre cultural y político tanto de España como del Perú de comienzos de la década de 1960. El proceso de redacción de la novela, los intentos de Vargas Llosa por colocarla en alguna editorial europea o latinoamericana, sus conexiones con críticos y escritores que ayudaron a generar interés en el libro y, especialmente, el caso algo fortuito de que el libro cayera en manos de Carlos Barral, serán examinados minuciosamente para reconstruir el derrotero que culmina con la obtención del Premio Biblioteca Breve y la posterior publicación por Seix Barral en 1963. Se ha enfatizado con justicia la importancia de la obtención de dicho premio y los amplios merecimientos que tenía la novela para resultar premiada. Lo que se conoce menos son los tejes y manejes internos, especialmente por parte de Barral, para lograr, primero, convencer a Vargas Llosa de someter su novela al concurso y, segundo, para que la novela sea admitida y luego premiada. Otro de los temas que abordaremos en este ensayo es el proceso de negociación que se llevó a cabo entre la censura franquista por un lado y Vargas Llosa y su editor, Carlos Barral, por otro, una historia que ha sido contada muchas veces pero de manera incompleta e incluso sesgada. Como bien se sabe, la dictadura establecida en España desde 1939 impuso una rígida censura editorial que, a comienzos de la década de 1960, empezó a flexibilizarse dentro de un esfuerzo del régimen por presentar un rostro menos represivo y autoritario y vender la imagen de una apertura modernizante que incluía, entre otras cosas, una promoción del turismo y la inversión extranjera y que, en el terreno de la cultura, buscaba legitimarse publicando cada vez más autores extranjeros (sobre todo latinoamericanos), incluyendo algunos que eran poco amigos del franquismo. La «historia oficial» de La ciudad y los perros sostiene que la publicación del libro se debió, sobre todo, a la tenaz batalla que dio el editor Carlos Barral, una batalla en la cual fue muy poco lo que se cedió y que los cambios introducidos a exigencia de los censores fueron luego revertidos por Barral en sucesivas ediciones de la novela, de modo que la versión final resultó siendo la original. Como mostraremos más adelante, 32 La ciudad y los perros: biografía de una novela la primera premisa requiere de matices importantes, pues el papel del jefe de la oficina de censura Carlos Robles Piquer y del crítico literario José Ma. Valverde dentro del proceso que condujo a la aprobación y publicación de la novela en 1963 fue absolutamente crucial, mientras que la versión que señala que el texto original y completo de la novela fue recuperado a partir de la segunda edición del libro resulta del todo falsa. Más que una historia de resistencia heroica frente a la censura, presentamos aquí una narrativa compleja llena de luces y sombras que revela una mezcla de pragmatismo y acomodación con el franquismo antes que su rechazo frontal. Este ensayo reconstruye también las vicisitudes por las que atravesó el libro una vez publicado, primero en Barcelona en octubre de 1963 y poco menos de un año después en Lima. La ciudad y los perros tuvo una recepción calurosa entre lectores y críticos tanto en España como en el Perú pero, como es ampliamente conocido, fue objeto de comentarios hostiles, amenazas e incluso una supuesta quema de ejemplares en el patio del CMLP. Esta recepción mixta de la novela en el Perú estuvo de alguna manera marcada por varias circunstancias: la existencia de una pequeña pero influyente red de críticos literarios que eran, además, amigos cercanos de Vargas Llosa, quienes se encargaron de resaltar la calidad del libro y colocarlo en el centro de atención de los circuitos culturales de la capital peruana; la tenacidad y habilidad de un editor, Manuel Scorza, que contribuyó decisivamente a la masiva difusión del libro y cuya actuación ha sido generalmente omitida en las reconstrucciones que se han hecho de la historia editorial de la novela14; la presencia de una dictadura militar que gobernó el país entre 1962 y 1963 y tensó el ambiente político que se vivía al momento de la publicación; una cultura autoritaria estrechamente vinculada a sectores militares y religiosos que veían en  libros como 14 Ninguna de las notas que acompañan la edición conmemorativa de 2012, por ejemplo, menciona a Scorza. Sí lo hizo el historiador y director de la Biblioteca Nacional, Ramón Mujica Pinilla, en su intervención en el homenaje a los cincuenta años de la novela realizado en Lima, aunque sin ofrecer demasiados detalles sobre la participación de Scorza en la publicación de la edición peruana del libro (Mujica Pinilla, 2013, p. 14). 33 Carlos Aguirre este supuestas amenazas contra los valores tradicionales y el statu quo; y finalmente el nerviosismo de las élites políticas y militares respecto al crecimiento de los movimientos guerrilleros y las movilizaciones campesinas, lo cual trajo como consecuencia una mayor susceptibilidad frente a posturas que se consideraban críticas del orden establecido. El episodio más conocido y que ha pasado a formar parte de la leyenda que rodea a La ciudad de los perros, la supuesta quema de ejemplares en el patio del CMLP, será también revisado a la luz de nuevas evidencias. Y finalmente, aunque de manera colateral, la novela de Vargas Llosa se vio también inmersa en el complejo entramado de la guerra fría cultural, como veremos en el capítulo 5. En suma, la reconstrucción de los aspectos no estrictamente literarios de la novela puede echar luces sobre la trayectoria de la misma y su ubicación en el imaginario colectivo, al tiempo que nos ayuda a entender las complicadas relaciones entre el éxito de una empresa literaria y los contextos políticos y culturales en que ella se desarrolla. Quisiera cerrar esta introducción con una breve digresión personal. Leí por primera vez La ciudad y los perros cuando tenía unos quince años —es decir, casi la misma edad de los protagonistas centrales de la novela— y, como le ha ocurrido a tantos otros lectores, sus personajes y episodios quedaron grabados fuertemente en mi imaginación. La he releído varias veces a lo largo de los años y, a diferencia de lo que sucede con otros libros, mi valoración no ha decaído, aunque no creo que sea la mejor novela que ha escrito Vargas Llosa (para mi gusto, ese lugar lo ocupa Conversación en La Catedral). Por otro lado, he seguido desde mi adolescencia la carrera literaria y política de Vargas Llosa con admiración pero también, en no pocas ocasiones, con distancia y hasta con profundo rechazo hacia algunas de sus posturas ideológicas y políticas. Me considero un lector fiel pero crítico de su obra y discrepo con muchas de sus ideas políticas, incluyendo su apasionada y a ratos dogmática defensa del libre mercado, sus opiniones arbitrarias y con tan pocos matices sobre los nacionalismos y los movimientos étnicos, su rechazo a considerar que el Estado puede (y a mi juicio, debe) desempeñar un papel fundamental 34 La ciudad y los perros: biografía de una novela en la regulación de determinados aspectos del quehacer social, su visión elitista y jerárquica de la cultura (reflejada, por ejemplo, en su fallido ensayo La civilización del espectáculo15) y su visión restrictiva de la democracia como modelo político. Por el contrario, comparto su defensa de los derechos de los inmigrantes y las minorías culturales, su postura en favor de los derechos de los homosexuales, su crítica implacable de las dictaduras —incluyendo, en el caso peruano, el execrable régimen fujimorista— y su apasionada (aunque también selectiva) defensa de la libertad como una conquista de la humanidad. Pese a las discrepancias que tengo con algunos de sus puntos de vista, reconozco y aprecio su independencia como intelectual, tanto cuando era un compañero de ruta de la izquierda en la década de 1960 y parte de la de 1970, como cuando abrazó, a partir de la segunda mitad de la década de 1970, posturas conservadoras, ofreciendo en ambos casos puntos de vista incómodos y heterodoxos (Aguirre, 2013). Si algo ha permanecido constante a lo largo de su extensa trayectoria es el hecho de ser un intelectual independiente que no rehúye la polémica y que, equivocado o no, dice lo que piensa aunque ello le acarree diatribas e insultos. La lectura de sus novelas y ensayos ha enriquecido mi formación intelectual, aun en los casos en que me irritaban o decepcionaban. Este libro es un intento de echar luz sobre algunos aspectos poco conocidos de la trayectoria literaria y política temprana de un escritor e intelectual público a quien respeto como lector y al que ahora me acerco como historiador. 15 Vargas Llosa, 2012b. Sobre este ensayo, véase la excelente reseña de Marcel Velázquez (2012). CAPÍTULO 1 LA CREACIÓN DE UNA OBRA MAESTRA Y LA FORMACIÓN DE UN INTELECTUAL PÚBLICO Escribir es lo único realmente apasionante que existe. Mario Vargas Llosa De Lima a Madrid: los primeros pasos de un escritor1 Mario Vargas Llosa empezó a escribir la novela que luego se publicaría como La ciudad y los perros en Madrid, en 1958, cuando solo tenía 22 años, y la concluyó en París en 1962, a los 26. No habían pasado muchos años desde sus tiempos de cadete en el CMLP, el espacio en el que transcurre la trama central de la novela. Nacido en Arequipa en 1936, había vivido en Cochabamba y Piura durante su infancia, al cuidado de la familia Llosa, pues su padre había abandonado el hogar antes de que él naciera. Luego reapareció en su vida cuando tenía diez años, circunstancia que cambió radicalmente su existencia y dejó huellas profundas tanto en su vida familiar como en su visión del mundo e incluso en su literatura2. A raíz de la reconciliación de sus padres Vargas Llosa pasó a vivir con ellos en Lima, en el distrito de Magdalena primero y luego en La Perla, en el Callao, aunque pasaba con frecuencia los fines de semana en Miraflores, en casa de sus tíos maternos. Por razones que el mismo Vargas Llosa ha explicado en innumerables ocasiones, fue matriculado en el CMLP, 1 Lo que sigue es un apretado resumen de los primeros veinte años en la vida del escritor. No es mi intención presentar una biografía completa sino solo presentar algunos hitos que nos ayuden a ubicarlo en los comienzos de su carrera literaria. 2 Estos temas han sido explorados sobre todo por Max Silva Tuesta (2005; 2012). 38 La ciudad y los perros: biografía de una novela donde cursó el tercer y cuarto años de educación secundaria en 1950 y 1951: su padre pretendía instigar en el joven Vargas Llosa una disciplina y unos valores que lo alejaran de veleidades supuestamente poco varoniles e improductivas como, por ejemplo, su afición por la literatura: «Que yo entrara al Colegio Militar Leoncio Prado daba vueltas a mi padre desde que me llevó a vivir con él. Me lo anunciaba cuando me reñía y cuando se lamentaba de que los Llosa me hubieran criado como un niño engreído […] su idea era la de muchos papás de clase media con hijos díscolos, rebeldes, inhibidos o sospechosos de mariconería» (Vargas Llosa, 1993, p. 101). Al CMLP, rememora Vargas Llosa, eran enviados tanto adolescentes de «malas inclinaciones» e «instintos rufianescos» como aquellos que eran «demasiado tímidos, demasiado acobardados, tal vez hasta afeminados». En ambos casos la disciplina militar era vista como el correctivo que necesitaban para formarse como verdaderos hombres (Vargas Llosa, 1971c, p. 79). El CMLP había sido fundado en 1943. Según una publicación oficial de 1968, «especialísimo énfasis se pone en la orientación y formación moral y cívica, basadas en los ideales patrióticos y en las virtudes ciudadanas de solidaridad social, respeto a las autoridades, a las leyes y a la sociedad y sobre todo en la formación del espíritu de responsabilidad y decencia» (Sierralta, 1968, p. 20). El coronel Juan Mendoza Rodríguez, director del colegio de 1945 a 1948, enfatizó «la formación patriótica y nacionalista» que caracterizaba la formación de los jóvenes cadetes (Sierralta, 1968, p. 198). Para su funcionamiento se utilizó un cuartel policial a medio construir y semiabandonado. Los propios cadetes de la primera promoción ayudaron a transformar un «basural» en un espacio medianamente habitable: «Basura, tierra, pestilencia, mosquitos, moscas; no había cocina ni agua, por lo que los alimentos se compraban en los restaurantes populares y se traían en camiones. Todo era desfavorable, pero se soportó y se venció» (Sierralta, 1968, p. 18). Para la época en que Vargas Llosa ingresó al CMLP ya se había construido edificios e instalaciones más adecuadas. Las experiencias vividas 39 Carlos Aguirre allí marcarían al joven Vargas Llosa para siempre: conoció a jóvenes que provenían de diferentes grupos sociales y étnicos y de diferentes regiones del país; allí se enfrentó a la violencia, el abuso y la transgresión de las normas que marcaban muchas de las formas de interacción entre los cadetes y entre ellos y los oficiales militares. Allí descubriría, le dijo a Elena Poniatowska en 1965, «la capacidad de simulación del hombre, la necesidad de mentira y violencia en el hombre para defenderse contra el mundo»; también allí nacería, como reacción a ese ambiente de impostura y violencia, su «antimilitarismo irrenunciable» (Poniatowska, 1969, pp. 56-57, 61). Finalmente, fueron esos los años en que vio consolidada su vocación de escritor, a fuerza de dar la contra a los deseos de su padre: «Mi rebelión contra el Leoncio Prado se volcó un poco hacia la literatura. Ya en esa época la literatura se convirtió en una cosa muy importante para mí. También era clandestina. Porque en el colegio había que evitarla» (Harss, 1966, p. 434). En el verano de 1951 trabajó en la oficina de su padre, que era representante de la agencia de noticias «International News Service», y durante el verano siguiente tuvo su primer empleo propiamente periodístico en el diario La Crónica3. También en 1951 presentó su primera obra de teatro, La huida del Inca, que presentó a un concurso del Ministerio de Educación en el que obtuvo el segundo lugar. Esa obra sería estrenada el 17 de julio de 1952 en el Teatro Variedades de Piura, ciudad a la que había vuelto para cursar el último año de educación secundaria en el colegio San Miguel. Durante ese año trabajó también en el diario La Industria de Piura. Al culminar sus estudios secundarios volvió a Lima para matricularse en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudió entre 1953 y 1958 y se graduó con una tesis 3 Esta primera experiencia periodística fue reconstruida por el propio Vargas Llosa en el capítulo «Periodismo y bohemia» de su libro de memorias El pez en el agua (Vargas Llosa, 1993, pp. 141-155). Ver también Gargurevich, 2005. 40 La ciudad y los perros: biografía de una novela sobre Rubén Darío4. En ese lapso fue consolidando su vocación literaria, se casó con Julia Urquidi, multiplicó sus empleos y empezó a publicar comentarios de libros, artículos y cuentos en diversas revistas y diarios de la capital peruana5. Su cuento «El desafío» obtuvo el primer puesto en un concurso organizado por La Revue Française en 1957 y cuyo premio consistía en un viaje a París, ciudad que visitó durante el mes de enero de 1958. Ese mismo año obtuvo la beca «Javier Prado» de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para realizar estudios doctorales en la Universidad Complutense de Madrid, a donde llegó a comienzos del otoño de 1958. La capital española que lo recibió carecía de los atractivos culturales de otras grandes ciudades europeas y España le parecía un «país monasterio-cuartel». El recién llegado aspirante a escritor tenía muy claros sus objetivos: aunque, como le escribió a su amigo Abelardo Oquendo, «el drama de España me conmueve y espanta […] yo he venido a escribir y no a torturarme por la lepra que quiere devorar a un país que no es el mío»6. Años después recordaría, sin embargo, que pese a todo Madrid desbordaba hospitalidad y ofrecía muchos encantos a sus residentes y visitantes. Fue en esa ciudad, en una taberna llamada «El Jute» ubicada frente al parque del Retiro, donde empezaría a escribir la novela que le daría fama y prestigio internacionales7. También en 1958 ganó el premio «Leopoldo Alas» con su libro de cuentos Los jefes, que sería publicado 4 Esta tesis sería publicada muchos años después (Vargas Llosa, 2001). 5 Sobre estos años en la vida literaria de Vargas Llosa ver Rodríguez Rea, 1996, y la edición facsimilar de Literatura, la revista que dirigió Vargas Llosa con Luis Loayza y Abelardo Oquendo (Lima: Facultad de Letras y Ciencias Humanas, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2011). 6 Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, 26 de noviembre de 1958 (Correspondencia de Abelardo Oquendo, C0778, Caja 1, Fólder 3, Universidad de Princeton, DRBSC). 7 En Vargas Llosa, 2012 [1985] se pueden leer algunas reminiscencias de su paso por Madrid. 41 Carlos Aguirre al año siguiente en Barcelona en una edición de 500 ejemplares que pasó generalmente desapercibida (Vargas Llosa, 1959)8. El tortuoso proceso de escritura La idea de escribir una novela basada en las experiencias vividas durante los dos años que estudió en el CMLP, declaró en alguna oportunidad Vargas Llosa, «me daba vueltas en la cabeza desde que estuve en el Leoncio Prado» (Vargas Llosa, 2010 [1984], p. 181). Sin embargo, era obvio que necesitaba no solo cierta distancia respecto a los hechos que experimentó en la academia militar sino también el tiempo necesario para dedicarse a tal empresa y, más importante aún, la destreza técnica para acometerla. Esta  última la fue adquiriendo conforme avanzaba en sus lecturas 8 El Premio Leopoldo Alas fue creado en la década de 1950 por los escritores Esteban Padrós de Palacios y Enrique Badosa bajo el mecenazgo de los médicos catalanes Manuel Carreras Roca y Martín Garriga Roca (ABC, 12 de diciembre de 2005, p. 45). Su importancia dentro del mundo literario español no fue ciertamente demasiado grande, aunque se ha subrayado el hecho de que el premio al libro de Vargas Llosa fue el primero otorgado en España a un autor hispanoamericano desde la guerra civil (Santana, 2000, p. 170). Los libros de la editorial Rocas, incluyendo Los jefes, no eran distribuidos adecuadamente en librerías, lo que limitaba su difusión. Una buena parte de la edición era regalada a médicos como parte de la campaña de relaciones públicas de laboratorios farmacéuticos (Burgos, 1970). El ejemplar de mi biblioteca tiene un sello que indica su procedencia como «Cortesía de Laboratorios Galup». En una carta a Oquendo de 1963, Vargas Llosa le diría que los cuentos de Los jefes le parecían «flojos y muy “adolescentes”». Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, París, 5 de octubre de 1963 (Correspondencia de Abelardo Oquendo, C0778, Caja 1, Fólder 8, Universidad de Princeton, DRBSC). En Lima, el libro —cuyo autor figura en la cubierta simplemente como «Mario Vargas»— fue reseñado por Sebastián Salazar Bondy (1959). Vargas Llosa confesaría más tarde que no se sentía «solidario» con ese primer libro suyo (Oviedo, 1970, p. 26). En 1979 escribió una rara «Autocrítica» en la que admitía que esos cuentos «no valen gran cosa» pero que, pese a todo, les tenía cariño (Vargas Llosa, 2012 [1979], p. 798). Muchos años después, cuando le fue concedido el Premio Nobel, Vargas Llosa incluyó ese primer y modesto premio como un eslabón en su carrera literaria y recordó a esos médicos, «gracias a los cuales tuve la enorme alegría de ver mi primer libro impreso» (Vargas Llosa, 2012 [2010], p. 1317). 42 La ciudad y los perros: biografía de una novela —Faulkner fue una de las más estimulantes, como ha dicho reiteradamente Vargas Llosa— y escribía y revisaba los cuentos que luego integrarían su libro Los jefes. Los primeros apuntes de la futura novela fueron hechos en el barco italiano que trasladó al escritor y a su esposa Julia Urquidi hacia Barcelona, camino a Madrid, en 19589. Una vez instalado en Madrid y después en París, durante casi cuatro años, trabajaría en la novela cuyo manuscrito llegó a tener en algún momento más de 700 folios. En una serie de cartas dirigidas a Abelardo Oquendo en esos años, Vargas Llosa dejó un fascinante registro sobre el difícil proceso de redacción de la novela. La descripción que hace de las angustias que lo acechaban en esos primeros tiempos de la escritura es inusualmente gráfica y hasta desgarradora, aunque no exenta de hipérbole: Frente la máquina siento malhumor, palpitaciones, odio, impotencia, excitación, fiebre, frío, diarrea, contención, ahogo, asco, vómito, vértigo, una inexpresable y espantosa desesperación. Dejo la máquina y me acuesto: sueño despeñarme por abismos larguísimos y siniestros en cuyas simas me aguardan las lucientes bayonetas de los cadetes del Colegio Militar como una anchurosa cama de fakir, o revivo los malditos sábados y domingos de consigna, paseándome como una fiera rabiosa dentro de la grisácea cárcel de La Perla, sin poder salir, y las humillaciones matutinas, vespertinas y nocturnas, constantes, ineludibles, bochornosas, de suboficiales, oficiales, brigadieres10. Escribir una novela utilizando experiencias personales, algunas de ellas sin duda dolorosas y hasta traumáticas, no podía dejar de influir en el proceso mismo de redacción: narrar esos episodios equivalía de alguna manera a revivirlos, lo que hacía aún más complicado y penoso el camino. 9 «Cuando estuvimos instalados [en el barco], le pedí a Varguitas que cumpliera la promesa que me había hecho: es decir, comenzar sus apuntes para escribir el libro sobre su paso por el colegio militar “Leoncio Prado”. Allí inició La ciudad y los perros» (Urquidi, 1983, p. 72). 10 Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, 11 de diciembre de 1958, reproducida en Oquendo, 1999, p. 90. 43 Carlos Aguirre Para bien o para mal, el destino de la novela estuvo signado desde el comienzo por el hecho de que, aunque se trataba de una obra de ficción, estaba plagada de referencias concretas a personajes, situaciones y espacios que efectivamente existieron y con los que el autor tuvo una relación directa. Vargas Llosa, como es ampliamente conocido, se ha considerado siempre un escritor realista: aunque en sus obras literarias da rienda suelta a la invención y la fantasía, busca siempre «recrear» la realidad y presentar historias absolutamente verosímiles. Resulta iluminador leer lo que el joven Vargas Llosa escribió en 1962 en respuesta a una de las preguntas de la editorial Seix Barral a los postulantes al Premio Biblioteca Breve. «¿Cuál es su propósito literario en la novela que presenta al concurso?», preguntaba la editorial. Vargas Llosa contestó: «Describir, con la máxima imparcialidad, un mundo cerrado sobre sí mismo (un colegio militar), que es a su vez espejo y proyección de una realidad más vasta»11. Esta reivindicación del realismo literario aparece también con claridad en una temprana valoración que hizo Vargas Llosa de la obra de José María Arguedas. Para Vargas Llosa, Arguedas había conseguido por primera vez «reemplazar los indios abstractos y subjetivos que crearon modernistas e indigenistas, por personajes reales, es decir seres concretos, objetivos, situados social e históricamente». En la obra de Arguedas, agregó, el lector se lleva la impresión de que los indios son retratados con una «autenticidad flagrante», especialmente en su modo de hablar. Y concluyó celebrando «la fusión que se opera en la obra de Arguedas de dos realidades: la social [y] la literaria» (Vargas Llosa, 1964c, pp. 144, 147, énfasis en el original). Más tarde ofrecería una versión más elaborada de su idea de la novela 11 Editorial Seix Barral, «Nota de Prensa No. 2. Premio Biblioteca Breve 1962», 1º de diciembre de 1962, énfasis agregado. Archivo Mario Vargas Llosa, Lima. En una entrevista publicada pocos días después reitera esta idea: «Me limito a describir este ambiente de mi país [el CMLP] de una manera objetiva» (La Vanguardia Española, 7 de diciembre de 1962, p. 29). Agradezco a Augusto Wong Campos por haberme facilitado una copia de esta entrevista. 44 La ciudad y los perros: biografía de una novela realista y su «descubrimiento» precisamente durante la redacción de La ciudad y los perros: Soy un escritor realista. Me gusta fingir la realidad, así como a los escritores fantásticos les gusta fingir la pura fantasía, lo puramente imaginario. Yo tengo esa tendencia natural a escribir historias que simulan ser la realidad. Mi punto de partida siempre es la realidad, y quizá eso lo descubrí en la experiencia de escribir La ciudad y los perros. Utilicé mucho material autobiográfico, pero de una manera muy libre, reelaborándolo, transformándolo, y además añadiéndole constantemente invenciones, personajes y situaciones ficticios, incluso anécdotas que yo recordaba al pasar a la novela inevitablemente se fueron transformando, lo mismo que personajes que tenían modelos vivos fueron convirtiéndose en híbridos (Vargas Llosa, 2003). Aunque Vargas Llosa ha abandonado muchas de las convicciones políticas y literarias que lo acompañaron en su juventud, este rasgo «realista» de su trabajo literario ha permanecido virtualmente inalterable y, de hecho, ha estado en el centro de más de una controversia a lo largo de su carrera como escritor: recordemos los reportajes periodísticos que trataban de identificar las diferencias entre el bar «La Catedral» y el retrato que de él hizo Vargas Llosa en la novela Conversación en La Catedral12, el «desmentido» que hizo Washington Durand, uno de los supuestos personajes de la misma novela13, las «rectificaciones» de Julia Urquidi, 12 «El bar de la novela de Vargas Llosa ya no es como lo pinta el novelista», La Prensa, 23 de agosto de 1972. 13 «Conversación en La Catedral. Un personaje refuta a su autor», Oiga, No. 380, 26 de junio de 1970. Durand dice, por ejemplo, que «cuando hay personajes sindicados con nombres propios no se les puede someter al juego literario con personajes fantasmagóricos y viceversa». Y más concretamente, en relación con el retrato que Vargas Llosa hace de los estudiantes sanmarquinos, Durand opina que «ha deformado toda una conducta generacional en la lucha, con métodos que pueden haber estado equivocados o no, pero que tenían como fin la liberación nacional». Los estudiantes, agrega, aparecen en la novela «como elementos casi ingenuos, disminuidos, con actividad intrascendente, que se pierden en conversaciones fútiles». 45 Carlos Aguirre su primera esposa, a la novela La tía Julia y el escribidor (Urquidi Illanes, 1983), o las críticas recibidas en República Dominicana a su versión novelada de la dictadura de Trujillo en La Fiesta del Chivo (Vargas Llosa, 2000). El realismo explícito de una novela como La ciudad y los perros está en el centro de algunas de las controversias y escándalos que rodearon su publicación, como veremos más adelante. Durante la redacción de la novela Vargas Llosa tuvo que lidiar con los efectos negativos que este afán realista tenía, paradójicamente, sobre la verosimilitud de la novela, lo que le generó no pocos problemas. Cada vez que intentaba introducir episodios «reales» —es decir, que efectivamente habían ocurrido— aquellos se convertían, según su percepción, en «los más falsos del libro, los menos convincentes, los más irreales». En un interesante recuento sobre el proceso de redacción de La ciudad y los perros Vargas Llosa relata un episodio que intentó varias veces insertar en la novela y al final tuvo que descartar: el caso de un cadete de trece o catorce años que ejercía la prostitución al interior del CMLP. Ese incidente, que según admite no le pareció demasiado repugnante durante el tiempo que estuvo en el Leoncio Prado, quedó fuertemente marcado en su memoria y luego quiso utilizarlo como ejemplo del «horror» y «las peores villanías» que ocurrían en el colegio. Estaba tan presente en su recuerdo que, al intentar transformarlo en «ficción», «creaba una dimensión realmente inauténtica, una dimensión falsa dentro del libro». Por tanto, lo eliminó, al igual que «casi todos los episodios reales que figuraban en el primer borrador, y me limité a conservar los episodios más o menos imaginarios» (Vargas Llosa, 1971c, pp. 81-83). Retomemos el proceso de escritura de la novela que nos ocupa. En abril de 1959 Vargas Llosa reitera en otra carta a Oquendo lo laboriosa que le resultaba la tarea de redacción, pero ofrece una visión menos angustiada del proceso de escritura al tiempo que afirma su convicción de que, pese a todo, escribir constituye su verdadera pasión: 46 La ciudad y los perros: biografía de una novela En la novela avanzo y me retuerzo. Me cuesta mucho trabajo. Creía tener el argumento perfectamente armado y ahora le encuentro puntos débiles, lunares, incoherencia. Me paso horas enteras corrigiendo una página o tratando de cerrar un diálogo y de pronto me lanzo a escribir sin parar una docena de páginas. No tengo la menor idea acerca de cómo está saliendo, pero me siento embriagado. Escribir es lo único realmente apasionante que existe (Oquendo, 1999, pp. 91-92). Luego de pasar un año en Madrid, Vargas Llosa y su esposa se mudaron a París. Se instalaron en el hotel Wetter, en el que ya habían estado hospedados en una visita que hicieron desde Madrid. París era por entonces un polo casi irresistible de atracción para muchos intelectuales latinoamericanos y Vargas Llosa sentía por la capital francesa una verdadera pasión que se hacía aún más intensa gracias a su familiaridad y fascinación con la literatura y el mundo intelectual franceses, que él había seguido con atención desde sus años de estudiante: los escritos de Jean-Paul Sartre, la polémica entre él y Albert Camus, la presencia de Simone de Beauvoir14. París era para él «la ciudad soñada» y Francia «el país mítico donde habían nacido los escritores que más admiraba» (Vargas Llosa, 1993, p. 455). En la capital francesa sobrevivió gracias a diversos empleos: profesor en la escuela Berlitz, redactor en la agencia France Presse y en la Radio Televisión Francesa, fugaz extra cinematográfico e incluso como escritor fantasma para una adinerada dama peruana15. El crítico francés Claude Couffon, quien lo conoció durante esta época en París, describió así las condiciones en que vivía y trabajaba Vargas Llosa: «Lo que llamaba la atención cuando uno entraba en este modesto refugio era su desnudez. Sobre una mesa había una máquina de escribir, frente a la blancura de la pared. No sé cómo Mario escribe ahora, pero en esa época le hacía falta, 14 Vargas Llosa reunió en 1981 una serie de artículos que documentan su cambiante relación con estos escritores (Vargas Llosa, 1981). 15 Se trató de Cata Podestá, quien le pagó por redactar un relato de viaje por África (Podestá, 1960). Sobre este episodio ver Urquidi, 1983, p. 103 y Niño de Guzmán, 2013. 47 Carlos Aguirre al parecer, la pantalla en blanco de la pared para proyectar sus sueños y las acciones de sus personajes» (Couffon, 2003, p. 329, traducción mía)16. Conviene recordar, como lo subrayó José Miguel Oviedo, que el enorme esfuerzo que demandaba la redacción de la novela era acometido en medio de la incertidumbre sobre lo que pasaría con ella: no tenía contrato con ninguna editorial y ni siquiera estaba seguro de poder terminarla y quedar satisfecho con el resultado. Hacia el mes de agosto de 1959, y aunque mantenía dudas sobre su vocación y su capacidad para hacerla realidad, se mostraba un poco más optimista: Para evitar la reflexión y el suicidio me he dedicado a trabajar a fondo. Solo salgo del hotel, prácticamente, para comer. He dado un buen empujón a la novela y cada día me convenzo más de que esto sí puede ser algo valioso. Olvídate de todas las estupideces que he escrito, ejercicios ridículos de adolescente: tengo la impresión que si la novela sale tal como la presiento, seré, por fin, un escritor. Te confieso que es lo único que me retiene en Europa. Si veo que todo es un espejismo, haré las maletas y —no sé cómo— me regreso a Lima y no vuelvo a escribir una línea (Oquendo, 1999, p. 93). Una ligera mejoría económica le permitió mudarse del estrecho hotel Wetter a un modesto departamento en la rue de Tournon, en el que continuó el laborioso proceso de completar la novela mientras, simultáneamente, dedicaba algo de tiempo a enriquecer su cultura literaria y artística (Oviedo, 1970, p. 27). Aunque según diversos testimonios Vargas Llosa buscaba mantenerse al margen de la vida bohemia, no podía evitar que su dedicación al trabajo se viera alterada por la llegada de visitantes peruanos y latinoamericanos, como fue el caso del joven poeta peruano Javier Heraud17. En alguno de sus encuentros le leyó fragmentos 16 Sobre los años de Vargas Llosa en París ver también Edwards, 2011. 17 Heraud era amigo de Abelardo Oquendo y había sido reclutado por este en 1959 para colaborar en la revista Literatura, en cuyo tercer y último número aparece como administrador. Heraud pasó por París entre agosto y octubre de 1961 de regreso de 48 La ciudad y los perros: biografía de una novela de la novela que estaba terminando. Al escuchar el episodio en que los cadetes del Leoncio Prado visitan los burdeles de la calle Huatica, Heraud habría reaccionado con cierta incomodidad: «Esa descripción me molesta un poco», le habría dicho a Vargas Llosa (Heraud, 2013, p. 177). La primera versión más o menos completa de la novela debió estar terminada hacia fines de 1961. Un primer borrador mecanografiado, de fecha incierta, ha sobrevivido parcialmente y está depositado en la Universidad de Princeton acompañado de una ficha escrita por Vargas Llosa: Esta debe ser la primera versión mecanografiada del borrador de mi primera novela «La ciudad y los perros». Está incompleta y ni siquiera estoy seguro de que todos los capítulos correspondan a la misma versión (En el caso del EPILOGO, hay 2 versiones, una primitiva y otra casi definitiva de 2 o 3 años después). La mayor parte de estos episodios (varios no figuran en el libro) debió ser escrita en Madrid en 1959 o en mis primeros meses en París en 1959-196018. A comienzos de 1962 continuaba haciendo revisiones al texto. En febrero de ese año Vargas Llosa volvía a confesarle a Oquendo sus dificultades con la novela: una visita a la Unión Soviética, y durante las semanas que estuvo en la capital francesa trabó una intensa amistad con Vargas Llosa. En una carta fechada el 29 de agosto de 1961 Heraud diría: «En Mario Vargas y su esposa tengo una gran ayuda. Voy siempre a almorzar a su casa. Él tiene carro y salimos a pasear. Les estoy muy agradecido por todo lo que me ayudan» (Heraud, 2013, p. 174). Vargas Llosa entrevistó a Heraud en su programa en la radio francesa. Más tarde, luego de su muerte, Vargas Llosa recordaría a Heraud como «ese muchacho grande y de gestos desamparados, que pasó por París […] Juntos recorrimos librerías, museos, hicimos largas caminatas hablando de literatura y el Perú, pasamos una noche entera leyendo poemas» (Vargas Llosa, 2012 [1963], pp. 32-33). En octubre de 1962 se reencontrarían brevemente en Cuba, donde Heraud estaba entrenándose para iniciar la lucha guerrillera en el Perú (Heraud, 2013, pp. 298-300). 18 Papeles de Mario Vargas Llosa, AM85-85 Caja 5, Fólder 1, «Novels –La ciudad y los perros– “A” draft», Universidad de Princeton, DRBSC. En la ficha escrita a mano Vargas Llosa ha agregado: «Ficha hecha en París, Abril de 1958». No sabemos cuándo ni dónde se hizo la ficha, pero es claro que la fecha está equivocada. 49 Carlos Aguirre No puedes saber hasta qué punto es fatigoso y exasperante este trabajo. A medida que avanzo en la revisión, tengo la sensación de que las arenas movedizas me devoran. Podría pasarme toda la vida corrigiendo el texto; a veces es el argumento, que presenta huecos, contradicciones, vaguedades; otras, el diálogo, demasiado forzado, vulgar o rígido; otras, la técnica. Y cada corrección me obliga a rehacer capítulos íntegros, porque todo se modifica (Oquendo, 1999, p. 96). Agotado al parecer por el denodado esfuerzo de revisar el manuscrito, Vargas Llosa decidió finalmente dejarlo como estaba: «Me deprime su dimensión (700 páginas), su tema, y ya no tengo simpatía por los personajes. Me parece que le he dedicado demasiado tiempo, es mejor que pase a otra cosa. Ojalá se pueda publicar allá, aunque su extensión espantará a los editores. Sería triste que se quedara inédita» (Oquendo, 1999, p. 96). Las confidencias de Vargas Llosa a Oquendo sobre el proceso de elaboración de la novela nos revelan a un aspirante a escritor lleno de dudas, temores y angustias, pero al mismo tiempo absolutamente comprometido con la creación literaria y dispuesto a asumir todos los riesgos que su vocación demandaba. Fueron casi cuatro años de intenso trabajo y altibajos emocionales que hace falta tener en cuenta para valorar el producto final. Por entonces Vargas Llosa estaba convencido de que la inspiración no existía para los novelistas: «a mí cada sílaba me costaba un esfuerzo brutal». Había escrito La ciudad y los perros, diría algunos años más tarde, «sin inspiración, a base de puro empeño y sudor [...] llegaba a un rendimiento decoroso, pero el precio era alto». A esto le llamó su «teoría voluntarista» de la escritura, según la cual la excelencia literaria, especialmente para un novelista, solo podía conseguirse con un esfuerzo descomunal y constante (Vargas Llosa, 1971a, p. 49). Acaso para sacarse de la mente las historias de La ciudad y los perros y no pensar mucho en los avatares de su publicación (que reconstruiremos en el siguiente capítulo), apenas decidió ponerle punto final al manuscrito Vargas Llosa empezó a escribir simultáneamente lo que él proyectó como dos novelas diferentes 50 La ciudad y los perros: biografía de una novela pero que terminarían luego juntándose para convertirse en La Casa Verde (Vargas Llosa, 1971a, pp. 51-52). Hacia diciembre de 1962 ya estaba trabajando en ella «con un entusiasmo desbocado»19. Carlos Barral, que lo visitó en París por esa época, lo describió como un «obrero literario a jornada completa» (Barral, 2001, p. 574). Vargas Llosa y la revolución cubana Durante este período inicial de su carrera literaria Vargas Llosa se convertiría también en un activo intelectual que albergaba ideas claramente de izquierda aunque también independientes de toda ortodoxia y ajenas a la militancia partidaria. Trazar las coordenadas básicas de su trayectoria como intelectual público se hace necesario para completar el retrato que intento hacer de las circunstancias que rodearon la creación, difusión y recepción de su primera novela. Durante sus años universitarios había ingresado a una célula comunista clandestina llamada «Cahuide», en la cual participó con el seudónimo «camarada Alberto». Su rechazo a la dictadura del general Manuel A. Odría (1948-1956) se conjugó con su simpatía por la revolución y el marxismo, del cual se convertiría, según su propia versión quizás algo exagerada, en «un lector muy devoto». Tuvo discusiones con sus camaradas de célula en torno al realismo socialista y, según su testimonio, se convirtió en un «comunista bastante heterodoxo» (Tusell, 1990, p. 65). Militó en esa célula alrededor de año y medio, hasta que decidió apartarse «aburrido por la inanidad de lo que hacíamos» (Vargas Llosa, 1993, p. 250) y por el «excesivo dogmatismo» de sus compañeros (Tusell, 1990, p. 65). Según Héctor Béjar, que fue una especie de mentor de Vargas Llosa en la célula comunista, «Vargas Llosa se hizo ciudadano 19 Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, 31 de diciembre de 1962 (Correspondencia de Abelardo Oquendo, C0778, Caja 1, Folder 3, Universidad de Princeton, DRBSC). 51 Carlos Aguirre en San Marcos» (Béjar, 2001, p. 105)20. Por esos años empezaría a leer a Sartre y quedaría deslumbrado con sus ideas sobre el existencialismo y la relación entre la literatura y el compromiso político. La influencia de Sartre, de hecho, resultó central en la concepción y redacción de La ciudad y los perros, novela que, según el propio Vargas Llosa, «está construida muy dentro de lo que era el pensamiento de Sartre […] Los personajes están vistos diríamos, por usar una expresión sartreana, “en situación”» (Tusell, 1990, p. 71)21. El crítico francés Claude Couffon ha contado que mientras escribía La ciudad y los perros en su modesta habitación en París, Vargas Llosa tenía sobre una mesa, apilados, los libros de su admirado Sartre (Couffon, 2003, p. 329)22. La militancia política no ejerció sobre Vargas Llosa la misma atracción que la lectura o el ejercicio intelectual: prefería pasar el tiempo leyendo antes que enfrascado en debates o llevando a cabo acciones de proselitismo y agitación. Retomó circunstancialmente la actividad política universitaria para apoyar la fallida candidatura de su maestro Raúl Porras Barrenechea al rectorado de San Marcos. Luego se acercó a la Democracia Cristiana gracias a su amistad con Luis Loayza y al contacto con intelectuales como Luis Jaime Cisneros, e incluso llegó a inscribirse en ese partido pese a considerarse un «sartreano comecuras, izquierdoso no curado del todo 20 Sobre sus años universitarios ver también su artículo «Regreso a San Marcos» (Vargas Llosa, 2012 [2001]). 21 En el prólogo que escribió a la edición de sus Obras Completas por Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, Vargas Llosa diría que La ciudad y los perros «está escrita creyendo a pie juntillas en esa idea de la literatura que Sartre había desarrollado en las vibrantes páginas de Situations II, que yo sabía casi de memoria» (Vargas Llosa, 2004, p. 20). 22 Vargas Llosa iría desencantándose gradualmente de Sartre y acercándose a Camus, un proceso que ha quedado documentado en la recopilación de textos que publicó en 1981 bajo el título Entre Sartre y Camus. Un primer momento de desilusión ocurrió cuando Sartre opinó que la actividad revolucionaria debía estar por encima de la vocación literaria en América Latina. Pero todavía en 1967 Vargas Llosa declaraba que sentía una «enorme admiración» por él y por su esfuerzo por «desanquilosar el marxismo» (El Espectador, Bogotá, 14 de agosto de 1967). 52 La ciudad y los perros: biografía de una novela de las nociones de marxismo del círculo» (Vargas Llosa, 1993, pp. 290- 302). Poco a poco, sin embargo, su tiempo empezó a ser consumido por la necesidad de ejercer no uno sino varios empleos para poder sobrellevar su vida de casado y por su creciente actividad literaria. Algunas huellas de sus preocupaciones políticas han quedado registradas en la revista Literatura, que dirigió con Luis Loayza y Abelardo Oquendo: un manifiesto contra la pena de muerte firmado por los tres codirectores (No. 1, febrero de 1958, p. 24) y una breve nota que acompañó la publicación de un artículo de homenaje a una víctima del dictador cubano Fulgencio Batista, en la que expresaban su «adhesión a la causa de la dignidad y la libertad humanas, que encarna la revolución cubana contra la vil e inicua tiranía de Batista» (No. 2, junio de 1958, p. 19). Su entusiasmo por la revolución cubana fue temprano e intenso, y su adhesión «poco menos que religiosa» (Vargas Llosa, 2012 [1974b], p. 560). Años más tarde diría que nunca había sentido «un entusiasmo y una solidaridad tan poderosos por un hecho político» como le ocurrió con la revolución castrista (Setti, 1988, p. 141). Viajó a Cuba por primera vez en noviembre de 1962 para cubrir la crisis de los misiles, aunque cuando llegó esta ya había sido superada. Pasó allí dos semanas, durante las cuales se convenció de que «el socialismo cubano es singular, muestra diferencias flagrantes con el resto de los países del bloque soviético y este fenómeno puede tener repercusiones de primer orden en el porvenir del socialismo mundial» (Vargas Llosa, 2012 [1962], pp. 16-17). Su fascinación por Fidel Castro era igualmente palpable: «Es el más sólido aglutinante con que cuenta el pueblo cubano, el factor que mantiene la cohesión y el entusiasmo popular, los dos pilares de la revolución» (Vargas Llosa, 2012 [1962], p. 17)23. Pero hay en este inicial e inequívoco entusiasmo unas señales que hay que tomar en cuenta: entre las cosas que le entusiasmaban del modelo 23 Poco después Vargas Llosa recibiría como huéspedes en su departamento de París, en ocasiones distintas, tanto a la primera esposa del Che Guevara, Hilda Gadea, como a la madre del guerrillero, Celia de la Serna. Según el testimonio de Julia Urquidi, esta última se quedó tres meses con ellos y en su departamento se reunían militantes de izquierda 53 Carlos Aguirre cubano estaba el hecho de que no se pareciera a la Unión Soviética (o al menos eso creía en ese momento), pese a que notaba una creciente influencia de la URSS en la isla. Aunque aceptó el mandato de Fidel a los intelectuales («Dentro de la revolución todo; fuera de la revolución, nada»), subrayó que no existía («al menos por ahora») ni censura ni una estética oficial, dejando en claro que su implementación sería un lamentable retroceso (Vargas Llosa, 2012 [1962], p. 18). En 1964 empezó a colaborar con la revista Casa de las Américas24. Volvería a Cuba en enero de 1965, ya consagrado como autor de La ciudad y los perros y con la aureola de los premios recibidos, para ser jurado del premio de novela de Casa de las Américas, que ese año se declaró desierto. La recepción que tuvo en Cuba no pudo ser más auspiciosa y lo dejó «envanecido, hinchado como un pavo-real […] Llegué y había una polémica en los diarios y revistas sobre La ciudad… Y asistí a un debate sobre la novela que duró cinco horas. Montones de personas venían a verme al hotel, el mismo Barral estaba impresionado»25. La cálida acogida que tuvo en Cuba, no hace falta decirlo, estaba directamente relacionada con la imagen pública de Vargas Llosa como un intelectual que apoyaba la revolución. Sus impresiones sobre la revolución fueron aún más positivas que en 1962 y le atribuye a Fidel la capacidad para contener los impulsos más dogmáticos en el campo de la cultura: «Vengo muy conmovido de la isla; las cosas van mucho mejor que el 62; están saliendo adelante, —entre ellos Paúl Escobar y Guillermo Lobatón, futuros guerrilleros— para discutir sobre las posibilidades de la lucha armada en América Latina (Urquidi, 1983, pp. 235-236). 24 Su primer artículo en esta revista estuvo dedicado a Albert Camus (Vargas Llosa, 1964a). Luego escribiría sobre el artista peruano Carlos Espinoza Dueñas (Vargas Llosa, 1964b) y sobre José María Arguedas (Vargas Llosa, 1964c). Este último (también publicado en la revista Visión del Perú, en Lima) apareció en un número especial dedicado a la «nueva novela latinoamericana», en el cual Vargas Llosa tendría una presencia protagónica, pues también se incluyó un avance de su novela La Casa Verde con el título «La ciudad y el forastero» (Vargas Llosa, 1964d) y una reseña de La ciudad y los perros (Fornet, 1964). 25 Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, París, 14 de febrero de 1965 (Correspondencia de Abelardo Oquendo, C0778, Caja 1, Fólder 10, Universidad de Princeton, DRBSC). 54 La ciudad y los perros: biografía de una novela a fuerza de huevos, esos magníficos cubanos, y mientras esté Fidel ahí no hay peligro que los dogmáticos asfixien la literatura. He visto colas en las librerías, lo que no había visto nunca. En pocas semanas se han agotado ediciones de 30 mil ejemplares de Kafka, Joyce y Proust»26. Ese mismo año, a partir del número 32, de setiembre-octubre, se integró al comité de colaboración de la revista Casa de las Américas, en el cual permanecería hasta 197127, y el texto sobre Arguedas que había publicado en 1964 fue incluido como prólogo a la edición cubana de Los ríos profundos (Arguedas, 1965)28. En enero de 1966 visitó nuevamente Cuba para asistir a la Conferencia Tricontinental y fue uno de los intelectuales que participó de la encuesta «El papel del intelectual en los movimientos de liberación nacional», que se publicaría en Casa de las Américas en marzo de ese año. En su respuesta Vargas Llosa afirmó que el sistema capitalista debería desaparecer y ser reemplazado por un sistema socialista, pero también sostuvo que «el escritor no puede poner ese elemento» (se refiere al elemento «espontáneo, esencialmente intuitivo» del trabajo de un creador) «al servicio de nada, de una manera premeditada». La tensión entre la vocación del escritor y la militancia política, según Vargas Llosa, era una opción «torturada» pero inevitable e incluso fértil para la creación literaria (Vargas Llosa, 2012 [1966b], pp. 251-252). Por esos años Vargas Llosa también expresó, en privado y en público, su apoyo a los movimientos guerrilleros que surgieron en diferentes países de América Latina y, en particular, a aquellos que tuvieron lugar en el Perú. 26 Ibid. 27 Casa de las Américas instituyó un «Consejo de redacción» a partir del No. 11-12 (mayo- junio, 1962), el cual fue ampliado y pasó a llamarse «Comité de colaboración» a partir del No. 30 (mayo-junio, 1965). 28 Según Jaime Gómez Triana (2013), este prólogo se publicó por error, pues el texto correspondía al artículo que salió publicado en 1964 en Casa de las Américas (Vargas Llosa, 1964c). El verdadero prólogo que escribió Vargas Llosa fue luego publicado como artículo con el título «Los ríos profundos» en el número 35 de la misma revista, correspondiente a marzo-abril de 1966 (Vargas Llosa, 1966). 55 Carlos Aguirre En junio de 1962 le escribió a Oquendo en relación a la guerrilla de Jauja (que años más tarde habría de novelar en Historia de Mayta): «Suenan ilusos, precipitados o ingenuos, es un hecho que son los primeros en caer por la revolución con las armas en la mano. Tengo gran admiración por ellos»29. En mayo de 1963 quedó conmovido al enterarse de la muerte de Javier Heraud, ese «amigo entrañable [que] ha caído como caen los héroes, derrochando coraje, sereno y exaltado a la vez […] Qué negra debe ser la injusticia, qué feroz miseria tiene que asolar al Perú para que este adolescente que cantaba la soledad y el paso de las estaciones, decida convertirse en un guerrero» (Vargas Llosa, 2012 [1963], p. 32)30. En febrero de 1964, luego de ver un crudo documental de Jean Marie Drot sobre el Perú y la situación de miseria en que vivía una gran parte de su población, le escribió a Salazar Bondy (quien junto a otros intelectuales es entrevistado por Drot en el documental) para expresar lo impresionado que estaba con «esa miseria, esa mugre, ese horror». Y luego agregó: «Tienes toda la razón del mundo: que venga la violencia de una vez, pero que las cosas cambien»31. En 1965 le dedicaría un sentido homenaje a Paúl Escobar, a quien conoció en Lima y luego frecuentó en Madrid y París, y que también encontraría la muerte luchando en la guerrilla del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) 29 Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, París, 8 de junio de 1962 (Correspondencia de Abelardo Oquendo, C0778, Caja 1, Fólder 3, Universidad de Princeton, DRBSC). 30 En una carta a Oquendo, Vargas Llosa confiesa que «he escrito ese homenaje con los ojos llenos de lágrimas, no puedo creer que esos malditos perros lo hayan matado. Pobre Javier, aquí hablamos horas y horas de la revolución y de las guerrillas y él bromeaba y decía “no debe ser tan fácil eso de hacerse guerrillero” […] Por más que hago esfuerzos no me lo imagino muerto y enterrado como un perro, no me lo imagino entrando a escondidas al Perú por las selvas para hacerse guerrillero. Es hermoso, es grande, es heroico». Carta de Mario Vargas Llosa a Abelardo Oquendo, París, 20 de mayo de 1963 (Correspondencia de Abelardo Oquendo, C0778, Caja 1, Fólder 3, Universidad de Princeton, DRBSC). 31 Carta de Mario Vargas Llosa a Sebastián Salazar Bondy, París, 28 de febrero de 1964 (Archivo Sebastián Salazar Bondy, Lima). 56 La ciudad y los perros: biografía de una novela (Vargas Llosa, 2012 [1965a], pp. 142-145). En julio de ese año firmó un documento colectivo de «toma de posición» en el que los movimientos guerrilleros fueron explicados y justificados como «la consecuencia natural de una situación secular que se caracteriza por la miseria, la injusticia, la explotación, el inmovilismo y el abandono en que nuestros gobernantes han mantenido siempre al país». Los firmantes expresaron su aprobación inequívoca a la lucha armada del MIR y ofrecieron su «caución moral» a quienes luchaban por un Perú más justo (Vargas Llosa, 2012 [1965b], pp. 183-184). Junto a otros intelectuales como Julio Ramón Ribeyro y Hugo Neira lamentó la muerte de Luis de la Puente Uceda en 1965, una pérdida que ponía en evidencia que «la lucha por la verdadera emancipación peruana será larga, dura, jalonada de episodios dolorosos y de sacrificios heroicos»32. Aún en 1967 Vargas Llosa tendría frases de apoyo a la lucha armada: en una mesa redonda sobre el escritor latinoamericano que tuvo lugar en París y en la que participó junto a Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier, Vargas Llosa declararía que «desde el punto de vista político […] he llegado a la conclusión de que no hay otra solución que el fusil y la montaña» (Conteris, 1967). Por esos días participó en un evento de solidaridad con el líder campesino Hugo Blanco y otros presos políticos peruanos, que se organizó en París y en el cual participaron también Jean- Paul Sartre y Simone de Beauvior (Tusell, 1990, p. 29). Desencanto y ruptura La historia de las relaciones entre Vargas Llosa y la revolución cubana y la izquierda latinoamericana necesitaría un ensayo aparte, pero resulta necesario intentar hacer aquí un breve resumen del proceso que condujo a la ruptura. El desencanto gradual de Vargas Llosa tuvo que ver, fundamentalmente, con las limitaciones a la libertad individual que él 32 «Luis de la Puente Uceda», comunicado fechado el 28 de octubre de 1965. Recorte periodístico sin fecha ni procedencia indicadas, Archivo Mario Vargas Llosa, Lima. 57 Carlos Aguirre percibía en el curso del proceso revolucionario cubano. Ya hemos visto que aún en los momentos de mayor entusiasmo con la revolución el novelista ponía énfasis en la defensa de las libertades individuales y, en particular, aquellas de los escritores e intelectuales. En momentos en que la revolución cubana estaba sometida al bloqueo económico y las agresiones por parte de Estados Unidos y luchaba por romper el aislamiento internacional, los argumentos de tipo liberal de intelectuales como Vargas Llosa tarde o temprano llevarían a la disidencia y la ruptura. La polarización de la guerra fría, como es bien conocido, produjo una situación en la cual el derecho a la crítica y al pensamiento independiente se vieron seriamente cercenados. Cuba necesitaba aliados, no críticos, parecía ser el pensamiento de sus líderes y también de los intelectuales más comprometidos con el proceso. Y si bien es cierto que Vargas Llosa en un comienzo pareció dispuesto a pasar por alto ciertas manifestaciones autoritarias del régimen castrista, a partir de 1966 fue tomando distancia y, poco a poco, a sentirse menos dispuesto a mantener sus críticas en reserva. Un momento de indudable tensión fue la polémica generada por la carta que un grupo de intelectuales cubanos firmó para cuestionar la visita de Pablo Neruda a Estados Unidos para asistir a una reunión del PEN Club y su posterior viaje a Lima, donde fue condecorado por el presidente Fernando Belaunde Terry. La carta ponía en duda las credenciales revolucionarias de Neruda y le llamaba la atención por, supuestamente, «hacerles el juego» a los Estados Unidos y a los «traidores», cuando en realidad su deber era «desenmascararlos y atacarlos». La carta fue firmada por docenas de intelectuales cubanos encabezados por Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y Roberto Fernández Retamar33. Vargas Llosa estuvo en esa reunión del PEN Club, asistió en Berkeley a la presentación de Neruda y coincidió también con él en su visita a Lima, que calificaría como apoteósica. Su admiración hacia Neruda 33 Granma, 31 de julio de 1966. En sus memorias Neruda calificó la carta de «maligna», la llamó «costal de injurias» y acusó a sus firmantes de «arrogancia [e] insolencia», al tiempo que reivindicó su militancia revolucionaria (Neruda, 1974, pp. 443-448). 58 La ciudad y los perros: biografía de una novela —como escritor e ícono cultural— era más que evidente: «El más alto poeta vivo de nuestro idioma ha alcanzado una especie de estrellado mítico universal», escribió. Neruda era para él, junto con Los Beatles y Brigitte Bardot, uno de los mitos mundiales de aquella época (Vargas Llosa, 2012 [1966d], pp. 300, 302). La carta de los intelectuales cubanos tuvo que haberle parecido a Vargas Llosa injusta, arbitraria, quizás incluso mal intencionada, aunque lo cierto es que no hizo ninguna declaración explícita sobre el asunto34. Según el propio Vargas Llosa, su primer desencanto serio con el proceso cubano ocurriría al enterarse de la formación de las UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción), verdaderos centros de confinamiento para disidentes, delincuentes y homosexuales, que empezaron a funcionar a fines de 1965. No tengo claro desde cuándo tuvo