La iniciación de la política El Perú político en perspectiva comparada Carlos Meléndez y Alberto Vergara (editores) © Carlos Meléndez y Alberto Vergara, 2010 De esta edición: © Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2011 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú Teléfono: (51 1) 626-2650 Fax: (51 1) 626-2913 feditor@pucp.edu.pe www.pucp.edu.pe/publicaciones Cuidado de la edición, diseño y diagramación de interiores: Fondo Editorial PUCP Foto solapa: Paulo Drinot Primera edición: noviembre de 2010 Primera reimpresión: julio de 2011 Tiraje: 500 ejemplares Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-08844 ISBN: 978-9972-42-942-2 Registro del Proyecto Editorial: 31501361101548 Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? Teoría y métodos en la política comparada Paula Muñoz Introducción ¿Por qué algunos países son democráticos y otros no? ¿Qué hace posible el desarro- llo económico? ¿Cuál es la relación entre desarrollo económico y régimen político? ¿Cuáles son las causas de las revoluciones? ¿Cómo se originan los partidos políticos de alcance nacional? ¿El Estado se construyó de la misma forma en occidente y en los paí- ses en desarrollo? ¿Por qué cierto tipo de autoritarismos son más duraderos que otros? ¿Por qué se originan los conflictos sociales? ¿Existe una relación entre creencias religio- sas y régimen político? ¿Por qué surgió un Estado de bienestar más generoso en ciertos países y no en otros? ¿Cuáles son los determinantes políticos de la ola de reformas de libre mercado que experimentaron los países en desarrollo desde mediados de los años ochenta? ¿Cuáles son las consecuencias políticas de las crisis económicas? ¿Qué explica el surgimiento de cortes independientes del poder político en ciertos países y no en otros? ¿Es cierto que algunas reglas institucionales favorecen la multiplicación de conflictos étnicos? Estas preguntas constituyen solo una pequeña muestra del tipo de interrogantes «grandes» que los comparatistas se hacen regularmente. La política comparada es un campo de especialización en crecimiento dentro de la ciencia política. A diferencia de la subespecialidad de relaciones internacionales, que estudia las relaciones entre los Estados, la política comparada busca teorizar sobre procesos políticos al interior de los Estados. Ella concentra su atención en los propios Estados como unidades de análisis, en las organizaciones e instituciones políticas, las unidades territoriales subnacionales o individuos en general. De otro lado, la política comparada se diferencia de la teoría o filosofía política pues se concentra principal- mente en el estudio de fenómenos políticos empíricos (la política realmente existente) y no tanto en sus implicancias normativas1. Por ello, las aproximaciones teóricas en 1 Obviamente, esta afirmación es simplista y generaría una discusión interminable. Ver por ejemplo Strauss (1989). No obstante, esta simplificación es útil para los fines de este artículo. La iniciación de la política 36 política comparada buscan dar explicaciones sobre causalidad, ya sea sobre factores o mecanismos causales. La política comparada se diferencia también de los estudios centrados exclusivamente en la política nacional (por ejemplo, la famosa especialidad de «American Politics» o su equivalente, la política peruana). Mientras que el estudio de la política de un país busca comprender de la complejidad y particularidad del caso, la política comparada intenta identificar patrones políticos lo más generales posibles —responder a preguntas grandes como las mencionadas arriba. Así, mien- tras que en la política de un país el caso es central y define la pregunta de interés, en la política comparada el interés principal es el de generar teoría y los casos suelen ser secundarios. Por supuesto, estas subespecialidades están estrechamente relacionadas y los límites entre ellas son a veces borrosos. Lo mismo sucede con las fronteras entre la ciencia política y otras ciencias sociales y humanas como la sociología, la economía, la historia y la psicología. El estudio de la política es tan antiguo como Aristóteles o Tucídides, pero emerge como una espe- cialidad universitaria recién a finales del siglo XIX en los Estados Unidos. Durante esta etapa inicial, los fundadores de la especialidad definieron su identidad en con- traposición a la historia, la disciplina más estrechamente relacionada con el estudio de la política por entonces en ese país (Munk, 2007). Definieron su identidad en términos de su especialización: la ciencia política se encargaría del estudio de la polí- tica contemporánea y, más específicamente, del gobierno y las instituciones formales asociadas con el mismo. Más adelante, durante el auge de los estudios sobre compor- tamiento (entre las décadas de 1920 y 1960), la ciencia política fue muy influenciada por escuelas de pensamiento sociológico, abriéndose al estudio del sistema político en su conjunto, las relaciones entre Estado y sociedad y el comportamiento político; desde los años 1990, la ciencia política ha importado también métodos e ideas prove- nientes de la economía (Munk, 2007). Actualmente, es notable también la influencia de la psicología en el estudio de percepciones y opinión pública, el uso extensivo de experimentos, pero también como fuente de inspiración para la renovación teórica. En otras palabras, hoy la política comparada está caracterizada por una pluralidad de enfoques teóricos y metodológicos que se nutren de diversas especialidades. Lo que todos tienen en común es un interés por responder interrogantes que ponen en el centro lo político. Más allá de asuntos de poder y conocimiento que merecen un estudio ad hoc, esta porosidad de las fronteras se produce a menudo porque los procesos políticos contienen aspectos sociales, culturales, históricos y económicos (O’Donnell, 2007, p. 301). El campo de estudio de la política comparada es por ello muy vasto y complejo. Es el tema, la pregunta de interés, la que a veces demanda una apertura a la mayor cantidad posible de enfoques y herramientas por parte del investigador. Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 37 Este texto pretende ser una introducción al estudio de la política comparada. En primer lugar, presentaré brevemente algunos pasos elementales que los comparatistas siguen en el proceso de investigación. En segundo lugar, discutiré la diferencia y relación entre el uso de aproximaciones teóricas y métodos en política comparada. Para ilustrar esta discusión utilizaré como ejemplo un productivo campo de estudio en política comparada: los estudios sobre cambio de régimen político. Finalmente, concluiré el texto con una muy breve reflexión sobre cómo esta discusión sobre teoría y método en la política comparada puede ayudar a orientar los estudios de ciencia política en el Perú. 1. Pasos en la investigación ¿Cómo se hace una investigación en política comparada? ¿Qué pasos siguen los com- paratistas antes de escribir un artículo publicable o su tesis de grado? Aunque no existe un estándar único ni una secuencia fija, normalmente los comparatistas que siguen la perspectiva empírica del estudio de la política (positivista y causal realista)2, dominante en la academia anglosajona, pasan por una serie de pasos importantes a lo largo de toda investigación. A riesgo de parecer simplistas, podemos identificar, por un lado, todos aquellos procedimientos que tienen que ver con la definición del problema de investigación (definición y justificación de preguntas de investigación, definición de conceptos y formulación de hipótesis) y, por otro, aquellos relacionados con la estrategia de investigación a seguir para evaluar nuestras ideas empíricamente (operacionalización de conceptos, selección de casos y métodos de recojo y análisis de información). 2 Toda investigación está guiada por algún tipo de epistemología; es decir, por determinados supuestos filosóficos sobre el conocimiento y cómo éste puede generarse de forma válida. En política comparada los referentes epistemológicos más utilizados son el positivista, que asocia la correlación o constante conjunción de eventos con necesidad causal, y el causal realista, que buscan los mecanismos causales, relaciones o procesos que subyacen a los fenómenos bajo estudio (Lichbach 2003, p. 105). Ambas perspectivas, no obstante, comparten un interés común por la explicación causal, a diferencia de la perspectiva interpretativa, que asume que la realidad se construye socialmente y que busca comprender los fenómenos bajo estudio a través de análisis del significado que la gente les asigna —desde el punto de vista del «otro». En este sentido, no necesariamente se preocupa por definir de antemano un modelo explicativo sino que trata de dar cuenta de a complejidad del mundo social y de mostrar cómo la rea- lidad se construye a través de la producción y reproducción de significados compartidos. Aunque el análisis interpretativo tiene también un lugar en la política comparada éste es marginal en comparación al que ocupa en disciplinas cercanas como la antropología o la sociología. La iniciación de la política 38 Definición del objeto de estudio La definición de una pregunta de investigación es un paso crucial en todo estu- dio: cuanto más clara y simple la pregunta, plantear el diseño de investigación será más sencillo y la investigación más fructífera. Aunque siempre existe una motivación personal en la selección del tema de estudio, los científicos sociales normalmente justifican la relevancia práctica del problema bajo estudio o muestran su importancia teórica para su comunidad académica. Independientemente de la justificación de la pregunta de investigación, el desa- rrollo de una propuesta de investigación necesita enmarcar esta pregunta dentro de la tradición disciplinaria. En este sentido, es preciso especificar de qué manera nuestra pregunta se relaciona con la literatura académica existente: ¿Qué respondieron otros investigadores previamente a nuestra pregunta? ¿Por qué las respuestas existentes no son satisfactorias para el investigador o la investigadora? ¿La pregunta o el caso han sido obviados o poco estudiados por la literatura existente? En este sentido, ¿llenan un vacío existente en la literatura? Este «requisito» tiene sentido pues significa reco- nocer que formamos parte de una comunidad académica donde la construcción del conocimiento es una empresa colectiva y progresiva. Cada investigación añade algo a un cúmulo de conocimiento en crecimiento. Para acumular conocimiento, la política comparada se concentra en desarrollar tanto inferencias descriptivas como inferencias causales. El concepto de inferencia es central para esta empresa académica: Inferencia es el proceso por el cual usamos los hechos que conocemos para apren- der los hechos que no conocemos. Los hechos que no conocemos son el objeto de nuestras preguntas de investigación, teorías e hipótesis. Los hechos que cono- cemos lo son de nuestra data (cuantitativa o cualitativa) u observaciones (King, Keohane & Verba, 1994, p. 46)3. En otras palabras, el desarrollo de conocimiento en política comparada requiere la recolección de información o evidencia empírica. Para los estándares de esta comunidad académica es deseable que incluso una teoría súper original y creativa sea verificada empíricamente, sea por el propio académico que la propuso o por otros que más adelante complementen su trabajo. En este sentido, la inferencia descriptiva o la descripción —el proceso de com- prender un fenómeno no observado sobre la base de un conjunto de observaciones 3 Cita textual traducida del inglés. Versión original: «Inference is the process of using the facts we know to learn facts we do not know. The facts we do not know are the subject of our research questions, theo- ries, and hypotheses. The facts we do know from our (quantitative or qualitative) data or observations». Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 39 empíricas (King, Keohane & Verba, 1994, p. 55)— constituye un paso elemental para la práctica de la política comparada. No obstante, dado que la construcción de teoría es una preocupación central para la política comparada, el análisis causal —la explicación— posee un rol preponderante en la subdisciplina4. Así, con frecuencia, la inferencia descriptiva se plantea como un paso inicial o intermedio para el análisis causal. La inferencia, tanto descriptiva como causal, supone que uno conceptualice o defina el objeto de estudio. Si uno está interesado en conocer cuáles son las causas de las grandes revoluciones o qué hace perdurar a las democracias, uno debe definir primero qué entiende por «revolución» y «democracia». Aunque la conceptualiza- ción es pocas veces mencionada explícitamente y muchas veces dejada de lado, ella constituye un paso fundamental de la empresa académica: en buena cuenta, los resultados que uno obtenga variarán dependiendo de la definición del objeto de estudio que se utilice. Finalmente, el último paso en esta etapa del diseño de investigación consiste en la formulación de hipótesis de trabajo. La búsqueda de explicaciones causales nos hace ingresar en el mundo de la inspección de relaciones entre factores o variables. En este caso, la formulación de hipótesis supone la relación entre por lo menos dos variables5. En el caso más simple, el factor explicativo o causa es llamado convencio- nalmente «variable independiente», mientras que el factor a ser explicado o efecto es llamado «variable dependiente». La hipótesis es, en este sentido, una proposición sobre el tipo de relación entre estos factores, del tipo «A causa B» o «La conjunción de A y B causa a C» o «A modera el efecto de B sobre C». Estas fórmulas lógicas son generales y se aplican tanto a investigaciones que usan métodos cuantitativos, formales o cualitativos, ya sean éstas enunciadas explícitamente o no como hipótesis. Aunque existen recomendaciones variadas sobre cómo inspirarse para formular hipótesis teóricas, no existe una receta en esta parte tan importante de la investi- gación. La creación de ideas tiene mucho de oficio y disciplina, pero también de creatividad y hasta de suerte. Entrevistas con un grupo de quince destacados estu- diosos de la política comparada enseñan que una experiencia de vida rica, pasión por la investigación y la predisposición para asumir riesgos constituyen aspectos de su vida que posiblemente los ayudaron a sobresalir profesionalmente en la subdisciplina 4 En política comparada incluso investigadores que se especializan en métodos cualitativos buscan normalmente ofrecer explicaciones causales. Ver por ejemplo Brady, Collier & Seawrigth (2004). 5 Uno puede también formular hipótesis que guíen el trabajo de inferencia descriptiva. Por ejemplo, «la intención de voto por el candidato X es de 25%» o «en la comunidad Y, los jóvenes desconfían más de los partidos tradicionales que los adultos». La iniciación de la política 40 (Snyder, 2007). Algunos consejos sobre cómo inspirarse para la generación de ideas que en su texto introductorio Snyder recoge son: viajar, seguir los eventos de la coyuntura política con interés, mantener un compromiso normativo con lo que se estudia, leer mucho, incluyendo los clásicos de la teoría política y social, así como textos de otras disciplinas y literatura. Obviamente, no hay fórmulas que funcionen por igual para todo el mundo. Corresponde a cada investigador cultivar su curiosidad intelectual y hallar sus propias fuentes de inspiración teórica. Estrategia de investigación Una vez definida la pregunta de investigación, los conceptos a utilizar, así como las hipótesis a evaluar, el investigador debe elaborar una estrategia de investigación para hacer viable y operativa su propuesta. Así, entre otras cosas, en esta etapa uno decide qué casos va a estudiar y a qué ámbito pretende generalizar sus hallazgos teóricos; también operacionaliza los conceptos previamente definidos y decide con qué méto- dos trabajará para el recojo y análisis de información. Como adelantamos, la definición de conceptos es un paso fundamental en el diseño de investigación. Pero la definición de un concepto no es suficiente. Casi todos los objetos de estudio en política comparada son construcciones conceptuales. Es decir, no tienen un referente empírico directo. Para hacer factible la investigación —el recojo de información que nos permita verificar o refutar nuestras hipótesis— es por ello necesario operacionalizar los conceptos a un nivel de abstracción menor. En otras palabras, debemos definir qué indicadores o información buscar para saber a qué vamos a llamar «democracia» y a qué no, o qué vamos a contar como «conflicto» y qué no. En segundo lugar, el investigador procede con la selección de casos que investi- gará. Usualmente uno debe decidir previamente si para responder a nuestra pregunta de investigación se requiere desarrollar un estudio de un caso, uno comparado de un número pequeño de casos («small N», en la jerga anglosajona), o el estudio compa- rado de un gran número de casos («large N»). Como señalan muchos investigadores cualitativos, la selección de casos está estrechamente relacionada con la pretensión de generalización que uno espera de sus resultados. En términos convencionales, dentro de la política comparada, uno puede decidir en qué punto del continuo que va de lo nomotético (generación de leyes con pretensión universal) hacia lo ideográfico (par- ticular) desea ubicarse (Pzreworski & Teune, 1970). En este sentido, la selección de casos puede ser vista como parte del desarrollo teórico mismo (Sartori, 1970; Brady & Collier, 2004; Mahoney, 2005). Al definir sus casos el investigador delimita inten- cionalmente el ámbito de su teoría. Así, si su teoría proporciona una pregunta que Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 41 explica lo que sucede en una región del mundo (por ejemplo, el África subsahariana), en un grupo de países definidos de otra forma (por ejemplo, los países que forman parte de la OECD), o en toda sociedad. Por otro lado, el método de investigación se refiere a los procedimientos estan- darizados que utilizamos para el recojo y análisis de información con la finalidad de someter a una prueba rigurosa la relación teórica planteada. Así, mientras que la teoría nos ayuda a especificar qué tipo de fenómeno o relación se estudia y por qué, el método se refiere exclusivamente a cómo procederemos con la investigación. Es decir, la secuencia en política comparada está clara: la teoría precede al método. Actualmente, en política comparada se utilizan métodos de investigación cuali- tativos, cuantitativos, métodos matemáticos formales (teoría de juegos) y, cada vez con mayor frecuencia, métodos mixtos; es decir, estudios que combinan dos o más métodos para responder aspectos parciales de una misma pregunta6. Los métodos cualitativos se diferencian del análisis estadístico y de los métodos formales en que analizan los casos bajo estudio utilizando una narrativa detallada sobre los procesos por los cuales las variables independientes producen determinadas variables depen- dientes (Laitin, 2000). Con frecuencia, pero no siempre, esto va de la mano de un análisis de historia comparada (Mahoney & Rueschemeyer, 2003). En segundo lugar, el enfoque estadístico tradicional en política comparada toma como unidades de análisis a los Estados y realiza diversos tipos de análisis de regre- sión para responder preguntas transversales que relacionan variables. Por ejemplo, los efectos de la globalización sobre el gasto social (Rudra, 2002; Wibbels, 2006), o los factores que explican la variación en duración de diversos tipos de autoritarismo (Geddes, 1999; Brownlee, 2009). No obstante, cada vez más académicos utilizan otras unidades de análisis para los ejercicios estadísticos, como municipios o indivi- duos (estudios de opinión). Finalmente, los métodos de teoría formal se diferencian tanto de los métodos cualitativos como estadísticos pues parten de un enfoque mucho más deductivo. Usando teoría de juegos, uno crea un modelo de interacción estratégica basado en una serie de supuestos y luego verifica que este modelo teórico alcance un equili- brio matemático. La prueba matemática garantiza la coherencia lógica o formal del modelo pero no nos dice nada sobre si esto ocurre o no en el mundo real. Por ello, muchos analistas complementan luego sus modelos formales con evidencia empírica 6 Si bien en política norteamericana ya existe una tradición que utiliza experimentos, este enfoque metodológico empieza recién a ser utilizado en política comparada (ver por ejemplo Wantchekon 2003). No incluyo una revisión de este método en el artículo por motivos de espacio, pero también porque su utilización, aunque creciente, es aún incipiente en esta subespecialidad. La iniciación de la política 42 recurriendo a la narración7 de cómo determinados casos siguen la lógica propuesta por su modelo o formulando un análisis estadístico de las implicancias teóricas que confirmarían su modelo. Aunque los métodos de investigación están relacionados con la delimitación de la población de estudio (el ámbito al que se aplicará o generalizarán los hallazgos teóricos) no existe una equivalencia unívoca entre número de casos estudiados y tipo de método. Por ejemplo, en un estudio de caso (un país) —tradicionalmente visto como característico de los estudios cualitativos— uno puede incrementar el número de observaciones estudiando las implicancias de la teoría a nivel individual o subnacional y así realizar un análisis estadístico. Por otro lado, existen estudios cuali- tativos que tienen pretensiones bastante nomotéticas y que analizan un gran número de casos. Finalmente, perspectivas alternativas a la estadística probabilística clásica, como la escuela Bayesiana, y desarrollos técnicos de software especiales permiten alcanzar resultados estadísticos más confiables y cercanos a la complejidad social a partir de un número menor de observaciones. Luego de esta escueta sección introductoria pasaré a ilustrar cómo estos diversos pasos han sido considerados en un campo de investigación importante en política comparada: el cambio de régimen político. En especial, me concentraré en discutir la diferencia y relación entre el rol que juegan la aproximación teórica y el método en política comparada. 2. Cambio de régimen político: una ilustración Las transformaciones de regímenes políticos es uno de los temas que ha concitado mayor interés en los estudios de la política desde los inicios del pensamiento político. ¿Quién o quiénes administran el poder? ¿Cómo? ¿Por cuánto tiempo? constituyen preguntas cruciales tanto en términos normativos como por las consecuencias prácti- cas para la vida de las personas. La mayoría de subdisciplinas de ciencia política han abordado aspectos diferentes de este gran tema, planteando preguntas particulares a sus intereses. Por ejemplo, ¿cuál es la forma de gobierno más deseable? es una de las preguntas más antiguas e importantes de la teoría política. En cambio, los estudiosos de las relaciones internacionales se preguntan con frecuencia qué tipo de regímenes políticos son más susceptibles a iniciar guerras o a propiciar la internacionalización del comercio. 7 De hecho, algunos académicos propusieron la creación de una perspectiva llamada «narrativas ana- líticas» para describir la utilización simultánea de métodos formales y teoría de elección racional con elementos de narración y elementos de aproximaciones culturalistas e históricas (Bates et al., 1998). Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 43 La política comparada, por otro lado, ha estado más interesada en distinguir entre diversos tipos de regímenes políticos así como en explicar los orígenes y transforma- ción de los mismos. La pertinencia de preguntas de investigación se suele justificar refiriendo las consecuencias que el mantenimiento de diversos regímenes políticos ha tenido para el bienestar de las personas, así como por las contribuciones teóricas y metodológicas que realizan nuevos investigadores en un campo de investigación tan popular. Si bien las publicaciones generadas en las últimas décadas convergen en los oríge- nes o cambio de los regímenes políticos como tema substantivo de fondo, los autores definen sus preguntas de investigación y, por tanto, sus variables dependientes de forma diferente. Por ejemplo, algunos autores indagan sobre las condiciones que favorecen la democracia y su estabilidad en el tiempo; otros investigadores se pregun- tan particularmente por las causas de la democratización entendida como un cambio que se conquista en el largo plazo; otros académicos, en tanto, estudian las negocia- ciones y luchas de corto plazo que hacen posible las transiciones a la democracia; finalmente, cada vez más comparatistas estudian los factores que explican la duración y transformación de tipos de autoritarismos. Para que la exposición que sigue gane en fuerza didáctica, he cometido algunas injusticias pues hay sutilezas y distinciones de cada texto que serán obviadas en el análisis. No obstante, la mención a las variables dependientes específicas se consigna en la tabla anexa al texto (tabla 1). En términos conceptuales, desde los años setenta emergió un consenso creciente entre los estudiosos de la democratización en torno a la necesidad de utilizar una definición netamente política del concepto de «democracia». Las definiciones polí- ticas del concepto de «democracia» no incluyen como elementos de la definición los «resultados» del ejercicio de la democracia, como por ejemplo avances en igualdad socioeconómica. Más bien enfatizan los «procedimientos» que se deben seguir para que la competencia política sea considerada democrática. Dado que definiciones procedimentales mínimas que se centran exclusivamente en el mantenimiento o no de elecciones competitivas (Schumpeter, 1947) resultan a menudo insatisfactorias8, diversos autores han propuesto definiciones procedimentales un poco más completas en las que se incluyen otros elementos para clasificar un régimen como democrático, como las libertades individuales o la soberanía nacional (Dahl, 1971; Schmitter & Karl 1993; Mainwaring, Brinks & Pérez-Liñán, 2001). Esta perspectiva procedimental se ha hecho popular, entre otras razones, por- que facilita bastante el trabajo posterior de operacionalización y conteo de casos 8 Se cae a menudo en una falacia electoralista por la cual se clasifica como democráticos a países siem- pre y cuando tengan elecciones, sin importar cómo son conducidas las mismas o qué tanto se restringe a los competidores (Schmitter & Karl, 1993, p. 52). La iniciación de la política 44 «democráticos» y, así, el desarrollo de estudios empíricos. Por supuesto, éste no es un debate cerrado y hay académicos que prefieren apartarse de esta tendencia dominante y optan por definiciones diferentes del término, como por ejemplo Tetreault (2000), quien describe la democracia como la sucesión de narrativas, leyendas y representa- ciones iconográficas y no como un régimen político operativo. Por otro lado, desde los noventa, un número creciente de comparatistas ha iniciado también una discu- sión sobre la conceptualización de regímenes híbridos —regímenes de la zona gris (Carothers, 2000), ni claramente «autoritarios» ni claramente «democráticos»— y diferentes tipos de regímenes autoritarios. Es un debate que aún está en curso y que ha motivado una rica discusión sobre los pros y contras de estrategias metodológicas alternativas para la definición, operacionalización de conceptos y medición de varia- bles (Collier & Mahon, 1993; Collier & Levitsky, 1997; Pzreworski et al., 2000; Elkins, 2000; Mainwaring, Brinks & Pérez-Liñán, 2001; Levitsky & Way, 2002; Diamond, 2002; Snyder, 2006). ¿Qué aproximaciones teóricas se han utilizado en política comparada para estu- diar los cambios de régimen político? En política comparada los académicos no suelen trabajar en el marco de programas de investigación bien definidos, como suele suceder en relaciones internacionales (Mahoney, 2005). Con frecuencia, los comparatistas recurren a una variedad de orientaciones teóricas que enfatizan ciertos factores causales clave pero sin una pretensión generalizadora totalizante como la que normalmente está asociada con los programas de investigación lakatosianos9. Teniendo en cuenta esta particularidad, una forma de clasificar aproximacio- nes teóricas diversas a una misma pregunta es de acuerdo con el factor central que proponen como variable explicativa o independiente10. En las siguientes páginas dis- tinguiré entre teorías que postulan factores estructurales, de agencia, institucionales y culturales como factores explicativos centrales para responder preguntas relacio- nadas con una temática clásica de investigación en política comparada: los cambios de régimen político. Le prestaré especial atención a los estudios sobre la democracia 9 Los estructural-funcionalistas fueron los que intentaron más claramente a desarrollar un proyecto totalizante de este tipo a mediados del siglo XX (Munk 2007). Otros académicos, sin embargo, denun- ciaron también las pretensiones «hegemonizantes» que la teoría de elección racional tuvo durante los años noventa (Lichbach, 2003). 10 Esta propuesta, como toda clasificación, es hasta cierto punto arbitraria. Existen opciones alterna- tivas, como sería por ejemplo distinguir entre teorías que tienen un origen en la teoría de sistemas (estructural funcionalismo), marxismo o neomarxismo, culturalismo, elección racional o institucio- nalismo histórico (Weyland, 2006). O entre estructuralistas, racionalistas y culturalistas (Lichbach, 2003). Estas clasificaciones, sin embargo, me obligarían a discutir detalles sobre las diferencias entre perspectivas teóricas, lo que queda fuera de los alcances del presente artículo. La clasificación propuesta es más simple (algunos dirían simplista) pero es suficiente para lo que este texto se propone conseguir. Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 45 (condiciones, democratización y transiciones), sin lugar a dudas los más numerosos en este campo de investigación. Al mismo tiempo, señalaré cómo las hipótesis gene- radas a partir de diferentes aproximaciones teóricas pueden evaluarse (y han sido evaluadas) con métodos de investigación diversos. En este sentido intentaré cues- tionar un sentido común creciente que identifica a priori y despectivamente ciertos métodos con determinadas perspectivas teóricas. 3. Teoría y métodos en los estudios sobre cambio de régimen político Desde mediados de los 70, países de diferentes regiones del mundo empezaron un movimiento más o menos simultáneo fuera de regímenes autoritarios, adoptando formas de gobierno democráticas. Sucesivas transiciones a la democracia empezando por Portugal en 1974 sorprendieron a muchos académicos que, basados en enfo- ques que enfatizaban el peso de las estructuras socioeconómicas o culturales, hasta entonces predecían la persistencia del autoritarismo y totalitarismo en la mayoría de países de América Latina, Europa del Este, Asia y África. Estas transiciones fueron leídas desde la ciencia política como la emergencia de una «tercera ola» global demo- cratización (Huntington, 1991). Teóricamente, estos acontecimientos dieron lugar a una reacción contra las entonces dominantes perspectivas macro-estructurales, en sus diferentes versiones, y al surgimiento de un nuevo paradigma de análisis —el estudio de las transiciones— que enfatizaría el rol central de la agencia de élites políticas y de factores contingentes para dar cuenta de las transiciones hacia la demo- cracia. Los prospectos de consolidar y continuar expandiendo una «revolución global democrática» generaron mucho entusiasmo e inversión multilateral para promover la democracia, además de numerosos estudios dando cuenta de experiencias particu- lares de transiciones democráticas y regionales de democratización. Sin embargo, poco a poco tanto los hacedores de política como los académicos empezaron a atemperar su optimismo inicial al constatar la emergencia de una serie de problemas que ponían en duda la consolidación de la democracia en numerosos países del mundo. Además de claros casos de colapsos democráticos, muchos de los países en transición entraron a una «zona gris» entre la democracia y el autoritarismo: a pesar de que ostentan algunos atributos de la vida política en democracia, sufren también serios déficit democráticos como, por ejemplo, una pobre representación de los intereses ciudadanos, bajos niveles de participación más allá del voto, abuso frecuente de la ley por parte de los gobernantes, bajos niveles de confianza en las instituciones públicas y un persistente pobre desempeño estatal (Carothers, 2002, pp. 9-10). En este contexto, la indeterminación de los estudios de transiciones fue criticada, dando lugar al desarrollo de enfoques institucionales que pondrán énfasis La iniciación de la política 46 en los constreñimientos e incentivos para la acción estratégica que el tipo previo de régimen político determinaba. Asimismo, el voluntarismo excesivo de los enfoques de agencia hizo revivir perspectivas macro-estructurales para explicar la transición y estabilidad democrática, predominantemente de enfoques materialistas y la teoría de la modernización. Estos cambios teóricos fueron realizados en un período en que las tecnologías de la información se desarrollaron rápidamente, permitiendo mejoras impresionantes en el almacenamiento de información, así como en el desarrollo de software especia- lizado que ha permitido también cada vez mayor sofisticación metodológica. En lo que queda de este acápite realizaré un breve recuento de estas discusiones teóricas e iré mostrando cómo estos cambios de aproximaciones teóricas han sido acompaña- dos por diversas tradiciones metodológicas. 1. Estructura: la teoría de la modernización recargada En un ya clásico estudio sobre las condiciones democráticas, Seymour Martin Lipset (1959, 1960) fue el primer politólogo en establecer que existía una posible asociación entre indicadores de desarrollo económico (niveles sustantivos de industrialización, urbanización, ingresos y educación) y la existencia y estabilidad de las democracias. Conocida como teoría de la modernización, esta aproximación presenta una visión linear, casi evolutiva del desarrollo político en el que el advenimiento de la democra- cia es un resultado de un cambio político gradual que resulta casi automáticamente del proceso de desarrollo económico y los cambios estructurales que éste genera. De acuerdo con una visión esquematizada de esta teoría, la democratización sigue un solo camino: conforme una sociedad se industrializa y urbaniza, se va volviendo más compleja y diferenciada; sus ciudadanos, más educados y pertenecientes a una mayo- ritaria clase media, se vuelven más moderados y tolerantes y, por tanto, sustentan la democracia. En general, desde una perspectiva teórica, se han hecho dos críticas recurrentes a la teoría de la modernización. En primer lugar, esta perspectiva es ciega a procesos dinámicos de cambios de régimen, como transiciones sucesivas entre autoritarismo y democracia. Así, por ejemplo, la inestabilidad política característica a varios países de América Latina no es explicada adecuadamente por esta perspectiva. Estudios realiza- dos para la región (O’Donnell, 1973; Mainwaring & Pérez Liñán, 2003) revelan que no existe una relación linear, unívoca, universal entre desarrollo económico y demo- cracia. En segundo lugar, y tal vez más importante, la teoría de la modernización es criticada por no ofrecer una versión convincente sobre los mecanismos causa- les que explican el surgimiento de la democracia como consecuencia del desarrollo Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 47 económico. Como Rueschemeyer, Stephens & Stephens (1992) señalan, éste es un problema común en varios estudios estadísticos transversales de nivel nacional que tratan la relación entre desarrollo y democracia. Estudios recientes que han concitado gran interés en la comunidad académica anglosajona retoman esta vía de análisis (Przeworski & Limongi, 1997; Przeworski et al., 2000; Boix & Stokes, 2003). Estos nuevos estudios sobre modernización siguen sufriendo los mismos vacíos o limitaciones teóricos señalados. «Lo nuevo» ha sido el desarrollo de rigurosos y sofisticados análisis estadísticos sobre nuevas bases de datos para evaluar la relación entre desarrollo económico y democracia. Por un lado, Przeworski & Limongi (1997) y Przeworski et al. (2000) son escépticos sobre los hallazgos de estudios previos. Estos autores distinguen entre una explicación endó- gena (propiamente la teoría de modernización: un proceso general de diferenciación y especialización gradual de las estructuras sociales culmina en democratización) y otra exógena (que asume que la emergencia de la democracia se produce de forma independiente al nivel de desarrollo, pero postula que, una vez establecida, la demo- cracia tendrá mejores posibilidad de de sobrevivir en países más ricos) sobre los efectos del desarrollo económico sobre la democracia, hallando evidencia empírica solo a favor de la segunda. Para evaluar ambas explicaciones teóricas o hipótesis, los autores utilizan una base de datos con observaciones para 135 países entre 1950 y 1990 y realizan varios análisis de regresión logística para evaluar diferentes pasos de su argumento. Sin embargo, a pesar de la sofisticación del análisis estadístico, este proyecto de investigación no añade mucho en términos del desarrollo de un modelo sobre los mecanismos causales que vinculan el desarrollo económico con la duración de la democracia. Finalmente, la decisión de operacionalizar la «democracia» como una variable dicotómica generó una polémica sobre cuál es la mejor forma de opera- cionalizar y medir distinciones entre regímenes políticos (por ejemplo, Elkins, 2000; Mainwaring, Brinks & Pérez-Liñán, 2001). Boix & Stokes (2003), en cambio, sostienen que sí es posible encontrar evidencia estadística sobre el impacto endógeno del desarrollo en la democratización. Otra vez, su crítica a Przeworski et al. es esencialmente metodológica y no terminan de desa- rrollar el modelo teórico que ofrecen. Boix & Stokes operacionalizan el concepto de «desarrollo» como mejoras en la igualdad en ingresos en lugar de utilizar la conven- cional indicador de ingresos per cápita —como hacen Przeworski et al. Los autores demuestran que la democratización puede ocurrir a niveles de ingreso menores que los señalados por Przeworski et al. Boix y Stokes critican a Przeworski et al. tam- bién por incurrir en sesgo en la selección de sus casos, es decir, por no incluir casos que hubieran proveído apoyo a la explicación endógena o teoría de la moderniza- ción. Boix & Stokes, por el contrario, seleccionan una muestra de casos más grande, La iniciación de la política 48 incluyendo observaciones del siglo XIX. Más aún, controlando por otros factores como la movilidad del capital, los autores son capaces de explicar excepciones para- digmáticas a la teoría de la modernización, como la persistencia del autoritarismo en países ricos en petróleo del medio oriente, que Przeworski & Limongi (1997) y Przeworski et al. (2000) excluyen de su análisis. Boix & Stokes concluyen que ingre- sos per cápita es solo una variable próxima11 (y por ello problemática) que sustituye el factor real que explica la fuerte y consistente correlación entre desarrollo econó- mico y democracia: la igualdad. Desde su perspectiva, la industrialización y el logro educativo incrementan la igualdad que, a su vez, explica la democratización. Esta explicación, no obstante, no constituye un modelo teórico acabado y convincente y puede ser sujeto a las críticas clásicas hacia la teoría de la modernización. En síntesis, los nuevos trabajos sobre modernización y democracia no han avan- zado mucho en términos de refinamiento teórico sino solamente metodológico. En otras palabras, no han iluminado el contenido de la «caja negra» de la correlación entre desarrollo y democracia (Rueschemeyer, Stephens & Stephens, 1992); tan solo han hecho más sofisticada su envoltura. 2. Agencia El proyecto del programa latinoamericano del Woodrow Wilson International Cen- ter sobre transiciones desde el autoritarismo (Transitions from Authoritarian Rule: Prospects for Democracy in Latin America and Southern Europe), dirigido por Gui- llermo O’Donnell, Philippe Schmitter y luego Laurence Whitehead, se inició en 1979 como respuesta a las primeras transiciones democráticas en el sur de Europa y en América Latina. Como parte de él, destacados investigadores realizaron estudios de caso sobre el proceso de democratización de trece países y la coordinación del proyecto se encargó de sintetizar las conclusiones de la experiencia de investigación comparada. Con un foco analítico y normativo sobre las posibilidades de instituir una política democrática durante el ocaso de regímenes autoritarios, este esfuerzo colectivo marcó escuela, convirtiendo su enfoque en un paradigma dominante para el estudio de la democratización. En esencia, el proyecto de O’Donnel & Schmitter (1986) retoma las pistas de investigación proporcionadas años antes por Rustow (1970) y marca distancia con los estudiosos de las condiciones estructurales de la democracia. Desafiando entre otros a Lipset (1959, 1960), los estudios de las transiciones enfatizaron la extraordinaria incertidumbre que reina durante las transiciones desde los regímenes autoritarios, destacando el peso que en este contexto las decisiones contingentes de los actores 11 «Proxy variable», en inglés. Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 49 (negociaciones entre élites políticas) tienen para decidir la suerte y desenlace de even- tos. Durante la transición, las reglas del juego político no están definidas sino en flujo y son objeto de una ardua contienda política. Tanto la virtú (el talento de los individuos) como la fortuna (eventos no esperados) juegan un papel al analizar las transiciones. Por ello, los cálculos políticos de corto plazo de los actores no pueden ser deducidos desde o imputados a estructuras macroeconómicas, de clase, o del sistema internacional. En este sentido, la transición constituye un proceso indeter- minado, no predecible a partir de parámetros. Estos autores estudian la transición a la democracia y no necesariamente la con- solidación democrática. Por ello, en el proyecto es aceptado que algunas de estas «transiciones» podrían ser momentos coyunturales de fácil reversión a formas auto- ritarias o democracias de muy baja calidad. En realidad, este paradigma distingue conceptualmente entre transición (el intervalo entre un régimen político y otro), liberalización (el proceso de redefinición y extensión de derechos) y democratización (proceso por el cual los principios y procedimientos de la ciudadanía son aplicados a instituciones políticas antes regidas por otros principios o expandidos hacia otros grupos de personas previamente excluidas). En todos los casos de transición estu- diados en el marco del proyecto, la democratización es precedida por procesos de liberalización. El proceso de liberalización se inicia «desde arriba», a través de divisio- nes en la cúpula del régimen autoritario que constituyen un juego estratégico entre «duros», que buscan mantener el régimen autoritario, y «blandos», que quieren ini- ciar procesos de liberalización como parte de un esfuerzo por legitimar al régimen. La liberalización política ocurre propiamente cuando los blandos ganan preeminencia y los pactos o compromisos entre élites interdependientes abren normalmente paso a la democratización per se. Debido a la importancia otorgada al análisis detallado de secuencia de hechos y a las negociaciones de corto plazo, las investigaciones de esta aproximación han adoptado principalmente la forma de estudios de caso, utilizando una metodología cualitativa. En este caso la narrativa normalmente describe procesos complejos de agencia en períodos cortos de tiempo. Por ello, la mayoría de estudios de transiciones no desarrollan propiamente un análisis histórico comparado. Siendo un modelo dinámico y muy general, fue fácilmente adaptado para expli- car cambios inesperados en circunstancias diversas. El enfoque, originalmente desarrollado para explicar la democratización de países de Europa del Sur y América Latina, fue rápidamente adoptado y vulgarizado por estudiosos de la democratiza- ción en otros lugares del mundo. Esto dio lugar a que otros académicos empezaran a referirse (despectivamente) a este nuevo cuerpo de estudios como la «transitología». Actualmente, este paradigma es criticado desde diversas perspectivas que cuestionan La iniciación de la política 50 su carácter meramente descriptivo y voluntarista, así como sus limitaciones para explicar un número importante de casos en otras regiones como África, la ex Unión Soviética y Europa del Este12. La teoría de élites (Highley & Burton, 2006) es otra perspectiva que privile- gia la agencia como factor explicativo pero que, a diferencia del paradigma de las transiciones, estudia la democratización como procesos de cambio en el largo plazo. Para Highley y Burton los regímenes políticos manifiestan el modo de interacción de las élites de un país: las élites son responsables directos de los cambios macro- políticos y no hay ningún tipo de factor estructural o institucional. La génesis de una democracia liberal se encuentra en la formación y permanencia de una élite política consensualmente unida (una élite integrada a través de redes de interacción y que comparte normas y compromisos). Incluso en contextos socioeconómicos adversos, la decisión de las élites de resolver sus disputas resulta crucial para la democratiza- ción. Élites desunidas producen, en cambio, regímenes autoritarios o democracias iliberales. Highley y Burton intentan mantener un argumento lo suficientemente general y flexible como para sustentar una tesis universal: su argumento pretende explicar la democratización a través de regiones y el tiempo. En este sentido, su libro constituye un proyecto con intención nomotética. Lo interesante del caso es que lo hacen desde una perspectiva cualitativa y no adoptando el típico estudio estadístico de varios paí- ses. Su libro contiene así referencias narrativas sobre los procesos políticos de diversos países del mundo, varias de las cuales son a menudo criticadas por especialistas en el caso o en regiones particulares. Es muy difícil pues asegurar la riqueza de la descrip- ción en la narrativa cualitativa y la profundidad en el análisis cuando uno trabaja con un gran número de casos. Además de señalar problemas en la precisión de la descripción de los casos anali- zados, una crítica frecuente a esta perspectiva es la presencia de señales de tautología en el argumento: la teoría parece ser verdadera por definición, un argumento no susceptible de ser falsificado porque los indicadores de la existencia de élites consen- suales unidas son los mismos que los de la existencia de una democracia estable. Otra crítica posible es que el consenso puede servir también para fines antidemocráti- cos. Por ejemplo, élites unidas pueden dar lugar también a autoritarismos duraderos (Slater, 2005). Finalmente, se puede argumentar que uno de los posibles orígenes de las élites consensualmente unidas que los autores señalan (convergencia) se ter- mina pareciendo demasiado al proceso gradual de democratización que la teoría de 12 Entre otros: Remmer (1991), Kitschelt (1992), Collier & Mahoney (1997), Bermeo (1997), Bratton & van de Walle (1997), Carothers (2002) y McFaul (2002). Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 51 la modernización describe y que, desde esta perspectiva, la tabla de clasificación de países que los autores incluyen en el texto no parece mostrar azar y contingencia sino más bien ciertos patrones de correlación entre democracia y desarrollo. En suma, las dos perspectivas enfatizan la agencia y la contingencia y utilizan la narrativa cualitativa como método pero definiendo la dimensión ámbito tempo- ral de su variable dependiente de manera diferente así como también el ámbito de generalización su teoría. Por un lado, la transitología es criticada por ser una empresa limitada por explicar cambios que pueden resultar efímeros y también por ser muy descriptiva y ofrecer, antes que una teoría bien acabada, un modelo heurístico para el análisis de coyunturas de cambio. Por otro lado, la teoría de élites es criticada por su excesivo voluntarismo y aparente tautología. Como mencioné en la introduc- ción, las críticas a estos trabajos propiciaron a su vez que emerjan nuevamente las de teorías estructurales, como la de la modernización y fuerzas sociales, así como el florecimiento de perspectivas que analizan las transiciones en el marco de los legados institucionales de regímenes anteriores. 3. Estructura: los orígenes sociales y económicos de los regímenes políticos Históricamente, una de las primeras y más consistentes críticas a la teoría de la modernización proviene de los estudios que resaltan el papel jugado por fuerzas o clases sociales en el proceso de democratización. Desde esta perspectiva, la democra- cia no es el resultado de un proceso evolutivo necesario, gradual, pacífico y universal, ni tampoco un resultado coyuntural y contingente, como lo establecería el estudio de las transiciones. El análisis de las fuerzas sociales es, en cambio, un enfoque de econo- mía política orientado a analizar el conflicto social: la democracia es el producto de la lucha entre fuerzas sociales rivales por el establecimiento de instituciones políticas que favorezcan sus intereses, sobre todo materiales. Desde esta perspectiva, las élites políticas no actúan en un vacío, como lo asumen los estudios de las transiciones y también la teoría de élites y liderazgo político (Highley & Gunther, 2006). Todo lo contrario, sus decisiones políticas son influenciadas por realidades sociales, como la amenaza de fuga de capitales o la presión política ejercida por la protesta de masas organizadas. El representante más conocido de esta perspectiva es Barrington Moore Jr. (1966) y su clásico Social Origins of Dictatorship and Democracy. En éste, Moore analiza el carácter del desarrollo económico en curso (emergencia o no de la agri- cultura comercial) y la naturaleza de las coaliciones de clase emergentes y encuentra tres «rutas al mundo moderno»: a) revoluciones burguesas que conducen a la demo- cracia (Inglaterra, Francia y Estados Unidos), b) revoluciones «desde arriba» que La iniciación de la política 52 culminan en el fascismo (Japón y Alemania), y c) revoluciones desde abajo (cam- pesinas) que llevan al comunismo (Rusia y China). Para Moore la democracia es el producto de un quiebre violento con el pasado y no el resultado de avances graduales en el proceso de desarrollo económico. La democracia surgió cuando la burguesía luchó por la creación de instituciones parlamentarias que aseguraran control sobre el Estado absolutista y por la eliminación de de barreras feudales tra- dicionales que se oponían al avance capitalista. En términos metodológicos, el libro de Moore es también considerado un «clásico» del método histórico comparado pues analiza los procesos económicos y políticos de un número pequeño de casos durante más de un siglo. Desde la obra fundadora de Moore un número considerable de académicos ha continuado trabajando desde esta escuela teórica que, metodológicamente, privilegia el análisis histórico comparado de un número pequeño de casos así como los estu- dios de caso. Entre contribuciones importantes, por ejemplo, podemos identificar el estudio desarrollado por Rueschemeyer, Stephens & Stephens (1992, 1993) sobre la democratización de Europa y América Latina. Los autores parten del reconocimiento de la correlación positiva entre desarrollo económico y democracia y sostienen que el desarrollo altera el balance de poder relativo entre clases sociales, dando oportu- nidades a grupos sociales previamente excluidos, como la clase obrera (Europa) y la clase media (América Latina), para luchar por la democratización. En este sentido, los autores ofrecen una explicación de los mecanismos causales que vinculan el desa- rrollo con la democracia. Además del balance de poder y coaliciones entre clases, los autores también ponderan en su análisis el impacto de la naturaleza del Estado, de las relaciones del Estado y la sociedad civil, y de las estructuras de poder internacional. Asimismo, establecen que un elemento clave para mantener la democracia y la esta- bilidad política en América Latina es la institucionalización de un sistema de partidos que proteja y represente los intereses de las élites. Metodológicamente, Rueschemeyer, Stephens y Stephens adoptan una aproxi- mación cualitativa de historia comparada pero utilizan un número mediano de casos y hacen uso tanto del método de la diferencia como del método de la similitud de J. S. Mill para descartar variables explicativas en el análisis comparado de los casos. Específicamente, utilizan algo que llaman estrategia de «inducción analítica»: par- ten de la comprensión de un número pequeño de casos para generar ideas teóricas potencialmente generalizables. Estas generalizaciones teóricas o hipótesis creadas inductivamente son evaluadas después a través de un análisis cualitativo detallado de otros casos. Esta estrategia permite que el marco teórico sea modificado durante el análisis, al ir incorporando información de nuevos casos. En este caso, los auto- res construyen su modelo teórico inicial sobre la base del análisis de la experiencia Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 53 europea de democratización y luego evalúan si estas ideas pueden explicar también lo sucedido en Sudamérica y América Central y el Caribe. La escuela sobre los orígenes sociales de la democracia ha generado importantes hallazgos a fin de explicar el proceso de democratización para conjuntos específi- cos de países o regiones. Pero no existe un consenso sobre cuáles son los actores de clase que, en general, contribuyen más a la democracia. Tal vez la única conclusión ampliamente aceptada dentro de esta escuela es la tesis de que las élites terratenientes son, normalmente, una fuerza antidemocrática (Moore, 1966; Huber, Rueschemeyer & Stephens, 1992; Mahoney, 2003). En este sentido, los estudios de coaliciones de clase no ofrecen necesariamente argumentos universales que puedan ser aplicados a todos los tiempos históricos y lugares (Mahoney, 2003, p. 149), como sí lo pretende la teoría de la modernización. Por tanto, un sector de comparatistas critica las limita- ciones de esta escuela para concebir teorías que sean generalizables. Curiosamente, una nueva línea de investigación que parte de algunas de las premisas fundamentales de la escuela sobre los orígenes sociales de los regímenes políticos emprende la empresa nomotética de ofrecer una teoría universal y unificada (léase completa) sobre las transiciones políticas. En especial, destacan los modelos formales de economía política de las preferencias sociales por regímenes políticos alternativos elaborados por Boix (2003) y Acemoglu & Robinson (2001, 2006). Ambos desarrollan modelos básicos sobe el conflicto entre dos grupos sociales (las élites y los ciudadanos o los pobres) y van complejizándolos incluyendo un tercer actor o grupo, como por ejemplo la clase media, o distinguiendo entre industriales y élites agrarias. Ambos modelos suponen que los pobres prefieren la democracia por- que ella asegura mejores resultados distributivos, mientras que las élites, temiendo la ocurrencia de una revolución o previendo los altos impuestos que tendrían que pagar en democracia, prefieren el régimen autoritario. Así, tanto para Boix como para Ace- moglu y Robinson, los pobres o ciudadanos en general son la clase democratizadora por excelencia y la amenaza de revolución (amenaza de ejercicio de violencia de los números) es la fuerza motora de la democratización. Los dos estudios desarrollan modelos matemáticos para predecir las decisiones de las élites (democratizar o no) en base a cómo varían los costos de represión, los costos redistributivos de la democracia y los costos de dar un golpe cuando varían diversas variables de tipo estructural (el nivel de desigualdad socioeconómica, étnica, el grado de movilidad del capital, la composición de la estructura económica, etcétera). Ambos estudios enfatizan el impacto de la desigualdad social y el tipo de capital económico para los prospectos de democratización. Por un lado, Boix sostiene que la democracia prevalece cuando la igualdad política o la movilidad del capital son altas en un país dado. Por otro lado, Acemoglu y Robinson predicen que la democracia tiene mayores La iniciación de la política 54 probabilidades de prevalecer y consolidarse a niveles medios de desigualdad. Así, los niveles bajos de desigualdad no generarían la presión social necesaria para el cambio político y los niveles altos de desigualdad generarían posiciones radicales hacia la redistribución, tornando la democracia demasiado amenazante para las élites. Estos estudios son sumamente valorados por un sector de la academia norte- americana. A primera vista ofrecen el oro y moro a los politólogos: una explicación simple, parsimoniosa, capaz de «viajar» y explicar un gran número de casos de cam- bio de régimen político. No obstante, es posible hacer tres críticas sustantivas a esta nueva línea de investigación. En primer lugar, teóricamente, su mayor contribución es proveer microfundaciones13 para una serie de teorías existentes y sistematizarlas en un solo modelo. Sin embargo, estos autores no añaden nada nuevo en términos sustantivos a la teoría de la democratización más allá de formalizar (traducir matemá- ticamente) hipótesis formuladas por otros académicos. En segundo lugar, los supuestos y predicciones de estos modelos no explican una serie de casos de sumo interés para la teoría de la democratización. Por un lado, modelos de economía política que analizan los conflictos en torno a la propiedad pri- vada y los ingresos no son los más adecuados para explicar la democratización de los países comunistas (Alexander, 2004). Por otro lado, ambos modelos asumen que los regímenes autoritarios no pueden proveer compromisos lo suficientemente creíbles para las clases populares como para retener su apoyo por períodos de tiempo prolon- gado, cuando el análisis histórico comparado ha proporcionado suficiente evidencia al respecto (Smith, 2005; Slater, 2005; Brownlee, 2007). En realidad, el estudio de transiciones fallidas y de la supervivencia de regímenes autoritarios es una línea de investigación que está generando mucho interés dentro del campo más general de los estudios sobre regímenes políticos y se cree que puede ser una vía clave para resolver algunos de los debates más candentes sobre las teorías de la democratización que normalmente tienen un enfoque limitado14. Finalmente, metodológicamente, Acemoglu y Robinson se limitan a formular y desarrollar sus modelos matemáticos sin someterlos a una evaluación empírica rigu- rosa. Su única referencia empírica es una referencia breve y no muy adecuada (Smith, 2008) a ciertos casos que, según los autores, confirman las predicciones de su modelo 13 Los teóricos de la escuela de la elección racional sostienen que todos los fenómenos sociales pueden y deben ser explicados en términos de las acciones instrumentales de individuos racionales que son constreñidos por un contexto determinado. En este sentido, las teorías holísticas son compatibles con la teoría de la elección racional si pueden ser traducidas a un nivel individual, utilizando un modelo con actores racionales; es decir, si se puede ofrecer microfundaciones para las mismas. Ver, por ejemplo, Tsebelis (1990). 14 Jason Brownlee (2007). Seminario «Democratización en Perspectiva Comparada», dictado en el departamento de Gobierno de la Universidad de Texas en Austin». Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 55 teórico. Por su lado, si bien Boix utiliza una base de datos bastante completa y un análisis estadístico sofisticado para evaluar algunas de sus ideas, en realidad no pone a prueba la variable central de su teoría, a saber, el balance de poder entre clases (Alexander, 2004). Un punto importante a tomar de este subtítulo es cómo una misma aproxima- ción teórica puede ser estudiada con métodos tan diferentes: por un lado, el análisis a profundidad e histórico de un número pequeño de casos en el que la inducción juega un papel importante en la generación de teoría y, por otro, el desarrollo deductivo de modelos matemáticos que a veces ni siquiera son corroborados empíricamente. 4. Los legados institucionales Una vía de investigación reciente y bastante prometedora es la que analiza el impacto de factores institucionales en el cambio de regímenes políticos. Como hemos visto, otros enfoques resaltan las decisiones contingentes de élites políticas o el peso de los factores estructurales, omitiendo del todo la discusión acerca del peso causal de facto- res institucionales. En contraste, los estudios sobre los legados institucionales resaltan cómo los gobernantes de turno actúan estratégicamente pero bajo las oportunidades y limitaciones impuestas por el marco institucional en el que se encuentran. De esta forma, los análisis institucionales del cambio de régimen se alejan del extremo volun- tarismo de muchos estudios inspirados en la tercera ola de democratización pero sin tratar de revivir el antiguo determinismo de las estructuras (Snyder & Mahoney, 1999, p. 118). En especial, destacan los trabajos de Linz & Stepan (1996), Bratton & van de Walle (1997) y Geddes (1999)15. Estos estudios comparten una idea base: distintos tipos de regímenes autoritarios caen de formas característicamente diferentes. Esto se debe a que distintos tipos de autoritarismo difieren entre sí mismos tanto como de la democracia (Geddes, 1999, p. 121). Por ello, el tipo de régimen previo constriñe y determina en gran parte los caminos posibles hacia la democracia. Por un lado, Linz y Stepan analizan cómo el autoritarismo, el totalitarismo, el post-totalitarismo y el sultanismo afectan de forma diferente la formación de grupos de oposición, posibles divisiones entre gobernantes, así como los intereses, percepciones e identidades de los mismos. Asimismo, los auto- res utilizan esta tipología para predecir cuán difícil será la consolidación democrática para cada uno de estos tipos de régimen. En este sentido, el sultanismo y el totalita- rismo serían los más distantes de la consolidación democrática y el autoritarismo el 15 Dos trabajos de necesaria consulta sobre la democratización en América Central que resaltan factores institucionales desde una perspectiva de institucionalismo histórico y de trayectoria dependiente son Mahoney (2001) y Yashar (1997). La iniciación de la política 56 menos distante. Metodológicamente, el estudio de Linz y Stepan utiliza una aproxi- mación cualitativa clásica, estudiando unos pocos casos pero a profundidad. Además, conceptualmente, desarrollan una tipología de autoritarismos que constituye una referencia importante para diversos académicos. Bratton y van de Walle, por su parte, contrastan el camino típico de las tran- siciones a la democracia producidas en África subsahariana (desde regímenes neopatrimoniales) con el camino seguido por las transiciones desde regímenes auto- ritarios burocráticos en el sur de Europa y América Latina, tal como ha sido descrito por los estudiosos de las transiciones. De acuerdo con los autores: 1) las transiciones desde el neopatrimonialismo en África subsahariana fueron típicamente iniciadas por protestas populares y no como resultado de la división de la cúpula de gobierno; 2) las élites neopatrimoniales se dividieron por pugnas sobre el acceso al clientelismo estatal antes que en torno a posiciones sobre la liberalización; y 3) los bajos niveles de institucionalización reducen la posibilidad de establecer compromisos durables o pactos entre las élites. A su vez, los autores distinguen entre subtipos de regímenes neopatrimoniales para analizar los costos y beneficios de los grupos sociales para orga- nizar protestas, las estrategias que los gobernantes eligen para defender sus intereses y los diferentes resultados de estos procesos de cambio político. Metodológicamente, Bratton y van de Walle utilizan observaciones de 42 países de África subsahariana y elaboran una serie de modelos estadísticos para evaluar diversas implicancias de su teo- ría. Asimismo, complementan este análisis estadístico con una narración cualitativa de episodios y procesos políticos que experimentaron varios de los países estudiados. Desde una perspectiva de elección racional institucional, Geddes examina cómo las divisiones y pugnas por liderazgo al interior de las cúpulas del gobierno autorita- rio impactan de forma diferenciada la duración de regímenes militares, personalistas y de partido único debido a los diferentes incentivos y preferencias que los miem- bros de dichos gobiernos confrontan. Geddes sostiene que, debido a que la mayoría de oficiales de gobiernos militares valoran más la unidad de la institución militar que la permanencia en el gobierno, los regímenes militares se adhieren menos al poder que los cuadros de otros tipos de autoritarismo. Por ello, los regímenes mili- tares son los más frágiles, pues contienen las semillas de su propia destrucción: con frecuencia son los propios oficiales los que inician la transición con tal de evitar la división del cuerpo militar. En contraste, facciones rivales dentro de regímenes de partido único y personalistas tienen más incentivos para cooperar en función de la supervivencia del régimen. Por ello, los regímenes de partido único suelen ser muy resistentes y son excepcionalmente traídos abajo por eventos externos. Por su parte, los regímenes personalistas son sensibles a divisiones internas únicamente cuando graves crisis económicas afectan las bases materiales de la lealtad hacia el régimen Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 57 (el botín). Usualmente, tienen más problemas para sobrevivir a la muerte del líder o a revueltas violentas. Metodológicamente, el texto de Geddes es de sumo interés para este artículo. Primero, muestra cómo un enfoque teórico de elección racional no siempre es formalizado matemáticamente. En este caso, Geddes recurre más bien a métodos estadísticos para evaluar empíricamente sus predicciones teóricas o hipótesis. En otro artículo que analiza el surgimiento de la carrera pública en América Latina, Geddes utiliza también la teoría de elección racional como fuente de inspiración de su explicación pero esta vez realiza un análisis cualitativo de casos para sustentarla (Geddes, 1991). Estos ejemplos disputan un aparente sentido común que se repite con frecuencia mostrando que la teoría de la elección racional y los métodos forma- les no siempre van juntos. Teoría y método no son lo mismo. Más aún, los textos reseñados en este sección dan cuenta de cómo hipótesis derivadas de una misma fuente de inspiración teórica pueden ser evaluadas utilizando diferentes procedi- mientos metodológicos. En general, la aproximación institucional (diferentes incentivos de los gobernan- tes) da una explicación de por qué el estudio de las transiciones, que se desarrolló estudiando las transiciones hacia la democracia desde regímenes militares en América Latina y el sur de Europa, enfatizó el rol de la división interna del régimen como detonante causal de las transiciones y cómo este esquema no funciona para explicar lo acontecido en otras regiones donde protestas «desde abajo» (Bratton & van de Walle, 1997; McFaul, 2002), crisis económicas (Bratton & van de Walle, 1997) u otros eventos como presiones externas tuvieron mayor relevancia para la democratiza- ción. Estudios recientes sobre la democratización en México (por ejemplo, Magaloni, 2006; Greene, 2007) también señalan un proceso de transición diferente del seña- lado por el paradigma de la transitología partiendo del análisis del caso mexicano como régimen de partido único dominante que, junto con Paraguay, constituyen una excepción en América Latina. Como puede sugerir este breve repaso en el que se mencionan múltiples cate- gorías de regímenes autoritarios, los estudiosos del cambio de régimen que deseen continuar explorando esta ruta necesitan trabajar más en el refinamiento de concep- tos y la construcción de tipologías, un paso fundamental pero muchas veces obviado en política comparada. Más aún, como señalan Snyder y Mahoney, los estudiosos del cambio de régimen deben evitar sobreestimar el poder de las variables instituciona- les pues éstas no lo explican todo: factores extra institucionales que reconfiguran el poder e intereses de los actores, como por ejemplo cambios en la economía global o cambios demográficos, pueden ser detonantes de casos importantes de transforma- ción institucional (Snyder & Mahoney, 1999, p. 119). La iniciación de la política 58 5. Cultura El principal supuesto de los enfoques culturalistas es que las normas y los valores guían las acciones humanas; en otras palabras, que la situación objetiva no determina la acción, en este caso política. Los argumentos culturalistas tradicionales en los estu- dios sobre cambio de régimen político proyectan la cultura política como una fuerza casi estática, que cambia muy lentamente, y por ello tienden, sobre todo, a explicar las continuidades. Una versión clásica del culturalismo ha sostenido que determinadas sociedades no están preparadas para la democracia porque tienen una cultura política con rasgos o valores «autoritarios» de diverso tipo. En estos «cultura política» es muchas veces equi- parada con una tradición religiosa histórica y la definición asume la homogeneidad cultural del núcleo social bajo estudio, normalmente el Estado. Como ilustración, hasta los años setenta, una serie de autores enfatizaron la incompatibilidad del legado cultural del colonialismo ibérico y la democracia (por ejemplo, Wiarda, 1974). Estos enfoques tendían a ver la cultura política como condición para la democracia y, por tanto, predecían la continuidad del autoritarismo en diversas regiones. Muchos eran trabajos de tipo más ensayístico que no presentaban evidencia firme a su favor. En su mayoría, estos argumentos fueron puestos en cuestión por la tercera ola de democratización, en la que la democracia se expandió a regiones donde antes habían predominado regímenes no democráticos. Adicionalmente, algunos acadé- micos empezaron a resaltar un problema de posible tautología en los argumentos culturales pues es muy difícil discernir si son los valores de las masas los que generan condiciones propicias para la democratización o si es la experiencia de democratiza- ción la que fomenta el desarrollo de valores democráticos y de mayor tolerancia. En otras palabras, se empezó a recalcar la necesidad de proponer teorías susceptibles de ser falsificadas. Hoy subsisten, sin embargo, discusiones en curso acerca de la relación entre, por ejemplo, el islamismo y la democracia. El provocativo argumento del libro The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order de Huntington (1996) que señalaba la incompatibilidad del islamismo y la democracia generó un debate importante, sobre todo después del atentado a las torres gemelas de 2001. Además de respuestas al argumento de Huntington que basan su evidencia en observaciones de tipo cualita- tivo (por ejemplo Stepan, 2000), han proliferado los estudios que someten a análisis estadístico de diverso tipo la tan mentada relación entre islamismo y democracia (Fish, 2002; Tessler, 2002; Stepan & Roberstone, 2003; Ulfelder, 2007). Una vía alternativa para generar argumentos culturalistas en el estudio del cambio de régimen político ha sido desarrollar explicaciones aditivas, menos deterministas; Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 59 haciendo de la cultura un factor interviniente en la explicación causal. Es decir, argumentos del tipo «la cultura también importa». En particular, destaca el trabajo de Inglehart & Welzel (2005). Ellos retoman la teoría de la modernización y elabo- ran una adaptación propia que introduce la cultura como un factor interviniente, que vincula el desarrollo y la democracia. Para Inglehart y Welzel el desarrollo socioeconómico produce cambios culturales, transformando normas sociales abso- lutas hacia valores que enfatizan la autonomía humana y la expresión individual. Estos valores, a su vez, movilizan fuerzas sociales que favorecen la adopción de la democracia, allí donde ésta aún no existe, y favorecen el sostenimiento y profundi- zación de la democracia donde ésta ya existía. Pero los autores encuentran también que la cultura es de trayectoria dependiente: el hecho de que existan sociedades históricamente protestantes o islámicas da lugar a la emergencia de zonas culturales con sistemas de valores distintivos, incluso una vez que se realiza un control por desarrollo económico. En otras palabras, Inglehart y Welzel encuentran evidencia a favor de la teoría de la modernización pero intentan mostrar que la relación entre desarrollo y democracia no es determinista ni linear, sino que adopta diferentes formas en distintos contex- tos culturales. En términos metodológicos, Inglehart y Welzel usan intensivamente diversas técnicas de análisis estadístico para evaluar los diferentes pasos de su argu- mento, utilizando la encuesta mundial sobre valores (World Value Survey) así como diversas bases de datos que codifican el nivel de democracia de los diferentes países, como por ejemplo Polity IV o Freedom House. Inglehart y Welzel aceptan los preceptos básicos de la teoría de la modernización y hacen más compleja la explicación al incluir la cultura como variable adicional. No obstante, la fuerza democratizadora inicial de su modelo viene siempre dada por el desarrollo económico y los autores no proporcionan una explicación con- vincente sobre los mecanismos causales que permitan comprender los procesos de democratización en sociedades particulares. Finalmente, comparatistas que adoptan un enfoque intersubjetivo de la cultura critican a esta perspectiva por acercarse dema- siado al reduccionismo atomístico de la teoría de la elección racional (Lichbach, 2003). En general, estos críticos cuestionan la validez de esta forma de operacionali- zar y medir la «cultura» en el nivel individual a través de encuestas, pues para ellos la cultura debe entenderse como una realidad común e intersubjetiva. Para concluir, es interesante constatar cómo en la actualidad la mayoría de estu- dios que postulan explicaciones culturalistas sobre el cambio de régimen lo hacen desde un enfoque subjetivo (micro) y recurren a técnicas estadísticas para evaluar sus argumentos. La iniciación de la política 60 Método* Aproximación Teórica Narrativa Estadística Formal Mixto Estructura/Clases Moore Jr. 1966; Rueschemeyer, Stephens & Stephens 1992 (Democratización) Acemoglu & Robinson 2006 (Democratización) Boix 2003 (Democratización) Estructura/ Modernización Lipset 1959; Boix & Stokes 2003; Pzreworski et al. 2000 (Condiciones /Estabilidad) Agencia O’Donnell & Schmitter 1986 (Transiciones); Highley & Burton 2006 (Democratización) Instituciones Linz & Stepan 1996 (Transiciones) Geddes 1999 (Duración de autoritarismos) Bratton & van de Walle (Transiciones) Cultura Fish 2002; Tessler 2002; Stepan & Roberstone 2003; Ulfelder 2007; Inglehart & Welzel 2005 (Condiciones) *La variable dependiente de cada texto está incluida entre paréntesis. 4. Reflexiones finales Este texto ha intentado ser una breve introducción a la forma típica en que se hace política comparada, utilizando uno de los campos de investigación más prolíficos, es decir, los estudios sobre cambio de régimen político. El artículo ha buscado presentar de manera simple diversos pasos que forman parte de los procedimientos regulares que el comparatista sigue para el desarrollo de sus investigaciones. Realicé primero una presentación, muy escueta, de los pasos que los comparatistas suelen seguir para plantear una propuesta de investigación y desarrollarla. En general, distinguí aquellos Paula Muñoz. ¿De qué hablamos cuando hablamos de política comparada? 61 procedimientos que tienen que ver con la definición del objeto de estudio, muy vin- culados con la teoría, y aquellos que tienen que ver con la estrategia de investigación, donde los métodos entran a tallar. Finalmente, ilustré cómo el origen y cambio de regímenes políticos ha sido estudiada utilizando diferentes enfoques teóricos y distin- tos procedimientos metodológicos. En especial, el ensayo buscó explicar de la forma más simple y corta posible la diferencia entre teoría y método, y el papel de cada uno dentro de la subdisciplina de política comparada. Recalco que dentro de política comparada porque estos mismos dos componentes de la investigación social poseen otro contenido y relación dentro de otras especialidades de las ciencias sociales. Como he señalado, incluso ésta es una presentación de lo que una corriente mayoritaria en política comparada considera estándar. En otras palabras, no es mi intención sugerir que estos son «los» pasos o la forma en que todas las ciencias sociales proceden o deben proceder. Éste ha sido un ejercicio para mostrar a quienes se inician en el estudio de la política comparada los retos con los que se toparán a lo largo de su carrera en cualquier facultad o departa- mento más o menos convencional. Teoría y método, entonces, tienen un rol diferente en la política comparada y he argumentado que, en mi opinión, lo central en esta empresa de estudio debe ser que nuestra disciplina y creatividad académica estén guiadas por la teoría antes que el método. Empezar una especialidad en el momento que lo hacemos en el Perú implica el riesgo de hacer demasiado ateórica y meramente empírica la disciplina: sin una formación rigurosa en teoría comparada, los estudiantes y profesores jóvenes pueden sentirse tentados a simplemente «aprovechar» la información que está siendo generada en nuestro país —a través de los estudios de opinión pública y la sistemati- zación en formato electrónico de muchos archivos— y realizar estudios sofisticados metodológicamente pero irrelevantes teóricamente. El recojo de información es sin duda necesario, pero por lo general para que ella sirva debe ser guiado por inquie- tudes teóricas. Antes de ponerse a recolectar datos es importante saber para qué lo hacemos: la empiria por la empiria, el dato por el dato, usualmente genera un tipo de conocimiento limitado y con fecha de caducidad clara (y muchas veces muy abu- rrido). En contraste, lo dirigido por la teoría tiene mayor posibilidad de durar en el tiempo. El Perú está llegando «tarde» al estudio especializado de la política, pero ello puede ser leído como una ventaja antes que como una desventaja: tenemos la oportunidad de aprender de la experiencia de otros, de sus aciertos y errores. Para contribuir a desarrollar una especialidad que no arrastre vicios importados, es importante apren- der a pensar por nosotros mismos. La iniciación de la política 62 Referencias Acemoglu, Daron & James A. Robinson (2001). A Theory of Democratic Transitions. American Economic Review 91, pp. 938-963. Acemoglu, Daron & James A. Robinson (2006). Economic Origins of Dictatorship and Democracy. Cambridge: Cambridge University Press. Alexander, Gerard (2004). Review: Democracy and Redistribution by Carles Boix. Perspec- tives on Politics 2 (2), pp. 95-396. Barrington Moore, Jr (1966). Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord and Peasant in the Making of the Modern World. Boston: Beacon Press. Bermeo, Nancy (1997). 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