MAX UXLE (1856-1944) EVALUACIONES DE SUS INVESTIGACIONES Y OBRAS (1856-1944) EVALUACIONES DE SUS INVESTIGACIONES Y OBRAS Peter Kaulicke / Manuela Fischer / Peter Masson / Gregor Wolff editores Max Uhle (1856-1944). Evaluaciones de sus investigaciones y obras Peter Kaulicke, Manuela Fischer, Peter Masson y Gregor Wolff © Peter Kaulicke, Manuela Fischer, Peter Masson y Gregor Wolff editores, 2010 De esta edición: © Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2010 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú Teléfono: (51 1) 626-2650 Fax: (51 1) 626-2913 feditor@pucp.edu.pe www.pucp.edu.pe/publicaciones Cuidado de la edición y diseño de cubierta: Fondo Editorial PUCP Diagramación de interiores: Rafael Valdez Primera edición en castellano: junio de 2010 Tiraje: 500 ejemplares Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2010-07250 ISBN: 978-9972-42-929-3 Registro del Proyecto Editorial: 31501361000479 Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú ÍNDICE Prefacio La vida y obra de Friedrich Max Uhle. Recientes logros, problemas y perspectivas Peter Kaulicke MaxUhle y la prehistoria del noroeste argentino Javier Nastri La misión de Max Uhle para el Museo Real de Etnología en Berlín (1892-1895): entre las ciencias humboldtianas y la arqueología americana Manuela Fischer Revalorizando a Max Uhle en Tiwanaku Alexei Vranich Max Uhle: «descubridor» del chipaya Rodolfo Cerrón-Palomino Max Uhle en Filadelfia (1897-1899) Clark Erickson Un siglo después de Uhle: reflexiones sobre la arqueología de Pachacamac y Perú Izumi Shimada, Rafael Segura Llanos, David J. Goldstein, Kelly J. Knudson, Melody J. Shimada, Ken-ichi Shinoda, Mai Takigami & Ursel Wagner Nuevas evidencias sobre costumbres funerarias en Pachacamac Peter Eeckhout Max Uhle, el sitio F de Moche y la llamada plataforma Uhle Claude Chauchat & Belkys Gutiérrez León Huacas del Sol y de la Luna: cien años después de los trabajos de Max Uhle Santiago Uceda Castillo Markahuamachuco y la sierra del departamento La Libertad, norte del Perú: la contribución de Uhle Jesús Briceño Rosario 7 9 25 49 63 79 93 109 151 165 175 205 El trabajo de Uhle en Tambo Colorado: una evaluación Jean-Pierre Protzen La pala investigadora de Max Uhle. Sus aportes a la cronología de la costa sur a la luz de las investigaciones recientes Markus Reindel, Johny Isla, Niels Hecht, Denise Kupferschmidt & Heike Otten Telas pintadas de Chimu Capac, valle de Supe, Perú Amy Oakland Investigaciones arqueológicas de Max Uhle en la isla San Lorenzo, Callao (1906-1907): un siglo después José A. Hudtwalcker Morán Los trabajos de Max Uhle en el cementerio de Nievería y su cronología a la luz de investigaciones recientes Rafael Valdez Las investigaciones de Friedrich Max Uhle en el desierto de Atacama (norte de Chile) Lautaro Núñez El legado de Max Uhle en la arqueología de Arica Calogero Santoro, Vivien G. Standen, Bernardo T. Arriaza & Francisco Rothhammer Cerro Narrío y Max Uhle: el arqueólogo como agente del desarrollo de la arqueología ecuatoriana Augusto Oyuela-Caycedo, Peter W. Stahl & J. Scott Raymond El legado Max Uhle en el Instituto Ibero-Americano de Berlín Gregor Wolff 233 253 281 295 313 337 349 359 379 PREFACIO Hace 17 años se realizaron dos eventos conmemorativos de la muerte de Friedrich Max Uhle: el primero, llamado Max Uhle y el Perú Antiguo. Coloquio en conmemoración de los 50 años de su muerte, se llevó a cabo en setiembre de 1994, fue organizado en Lima por Peter Kaulicke y sus ponencias fueron publicadas. El segundo, se efectuó en Dresden y Berlín, Alemania, en diciembre de 1994, fue organizado por Ursula Thiemer-Sachse y Peter Masson respectivamente, y sus resultados fueron publicados en castellano. Si bien el enfoque del evento limeño fue más restringido geográficamente, ambos estuvieron estrechamente vinculados y promovidos sobre todo por el interés constante y desinteresado del doctor Peter Masson, del Instituto Ibero-Americano de Berlín, donde se guarda el importante legado de Uhle. Mientras que los aportes de la publicación alemana mostraron ya el potencial del ma- terial contenido en este legado, hasta entonces poco asequible, la del Perú proporcionó un acceso más fehaciente a publicaciones de Uhle cuyas traducciones previas destacaron por su reducido apego a los originales. Entre el 5 y el 7 de mayo de 2006, 150 años después del nacimiento de Uhle, esfuerzos conjuntos entre Berlín y Lima posibilitaron la realización de otro evento, Max Uhle (1856-1944). Simposio Internacional Evaluaciones de sus investigaciones y obras, llevado a cabo en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Los organizadores fueron Manuela Fischer (Ethnologisches Museum, Berlín), Peter Masson, Gregor Wolff (Ibero-Amerikanisches Institut) y Peter Kaulicke (Pontificia Universidad Católica). Colegas de Argentina, Chile, Colombia, Perú, Alemania, Estados Unidos y Francia presentaron y discutieron temas centrales como la vigencia de los trabajos arqueológicos de Uhle a la luz de investigaciones recientes en los mismos sitios ya reconocidos por él, tanto en el Perú como en los otros países de su radio de acción. Representantes de los institutos que guardan material importante de Uhle (Ibero-Amerikanisches Institut Berlin, Ethnologisches Museum, Berlin, University of Pennsylvania, Philadelphia y Phoebe-Hearst-Museum, University of Berkeley) ofrecieron su colaboración abierta a colegas interesados, faci- litada por convenios vigentes entre Berlín y Estados Unidos y el acceso al material por Internet, lo que constituye una situación marcadamente distinta a la que prevaleció durante décadas previas. Con ello se está consolidando el papel fundamental que le corresponde a Max Uhle en la formación de una ar- queología moderna en los diferentes países en los que trabajó durante cuarenta años y en el correcto ordenamiento de los vestigios del pasado preeuropeo de buena parte de Sudamérica occidental, prácticamente sin antecedentes. Estos logros convierten a Uhle en fuente indispensable para arqueólogos modernos tal como se puede apreciar en muchos aportes de la presente obra. Pero sus méritos no se limitan a sus contribuciones en el mencionado campo, sino que se extienden a la lingüística (su formación académica original), a la etnografía y a la etnohistoria. Los aportes a cada una de estas disciplinas son de alta relevancia pese a que no pudieron ser resaltados debidamente ni en el simposio ni en la presente publicación. De ahí que el simposio y la publicación de sus actas no constituyan una reapreciación de Uhle con motivos conmemorativos ni una nueva síntesis acabada de su obra, sino el inicio de una evaluación crítica de su persona y sus aportes científicos sobre la base de una documentación voluminosa, pero muy dispersa, que requiere el concurso concertado de muchos colegas, tanto latinoamericanos, como alema- nes, estadounidenses y de otros países del globo. Esperemos que esta iniciativa anime a este tipo de cooperación internacional cuyos frutos beneficiarán el avance de las ciencias humanas en general. Queda por agradecer a las personas e instituciones que han posibilitado la realización del simposio y la publi- cación de la presente obra. En primer lugar quisiéramos reconocer a nuestros colegas que han participado en el evento y que han entregado sus contribuciones para la publicación. El rector de la Pontificia Universidad Católica, ingeniero Luis Guzmán-Barrón apoyó la iniciativa del evento y participó en la inauguración, como también lo hizo la doctora Pepi Patrón, jefa del Departamento de Humanidades. La doctora Patricia Harman y su equipo se encargaron de los aspectos organizativos y administrativos. El entonces embajador de Alemania en el Perú, doctor Roland Kliesow, mostró un interés especial en nuestro proyecto y consiguió un importante apoyo económico del Deutscher Akademischer Austauschdienst (DAAD) (Servicio Alemán de Intercambio Académico) y participó también en la inauguración del evento. La doctora Waltraud Kofer, profesora de la PUCP y encargada de asuntos del DAAD en la universidad, ayudó mucho en facilitar los contactos y cumplir con los requerimientos burocráti- cos. Además de ello, contamos con el apoyo económico sustancial de la Fundación Fritz Thyssen que posibilitó la participación de muchos colegas extranjeros. La publicación de la presente obra fue posible gracias a otro aporte importante de la Fundación Fritz Thyssen. Patricia Arévalo y su equipo del Fondo Editorial se encargaron de los preparativos, así como el señor Rafael Valdez, quien se responsabilizó de la coordinación en primera instancia con los autores y la diagramación. Queda por expresar un agradecimiento muy especial al doctor Peter Masson, quien por décadas se preocupó del legado Uhle en el Instituto Ibero-Americano de Berlín, y quien animó y facilitó los trabajos de muchos cientí- ficos que se han dedicado a su estudio con su particular amabilidad y discreción aunados a profundos conocimien- tos de la americanística en toda su extensión. Es, últimamente, a él que se debe el renacimiento de los estudios sobre Uhle y la realización de esta obra. Dr. Peter Kaulicke Especialidad de Arqueología PUCP Dra. Manuela Fischer Ethnologisches Museum Berlin 9 La vida y obra de Friedrich Max Uhle 1 Pontificia Universidad Católica del Perú, Departamento de Humanidades, Lima, Perú. A inicios del siglo XIX, entre 1799 y 1804, Alexander von Humboldt (1769-1859) emprendió su gran viaje a las «régions équinoxiales du Nouveau Continent», como reza el título de su obra publicada entre 1807 y 1839. La expedición le llevó a los modernos esta- dos de Venezuela, Cuba, Colombia, Ecuador, México y Estados Unidos (para el itinerario véase Yudilevich, 2004, pp. 18-19). Visitó el Perú por unos seis meses en 1802 (Thiemer-Sachse et al., 1993; Astuhuamán, 1999; Kindt, 1999; Núñez & Petersen, 2002; Yudilevich, 2004). La obra de Humboldt es extraordinariamente vasta, diversificada y compleja, fruto de una larga vida dedicada enteramente a la investigación. Simón Bolívar lo denominó «descubridor científico de América» y Ette (1999, p. 4) enfatiza su relevancia como iniciador de la geografía moderna y de los estudios americanos (sobre todo de la América precolombina), uno de los investigadores más destacados de la climatología y de la geología, de la antropología y de la botánica, de la fitogeografía, estadística y cartografía; también se ha comprendido su importancia como precursor de una nueva pintura paisajística y de una mentalidad ecoló- gica, como abogado de los derechos humanos y de la idea de la tolerancia … asimismo se ha entendido su modernidad y su actualidad en calidad de filósofo y escritor. Humboldt, por tanto, siguió enfoques «transdiscipli- narios» avant la lettre, en un afán de entrelazar observacio- nes y mediciones y compararlas a nivel global. Naturaleza y sociedad, para él, no son conceptos opuestos, sino estre- chamente interrelacionados. Los americanos del pasado y del presente tampoco se diferencian de otras poblacio- nes del globo que merecerían un estudio separado, sino que contribuyen a una visión globalizadora, a su idea del «Kosmos» —título de su libro de 1845-1862— dentro de una conciencia global (Weltbewusstsein) (Ette, 2002; Kaulicke, 2004; para las visiones del pasado americano de Humboldt, véase Kaulicke, en prensa). Sus enormes aportes fueron ampliamente recono- cidos en vida e impulsaron a otros científicos como al suizo Johann Jakob von Tschudi (1818-1889). Tschudi enfocó sus esfuerzos intelectuales en el Perú, gracias a una estancia fortuita en el país, entre 1838 y 1842. Publicó una especie de essai politique emulando publicaciones de Humboldt sobre otros países (Tschudi, 1846, traducción al castellano de 2003, Humboldt 1811). Se dedicó al es- tudio de la fauna (Tschudi, 1844-1846; Béarez, 2001), realizó estudios lingüísticos del quechua (Tschudi 1853; 1875; 1884; Cerrón-Palomino, 2001), así como de his- toria cultural y de arqueología (1891, 1985, 1856 [con Mariano de Rivero]) (para sus enfoques acerca del pa- sado preeuropeo véase Kaulicke, 2001b; 2003). Otro discípulo de Humboldt fue Adolf Bastian (1826-1905), el «Padre de la Etnología Alemana», un viajero aún más empedernido que el primero, gran ad- mirador suyo y muy reconocido en su tiempo. Escribió mucho (véase Bastian, 1860; 1878-1889; 1884) y fue fundador y director del Museo Real de Etnología de Berlín que se inauguró en 1886, el mismo al que Uhle ingresó en 1888 (sobre Bastian, véase Fischer 2001, este volumen, Fischer et al., 2007). Según Fiedermutz-Laun (2007, p. 72), Bastian quería completar los logros de Humboldt quien se había concentrado en América del Sur y en Asia Central, con lo que se descubre como epí- gono ante una tarea imposible. Sin embargo, vale des- tacar su afán de discrepar con la teoría de la secuencia de niveles en la historia del mundo unilineal (crítico al evolucionismo de Darwin), el alcance global de sus investigaciones etnológicas, su insistencia en el trabajo empírico, sus enfoques inductivos, la ampliación de sus colecciones a zonas aún ignoradas, su interés en registrar voces indígenas y su antiracismo. Bastian también es- taba involucrado como miembro fundador de la Berliner Gesellschaft für Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte (Sociedad Berlinesa de Antropología, Etnología y Prehistoria) fundada en 1869. Fue propulsor de esta so- ciedad junto con Rudolf Virchow (1821-1902) ya que ambos estaban interesados en una sistemática empírica de las evidencias materiales humanas, aunque Virchow LA VIDA Y OBRA DE FRIEDRICH MAX UHLE. RECIENTES LOGROS, PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS Peter Kaulicke1 10 Peter Kaulicke más en la antropología física y su relevancia para la pa- tología y Bastian en estudios comparativos culturales sobre una base científica natural en pos de una «ciencia de la humanidad». Si bien estudió también material arqueológico —entre otros proveniente del Perú— no se concentró en precisar su relevancia en su esquema (Lewerentz, 2007). La antigüedad clásica fue utilizada como propaganda política en un Berlín que se convirtió en metrópoli in- ternacional durante la segunda mitad del siglo XIX. Esta se plasmó en el clasicismo prusiano con su predi- lección para la Grecia antigua expresado en la arquitec- tura pública y de la burguesía de la época, en las artes en general y en un humanismo particular. Esta orientación generalizada condujo también a excavaciones en Grecia (Olimpia, Micenas, Troya y Pergamon) pero incluyó el interés en otras culturas como la hitita (Bogazköy/ Hattušaš). Los objetos obtenidos llegaron y se exhibie- ron en Berlín. El propio Alexander von Humboldt pro- pulsó la egiptología y logró que se obtuviera una cátedra en 1846 y un museo en 1850. La prehistoria, en cam- bio, experimentó un auge espectacular por los hallaz- gos de homínidos anteriores al hombre moderno y sus productos «artísticos». Esta historia «nueva» se orientó hacia el entonces moderno evolucionismo darwiniano y el establecimiento de la geología con sus principios de estratigrafía y tipología que facilitó el ordenamiento cro- nológico. Así, la obsesión de mediciones en Humboldt y sus epígonos se justificaba y se imponía en las mejo- radas técnicas de excavación y de análisis (Daniel 1963; Arenhövel, 1979; Müller-Karpe, 1975). Con este esbozo superficial se quiere evocar la multitud de innovaciones, tanto materiales como es- pirituales y conceptuales, en un lugar que se había con- vertido en un crisol de alcance global en el tiempo en el que Friedrich Max Uhle se estaba formando, antes de su periplo por las Américas. Debió haber sentido esta fascinación de la convicción de un dominio del mundo en una conciencia particular del mismo, el Weltbewusstsein. Pero Uhle no parece encajar bien con todo ello. Nació en Dresden en 1856 y estudió en Leipzig (1875, 1877-1880) y Göttingen (1876-1877), pero escogió un tema que poco coincide con sus trabajos poste- riores: la lingüística con énfasis en lenguas orientales (Rowe 1954, p. 1; Bankmann, 1999, p. 14; Höflein, 2002, p. 6). Debido a este hecho, Rowe especuló que el tema de su tesis fuera elegido por el interés de su pro- fesor más que por el propio (Rowe 1954, p. 1), lo que es una equivocación. En la vita de su tesis (Uhle, 1880, p. 107), Uhle manifiesta que se dedicó enteramente a la lingüística general y estudió bajo la tutela del renom- brado Georg von der Gabelentz (1840-1893) concen- trándose en lenguas orientales (chino clásico, turco y sánscrito), además de filosofía y enfatiza su intención de seguir trabajando en la lingüística. Como orien- talista, consiguió un puesto en el Museo Etnográfico Real de Dresden en 1881 (Bankmann, 1999, p. 14). La gran mayoría de sus primeras publicaciones versan sobre temas de Asia oriental (Rowe, 1954, pp. 26-28) y muchos de sus viajes a museos y colecciones en Europa desde Leipzig probablemente se vincularon también con la búsqueda de un empleo más estable y mejor re- munerado como orientalista. Más relevante aún es una carta que escribió a su tía desde Lima, el 31 de agosto de 1900 (Archivo Uhle, Instituto Ibero-Americano). En ésta se queja de su vida poco satisfactoria ya que se siente como el conductor de un aeróstato sin rumbo fijo, vendido a los norteamericanos quienes, para él, re- presentan la aberración de las metas de la vida natural alemana. Se siente vendido porque se le impidió seguir con sus estudios sobre Asia oriental, los que le hubieran garantizado una vida y un salario mucho más asegura- dos (Kaulicke, 2001a, p. 350). Uhle, por tanto, no fue americanista ni menos ar- queólogo por vocación y formación, sino se convirtió en tal por circunstancias poco controladas y menos deseadas, dictadas por las necesidades del momento que parece haber aceptado sin mayor resistencia. Otra mención de su vita es igualmente interesante y llama la atención: constata que deja su hogar y sus padres a la edad de los once años, lo que parece implicar que no piensa regresar más (Uhle, 1880, p. 107). Sin ánimo de especular más sobre estas relaciones personales y sus impactos psicológicos es sumamente urgente orde- nar, analizar y publicar la colección de las 2153 cartas que Uhle dejó en el Instituto Ibero-Americano (véase aporte de Wolff en este volumen) ya que son el único testimonio personal que existe sobre Uhle y el que per- mitirá esbozar un perfil sustentado de su persona en vez de confiar en apreciaciones poco fundamentadas que abundan desde las más diversas perspectivas e idiosin- crasias (véase Kaulicke, 2001a). Estas varían en presen- tar a Uhle como «sabio excavador, perito en diferenciar las capas superpuestas» (Riva-Agüero, 1966 [1937], p. 186) o sea, técnico de excavación o como un «desinte- resado en problemas teóricos» (Rowe, 1954, p. 19) y ajeno a la identidad nacional (peruana) ignorando el presente (Morales 1993, p.19), pero también como el «Platón de la filosofía arqueológica andina» (Means, 1921, pp. 211-212, citado en Bischof 1999, p. 61, nota de pie 39). Estas poco sustentadas evaluaciones de sus aportes y de su persona deberían contrastarse con la do- cumentación e interpretación de lo que el propio Uhle produjo sobre diversos aspectos del pasado preeuropeo. Asimismo habría que hacer asequible sus vastas colec- ciones en diferentes países, en gran parte inéditas hasta la actualidad. Hasta hace poco, semejante postulado hubiera sido imposible de realizar ya que este material estaba disperso con concentraciones importantes en el Legado Uhle del Instituto Ibero-Americano de Berlín y las colecciones y documentación correspondiente en el Museo Phoebe Hearst de Berkeley que no estaban ase- quibles a los interesados. Gregor Wolff (este volumen) presenta los avances desde la perspectiva del Instituto Ibero-Americano. En el pasado reciente una serie de publicaciones sobre este archivo es prueba fehaciente de estos avances (véase Dauelsberg, 1995; Kaulicke, 11 La vida y obra de Friedrich Max Uhle 1998; Wurster, 1999; Thiemer-Sachse & Masson 1999; Kaulicke, 2001; Höflein, 2001; 2002; Lumbreras, 2001; Loza, 2004; Protzen & Harris, 2005 y muchos de los trabajos incluidos en este volumen). Gracias a estos avances y el uso de otro material como el del Museo de Etnología de Berlín (véase aporte de Manuela Fischer), del Museo de Pensilvania en Filadelfia (véase aportes de Erickson y Vranich), de las colecciones de Berkeley (véase aporte de Oakland) y otros, se logra una aprecia- ción más detallada de muchos de los aspectos de Uhle, su vida y su obra. Esta introducción, por tanto, no puede presentar una biografía sintetizada de estas publicaciones ni un análisis pormenorizado de las obras y del material in- édito de Uhle. Es evidente que esta publicación tam- poco guarda semejantes ambiciones. Los aportes aquí presentados solo muestran la relevancia vigente de Uhle y la necesidad de descubrir las verdaderas dimensiones de este investigador dentro de su tiempo, su mundo y sus relaciones con su presente y con los múltiples pasa- dos que trató de comprender a través de métodos aún poco usados en su tiempo. Era quizá ineludible priori- zar la arqueología, aunque los aportes de Uhle para la lingüística, su campo original de estudios (véase aporte de Cerrón-Palomino), son —hasta ahora— fundamen- tales, así como aquellos sobre la etnografía o etnología y la historia incaica. Aquí, se ha optado más bien por enfatizar algunos aspectos centrales como sus excava- ciones más relevantes, las de Pachacamac, y sus publica- ciones a la luz de investigaciones recientes en el mismo complejo (véase aportes de Erickson, Shimada et al. y Eeckhout) y las del complejo Huaca del Sol/Huaca de la Luna (véase aportes de Chauchat & Gutiérrez, Uceda). Estas se relacionan con otras en Nievería y San Lorenzo (véase aportes de Valdez y de Hudtwalcker) y sus trabajos en Marcahuamachuco y Chimu Capac (Briceño y Oakland). Los aportes de Protzen y Reindel et al. se relacionan con las investigaciones de Uhle en la costa sur. Con todo ello la parte de la arqueología en el Perú está bien cubierta, mientras que la de otros países es más selectiva. Para Chile se cuenta con los aportes de Núñez y Santoro et al.; para Ecuador, con el de Oyuela-Caycedo et al.; para Bolivia, el de Vranich, y para Argentina, el de Nastri. La ventaja de este con- junto «arqueológico» es que se trata de evaluaciones desde una perspectiva moderna de la arqueología que inserta los trabajos de Uhle dentro de problemáticas ac- tuales en vez de indagar solo sobre su potencial interés histórico o político de la época. A continuación quisiera comentar estos aportes dentro de un orden cronológico, señalar sus relevancias respectivas y también las necesidades de trabajos futu- ros que requieren un esfuerzo internacional de cierta complejidad cuyos frutos serían muy significativos para los estudios americanísticos en general. Conviene subdividir este recuento en varias fa- ses. La primera, entre 1884 y 1895, se inicia con su preparación de americanista bajo la guía de Alphons Stübel (1835-1904) y luego de Bastian y Stübel, por lo que conviene agregar también sus viajes a Argentina y Bolivia (1892-1895) financiados desde Berlín. La segunda fase (1896-1905) fue sumamente fructífera e intensiva gracias al apoyo económico desde Estados Unidos (Filadelfia y Berkeley) para sus trabajos en Perú. La tercera (1906-1911), se define por su empleo pe- ruano como director del Museo Nacional de Historia en Lima. En una cuarta fase (1912-1919), Uhle radicó en Chile invitado por el gobierno para encargarse de la formación del Museo de Etnología y Antropología de Santiago de Chile (1911 a 1916). En la última fase (1919-1933), Uhle vivió y trabajó en el Ecuador gra- cias a una invitación y al apoyo económico de Jijón y Caamaño (1890-1950). Sus últimos años en Alemania (1933-1944) fueron interrumpidos por otra estadía in- voluntariamente larga en el Perú entre 1939 y 1942, pero su interés, debido a la escasa y reiterada producción cien- tífica, es muy reducido como para considerarla en esta publicación (véase Bankmann, 1999). Con esta subdivi- sión los trabajos incluidos en este volumen cubren el es- pacio total de un modo desigual. Nastri, Fischer, Vranich y Cerrón-Palomino se ocupan de la última parte de la primera fase (Argentina y Bolivia), Erickson, Shimada et al., Eeckhout, Valdez, Oakland, Chauchat & Gutiérrez, Uceda, Briceño, Protzen, Reindel et al., de la segunda; Hudtwalcker y parcialmente Valdez de la tercera. Núñez y Santoro et al. se dedican a la cuarta, así como Oyuela- Caycedo et al., a la última. FASE 1 (1884 A 1895) Según Höflein (2002, p. 6) Uhle se convirtió en miembro de la mencionada Berliner Gesellschaft für Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte en 1884, pero su reorien- tación hacia los estudios americanísticos se debe bási- camente a sus contactos estrechos con Alphons Stübel quien le familiarizó con ellos a través de sus colecciones, fotos y otros documentos acumulados en sus viajes a varios países andinos. El inicio y la naturaleza de este contacto están por averiguarse, pero es muy probable que ciertos vínculos con la familia hayan motivado el afán de Stübel por ayudar al joven a instalarse y solven- tar su vida, lo que aparentemente no estuvo plenamente garantizado debido al modesto e inseguro sueldo como empleado del museo de Dresden (Bankmann, 1999, p. 14). Allí, accede a sus colecciones —que Uhle publica en 1889— y al material de Tiwanaku que aparece poco antes de su viaje a Argentina (Stübel & Uhle, 1892). Su traslado al Museo de Berlín, probablemente también apoyado por Stübel, le da acceso directo a las coleccio- nes de Ancón, la primera excavación documentada en tres volúmenes impresionantes (Reiss & Stübel, 1880- 1887; Kaulicke, 1997a; Haas, 1986) y a la colección Centeno (Uhle, 1888) fuera de muchas piezas cono- cidas por Uhle en sus frecuentes viajes a diversos mu- seos de Europa. Stübel probablemente le introdujo en las técnicas de topografía y, sobre todo, de la fotografía por lo que fue consultado a menudo por Uhle desde el Perú. Este contacto estrecho probablemente se mantuvo hasta su muerte en 1904 (véase también Fischer, este volumen). 12 Peter Kaulicke La estadía en Argentina (1892 a 1893), de apenas un año de duración, no fue una experiencia edificadora para Uhle ya que los resultados eran magros, lo cual produjo reacciones negativas en Berlín. Además de ello, Uhle se sintió en competencia con otros en pos de la búsqueda de antigüedades. Las molestias de sus finan- ciadores alemanes, la escasez de fondos y la inseguri- dad de Uhle debido a los problemas múltiples que se le presentaron en este país le hizo buscar mayor suerte en Bolivia (véase Fischer, este volumen). Nastri (este volumen) se concentra más en los aspectos positivos de su estadía argentina o mejor dicho de su impacto, que llegaron después, sobre todo, debido a la propuesta cronológica al emplear la metodología aprendida y em- pleada en el Perú (Uhle, 1912b), con la cual se logró, por primera vez, una secuencia completa. Esta pro- puesta se mantiene esencialmente válida, pese a basarse en datos cruzados de resultados variados de científicos argentinos, lo que resultó mucho menos evidente que en el caso peruano para el cual pudo contar con resul- tados de sus propias excavaciones (véase abajo). Nastri también enfatiza los contactos sostenidos con el sueco Erik Boman (1867-1942) cuyos aportes a la arqueolo- gía argentina son notables. Las esperanzas de Uhle de encontrar condiciones más favorables en Bolivia no se cumplieron ya que su si- tuación se volvió aún más crítica. Su estadía entre 1893 y 1896 estuvo marcada por problemas de varias índoles: su precaria situación personal debido a la extrema esca- sez de recursos que le impidieron regresar a Alemania, la búsqueda de soluciones que llevaron a una contratación desde Estados Unidos, la investigación en Tiwanaku que generó conflictos con el gobierno y colegas y su concentración poco comprendida en estudios lingüís- ticos y etnográficos. Debido a sus reducidas cualidades políticas y diplomáticas, Uhle comenzó a adquirir fama de intransigente, soberbio y de agente de museos con mentalidad neocolonialista (Loza, 2004, p. 22). No es este el lugar de indagar los detalles de este compli- cado conjunto de acontecimientos, reacciones quizá precipitadas de Uhle, malentendidos justificados e in- justificados, posiciones políticas encontradas, etc. La historiadora boliviana Carmen Beatriz Loza (2004) ha estudiado en forma detallada los cuadernos de campo de Uhle durante su estadía en Bolivia y ha tratado de desenmarañar este transfondo dentro del contexto histórico-político correspondiente. Ella se concentra en los estudios del aimara y los aimaristas bolivianos y en el aspecto arqueológico le interesa «Tiwanaku como objeto de negociación y polémica» (título del capítulo 5). Finalmente, le atrae, en particular, los datos que Uhle compiló sobre los quipus modernos. Loza (2004, pp. 201-203) concluye que la leyenda negra de Uhle se debe, en primer lugar, a los constantes ataques del austríaco nacionalizado boliviano, Arthur Posnansky (1873-1946). La polémica se originó después de la es- tadía boliviana de Uhle, pero Posnansky utilizó argu- mentos subidos de tono y, por regla poco justificados —sobre todo en sus alcances científicos— que le han sobrevivido ya que se mantienen hasta la actualidad (véase Schávelson, 1996 y abajo). Pese a su vida pin- toresca y pública y múltiples reconocimientos en dife- rentes países, Alemania incluida, sus teorías abstrusas acerca de Tiwanaku se han descartado por completo. Pero Schávelson (1996) destaca con mucha razón la calidad de sus abundantes dibujos y, sobre todo, foto- grafías que Posnansky publica en sus numerosas obras. Este aspecto, ignorado por Loza y otros, es retomado por Vranich en su aporte. Uhle dejó muchas fotos sobre diferentes temas (El Legado Uhle del Instituto Ibero-Americano guarda 4.989 fotos, 1.197 negati- vos y más de 3.700 placas de vidrio, véase el aporte de Wolff). Vranich usa las fotografías de Tiwanaku con el fin de reconstruir el estado de las ruinas en 1893, que ya se había alterado significativamente en 1910 cuando Uhle visitó nuevamente el sitio en compañía de los de- legados del Congreso Internacional de Americanistas. Otro aspecto no tratado por Loza es el aporte fundamental de Uhle en el estudio de la lengua chi- paya. Se trata de un manuscrito inédito con el título «Vorbereitetes Uro-Vocabular», recopilado del 13 al 15 de febrero de 1894. Cerrón-Palomino, el mejor co- nocedor de la lengua actual (véase Cerrón-Palomino, 2006, 2007) enfatiza el gran valor de este documento ya que es el único que permite comparaciones con la lengua moderna y, por tanto, esencial para estudios de la historia de la misma. En un trabajo anterior, Cerrón- Palomino (1998) se ocupó de la «teoría aimarista» de Uhle. No solamente reconoce la validez de sus concep- tos sino lo considera «como uno de los fundadores de la lingüística andina». Estos ejemplos hacen entrever la complejidad de alcanzar una comprensión fehaciente de esta etapa di- fícil de la vida de Uhle pese al trabajo pormenorizado de Loza. Ya que se ignora mucho de lo relacionado con Uhle debido al desconocimiento de sus cartas (y quizá alguna documentación adicional aún existente en Bolivia u otros países) reacciones, posteriores como las de Posnansky y otros después de él, malinterpretan, inventan y tergiversan hechos, ideas e intenciones, de los cuales unos se benefician, mientras que Uhle, en particular, se ve perjudicado. Pero, evidentemente, es más prometedor concentrarse en lo que Uhle aún puede aportar al estudio de los diferentes campos en los que se desenvolvió. Al de las cartas, ya antes enfatizado, se suman las fotos y las ilustraciones (el dibujo de una estatua de Tiwanaku que adorna la carátula del libro de Loza no se menciona en el texto) obviamente con un estudio de los aportes publicados de Uhle que tampoco han sido mayormente analizados hasta ahora. FASE 2 (1896 A 1905) Sin ánimo de detenerme en las negociaciones del cam- bio de contrato de Berlín a otro con la Universidad de Pensilvania (Masson & Krause, 1999, p. 13, aporte de Erickson, este volumen), su llegada al Perú significó un cambio sustancial para Uhle. Este contacto tampoco fue duradero, pero felizmente, gracias al interés de Phoebe 13 La vida y obra de Friedrich Max Uhle Hearst, obtuvo otro con Berkeley en 1900 que estuvo en vigencia por unos seis años. En este tiempo, Uhle no se quedó en Sudamérica sino viajó a Estados Unidos en varias ocasiones y a Alemania en 1897 (Masson & Krause, 1999, p. 14, véase Erickson, este volumen). Una mayor seguridad económica le permitió hacer lo que en la primera fase no había podido por la escasez de medios: excavar con el fin de establecer una cronología y contextualizar los hallazgos que tuvo que entregar a Estados Unidos. Se percibe, por tanto, un cambio deci- sivo desde un área diversificada multidisciplinaria a una más decididamente arqueológica. Gracias a sus trabajos de campo durante esta fase se consolidó su fama de ar- queólogo ya que sus estadías en los Estados Unidos le sirvieron para analizar y publicar el material obtenido (para su estadía en Filadelfia, véase Erickson, este volu- men). Este hecho descarta, obviamente, la fama nega- tiva de coleccionista y expoliador de antigüedades de la que se le acusó en Bolivia y, como veremos, también en el Perú. En vez de recapitular sus itinerarios publicados por Liebscher (1999, pp. 72-85) es más conveniente concentrarse en sus trabajos principales, sobre los cua- les existe material diverso que, en su gran mayoría, no está analizado o publicado todavía. En primer lugar es preciso presentar el trabajo de Pachacamac donde Uhle excavó desde marzo hasta diciembre de 1896. Esta investigación y, sobre todo, su publicación en 1903 (Uhle, 1903b), han cimen- tado su fama de arqueólogo en forma definitiva. Fue reeditado en 1991 (Shimada, 1991) y traducido al castellano en 2003 (Uhle, 2003). La obra original editada en folio, como Uhle estaba acostumbrado desde Berlín, demuestra, por primera vez en el Perú, y también en otras partes de América, la validez de la es- tratigrafía y de la cronología relativa (Rowe, 1998): el plano general del sitio es de una precisión asombrosa (republicado en Wurster [Ed.], 1999, p. 133). Si bien se suele tomar por cumplida la tarea en relación con este sitio, queda por destacar que existe mucho ma- terial referente a las intervenciones de Uhle que aún aguarda estudio. En Berlín se guardan cuatro cuader- nos de campo con más de treinta esbozos, algunos de los cuales pasados en limpio en la publicación, bási- camente sobre la estratigrafía de diversos perfiles. En los textos también hay muchas referencias a pasajes de la publicación, pero otros inéditos. Existen varios centenares de fotos de las excavaciones, de la arquitec- tura de Pachacamac, de paisajes, fiestas, personajes, etc., algunas de ellas muestran fotos fardos que fueron publicadas en Kaulicke (2000b, figuras 1-6). Si bien este conjunto valdría un estudio aparte, queda evi- dente que hay mucho más por estudiar en Filadelfia, donde se encuentra todo el material excavado por Uhle junto con el catálogo respectivo (por ejemplo, más de 200 vasijas de cerámica), más varias versio- nes de manuscritos (incluidos el original de Uhle en alemán) preparados para la publicación del libro, así como documentación adicional; todo ello inédito en gran parte hasta la fecha. Aún en relación con la enorme cantidad de pro- yectos posteriores a Pachacamac, los aportes de Uhle siguen manteniendo su vigencia. Si su presentación es incompleta, la de muchos proyectos llevados a cabo con posterioridad es francamente deficiente o aún inexistente, por lo cual urge una sistematización de este gran cúmulo de datos con el fin de llegar a una síntesis razonada de este sitio de enorme importancia para la arqueología peruana. De particular interés son los contextos funerarios cuya relevancia fue claramente reconocida por Uhle. En este volumen, Shimada y Eeckhout presentan dos de los proyectos recientes en Pachacamac que aportan a la problemática en forma sustancial (para una discu- sión general de Pachacamac, véase Kaulicke, 2000b). La muerte de William Pepper en 1898 impidió una prolongación de sus contactos con la Universidad de Pensilvania, pero Uhle encontró otro apoyo en Phoebe Hearst, ligada a la Universidad de California en Berkeley. En 1901 llegó nuevamente a los Estados Unidos con el fin de preparar las publicaciones de los resultados de nuevos proyectos realizados en los años anteriores y completar su publicación sobre Pachacamac. Excavó aún un conchal en Emeryville y lo publicó (Uhle, 1907), participó en un congreso internacional de americanistas y pensó dedicarse a la enseñanza universitaria preparán- dose para cursos en antropología general, etnología y arqueología y etnología americana (Liebscher, 1999) lo que muestra su ilusión de obtener un cargo más estable; sin embargo, regresó al Perú en 1903 con una renova- ción de su contrato con la señora Hearst. Cabe señalar que las remuneraciones que le llegaron en forma muy irregular desde los Estados Unidos al Perú no resolvie- ron sus problemas económicos, al parecer crónicos. El enorme cúmulo de datos obtenidos en el curso de numerosas excavaciones durante estos años no llevó a publicaciones parecidas a la de Pachacamac. Las ra- zones de Uhle que llevaron a esta decisión no son del todo claras, pero es probable que no haya estado con- tento con las condiciones que le fueron impuestas en Berkeley, por ejemplo, no permitirle presentar su ma- terial en la forma como lo había hecho en Filadelfia. Esta decisión, en todo caso, le perjudicó porque difi- cultó la comprensión de su cronología que presentó solo en breves notas entre 1900 y 1906. En vez de ello guardó su material y lo llevó consigo hasta su regreso a Alemania en 1933. Las excavaciones más importantes fuera de las de Pachacamac son las de las huacas de la Luna y del Sol en Moche, a las que se sumaron sus trabajos en Chan- Chan (excavaciones desde el 11 de setiembre hasta fines de diciembre de 1899). Sobre estas existe un informe voluminoso manuscrito en alemán (325 páginas) por el propio Uhle (sin fecha, probablemente entre 1902 y 1903), una traducción al inglés (271 páginas) de su es- posa, igualmente sin fecha, y una tercera versión meca- nografiada en alemán por Kutscher (revisada en enero de 1946) de 204 páginas; los tres documentos se encuen- tran en el Legado Uhle del Instituto Ibero-Americano. 14 Peter Kaulicke También existen 18 láminas preparadas con fotografías, 134 dibujos en tinta, planos recientemente publicados en Wurster [Ed.] (1999, figuras 34-37) y un total de 36 fotografías. Sus cartas a Berkeley fueron publicadas en una edición privada de 1900 de difícil acceso (Uhle, 1900c). Dos de sus cuadernos de campo (Números 51 y 52) contienen mucho material relacionado con las excavaciones. Todo este conjunto sirvió de base para algunas publicaciones posteriores (1913a, 1913b; tra- ducción al castellano, 1998); Kroeber (1925a, 1944) y Donnan (1965) presentan el material, en particular la cerámica, en forma parcial (véase Kaulicke, 1992, 1998b). No se ha tratado todavía de analizar y compa- rar todo este material; las piezas excavadas, atribuibles a contextos específicos, requieren aún su publicación completa en conjunto con la extensa documentación. Chauchat & Gutiérrez presentan sus trabajos en la llamada plataforma Uhle del complejo Huaca de la Luna. Lograron ubicar evidencias físicas de la presen- cia de Uhle, pero enfatizan algunos problemas con la ubicación de algunos de los contextos. Chauchat (co- municación personal) piensa que sería muy importante poder publicar el informe original y las piezas respec- tivas en el Museo Phoebe Hearst. Es evidente que los trabajos modernos han podido esclarecer muchos as- pectos, de modo que una publicación conjunta de los datos, una vez completada la excavación de Chauchat y Gutiérrez, sería un aporte sumamente importante para la comprensión de este complejo funerario tan central para la sustentación de la cronología de Larco. Basándose en la traducción del artículo de 1913 (Uhle, 1998), Uceda destaca el hecho de que Uhle reconociera el carácter urbano del complejo entre las dos huacas y presenta una breve historia de proyectos en el sitio posteriores a los estudios de Uhle para con- centrarse luego en su Proyecto Huacas del Sol y de la Luna. Con estos resultados reconoce que la cronología planteada por Uhle sigue válida en términos generales. Como señalé en mi artículo de 1998 (Kaulicke, 1998, pp. 184-185) la construcción de esta cronología es con- secuente, pero fue poco comprendida en su tiempo. El siguiente informe inédito en el Archivo Uhle presenta sus trabajos en Marcahuamachuco, en la sierra del Departamento de La Libertad. Este informe trata de sus prospecciones, levantamientos y excavaciones en Marcahuamachuco y Viracochapampa entre abril y junio de 1900. La versión escrita por Uhle en papel consta de 97 páginas en alemán con membrete de The University of California, Archaeological Expedition to Peru, y también existe una copia mecanografiada del mismo texto. Además de ello, existen ilustraciones en forma de láminas con fotos y dibujos. En Wurster (Ed.) (1999, figuras 38-44) se publica algo de este material. Aparte de este conjunto de documentos se han conser- vado 63 fotografías. En este volumen, Briceño reconstruye la ruta de prospección tomada por Uhle guiándose por el iti- nerario publicado por Liebscher con el beneficio de su buen conocimiento del terreno y de los trabajos arqueológicos realizados con posterioridad a 1900. Destaca que Uhle reconociera la correcta ubicación cro- nológica de Marcahuamachuco y las interrelaciones que este sitio mantuvo con otras regiones, así como su fun- ción como centro ceremonial. Gracias a sus trabajos en la zona impulsó e inspiró los proyectos posteriores. Es evi- dente que este material, tanto la documentación escrita y gráfica como el material de excavación, requiere una publicación apropiada para poder apreciar aún mejor los logros de Uhle en esta región importante. En el Legado Uhle del Instituto Ibero-Americano existen otros cinco informes sobre sus excavaciones en Chincha, Ica, Pueblo Nuevo, Pisco y Huaitará, traba- jos realizados entre 1900 y 1901 y escritos entre 1902 y 1903 en Berkeley. Lumbreras (2001) presenta el in- forme de Uhle en Chincha ya publicado y traducido casi enteramente al inglés por Kroeber en 1924, valién- dose también del material en Berlín y de las colecciones en Berkeley, aunque no los publica en extenso. Fotos y planos respectivos se han reproducido en Wurster [Ed.] (1999, figuras 47-58). Lumbreras vincula también este conjunto con datos actualizados, pero su trabajo quedó inconcluso al no presentar el material arqueológico aún, tal como promete al final de su aporte (Lumbreras, 2001, p. 74). El informe sobre el valle de Pisco de Berkeley (no el de Berlín) está ahora publicado por Protzen (Protzen & Harris, 2005). Este incluye también el informe sobre Huaytará. Además de ello, Protzen también es autor de un aporte sobre Tambo Colorado. Ya que es arqui- tecto e historiador de arquitectura, además de buen conocedor de los trabajos de Uhle y por haber traba- jado en el sitio, él está plenamente autorizado para dar una opinión favorable sobre los alcances de Uhle a este respecto. Utiliza el excelente plano original para detec- tar los rasgos perdidos, se concentra en los colores que adornan los muros e indaga sobre los problemas reco- nocidos en el informe original. Los trabajos de Uhle en la costa sur, en 1901, fue- ron guiados por su afán de ubicar y contextualizar las vasijas de lo que llamó Proto-Nazca que había conocido ya en Berlín. Proulx (1970) publicó sus apuntes y el material excavado por él en un trabajo poco conocido (véase Kaulicke, 1998a). Con los resultados cronoló- gicos obtenidos en Pachacamac y consolidados en las huacas de la Luna y del Sol en el valle de Moche, logró un ordenamiento convincente aún en ausencia de ar- quitectura monumental, pero por comparaciones cru- zadas de contextos funerarios; método que ha había sido aplicado antes por él con gran éxito. Como en los casos anteriores, sin embargo, sus breves resúmenes de estos resultados transcendentales sin o con la presentación gráfica muy limitada de los datos (Uhle, 1900a, 1900b; 1901; 1903a; 1904; 1906a) llevaron a un cierto escep- ticismo generalizado, rechazo o admiración irreflexiva. Reindel et al. (este volumen) se dedican a la discusión de esta problemática, sobre todo en relación a la am- pliamente aplicada «secuencia maestra» de Rowe para el valle de Ica en la que detectan algunos problemas. 15 La vida y obra de Friedrich Max Uhle Ellos contrastan estas propuestas con los resultados del Proyecto Arqueológico Palpa y concluyen que el interés especial de Uhle por la asociación de los ar- tefactos en las tumbas hace que sus colecciones todavía tengan un alto valor para la arqueología. De este modo, una continuación de las publicaciones de sus colecciones y una revisión de sus apuntes sigue siendo un proyecto importante para el futuro. De regreso en el Perú, luego de su estadía prolon- gada en Estados Unidos, Uhle se dedicó a realizar ex- cavaciones en Ancón, entre 1903 y 1904 (Rowe, 1954, p. 9), quizá por su renovado interés en el estudio de los conchales, donde encontró cerámica que no pudo ubicar cronológicamente en su esquema, pero se in- clinó por considerarla temprana. Bischof (1999) de- dicó un estudio a esta problemática relacionada con los orígenes de la cultura en el Perú y la problemática de Chavín. Entre mayo y diciembre de 1904, Uhle tra- bajó en varios lugares de la costa central, en el valle Chancay y en el de Supe. Rowe (1954, p. 10) inter- preta una frase de la carta del arqueólogo a Putnam del 3 de noviembre de 1904 (Rowe, 1954, p. 110) en la que se refiere a una caída seria en Huaral Viejo como causante de serios problemas ya que denota una dis- minución de la acuciosidad de sus descripciones y un afán de interpretación más desenfrenada. Esta aseve- ración, sin embargo, resulta algo arbitraria ya que no hay modo de comprobarla plenamente. Entre noviem- bre y diciembre de 1904, Uhle excavó en San Nicolás (Chimu Capac) en el valle de Supe. Estas excavaciones son muy importantes por sus contextos funerarios a los que él llamó «tiahuanacoides» y que hoy sería Huari (Horizonte Medio 1B, 2A, 2B, 3 y 4) (Menzel, 1977, pp. 29-37). En este trabajo, la autora se concentra en la cerámica, que es su especialidad, pero incluye también algunos tejidos pintados (Menzel, 1977, p. 35, figuras 56-59). Oakland enfoca este grupo y, por primera vez, relaciona los objetos de Berkeley con la documentación de los cuadernos de campo, lo que le permitió definir lotes de más de treinta contextos funerarios y ampliar significativamente los avances de Menzel. Uhle estuvo plenamente convencido de la gran importancia de estos contextos y, en particular, de las más de 150 telas pin- tadas. Es, como anota Oakland, también una prueba de que la mencionada apreciación de Rowe se debe a información incompleta. Kroeber publica su «informe» de 1904 en forma incompleta también (Kroeber, 1925b). En él, Uhle sostiene que «las ruinas de Chimu Capac, aproximadamente a mitad de camino entre Pachacamac y Trujillo, son ahora memorables porque en sus tumbas se unen estas dos antiguas civilizaciones, la del norte y la del sur». Es evidente que el estudio de Amy Oakland es una prueba fehaciente de la necesidad de juntar la documentación, concentrarse en lo que Uhle pensó y escribió y, a la vez, un medio para ordenar la importante colección del Museo Phoebe Hearst. Su publicación completa es de alta prioridad. Si bien es cierto que los casi diez años en los que Uhle estuvo vinculado con instituciones estadouni- denses fueron altamente productivos en el campo de la arqueología, sus actividades en 1905, ya en vísperas del cese definitivo del contrato con Berkeley, parecen indicar un cambio de rumbo que retoma los intereses iniciales desarrollados en Argentina y Bolivia. Volvió a la sierra del altiplano y visitó el Cuzco, excavó poco, pero hizo importantes observaciones etnográficas (fies- tas, medicina tradicional, etnobotánica), documentó canciones y cuentos en quechua y castellano e indagó sobre problemas históricos (Masson & Krause, 1999). Es este otro campo que requiere la publicación, el aná- lisis y la interpretación de datos que sugieren que su papel de arqueólogo fue solamente una faceta dentro de una visión más holística de los problemas del pasado vinculados estrechamente con los del presente. FASE 3 (1906 A 1911) Al término de sus contratos con instituciones norte- americanas se inició una nueva etapa en la carrera profesional de Uhle ya que sus vínculos con Europa y Estados Unidos se tornaron más eventuales y se involu- cró directo y definitivamente con el mundo latinoame- ricano. En total, resulta ser la etapa más larga, de unos 27 años (incluidas sus estadías en Chile y el Ecuador), casi el doble que la previa. Pero no se la debería juzgar como una especie de declive largo, al menos no desde el punto de vista de Uhle. Parece más bien como si se hubiera decidido reanudar un estilo que había esco- gido antes de 1896, en su primera fase, el de combinar estudios etnográficos, lingüísticos e históricos con los arqueológicos. Por la antipatía que sintió frente a los norteamericanos se podría pensar aún en la posibilidad de que se hubiera sentido aliviado por haberse librado de esta dependencia estresante. Además de ello, tuvo razones para pensar que, por fin, a los cincuenta años de edad, hubiera logrado un puesto fijo, con su desig- nación como director del Museo de Historia Nacional en Lima, en 1906. En este sentido, no debería tomarse por politiquería lo que aclama en su discurso inaugural (Uhle, 1906c, p. 413): Despertemos el pasado, reconstruyamos la grandeza de sus monumentos, de sus templos, penetremos en su espí- ritu estudiándolo y dando vida a las costumbres y usos, en las técnicas, en los idiomas, en el folklore y en la música de los indios de nuestros tiempos.... todo lo que todavía po- demos oir, ver y observar en el Perú, donde una gran parte de las costumbres antiguas aún son practicadas: hasta la antigua organización gentil, existe todavía en la Sierra, como también el título y el oficio de los Incas (véase tam- bién Kaulicke 1998, p. 76). En otra parte del mismo discurso también denun- cia el poco interés en la conservación del patrimonio arqueológico: «Lo que principie a desmoronarse por la acción del tiempo o la fuerza de los elementos hay que restaurarlos para que lo que es orgullo de la generación 16 Peter Kaulicke presente sea traspasado también a la posterioridad. Un pueblo que honra a su pasado honra a si mismo» (Uhle, 1906c, p. 414). Otra medida urgente sería la de deste- rrar a los «vándalos, que ahí quieren buscar tesoros, a los frívolos que explotan los palacios antiguos para diferen- tes usos de sus haciendas» (Uhle, 1906c, p. 414). Estas citas demuestran claramente un programa que coincide con las metas de su vida profesional: no excavar para fines de lucro, sino para poder vincular el pasado con el presente por lo cual la conservación del patrimonio de los restos físicos de este pasado requiere su estudio y su protección. Pese a ello, Uhle fue acusado precisa- mente por supuestos delitos de un científico divorciado de la realidad y desinteresado en una arqueología com- prometida o «social», como suele llamarse en el Perú, y como expoliador del patrimonio. Estas contradicciones también se perciben en una documentación contempo- ránea extrañamente escasa o aún inexistente en cuanto a sus actividades de director de un museo por lo que los datos disponibles se reducen nuevamente a las notas de sus cuadernos (Hampe, 1998; Masson & Krause, 1999; Liebscher, 1999). Publica relativamente poco (Höflein, 2002, pp. 21-22), pero se trata de contribuciones im- portantes sobre conchales (Uhle, 1906b), trabajos sobre los incas (reedición Tauro 1969) y lingüística. Höflein (2002, p. 10, nota de pie 26) anota que Uhle tenía la in- tención de publicar un libro en alemán con el título Das alte Perú (El Perú antiguo); en Kaulicke (Kaulicke [Ed.], 1998, pp, 203 y 229) se publican dos mapas impresos de 1907 que podrían haber sido partes de una publicación parecida que nunca salió (véase Höflein 2002, p.35). Hampe (1998) ilumina la estadía de Uhle a partir de una visión de historiador. A raíz de la derrota pe- ruana en la guerra con Chile (1879 a 1883), en el Perú se sintió la necesidad de superar el desastre, explicarse las razones de la debacle y lograr una recuperación de la crisis, para lo cual era preciso resaltar y recuperar los va- lores patrios del «Perú profundo» (véase arriba discurso de Uhle). Con este ánimo se creó el Instituto Histórico (Uhle era uno de los primeros miembros) con un pro- grama muy amplio y ambicioso. Este espíritu fue respal- dado por un nutrido grupo de destacados intelectuales como Prado, Villarán, Deustua, Torres, González de la Rosa, Polo y Patrón, muchos de ellos colegas y amigos de Uhle. Su labor como museólogo parece haber sido eficiente, sobre todo en ampliar el inventario de las pie- zas arqueológicas en un 85 %; además, más de cinco mil piezas proceden de excavaciones del propio Uhle, las cuales, sin embargo, no se dejan reconstruir bien por sus cuadernos de campo. No hay estudios completos de lo que Uhle dejó en el museo ni de documentación ad- ministrativa. Hampe extrae sus datos en su mayoría de fuentes ex post facto. Resulta difícil entender las razo- nes por esta ausencia ya que impiden también precisar las circunstancias que llevan a su dimisión y a la deci- sión de aceptar otro cargo en Chile. Es probable que los problemas económicos reales que aquejaron a Uhle a partir de una reducción drástica de los presupuestos en más de 40 % a dos años después del inicio de su cargo (a lo que se refiere en una carta a Markham de 1912, véase Hampe, 1998, p. 163), no hayan sido los moti- vos únicos. Estos problemas, probablemente de orden personal, no hay que buscarlos entre los intelectuales. Hampe (1998; pp. 157-158) menciona una larga lista de «notables exponentes del ambiente intelectual de entonces» de los que Uhle pensó despedirse antes de sa- lir a Chile. Las críticas, algunas demoledoras pero poco justificadas, se acumularon después de 1911. El artículo de Hudtwalcker da prueba del incon- cluso estado en que se hallan los estudios sobre Uhle en el Perú. Como este último, el autor ha efectuado excavaciones en la isla de San Lorenzo, las que puede comparar con un importante artículo en el periódico El Comercio del 23 de junio de 1907, reproducido en este aporte y que no figura en las diversas bibliografías publicadas lo que hace sospechar que existen otros tex- tos de Uhle aún desconocidos en este tipo de medio. Se cuenta además con otro trabajo sobre estas excavacio- nes publicado por Isla (1995). Es preciso destacar una pieza de tela pintada de gran tamaño que hasta la fecha no ha merecido la atención de los especialistas como las mencionadas telas de Supe (véase arriba) y la tela excavada de Uhle en Pachacamac (Uhle, 1903, lámina 4.1; véase también Kaulicke 1998, p. 21). El aporte de Valdez se centra en el material que se conoce como nievería, que debe su nombre a un sitio donde trabajó Uhle. Este material funerario fue par- cialmente publicado por Gayton (1927), pero existe mucho material inédito de adquisiciones y excavacio- nes posteriores realizadas por él en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia de Lima. Ahí se guarda también un catálogo (copia del inventario [manuscrito], registrado en el volumen X del Museo Nacional de Historia, correspondiente a los años 1906 a 1911, tomos I y II, Lima). Este catálogo es de suma importancia porque permite precisar al detalle los apor- tes materiales mencionados. Valdez ubicó mucho de este material y lo está usando para su tesis de licencia- tura. En una nueva síntesis puede confirmar la validez de la ubicación cronológica propuesta por Uhle. FASE 4 (1912 A 1919) Esta etapa de la vida de Uhle nuevamente abre pers- pectivas particulares que difieren marcadamente de lo que acaba de mencionarse sobre la segunda parte de su estadía en el Perú. Dauelsberg (1995) proporciona el más detallado itinerario en Chile en base a los cua- dernos y una serie de manuscritos aparentemente inédi- tos del legado en el Instituto Ibero-Americano. Según Núñez, en este volumen, su invitación se debe a la ne- cesidad de cubrir un reemplazo por su amigo Aureliano Oyarzún, quien había aceptado una beca para Munich. Su cargo en Santiago tampoco le duró mucho ya que en 1916 se quedó sin contrato, pero siguió trabajando en el país estableciéndose en Arica donde permaneció hasta 1919, aparentemente con apoyo económico de la Fundación Hearst de Berkeley. Este material inédito se complementa con una serie de publicaciones sobre sus 17 La vida y obra de Friedrich Max Uhle trabajos en Chile; Dauelsberg (1995, pp. 388-389) cita 27 trabajos entre los años 1912 y 1919. En estos se nota un interés diversificado que no solamente se centra en la arqueología, aunque son sus contribuciones en este campo las que han evocado más interés. Erhardt (1999) dedica un análisis muy interesante relacionado con los métodos de Uhle y su repercusión posterior. Se le plan- teó una problemática diferente a las del Perú, Bolivia y Argentina, donde no había encontrado rasgos pertinen- tes, la del paleolítico americano. Reconoció artefactos líticos «primitivos» parecidos al paleolítico francés, pero negó una sincronía debido a la asociación con objetos de carácter «neolítico» a menudo en capas profundas de conchales. Por otro lado aceptó la probabilidad de po- der encontrarse evidencias más tempranas efectivamente paleolíticas. Pero, pese a estas reservas esencialmente co- rrectas, Uhle mantuvo el uso del término «instrumen- tos paleolíticos» lo que llevó a cierta confusión posterior debido a la inclinación de aceptar las teorías de Uhle «a la letra» en un verdadero «boom» de conceptos cronoló- gicos panandinos (Erhardt, 1999, p. 116). Otro aporte fundamental es el reconocimiento de los «aborígenes de Arica» que se ha convertido en una especie de emblema de la arqueología chilena: las momias chinchorro. Uhle había reconocido correctamente las técnicas de momi- ficación y su relativa edad aunque se vuelve a notar su afán de relativizarla al comparar los vestigios arqueoló- gicos con poblaciones «primitivas» como los botocudos y los fueguinos que, a su vez, supuestamente se parecen a los pescadores primordiales del Perú. En esta meto- dología demuestra su apego a criterios de los etnólogos histórico-culturales de su época en contra de un evo- lucionismo que, como ya se mencionó, parece ser una herencia de los inicios de su formación. De este modo el hombre de Arica estaba compuesto: de formas consue- tudinarias a todo hombre primitivo, como el diluviano europeo, el primordial de América ... y de otras más adelan- tadas que habían principiado a introducirse en los últimos tiempos, por la aproximación paulatina de las civilizaciones peruanas del Norte (Uhle, 1922, p. 55). Otra cita expresa aún más claramente la posición de Uhle: los métodos generales y teorías de la nueva ciencia de la etnología se han estado evolucionando hasta ahora continuamente. Según las nuevas teorías de Gräbner y Foy de Alemania y Guillermo Schmidt de Viena, nin- gún tipo de civilización alcanza un grado de civilización más alta sin haberse rozado con representantes de civi- lizaciones más altas y haber sufrido la inundación por ellas. Considero que esta teoría en mucho sentido no es más que un desarrollo de mi propio método de la com- paración de civilizaciones hasta su última consecuencia (Uhle 1914, 1s.). Erhardt (1999, pp. 122-128) piensa que influencias marcadas de Uhle se perciben aún en los investigadores modernos de Chile. En relación con esta temática es preciso destacar una publicación poco conocida de Uhle (Uhle, 1917, reeditado en Kaulicke 1998, pp. 301-335). En ella propone un ius historiae antiquae (derecho de historia antigua), un corpus legal destinado al estudio y la pro- tección del patrimonio arqueológico y antropológico a nivel panamericano. Uhle (1917, p. 386) comienza su trabajo de la siguiente manera: La civilización moderna es inseparable de su fundación en la historia. El estado moderno no puede realizar su idea innata de una manera perfecta, sin que sus miem- bros conozcan ellos mismos su significación en el mundo, las raíces de que ha nacido, i los fines que en él se han de perseguir conforma a las condiciones naturales que han orijinado su existencia i a las facultades innatas que de- terminan su fin ... la historia en este sentido no tiene la forma de una crónica o de simples anales ... sino como una filosofía que debe hacer comprender las fuentes de que el estado ha nacido i cuya multiplicación i desarrollo lójico tiene que dar como un resultado forzoso todo su desenvolvimiento hasta su fin. La situación de los estados modernos americanos no desarrolló este sentido de Weltbewusstsein y de iden- tificación con una historia anterior a la llegada de los inmigrantes de otros continentes. El estudio de la historia precolombina de los estados formados ahora por los europeos debe ser de un interés tanto menos evitable para estos mismos, porque son po- cos los estados en que grande porcentaje de la población aborijen no ha entrado como elementos de su población moderna con todas sus virtudes por un lado, vicios por el otro salvados de tiempo antiguo al moderno (Uhle, 1917, pp. 386-387). Esta historia, por tanto, es una preeuropea y otra, más reciente, europeizada, que tiene que separarse en los caminos a su comprensión; la primera combina la arqueología, la antropología y la lingüística, pero la «mayor parte de los documentos con que ha de es- cribir esta historia se encuentran enterrados ... como monumentos listos para contar los hechos heroicos de las naciones pasadas al que quiere oírlos» (Uhle, 1917, p. 387). Resulta muy interesante cómo Uhle define la arqueología y su desarrollo desde un estudio de la anti- güedad clásica a una diversificación notable que implica también una especialización. Esta actitud más «holís- tica» debería incluir la arqueología americana, pero [e]ncontrar los restos, describir i llevarlos a los museos eu- ropeos o norteamericanos parecía en un tiempo la obra natural i suficiente del arqueólogo americano [la tarea pasada de Uhle]. Estos tiempos ya no existen o no debe- rían existir. Como en el mundo antiguo en la arqueolojía ejipcia, babilónica, prehelénica, etc., no sólo se buscan i describen nuevos restos antes no conocidos, sino se los usa al mismo tiempo para la reconstrucción del desarrollo de 18 Peter Kaulicke las civilizaciones pasadas una de otra, de los factores que han contribuido a formarlas, de sus migraciones, paula- tina estensión, de las causas que sirvieron a producirlas i después de perderlas, entonces para la reconstrucción de su historia, de la misma manera el término arqueolojía con respecto a los restos dejados por los antiguos americanos parece justificado i solo debería aplicarse, si prescindiendo de fines puramente descriptivos el arqueólogo es capaz de utilizarlos en la reconstrucción del movimiento histórico de las naciones pasadas según los métodos desarrolladas en Europa ... Mirada la arqueolojía como una ciencia emi- nentemente histórica, ocupa un puesto de suma impor- tancia al lado de los estudios históricos que se ocupan con los tiempos más claros modernos i debería participar en la posición privilejiada, que a esta última en todo el mundo se reconoce (Uhle, 1917, pp. 387-388). Este razonamiento evidentemente sirve para fun- damentar la necesidad de una protección estricta y legalizada del patrimonio arqueológico por parte de los estados americanos respectivos así como la de un estudio concertado del mismo por medio de un en- foque interdisciplinario. «Concertado» significa en este contexto la cooperación científica y legal del conjunto de estos estados ya que la historia, en la visión de Uhle, no es un asunto nacional y que [p]or su configuración geográfica especial el continente americano forma más que las otras grandes partes de nues- tro planeta, una unidad también con respecto al orijen de su población antigua i al desarrollo de sus civilizaciones. Más que en otras partes del mundo se imponen por eso problemas sobre el origen de sus poblaciones primitivas condensadas en cuestiones precisas sobre las cunas de su primera inmigración i la afinidad de sus razas con otras ... También la unidad en el desarrollo de las civilizaciones es más grande en América que en cualquier otro conti- nente de iguales dimensiones. Hai vestigios de una capa orijinal de civilización primitiva con numeroso objetos de carácter paleolítico en la rejiones más distantes del conti- nente...Es necesaria la cooperación de la ciencia en todos los países americanos, para elevar a la luz clara del día las pruebas de la estensión sobre el continente de este ínfimo grado de cultura orijinal” (Uhle, 1917, p. 400). No es este el lugar para analizar toda esta argumen- tación compleja que ilumina mucho de lo que, en otras publicaciones, aparece en forma parcial o puntual. Conviene resaltar el afán de Uhle de presentar todo un edificio de argumentos con el fin de lograr una con- cientización panamericana de una especie de «global heritage» pese al desinterés generalizado de entonces y de la actualidad, acorde con su visión de una «historia americana». Estas tendencias difusionistas no afectan su criterio esencialmente correcto de la cronología relativa cuya validez general se ha mantenido pese a críticas posterio- res. En este sentido es notable la posición mucho más positiva de los científicos chilenos frente a sus aportes que las de sus colegas bolivianos y peruanos. Quizá por darse cuenta de un cierto escepticismo o aun rechazo a sus logros, Uhle decidió publicar artículos más sus- tanciales para presentarlos en forma más explícita con los datos que los respaldaban, pero lo hizo en alemán (Uhle, 1913a, 1913b). Las posteriores traducciones al castellano suelen ser deficientes por lo que se publicó otras más fieles recientemente (Kaulicke [Ed.], 1998). En todo caso estas explicaciones no impidieron críticas fulminantes. En 1912 Posnansky publicó una réplica furibunda en dos idiomas, en alemán y en castellano (Posnansky, 1912; 1913), a una reseña de Uhle de un libro del primero publicado el año anterior (Uhle, 1912c) en la que no duda de tildar al alemán de ladrón y traficante (véase Schávelson, 1996). Seler (1912, 1923) criticó la cronología establecida por Uhle que encontró respaldo tardío en Tello (1923), quien tradujo este artí- culo al castellano con motivo de la muerte del primero. Riva-Agüero también se vio herido por críticas de Uhle (Uhle, 1912a) a sus argumentos lingüísticos equivo- cados, pero se tomó tiempo con sus repetidas réplicas vehementes (véase Kaulicke, 1997b). Núñez, este volumen, acepta la posición presen- tada por Erhardt, pero enfatiza la capacidad de Uhle de «cruzar distintas disciplinas para esclarecer la naturaleza material arqueológica» a datos recogidos del campo de la etnografía, antropología física, lingüística como estu- dios toponímicos para detectar las distribuciones de las civilizaciones, como en el caso del kunza, el idioma de los atacameños. Gracias a su conocimiento profundo de las características de la arqueología atacameña de la que es uno de los más destacados exponentes, matiza más los aportes de Uhle y evalúa en forma positiva la lógica empleada por este último. Reconoce muchos aciertos adelantados en su tiempo que se vuelven a considerar en la actualidad. Quisiera destacar lo que Núñez descubre como cualidades humanas del alemán «sistemático»: es posible inesperadamente conocer al «otro Uhle», aquel que recorre en círculo en torno a las primeras sepulturas «Protonazcas» de Pisagua, celebrando entre una algarabía sorprendente para sus trabajadores quienes así lo recor- daron por mucho tiempo. En contraste, el fallecimiento de su «querida compañera de vida» [su esposa Charlotte quien falleció en setiembre de 1920 después de una larga enfermedad penosa en Alemania] lo afectó sensiblemente al punto que: «si hubiese tenido experiencias oficiales más agradables, o primero en Lima o después en Santiago, no habría habido la necesidad de que mi señora fuera a Alemania donde las consecuencias de la guerra la han llevado tan horrorosamente a la tumba ... Ahora estoy estudiando sólo los problemas, con mucho menos valor y ánimo para la vida» (citado de Mostny 1964, p. 156). Santoro et al., este volumen, se preguntan por las razones de los trabajos en Arica y Tacna y encuentran argumentos científicos, pero Gänger (2009) descubre razones políticas en las cuales involucra a Uhle. Los primeros celebran el establecimiento esencialmente 19 La vida y obra de Friedrich Max Uhle correcto de la cronología regional de Arica y señalan los cambios modernos en la misma. La mayor parte de su aporte consiste en presentar las intuiciones preclaras con los análisis modernos de las momias chinchorro, en las que coinciden largamente con la clasificación original de Uhle, su sugerencia de una edad notable de estos cuerpos, por su relación genética con los changos y atacameños y destacan su afán de vincular la prehis- toria de Arica con la de América. FASE 5 (1919 A 1933) Estos últimos casi 14 años de estadía en países sudameri- canos son extrañamente desconocidos fuera del Ecuador, aún considerando la poca documentación respectiva de los otros países donde trabajó (véase arriba). Esta des- consideración se debe mucho a criterios apresurados de colegas norteamericanos que se resumen en las palabras de Collier, quien sugiere que la edad avanzada de Uhle le indujo a buscar obstinadamente relaciones directas con Mesoamérica lo que considera refutado por inves- tigaciones posteriores (Collier, 1982, p. 6). Tellenbach (1999, p. 10) se extraña de que se le cite aparentemente sin haber leído sus trabajos en referencia a sitios como Cerro Narrío (véase abajo), Paute, Chorrera y otros. Höflein (2001) presenta un resumen de sus acti- vidades en el Ecuador y subdivide este tiempo en dos fases, como las anteriores presentadas en este trabajo debido a sus situaciones financieras. La primera entre 1919 y 1924, durante la cual recibió el apoyo de Jijón y Caamaño y trabajó en el sur del país y una segunda entre 1925 y 1933 como profesor en la Universidad Central de Quito con trabajos de campo en la parte norte del Ecuador. En 1918 se le nombra socio co- rrespondiente de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, fundada en 1909 y auspiciada por Federico González Suárez (1844-1917). Desde 1918 esta sociedad publicó el Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos (Boletín de la Academia Nacional de Historia) que se convirtió en una revista importante, en la que Uhle también pu- blicó varios trabajos. Uno de los miembros fundadores de esta sociedad fue Jacinto Jijón y Caamaño (1890- 1950) un personaje muy importante para la arqueo- logía ecuatoriana. Su situación económica holgada le permitió apoyar directamente a Uhle y fue su admira- dor, pero el arreglo entre ambos pareció haber tenido aspectos de una colaboración remunerada. En 1919 la arqueología ecuatoriana estaba ya afirmándose gracias a los esfuerzos de González Suárez y, sobre todo, de Jijón y Caamaño, así como de aportes extranjeros como Saville, Dorsey, Rivet y Verneau. Los trabajos de Uhle se concentraron en Tomebamba, la segunda capital de los incas, definió su ubicación disputada hasta entonces y publicó una monografía sobre el sitio (Uhle, 1923). Idrovo (1994) quien realizó excavaciones más intensi- vas en el sitio reconoce la relevancia de esta monografía y la precisión de los planos. Tellenbach (1999) revisó el material que Uhle llamó «cultura Chaullabamba» y lo comparó con proyectos posteriores. Con este trabajo rectificó ciertos malentendidos, sobre todo de parte de norteamericanos, y reconoció contactos amplios entre la sierra sur y la costa del Ecuador (Engoroy-Chorrera) y vínculos con el Formativo peruano. Conviene citar sus conclusiones en extenso: A Max Uhle le debemos la primera idea de las interre- laciones tempranas entre las áreas Norte- y Centro- Andina, ideas sobre contactos a larga distancia que tanto le fascinaron toda su vida: Esta visión no la debemos a su deseo de explicar, a través de teorías migratorias e hi- pótesis sobre contactos de larga distancia, la historia del continente americano. Sino la debemos al Uhle descono- cido y olvidado en el Ecuador: A su criterio tipológico, a su conocimiento íntimo del material, a su capacidad de separar lo importante de lo efímero y la valentía de describir e ilustrar aquello que todavía era desconocido. Capacidad que Max Uhle demostró al publicar su estu- dio sobre la «Civilización Chaullabamba», cualidades por las que merece el título de «padre de la arqueología» también en el Ecuador (Tellenbach 1999, p. 307). Esta posición justificada de Tellenbach reclama una revisión de las ideas del difusionismo que influyeron significativamente en la arqueología ecuatoriana hasta en tiempos recientes. Sin entrar en detalles es preciso mencionar la supuesta conexión con el Jomon de Japón, responsable para la formación del Formativo Temprano (Valdivia) propagada por Meggers, Evans y el ecuato- riano Estrada a partir de la década de los cincuenta del siglo pasado (Meggers et al., 1965). Lathrap (1970), en cambio, trató de explicar el origen de Valdivia, Chavín y de los «olmecas» desde la Amazonía y, últimamente, de África. Los esposos Meggers-Evans y Lathrap es- tuvieron presentes en el I Simposio de Correlaciones Antropológicas Andino-Mesoamericanas llevado a cabo en Salinas, en 1971 (Marcos y Norton 1982). En las actas, el artículo de Grove (1982) es interesante ya que plantea que semejanzas entre Mesoamérica y los Andes señalarían una dirección inversa a la usualmente plan- teada, es decir, una dirección sur-norte. Esto recuerda la idea de la irradiación sumamente amplia de elemen- tos desde Chavín de Huántar (véase Carrión-Cachot, 1948, lámina XXVI) aunque, en el Perú prevalece una especie de «autoctonismo doctrinario» concentrado en el territorio delimitado por las fronteras actuales y esen- cialmente desinteresado en los pasados precoloniales de los demás países sudamericanos y centroamericanos. Marcos (1999) destaca el problema de las relaciones entre los Andes y Mesoamérica y simpatiza con Jijón y Caamaño y Uhle ya no en el sentido de olas de difusión (Jijón) sino como conexiones de larga distancia relacio- nados con los moluscos Spondylus y Strombus (mullu y pututu). El autor (Marcos, 1999, p. 208) resume que [l]as contribuciones de Max Uhle a la arqueología ecuato- riana fueron importantísimas. Muchas quedaron traspa- peladas en la confusión histórica, y por los resentimientos causados por la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, 20 Peter Kaulicke no hay área del Ecuador -con excepción del Oriente- en que el investigador moderno no encuentre que Max Uhle estuvo allí primero. Ni hay problema arqueológico -en el marco general de su trabajo- que Uhle no haya tratado con el marco teórico e instrumentos arqueológicos que entonces se hallaban a su disposición. Marcos, en su trabajo, hace más referencias a la segunda etapa sobre la que conviene agregar que su última excavación, la de Cochasquí (Uhle, 1933) fue retomada por Oberem entre 1964 y 1965 (Oberem y Wurster [Eds.], 1989). Oyuela-Cayceda et al., este volumen, dedican su estudio al importante sitio Cerro Narrío, presentan los antecedentes y se precisan el aporte de Uhle al exami- nar los cuadernos de campo respectivos. Estos aspectos no tratados en el artículo de Tellenbach (véase arriba) complementan la problemática específica con datos adicionales. Con todo ello queda evidente que estos últimos años de Uhle y sus aportes a la arqueología ecuato- riana fueron todo menos insignificantes y prueba de divagaciones seniles. Es igualmente evidente que —de nuevo— muchos malentendidos se deben a un conoci- miento deficiente de sus publicaciones. Parece que aún no se han estudiado en forma completa los documen- tos inéditos en Berlín y sus notas de campo, protocolos de excavación, sus planos y mapas, en los archivos del Museo Jijón y Caamaño en la Pontificia Universidad Católica de la ciudad de Quito (Marcos 1999, p. 201) así como su material excavado en el mismo sitio y quizá en otros del Ecuador. Como en Chile (véase arriba) pa- rece existir una correspondencia voluminosa con sus colegas latinoamericanos y extranjeros (Höflein, 2001, p. 333 y notas de pie 7 a 9) apenas utilizada hasta la actualidad. CONCLUSIONES Rowe (1954, p. 1) sostiene que Uhle llevó a cabo más trabajo de campo en la parte occidental de América del Sur que cualquier otro antes y después de él. En otro trabajo (Rowe, 1998, p. 18) opina que «[l]a cronología relativa de Uhle fue una hazaña intelectual de primer orden». Estas razones por sí solas ya deberían ser su- ficientes para ocuparse detenidamente de sus aportes a la arqueología de seis países americanos (Estados Unidos incluidos). Pero se agregan aún otros logros sumamente relevantes en los campos de la etnología, lingüística e historia. Uhle formó importantes colec- ciones en Estados Unidos, Lima, Santiago, Quito y organizó museos en diferentes países. Dejó un legado voluminoso concentrado en el del Instituto Ibero- Americano de Berlín, pero una cantidad aún incalcu- lable en otros países y publicó más de 280 títulos en diferentes idiomas. Como se ha tratado de demostrar en esta introduc- ción todo este esfuerzo casi inimaginable no ha llevado a un estudio de síntesis, lo cual se debe a una serie de factores. Primero, precisamente el carácter internacio- nal de sus trabajos y, por tanto, la confrontación con problemas serios de diferente índole, a menudo sin el apoyo necesario y con una situación económica cró- nicamente precaria. Como aparentemente nunca tuvo reparos en proclamar y defender su posición sin pre- ocuparse de las consecuentes reacciones nocivas para él, estos problemas personales frecuentemente condu- jeron a consecuencias graves ante las cuales se sintió impotente. Es, en resumen, una confrontación con la que no pudo lidiar y al no hacerlo (el que calla otorga como se dice en el Perú), su silencio fue tomado como reconocimiento de la validez de las acusaciones de sus oponentes. Queda, por tanto, averiguar las circunstan- cias particulares desde la posición del propio Uhle. Este enfoque es posible al estudiar sus cartas y otros de sus documentos personales en Berlín y otros sitios. El otro factor consiste en la necesidad de reunir el material disperso, fuera de su documentación personal, al concentrarse en lo que hizo como científico. Para ello no es suficiente la lectura y el análisis de sus numerosos cuadernos de campo ya que estos no se deben tomar por diarios ni por apuntes de orden científico en primer lugar. Hay que ver estos datos junto con el abultado cuerpo de ilustraciones (planos, dibujos, fotografías) y separarlo en materias (arqueología, lingüística, etno- grafía, etc.), por tiempo y por lugar y cruzar luego los resultados. Sería conveniente hacerlo de acuerdo a las fases (y quizá subfases) presentadas en esta introduc- ción ya que es preciso ampliar el cuerpo más o menos conocido con documentación nueva por ubicar en los diferentes lugares donde Uhle trabajó. Un tercer factor son las publicaciones de las colec- ciones en Berkeley, Pensilvania, Lima, Santiago, Quito y otros lugares y su contraste con la documentación grá- fica y escrita antes mencionada. Esta tarea, como la pri- mera, es complicada pero factible gracias a los recientes avances de coordinaciones entre Berkeley, Pensilvania y Berlín. A estos esfuerzos deberían unirse otros en los países andinos donde Uhle estuvo activo. Tal empresa suena poco realista pero es la única para poder superar el insatisfactorio estado de conocimiento que reinó ya en su vida y sigue en vigencia en la actualidad y resulta imperativa si se quiere escribir una biografía tanto en acuerdo con los requerimientos modernos de este gé- nero de publicaciones y, por tanto, basada en estudios serios y completos en vez de evaluaciones someras, mal- entendidos, tergiversaciones, etc. En tal biografía, su vida personal debería ser el transfondo necesario para sus obras que la reflejan y la forman. Todos los autores que han contribuido a este vo- lumen están convencidos de la importancia y vigencia de los aportes de Uhle, aunque esta radica en buena parte en intuiciones, repeticiones de opiniones po- sitivas o lecturas someras de su obra, mas no en un necesario estudio pormenorizado que sirva para con- trastar resultados modernos con los del inicio del siglo XX. Lo «revolucionario» de Uhle debe buscarse en el 21 La vida y obra de Friedrich Max Uhle trasfondo intelectual que se presentó al inicio de esta introducción, en la aplicación estricta y sistemática de una metodología empírica, por lo cual la recons- trucción de esta metodología y su justificación teórica tiene que partir de la reconstrucción de sus datos em- píricos, no solo para el campo de la arqueología sino también en los otros en los que Uhle estaba interesado. Si bien este es el procedimiento común en la historia de la investigación científica, sus alcances servirán para sintetizar una arqueología andina que, en la actuali- dad, es nacionalista y, por tanto, fragmentada, mucho más aún que en el temprano siglo XX. La visión de una historia americana compartida con anterioridad del impacto del mundo occidental del siglo XVI, la de un proyecto de colaboraciones sostenidos de todos los países modernos involucrados para su realización es un sueño que sigue siendo una necesidad tan urgente ahora como lo fue en el tiempo de Uhle. Arenhövel, W. (Ed.) (1979). Berlin und die Antike. Architektur. Kunstgewerbe, Malerei, Skulptur, Theater und Wissen- schaft vom 16. Jahrhundert bis heute. Katalog. Berlin: Deutsches Archäologisches Institut/Staatliche Museen, Preußischer Kulturbesitz. Astuhuamán, C. (1999). Humboldt y la arquitectura inca. Runa- manta, 1, 131-138. Bankmann, U. (1999). Aufbruch und Rückkehr. Die Berliner Zeit im Leben Max Uhles. 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