DANIEL PARODI REVOREDO SERGIO GONZÁLEZ MIRANDA (COMPILADORES) Las historias que nos unen 21 RELATOS PARA LA INTEGRACIÓN ENTRE PERÚ Y CHILE LA S H IS T O R IA S Q U E N O S U N EN 21 R EL AT O S PA R A L A IN T EG R A C IÓ N E N T R E PE R Ú Y C H IL E D A N IE L PA R O D I R EV O R ED O Y SE R G IO G O N Z Á LE Z M IR A N D A (C O M PI LA D O R ES ) Encontrar los episodios positivos en las relaciones peruano-chilenas entre los siglos XIX y XX, y reunir para contarlos a más de una veintena de académicos de ambos países fue la meta que se trazaron los historiadores Daniel Parodi (Perú) y Sergio González (Chile) cuando se conocieron en Santiago en 2011 en un diálogo binacional entre políticos y académicos. Las historias que nos unen. 21 relatos para la integración entre Perú y Chile reúne algunos artículos escritos por autores peruanos, otros por autores chilenos, y varios por parejas de autores, uno de cada país. Todos estos escritos son relatos de hermanamiento entre los dos países a través de historias de amistad que tocan aspectos políticos, sociales y, principalmente, de la vida cotidiana, y por medio de historias vinculadas a Tarapacá y la región de frontera que se extiende hasta Tacna. Las historias que nos unen no intenta obviar los eventos dolorosos de la historia, sobre los que ambas colectividades deberían conversar con madurez y respeto en un futuro cercano. Más bien, la compilación busca ampliar la mirada sobre nuestro pasado común para mostrar que chilenos y peruanos protagonizaron intensos episodios de amistad que ameritan ser recordados, como el aporte del libertador chileno Bernardo O´Higgins a la Independencia del Perú, la admiración al bolerista peruano Lucho Barrios en Chile, la infl uencia de la culinaria nacional en el país del sur. Estos, entre muchos otros temas, confi guran un recorrido por el pasado peruano-chileno que desconocemos, aquel que traza los lazos de unión que deben acercar a las generaciones del futuro. DANIEL PARODI REVOREDO es licenciado en his- toria por la Pontifi cia Universidad Católica del Perú (PUCP), Magíster en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid y candidato a Doctor por la misma casa de estudios. Es profesor del Departamento de Humanidades de la PUCP y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Sus especialidades son la Guerra del Pacífi co, las relaciones peruano-chilenas, el análisis crítico del discurso histórico y el imaginario colectivo, y los procesos de reconciliación internacional. Es editor de la colección «Delimitación Marítima entre el Perú y Chile ante la Corte Internacional de Justicia» en el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú y formó parte del grupo consultivo de dicha insti- tución durante el desarrollo del litigio de La Haya. Ha publicado Confl icto y reconciliación. El litigio del Perú contra Chile en la Corte de La Haya (2014) y Lo que dicen de nosotros. La Guerra del Pacífi co en la historiografía y textos escolares chilenos (2010). SERGIO GONZÁLEZ MIRANDA es historiador y soció- logo con una maestría en Desarrollo Urbano y Regional por la Pontifi cia Universidad Católica de Chile. Es Doctor en Educación por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y Doctor en Estudios Americanos con mención en Relaciones Internacionales por la Universidad de Santiago de Chile. Ha sido Director General de Extensión y Director del Departamento de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Arturo Prat, casa de estu- dios en la que actualmente ejerce la dirección del Instituto de Estudios Internacionales. Ha publicado La sociedad del salitre. Protagonistas, migraciones, cul- tura urbana y espacios públicos, 1870-1940 (2013) y Sísifo en los Andes. La (frustrada) integración física entre Tarapacá y Oruro: las caravanas de la amistad de 1958 (2012). Otras publicaciones del Fondo Editorial PUCP Rituales del poder en Lima (1735-1828) De la monarquía a la república Pablo Ortemberg, 2014 Relación de los mártires de La Florida del P. F. Luis Jerónimo de Oré (c. 1619) Raquel Chang-Rodríguez Lima, siglo XX: cultura, socialización y cambio Carlos Aguirre y Aldo Panfi chi (eds.) Entre los ríos. Javier Heraud (1942-1963) Cecilia Heraud Pérez Lecturas prohibidas. La censura inquisitorial en el Perú tardío colonial Pedro Guibovich Pérez Las ruinas de Moche Max Uhle (edición y traducción de Peter Kaulicke) Las historias que nos unen 21 relatos para la integración entre Perú y Chile Daniel Parodi Revoredo y Sergio González Miranda (compiladores) © Daniel Parodi Revoredo y Sergio González Miranda, 2014 © Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú Teléfono: (51 1) 626-2650 Fax: (51 1) 626-2913 feditor@pucp.edu.pe www.pucp.edu.pe/publicaciones Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP Primera edición: marzo de 2014 Tiraje: 500 ejemplares Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2014-04554 ISBN: 978-612-4146-69-5 Registro del Proyecto Editorial: 31501361400262 Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú ¡Contemplad vuestra obra! Voces de la masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana Juan José Rodríguez Díaz Nada tan hermoso como derribar fronteras i destruir el sentimiento egoísta de las nacionalidades par’hacer (sic) de la Tierra un solo pueblo i de la Humanidad una sola familia. Manuel González-Prada El 21 de diciembre de 1907 es una fecha que debe ser recuperada para la clase obrera mundial como uno de los acontecimientos más excelsos de solidaridad proletaria. Las miles de personas que se parapetaron en la escuela de Santa María de Iquique nos hacen recordar a otro grupo de mártires de la lucha social, quienes también cayeron bajo la metralla y los cañonazos al grito de: Vive la Commune! 1 A pesar de no impli- car la acción programática de una cuajada postura de línea política2, el principismo con el que llevaron su protesta hasta las últimas consecuencias y la dignidad de su lucha consecuente se convirtió en un gran hito de la lucha social del pueblo de Chile. La sangre derramada en Iquique no fue en vano, porque los pueblos chileno y lati- noamericano tuvieron un ejemplo para las generaciones futuras de inquebrantable lucha por las causas sociales. Décadas después de este acontecimiento otra imagen pasa por nuestra memo- ria, el 11 de setiembre de 1973, tan glorioso para la historia chilena por la heroica resistencia del presidente Allende y sus más cercanos colaboradores, como oprobiosa página de su historia por la actitud de los que bombardearon La Moneda para sacar al presidente, consecuente con sus ideas. 1 El lema se refiere a la Comuna de París, nombre dado a la primera experiencia histórica de gobierno proletario (de la clase obrera francesa), ocurrida entre marzo y mayo del año 1871 en Francia. 2 Los dirigentes eran anarquistas confesos pero no lo eran todos los huelguistas. La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 320 Pero regresando a los sucesos en Iquique, ¿este acontecimiento fue conocido y en qué momento por sus pares peruanos? ¿Qué impresión dejó la matanza de Santa María de Iquique en los sectores populares del Perú? ¿Se mantuvo vigente el recuerdo de este episodio de historia compartida en la memoria colectiva de los peruanos? Estas son las interrogantes que provocan este trabajo, con el cual pretendo rastrear el recuerdo de un episodio de la historia social americana3 y sus proyecciones al futuro. Las primeras voces de la matanza de Santa María de Iquique en el Perú El movimiento sindicalista peruano en los primeros años del siglo XX estaba en condición auroral4. Eran los años de un reacomodo de accionar desde el tradicional mutualismo, característico de las asociaciones de artesanos, a nuevas formas de acción como el sindicalismo. Paralelamente, la lucha obrera en Chile de comienzos del siglo XX era indudablemente mucho más orgánica, ya que sus experiencias e influencias se remontaban al siglo XIX, antes de la Guerra del Pacífico5. En esos primeros años la voluntad férrea de algunos trabajadores peruanos hizo germinar en letras de imprenta la voz de los oprimidos, los hambrientos, los parias de esta tierra. Así, con esos senti- dos nombres bautizaban a sus periódicos para poner bien en claro y a primera vista el carácter social de sus escritos6. Los editores y articulistas eran con frecuencia obreros, pero también participaban intelectuales como Manuel González-Prada. Todo hace pensar que en el Perú la matanza de Iquique fue divulgada masiva- mente recién en días muy posteriores a los acontecimientos7, ya que la prensa obrera no había alcanzado aún la continuidad de publicación que en años siguientes vere- mos en el periódico La Protesta8. Uno de los problemas de los editores era el reducido presupuesto de estos perió- dicos, cuyos fondos provenían de las contribuciones o erogaciones que a veces no eran tan puntuales como los editores de los periódicos hubieran deseado. Esta situa- ción originaba que la periodicidad de las publicaciones llegara a una máxima entrega de un ejemplar mensual. 3 Quisiera agradecer a los camaradas anarquistas Miguel Det y Víctor Hugo por su invaluable ayuda en esta investigación y a Sandra Masías por la labor de transcripción de los documentos. 4 Para conocer los primeros años de la lucha obrera en el Perú resulta fundamental Sulmont, 1977. Un muy bien logrado resumen de sus trabajos se encuentra en Gonzales Casanova, 1984. 5 Hemos tomado como referencia para la historia del movimiento obrero chileno uno de los trabajos pioneros de Ramírez Necochea (1956). Es importante también Bergquist (1988). 6 Para el análisis y seguimiento bibliografico de la prensa obrera peruana ver Sánchez (1987). 7 Al menos en el caso de la prensa obrera las primeras noticias de los sucesos en Iquique fueron publi- cadas en enero de 1908, aproximadamente a un mes de la matanza. 8 Dos jóvenes investigadoras, Mary Ortiz y Maria Aguirre, han desarrollado para sus trabajos de tesis sobre el movimiento obrero peruano un cocienzudo seguimiento de la prensa obrera, y han aportado valiosos datos a este trabajo. Juan José Rodríguez Díaz 321 Hemos revisado las publicaciones anarquistas de la época de la matanza obrera en Iquique y podemos concluir que el mundo obrero de Lima, o al menos el anarco sindicalista, tuvo una idea muy clara de lo que pasó y lo reivindicó inmediatamente como una gloriosa gesta del pueblo a la vez que lo denunció como el acto más geno- cida que la élite chilena pudo perpetrar. González Prada y la matanza de Iquique Para los periódicos obreros Los Parias, El Hambriento y El Oprimido, la longevidad fue tan modesta como su presupuesto. Sus redactores, de extracción obrera, mostraban exacerbados ánimos y pretensiones de divulgar el ideario anarcosindicalista en sus inicios, con estoica vehemencia, pero chocaban con el gigantesco muro de la escasez de fondos para darle continuidad y eso originaba que la difusión de noticias fuera tan poco periódica como incompleta. A pesar de todo, el espacio de crítica y reflexión atraía a intelectuales progresistas como don Manuel González Prada, por lo que estos periódicos se beneficiaron desde el primer momento con la colaboración continua y aguerrida de este pensador, que se perfilaba como el adalid de los anarquistas en el Perú. Sabido es el periplo intelectual de González Prada en cuanto a la evolución de su pensamiento, desde la postura radical hasta la incorporación de la ideología anar- quista en su práctica política. Sus inclinaciones hacia esta ideología se iniciaron en los primeros años del siglo XX, y sus discursos y escritos poco a poco lo convirtieron en el pensador anarquista más influyente del Perú. En los tiempos de la matanza este reconocido pensador dirigía el periódico anar- quista Los Parias, pero el director formal era un viejo obrero llamado Pablo Astete, cuya tesonera labor de hacer el seguimiento de la edición y recolectar el dinero para la siguiente era recompensada con su nombre puesto en letras de molde (Vernuille, 1947). De este periódico, que fue su refugio intelectual, Alfredo, el hijo de Manuel González Prada, y Luis Alberto Sánchez recogieron dos de los trabajos que con el título de La anarquía salieron a la luz en su primera edición por Ercilla en Chile en 1936, pero fue en el periódico El Hambriento donde se publicó por primera vez el ensayo titulado «Primero de mayo»9 y otro más relacionado con el tema en estudio: «Las dos patrias». Este pensador, con la crudeza que lo caracteriza, recoge en el primer caso a modo de ejemplo de la conducta represiva de los poderosos y de la injusticia de las autoridades serviles a los patrones, los hechos de Iquique. En el segundo, de una manera descarnada, arremete contra el patriotismo, asumiendo una postura de clase ante las luchas sociales. 9 Los más importantes apuntes biograficos sobre González Prada están en Sánchez, 1959. La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 322 «El Primero de Mayo» y «Las dos patrias» en El Hambriento10 González Prada, atento escudriñador de información del acontecer nacional y mun- dial, era uno de los anónimos colaboradores de este periódico obrero, vocero de las primeras inquietudes de lucha sindical de los trabajadores peruanos11. En «Primero de mayo» empieza con una exaltación de la actitud de lucha sin cuartel en los sucesos de Iquique, convirtiendo así a esa jornada, momento icónico de la lucha de la clase obrera, en un pretexto para hablar de su parecer frente a los execrables acontecimien- tos de Iquique: Si hoy, 1º de mayo, recordamos la inexcusable matanza de Iquique es para mani- festar a los proletarios que en la lucha con los capitalistas no deben esperar justicia ni misericordia. Para el negro de las haciendas había el cepo y el látigo; para el trabajador de las fábricas o de las minas hay el rifle y la ametralladora. Todo hace pensar que González Prada conocía hasta los móviles directos de la huelga y cómo esta se había llevado a cabo sin provocaciones: «Se organizan pacífi- camente y se dirigen a una población, no para buscar en ella una fortaleza o plaza militar, sino para tener un centro donde reunirse con el fin de acordar la mejor manera de solucionar la espantosa crisis económica». Por conducto propio, aprovechando los canjes entre periódicos libertarios12, y al estar muy interesado en conocer la realidad social de entonces, tuvo conoci- miento del hecho desde los primeros momentos: «En el presente caso, los sucesos comunicados por el telégrafo a las pocas horas de realizados, fueron más graves y revistieron caracteres más brutales de lo que se había creído en la primera informa- ción». Con estas palabras González Prada expresa también su indignación ante la crueldad con que fueron reprimidos los mártires de la lucha obrera latinoamericana. En otro párrafo informa a los lectores obreros el grado de ferocidad con el que las fuerzas represivas habían actuado, «revistiendo los caracteres de una hecatombe» 10 Hemos revisado Los Parias del momento en que sucedieron los hechos de Iquique y podemos consta- tar, como mencionábamos líneas arriba que en dicho periódico no fueron publicados estos dos artículos sino más bien en El Hambriento. Al parecer por la familiaridad con Los Parias, por un lado, y por tra- bajar directamente con los originales de González Prada, como menciona Sánchez en su biografía del pensador peruano, se consideró que todos esos artículos fueron publicados en dicho periódico. 11 El Hambriento fue un periódico libertario que se publicó entre 1905 y 1910. Tuvo 57 números y fue casi mensual. El primer artículo apareció en el Nº 36, del 1º de mayo de 1908, y el segundo en el Nº 33, de febrero de 1908. 12 Los canjes eran intercambios de publicaciones realizados entre los editores de la prensa obrera a nivel nacional e internacional. En el caso de los periódicos libertarios chilenos, en poder de la redacción de Los Parias estaban: El Pueblo Obrero, Luz Austral, Arte y Vida, La Palanca, El Paladín y Luz y Vida. Juan José Rodríguez Díaz 323 y con el saldo de cientos de muertos: «Es cosa probada, fuera de la menor duda, que pasa de mil el número de los peones matados por la tropa, sin que hubiese habido ninguna provocación ni amenaza por parte de los huelguistas». Por último, enfatiza el accionar pacífico de los reunidos y denuncia el porqué de una represión tan brutal y carnicera: «Jamás huelga alguna presentó carácter menos belicoso. Entonces, ¿por qué tanta inhumanidad para sofocarla? Porque se deseaba hacer un escarmiento; porque se quería enseñar al trabajador que debe obedecer y callarse». El segundo trabajo, «Las dos patrias», es una apología al internacionalismo que debe primar en la clase obrera. Se enfoca directamente en poner como espejo la situa- ción social de Chile, donde se puedan reflejar los oprimidos del Perú, pues en ambos países la élite opta por un desinterés del bienestar social y un desprecio por el otro, tanto cultural como socialmente: «Pero en ninguna de las antiguas colonias españolas resalta más que en Chile esa división de la sociedad en ricos y pobres: en ninguna parte el hombre de levita ve con más desprecio ni trata con mayor inhumanidad al hombre de blusa o de poncho; en pocas es más dura la dominación». Destaca el carácter reaccionario de la clase media de origen plebeyo, considerán- dola como principal enemiga de los sectores populares, por su intento de apartarse y distanciarse de su origen, y la compara con su par en el Perú en tanto su profundo desprecio a los pobres: «Se igualan en el olvido de su origen y en el poco amor a la clase de donde provienen. Así, Vicuña Mackenna, que fue un mestizo de anglosajón y araucano, llegó a decir que el roto chileno lleva en su sangre el instinto del robo y del asesinato». Por último, toca el tema del patriotismo poniendo como ejemplo lo sucedido en Iquique, donde «en algunas de las salitreras, a raíz de la horrorosa carnicería, los trabajadores chilenos pisotearon, escupieron y quemaron la bandera de Chile». González Prada en este momento asume claramente la postura internacionalista, demostrada en los sucesos de Iquique y llevada a la práctica por los que murieron en la escuela y por los sobrevivientes. Sus palabras llaman al lector obrero a reflexionar sobre no ceder en las pretendidas guerras su sangre a los miembros de la élite, y «no dejarse alucinar por la grosera farsa del patriotismo y a reconocer que en el mundo no hay sino dos patrias, la de los ricos y la de los pobres». Llama al militante a no dejarse seducir por los llamados de la patria que le es esquiva en prodigarles bienestar y concluye que si los soldados tuvieran conciencia social «cambiarían la dirección de sus rifles: proclamarían que sus verdaderos enemigos no están al frente». La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 324 Otras voces libertarias en el Perú acerca de los hechos en Iquique A partir de enero de 1908, los periódicos anarquistas se encuentran rebosantes de información sobre la matanza de Iquique, aunque algunos con más profusión y detalle que otros. En las páginas del periódico El Oprimido13 de febrero de 1908 las noticias sobre la masacre de obreros ocuparon la primera plana bajo el título «¡La matanza de Iquique!». Desde las primeras líneas el autor, M.E. Mendiola, expresa su conster- nación y evoca dantescas imágenes que podrían emocionar al más duro: «Ayes de dolor, imprecaciones furibundas, alaridos de muerte, estertores de agonía; envueltos y apagados por el humo de la pólvora y el horrísono ruido de la metralla». El relato llega tener ribetes de obra de terror con la descripción de: «cuerpos mutilados, miem- bros palpitantes de débiles ancianos», resaltando el nivel inhumano de devastación e iniquidad donde ni siquiera se respeta a los más débiles e indefensos como «mujeres que cayeron procurando de escudar con su cuerpo al tierno niño que llevaban en sus brazos». En la página final del número hay una curiosa advertencia a los emigrantes para que eviten llegar a Iquique por lo que «se suplica la reproducción de este suelto en la prensa obrera para bien (sic) trabajadores que intenten entrar a ese país gober- nado por asesinos». En el aniversario de la matanza de Iquique este periódico publicó en la tercera página del número de enero de 1909 un artículo sobre la gran romería realizada por el pueblo de Iquique para conmemorar a los caídos. A través de un corresponsal anónimo se relatan con dedicación todos los aspectos de dicha ceremonia con res- peto y admiración. En ella se dieron encendidos discursos sobre la cuestión social, como forma de difusión pública de las ideas libertarias. En la última página, con el título «¡Abajo la esclavitud!», se recuerdan los sucesos de Iquique y la situación de explotación que obliga a seguir el accionar de estos mártires y continuar su lucha. Finalmente comienza una serie que, bajo el título «El conscripto chileno», describe con lujo de detalles la situación servil en que los jóvenes chilenos son arrancados de sus hogares y llevados al servicio militar. Las voces de la matanza de Iquique en Los Parias Un par de los trabajos sobre anarquismo de González Prada publicados póstuma- mente en La anarquía habían sido considerados como escritos para el periódico Los Parias. En nuestra investigación pudimos rescatar un artículo de este periódico que habla sobre la matanza de Iquique y que no es atribuido a González Prada, 13 Fue publicado desde abril de 1907 hasta marzo de 1909. Se desconoce el nombre del editor y fue uno de los más nombrados en su época. Juan José Rodríguez Díaz 325 pero cuyo estilo se asemeja mucho al de este pensador. En el artículo «La Huelga de Iquique» se maneja un lenguaje duro pero elegante que muestra con claridad los sucesos con un sentido de denuncia: «Trabajadores chilenos, bolivianos y peruanos han sido indistintamente barridos por las ametralladoras de la nación, puestas al ser- vicio del salitrero; prueba segura de que por gobernantes y especuladores hay en todo huelguista un extranjero, un enemigo, una fiera digna de ser cazada y aniquilada». Nuestra mayor sospecha sobre la autoría de González Prada reside en el enfoque muy sentido sobre el significado de la Guerra del Pacífico, denunciándolo como un des- pojo al Perú, cosa que no concuerda con el ideario anarquista, donde el comercio o el capital son los únicos verdaderos vencedores y estos no tienen patria. Tal vez por esa incongruencia en el discurso este artículo nunca quiso mostrarlo como suyo. Su dis- curso de denuncia no se enfoca en el martirologio obrero sino en el cuestionamiento de ser partícipes en el saqueo del Perú: «Entre los miles de hombres tan inhumana- mente abaleados en Iquique hay tal vez algunos que lucharon y hasta vertieron su sangre para que el gobierno de Chile arrebatara las salitreras al Perú. Fueron ayer el arma o el brazo del ladrón para desvalijar al vecino; hoy son víctimas de ese mismo ladrón que no les otorga ni el derecho a la vida». Aun así no fuera de la pluma de González Prada el artículo encierra un pesimismo sobre el futuro, en el que los obreros chilenos podrían volver a ser usados como carne de cañón y como verdugo para el pueblo peruano y que nuevamente serán burlados por los burgueses y «¡esos mismos desgraciados, esas mismas víctimas, volverán a servir de arma o de brazo para consumar iguales robos y obtener la misma recompensa!» En una postura totalmente anti chauvinista, el autor plantea una reflexión sobre la ubicación social como principal ingrediente de la sociedad y no de la patria. Llama a entender que los intereses de los propietarios en cualquier parte son más afines entre sí que con el pueblo que trabaja para ellos: «Las muchedumbres no acaban de ver que el negocio no tiene patria, que a pesar de Alsacia y Lorena, el francés rico es hermano del capitalista alemán; lo mismo que a despecho de Tacna y Arica, el azuca- rero peruano es amigo y compatriota del chileno acaudalado». Voces cercanas en El Hambriento Hemos dejado para el final el análisis de este periódico por dos razones. En primer lugar por la cantidad de material vinculado a la matanza de Iquique y en segundo lugar por las razones que al parecer originan ese gran interés por esta. Desde el número de enero de 1908 hasta marzo de ese mismo año hay una continua crónica de los hechos en Iquique que muestra en sus páginas el respeto y admiración por los masacrados en Iquique y el desprecio por el gobierno chileno. La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 326 En el número de enero de 1908 el tema ocupa la primera plana de este periódico; el título del encabezado es más que elocuente: ¡Contemplad vuestra obra! Asesinos patentados de Iquique Montt Sotomayor Silva-Renard El artículo del periodista libertario peruano y miembro del grupo de El Ham- briento, Ricardo Castañeda Pozo, abría así el tema con un sentido relato de los hechos en Iquique, seguido por un conjunto de artículos afines. En el siguiente artículo, «Maldición y gloria», uno de los sobrevivientes, Sixto Rojas, que a la sazón se incorporaba a la redacción de este periódico, descarga su ira contra los asesinos y en especial contra Silva Renard, que para este librepensador y dirigente obrero «no fue mujer la que (te) llevó en su seno, fue alguna especie de animal, que no ha sido hiena, porque una hiena se creería ofendida al decirle que tú eras hijo de ella». Dado que este periodista era un sobreviviente de la matanza y que aún estaba fresco el recuerdo de esos terribles hechos, su furia se desboca y la muestra sin pudor durante todo el artículo. En una parte de este artículo maldice a Silva Renard diciéndole: Con cuanto placer te vería despedazado; no por las ruedas de una maquinaria que te ennoblecería. No, despedazado por una mano proletaria, que despiadada te cortara en pequeños trozos y que siempre te dejara con vida, para que así sufrieras, no como aquellos a quien tu zaña hiriera, porque ellos con mayor dolor sufrían sus heridas y sus lumbres; quiero que sufras mucho, pero no encuentro el medio, quisiera verte como el Dante a su conde Hugolino, roer hambriento el cráneo de tus hijos. En la siguiente página aparece un artículo muy interesante que pone de relieve el carácter inútil de las guerras para el obrero. Hay un interés de los anarquistas de no pasar por alto el hecho de que este mismo pueblo fue años atrás usado por esos mismos empresarios y por la élite en general para enfrentarse con el pueblo peruano por intereses mezquinos de sus respectivas burguesías: No hacen aún veintisiete años que las salitreras de Tarapacá, Antofagasta, Tocopilla y todo ese litoral desde el puerto de Caldera hasta Arica, eran regados con sangre proletaria, con huesos de trabajadores, que enarbolaron los trapos de nacionali- dades, se asesinaban defendiendo la mentira de una Patria. En aquella guerra del año 1879, fomentada, iniciada y sostenida por las burguesías peruana, chilena y boliviana, los trabajadores de estos tres países, cual locas fieras, se daban la muerte más triste é inhumana, que trae aparejada toda la barbarie internacional, que se le llama guerra. Juan José Rodríguez Díaz 327 En los siguientes números comienza una participación continua de tres perso- najes reconocidos de la lucha obrera que llevó a los luctuosos sucesos en la escuela Santa María: José Briggs, Luis Olea y Sixto Rojas14. Estos luchadores libertarios se incorporaron inmediatamente a la causa obrera en el Perú. El «rucio Briggs», como era conocido en Perú este luchador obrero, se incorporó al grupo de El Hambriento junto con Olea y Rojas, y en el Nº 39, del 30 de junio de 1908, son presentados públicamente en la primera plana del periódico del mismo nombre. Ellos decidieron quedarse en el país y con el pueblo que los acogió. En 1910 el gobierno chileno, en conmemoración del Centenario, decidió otorgar la amnistía a los dirigentes encar- celados y a los que escaparon con vida. Tanto Olea como Briggs se encontraban en el Perú y prácticamente rechazaron esta amnistía, pues nunca volvieron al país. Luego del cierre de El Hambriento siguieron trabajando en la prensa anarquista en La Protesta, bajo la dirección del reconocido dirigente Delfín Lévano. Como era de esperarse, estos librepensadores hicieron que el recuerdo de los hechos se mantuviera vigente como ejemplo de lucha. En diciembre de 1908 se publicó un extenso número especial con páginas de papel satinado y gran número de imágenes. En la primera hoja se muestran las fotos de los dirigentes obreros en Iquique refugiados en Perú. Estos, como era natural, lle- nan de testimonios muy detallados las páginas del periódico, aprovechando su papel de redactores. El primero es de José Briggs, dirigente principal de la huelga. Es muy elocuente el final de su artículo, donde muestra todo su desprecio por las autori- dades asesinas: «Montt, Sotomayor, Eastman y Silva Renard, ¡Yo os saludo! Habéis cumplido con vuestro deber, podéis ir ahora orgullosos y rojos de sangre vuestros colmillos de chacales, a lamer la mano de vuestro GRAN AMO el CAPITAL». En la página siguiente se encuentra un relato muy pormenorizado, bajo el título «Relación exacta de los sucesos de la Huelga de Iquique desde su principio hasta los temibles 21 y 22 de diciembre», escrito por Sixto Rojas. Este artículo era tan voluminoso que fue publicado en dos entregas. En la siguiente hoja se encuentra la reproducción de un telegrama enviado por Briggs y Olea al presidente Montt, donde se le dice: «Sobrevivientes de la matanza de Iquique recuerdan luctuoso día». 14 «En las primeras horas de la mañana, recibimos la visita de tres miembros del directorio de la huelga de Iquique, el presidente don José Brigg, el secretario don Sixto Rojas y el pro-secretario Ladislao Córdova. Los dos primeros habían llegado en unión de 78 compañeros a bordo del vapor Mapocho que fondeó hoy en el Callao. El presidente del comité directivo de los huelguistas, don José Brigg es de nacionalidad norteamericana. Bastante joven, se expresa correctamente en castellano.[...] Él, como muchos de sus compañeros, resultó herido en la pierna Se apoya en un bastón y camina lentamente por causa de la herida. Trabajaba en la Oficina Santa Ana» (La Prensa de Lima, enero 9 de 1908, p. 1). Citado de un articulo publicado en el periodico Acción Directa N° 1, 2011, pp. 5-7. La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 328 Este mensaje provocador al presidente genocida es seguido por un artículo de Olea titulado: «Reme morando», en el que señala cómo la justicia chilena aún no da expli- caciones sobre la matanza: (prostituida al oro salitrero) se empeña en buscar requisitos que le permitan siquiera en apariencias legalizar o atenuar el nefando crimen del asesino; con lo cual acaba de quedar más demostrado todavía que al pueblo chileno no le queda amparo alguno en la defensa de sus derechos y que su soberanía ciudadana es solo un ropaje que disimula su esclavitud; y la ley y la constitución una cruel ironía que decora su librea. Este especial culmina con las colaboraciones de Rosa B. León y Tomas Pardal, que en clave literaria hacen alusión a la matanza de Iquique; por un lado una intere- sante ficción libertaria y por el otro un descarnado relato de los acontecimientos en muy buena prosa. En enero de 1909 vemos los últimos artículos que se publican en referencia a este acontecimiento. Destaca un documento redactado en los momentos culminantes de la huelga de Iquique que es presentado en dos entregas, que pude ser de interés para los estudiosos de dicho tema. Los rumores de la guerra y el internacionalismo: ecos de la matanza de Iquique Entre 1909 y 1929, año en que se firmó el Tratado de Lima, que puso fin a la cues- tión de Tacna y Arica, los rumores de guerra en ambos países fueron constantes. Estos originaron una serie de expresiones y acciones en la población de los países en conflicto, desde el antibelicismo internacionalista hasta el odio chauvinista. Era de esperarse que las organizaciones obreras, tanto las anarcosindicalistas como las emergentes comunistas, tomaran una postura internacionalista que concordase con sus principios políticos. Es así que en 1909 podemos ver en «El Socialista» de Santiago: Si la guerra de Perú y Chile se declara, no permitáis que os lleven a cavar vuestra propia tumba defendiendo intereses que no son vuestros, ni matéis a vuestros her- manos, víctimas como vosotros de injustas leyes. Unámonos todos en un solo haz y luchemos por emanciparnos del yugo capitalista, repitiendo la frase del inmortal Marx: «Proletarios de todos los países uníos». Esta es la misión del proletariado ante la guerra. ¡Muera la guerra, viva la paz y muera el imperio del capital! ¡Viva la internacional! (citado en Ramírez Necochea, 1965). Juan José Rodríguez Díaz 329 En la prensa anarquista peruana contemporánea, el más claro ejemplo de cómo los ecos de la matanza de Iquique inspiraron y sirvieron de ejemplo a seguir en el internacionalismo proletario fue un artículo publicado en La Protesta en diciembre de 1911, en el cuarto aniversario de la matanza de Iquique. En ese escrito, con res- pecto al patriotismo exaltado del momento opina el articulista Oscar Galli: «Frente al desborde de patriotería churriguerresca de que se hace gala en las provincias limí- trofes del sur, podemos nosotros presentar el hermoso ejemplo de confraternidad de los trabajadores de Iquique, peruanos, bolivianos y chilenos». El mencionado autor trata de dar una perspectiva de clase frente a los agitadores de la burguesía que intentan encender pasiones patrióticas y poner como enemigo al pueblo chileno, planteando que: «No son los hechos últimos, por cierto, obra de esa gente que riega su sudor en las salitreras tarapaqueñas; en ellos solo intervienen los jugadores de la política del país con el solo objeto de servir a sus planes particulares, políticos». Por último, en este artículo hace un saludo al compañero Olea, ya fallecido, «aquel buen amigo que fue parte principal de esa odisea y errante vino hasta nosotros trayendo el afecto de su gran espíritu», uno de los pocos dirigentes que se le puede seguir el rastro pues murió de fiebre amarilla en Guayaquil. Todos ellos participaron hasta el final en la lucha social en América. Dos años después, en 1913, tuvo lugar uno de los episodios de importantes acercamientos entre los luchadores obreros peruanos y chilenos. Los anarquistas se pronunciaron sobre la falsedad del evento de confraternidad organizado por los gobiernos de turno, con delegados obreros vivando al Perú y a Chile. Los chilenos Eulogio Otazú, Delfín Lévano, Pedro Cisneros y el argentino Daniel Antuñano con- denaron la guerra y el patrioterismo junto con sus compañeros. Lo mismo se hizo en el sur. Tan fuertes fueron los lazos que estrecharon los camaradas ácratas que Eulogio Otazú llegó a formar pareja con Emma Aranda, una libertaria santiaguina15. Ya en años muy posteriores, la acción conjunta se expresa claramente con el caso del catalán Ramón Rusignol, detenido en 1919 por repartir en el poblado de Caleta Buena unos manifiestos contra la guerra enviados por La Protesta de Lima. En 1920 Nicolás Gutarra, conocido luchador libertario, participó en una gira con la sección chilena IWW (Industrial Workers of the World). Al igual que Otazú, fue expulsado por el Estado chileno. 15 Ver, en este libro, «El movimiento de confraterniadad obrera peruano-chilena y el final del gobierno de Guillermo Billinghurst», de Miguel Rodríguez. La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 330 Vientos de guerra y solidaridad proletaria En 1920 el internacionalismo afrontará un gran reto. Con los rumores de que Perú y Bolivia orquestaban una guerra, se ordenó movilizar quince mil reservistas a la frontera norte («Guerra de Don Ladislao»)16 y las organizaciones obreras se negaron al llamado belicista, apelando al internacionalismo y a la paz entre los pueblos. Entre 1924 y 1925 aún se sienten los rumores de guerra en ambos países por la cuestión de Tacna y Arica. Es así que los libertarios de Chile y Perú instan a sus com- pañeros a recordar sus principios internacionalistas de cara al conflicto provocado por el interés de un Estado que les es esquivo y ostenta valores patrióticos que no concuerdan con el ideario anarquista. El Obrero Textil recibe en canje prensa libertaria chilena y en palabras de su cola- borador, Octavio Carbajo, habla de la situación política y social que atraviesa Chile y que preocupa solidariamente a sus pares peruanos17. Vemos un acto de confianza en el internacionalismo de parte del autor y de respaldo a los «camaradas del sur» con respecto a la actitud que van a tomar hacia el gobierno de turno en su llamado a la clase obrera a apoyar el régimen: «Pero creo que esto no lo conseguirá seguro, el iluso militarote, porque nuestros camaradas del sur se dan cuenta de que están frente a un bicho peligroso, y más aún del momento histórico que atraviesa». Este mismo colaborador, en un artículo publicado en enero de 192418 nos habla de la postura internacionalista, al encontrarse en peligro algunos de sus compañeros deportados por el régimen autoritario de Leguía, acusados de ser espías del gobierno peruano19. El autor ataca las maledicencias de la prensa reaccionaria y de sus dueños burgueses chilenos: Los capitalistas chilenos según su estrecho criterio ven en cada uno de nuestros camaradas a un peligroso enemigo que atenta contra su bienestar porque, al con- tacto con el pueblo oprimido como nosotros, les inyecta el germen fecundo de la unión internacional entre los de su misma clase, y el odio a muerte a todos los que solo mirando en sus mezquinos y estúpidos sentimientos de explotación, lanzan a los pueblos hermanos para que se destrocen saciando al mismo tiempo su sed sanguinaria de monstruos malvados. 16 Las actitudes chauvinistas de un sector chileno son estudiadas por González Miranda, 2004. 17 El Obrero Textil. Segunda quincena de octubre de 1924, año 3, N° 70, p. 2. Lima. 18 «Las calumnias de la burguesía internacional: nuestros compañeros deportados últimamente son acusados en Chile como espías del gobierno peruano». El Obrero Textil, enero de 1925. 19 A comienzos de octubre de ese año 1923, Haya fue detenido y confinado a prisión. Pocos días después debía partir al exilio con muchos lideres estudiantiles más. Tuvo que soportar ocho años en el destierro. Juan José Rodríguez Díaz 331 En 1925 Víctor Raúl Haya de La Torre se encontraba desterrado en Londres por obra del dictador de turno Augusto B. Leguía. Haya de La Torre aún no había dado su viraje a la derecha, y mantenía su ideario internacionalista. Los libertarios de América lo respetaban por ser considerado un discípulo del viejo González Prada. Como mencionábamos líneas arriba, los rumores de guerra iban creciendo a medida que la crisis económica se hacía más fuerte. El joven socialista de entonces recordaba las expresiones de solidaridad con los reclamos peruanos para recuperar las provin- cias cautivas de Tacna y Arica que le manifestaron en 1922 los estudiantes chilenos. En 1920 estos habían sido duramente reprimidos por el dictador de turno, e incluso fue asesinado el joven poeta chileno José Domingo Gómez Rojas, que con otros muchos jóvenes progresistas fueron acusados de «vendidos al oro peruano». Haya de La Torre no quiso quedarse indiferente ante el peligro de una conflagración entre Chile y el Perú. Por esta razón desde su destierro escribió una carta pública en la que trata de conmover y concientizar al soldado chileno: Como en 1879, los hijos del pueblo chileno, envenenados por la propaganda patriótica que hacen las oligarquías gobernantes, se lanzarían a asesinar a los hijos del pueblo del Perú, y entonces se repetirían crímenes y abusos como los que sufrió hace cuarenta años el pueblo del Perú, no los ricos sino los pobres de mi país. Para ser más explicativo, rememora su estadía en Chile, donde pudo apreciar por sí mismo la condición social de los trabajadores chilenos y pudo constatar que los pobres que fueron a la guerra solo heredaron a sus hijos su miseria: «Los pobres de Chile que lucharon, mataron y murieron en la guerra quedaron tan pobres como antes. Yo he visto en Santiago, en 1922, veinte mil obreros sin trabajo de las salitreras de Tarapacá, desfilando por las calles pidiendo pan». La parte más impactante es en la que Haya insta al soldado chileno a la deserción como única forma de que sus esfuer- zos no vayan a parar a cebar la codicia de los ricos y que sirvan a la gente de su propia condición social, de sus mismas aspiraciones, y que afronta los mismo problemas: Piensa, soldado, que en tu mismo cuartel tienes el espejo de tu país. De un lado los altos jefes del Ejército, los grandes oficiales, llenos de dinero, con sueldos magnífi- cos, propietarios de fincas, comiendo y viviendo como príncipes; de otro lado, tú, el soldado miserable, el soldado esclavo de su Jefe, el soldado que gana unos cuan- tos centavos de salario, que sufre la disciplina terrible del cuartel, que come mal, que duerme mal, que siente a cada rato el pie insolente del amo sobre su cabeza. Finalmente, el autor de esta carta trata de convencer al soldado chileno de que solo será un instrumento para que los ricos sean más ricos y los pobres como él sigan estando en la misma condición, en la misma penuria. Que Tacna y Arica no pasará La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 332 al pueblo de Chile sino que será repartido entre unas cuantas familias, tal como ocu- rrió en la guerra del 79: «[…] ¿a quiénes defiendes tú? ¿A los ricos o a los pobres? No vayas a la guerra porque Tacna y Arica no le dará nada a los pobres, sino a los ricos, a cuatro o cinco o diez familias ricas que quieren tener esas provincias en su poder como tienen todo tu país». Conclusiones Los sucesos de la matanza en Iquique fueron conocidos, o al menos pudieron ser conocidos por los sectores populares del Perú. En aquellos tiempos no todos tenían la posibilidad de leer de corrido, porque la proletarización del Perú fue muy lenta. Desde el siglo XIX los sectores populares ágrafos se ingeniaban para acceder a la información a través de la comunicación verbal: si bien el tiraje de estos periódicos anarquistas no era grande, la reproducción de la información corría a cargo de la soli- daridad y el interés de compartir. Podemos concluir entonces que gracias a la prensa obrera se pudo obtener una visión «desde abajo» de los hechos en Iquique y esta pudo llegar a los pares sociales peruanos de los caídos en esta lucha social. Nunca podremos saber qué tanto conmovieron al común de los sectores popula- res las sentidas palabras de los articulistas libertarios. Tampoco podemos decir que su labor de divulgación de este excelso momento de la lucha obrera haya llegado a costal roto. Pero sí podemos afirmar que las organizaciones obreras en pleno denunciaron y condenaron este hecho sangriento y lo hicieron sentir como suyo. Las voces de los muertos en Santa Maria de Iquique se dejaron escuchar a través de sus herma- nos sobrevivientes y de sus compañeros peruanos, animándolos a seguir en la lucha. Los esfuerzos de concientización hacia la solidaridad proletaria y de lucha contra el chauvinismo emprendidos por estos luchadores sociales no fueron en vano. Los ecos de la lucha social y las banderas clasistas que enarbolaron los que murieron en Iquique se hicieron sentir «espontáneamente», porque sus continuadores siguieron el camino de la vindicación clasista y rechazaron el patriotismo falso de los burgueses. Los que murieron en Iquique murieron juntos por una identidad obrera. Esa misma identidad de peruanos y chilenos, al ser instigados a enlistarse en el ejército de sus opresores inspiró a rechazar de plano luchar contra sus hermanos obreros. Lamenta- blemente esos ecos ahora son muy tenues. En la escuela peruana actual el recuerdo de la matanza es inexistente, tal vez para borrar de la memoria colectiva del pueblo del Perú esa gesta en que chilenos y peruanos tuvieron solo una ideología: la solidaridad entre los pobres, nacieran donde nacieran. Juan José Rodríguez Díaz 333 Anexo documental La huelga de Iquique20 Pocas veces se ha visto en los países sudamericanos una fiereza tan salvaje como la desple- gada por las autoridades para sofocar la huelga de Iquique. El ordenador de la carnicería halló ejecutores dignos de él; y si el zar del Mapocho es tan felino como el zar de Neva, el soldado chileno nada tiene que decir al cosaco ruso. Para un Montt, un Silva Renard, con sus caníbales uniformados. Trabajadores chilenos, bolivianos y peruanos, han sido indistintamente barridos por las ametralladoras de la nación, puestas al servicio del salitrero; prueba segura que par gober- nantes y especuladores hay en todo huelguista un extranjero, un enemigo, una fiera digna de ser cazada y aniquilada. Entre los miles de hombres tan inhumanamente abaleados en Iquique hay tal vez algunos que lucharon y hasta vertieron su sangre para que el gobierno de Chile arrebatara las salitreras al Perú. Fueron ayer el arma o el brazo del ladrón para desvalijar al vecino; hoy son víctimas de ese mismo ladrón que no les otorga ni el derecho a la vida. El salitrero, ese rapaz e insaciable explotador que vende en oro y paga en moneda depreciada; sintiéndose apoyado por el gobierno, se encara al peón y le dice: muere de hambre, si te resignas; de bala si te sublevas. Y ¡pensar que si mañana la codicia del bien ajeno vuelve a inflamar el corazón de Chile, esos mismos desgraciados, esas mismas víctimas, volverán a servir de arma o de brazo para consumar iguales robos y obtener la misma recompensa! Las muchedumbres no aca- ban de ver que el negocio no tiene patria, que a pesar de Alsacia y Lorena, el francés rico es hermano del capitalista alemán; lo mismo que a despecho de Tacna y Arica, el azuca- rero peruano es amigo y compatriota del chileno acaudalado. Todos los grandes ladrones constituyen una masonería internacional, forma una casta esparcida en el globo pero estrechamente unida y juramentada para luchar con su enemigo común – el proletario. Nosotros no lanzaremos protestas o descargas verbales que solo arrancan una sonrisa a los poderosos y a los ricos; tampoco haremos únicos responsables de la matanza a los viles instrumentos de una orden dictada por elevadísimos personajes, interesados quizás en la explotación del salitre; nos limitaremos a desear que el delito no quede impune, que los verdaderos autores sufran las consecuencias, que la acción individual responda enérgica- mente a la barbarie colectiva. Donde florecen los Cánovas y los Humberto, deben surgir los Angiolillo y los Bresci. Lima Diciembre de 1907 20 Publicado en Los Parias 39, de enero de 1908 (anónimo). La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 334 Maldición y Gloria21 Humeante está todavía la sangre vertida por las víctimas que hizo el más infame de los hombres, del asesino Roberto Silva Renard. El 21 de Diciembre de 1907 vino á agregar otra nueva página de sangre en la Historia del Proletario. No están aún saciados los instintos salvajes de la canalla y criminal burguesía, no está satisfecha en sus crimínales designios, y estoy seguro que después de haber hecho más de dos mil víctimas, está ansiosa de más sangre obrera. Y tú. Infame asesino, has demostrado con tus hechos, no haber nacido de las entrañas de mujer. ¡Nó! No fue mujer la que te llevó en su seno, fue alguna especie de animal, que no ha sido Hiena, porque una Hiena se creería ofendida al decirle que tú eras hijo de ella. TE HAS HECHO CÉLEBRE POR TUS CHANDES HAZAÑAS, MATAS OBREROS INDEFENSOS; pero no dudes que día llegará en que las víctimas inmoladas por ti en homenaje a la burguesía de quien eres esclavo y al mismo tiempo sostenedor, se levan- tarán amenazadoras pidiéndote cuenta de sus vidas, pidiéndote estrecha cuenta de las lágrimas y hambres sufridos por sus madres, esposas e hijos. ¿Has pensado alguna vez que los victimados en Valparaíso, Taltal, Tocopilla, Antofagasta e Iquique, se levanten de sus tumbas exigiéndote estrecha cuenta de tus crímenes? No, no lo has pensado, porque con toda la sangre podrida canalla y criminal de tu raza no alcanzas a pagar la vertida de uno solo de los que tu bestialidad sacrificara. Con cuánto placer te vería despedazado; no por las ruedas de una maquinaria que te ennoblecería, no, despedazado por una mano proletaria, que despiadada te cortara en pequeñas trozos y que siempre te dejara con vida, para que así sufrieras, no como aquellos a quien tu zaña hiriera, porque ellos con mayor dolor sufrían sus heridas y sus lumbres; quiero que sufras mucho, pero no encuentro el medio, quisiera verte como el Dante a su conde Hugolino, roer hambriento el cráneo de tus hijos, quiero verte reír con risa histérica al ver el adulterio de tu mujer. ¡Ah maldito! Tu nombre de asesino, causará asco y terror a la Nueva Humanidad. Maldito, maldito mil veces en nombre de las madres que dejaste sin hijos, de las viudas y huérfanos, que hizo tu crimen horrendo. Las lágrimas derramadas por tus víctimas deben de caer sobre ti como ascuas candentes y hacinarte, y con la sangre de los sacrificados debe de escribirse en caracteres indelebles tu eterna maldición. ¡Loor á los mártires! A los que noble y con justicia reclamaban sus derechos, a los que tú asesinaste con toda la alevosía de tu alma de canalla. 21 Publicado en El Hambriento 19, enero de 1908. Juan José Rodríguez Díaz 335 Loor a esos paladines del trabajo, que abandonando todo fueron a buscar un mendrugo más, y a quienes con la cobardía más infame, tu les pusistes tus ametralladoras y tus rifles; loor a ellos, víctimas de tu canibalismo. Nadie creía, que hubieras asesinado a tanto ser indefenso, jamás pensaron que tuvieras un alma tan criminal capaz de cometer tan gran crimen; pero los que te hacían el honor de creerte mejor, hubieron de convencerse de que eras más bestia que los tigres y las hienas. Torquemada y Loyola, han quedado pálidos ante tus hechos; ellos asesinaban en nombre de una religión y su avaricia; tu asesinastes obreros indefensos para saciar tu ferocidad. La Humanidad, lo que hay de honrado y bueno en ella se siente herida y humillada al verte formar parte de ella. Los ladrones y asesinos vulgares son víctima la mayoría de las veces de su ignorancia. ¿Y tú? Tu diste paso a tu inclinación malvada, tú no ignorabas que era criminal tu instinto y tu designio; lo hiciste; pues bien, recibe de este tu casi víctima, a nombre de la Humanidad, a nombre de todas tus victimas la más eterna maldición. ¡Maldito seas asesino del obrero! ¡Maldito tu que sacrificas al pueblo! ¡Maldito tu que has renegado hasta de tu padre! Que también le alcance esta maldición a tu soldadesca brutal e ignorante y al MIL VECES BESTIA Y CANALLA CARLOS EASTMAN, INTENDENTE DE TARAPACÁ. Reciban al mismo tiempo loor y gloria, los sacrificados el 21 de Diciembre. ¡Gloria a ellos ¡Honor a los mártires del TRABAJO! SIXTO ROJAS. Lima, 14 de Enero de 1908. Ironías del régimen22 No hacen aun veintisiete años que las salitreras de Tarapacá, Antofagasta, Tocopilla y todo ese litoral desde el puerto de Caldera hasta Arica, eran regados con sangre proletaria con huesos de trabajadores, que enarbolaron los trapos de Nacionalidades, se asesinaban defendiendo la mentira de una Patria. En aquella guerra del año 1879 fomentada, Dictada y sostenida por las burguesías peruana, chilena y boliviana. Los trabajadores de estos tres países cual locas fieras se daban la muerte tan triste e inhumana, que trae aparejada toda la barbarie internacional, que se le llama guerra, En aquellos años los capitalistas de Chile codiciaban las riquezas comerciales de sus compinches, los explotadores peruanos y bolivianos; consecuencias de aquellas ambicio- nes surgió la lucha entre las mencionadas naciones; triunfantes los capitalistas chilenos, quedaron vencidos los burgueses peruanos y bolivianos; entre ellos hicieron sus arreglos 22 Publicado en El Hambriento 19, enero de 1908. La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 336 y concesiones mutuas para no hacer morir más obreros uniformados que los necesitaban para explotarlos, puesto que la guerra había concluido. Preguntamos nosotros los anarquistas ¿qué ha ganado el obrero chileno siendo vencedor? ¿Qué ha ganado el obrero peruano y boliviano, siendo vencidos? ¡Nada, nada, absolutamente! ¡Nada! Los obreros en Chile mueren de hambre, porque los burgueses, son los ladrones de la tierra y de la herramienta. Los obreros en el Perú están en las mismas condiciones que los trabajadores de Chile y Bolivia; en cambio los burgueses capitalistas, los parásitos militares y los zánganos reli- giosos, viven, explotan, roban y asesinan, cuando ven que su edificio social carcomido por las injusticias, tiende a desbaratarse, solo con la presencia inamovible de quince mil huelguistas, en Iquique, con doce días de un paro pasivo, de un cruce de brazos, la burguesía gubernamental de Chile perdió la cabeza con un miedo embrutecido, que la convirtió en tigre sanguinario. Las tres burguesías, ante sus intereses comerciales, han sido solidarias, ninguna se ha dado por apercibida. ¡Cuán diferente hubiera sido si una a otra pretendían robarse o darse el asalto del bandido! ya entonces los grandes rotativos de la nación agredida con grandes letras de molde dirían ¡La Patria está en peligro! hoy que se masacran mil quinientos obreros y quedan en el campo dos mil heridos, y que gran parte de ellos son repasados por las tropas, entonces no hablan de la patria, todo es igual son obreros, es la canalla, es la escoria; es este maldecido régimen de autoridad que nos trae este cortejo de crímenes y miserias, los trabajadores conscientes no debemos de tener Patria, cumpliendo la con- clusión de una foiia-mo del Congreso Anarquista de Ámsterdam ¡Ni un hombre, ni un céntimo para el militarismo! El Hambriento, Lima, enero 1908. Sin patria y sin bandera23 ¡Adiós! zona salitrera, ¡adiós país desgraciado, de ti me voy expatriado renegando la bandera. Clamando contra el infierno de la explotación mezquina más salvaje y asesina, el obrero, ante el gobierno reclamó contra la ruina, 23 Publicado en El Hambriento 34, marzo de 1908. Juan José Rodríguez Díaz 337 y éste los mató en montón con más zaña que una fiera, probándoles, que es tontera ampararse en la razón, ¡Adiós zona salitrera. El general sanguinario Con zaña y alevosía, Hizo la carnicería, Entre el pueblo proletario, Probándose no existía Constitución ni derecho, ante la razón de Estado de proteger al malvado, por lo cual quita mi pecho ¡Adiós! país desgraciado. De esta nación sin honor Tendrán todos que emigrar, Para poder protestar del gobierno y su rigor en el arte de matar, por lo cual declaro al mundo que ya estoy desengañado, y contra la patria airado digo con odio profundo de ti me voy expatriado. Pues mi patria y sus leyes solo son ardid y engaño con que el burgués a su amaño nos explota como bueyes en sometido rebaño yo invito a la rebeldía a la república entera para que abjure sincera de su torpe idolatría renegando la Bandera Arturo 2° Encalada, Lima, enero de 1908 La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 338 La hecatombe de Iquique en su primer aniversario «Ha surgido un nuevo monarca— del cual los emperadores y presidentes son sus más humildes vasallos: el Comercio.......» Palabras de Echenique en el Club de la Unión en Santiago de Chile. «El comercio ó más bien dicho aún el capital, del cual somos sus humildes lacayos ha ordenado vuestra matanza” debió habernos dicho Silva Renard, ese memorable día y no gastar esas frases huecas de “que la patria lo exige por la tranquilidad......» Preferible hubiera sido que poniéndose a la altura de Echenique, el ministro chileno en el Perú hubiera empleado esa frase real y positiva del mando del capital ó comercio sobre sus hombros de gran lacayo. Hace un año justo hoy y al recordarlo guardo vivísima la impresión del más degenerado felino, Silva Renard, y pienso si comprendería este hombre que al buscársele para con- sumar semejante carnicería, pensó, un momento siquiera que se le seleccionó porque le conocían los instintos del chacal y la perfidia del asesino a paga. Al principio de nuestra peregrinación siempre me imaginaba que esa burguesía asesina no tendría ningún reparo en convencer al pueblo que él era el culpable «por su desmedida exigencia y el peligro que envolvía tanto número de obreros en Iquique» y efectivamente así ha sido; pero el pueblo ¿podrá creerse tamaña felonía sabiendo ahora y oyéndolo de labios de un caracterizado burgués que los «presidentes son humildes vasallos del capital» y sabiendo que Montt, el presidente de la república de Chile es un humilde abogado de la compañía salitrera de «Agua Santa» y Sotomayor de la «Casa Granja» y que por esto eran dos veces vasallos del capital? ¿Digan, los patriotas chilenos amaban más al oro a la patria, los Montt, los Sotomayor, y los Silva Renard al matar centenares de sus conciudadanos por defender el Capital? Hoy después de un año; el recuerdo vivo de aquel horrendo cuadro, de cráneos rotos, brazos quebrados, sangre coagulada, salpicaduras de sesos y al reconstruir aquella escena de agonía, de puños crispados, ojos blanquecinos y dolorosos quejidos, no puedo menos que comprender que estamos cerca de otra terrible pero necesaria destrucción de vidas, y esa ha de ser la vindicadora porque ya los obreros estamos hartos de sacrificio y es necesario que como una monstruosa ola rodemos sobre esta sociedad fácil y corrupta y arrollemos como ella a la inmundicia y la dejemos fuera de la playa donde su podre sirva para fundar la arena de tantos siglos de estéril lucha. Sí; ya es necesario que cual nuevo Atila, asolemos las Roma do se ostenta soberbio, el capital, la religión y la milicia, Es necesario que nosotros destruyamos a los lobos y lobeznos, a los tigres y sus hembras; y de sus guaridas formemos una laboriosa colmena igualitaria donde no hayan lacayos de la religión ni del oro. Juan José Rodríguez Díaz 339 Dejar correr sangre estérilmente es un sacrificio bárbaro, es el salvajismo de un Abraham bíblico ofreciendo la sangre de su hijo a un dios sediento de ella. Por eso los obreros no olvidemos estos ejemplos y si esta es la primera hecatombe Sudamericana, por su mag- nitud sírvanos ella de recuerdo para comprender que la burguesía sabe muy bien olvidar el amor a la patria por obedecer al capital y por esto nuestros labios deben decir: ¡Patria, Religión y Capital yo os maldigo, por defensa personal! Los que hemos sido actores de este drama, hablamos de corazón a los obreros del uni- verso, reconocemos que todos somos hermanos y sin reconocer fronteras convencionales, lidiamos para aunar la fuerza, en esta lucha en tantos siglos empeñada y que hoy gracias al libro que ilumina los cerebros oscurecidos va cual poderosa antorcha reemplazando la sombra por la luz. En todas partes existe la lucha y la indiferencia egoísta y eso es el mejor medio para cas- tigar a un pueblo en nombre del capital, el gran monarca. Un año hace y todos los trabajos o banderas convencionales, de Chile, Argentina, Perú y Bolivia fueron arrolladas a balazos a nombre del dios capital y ¡cosas del destino! la roja, la proletaria tremolaba incólume, sostenida por las manos de un muchacho que estaba boca abajo sobre el globo que representa el universo, en la “Escuela Santa María.” ¿No será acaso este el anuncio de la desaparición de los trapos fronterizos que dan que comer a los logreros y su reemplazo por la roja que quedó sobre el globo en manos de un hombre del mañana? Montt, Sotomayor, Eastman y Silva Renard, ¡Yo os saludo! Habéis cumplido con vuestro deber, podéis ir ahora orgullosos y rojos de sangre vuestros colmillos de chacales, a lamer la mano de vuestro gran amo el CAPITAL. José Briggs Ex presidente de la huelga Lima, Diciembre 21 de 1908 Bibliografía Bergquist, Charles (1988). Los trabajadores en la historia latinoamericana. México DF: Siglo XXI. Gonzales Casanova, Pablo (coord.) (1984). Historia del movimiento obrero en América Latina. México DF: Instituto de investigaciones sociales de la UNAM, Siglo XXI. González Miranda, Sergio (2004). El dios cautivo: las Ligas Patrióticas en la chilenización com- pulsiva de Tarapacá (1910-1922). Santiago de Chile: Lom. González Prada, Manuel (1940). Anarquía. Santiago de Chile: Ercilla. Machuca Castillo, Gabriela (2006). La tinta, el pensamiento y las manos: la prensa popular anarquista, anarcosindicalista y obrera-sindical en Lima 1900-1930. Lima: Universidad de San Martín de Porres. La masacre de Santa María de Iquique en la prensa anarquista peruana 340 Ramírez Necochea, Hernán (1965). Origen y formación del Partido Comunista de Chile (ensayo de Historia del Partido). Santiago de Chile: Austral. Ramírez Necochea, Hernan (s/f ). Historia del movimiento obrero en Chile. Concepción: LAR. Sánchez, Guillermo (1987). La prensa obrera peruana. Lima: Barricada. Sánchez, Luis Alberto (1959). Don Manuel. Lima: UNMSM. Sulmont, Dennis (1977). Historia del movimiento obrero peruano. Lima: Tarea. Vernuille, Adriana (1947). Mi Manuel. Lima: Cultura Antártica.