La geografía de la percepción: una metodología de la proximidad para la sostenibilidad Nicole Bernex Pontificia Universidad Católica del Perú Palabras clave: desarrollo sostenible, sostenibilidad, servicios ecosistémicos, necesidades humanas, percepción Resumen: Este artículo propone, a veinte años de Brundtland, una relectura del desarrollo sostenible a la luz de la evaluación ecosistémica del milenio, y en torno al desarrollo humano. Plantea la fragilidad de un desarrollo fracturado entre sostenibilidad ambiental, crecimiento económico y equidad social; y la urgencia de partir de las necesidades de las personas, sus pobrezas de accesibilidad y potencialidad, los servicios que reciben de los ecosistemas para su bienestar, la consecuente eficiencia económica y equidad social. Asimismo, desde la geografía de la percepción y la geografía del comportamiento y numerosas experiencias realizadas en distintos lugares del país, plantea una metodología que facilita la valoración personal, así como la de la comunidad y del entorno, desde una dimensión retrospectiva y un diagnóstico participativo de la realidad para asegurar una verdadera sostenibilidad. La pobreza endémica, extendida y abyecta tiene que ser reducida de manera radical, antes de poder hablar de progreso, y eliminada antes de poder hablar de éxito. Gro Harlem Brundtland (9 de mayo 2007) La fuerza radica en lo que cada uno de nosotros puede hacer a partir de su propia conciencia… Manfred Max-Neef (Berrios, 2007) Al igual que el desarrollo, la sostenibilidad exige cercanía, proximidad, humanidad. Hace veinte años, la entonces primera ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtland, encabezó la Comisión de la ONU encargada de preparar y presentar el informe Nuestro Futuro Común,1 documento donde se define, por primera vez, el concepto de desarrollo sostenible como: […] aquel desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro, para atender sus propias necesidades. Desde aquel momento, surgieron una serie de propuestas para facilitar la construcción de caminos concretos de sostenibilidad. En primer lugar, ante los problemas de manejo de agua y cuencas sufridos por toda América Latina, Axel Dourojeanni parte del 1 principio de que “el desarrollo sustentable es función del crecimiento económico, la sustentabilidad ambiental y la equidad”, valoriza el triángulo de Nijkamp (1990), insertándolo en un lugar concreto, a la vez que reconoce que “el desarrollo sustentable, siendo función de tres objetivos que no tienen indicadores comunes ni un sistema de conversión para darles un común denominador, hace imposible su cuantificación” (Dourojeanni, 1994). El aporte muy positivo de Axel Dourojeanni ha sido reconocer que estos procesos se dan en un ámbito concreto —sea cuenca, municipio, ciudad o región— y que deben articularse. Si bien es cierto que, en sus numerosas publicaciones, destaca siempre las necesidades de manejo de los recursos naturales en una forma ambientalmente sustentable, no va más allá de lo ambiental, no hace hincapié en la sostenibilidad básica, la ecosistémica. Podemos visualizar esta búsqueda de sostenibilidad en todos los países de América Latina, a distintas escalas —locales, regionales y nacionales, urbanas y rurales—, en los esfuerzos de numerosas instituciones desde sus balances situacionales. Así, el Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales (FLACAM) denuncia tres situaciones insostenibles de la ciudad moderna a partir de las metáforas de Ítalo Calvino2 (Leonia, Pentesinea y Zora) para intentar acercarse a la sostenibilidad desde lo ambiental. Este planteamiento ha sido desarrollado por Rubén Pesci (2002: 57-59), quien presenta principios de sostenibilidad en ciudades intermedias (multipolaridad, sistema de interfases, fases de entropía negativa, urbanidad y espacios abiertos, flujos, participación social, la producción de la ciudad). Asimismo la Red de la Agenda Local 21 para América Latina y el Caribe se centra en el medioambiente por considerársele un área prioritaria para la sostenibilidad (Ciudades para la Vida, GTZ, ICLEI Red y Agenda Local 21, 2002: 4). Muy interesante es constatar que algunas instituciones y personas escapan a la “trampa” de lo ambiental, centrando la sostenibilidad en lo territorial y la persona. Es así que Sergio Sepúlveda considera el enfoque territorial como integrador: [porque] visualiza los territorios no como unidades espaciales aisladas, sino como unidades articuladas a una trama social y cultural más amplia, trama que se asienta sobre una base de recursos naturales y que se traduce en formas de producción, consumo e intercambio, que son, a su vez, armonizadas por las instituciones y las formas de organización existentes […] permite integrar los ejes fundamentales del desarrollo sostenible —la organización económica, la relación con el medio natural, la organización social y política, y los elementos culturales presentes en cada territorio— (Sepúlveda, 2004: 4). 2 Es interesante ver la existencia de visiones encontradas en torno a lo ambiental o lo natural, a la factibilidad de integrar los ejes de la sostenibilidad y en cómo y desde qué generar el proceso de sostenibilidad. Enkerlin, Cano, Garza y Vogel (1997) intentan precisar gráficamente los tipos de sostenibilidad existentes en el desarrollo sostenible (figura 1). Figura 1: Tipos de sostenibilidad Fuente: Enkerlin, Cano, Garza y Vogel (1997: 511). En este caso, es claro que los autores parten de la sostenibilidad ecológica. Aunque en la actualidad hay un amplio consenso en que, para lograr el desarrollo sostenible, las medidas por considerar deberán ser económicamente viables, respetar el medioambiente y ser socialmente equitativas, es indudable que estas interpretaciones son insuficientes y resultan superficiales. Vale recordar que antes de la sostenibilidad ambiental, hay que reconocer y valorar la sostenibilidad ecológica y, para ello, es imprescindible tomar conciencia del papel esencial que tienen los ecosistemas vitales,3 cuyos servicios de base, de suministro, de regulación y culturales aseguran el bienestar humano. Estos servicios son económicamente eficientes y generadores de una verdadera equidad social. No obstante, tal como lo observamos a menudo, de un lado, la dimensión ambiental domina las demás dimensiones, y se presta menos importancia a la dimensión ecológica, base de todas las demás; de otro lado, se resta su carácter plural al territorio, sistema vivo y vivido, abierto, dinámico, objeto y sujeto a la vez. Es interesante constatar que ciertos programas como LEADER (1999) lograron aplicar en las zonas rurales más pobres de la Unión Europea nuevas estrategias para el desarrollo rural. A partir de un enfoque territorial articulador, se evaluó el capital territorial a partir de “los elementos constitutivos de la 3 riqueza del territorio, (actividades, paisajes, patrimonio, conocimientos técnicos, etc.), en la perspectiva no de un inventario contable, sino de la búsqueda de las especificidades susceptibles de ponerse de relieve” (LEADER, 1999: 19). Para acercarse mejor a este capital territorial, se definieron ocho componentes territoriales: los recursos físicos y su gestión; la cultura y la identidad del territorio; los recursos humanos; los conocimientos técnicos implícitos/explícitos y las competencias; las instituciones, administraciones locales, reglas de juego políticas, colectivos, la “gobernación” y los recursos financieros; las actividades y empresas; los mercados y las relaciones externas; y la imagen y la percepción del territorio (LEADER, 1999: 22). Es interesante ver la importancia que atribuye el Observatorio Europeo LEADER a la percepción del territorio para construir nuevos territorios y, a la vez, hacer que los lugareños descubran sus capacidades. Aquí vale recordar los aportes de Manfred Max-Neef, Premio Nobel Alternativo de Economía 1983,4 en la visualización y acercamiento al desarrollo a escala humana. Precisa Max-Neef que las necesidades humanas: Son las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos, lo que cambia son los medios o maneras de satisfacerlas. Las formas de satisfacerlas son los satisfactores que cambian con cada sistema económico, político o social y están culturalmente determinados [… de ahí, la clasificación fundamental] que incluye, por una parte, las necesidades existenciales de Ser, Tener, Hacer y Estar; y, por la otra, las necesidades axiológicas de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad (Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn, 1986: 25-26). Al no ser satisfechas, estas necesidades generan pobrezas, las cuales a su vez crean patologías, toda vez que rebasan límites críticos de intensidad y duración. ¿Existe una metodología que permita a la vez empoderar a las personas- comunidades, hacerlas capaces de desarrollo, sensibilizando a la sociedad civil y a los responsables privados y públicos según sus distintas escalas de actuación, a fin de revertir la degradación de los ecosistemas y aumentar el aporte que estos hacen al bienestar humano, para asegurar una verdadera sostenibilidad natural y humana? Desde hace 30 años, hemos probado en diferentes proyectos y en distintos rincones del territorio nacional nuestra metodología, que se enraíza en la geografía de la percepción y en la geografía del comportamiento; esta metodología nos ofrece un instrumental riguroso para acercarnos a toda realidad con el mayor cuidado y respeto posibles. Ciertamente, la percepción ambiental surge del encuentro de varias disciplinas cuyas temáticas se centran en la persona, su comportamiento, actitudes y valores para con la sociedad y su entorno. Es 4 la razón por la cual adquiere hoy gran importancia para los procesos de evaluación de conductas, impactos, planeamiento y desarrollo. En un nivel primario, la percepción ambiental es un producto directo de la estimulación que llega al individuo por parte del ambiente; a la vez, es consecuencia de las estructuras lógicas adquiridas, de la educación recibida y del medio cultural donde está inmerso. De su dimensión y calidad, resulta la interpretación de la información que el individuo recibe del ambiente a través de sus sentidos. En los procesos de manejo y construcción socio-espacial de ámbitos rurales o urbanos, la percepción ambiental constituye una herramienta de análisis y síntesis espacial que garantiza que los individuos reconozcan que el medioambiente es por su flujo de información el primer y más constante educador del poblador (Bernex y Montero, 1997: 37). Tal como afirma Zárate: “Las imágenes mentales determinan el significado y el simbolismo de los lugares, y condicionan la actuación de los individuos ante cuestiones concretas […]. Consecuentemente, el análisis [de la percepción5 y] de las representaciones mentales resulta imprescindible para comprender el comportamiento de los individuos y el funcionamiento del espacio” (1995: 836). Asimismo, por su rigor y capacidad de descodificación de los comportamientos, es esencial en todo proceso de desarrollo. Urge adquirir una percepción fina, de calidad, estructuradora de un conocimiento cada vez más detallado e integral, generadora de una conciencia honda del entorno propio y de una capacidad de lectura y reflexión que haga surgir nuevas actitudes y prepare a la acción. La figura 2 nos indica la estrecha relación existente entre el mundo real, la realidad vivida y percibida por los propios actores; y, cómo aquellos actores influenciados por su sistema de valores, educación, costumbres y cultura, así como por los medios de comunicación a los cuales acceden, van a evaluar esta realidad vivida. Esta evaluación genera un conocimiento (incipiente, detallado, articulado, integrado o aplicado) que, a su vez, va a facilitar la decisión que lleva a la acción. 5 Figura 2: Interrelaciones entre el mundo real y las personas Fuente: elaboración propia. El dominio de la percepción es atractivo y complejo, por su propia espontaneidad, versatilidad y dinámica cambiante. Hace más de un siglo, respecto a un camino, el insigne naturalista Antonio Raimondi escribía en su obra El Perú: "se verá cuán difícil es decir la verdad para todos, siendo relativa según las circunstancias" (1983: 42). Debemos reconocer que un mismo entorno, paisaje o lugar no es percibido de la misma manera por sus habitantes; tampoco por los miembros de una misma organización o familia. Por esta razón, es importante reconocer el nivel y la calidad de nuestra percepción del entorno. Generalmente no lo percibimos a través de un solo lente sino de varios filtros creados por nuestros intereses, nuestra profesión, nuestras costumbres, nuestra afectividad (rechazo o aceptación). La visión personal —la percepción— que tenemos de nuestro entorno va a limitar su conocimiento y nuestras posibilidades de acción. De ahí que es de gran importancia 6 POBLACIÓNPOBLACIÓN RRECEPTORESECEPTORES DEDE LALA PERCEPCIÓNPERCEPCIÓN INFORMACIÓN Sistemas de valores MMUNDOUNDO REALREAL IIMAGENMAGEN MENTALMENTAL Hitos orientadores o referencias EVALUACIÓN ACCIÓN DECISIÓN mejorarla, deshaciendo los juicios de atribución que van a opacarla. Pero es también imprescindible entender cómo se estructura y poder así precisarla. Geográficamente, nuestro entorno está conformado por distintos espacios interrelacionados donde nuestra participación es más o menos intensa. Así, nuestra casa representa el espacio de mayor participación, el espacio vivido que hemos organizado nosotros mismos, sin interferencias ajenas, según nuestros gustos y medios. Nuestro pueblo o parte de nuestra cuenca, donde trabajamos, representan el espacio de nuestra participación diaria, donde realizamos gran número de nuestras acciones en relación con otros actores sociales. Es el área de nuestra mayor influencia “en lo bueno y en lo malo”. Las demás partes de nuestra cuenca y otras áreas conforman el espacio de nuestra participación ocasional, donde interactuamos poco y nuestra influencia decrece. A partir de los trabajos de Kevyn Lynch (1966), Abraham Moles y E. Rohmer (1972), Sylvie Rimbert (1973) y otros, la imagen mental se considera como un instrumento de conocimiento, de evaluación de la percepción y como un método de mejoramiento de esta percepción. La imagen mental abarca distintos espacios de manera incompleta. Se vuelve más borrosa a medida que nos alejamos de nuestra habitación, de nuestra casa (espacio vivido – 1). Aun ahí, no es perfecta. Nuestra percepción puede ser muy exacta respecto a la distribución de los diferentes enseres de nuestra casa, pero indiferente a los sucesos de su estructura (grietas, hundimientos, humedad, etc.). En el espacio practicado (o espacio de la práctica cotidiana – 2), nuestra percepción se hace más selectiva, de acuerdo con nuestros intereses y nuestro trabajo. Dejamos de lado los elementos del espacio que no nos afectan directamente. Eso es todavía más notorio en el espacio percibido (o espacio de la práctica ocasional – 3) que es apreciado con la lupa de nuestros intereses particulares. Finalmente, el espacio imaginado (4) es el percibido solo por lo que se dice, se escucha y se cuenta. Vemos entonces cómo nuestra imagen mental refleja un conocimiento desigual y pobre de nuestro entorno de vida, así como nuestro propio individualismo (figura 3). 7 Figura 3: La constitución de la imagen mental Fuente: elaboración propia. Acercarse a la imagen mental permite, por ejemplo, entender mejor por qué los comuneros actúan de tal o cual manera. Tal como afirma Lynch: La imagen del entorno es producto a la vez de la sensación inmediata y de la experiencia acumulada recogida por la memoria. Esta imagen permite interpretar la información y orientar la acción. La necesidad de reconocer nuestro entorno y de darle una forma hunde raíces tan profundas en el pasado que esta imagen reviste para el individuo una importancia práctica y afectiva considerable (1966). Por eso es de gran importancia descubrir la imagen mental de los individuos. Nos permite, de un lado, entender el porqué de sus acciones, sus estructuras lógicas... qué los lleva a tomar tales o cuales decisiones. De otro lado, el conocimiento de la imagen mental nos ayuda a entender el tipo de interrelaciones que las personas establecen entre ellas y con su medio; también nos permite conocer sus puntos de referencia espaciales, sus itinerarios, los límites que establecen en el espacio, las áreas más importantes. En condiciones de peligro cotidiano, la percepción de los individuos revelada por su imagen mental nos deja entrever el comportamiento del individuo en su relación con su entorno, el tipo de reestructuración a la cual somete el espacio, es decir, su apropiación. La apropiación es, como dice Fischer: “la proyección de la conducta humana sobre el espacio; su calidad permitirá entender los niveles de convivencia con el riesgo” (1981: 89). Indudablemente, acercarse a la imagen mental con toda la riqueza que contiene significa franquear una serie de filtros, y el lenguaje no facilita la traducción fiel de la imagen 8 mental. Por esta razón hemos optado por varias metodologías, entre ellas el taller de percepción ambiental (Bernex, 1988; Bernex y Montero, 1997). Ahí los dibujos permiten una descodificación más objetiva de los niveles de percepción y apropiación del espacio. Nos muestran los fenómenos de rechazo, de identificación, las aspiraciones, las sustituciones y los niveles de individualismo existentes. Vemos entonces cuán esencial es caracterizar los diferentes espacios según nuestra práctica (cotidiana, ocasional, ínfima) o, tal como lo grafica Mercedes Millán Escriche (2004: 138): realidad, entorno inmediato y espacios con vagas referencias, siendo el individuo quien va a determinar, por sus intereses y valores, la calidad espacial (figura 4). Figura 4: Universo concéntrico en torno al individuo Fuente: Millán Escriche (2004). Por eso, el análisis detallado de los talleres de percepción constituye un insumo importante para el diseño y elaboración de propuestas y planes de acción para las comunidades, tanto para fines de desarrollo sostenible y de gestión ambiental local, como para superar las tensiones sociales actuales que existen en no pocas comunidades. De ahí la necesidad de construir un marco analítico que incluya identidad, valores, prácticas, miedos y vulnerabilidad desde la geografía del comportamiento, la geografía de la percepción y la geografía del miedo; para explicar así las latencias, es decir, los deseos, motivaciones, insatisfacciones, estados de ánimo, propósitos y valores, que constituyen la 9 psicología colectiva de la gente, indicador profundo de su situación; lo que permita analizar cuáles son y cómo se manifiesta el problema fundamental. En el punto de partida de toda propuesta de desarrollo, está el diagnóstico de la realidad. Se realiza mediante un taller donde el participante reflexiona, brinda y analiza información relevante sobre su realidad y, al mismo tiempo, aprende a organizar sus ideas para construir su data, ordenarla y luego utilizarla. En este sentido, el taller de diagnóstico constituye una herramienta importante, no solamente en cuanto facilita la construcción de un sistema de información de base y, consecuentemente, el conocimiento de lo propio; sino también porque, al conocer y valorar la realidad, favorece el desarrollo de capacidades locales y la reflexión; con lo que se crea el ideal deseado: la situación imaginaria con los problemas del presente solucionados. Indudablemente, de acuerdo con las circunstancias propias por las que atraviesan las poblaciones de un lugar, el Taller de Diagnóstico de la Realidad tendrá unos u otros matices específicos; y siempre integrará diversos instrumentos de análisis participativo y de reflexión comunitaria. Estos talleres constan de las siguientes etapas o pasos principales: • Análisis de la realidad (dimensión actual): ¿quiénes somos y qué tenemos? • Memoria del ayer (dimensión retrospectiva): ¿quiénes éramos y qué teníamos? • Ideal deseado y querido (dimensión prospectiva): ¿quiénes quisiéramos ser y qué quisiéramos tener? • Diagnóstico, propuestas y compromisos El objetivo general de todo taller es realizar un análisis y diagnóstico de la realidad que facilite el diálogo y la participación, para la elaboración de un itinerario de desarrollo propio, concertado y sostenible. Los resultados esperados son los siguientes: • Un documento de análisis de la realidad desde la percepción ambiental grupal. • La visión de desarrollo deseado y querido, expresada en un texto consensuado. • Un diagnóstico participativo básico, desde la realidad y a la luz del ideal, presentado bajo una forma sencilla. • Unos lineamientos para que los responsables locales puedan actuar más eficientemente. 10 No obstante, la percepción es un proceso muy complejo. La figura 5 visualiza la metodología de descodificación propia de la percepción, que permite observar cómo el desarrollo se percibe desde muchos ángulos interrelacionados: desde nuestra cosmovisión, desde la comprensión que tenemos del origen de los procesos (deforestación/erosión, escasez de agua), desde nuestra experiencia del riesgo (contaminación), así como nuestra capacidad para pensar nuestro propio desarrollo, el acceso que tenemos a la información, nuestros temores y miedos ante la situación que vivimos y nuestra propensión a no darnos cuenta de lo que causamos (o a negarlo). Interviene también la escala (barrio urbano, comunidad rural, cuenca o microcuenca). La percepción de los impactos,6 nuestra selectividad y temores permiten evaluar los escenarios sociales actuales, y generar propuestas innovadoras de desarrollo comunitario. Figura 5: Estructuración de la percepción Fuente: adaptación de CHAM’s, 1994. 11 IMPACTO PERCIBIDO Capacidad para medir el impacto ambiental Escala espacial de la unidad de análisis Origen de los temores percibidos Acceso a la información Propensión a negar el impacto ambiental autogenerado Experiencia del riesgo ambiental Imagen mental del temor Grado de adaptación al riesgo ambiental Percepción del impacto positivo/negativo y de las posibilidades de manejo. Insumos para propuestas. Aportes de la cosmovisión andina Existen varios puntos importantes en todo taller que facilitarán su sistematización. La conformación de los grupos debe realizarse según claves precisas: edad, género, roles que desempeñan en la comunidad o distrito, lugar de origen, de residencia, actividades. Todo ello depende de los fines del taller. Desde el inicio, los participantes deben expresar sus expectativas, y estas deben figurar de manera visible (o recordarse) a lo largo del taller. Tal como los subrayan Sergi Valera y Lupicinio Íñiguez al presentar el programa de Postgrado en Análisis e Intervención Social y Ambiental. Entornos urbanos, Comunidad y Sostenibilidad, de la Universitat Autònoma de Barcelona, Instituto de Formación Continua: Tradicionalmente se ha considerado la intervención social y la intervención ambiental como dos ámbitos diferentes e independientes, con ciertos puntos en común pero con metodologías y estrategias separadas e inconexas. Pero el concepto de Sostenibilidad integra definitivamente ambas dimensiones como expresiones de una misma cuestión. […] Desde esta perspectiva toda intervención ambiental tiene que tener en cuenta los aspectos psicológicos y sociales, puesto que, en último término, las personas, los grupos y las comunidades son los afectados y beneficiarios de las transformaciones en el entorno físico. De igual forma, toda intervención social tiene que contemplar los aspectos ambientales implicados, puesto que esta intervención nunca se hace en el vacío sino en un contexto socio-físico determinado. (Valera e Íñiguez, 2007). Análisis de la realidad (dimensión actual): ¿quiénes somos y qué tenemos? Aunque los talleres de percepción son diseñados como grupales, el punto de partida es el análisis de la percepción individual de los diferentes actores. La consigna debe ser clara: “dibujen todo lo que hay en su comunidad, en su entorno”. Se realiza mediante dibujos individuales y es esencial por permitirnos conocer desde el inicio la diversidad existente en una comunidad, diferenciar los resultados por grupos etarios, por género, por tendencias, por actitudes. Permite vislumbrar la importancia del capital humano existente, así como las carencias. Es profundamente orientador para todo programa de capacitación y comunicación orientado al desarrollo humano sostenible. Permite precisar si existe una correlación efectiva entre edad, experiencia y número de elementos expresados en los dibujos. A menudo, pone en relieve el individualismo o, por el contrario, la existencia de una percepción muy comunitaria del entorno. Permite reconocer la importancia de los elementos naturales, su articulación, así como de los elementos sociales, y observar los signos de apropiación de su espacio o rechazo. Cuando existe una prevalencia moderada o fuerte de los elementos naturales, esto puede indicar una relación estrecha con el terruño y la pachamama, heredada de una 12 cosmovisión andina de las relaciones sociedad-naturaleza. Devela la sensibilidad al entorno inmediato y lejano. La predominancia absoluta o relativa de ciertos elementos refleja relaciones más estrechas; pueden ser estas últimas de pertenencia al mundo físico, al hábitat de vida y un reconocimiento de la diversidad natural o biodiversidad o al hábitat humano y al aprovechamiento productivo de la oferta ambiental. Solamente después de haber compartido los dibujos individuales y observado las diferencias existentes entre ellos, los participantes, al tomar conciencia de su riqueza, se agrupan para compartir su visión del hoy y realizar un dibujo común. A menudo, el dibujo no rescata todos los elementos que figuraban en los dibujos individuales, o los integra todos, y añade otros. La riqueza del dibujo colectivo nos indicará también la capacidad de organización y de participación del grupo. Después de la presentación de los dibujos colectivos, se hace hincapié en la persona, a menudo con perfil bajo en los dibujos individuales y colectivos, a veces ausentes; y que, sin embargo, es el gran transformador, el primer usuario de los bienes de la creación, y se suele invitar a una reflexión en torno a qué es lo que más nos gusta de nuestra comunidad y qué es lo que menos nos gusta. Más allá de las respuestas, que suelen ser muy aleccionadoras, por reunir en “lo que más nos gusta”, principalmente, todos los elementos de la naturaleza, todo lo que constituye la oferta ambiental; y en “lo que menos nos gusta”, los impactos realizados por nosotros mismos, este ejercicio nos brinda pistas para entender “quiénes somos”, especialmente desde el análisis lingüístico-sintáctico, que permite identificar vocablos que en la figura de sustantivos, adjetivos, verbos, pronombres posesivos expresan elementos descriptores de identificación, cualidades o valores, prácticas, posesiones y carencias de los pobladores. Memoria del ayer (dimensión retrospectiva): ¿quiénes éramos y qué teníamos? Después de dialogar en torno a nuestros encuentros y desencuentros, nuestros amores y desamores, el facilitador debe sensibilizar a los participantes para recordar cómo era su pasado, su cuenca ayer, qué tenían… a dibujar y a escribir este recuerdo. Después se promueve un debate confrontando el ayer con el hoy, y en una pizarra o en un papelógrafo, se construye una matriz que distingue lo que ha desaparecido, lo que ha permanecido igual, lo que ha cambiado y lo nuevo. Paralelamente, se valora el proceso, indicando cómo se perciben los cambios (bueno/malo). 13 Es de gran importancia comparar los dibujos colectivos del ayer y del hoy, observar la variación del número de elementos y su naturaleza, así como el mismo orden espacial, familiar, comunitario que suelen indicar los dibujos del ayer. Cuando se da el caso, se debe destacar el carácter bucólico del dibujo del ayer, el tipo de relaciones del hombre y de la mujer, los roles, la distribución del trabajo, las actividades y las dinámicas. Asimismo, el dibujo indica si el grupo sabe valorar y apreciar su pasado, su identidad. Es importante conseguir que los participantes comparen el ayer y el hoy a partir de la matriz arriba señalada, para identificar qué es lo que permanece, qué es lo que desaparece, qué es lo que cambia y qué es lo que aparece, precisando el valor bueno o malo de cada proceso. A partir de un plenario sobre el resultado de las matrices de comparación entre el ayer y el hoy, ante tantas cosas malas señaladas, se motiva a todos los participantes a expresar sus miedos y temores, así como sus esperanzas, ante un futuro que nadie conoce. La matriz amplía los resultados obtenidos el primer día a través de la pregunta acerca de qué es lo que más me gusta de mi comunidad y qué es lo que menos. Abundan los temores y los miedos, y es importante descodificarlos y mostrar cómo surgen. Algunos miedos surgen desde una vivencia concreta, desde una experiencia directa: “así la tala indiscriminada del bosque (buena oxigenación, uso de productos agroquímicos, desaparición del agua del río Cunas7); rebrote del terrorismo, aumento de la delincuencia y desunión”.8 También los miedos pueden surgir por falta de información sobre las actividades mineras de la zona, el deterioro de la capa de ozono, las enfermedades psiquiátricas. Surgen de la dificultad para imaginar un escenario ajeno a nuestra realidad. Hoy es evidente que la constante mención por parte de organismos internacionales e instituciones nacionales de que el Perú sufrirá una tensión (o estrés) hídrica en el año 2025, crea angustias y miedos en torno a una posible guerra del agua, a cambios climáticos que no podremos controlar, a alteraciones de paisajes naturales. Finalmente, los miedos surgen de nuestras resistencias, autoestima y costumbres. Así, algunos participantes expresan que no tienen capacidad para ayudar a solucionar los problemas, y que prefieren no hacer nada ante el miedo al rechazo y a los ataques personales. Asimismo, las esperanzas surgen de nuestras necesidades de subsistencia, seguridad, entendimiento, afecto, ocio, identidad, libertad y creatividad. Se originan en nuestra capacidad para entender los procesos, construir escenarios y actuar, por ejemplo, para cambiar la normatividad, lograr calidad de vida, recuperar especies, comprometer a más personas, recuperar manantiales. A la vez, la esperanza emerge de nuestros valores de concertación (en torno a las prácticas agrícolas), de responsabilidad (en el cuidado de 14 nuestros ríos) y de comunidad (organización y sentido de la comunidad). Una reflexión sobre el espacio, con sus potencialidades y limitaciones (peligros y riesgos), no puede soslayar el estudio de cómo perciben aquel espacio los grupos que lo pueblan. En este sentido, Armand Fremont afirma que “las relaciones del hombre con su espacio no constituyen un haz de datos innatos; se combinan en una experiencia vivida que, según las edades, se va a formar, estructurar y deshacer” (1976: 39). Ideal deseado y querido (dimensión prospectiva): ¿quiénes quisiéramos ser y qué quisiéramos tener? En esta etapa, se motivó a los grupos a que construyan el escenario ideal: qué cuenca desean tener mañana, qué ambiente, qué sociedad, qué interrelaciones, valores y estilos de vida. Se les invitó a un diálogo grupal y también a dibujar cómo imaginaban su cuenca en el futuro. Es importante destacar que, generalmente, existe dificultad para pensar en el mañana a partir de la propia realidad; más bien se calca la realidad actual de un pueblo o ciudad que se percibe con mejores condiciones, y cuya imagen se apropia para el futuro. Varios estudios recopilados en trabajos anteriores (Bernex, 1988; Bernex y Montero, 1997) nos muestran cómo las variables sociales (nivel familiar, comunal, regional), económicas (actividad ganadera, agrícola, artesanal), las variables tiempo y disponibilidad financiera se combinan para encontrar determinadas respuestas a las necesidades de las poblaciones y a las posibilidades que les ofrece el medioambiente tanto físico como humano. En el caso peruano, estas respuestas solo se pueden entender acercándose a la cosmovisión andina. Como lo subrayan Grillo y Rengifo: “la relación del hombre y la mujer andina con la flora, la fauna, el suelo, el agua ocurre en el entendimiento de que se trata de partes integrantes de un todo mayor en el cual ellos mismos y sus hijos están incluidos. La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra” (1987). Sin embargo, si la cultura andina reconoce a la naturaleza “atributos de ser vivo y altamente sensible, capaz de responder positivamente al buen trato y por tanto domesticable, la reconoce capaz también de responder con ferocidad ante una agresión” (Kush, en Grillo y Rengifo, 1987). He ahí, el marco teórico de todo estudio. La aplicación de la metodología ofrecida por la geografía de la percepción y la geografía del comportamiento demuestran cuán formadores e importantes son los talleres de percepción, no solamente por los técnicos que tienen a su cargo programas de desarrollo local; sino, sobre todo, para las mismas poblaciones que, 15 desde su autodiagnóstico local, aprenden a valorarse, a valorar su entorno y a buscar desde su realidad caminos de verdadera sostenibilidad. Notas 1. Hoy llamada Comisión Brundtland. 2. En su libro Las ciudades invisibles. 3. Debe darse más importancia a la Evaluación de Ecosistemas del Milenio (EEM) (Grupo de Trabajo sobre Marco Conceptual de la Evaluación de Ecosistemas del Milenio, 2003). 4. Con el dinero del premio, Max-Neef funda en Santiago de Chile el Centro de Estudio y Promoción de Asuntos Urbanos (CEPAUR) —hoy desaparecido—, con el objetivo de poner en práctica sus ideas sobre el desarrollo a escala humana. 5. Percepción (del latín perceptio, ‘que recibe’), proceso por medio del cual el organismo, como resultado de la excitación de los sentidos y con la intervención de otras variables, adquiere conciencia del ambiente y puede reaccionar de determinada manera frente a los objetos o acontecimientos que distingue. 6. Se entiende que todo impacto puede ser positivo o negativo. 7. Afluente del río Mantaro. 8. Testimonio recogido en el Taller de Chupaca, mayo 2007. 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