6 r.jo PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ FONDO EDITORIAL IEP Instituto de Estudios Peruanos NARRATIVAS PROBLEMÁTICAS Los inkas bajo la pluma espai'íola NARRA TI VAS PROBLEMÁTICAS · .Los tit~as bajo la pluma española LYDIA FossA ~ itNIB,¡>(r . • PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ JEP Instituto de Estudios Peruanos Serie: Lengua y Sociedad, 23 Este libro ha sido posible gracias al auspicio del Author s Fund de la University of Arizona (Tucson) © IEP EDICIONES Horado Urteaga 694, Lima 11 Telf. (511) 332-6194 Fax (511) 332-6173 E-mail: publicaciones@iep.org.pe © PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERú - FONDO EDITORIAL Plaza Francia 1164, Lima 1 Telf.: 330-7410 Fax.: 330-7411 E-mail: feditor@pucp.edu.pe ISBN: 9972-51-142-1 ISSN: 1019-4495 Impreso en el Perú Primera edición, febrero del 2006 1,000 ejemplares Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2006-1410 Registro del proyecto editorial en la Biblioteca Nacional: N.º 11501130600094 Prohibida la reproducción total o parcial de las características gráficas de este libro por cualquier medio sin permiso de los editores FossA, LYDIA Narrativas problemáticas. Los inkas bajo la pluma espaiiola. Lima: IEP, 2006.-- (Lengua y sociedad, 23) SOCfEDAD ANDfNA; fNCANATO, ANÁUSfS LITERARfO; CRÓNICAS; COLONIA; SIGLO XVI; HISTORIA; ANÁLISIS DEL DfSCURSO; SEMIÓ­ TICA; LfNGÜÍSTICA w 105 .06.0 l/L/23 Nadie puede escribir un libro. Para que un libro sea verdaderamente, se requieren la aurora y el poniente, siglos, armas, y el mar que une y separa. "Ariosto y los árabes", El hacedor, l 960 ]. L. BoRGES DEDICATORIA A María Rostworowski, modelo de investigadora CONTENIDO AGRADECINIIENTOS ............................................................................................... 13 PALABRAS PRELIMINARES·········· · ················································· ···· ······ · ··········· ·· · 15 I. INTRODUCCIÓN ............................................................................ 21 l. Los documentos manuscritos coloniales ......................................... 23 La documentación colonial temprana ......... ...... ....................................... 23 Antecedentes teóricos: análisis del discurso ............................................. 31 Antecedentes históricos de los documentos ....... ....................................... 3 8 La perspectiva literaria .......................... ......................... ..... .. ................. .. . 44 11. LOS AUTORES Y SUS TEXTOS .... : .............................................. 65 2. Pedro de Cieza de León .................................................................. 67 Cronista por inclinación y por encargo ........................................ ............. 67 Contexto de emergencia de la obra ... ......... ... .............................. .... .......... 8 O La publicación y la censura ....................................................................... 8 9 El sefí.orío de los incas ............................................................................. 103 '' ... dexo lo que ynoro y muy claramente no entendi ... " ........................ 117 3. Juan de Betanzos .......................................................................... 125 Los antecedentes de su obra ...................... ........ ...................................... 125 Matrimonio por conveniencia ................................................................ 13 9 La Suma y narración de los incas.............................. ... ................................ 14 7 Comparando el texto de Betanzos con el de fray Antonio ...................... 15 6 El quechua: otro vínculo de Betanzos con la cultura nativa ............ ....... 162 4. Polo Ondegardo ............................................................................ 17 5 El rey y el licenciado: un diálogo asimétrico .......................................... 1 7 5 La obra: "Hago de esto relacion porque se entienda ... " .......... ......... ...... 190 No tables daños ... en con texto ..................................................................... 195 El pensamiento dominico en Polo Ondegardo ......... ... ............. .... .. .. ..... 203 República de indios, república de españoles ........................................... 211 III. TRADUCCIONES LINGÜÍSTICAS Y CULTURALES ........... 223 5. Las lenguas nativas en sincronía ................................................... 225 El panorama lingüístico del Tawantinsuyu .... ........ ................. ... ........ ..... 225 La traducción en un contexto colonial: los primeros intérpretes ........... 23 9 Las lenguas de los informantes y los códigos de las fuentes ................... 2 7 6 6. Narrativas problemáticas ............................................................... 303 Traduciendo la cultura: la crónica de Cieza ..... ... .................................... 303 La construcción de un único centro y un solo gobernante ...................... 312 ¿Autor o traductor? El dilema de Betanzos ............................................. 331 Las tensiones en el texto: objetivos en conflicto .................... ... .............. 346 De la certeza a la duda: Ondegardo y los khipu ..................................... 357 La descripción de los khipu .................................................................... 366 IV. ANÁLISIS LITERARIO DEL DISCURSO HISTÓRICO ........ 379 7. La historia como fruto del poder ................................................... 3 8 1 La historia europea de la región andina .................................................. 3 8 1 Los textos inaugurales ............................................................... ~ ............. 392 El uso de lo exótico en la narrativa de Cieza .......................................... 402 El tratamiento literario de la historia en Betanzos ................................. 416 La argumentación académica y sus efectos literarios en Polo Ondegardo ............................................................. 425 8. Los textos huéspedes o subtextos ................................................. 433 La pluritextualidad en el Señorío de los incas ............................................ 433 Los cantares en Cieza: tipos y temas ....................................................... 442 Los relatos intercalados en la Suma y narración de los incas ...................... 454 El cantar de Inka Yupanki ................. .... .................................................. 464 Los ejemplos y cuadros de costumbres en Notables daños [ ... J .............. 4 71 El mito de origen inka y las sagradas escrituras ..................................... 4 7 9 CONCL,USIONES ........................................................................................... · ....... 497 BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................... 505 AGRADECIMIENTOS M L"CIIAS PERSO.V.AS han contribuido con sus comentarios, críticas, sugerencias .Y aportes a que este libro sea una recdidad. Han aliviado en algo el tremendo esfuerzo de plasm.ar en palabras una idea, un proyecto, un anhelo. La sem,illa de este libro está en la tesis que escribí para obtener mi doctorado en la Universulad de A!fichigan. Mis asesores, Frances Aparicio, Santiago Coló.e:;., Bruce 1\1an11lieim y lH:dter Mignolo, deben ser los prinieros en recibir mi gratitud. Quiero niencionar también al Center for the Education of Hhmen (CElV), especiabnente a Patricia H'ulp. Fue ahí d01ule presenté primero mi proyecto, recibiendo por él premios y sulri:enciones que me ayudaron mucho en momentos de apreniio. Debo hacer una mención especial a César Quiroz, la única persona que leyó y rele)'Ó la tesis sin ser miembro de ese comité, sólo por el gusto de hacerlo. iGracias, César! Esa semilla empezó a genninar en la Universidad de Arizona, d01ule recibí el apoyo de A1alcolm Compitello, el jefe del Departaniento de Español y Portugués, y del decano de Hurnanidades, Chuck 'lhtum. Ellos me proporcionaron tiempo y espacio para poder transformar la tesis en un libro. Agradezco especiabnente a Isela Gonzólez y a MerL')' Wdente por su constante apo)'º· En esta etapa conté con la invcdorable y dedicada colaboración de César Quiroz y de Héctor Tuledo, puntillosos y serios correctores. Quiero también agradecer a los lectores anónimos que hicieron comentarios durante el largo proceso de re·visión que ha tenido este libro. A Marco Curatola y Sara Mateas les quedo prqfu1ulamente agradecida por su cuidadosa lectura y sus imp01tantes reconiendaciones. Y de la se1nilla salió el fruto con la colaboración del Author's Funcl ele la Universidad ele Ariz01w, que financió parte ele la edición ele Narrativas pro­ blemáticas. Los inkas bajo la pluma española. Carlos Contreras va a recibir un caluroso y cómplice reconocimiento por danne su confianza desde el inicio del proyecto. A Mercedes Dioses las gracias por hacerme sentir siempre que mi libro era el más importante del IEP. 13 PALABRAS PRELIMINARES EL rírFLO que he seleccionado para este libro, Narrativas problemáticas. Los inkas bajo la pluma española, tiene como objetivo llamar la atención sobre las dificultades inherentes a la lectura de los textos españoles sobre el mundo andino del siglo A.7\1. Una lectura superficial no hace sino con­ tinuar con la desinformación actual sobre temas que nos atafien direc­ tamente y que inciden en el reconocimiento de la configuración de nuestra identidad múltiple. Creo que la base del respeto por la cultura del otro, dentro de los límites de nuestro propio país y del continente, se encuentra en el conocimiento profundo y crítico de nuestro pasado. Es de suma importancia recordar, a medida que se leen y releen los textos tempranos escritos por los españoles, que es a través de ellos que conocemos el inkario. Algunos españoles escribieron con generosidad, otros con idoneidad; los más con orgullo y pasión; todos lo hicieron a tra­ vés del filtro de la cultura a la que pertenecían y la lengua que hablaban para lograr sus propios intereses, personales y políticos. Pero este as­ pecto, tan claro ahora, se nos olvida al leer y dejamos de considerar el velo a través del cual vieron la realidad. Esa realidad narrada empieza a empaparse con el concepto de verdad que cada uno maneja y no con la idea de que ese texto es una versión de los hechos y nada más. El primer paso en mi estudio ha sido poner en evidencia ese filtro cultural y, además, a quienes, como intermediarios, participaron en la transmisión de la información y tamizaron el paso de los datos del informante al escribiente. Empecemos por criticar el término crónicas. Se le ha usado como un genérico que reúne un variado tipo de documentos, lo que impide observar claramente su diversidad. Este término debe ser utilizado en un 15 16 LYDIA FOSfü\ sentido más restringido para que sea verdaderamente descriptivo. El uso actual opaca o excluye a los importantísimos documentos administrativos y legales que muchas veces quedan bajo su cobertura y que tienen tanta o más importancia para los estudiosos del pasado. Esa importancia radica en que no fueron escritos para ser de uso público sino que respondían a exigencias administrativas internas; por lo tanto, tendían a ser menos "creativos". He recurrido al análisis semiótico porque creo que ofrece las mejo­ res herramientas para estudiar una crónica propiamente dicha; un texto histórico con cierta dosis de ficción; y un extenso documento administra­ tivo descrito como relación. La semiótica se interesa no sólo por la cons­ trucción de contenidos textuales sino también por su reconstrucción; por la comprensión de los textos a partir de sus diversos niveles e instan­ cias, por el estudio de los subtextos que albergan y los textos secundarios que estos análisis generan. Hasta el momento no he encontrado otro método más adecuado que el análisis semiótico para explorar la configu­ ración de sentido y significado en una narrativa. Todavía hoy se considera a la semiótica como eminentemente estruc­ tural, centrada en sí misma. Pero al releer a los clásicos estructuralistas, uno percibe que no fueron ellos quienes circunscribieron exageradamente sus corpus sino sus lectores posteriores; tanto seguidores como detrac­ tores redujeron la perspectiva de los estudios exclusivamente al corpus. Ahora es parte de la tarea del investigador situar el texto estudiado en su contexto y en su momento histórico de producción. En esta exploración, más allá del texto aparece su autor como pri­ mer exponente del mundo exterior a lo escrito. Al estudiar al autor se ausculta también su inserción en el momento histórico, su agenda políti­ ca, su participación en la vida social de su entorno en el lugar específico desde donde escribe. Estos factores determinan la perspectiva del autor del texto. La identificación de esa perspectiva es de suma importancia para determinar las razones de la presencia de numerosas marcas textua­ les. Las motivaciones personales y políticas de los autores imprimen se­ ñales identificables en el texto que aparecen al hacer una lectura crítica y cuidadosa y aplicar el análisis semiótico. Como producto de este tipo de lectura resaltan también las limitaciones de los autores: la escasa com­ prensión de los hechos reportados, el reducido conocimiento de las len­ guas indígenas, el escaso impacto en la administración española. Junto a las presencias narrativas e históricas de los autores están los destinatarios del documento, lo hayan recibido efectivamente o no. Lo que incumbe al análisis es la aparición de ese destinatario en el texto ya PALABRAS l'RELL\l!NARES 17 que todo el discurso esta orientado hacia él. Ese receptor ocupa la posi­ ción de coautor, pues la narración está cargada de alusiones explícitas o implícitas a él. Estas dos instancias, la del "destinador" y la del destinata­ rio, 1 no están en el vacío; se encuentran en un contexto sociopolítico determinado, integrándolo y desempeñando roles específicos en él. El contexto histórico que presento, tanto general como particular, amplía lo conocido hasta ahora, añadiendo datos y estableciendo nuevas relaciones, muchas veces imprevistas, entre entidades. Estos avances sirven de base para explicar hechos conocidos pero no comprendidos, para darle más matices a algún personaje histórico conocido o descono­ cido y, en general, para aumentar el rango de lo que se conoce. El estudio histórico de los autores y, por extensión, de los receptores y de su entor­ no, enriquece considerablemente el panorama social andino del siglo A.'\1. Este trabajo indaga en el conocimiento lingüístico de cada uno de los autores estudiados, en su conciencia lingüística y cultural, y en las fa­ cilidades con que contaron de haber requerido de los servicios de intér­ pretes. Doy cuenta del autor que no puede asimilar lo que ve y lo indica así en el texto, el que reconoce que hay mucho más de lo que describe, y el que no sólo cuenta lo que sucedió sino que añade elementos mitoló­ gicos para darle más color a su narración. La percepción de lo real visto se mezcla con lo real del imaginario indígena y español. Doy cuenta de la dificultad que tienen los miembros de una cultura para observar y describir otra diferente de la propia. Ha sido más fácil rechazar lo nue­ vo que esforzarse por comprender lo desconocido e intentar identificar las relaciones de ese aspecto cultural con los demás que conforman la cultura. Un factor que introduzco en el estudio de las primeras décadas de la invasión española es la traducción, un elemento fundamental para la co­ municación interlingüística. Los estudios de las lenguas indígenas y del español del siglo XVI, interactuando todos en los Andes, son imprescin­ dibles para evaluar la calidad del intercambio de información y la confia­ bilidad de los datos que según se dice se recabaron de los informantes. Luego de estudiar la documentación histórica, se observa que cuando se refieren a los intérpretes, los españoles están hablando de muchachos l . Los tém1inos destinador/ dcstinatario "[ ... ] tomados de R. Jakobson (en su esquema de la comunicación lingüística) designan, en su acepción más general, a los dos actantes de la comunicación (llamados también emisor y receptor en la teoría de la información, pero desde una perspeetirn mecanicista yno dinámica). Considerados como actantes implíci­ tos, lógicamente presupuestos, de todo enunciado, son denominados cnunciador y enunciatario" (Grcimas yCourtés 1979: 1] 7). 18 LYDIA FossA indígenas que fueron secuestrados o habidos en trueque. Estos jóvenes fueron extraídos de sus grupos étnicos a una edad muy tierna, y se les sometió a un tipo de enseñanza que hoy llamaríamos de inmersión. La enseñanza fue forzada y las condiciones de aprendizaje muy precarias. Lo que se desprende de estas averiguaciones es que los intérpretes sabían a duras penas algo de su propia lengua, poco de la lengua administrativa inka y algo de la castellana. Es decir, la calidad de las interpretaciones era muy mediocre y poca o nula la intercomprensión que se podía lograr con ellas. Sobre estos intérpretes recayó gran parte de la responsabilidad del éxito o fracaso de los primeros encuentros. Los informantes indígenas, especialmente los que habían ostentado cargos en el inkanato, eran los privilegiados por los españoles. Eran tam­ bién los más ancianos y los que habían vivido lo que contaban. Al recurrir a ellos, los funcionarios españoles en misión oficial o los cronistas se enfrentan al casi insuperable problema de la lengua: no hay ninguna en común entre los interlocutores. Además, está el protocolo diferenciado de ambos grupos, fuertemente marcado por sendas culturas, y la diferente concepción de lo que puede ser contado y de lo que constituye la Historia. Los filtros lingüísticos, tan o más importantes que los culturales, no han sido tomados en cuenta hasta ahora en los estudios históricos o literarios de los textos y documentos del siglo X\1. La lingüística de las lenguas andinas, así como los estudios de la situación del español en el siglo .1.'VI, han sido hechos independientemente; mi trabajo los ha reunido para analizar interdisciplinariamente la situación de vinculación asimé­ trica que reunió a esas lenguas en la región andina. He observado que la dimensión política de la lengua tiene un peso decisivo en el siglo .1.,.\1: se requiere de una lengua común para que el in­ vasor imponga su fe. Esta urgente necesidad torna las relaciones inter­ lingüísticas de indígenas y españoles en un muestrario de las actitudes que se toman con las lenguas en una situación colonial. Mis estudios indican cómo la tendencia hacia castellanizar la diversidad lingüística andina se estrella contra la vitalidad y los recursos de las lenguas nativas de América. Siendo como es tan importante identificar las configuraciones cul­ turales europeas presentes en el texto, es también crucial ver a través de ellas o a pesar de ellas. Así podremos leer lo . que se encuentra repre­ sentado en los textos españoles tempranos sobre los Andes como, por ejemplo, el pasado nativo que viene a ser, más bien, el reflejo de una realidad europea. La realidad andina es la que se describe como exótica, rara o incomprensible para los lectores europeos. Estas perspectivas PALABRAS PRELIMINARES 19 contrapuestas constituyen, la mayoría de las veces, los únicos rasgos con que se cuenta para identificar a la sociedad nativa en esos textos. El confrontar lo que los autores españoles tempranos escribieron con la do­ cumentación en archivos, con los restos arqueológicos y los estudios antropológicos ha probado ser muy productivo. El que los documentos del siglo A.'\ 1 sean equivocadamente conside­ rados inaugurales echa un velo sobre la información que impide leerlos críticamente y menos aún cuestionarlos. Una vez que esos textos se hayan liberado de su aura sagrada, podrán estar al alcance de estudiosos y analistas. Es necesario retrotraerlos a la categoría documental para po­ der trabajar con ellos. Mientras se les considere documentos inaugura­ les, poco se podrá hacer, aparte de utilizarlos como fuentes fidedignas de la historia, algo que distan mucho de ser. Lo que se ha presentado corrientemente como una proposición dis­ yuntiva, historia o literatura, es en realidad, y como indica el resultado de los estudios realizados, una proposición copulativa: historia y literatura. La ineludible presencia de la narrativización en ambos proyectos, el de escribir historia y el de redactar textos literarios, ofrece un vasto campo de investigación. Lo he abordado a partir de la teoría literaria principal­ mente, muy útil para esclarecer la estructura formal de la narración, su organización en tramas y la peculiar manera de escribir de cada autor. El análisis literario ha permitido, también, identificar subtextos em­ bebidos en el texto principal. Muchos de ellos son narrativas completas que pueden gozar de autonomía; han sido insertados para darle color lo­ cal al texto principal, amenizarlo con anécdotas y, principalmente, darle matices de realismo y de veracidad al texto huésped. Este recurso le da una dimensión adicional a la narrativa y la hace más compleja, más rica en significaciones, puesto que los contenidos de cada subtexto contribu­ yen a darle una mayor densidad significativa al texto que los alberga . . El desafío a la crítica que presentan los textos del siglo A.'\ 1 no puede ser exagerado. Propongo estudios semióticos y literarios de cada uno de los textos existentes, antes de que se les utilice como una fuente incues­ tionable de todas las historias posteriores. Nos compete a los peruanos, andinos y latinoamericanos de hoy revisar la versión vigente de la histofia en tanto que se ha basado en lo que escribieron aventureros, conquis­ tadores, evangelizadores y funcionarios españoles, y que ha sido asimilada sin tomar distancias. Con las siguientes páginas se inicia esta lectura bajo otra mirada, la de la crítica. PRIMERA PARTE INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 1 Los documentos manuscritos coloniales La documentación colonial temprana La denominación clocwnentos iniciales designa los primeros informes que escriben los europeos cuando "descubren" el continente insospechado y todo lo que él contiene: los habitantes inesperados, la naturaleza exube­ rante y, especialmente, las evidentes riquezas. Esos textos constituyen los primeros registros de las imágenes, poco nítidas aún, que captan los madneros, escribanos, conquistadores y descubridores en Indias y trans­ miten a reyes y autoridades eclesiásticas en España. En esta etapa, las impresiones que comunican son escuetas: no se conoce aún, sólo se ha obsenrado desde lejos o muy rápidamente o se opta por el laconismo para evitar atraer a indeseables y las represalias de la Corona. Sólo que­ da registrado algo de los grandes hechos, apenas los detalles y los contex­ tos en que estos tienen lugar. Posteriormente, cuando diversos tipos de funcionarios se instalan en poblaciones españolas en América para llevar adelante la consolidación de su presencia allí, procediendo a la colonización y evangelización pro­ piamente dichas, es cuando surgen los documentos informativos que detallan las actividades de españoles en Indias. Ya se dan relaciones de convivencia entre naturales y foráneos, no sólo de agresión armada y con­ quista. Esta convivencia está marcada por la opresión y el dominio, sí, pero hay intentos por comprender y explicar lo que se está controlando y lo que se está prohibiendo. Este lapso entre 1550 y 1575, que he llamado temprano, es el que más me interesa. Mi intención es conocer, aunque por fuerza a través de 2..1 24 LYDL\ FossA textos españoles, lo que los naturales tenían como propio, como expre­ sión cultural, como forma de vida. Aún no se hacen presentes las grandes censuras a la información que entra y sale de Indias; aún no se ha conso­ lidado la cultura europea, española, en el área; la evangelización avanza muy lentamente y todavía se pueden celebrar ritos nativos. Este es un periodo breve, aunque muy rico y complejo, en que españoles interesa­ dos y relativamente competentes describen el mundo andino en maneras que nos permiten tanto vislumbrar lo que fue antes que llegaran como percibir lo que era cuando lo describían. En esta época se elaboran muchos documentos manuscritos que se conocen hoy como "crónicas". He observado que bajo este término se agrupa a varias clases de textos, como si pertenecieran a una misma ti­ pología documental. Esto se puede deber a que el término "crónicas" describe, hasta cierto punto, los documentos de esta época que refieren secuencias de hechos considerados históricos, acaecidos en un determi­ nado periodo y lugar, siguiendo un patrón mayormente cronológico. La­ mentablemente, muchos documentos que forman parte de ese grupo es­ capan a esta descripción. Considero que el rubro "documentos manuscritos coloniales" es lo suficientemente general como para albergar a todo tipo de documentos identificados hasta ahora: crónicas, relaciones, cartas y otros. La clasifi­ cación propuesta 1 se basa tanto en la forma (organización, lengua utiliza­ da, estilo, extensión) y en el contenido (temática, coherencia, cohesión), como en la función 2 y el objetivo, explicitados a partir de la identifica­ ción del eje destinador/destinatario. Considerados desde estas perspec­ tivas múltiples, los documentos muestran sus características con mayor l. "El uso de la lengua se llern a cabo en forma de enunciados (orales y escritos) concretos y singulares que pertenecen a los participantes de una u otra esfera de la praxis hu­ mana. Estos enunciados reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas no sólo por su contenido (temático) y por su estilo ,·crbal, o sea por la se­ lección de los recursos léxicos, fraseológicos y gramaticales de la lengüa, sino, ante todo, por su composición o estmcturación. Los tres momentos mencionados --el con­ tenido temático, el estilo y la composición- están \inculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante por la especificidad de una esfera dada de comunicación. Cada enunciado separado es, por supuesto, indhidual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relati\·amente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discu.rsi·z:os" (Bakhtin 1982: 248). 2. "Una función determinada (científica, técnica, periodística, oficial , cotidiana) y unas condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación discur­ si\'a, generan determinados géneros, es decir, unos tipos temáticos , composiciona­ les y estilísticos de enunciados determinados y relatirnmente estables" (Bakhtin 1982: 252). Los DOCU:\I E~TOS :\ ú\.."J l ;scRITOS COLO~l.c\LES 25 claridad, permitiendo una clasificación más ajustada. Esto es especial­ mente cierto con respecto a la identificación del destinatario 3 del docu­ mento, quien participa, aunque de manera indirecta, en la elaboración del mismo. Digo esto porque el destinador lo tiene constantemente pre­ sente al redactar el documento, ajustando su expresión a las expectativas de ese destinatario específico. Las formas expresivas varían en función del destinatario: la lengua, el registro, el léxico, las fórmulas de cortesía que exige la diplomacia. Estrechamente relacionado con el destinador, está el objetivo del documento. La identificación de la motivación que guía la elaboración del texto contribuye a establecer qué tipo de docu­ mento es, puesto que ese objetivo modela tanto la forma de expresión (organización temática, selección léxica) como el contenido del mismo. La cantidad de información escrita sobre las colonias españolas en América, en particular sobre la zona andina estudiada, obedece a una necesidad imperiosa de la Corona española de obtener información de esos territorios. La información se requiere tanto por motivos intelec­ tuales: incorporar lo "nuevo" al mundo de lo conocido, como pragmáti­ cos: optimizar la gestión colonial. La necesidad de contar con datos y descripciones de las Indias da inicio a las solicitudes de información ge­ neral presentadas en los numerosos cuestionarios reales sobre materias geográficas, topográficas, etnográficas, económicas y otras. Era urgente registrar la nueva información náutica y perfeccionar la cartografía exis­ tente para poder transitar con relativa seguridad entre ambos continen­ tes. Es evidente la importancia de obtener información sobre recursos mineros, su ubicación y su posible extracción y transporte a España. Los datos etnográficos eran especialmente útiles para fines evangelizadores, así como para el cobro de tasas impositivas. En general, se preguntó, durante decenas de años, lo que le interesaba saber a la Corona española para afianzar su posición de dominio en los Andes y aprovechar al máxi­ mo los recursos existentes. Los documentos informativos o descriptivos de hechos más o menos específicos que responden a los requerimientos explícitos de la Corona, deben constituir una subdivisión de los documentos manuscritos colo­ niales, la de las relaciones. La diplomática identifica estos documentos como ascendentes dentro de la burocracia española y los describe como 3. "Toda comprensión de un discurso vivo, de un enunciado YiYiente , tiene un carácter de respuesta (a pesar de que el grado de participación puede ser muy ,·ariado): toda comprensión está preii.ada de respuesta y de una u otra manera la genera: el oyente se comicrte en hablante" (Bakhtin 1982: 257) . 26 LYDIA FossA la contraparte de los documentos que envía el rey solicitando informa­ ción. En ocasiones surgieron escritores espontáneos de relaciones que ofrecieron sus propios datos porque los consideraban importantes para satisfacer la curiosidad sobre América que lógicamente se había desper­ tado en España, especialmente después de la llegada a Sevilla del llamado "tesoro de Atahualpa" a fines de 1533 y durante 1534 (Mendiburu 1902: 93). Otro tipo de información espontánea y bastante extendida que les llega a los reyes de España son las relaciones de los hechos de conquista que han llevado a cabo sus súbditos. Aquí el motivo es despertar el reco­ nocimiento necesario para hacerse acreedores de mercedes reales. No hay que dejar de lado las denuncias de los abusos y maltratos de los indígenas. Aunque un autor considere que la sucesión cronológica de hechos contribuye a aclarar sus esfuerzos descriptivos, ese único factor no con­ vierte al documento en crónica. Una manera de expresar el transcurso del tiempo en la cultura occidental es narrar algo desde sus orígenes, llegando a lo más reciente, el momento presente. La perspectiva que pre­ valece es la del autor, quien se construye a sí mismo, cuando aparece en el texto, como un observador imparcial de los hechos; o, cuando no figu­ ra en su propio relato, como una instancia extratextual que se limita a transcribir "la realidad". El hecho de que exista un autor, explícito o no, nos invita a pensar en la existencia de una narrativa. La perspectiva del autor hace que ese relato sea arbitrario en varios órdenes de cosas: la selección del hecho histórico depende del interés que despierte en el autor, quien establece cuándo se inicia la sucesión de hechos que antece­ den al principal y decide cuál es el momento final de su narrativa. Ade­ más, esta sucesión de hechos, presentados como eslabones de una serie de relaciones causa-efecto, es una convención del autor a la que se recu­ rre para presentar en secuencias lo que sucedió en un momento dado: los acontecimientos no aparecen así cuando se les vive sino sólo cuando se les narra. La crónica está redactada con miras a preservar en papel los hechos históricos que la memoria no podría guardar, con el objetivo de que per­ sonas que no han visto lo descrito e, inclusive generaciones futuras, pue­ dan leer estos textos y enterarse de lo que fue o sucedió en el pasado. En la época colonial, había un funcionario importante en la corte dedicado a escribir la historia de la monarquía española. Este funcionario era el cro­ nista (o coronista) real. Esto nos sugiere que él escribía por encargo, aunque no en respuesta a una información específica, sino como parte de sus funciones, consenrando la memoria de los hechos de los españoles. Los DOCUMENTOS tllA.1"\JUSCRITOS COLOXlALES 27 Esto no impidió que surgieran muchos cronistas e historiadores aficiona­ dos: soldados, sacerdotes, funcionarios de diverso rango que, estando en América sintieran la necesidad de registrar lo que veían o-lo que les con­ taban para que quedara un testimonio escrito de ello. Estos personajes escribían sin encargo u obligación alguna, obedeciendo a su propia inicia­ tiva y respondiendo a la necesidad de informar a otros. Ellos generalmen­ te intentaban, con diferente suerte, conseguir el favor real y los permisos necesarios para publicar sus historias o crónicas. Es importante señalar que el cronista real tenía acceso a estos textos mientras sus autores tra­ mitaban sus permisos y los utilizaban como fuentes para la "historia ofi­ cial", sin tener, necesariamente, que reconocer esos manuscritos como fuentes. Muchas veces estas crónicas no recibían los permisos para su publicación, pero sus contenidos ya habían sido glosados por el cronista oficial y formaban parte de la versión real de la historia de España en América. Los manuscritos inéditos, a los que se les negaba los permisos o caían en el "olvido", pasaban a los archivos pertinentes o a formar parte de colecciones privadas y allí han permanecido, y permanecen, esperan­ do ser "descubiertos". Una de las diferencias entre la crónica y la relación es que la crónica cubre un espectro de hechos más amplio en el tiempo y en el espacio. Si la relaciones más puntual y específica, la crónica tendrá una cobertura más general y amplia. Un cuidadoso seguimiento de los documentos por su periplo dentro de la burocracia española nos puede mostrar los dife­ rentes usos y destinos que tuvo cada grupo, crónicas y relaciones. Algu­ nas crónicas, una minoría, se publicaron apenas fueron escritas, espe­ cialmente las de las órdenes religiosas. Muchas otras lo han sido trescien­ tos o cuatrocientos años _ después; aun otras permanecen inéditas. En cuanto a las relaciones, como ellas no se escribieron para ser publicadas, los avatares que han sufrido han sido de diferente índole. Han fungido como fuentes de crónicas en algunos casos, mientras que en otros, la mayoría, fueron considerados como documentos resenrados por conte­ ner información considerada confidencial por la Corona. Así como las relaciones surgen como respuestas a solicitudes de in­ formación y las crónicas relatan hechos históricos, las cartas ofrecen información como parte de un vínculo de dependencia de quien tiene que dar cuenta de sus acciones a otra persona de más rango o jerarquía. Este vínculo puede ser de parentesco o laboral. Las cartas en la época colonial tienen unas características que hoy nos pueden parecer sorprendentes, especialmente su extensión y sus contenidos. Es muy posible que tanto su extensión como la descripción de entradas, poblaciones, pacificaciones 28 l.NDL\ FossA y otros hechos similares que ellas incluían hayan contribuido a que se les considere como "crónicas". Cartas extensas, de cien folios o más, no eran raras en esa época, si . consideramos que era el único medio, aparte del de viva voz, de comuni­ carse con otras personas a distancia. Hay que considerar, además, el tiem­ po que demoraban esas cartas en recorrer tierras y mares, con todos los peligros que ello conllevaba. Cuando uno escribía una carta, sabía que su corresponsal la iba a leer o a escuchar al cabo de unos seis a ocho meses, más o menos. Se acostumbraba preparar varias copias de cada carta y enviarlas en diferentes barcos o encargadas a diferentes viajeros para ase­ gurarse que por lo menos una copia llegara a su destino. Ello nos da una idea del tiempo de preparación y copia que estas cartas requerían. Las cartas, aunque fueran uno de los medios de comunicación más veloces y efectivos del siglo A.'Yl, contenían información desactualizada antes de que hubieran sido terminadas y enviadas a sus destinos. Por ello, y para mantener el flujo de la información, había que escribir muchas cartas y muy largas. La letra con que están escritos la mayoría de documentos del siglo XVI fue siempre un motivo de queja y de protesta por parte de quienes tenían que descifrar los signos y desarrollar las abreviaturas para poder entender lo que esos papeles contenían. Se prohibió el uso de ciertos tipos de letra por real cédula, sin mucho efecto práctico. Se exigió que escribanos y amanuenses escribieran claramente, utilizando la letra lla­ mada cancilleresca, propia de las cortes, una letra menuda con la que se escribía cada carácter independientemente y con muy pocas palabras abreviadas, respetando las separaciones convencionales entre cada pala­ bra. Los empleados de las notarías y escribanías utilizaban la letra llama­ da procesal encadenada, en la que todas las letras van unidas, para sepa­ rarse solamente en el punto en el que levanta la pluma el amanuense para mojar la pluma en la tinta o añadir algún adorno o rasgo adicional a la letra. Esto hace que este tipo de escritura sea muy difícil de leer y trans­ cribir. La necesidad de escribir con rapidez y de economizar papel, hacía que los funcionarios legales produjeran documentos que exigían de espe­ cialistas para decodificar sus crípticos y abigarrados signos. Estas com­ plicaciones hacen, aún\hoy, muy raro el documento colonial que haya sido feliz y completamente trascrito. Hay que añadir a ello las limitacio­ nes en los archivos y otros depósitos documentales, cuyos fondos están lamentablemente expuestos a la humedad, hongos, perforaciones y rotu­ ras, además del desgaste producido por el uso continuado de esos docu­ mentos en su momento y hasta en la actualidad. Los DOCD!El\TOS !IL\.i\'CSCRITOS COLO:\IALES 29 Los formatos que tenían todos los documentos mencionados y las frases que contenían obedecían a costumbres arraigadas y representaban comportamientos cortesanos muy ritualizados. Es por ello que encon­ tramos muchos formulismos en estos documentos manuscritos y obser­ vamos que tienen una estructura similar. Guiarse únicamente por los nombres que aparecen en la carátula o primer folio ha provocado la difu­ sión generalizada de da tos errados. Muchas veces en esa primera página se escribe la dedicatoria o se indica a qué persona le compete leer el documento y dar su opinión sobre su contenido, su calidad y su eventual publicación. Lo que aparece en las líneas iniciales de esa página, si no está corroborado en las páginas interiores, generalmente se refiere a indi­ caciones administrativas de circulación interna del documento. Así, no se incluye allí, necesariamente, el nombre y el título de la persona a quien el autor le escribió el documento. Por ello es importante identificar al destinatario dentro del documento y verificar su existencia histórica, buscando reafirmaciones de ello o rectificaciones, según sea el caso . Debe considerarse, también, que muchas veces lo que hoy consideramos un documento único y completo, es en realidad una serie de documentos más cortos que en algún momento de su historia fueron reunidos por considerarse que tenían algún elemento en común. Este factor común puede ser la caligrafía (lo pudo haber escrito un mismo copista), el tema, el momento en que llegó a algún archivo o algún otro motivo tan arbitra­ rio como los anteriores. Además, la unión de estos trozos de texto que hoy para nosotros conforman uno, puede haber sucedido en cualquier etapa de la produc­ ción y procesamiento burocrático del mismo. Es necesario, entonces, buscar la coherencia y la cohesión pertinentes al leer íntegramente cada uno de los documentos considerados unidades textuales. Identificar al destinatario a partir de los deícticos de persona, así como las reiteracio­ nes temáticas, resulta muy útil para demostrar esa unidad interna del documento, o, por supuesto, su falta. A veces, son las copias o traslados los que han perdurado, dándose por perdidos los originales. Hemos en­ contrado también que aparecen manuscritos que tratan los mismos te­ mas desde perspectivas diferentes y otros, que mientras sus contenidos varían grandemente , se observa que han consultado o copiado extensa­ mente textos ajenos. Los documentos coloniales iniciales y tempranos han adquirido la categoría de textos fundacionales para historiadores, lingüistas y otros estudiosos de la presencia española en América y del impacto de ésta sobre las sociedades europeas del siglo XVI. Consideramos que ésta es 30 LYDL\ FossA una posición hispanófila, eurocéntrica, que la teoría poscolonial debe deconstruir. Entendemos deconstrucción como el intento de "[ ... ] des­ mantelar la lógica por la que un sistema particular de pensamiento, y detrás de él, todo un sistema de estructuras políticas e instituciones so­ ciales, man tiene su fuerza" 4 (Eagleton 1991: 148). Para aproximarnos a ello, estudiemos con detenimiento la caracterización defimdacional, ya que en su misma configuración encontraremos el hilo conductor de la lógica que lo sostiene. Un texto fundacional proyecta la ilusión de que inaugura una ten­ dencia, de que inicia un cierto tipo de discurso codificado y que registra ciertos hechos considerados como originales que luego serán tratados como fuentes. Los documentos coloniales llenan todos los requisitos para ser considerados fundacionales o inaugurales: la cuidadosa selección de informantes, la recolección de datos de primera mano, in situ, la utiliza­ ción del texto como una fuente de información fidedigna por la Corona y por otros escritores, el tratar temas novedosos y el describir tierras y gentes nunca vistas por europeos. A esto puede sumarse el no haber iden­ tificado fuentes indígenas consideradas históricas, decodificables y comprensibles para los espaüoles. Estos no cuentan con un caudal ante­ rior de recuentos históricos con el que puedan conectar sus propios es­ critos, extendiendo una tradición que no fueron capaces de reconocer. Los cronistas actúan con la convicción de que están escribiendo la histo­ ria del nuevo niunclo por primera vez, ya que ignoran o desdeñan lo que los nativos tienen como registro histórico. Esta actitud de desprecio se debe a las características crípticas de su codificación, y a la extraüeza del código de registro: dibujo, nudo. El cronista no percibe que su discurso escrito en castellano sea " [ ... ] un eslabón en la cadena, muy compleja­ mente organizada, de otros enunciados" (Bakhtin 1982: 258). Los textos documentales coloniales constituyen fuentes testimonia­ les que pueden ser usadas como pruebas judiciales y como confirmación de servicios rendidos a Su Majestad. El que estos textos fueran también pruebas judiciales, susceptibles de confirmar cargos o negar mercedes contribuyó a que fueran considerados como fuentes primigenias. Las his­ torias europeas escritas y/o traducidas que tratan de grupos étnicos no­ europeos son los mejores ejemplos de libros históricos fundacionales. De allí surge el efecto de sentido de percibirlos como inaugurales, ya que están incorporando lo "nuevo" al corpus de lo histórico, tal como éste ha 4. (Traducción de la autora). Los DOCU!l!E.\'TOS ~!A.'\USCRITOS COLO:;L\LES 31 sido concebido por Europa , a partir de su pasado griego y romano , estre­ chamente relacionado al registro de hechos en escritura fonética. Estas consideraciones son las que han sido tenidas en cuenta en la elección de mi corpus. Mi trabajo de análisis está basado en tres docu­ mentos coloniales, escritos por españoles en territorio andino durante los años comprendidos entre 1550 y 1575 . Los textos seleccionados son: Crónica del Perú. Segunda parte. El seiiorío de los incas, de Pedro de Cieza de León; Notables claiios ele no guardar a los indios sus fueros [. .. J de Polo Ondegardo; y Srnna y narración ele los incas [. .. j de Juan de Betanzos. Es importante mencionar aquí que las citas de los autores co­ loniales se transcribirán tan literalmente como sea posible , siguiendo tanto el manuscrito como el texto impreso. En el caso específico de Pedro de Cieza, la Priniera parte que utilizo también para este trabajo se ha preparado " [ ... ] sobre la base de los dos ejemplares de la edición original [ ... ] (Sevilla, 1533)" (Cieza 1984: nota del editor) que supenrisó el mismo autor. Para esa publicación, seguimos la ortografía tal como la ofrece la edición de 1984 de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La trans­ cripción de la Segunda parte, así como la edición, han sido tan cuidadas que se hace innecesario consultar con el manuscrito que dio origen a la versión de Francesca Cantil . No pasa lo mismo con los otros autores, Polo Ondegardo y Juan de Betanzos, que no han sido editados con el cuidado necesario, obligándonos a recurrir al manuscrito debido a la cantidad de errores tipográficos encontrados en sus versiones publicadas. Al consultar los manuscritos se halló, también, errores de transcripción. Como me interesa conservar las representaciones gráficas del siglo A.'Vl, especialmente por ceñirme a criterios de lingüística histórica, voy a transcribir los manuscritos cuando sea necesario, siguiendo las pautas de las "Normas para la transcripción de documentos históricos hispanoame­ ricanos" aprobadas mediante la resolución N.º 9 de la Primera Reunión Interamericana sobre Archivos (Washington, D.C., 27 de octubre de 1961). Las normas más importantes que seguiré serán la ampliación de las abreviaturas y la omisión de los acentos que hoy se utiliza. No sorpren­ derse , entonces, de no encontrar acentos ortográficos en las citas de los autores del siglo XVI, ya que ellas seguirán sus usos ortográficos tanto como lo permitan la claridad y las normas de transcripción paleográfica. Antecedentes teóricos: análisis del discurso El discurso, o la realización del proceso semiótico, puede identificarse como la unidad donde se actualizan los procedimientos generadores de 32 LYDIA FossA significados y sentidos. La teoría del discurso "se funda como un 'análisis no subjetivo de los efectos de sentido' contra la ilusión que tiene el sujeto 'de estar en el origen del sentido"' (Maingueneau 1980: 19). Asimismo, se centra en la identificación y descripción de las condiciones sociohis­ tóricas de la producción discursiva, ya que ellas influyen en los conteni­ dos del discurso. La teoría del discurso analiza las articulaciones entre condiciones de producción y discurso presentes en el texto. Además de ello, el análisis del discurso se encuentra en la intersección de varias disciplinas (Maingueneau 1980: 27), entre las que se cuenta la lingüística, la semiótica, la semántica, todas ellas en formación. Concurren también en ella la historia, el psicoanálisis, la etnografía y otras áreas del conoci­ miento que están pasando por un interesante proceso de autocuestio­ namiento y revisión; es decir, de deconstrucción. El discurso puede estar registrado en uno o más códigos significati­ vos; en nuestro caso, se trata de textos escritos en castellano con signos que representan los fonetismos de la lengua. La escritura fonética reúne grafías que se agrupan en palabras y palabras que forman frases y oracio­ nes. El conjunto de palabras u oraciones que conforman un enunciado o discurso será nuestra unidad de análisis. De acuerdo a Dominique Main­ gueneau (1980: 21), la unidad discursiva transoracional, de extensión va­ riable, es el resultado de una "construcción" que se puede identificar por las indicaciones de inicio y conclusión que inserta su autor en ella. Por su parte, Bakhtin opina que hay otro elemento que contribuye aún más a definir los enunciados: "Las fronteras de cada enunciado como unidad de la comunicación discursiva se determinan por el cambio de los sujetos discursivos, es decir, por la alternación de los hablantes" (1982: 260). El discurso refleja tanto el uso de la lengua o lenguas que hace un autor 5 determinado en un momento histórico dado, como la organización y con­ tenidos del texto que responde a una situación de comunicación especí­ fica. Tendremos entonces, dos valores discursivos sincrónicos presentes, 5. " [ . .. J las unidades de la comunicación discursiva . .. adquieren un especial carácter interno gracias al hecho de que el sujeto discursirn (en este caso, el autor de la obra) manifiesta en ellas su indi\'idualidad mediante el estilo, visión del mundo, en todos los momentos intencionales de su obra. Este sello de indhidualidad que revela una obra es lo que crea unas fronteras internas específicas que la distinguen de otras obras relacionadas con ésta en el proceso de la comunicación discursiva dentro de una esfera cultural dada: la diferencia de las obras de los antecesores en las que se fundamenta el autor, de otras obras que pertenecen a una misma escuela, de las obras pertenecientes a las corrientes opuestas con las que lucha el autor, etc." (Bakhtin 1982: 264). Los DOCCJ\!El\TOS J\ L-\X USCRlTOS COLO:\L\LES 33 el estado de lengua del autor y el estado de discurso. Esta unidad deberá ser corroborada por la coherencia temática y la cohesión narrativa que muestren sus contenidos. Su extensión depende de los objetivos declara­ dos de cada autor, especialmente en lo referente a la cobertura temática, temporal, espacial, etc. Fran9ois Rastier (1989) le otorga al discurso una dimensión eminentemente social cuando se refiere a su tipología. Para él, el discurso es el conjunto de usos lingüísticos codificados estrechamente vinculados a un tipo de práctica social, por ejemplo, el discurso jurídico, el discurso médico, el religioso. Para mí, factores tales como lengua utili­ zada, tipo de letra, fechado del papel, tipo de documento son parte im­ portante a considerar en el estudio de los textos coloniales que los rela­ ciona y permite formar conjuntos de discursos o separarlos para estable­ cer tipologías. El discurso es la combinatoria de elementos superficiales pertene­ cientes al nivel sintagmático, considerado como la instancia discursiva, y de una instancia narrativa que se sitúa en el nivel paradigmático, más profundo. La articulación de los niveles superficial y profundo, caracteri­ zados por su isomorfismo, resultan en la expresión discursiva, donde aparecen los significados y sentidos que se quiere transmitir ( cf. Greimas y Courtes 1979b: 102 y ss.) y los que se infiltran también. En el discurso, el autor " [ . .. ] utiliza la lengua en función de sus propias miras: [ ... ] el discurso teje redes originales a través de las virtualidades de la lengua" (Maingueneau 1980: 59). La originalidad de la codificación está limitada, a su vez, por las convenciones lingüísticas y sociales vigentes necesarias para que el discurso cuente con el balance de ambigüedad/claridad nece­ sarias para ser interpretado por su receptor o destinatario. La articula­ ción entre la instancia codificadora, persuasiva, y la instancia deco­ dificadora o interpretativa constituye el eje de comunicación de conteni­ dos en el que se transan significados y sentidos. De lo dicho podemos deducir que el discurso tiene un valor específi­ co en sincronía que es muy difícil recuperar en diacronía. Esto se debe a su gran capacidad de establecer referencias desde y hacia su propio regis­ tro cultural. Este aspecto se hace más evidente y cobra importancia crucial cuando, como en los casos que me ocupan, los discursos se elabo­ ran y circulan dentro de una cultura pero hablan de otra. Todo ello refuerza mi idea de hallarnos ante el resultado de un proceso de produc­ ción textual colonial, esto es, de un conjunto documental de lo que pode­ mos denominar la historia ele Espafta en América. Este conjunto de tex­ tos es el lugar de actualización de la comunicación de los significados y sentidos propios de una relación de poder, en la que los interlocutores, 34 LrnIA FossA los españoles, hablan de su relación con los que no lo ostentan, los indíge­ nas dominados. Otro tipo de complejidad aparece al estudiar hoy discursos redacta­ dos en el pasado para ser interpretados por unos receptores determina­ dos, contemporáneos al discurso que no fueron tomados en cuenta en su elaboración y que ahora lo leen y estudian. Mi corpus pertenece, enton­ ces, al conjunto de textos identificado como discursos coloniales de la segunda mitad del siglo A."Vl que están siendo interpretados por académi­ cos del siglo XXI. Dentro de este corpus, los considero como discursos con un fuerte ascendiente histórico, que exhiben interesantes aspectos tanto literarios como lingüísticos. La utilidad de considerar cada documento colonial como un discur­ so, completo en sí mismo pero abierto a las referencias exteriores a él, específicas de cada caso, radica en que la teoría del discurso ofrece una serie de herramientas de análisis que permiten investigar los varios nive­ les del discurso. Desde la perspectiva posestructuralista con la que abor­ do la teoría discursiva, me interesa sobre manera establecer las condicio­ nes en que cada uno de los documentos de mi corpus fue generado, ya que esos detalles históricos reproducen, aunque sólo hasta cierto punto, el contexto al que cada uno pertenece. El identificar las instancias de producción del discurso permite señalar con mayor precisión las causas de su gestación y las motivaciones de las partes. Para realizar un análisis extratextual es impresCindible contar con marcos referenciales históricos detallados y precisos, que contribuyan a fijar las variables que se encuentran en el texto. Aun cuando sólo sean los hechos históricos más sobresalientes del texto los que vayan a someterse a estudio, considero que este análisis es valioso por cuanto aporta los factores temporales sincrónicos que permiten establecer la historicidad de las interacciones sociales. Ello permite corroborar la distinción tipológica propuesta. Esta propuesta multidisciplinaria del análisis tex­ tual es eminentemente posestructuralista y pretende cubrir ampliamente el corpus. En vista que el destinatario participa, a través de la concepción que de él tiene el destinador, en la configuración del discurso, debe también estar presente en su definición. La representación del rey, del público lector, del funcionario superior al que se le responde la· solicitud de infor­ mación, hace su aparición en el texto y puede ser refrendada contrastán­ dola con los hechos históricos. Tanto el destinador como el o los destina­ tarios están inmersos, a su vez, en los contextos sociopolíticos que con­ tribuyeron a que ese discurso se hiciera realidad, generando la necesidad Los DOCUMENTOS J\!A.'\USCRITOS COLOl'\W,ES 35 de ello. Los efectos que cada discurso tenga en ese contexto sociopolítico forman parte de ese ambiente, como respuestas o reacciones a los conte­ nidos del mismo. Cada texto funciona como un nodo, como"[ ... ] un pun­ to que centraliza diversos componentes" (Lotman y Uspensky 1990: 413). Un análisis concienzudo debe dar cuenta, también, de estos factores sociopolíticos que se entrelazan con el discurso, durante toda su vida activa. El hecho de que destinador y destinatario compartan una misma cultura 6 afecta considerablemente el discurso, marcando la forma en que funciona la "referencialización", a partir de alusiones a las memorias com­ partidas y a lo tradicional. Los análisis que se relacionan con el referente, sea éste un topónimo, un patronímico, una alusión a un pasado mítico, etc., se encuentran estrechamente vinculados con el pasado cultural que tienen en común. Esto es especialmente cierto cuando se considera, con Lotman y Uspensky (1990: 411), que las culturas quedan definidas por la religión y las costumbres articuladas por la lengua. Esta noción del refe­ rente anclado en la cultura en la que adquiere validación es especialmen­ te interesante cuando las instancias entre las que circula el enunciado exigen referencias a su propia cultura al intentar comunicar la cultura del otro o la no-cultura. 7 La cultura de quien describe se erige como la cultu­ ra referente, mientras que la cultura descrita se mantiene en el lugar de la cultura referida. A su vez, esta referencialización intercultural asimétrica reduce la cultura referida a sólo lo referenciable en la otra; lo que no en­ cuentra un símil, una comparación o un contraste permanece en el cam­ po de lo no comprendido, lo extraño, lo indescriptible y, hasta se podría decir, de lo invisible. Los hechos lingüísticos dan cuenta de que la referencialidad se encuentra estrechamente vinculada al hecho histórico al que alude, pertenezca éste a la cultura referente o a la referida. Si a la primera, es parte del conjunto de conocimientos comunes con el destina: tario; si no, sólo le llegan los resultados de las comparaciones con la . propia, la compartida. 6. "Entendemos la cultura como la memoria no hereditaria de la comunidad, una memo­ ria que se expresa a sí misma en un sistema de restricciones y prescripciones" (Lotman y Uspensky 1990: 411) . (Traducción de la autora) . 7. " [ ... ] una cultura orientada principalmente al contenido [ .. . ] siempre se concibe a sí misma como un principio actirn que debe expandirse y Ye a la no-cultura como la esfera de su expansión potencial" (Lotman y U spensky l 990: 41 7). (Traducción de la autora). 36 LYDrA FossA La teoría de la enunciación, que estudia la presencia del autor en su propio texto, nos ofrece las herramientas de análisis que permiten iden­ tificar en el discurso los deícticos y otros indicios que marcan persona, tiempo y lugar. Las unidades de sentido asociadas con las modalidades enunciativas detectadas nos permitirán identificar las intenciones del autor con respecto a su enunciatario, así como a otras entidades presen­ tes en el discurso, y también la carga fórica con que inviste los distintos hechos que relata. Esta disciplina nos facilita la labor de estudiar" [ ... ] el lenguaje asumido como ejercicio por el individuo" (Maingueneau 1980: 117) y, a partir de ese uso particular de la lengua, identificar las actitudes que tiene para con el entorno sociohistórico. El objetivo es articular los índices de la enunciación con las condiciones de producción del discur­ so; es decir, relacionar la interioridad del texto con su contexto extra­ textual. La situación de enunciación debe verse también como un resul­ tado de las condiciones de producción del texto y como un elemento generador de esas mismas condiciones. La aparición del enunciador en su enunciado nos ofrece pistas para entender y explicar por qué lo dicho aparece y lo no dicho fue excluido; nos aclara los criterios que impulsan al autor a poner por escrito lo dicho y las motivaciones que silencian sus expresiones. Ello nos abre la posibilidad de señalar hechos de censura oficial y, también, de autocensura, así como de explicar motivos de silen­ cio y "olvido" en los textos coloniales tempranos. Utilizando la teoría de la enunciación comprobaré cómo se represen­ ta a sí mismo el autor y cómo presenta a su receptor en cada uno de los textos estudiados. El establecimiento de las instancias discursivas permi­ te su actualización en actores concretos para cada una de ellas. Esta plu­ ralidad de resultados contribuirá a poner en evidencia tanto los efectos de sentido construidos en el texto para ese receptor en particular, como las referencias extratextuales que contribuyen a generar los significados. Siguiendo la propuesta de "semiosis colonial" elaborada por W Mignolo, las crónicas tempranas serían parte integral y constitutiva de esta definición: La semiosis colonial se refiere al ámbito conflictivo de las interacciones semióticas entre miembros de culturas radicalmente diferentes compro­ metidas, por una parte, en una lucha de imposición y de apropiación y, por la otra, de resistencia, oposición y adaptación. La misma naturaleza de la se miosis colonial [ ... ] requiere de un · análisis comparativo y una comprensión diatópico (Mignolo 1989: 93).8 8. (Traducción de la autora). Los DOCW.IENTOS ~!At\lTSCRITOS COLOi'\IALES 37 Ahora bien, en el caso de los textos estudiados, la "semiosis colo­ nial" presenta características específicas: no se dan intercambios discursivos entre miembros de las culturas en pugna, entre colonizado­ res y colonizados. Ello se debe a que el flujo de la semiosis es relativamen­ te horizontal ; los colonizadores intercambian discursos entre ellos, acer­ ca de los otros. En este periodo inicial de la presencia española, que en los Andes se da entre 1532 y 1550, sólo contamos con textos escritos por españoles. Hacia fines de ese siglo aparecen las primeras "crónicas mes­ tizas", aunque también escritas por españoles, como la de Ti tu Cusi. Ha­ brá que es-perar hasta el siglo X\11 para que el Inka Garcilaso y otros escriban sus propias versiones castellanizadas de los hechos. Lo mismo será con los escritos de Guarnan Poma y hasta con los mitos de Huarochirí, elaborados por nativos, mestizos o españoles en quechua o en una origi­ nal mezcla de quechua y castellano. Todos los que escriben sobre los Andes, sean europeos o nativos, lo hacen para españoles en la Península y se dirigen en son de reclamo o de súplica al centro de poder, recorriendo el camino ascendente requerido por la burocracia cortesana, con las par­ ticularidades que exigen los contextos coloniales. El rol pasivo que se ve obligado a desempeñar el colonizado lo limita a ser parte del contenido de los textos: es la "tercera persona", a quien se describe; se habla del "otro", pero no con el "otro''. En el periodo colonial temprano no se han dado aún las condiciones que siquiera permitan una producción discursiva susceptible de circular entre colonizadores y colonizados. En el siglo A.'\ 1 los colonizados no participan de los códigos de los colonizadores; no se les da acceso aún al uso de la palabra caste­ llana escrita, a la que se atribuye mayor prestigio. Expresamente se des­ estima la enseñanza del castellano e, implícitamente, el aprendizaje del código fonético escrito fuera del ambiente del adoctrinamiento de hijos de "principales". Ello cancela la posibilidad de un colonizado no evange­ lizado de convertirse en enunciador ante un público de colonizadores, restringiendo el número, la calidad y la variedad de las "interacciones semióticas" a las que se refiere Mignolo. Más bien, en esta instancia semió­ tica particular, colonial, sí se constituyen enunciadores y enunciatarios europeos que forman circuitos comunicativos cerrados y excluyentes. Posteriormente, los interlocutores nativos o mestizos tienen que adecuar­ se a los procesos de comunicación establecidos por los circuitos metro­ politanos para poder acceder a establecer relaciones de interlocución que, generalmente, no son autorizadas, y cuando lo son, rara vez son exitosas. Aunque hemos dicho que la unidad de estudio de la semiótica es el discurso, debemos recordar que esta unidad está formada por subunidades 38 LYDIA FossA que permiten análisis más puntuales y acercamientos más específicos a diferentes aspectos. Nos referiremos, especialmente, a lo que las discipli­ nas que estudian las lenguas han llamado isotopías. Este tema lo desarrolla con mucho éxito, a mi parecer, la semántica componencial, y ese será el derrotero que utilizaré para acercarme a ese semantismo recurrente que aparece a lo largo de un discurso. Las isotopías contribuyen a organizar el flujo del sentido, conformando ejes semánticos por donde discurre el significado al ponerse en marcha varias estrategias, entre las que destaca la recurrencia, la redundancia, el símil, la repetición, etc. Guiando el análisis hacia lo particular, indagaré sobre palabras específicas que arrojarán luces sobre la comprensión o no de la situación de los primeros años de la conquista y aun de los años previos a la llegada de los españoles. Voy a seleccionar términos que son claves para observar la proyección de la cultura española en las definiciones de los elementos culturales nativos, puntualizando las "exuberancias y deficiencias" 9 obte­ nidas en la descripción de sus contenidos. Volveremos a escuchar la voz de quienes escribieron los documentos coloniales para rescatar de allí, de sus textos, esos hilos significativos que, estoy segura, conformarán madejas de significados que van a diferir de la conceptualización preva­ leciente hoy tanto entre legos como entre eruditos. Antecedentes históricos de los documentos Las razones de la aparición de cada uno de los documentos coloniales 10 bajo estudio pueden parecer similares en un principio, pero el identificar la combinación de factores y hechos que rodea a cada uno, así como los objetivos de sus autores, mostrará que son diferentes. Al considerar las 9. "En un importante ensayo sobre la naturaleza de la interpretación interlingüística e intercultural, Al ton L. Becker (1982) arguye que toda esa interpretación es al mismo tiempo exuberante y deficiente. Las exuberancias y las deficiencias surgen cada Ycz que las categorías de la lengua del intérprete requieren que algo se ali.ada al original para que le sea inteligible. Una interpretación es deficiente cuando las categorías de la lengua del intérprete no logran dar cuenta de los patrones significatirns del original. De acuerdo a Becker, las exuberancias y las deficiencias no aluden a una interpretación deficiente. Más bien, constituyen la condición de toda interpretación interlingüística en los momentos en que las categorías de una lengua no coinciden con las categorías de otra" (~fannheim 1991: 128). (Traducción de la autora). 10. "El texto no es la realidad sino el material para su reconstrucción (y, por lo tanto, para su reconstrucción). Por ello, el análisis semiótico de un documento siempre debe preceder al análisis histórico" (Lotman y Uspensky 1990: 413). (Traducción de la autora). Los DOCUMEKTOS !l!Ai.~L:SCIUTOS COLOXIALES 39 obras sincrónicamente, cada una se exhibirá como el producto único de su propio momento y de su ambiente, como respuesta a sus particulares instancias de emergencia. Al analizar un texto sincrónicamente, es muy útil proyectarlo hacia ese punto en el tiempo y en el espacio que le sin1ió de ambiente genera­ dor y que lo propició, para facilitarnos su comprensión en ese momento específico. Aunque esa conjunción del tiempo y del espacio es irrecupe­ rable, se puede reconstruir, aunque parcialmente, la red de combinacio­ nes entre desarrollos históricos y áreas geográficas donde se encuentran nuestros autores produciendo sus textos. El análisis semiótico, así enten­ dido, se ocupa de " [ ... ] establecer las reglas que le permiten reconstruir la realidad a partir del texto [ ... ]" (Lotman y Uspensky 1990: 413) . Asi­ mismo, la elaboración de biografías o su enriquecimiento con detalles nuevos ayudan al investigador a correlacionar no sólo la producción tex­ tual de cada autor con su momento histórico, sino también la pertinencia de sus motivaciones. El conocimiento puntual de la vida y las relaciones de parentesco, de trabajo, de amistad no sólo nos descubren las redes de influencia de los autores sino que permiten relacionar a las personas con los momentos históricos y establecer qué circunstancias determinaron que se escribieran esos textos explicando, inclusive, las causas de la asun­ ción de posiciones políticas o la defensa de ciertos principios o ideales. La identificación de las fuentes de cada texto , de sus conexiones con otros documentos y de su uso como fuente de otros escritos será uno de mis objetivos. Pienso que el proceso de producción textual no es de una singularidad lineal que se inicia en un punto de encuentro espacio-tem­ poral y termina en otro. Mis estudios de la producción textual colonial indican que los textos también surgen de la eventual convergencia de varios proyectos que van evolucionando simultáneamente hasta reunirse en uno que es el texto estudiado. Además de ello, he observado que de cada texto emergen nuevas líneas de pensamiento y de producción de nuevos escritos. Se da así un proceso diacrónico en que los textos apare­ cen como puntos donde convergen corrientes conceptuales prevalecien­ tes o surgen de las necesidades de expresión sentidas por los autores. Desde esta perspectiva temporal, la producción documental colonial pue­ de ser considerada como un proceso en que cada texto es solamente una concretización del autor que obedece a un momento específico de gene­ ración. A su vez, cada una de estas actualizaciones del proceso es, por una parte, su continuación y, por otra, el inicio del siguiente texto. No estoy considerando aquí una dinámica temporal acelerada; la velocidad de la producción no es pertinente sino, más bien, su pertenencia a una 40 LYDIA FossA época. Interesa, pues, constatar una cierta relación de continuidad entre los documentos coloniales estudiados que aparecen como respuesta a exigencias de diseminación de la información, percibidas por sus autores o sus lectores como más o menos evidentes. El considerar a los textos coloniales como productos que emergen de un proceso específico de producción de información facilita el estu­ dio de sus desarrollos futuros, en actualizaciones que pueden parecernos a primera vista como desconectadas. El proceso de reubicar al documen­ to histórico en el contexto que le dio origen puede ser desestabilizador, especialmente cuando esos textos han sido conceptualizados a partir de su estudio fuera de contexto, como si no hubieran sido el resultado -siempre parcial- de una conjunción específica de los factores perso­ nales, sociales, políticos, religiosos y económicos que entraron en juego en ese momento dado. 11 Pienso que esta reinstalación discursiva me va a permitir obsenrar con más claridad la carga ideológica presente en el texto. Y en esto es en lo que radica el valor de la semiótica: ofrece los instrumentos para analizar códigos organizados en discursos, en busca del sistema de ideas que los sustentan y marcan. Siguiendo a Lotman y Uspensky (1990), pienso que la cultura es un mecanismo articulador que organiza y presen1a la información que una comunidad considera valio­ sa. Interesa extraer de allí el criterio del colonizador, representado éste por cada uno de los cuatro escritores, ya que esa es la clave para com­ prender los significados y sentidos que llenan la trama semántico­ sintáctica que es el discurso. Esta actualización del sistema de ideas en los documentos es lo que los convierte en discursos y lo que, a su vez, explica la existencia del documento mismo. La identificación del criterio prevaleciente en el texto es lo que va a aclarar la perspectiva del autor: por qué se le dan connotaciones particulares a los contenidos, por qué se trataron ciertos aspectos y se silenciaron otros, por ejemplo. Julia Kristeva desarrolló el concepto de intertextualidad 12 en la esfe­ ra de lo poético, como una contribución a las metodologías de análisis que estaba ofreciendo la semiótica. Su aporte no se limita al campo espe­ cífico del quehacer poético, sino que lo supera, incorporándolo, más bien, 11. "La existencia misma de la cultura implica la construcción de un sistema [semiótico] de reglas para traducir la experiencia directa al texto" (Lotman y Uspensky 1990: 412). (Traducción de la autora) . 12. "Así se crea, alrededor del significado poético, un espacio textual múltiple cuyos elementos son susceptibles de aplicarse al texto poético concreto. Llamaremos a este espacio intertextual" (Kristeva 1969: 255). (Traducción de la autora). Los DOCUMENTOS !IIA.t"\'USCRITOS COLOXIALES 41 a un quehacer simbólico, expresivo. Además, no creemos que ella haya considerado "lo poético" en sentido estricto, sino en el amplio campo que se le abre dentro de la expresión literaria y comunicativa en general. Dice Kristeva: "El significado poético lleva a significados discursivos dife­ rentes, de manera que en el enunciado poético pueden leerse muchos otros discursos" (1969: 255) .13 Los significados, entonces, están cargados de conexiones con otros significados que los ligan a otros discursos. El texto sería el punto de encuentro de una serie de otros discursos, a los que podemos llegar por alusiones explícitas o implícitas. Ese espacio tex­ tual múltiple, habitado por los otros discursos que han sido convocados por la alusión dada o que han sido aludidos de manera más concreta, le da una dimensión adicional al texto, liberándolo, hasta cierto punto, de sus propias restricciones de tiempo y de espacio, haciéndolo participar de los tiempos y espacios de otros textos. u Por un lado, esto significa un enriquecimiento del texto y, por otro, constituye una pista para poder seguir y, eventualmente, identificar, a esos otros significados a los que se alude, existentes en los otros textos. Tal como lo afirma Dominique Maingueneau (1980: 139), "Las relaciones intertextuales son variadas: plagio, parodia, polémica, comentario, imitación, etc., pero están atrave­ sadas por el problema de la cita, llamada enunciado referido" Y Al referir­ se a la cita como un problema, la autora se refiere a que ésta no es neutra ya que siempre " [ ... ] remite a los fundamentos ideológicos y textuales del discurso citan te [ ... ]" (1980: 142). Para cada documento identificaré, tan exhaustivamente como sea posible, las fuentes, los nexos intertextuales 16 y su propia función como 13. (Traducción de la autora). 14. "En efecto, un discurso está lejos de presentarse como un conjunto homogéneo de enunciados que remiten a un sujeto único de enunciación [ ... ]" (,'l'lainguencau 1980: 139). 15. "Cuando se considera ahora la función de las citas, hay que tener en cuenta que estos enunciados referidos tienen estatus diferentes, en particular según el tipo de discurso. A título indicativo, podemos dar algunos ejemplos de estos estatus muy diversos: - La cita-prueba: se introduce una cita en el curso de una argumentación, ya sea para refutar, para defender o para sostener un argumento [ .. . J En este caso, se está ante una cita-autoridad. - La cita-reliquia: [ ... ] las citas que no tienen otro estatuto textual que el de encarnar un fragmento de 'discurso verdadero', auténtico y, en consecuencia, de autentificar el discurso citante, de conferirle el sello fundador" (Maingueneau 1980: 142). 16. " [ ... J el texto es considerado como el producto de un trabajo sobre textos anteriores o contemporáneos" (Maingueneau 1980: 139) . 42 LYDIA FossA fuente primaria española de documentos más tardíos. Esto es, establece­ ré las líneas de conexión entre cada texto estudiado y sus contemporá­ neos, observando sus mutuas influencias. En el caso de Cieza, por ejem­ plo, identifico la presencia de textos contemporáneos al suyo (Las Casas, Santo Tomás, etc.) y la presencia del de Cieza en autores como Antonio de Herrera y Garcilaso de la Vega, el Inka, quienes escribieron sus obras en­ tre cincuenta y cien años después de Cieza. Betanzos, en su tiempo, queda asociado a la "Declaración de los quipucamayos a Vaca de Castro" y a la Historia general llaniada índica de Pedro Sarmiento de Gamboa. Posterior­ mente le sirve de fuente a fray Gregorio García. Ondegardo, por su parte, alimenta los textos más tardíos de José de Acosta y de Bernabé Cobo. El estudio de los textos coloniales tempranos desde la perspectiva de la lingüística histórica es asimismo complejo, e implica estudiar y cono­ cer las lenguas en contacto (y conflicto) sincrónicamente, tal como se encontraban en la segunda mitad del siglo XVI. Los estudios del castella­ no escrito de entonces (Rivarola 1990; Alvar 1970) han cobrado un nue­ vo auge. El estudio del castellano de esa época, que aparece registrado en los textos, contribuye al estudio histórico tanto de los autores como de sus textos. La lingüística histórica pone en evidencia que nuestros auto­ res, no todos pero sí la mayoría, son personas poco educadas formal­ mente que no utilizan un castellano estándar, formal y cuidado, a la h0ra de escribir. De los autores estudiados, sólo Ondegardo muestra una espe­ cial riqueza léxica y en sus argumentos que genera un estilo que podría­ mos llamar académico. Betanzos, aunque vinculado con la actividad escrituraría, no exhibe una brillantez uniforme, aunque sí esporádica, en su uso del castellano escrito. Cieza, el menos vinculado formalmente con el mundo letrado, es, de los tres, el que más historia ha escrito, mostran­ do constante y repetidamente unos textos que registran el habla colo­ quial y exhiben sus inseguridades de realización fonética al trasladarse al medio escrito. Al lado de la problemática del castellano del siglo X\1, la presencia del quechua es más compleja. En esta época, aparece salpicada en textos en castellano, pasando por el filtro de la audición de los autores españo­ les que conocen la lengua sólo muy superficialmente aún. Los recursos gráficos del castellano se utilizan, lo mejor que se puede, para represen­ tar, prácticamente por vez primera, la fonética quechua. Los tratadistas y gramáticos, como fray Domingo de Santo Tomás, 17 tienen bastantes 17. "Cerca de lo primero, que es las letras, por quanto los indios y naturales de la tierra del Perú no usarnn de scriptura ni jamás entre ellos hum memoria della, por tanto ni Los DOCUJ\!El\TOS '.\!AXUSCR1TOS COLO:-JL\ LES 43 dificultades para registrar los sonidos específicos de la lengua general, y se ven forzados a utilizar una amplia gama de recursos del repertorio gráfico castellano para representar los sonidos del quechua. 18 Al estudiar estas representaciones gráficas en los textos, observamos que podemos llegar al sonido del quechua general en ese momento histórico a través del estudio de los sonidos en castellano que grafican sus caracteres. Por ejemplo, el término castellanizado "huaca" queda representado por lo menos de tres maneras en los textos estudiados: huaca, guaca, uaca, cuando lo que se quiere representar es el sonido / w/ : /waka/ . La repre­ sentación gráfica de los sonidos glotales, ausentes del castellano, fue aún más exigente del repertorio de esa lengua, debiendo reunir varias conso­ nantes para intentar representar el sonido. Muchos sonidos quedaron mal representados o sin representación. El léxico de lenguas indígenas que aparece en los textos estudiados está allí por diferentes razones que van desde una busqueda de lo exótico hasta una evidente carencia del término en la lengua castellana. La inclu­ sión de estos términos va, generalmente, acompañada de su explicación o glosa en castellano para aclarar el significado de algo propio de la cultu­ ra indígena que carece de palabra castellana para expresarlo. Estas pará­ frasis explican lo que se quiere describir en términos que reflejan lo que los autores han podido discernir de ese objeto o hecho y lo que los lecto­ res españoles puedan comprender. La semántica del término quechua va a depender de la comprensión española de lo que ese término represen­ ta. El símil es un recurso muy utilizado también, en el que a partir de un rasgo semántico interlingüístico en común se establece una identidad completa. Esto contribuye a explicar la realidad indígena a partir de con­ ceptos españoles. La lengua castellana se constituye en el vehículo de difusión de las lenguas indígenas tanto a nivel léxico como a nivel semántico entre los lectores españoles de esos textos. El idioma castellano es el filtro a través tenían letras ni caracteres para cscri\'ir ni manifestar sus conceptos y antigüedades, sino hacíanlo por una nueva & ingeniosa manera de ciertas qucntas y señales de que usaYai1 y usan, y assí no ay cosa particular que tratar acerca de las letras, mas que la dicha lengua, términos y nombres della , en todo y por todo se ha de cscrc\'ir con nuest ras letras y caracteres, y en toda ella se ha de usar dellos" (Santo Tomás [ 1560b) 1995:17). 18. " [ . . . ] escribir gramáticas de lenguas nati\'as implicó, casi siempre, la conquista de un sistema de sonidos extraño a las lenguas europeas y la traducción de ese sistema al alfabeto latino" (Mignolo 1992: 185). (Traducción de la autora). 44 LYDIA FossA del cual pasan las lenguas indígenas, como parte de la colonización cultu­ ral de que son objeto. Además de la intertextualidad, en los textos se suscita otro fenóme­ no, el de la intra o pluritextualidad. La pluritextualidad viene a ser la incorporación de un texto en otro, hecha de tal modo que no solamente se puede identificar un eco sino la presencia del mismo en el texto que lo recoge. En el caso de Cieza, otra vez, la intra o pluritextualidad se hace presente en la inclusión de los cantares nativos, por ejemplo. Aquí lo importante será establecer cuál fue el criterio de selección que impulsó al cronista a incluirlos, aunque podríamos afirmar que se trata del de autenticación. Aun cuando el contexto haya cambiado, no puede diferir mucho del contexto del texto citado o aludido: un cierto tipo de texto parece tender a albergar el mismo tipo de obras: el documento histórico o cronístico de Cieza registra otro texto al que le atribuye consen1ación de la memoria. Esta similitud tiende a uniformizar los textos, contribu­ yendo a la formación del género al que pertenecen. La relativa descontex­ tualización y recontextualización que sufren los textos albergados con­ tribuyen a la renovación diacrónica de la información aludida. Esta reno­ vación también puede concebirse como la revitalización del texto citado, aunque aparezca en un texto huésped algo diferente. La intratextualidad, entonces, contribuye a amplificar los efectos de los textos en el tiempo y en el espacio, multiplicando las posibilidades de exponerlos ante otros públicos. Además, consideramos que los textos in­ cluidos son, a su vez, un conglomerado de subtextos. Un texto podría así quedar definido como una compilación coherente de diversas textualida­ des de manera que formen una unidad. Asimismo, un texto puede ser concebido como elemento inclusivo o incluyente de elementos pluritex­ tuales, así como parte de las redes tanto de significados como de efectos de sentido intertextuales. Estaremos observando estas características en el caso de Cieza, principalmente, pero también aparecen en los textos de los otros autores estudiados. La perspectiva literaria Hoy consideramos lo literario como el uso estético de la lengua que se manifiesta a través del texto escrito o la expresión oral, que comunica vivencias o describe realidades de modo tal que el código mismo sea apreciado por sus características de belleza estilística, originalidad en sus expresiones, creatividad en sus giros. El uso estético de la lengua debe ser el vehículo de contenidos que se distingan también por su origi- Los DOCUi\!El\'TOS :O. L\..'\líSCIUTOS COLO?\li\LF:S 45 nalidad, presentados en una narrativa cautivante. El contenido de un tex­ to literario está organizado de una manera específica, gobernada por la normativa de la narratividad. La narratividad es lo que imprime al texto literario su propio ritmo, la rapidez o lentitud relativa con que suceden los hechos contados; el orden seleccionado que sigan las acciones. Crea el clímax de las acciones y genera los momentos de suspenso y tensión textuales. Rige también la aparición de los personajes y el desarrollo de sus interrelaciones. La configuración de los personajes, escueta o exube­ rante, robusta o débil, es también parte de la narrativa literaria. Lo mis­ mo sucede con la descripción de geografías, climas, vegetaciones, anima­ les y personas que intervienen en el paisaje general en que se desarrollan los hechos. Parte importante de la organización textual es la incorpora­ ción de subtextos en la narración principal. La integración fluida de otras narraciones en la narración madre muestra, también, parte del uso artís­ tico de los recursos lingüísticos con que cuenta el autor. La combinación feliz del uso estético de la lengua, los contenidos originales y la fluidez de la narrativa deviene en un texto que identificamos hoy como literario. Al estudiar los documentos que enumeran los libros de las bibliote­ cas particulares que serán puestos a la venta pública en España en el siglo X\1, vemos que la variedad y cantidad de textos era bastante alta. Claro está que se describen solamente los libros que pueden alcanzar los mejo­ res precios, los más codiciados, o los aceptados por las autoridades, y también debemos tener en cuenta que nos estamos refiriendo a conjun­ tos de libros propiedad de letrados y de hombres dedicados a las letras. 19 En estas listas destacan obras europeas contemporáneas en traducción, obras clásicas y libros escritos por españoles. Temáticamente, los libros tratan de historia, leyes, viajes, aventuras, religión. Por ejemplo, la parte de la biblioteca del escritor Fernando de Rojas (quien murió en 1541) que salió a subasta al morir, contiene ejemplares en prosa, en verso y piezas teatrales. 20 Otro autor nos informa sobre la lectoría en Sevilla y las 19. Véase Infantes (1998) y Ruiz Pérez (1998). 20. "En prosa: Religión: 4 libros de lectura práctica. Viajes: 3 libros de temática exótica. Tratados: 6 libros, 4 de tema político-cortesano, 1 enciclopédico y 1 de juegos (ajedrez). Paremiología: l libro (tratado de refranes o adagios) Historia: 7 libros, 2 de historia antigua, 1 de historia contemporánea y el resto de historia de España. Clásicos: 3 libros de autores muy conocidos. Autores medicrnles: 3 libros, dos de ellos de Bocaccio. 46 LYDIA FOSSA preferencias de los "círculos cultos": "Humanismo, poesía, pintura, eru­ dición o mero coleccionismo se dan cita a lo largo de la segunda mitad del XVI y primeras décadas del XVII en las riberas del Betis y propician variados fenómenos de transmisión e intercambio no sólo de saber, sino también de los objetos materiales que sustentan o difunden ese saber" (Ruiz Pérez 1998: 54). 21 Es interesante destacar que pocos son los títulos de ficción que encontramos en los listados mencionados, pero ello se de­ be a que esos textos pertenecen a lo que Ruiz Pérez (1998: 66) ha llama­ do "bibliotecas silenciadas", 22 añadiendo que este tipo de textos fue " [ ... ] sistemáticamente omitido de repertorios e inventarios, en marcado con­ traste con una creciente producción editorial, tanto en títulos como en ediciones y tiradas" (Ruiz Pérez 1998: 6 7). La producción literaria española en esta época pasa por un gran auge editorial. Aunque se intenta ejercer un rígido control de lo que se publi­ ca, obras consideradas "burlas y fingidas" llegan a imprimirse y a circular también en manuscritos. Entre la literatura aprobada, la actividad era eminentemente teológica, filosófica, científica y poética, y se la ejercía con mayor frecuencia en las esferas de lo religioso y universitario. Estos textos se escribían y se publicaban en romance, en la lengua de Castilla. Libros caballerescos: 1 libro de origen italiano. Libros de caballería: 7 libros de los inicios del género. Historias caballerescas: 3 libros. Prosa de ficción: 2 libros. En Yerso: Clásicos: 1 libro. Medievales: 1 libro Cancioneros: 1 libro. Religiosa: 1 libro. Culta: 3 libros. Teatro: Clásico: 1 libro. Contemporáneo: l libro" (Infantes 1998: 48-49). 21. Ruiz Pérez nos da una relación temática