DANIEL PARODI REVOREDO SERGIO GONZÁLEZ MIRANDA (COMPILADORES) Las historias que nos unen 21 RELATOS PARA LA INTEGRACIÓN ENTRE PERÚ Y CHILE LA S H IS T O R IA S Q U E N O S U N EN 21 R EL AT O S PA R A L A IN T EG R A C IÓ N E N T R E PE R Ú Y C H IL E D A N IE L PA R O D I R EV O R ED O Y SE R G IO G O N Z Á LE Z M IR A N D A (C O M PI LA D O R ES ) Encontrar los episodios positivos en las relaciones peruano-chilenas entre los siglos XIX y XX, y reunir para contarlos a más de una veintena de académicos de ambos países fue la meta que se trazaron los historiadores Daniel Parodi (Perú) y Sergio González (Chile) cuando se conocieron en Santiago en 2011 en un diálogo binacional entre políticos y académicos. Las historias que nos unen. 21 relatos para la integración entre Perú y Chile reúne algunos artículos escritos por autores peruanos, otros por autores chilenos, y varios por parejas de autores, uno de cada país. Todos estos escritos son relatos de hermanamiento entre los dos países a través de historias de amistad que tocan aspectos políticos, sociales y, principalmente, de la vida cotidiana, y por medio de historias vinculadas a Tarapacá y la región de frontera que se extiende hasta Tacna. Las historias que nos unen no intenta obviar los eventos dolorosos de la historia, sobre los que ambas colectividades deberían conversar con madurez y respeto en un futuro cercano. Más bien, la compilación busca ampliar la mirada sobre nuestro pasado común para mostrar que chilenos y peruanos protagonizaron intensos episodios de amistad que ameritan ser recordados, como el aporte del libertador chileno Bernardo O´Higgins a la Independencia del Perú, la admiración al bolerista peruano Lucho Barrios en Chile, la infl uencia de la culinaria nacional en el país del sur. Estos, entre muchos otros temas, confi guran un recorrido por el pasado peruano-chileno que desconocemos, aquel que traza los lazos de unión que deben acercar a las generaciones del futuro. DANIEL PARODI REVOREDO es licenciado en his- toria por la Pontifi cia Universidad Católica del Perú (PUCP), Magíster en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid y candidato a Doctor por la misma casa de estudios. Es profesor del Departamento de Humanidades de la PUCP y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Sus especialidades son la Guerra del Pacífi co, las relaciones peruano-chilenas, el análisis crítico del discurso histórico y el imaginario colectivo, y los procesos de reconciliación internacional. Es editor de la colección «Delimitación Marítima entre el Perú y Chile ante la Corte Internacional de Justicia» en el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú y formó parte del grupo consultivo de dicha insti- tución durante el desarrollo del litigio de La Haya. Ha publicado Confl icto y reconciliación. El litigio del Perú contra Chile en la Corte de La Haya (2014) y Lo que dicen de nosotros. La Guerra del Pacífi co en la historiografía y textos escolares chilenos (2010). SERGIO GONZÁLEZ MIRANDA es historiador y soció- logo con una maestría en Desarrollo Urbano y Regional por la Pontifi cia Universidad Católica de Chile. Es Doctor en Educación por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y Doctor en Estudios Americanos con mención en Relaciones Internacionales por la Universidad de Santiago de Chile. Ha sido Director General de Extensión y Director del Departamento de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Arturo Prat, casa de estu- dios en la que actualmente ejerce la dirección del Instituto de Estudios Internacionales. Ha publicado La sociedad del salitre. Protagonistas, migraciones, cul- tura urbana y espacios públicos, 1870-1940 (2013) y Sísifo en los Andes. La (frustrada) integración física entre Tarapacá y Oruro: las caravanas de la amistad de 1958 (2012). Otras publicaciones del Fondo Editorial PUCP Rituales del poder en Lima (1735-1828) De la monarquía a la república Pablo Ortemberg, 2014 Relación de los mártires de La Florida del P. F. Luis Jerónimo de Oré (c. 1619) Raquel Chang-Rodríguez Lima, siglo XX: cultura, socialización y cambio Carlos Aguirre y Aldo Panfi chi (eds.) Entre los ríos. Javier Heraud (1942-1963) Cecilia Heraud Pérez Lecturas prohibidas. La censura inquisitorial en el Perú tardío colonial Pedro Guibovich Pérez Las ruinas de Moche Max Uhle (edición y traducción de Peter Kaulicke) Las historias que nos unen 21 relatos para la integración entre Perú y Chile Daniel Parodi Revoredo y Sergio González Miranda (compiladores) © Daniel Parodi Revoredo y Sergio González Miranda, 2014 © Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú Teléfono: (51 1) 626-2650 Fax: (51 1) 626-2913 feditor@pucp.edu.pe www.pucp.edu.pe/publicaciones Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP Primera edición: marzo de 2014 Tiraje: 500 ejemplares Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2014-04554 ISBN: 978-612-4146-69-5 Registro del Proyecto Editorial: 31501361400262 Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú Alex Rely: el boxeador de dos banderas Bernardo Guerrero Jiménez No necesitamos extendernos más acerca de la posible unión —por medio del deporte— de chilenos y peruanos. Los Sport Nº 244. 11 de noviembre de 1927, p. 11. La figura de Alejandro Reyes Talledo, conocido en el mundo del boxeo como Alex Rely, resulta de interés, pues siendo peruano llegó a ser campeón de Chile —repre- sentando a Iquique en la categoría de los medios pesados—, aunque la prensa de Santiago lo definió como panameño. Fue el primer boxeador peruano que combatió en el Madison Square Garden, en Nueva York1. Tenía una fuerte pegada con la dere- cha y ganó casi todos sus combates por la vía rápida. Se dice que era marinero. Su larga y exitosa trayectoria a comienzos del siglo XX no ha sido, sin embargo, conocida por las nuevas generaciones. No obstante, su extensa carrera nacional e internacional brilla no solo por su calidad técnica y fortaleza física, sino por haber sido un deportista que en un gesto de hermandad, consciente o inconsciente, supo integrar a dos naciones que aún no habían resuelto el tema de la soberanía de Arica y Tacna, como consecuencia de la Guerra del Pacífico. La masiva migración de chilenos y extranjeros a la región de Tarapacá —como consecuencia de la actividad salitrera— trajo consigo, entre otros tantos fenómenos, el auge de los deportes modernos. Al igual que en el caso del fútbol, la historia de este deporte en Iquique y en la pampa salitrera —dos caras de una misma moneda— aún no se escribe. Estas líneas pretenden avanzar en esa dirección para poder establecer las circunstancias que hicieron posible que boxeadores como Estanislao Loayza y Arturo Godoy, por solo nombrar a dos, tuvieran el protagonismo que lograron. A la crónica deportiva, escrita por anónimos periodistas, le debemos algunos datos que nos permiten empezar a perfilar esta historia. 1 La carrera de Rely en: http://boxrec.com/list_bouts.php?human_id=69041&cat=boxer Alex Rely: el boxeador de dos banderas 220 Gracias a la actividad del salitre Iquique se convirtió en un lugar atractivo para todos aquellos que vieron en esa zona el lugar para acumular riquezas. Aquí, a decir de Mario Bahamonde (1966, p. 11), llegó todo tipo de gente: aventureros, deste- rrados, perseguidos, buscadores de fortuna, etcétera. En este ambiente no es raro imaginar la diversidad de costumbres, lenguas, comidas y, por supuesto, formas de ocupar el tiempo libre. Este último aspecto ha sido poco desarrollado por la historio- grafía oficial, y le debemos a la literatura —cuentos y novelas— el haberlo abordado, así como al deporte (Guerrero, 2005). La historia del box en Chile, al igual que la del teatro o la literatura, por solo citar dos casos, está centrada en Santiago y sus alrededores. El libro de Renato González (Mister Huifa), El boxeo en Chile (1973) ignora la importancia que este deporte tuvo en el norte grande y soslaya a personajes de primer nivel como los hermanos Juan y Santiago Mosca. El periódico de la ciudad de Iquique, El Tarapacá, señala sin citar fuentes que en el año 1880 llegó a Iquique el primer boxeador. Las demostraciones de este púgil hallaron rápidamente una caja de resonancia en una zona donde la masculinidad tradicional encontró su máxima expresión, dadas las condiciones duras de trabajo y por ser una zona popular. La revista Los Sports, cuando refiere la vida de Quintín Romero, relata: «Netamente chileno y nacido en clase muy humilde, fue cargador de salitre en la rica región nortina. En aquel horno de sales y sol, campeón chileno vio pasar sus primeros años. Creció presenciando luchas titánicas del hombre contra la naturaleza, pródiga en obstáculos insalvables. Aquellas luchas templaron su espíritu y le hicieron fuerte […]. Se sintió capaz de obtener triunfos, se entregó al box y dejó de derribar sacos de salitre para derribar hombres: «Dotado de una constancia poco común, se le ha visto perder dos veces seguidas con Alex Rely y derrotarle por knock-out a la tercera» (Los Sports 6, 20 de abril de 1923, p. 3). Valores como el vigor, la fuerza física, la valentía y la hombría calzaron perfec- tamente con el box. El box se desarrolló en forma bastante primitiva y sin arreglo a normas. Los combates se efectuaban en forma clandestina, ya que las autoridades prohibían su práctica, y el box se reducía solo a pegar, sin ninguna técnica. Otros valores, como Estanislao Loayza Aguilar, de extraordinario performance boxístico, no constituyen hechos aislados, pues desde fines de siglo XIX la actividad deportiva —sobre todo el fútbol y el box—, era ya frecuente. En este último deporte destaca entre otros Santiago Mosca, cuya trayectoria lo ubica como el primer gran boxeador iquiqueño. La intensa actividad derivada de la industria salitrera convirtió a Iquique en un gran puerto de embarque. Las decenas de nacionalidades que arribaron a la ciudad Bernardo Guerrero Jiménez 221 no solo trajeron en sus equipajes la ropa y sus fotos, sino también, como ya dijimos, nuevas formas de uso del tiempo libre, y el deporte era parte importante de ellas. El deporte articuló buena parte de la socialización popular. Este halló en el barrio, y sobre todo en las instituciones deportivas, su mejor sustento. No era solamente la práctica realizada en forma espontánea sino que se acompañaba de un soporte insti- tucional a través de clubes deportivos. La ciudad de Iquique se estructuró en torno a barrios populares en cuya unidad territorial y simbólica se desplegó una fuerte acción popular y deportiva. Luego el club deportivo hizo el resto y se convirtió en aquella institucionalidad fuerte, maciza y creíble que ordenó y planificó la actividad. A su vez, le dio al deporte en Iquique el encanto que hoy parece no tener. Era el modo de expresar la identidad de cada cual, la manera de decir soy del Yungay o de Sportiva Italiana, del Unión Matadero, del Unión Morro o de Cavancha. Después venía la gran síntesis, la selección de Iquique, «la celeste», expresaba el sentimiento de identidad. Vestir ese emblema era el orgullo. Hablamos de un Iquique relativamente integrado. Una ciudad multicultural en la que los migrantes supieron encontrar un lugar para expresar su solidaridad y sus agradecimientos. El momento en el que sin mediar lenguas extrañas o colores de piel diferentes, hombres y mujeres cerraron filas en torno a la caleta que caminaba a ser puerto. Lo anterior no quiere decir necesariamente que no había diferencias e injus- ticias sociales. Prueba de que las había son las grandes huelgas o el racismo contra los asiáticos y los aymaras y otra serie de problemas. En la práctica del deporte, sobre todo en el fútbol y en el box, esas diferencias parecían desaparecer. En segundo lugar, hay que resaltar la existencia de una ética deportiva fundada en el amor a la camiseta. Es decir, una ética estructurada en torno al orgullo y a la iden- tidad; el orgullo de vivir en una tierra que sustentó la economía nacional en la época del salitre. Una ética construida en el protagonismo que Iquique tuvo en la historia nacional. La historia, desde Arturo Prat hasta Arturo Godoy, pasando por el Tani, pugilista iquiteño, indica que en estas tierras y en estos mares las gestas no solo son militares y obreras, sino también deportivas. En tercer lugar, hay un tema arraigado en el inconsciente colectivo iquiqueño; una vieja querella que aún se representa en forma muy rica: la compleja relación con el centralismo santiaguino que también se expresa en el deporte. A los equipos de la capital hay que ganarles por K.O. o bien por goleada. El Tani mantuvo todas sus peleas en Iquique, y de aquí se fue a Estados Unidos. Hizo caso omiso de la capital. Fue, a su modo, el primer regionalista deportivo del país. Alex Rely: el boxeador de dos banderas 222 Dos irlandeses Dos púgiles irlandeses provenientes de Valparaíso, Pat O’Keefe y Alejandro McDonald, introdujeron las primeras normas de lo que en ese tiempo era el box profesional, es decir, con ajuste a reducida reglamentación. Lo de estos hombres era, con esta acti- vidad, lograr ciertos ingresos. McDonald instaló un pequeño gimnasio en el barrio El Colorado, el primero que hubo en el norte grande de Chile. En ese barrio popular, ubicado en el sector norte de la ciudad, estuvo la cuna del box en Iquique. El Tarapacá cuenta que la primera pelea oficial que hubo en Iquique la sostuvo Alejandro McDonald con Ted Moran, un barrista del circo Quiroz. Este combate se efectuó en el teatro Variedades y la pelea empezó a la una de la madrugada. Se hizo a esa hora ya que estaba prohibida la práctica de este deporte. La norma era básica: el combate terminaba cuando uno de los púgiles no podía seguir peleando. Duró el match dieciocho rounds y ganó Ted Moran. Los circos difundieron el box en esos años. Entre sus artistas hubo siempre quien realizara actividades boxísticas y era raro que uno de estos espectáculos no incluyera a alguien que se colocara los guantes. Hasta 1891, ellos hicieron su época. Sus púgiles se enfrentaban con rudos exponentes locales. En Iquique defendía la tierra Eduardo McDonald, hijo del precursor del boxeo iquiqueño, quien sostuvo en diferentes oportunidades varios combates en sitios que no eran sino corralones o patios baldíos. En cualquier lugar donde pudieran instalarse las cuerdas hubo dos hombres calzando los guantes. El box era ya una realidad en Iquique. Empezó una agitada vida comercial en el puerto; la llegada de carguíos traía a muchos hombres que vieron en este deporte una forma de sobrevivir. Empezó entonces la llegada de numerosos púgiles a esta provin- cia, como Humberto Planet quien sostuvo varios combates «a la chilena», en un local ubicado donde estuvo la cancha —que ya no existe— del deportivo Cheng Hwa, en la calle Serrano entre Juan Martínez y Amunátegui, y que a la sazón estaba destinada a realizar corridas de toros, o Manuel Bastías, quien protagonizó en el escenario del teatro Nacional un emotivo encuentro frente al argentino Luis Salcedo, a quien ven- ció por puntos después de tener a su rival continuamente en la lona. Por aquellos años, no había todavía centros boxísticos que permitieran el incre- mento de aficionados, solo algunos gimnasios, con los implementos más elementales, permitían a los que llegaban y a algunos iquiqueños prepararse para presentarse en el ring. En el año 1917 se funda el primer centro boxístico: El Tarapacá. De sus filas salió una figura prominente del boxeo iquiqueño: Santiago Mosca Vasallo (1898-1985), fundador de esa institución, quien se impuso sobre varios boxeadores extranjeros que llegaban a Iquique por aquellos días. Bernardo Guerrero Jiménez 223 Desembarca un futuro boxeador: Alex Rely El año 1918 llega a Iquique un negro fornido venido del Perú, Alejandro Reyes Talledo, quien ve en el boxeo una forma de ganar dinero y de integrarse. Fiel al espí- ritu de la época, se hace llamar Alex Rely. Santiago Mosca descubre sus cualidades y potencialidades y lo transforma de peleador callejero en boxeador científico. La revista Zig Zag, dice: «Alex Rely tiene 24 años y pesa 80 kilos. Nació en San Miguel, ciudad de Panamá, de padre americano» (29 de octubre de 1921). Y agrega: «Llegó a Iquique en un velero americano, en febrero del año 1918. Se puso entonces a las órdenes del peso liviano Santiago Mosca (chileno) quien lo dirigió en sus entrenamientos» (29 de octubre de 1921). Pelea en el peso medio-pesado y la prensa santiaguina no tarda en ocuparse de él. Un misterio cubre sus orígenes. ¿Es peruano? ¿Es panameño? El mismo Rely se encarga de entregar información que más que aclarar, confunde. Dice: «Yo peruano, no, señor. Soy panameño o mejor dicho, colombiano, pues cuando nací Balboa pertenecía aún a esa nación. Allí tengo a mi padre y a dos hermanos mayores» (Los Sports 10, 18 de mayo de 1923, p. 7). Rely no miente. Se protege de la fiebre anti-peruana que sacude a Chile, sobre todo en el Norte Grande, donde las Ligas Patrióticas trabajaban incansablemente para desterrar a los peruanos de Tarapacá. Esta crónica afirma: Alejandro Rely, más conocido entre nosotros como Alex Rely, nos visitará nue- vamente. Es otro de los boxeadores extranjeros que se han formado en los rings chilenos. Rely, con patente de panameño, actuó en el Norte y después pasó a Santiago. Aquí sabíamos que era peruano y nunca se le hostilizó. Muy lejos de esto, siempre encontró camino propicio para sus triunfos de boxeador y hasta se le dio, porque lo supo ganar, el título de campeón de Chile (Los Sport 217, 6 de mayo de 1927, p. 8). Rely aclarará posteriormente: Como aquí también se ha discutido mi nacionalidad, por aquellos que no me conocen, quiero declarar públicamente que SOY PERUANO, nacido en Pisco, y que hasta hoy viven mis padres en aquella población y hermanos y parientes en el Callao y Lima. Con lo anteriormente expuesto, creo que no habrá lugar a dudas en lo sucesivo, en lo que respecta a mi nacionalidad. Si en Chile pasé como ciudadano panameño, era debido a las hostilidades y vejámenes a que los perua- nos cuando lo declaramos estamos sujetos, razones que nadie ignora en el país (Los Sports 34, 24 de noviembre de 1923, p. 10). Alex Rely: el boxeador de dos banderas 224 Y entrega más información: Soy peruano. Nací en Pisco, el 18 de julio de 1898, apenas tengo 26 años, y soy peruano neto, porque mis antepasados también los fueron hasta tres generaciones que yo recuerde. Mis tatarabuelos fueron africanos. Llegaron al Callao con 70 u 80 familias en un barco de vela español llamado «El Argonauta» (Los Sports 98, 23 de enero de 1925, p. 22). Sobre como lo recibió el público chileno dice: Sería injusto que yo expresara que al saberse en Chile que yo era peruano me trataron mal. Muy al contrario, solo tengo palabras de grato recuerdo para aquel público deportivo que tan pródigo se mostró en el aplauso y tan generoso en las decisiones. Del Callao llegué a Valparaíso en el «Manuel Calvo» y durante mi per- manencia de dos días en el hermoso balneario, solo pude aquilatar actitudes que obligan mi agradecimiento (Los Sports 98, 23 de enero de 1925, p. 22). Las peleas de Rely Alex Rely pelea en Iquique con Duque Rodríguez y vence por K.O. al segundo round. Deja de entrenar con Mosca, y se pone bajo el mando de Benito Miranda y Luis Fernández, todos a su vez dirigidos por Felipe Zúñiga (Zig Zag, 29 de octubre de 1921). Suponemos que está radicado en Santiago de Chile. El retiro de Heriberto Rojas deja vacante el sillón de los pesos pesados. Alex Rely es un serio candidato para ocupar ese lugar y lo puede hacer ya que «en conformidad a los reglamentos tiene ocho años de residencia en Chile» (Zig Zag, 29 de agosto de 1922). En el año 1923 Rely se consagra campeón chileno en la categoría de los medio pesado. Dos años después, el 19 de mayo de 1925, obtiene el campeonato sudameri- cano. Sobre ese combate, Martín Sosa Camerón narra la siguiente historia: «Mucho después, en julio de 1924, el también uruguayo Alejandro Trías desafía por el título a Rodríguez; como éste no responde inmediatamente, en febrero de 1925 la Confede- ración Sudamericana declara que reconocerá como retador oficial al vencedor de una pelea entre Alex Rely, peruano, y Trías». En marzo de 1925, Rely le gana por K.O. a Trías en tres asaltos, y la Confederación emplaza a Rodríguez para que acepte el desafío antes del 17 de mayo. Dos días después de esta fecha, Alex Rely es proclamado campeón sudamericano (19 mayo 1925). En enero de 1928 Rely, por el título, derrota a su compatriota Alberto Icochea, pero en abril de ese año, Rely pierde la vista en su pelea con Michelle Bonaglia y el título queda vacante. Esto no impide, pese a lo desconcertante que pueda parecer, que el 25 de diciembre de 1926 Alberto Icochea le arrebatara el título sudamericano a Rely, y que este, en lugar de defenderlo, lo recuperara en enero de 1928. Bernardo Guerrero Jiménez 225 Las cuatro peleas con Quintín Romero Rojas son las más aplaudidas. Rely gana dos, empate una y pierde otra. Bien se saben los antecedentes de Romero: combatió en Europa y en los Estados Unidos y se perfilaba como futuro campeón del mundo. Sin embargo, la pelea que siempre quiso tener, contra Luis Ángel Firpo, el argen- tino que enfrentó a Dempsy, nunca se efectuó. Esta es la versión de Rely cuando le preguntan si cree en Luis Ángel Firpo: No —responde rotundamente—. Y tengo mis antecedentes. Roque Blaya, que me acompañó a mí en mi jira reciente, fue manager de Firpo durante tres años; pues bien, él me confirmó que todas las peleas del Campeón fueron combinadas. De otra manera resulta imposible llevarlo al ring. Como conocíamos Blaya y yo, la cacareada «competencia» de Firpo, lo desafiamos varias veces, por cierto que inútilmente. El hombre tenía ya arreglado su negocito con Tex Ricard, empre- sario que, haría pelear hasta don Angel Tagini, por el campeonato mundial (Los Sports 10, 18 de mayo de 1923, p. 7). Tampoco pudo realizar el combate con el campeón sudamericano, el uruguayo Angel Rodríguez, el único que dejó fuera de combate a Firpo. Dice Rely cuando le preguntan cuál es su ambición de futuro: «Lograr el Campeonato Sudamericano, derrotando a Angel Rodríguez, a quien creo yo en decadencia y, por lo mismo sin méritos para ostentar el título que posee» (Los Sports 10, 18 de mayo de 1923, p. 7). En Iquique y en Buenos Aires se enfrenta a Johnston González. Le gana Rely, pero lo llamativo es el juicio racista de su contendor: «Bah, todos los negros son “fuertes” y mis peleas con Rely y Trías, creo que las he perdido porque me pusieron K.O. con el olor» (Los Sports 83, 7 de noviembre de 1924, p. 87). Ambos combates los gana el peruano. En la revista Estadio se recuerda esa pelea: «Tuvo Rely un rudo combate con Johnston, el año veintitrés, en Iquique. Pero el moreno valía mucho, boxeaba bien y pegaba. González resistió en pie siete rounds, y perdió por K.O. derrochando, eso sí, valentía y decisión» (Estadio, 21 de diciembre de 1946, p. 31). Rely, el feo Los Sports, la única revista de deportes de Chile en los años en que Rely construía su fama, tituló una entrevista al boxeador peruano con el siguiente nombre: «Alex Rely, la estatua de bronce». El que firma la nota lo hace con el nombre del Marqués de Queensberry. Y empieza de este modo: «¡Mira que negro más feo!», fue la exclamación con que una preciosa muchacha saludó el paso de Alex Rely, nuestro acompañante de la otra mañana, por esa dichosa calle Huérfanos. El simpático boxeador lanzó una carcajada franca, sonora, Alex Rely: el boxeador de dos banderas 226 dejando ver dos hileras de dientes blanquísimos que iluminaron su boca enorme. Se ve que le causa alegría el efecto que produce su físico y, quizás, tenga a mucho orgullo contar con todos los requisitos para llevarse el título en un Campeonato de hombres feos. La reacción del peruano no se deja sentir: ¡Qué mal me pagan! Si ellas supieran cómo he defendido en Buenos Aires la belleza de la mujer chilena […]. Es cierto —agrega luego, resignado— que ellas y yo tenemos razón; yo soy bastante feo y ellas son extremadamente bonitas. Agrega el cronista una observación sobre el centro de la ciudad de Santiago: Contrastando con las unánimes exclamaciones femeninas, los «niños-bien» que se han apoderado de esa calle para rendir culto a la Vagancia, tienen para Alex las frases más alentadoras. «Ese es Alex Rely, el que descabezó a todos los boxeadores argentinos y uruguayos», dicen señalándolo con admiración (Los Sports 10, 18 de mayo de 1923, p. 7). Rely en la historia del deporte chileno Como suele ocurrir, la crónica deportiva, esta vez de la desaparecida revista Estadio, se apropia de la figura de este boxeador: He aquí un campeón de Chile nacido y criado en el Perú: Alex Rely. Y, sin embargo, nadie podrá discutir que ese magnífico mediopesado de estampa estatua- ria, de músculos fuertes y armoniosos, tenía todos los derechos a lucir con orgullo el cinturón tricolor de los campeones profesionales del box chileno de aquellos años lejanos. Porque había venido de una tierra hermana y porque naciendo en el extranjero, era un producto neto del boxeo chileno, de nuestros progresos pugilís- ticos de entonces, obra de un maestro chileno y con conocimientos aprendimos en nuestros rings. Porque cuando vino a Chile este peruano se llamaba Alejo Reyes y era marinero (Estadio, 29 de mayo de 1948, p. 31). Nacido en el Perú, pero criado bajo los cánones del boxeo nortino, el cronista enfa- tiza la socialización deportiva de Rely. Y agrega: Había nacido en Pisco y a los quince años había embarcado en el vapor «Iquitos», que hacía el viaje de Panamá a Valparaíso. Una vez, cuando este barco debía diri- girse a Europa, sufrió un contratiempo y se vio obligado a anclar en Iquique. Tenían un ring en el barco y el marinero Reyes había llamado la atención por la violencia de sus mamporros. De ahí que los hermanos Juan y Santiago Mosca, grandes entusiastas iquiqueños que promoteaban entonces combates entre pro- fesionales, hayan subido al «Iquitos» a ofrecer a Reyes la posibilidad de una pelea Bernardo Guerrero Jiménez 227 en Iquique. La cuestión sería para dentro de seis meses y el peruano, sacando sus cuentas, aceptó. Total, en seis meses podría aprender a boxear, ya que jamás había sostenido un combate en serio ni recibido una sola lección del difícil arte del Mar- qués de Queensberry (Estadio, 29 de mayo de 1948, p. 31). La noción de patria deportiva que el cronista usa para describir a Iquique es lla- mativa, ya que integra al deporte como constructor también de la nación: Iquique fue la patria deportiva de Alex Rely. Estuvo allí tres años peleando y allí aprendió todo lo que precisaba para triunfar después en los rings de Sudamérica. Venció a Duque Rodríguez, Manuel Bastías, Lazo, Gumboath Smith, etc. Y en 1921 fue a Valparaíso y se cotejó con el campeón chileno de todos los pesos. Quintín Romero, al que derrotó por puntos. En la revancha se falló en empate y más tarde, en Santiago, se efectuó una selección de pesos pesados en la que intervinieron, entre otros, Romero, Rely, Sepúlveda y Clemente Saavedra. Finalistas, Romero y Rely volvieron a empatar, esta vez en quince rounds. Se tomó entonces una muy justa decisión: Romero conservaba su título de campeón de todos los pesos y Alex Rely, que pesaba menos de 80 kilos se ganaba el cinturón de los medio-pesados. Cierto era que Rely no había nacido en Chile, que era peruano, pero el reglamento lo favorecía: un pugilista extranjero con más de tres años de residencia en el país, podía ser campeón de Chile (Estadio, 29 de mayo de 1948, p. 31). Cinturón chileno en Lima Otro de los temas de conflicto que tuvo Rely fue la suposición de que iba a entregar a un museo de Lima el cinturón chileno que lo acredita como campeón de Chile. En la carta ya citada, Rely escribe: No concibo cómo cerebro humano puede imaginar que haya prometido presen- tarme con el cinturón chileno ante el público de mi patria. Si bien tengo ese cinturón de campeón chileno en mi peso, tan solo lo guardo como un trofeo en mi dura profesión de boxeador y una vez que arregle con la Confederación respecto a mi castigo, quiero obsequiarlo al Museo Nacional para que se guarde como recuerdo de la victoria de un peruano en Chile, victoria que es de mi patria, pues la recuerdo al luchar en el ring (Los Sports 34, 24 de noviembre de 1923, p. 10). «Victoria de un peruano en Chile», el nacionalismo es evidente2 y comprensible. Ojalá que ese cinturón exista aún. 2 La revista deportiva en tono irónico comenta: «Hay un adagio que dice: “Haz bien y no sepas a quién”. Seguramente el autor de este adagio no llegó a conocer a Alex Rely» (Les Sports 34, 24 de noviembre de 1923, p. 10). Alex Rely: el boxeador de dos banderas 228 Palabras finales El deporte de los puños fue el que le otorgó a Alex Rely la «ciudadanía deportiva». Camuflando su nacionalidad para evitar los ataques de las Ligas Patrióticas en Tarapacá, logra representar a Chile. Sin embargo, en la historia larga de este deporte, Rely es considerado como una extrañeza por su origen peruano y por haberse puesto el cinturón chileno. En los viejos aún perdura la leyenda de esta «estatua de bronce» como lo definió Los Sports en una de sus crónicas, exhibiendo su bravuras desde los cuadriláteros de su cuna deportiva, Iquique, hasta el Madison Square Garden, pasando por los rings de Buenos Aires. La performance deportiva de Rely, además, significó en pleno período de turbu- lentas relaciones entre Chile y Perú una especie de oasis en el que gracias al deporte se suspendieron, al menos en forma parcial, esas diferencias. La providencial bajada de Rely en Iquique —iba a Valparaíso— significó hos- pedarse en una ciudad popular por excelencia. Un puerto y una pampa salitrera en la que los deportes como el fútbol y el boxeo, de gran contacto físico, eran los más populares. Una ciudad abierta al mundo que atraía a hombres y mujeres de todas las partes del mundo. Una región en la que las duras condiciones de vida eran el común denominador. Su potencia física encontró en el deporte de los hermanos Mosca un buen canal para abrirse paso en una ciudad dominada por la fiebre anti peruana, sobre todo de las clases dominantes. La argucia de presentarse como panameño fue la llave para abrir los corazones de un pueblo y de los seguidores de estos deportes, que termina- ron rindiéndose antes su calidad, potencia y simpatía. Anexo Los combates de Rely (1918-1921) 1918 Primera pelea con Jimmy Johnson (inglés), de 76 kilos, a quien ganó por pun- tos, en un match a diez rounds. Con Raúl Ansel (americano), de 76 kilos, ganó por K.O. al 2º round. Con Benjamín Zárate (peso pesado), ganó al 5º round, por K.O. En la revancha, Zárate fue vencido al primer round, por K.O. 1919 Pelea con Manuel Bastidas, peso medio, profesor Quintín Romero, ganándolo al primer round, por K.O. William Daly lo vence, por retiro, al 5º round. En la revancha con Daly, el triunfo fue de Rely, por K.O., al 11º round. Bernardo Guerrero Jiménez 229 Con Quintín Romero, peso pesado, gana Rely, por K.O., al primer round. Con Duque Rodríguez, vence Rely, por K.O., al 2º round. Este match se verificó en Iquique. Con Carlos Lazo, peso medio, empate en un match a 10 rounds. 1920 Con Gumboat Smith, venció este, por K.O., al 7º round. 1921 En febrero de este año se mide por segunda vez con Romero, empatando en un match a 10 rounds. Bibliografía Bahamonde, Mario (1966). Antología del cuento nortino. Antofagasta: Universidad de Chile. González, Renato (1973). El boxeo en Chile. Santiago: Editora Nacional Quimantú. González Miranda, Sergio (2004). El dios cautivo. Las Ligas Patrióticas en la chilenización compulsiva de Tarapacá (1910-1922). Santiago: Lom. Guerrero, Bernardo (2005). A favor del viento. Maestranza Foot-Ball Club. Historia de un Club Deportivo. 1905-2005. Iquique: El Jote Errante y Campvs. Guerrero, Bernardo (2006). Fútbol y nacionalismo en el Norte Grande de Chile. En José Varas Insunza y Rodrigo Herrera Ojeda (comps.), Fútbol, cultura y sociedad (pp. 95-110). Santiago: Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Guerrero, Bernardo (2008). Más duro que el Tani. Biografía de Estanislao Loayza Aguilar. Iquique: El Jote Errante y Campvs.