Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino Jean-Pierre Protzen y Stella Nair LAS PIEDRAS DE TIAHUANACO: ARQUITECTURA Y CONSTRUCCIÓN DE UN CENTRO MEGALÍTICO ANDINO Las piedras de Tiahuanaco: arquitectura y construcción de un centro megalítico andino © Jean-Pierre Protzen y Stella Nair, 2016 Publicado originalmente en inglés por el Cotsen Institute of Archaeology Press, University of California, Los Ángeles. La edición en castellano es publicada con permiso del CIoA Press. Todos los derechos reservados. Título original en inglés: The Stones of Tiahuanaco: a Study of Architecture and Construction Traducción: Jimena Ledgard © Regents of the University of California, 2013 De esta edición: © Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2016 Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú feditor@pucp.edu.pe www.fondoeditorial.pucp.edu.pe Diseño, diagramación, corrección de estilo y cuidado de la edición: Fondo Editorial PUCP Primera edición: agosto de 2016 Tiraje: 500 ejemplares Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2016-10231 ISBN: 978-612-317-189-6 Registro del Proyecto Editorial: 31501361600842 Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa Pasaje María Auxiliadora 156, Lima 5, Perú BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ Centro Bibliográfico Nacional 985.017 P87 Protzen, Jean Pierre [The stones of Tiahuanaco. Español] Las piedras de Tiahuanaco: arquitectura y construcción de un centro megalítico andino  / Jean-Pierre Protzen, Stella Nair; [traducción, Jimena Ledgard].-- 1a ed.-- Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2016 (Lima: Tarea Asociación Gráfica Educativa). 491 p.: il., mapas, planos; 24 cm. Traducción de: The stones of Tiahuanaco: a study of architecture and construction. Incluye índice onomástico. Bibliografía: p. 359-367. D.L. 2016-10231 ISBN 978-612-317-189-6 1. Cultura Tiahuanaco - Antigüedades 2. Arquitectura precolombina - Perú 3. Arquitectura precolombina - Bolivia 4. Canteras y cantería - Bolivia - Época Prehispánica 5. Mampostería - Bolivia - Época Prehispánica 6. Tiahuanaco (Bolivia) - Antigüedades 7. Altiplano - Antigüedades I. Nair, Stella II. Ledgard Arévalo, Jimena, 1986-, traductora III. Pontificia Universidad Católica del Perú IV. Título BNP: 2016-1191 Índice Prefacio 11 Agradecimientos 15 Agradecimientos a la edición en castellano 15 Agradecimientos a la edición en inglés 16 Introducción 17 Tiahuanaco como modelo para los incas 20 Retratos tempranos de Tiahuanaco 23 Reportes testimoniales 25 Contribuciones recientes 33 Excavaciones y trabajo de campo 33 Investigaciones arquitectónicas 35 El estudio de la arquitectura 36 ¿Qué es la arquitectura? 36 El «contexto total de la arquitectura» 36 Limitaciones del contexto total 37 Métodos y alcance 40 PARTE I. EL SITIO Y SU ARQUITECTURA Capítulo 1. El sitio 45 Geografía y clima 45 El sitio y su trazado 49 Un recorrido por Tiahuanaco 50 Organización 59 Alcance 63 Relación con otros sitios Tiahuanaco en la región 63 La arquitectura del sitio 65 Principales componentes de la arquitectura de Tiahuanaco 66 Observaciones finales 70 Capítulo 2. Los monumentos principales 73 El Templete Semisubterráneo 73 Configuración general 76 Akapana 78 Configuración general 79 Variedad de la mampostería y la cuestión de los niveles 81 Canales 99 Otras observaciones 102 Kalasasaya 104 Configuración general 104 Algunas preguntas 107 Putuni 114 Configuración general 115 Pumapunku 121 La descripción de Cobo 121 Configuración general 122 Los muros terraza 127 El Área de la Plataforma 132 Canales 144 Fases de la construcción 147 Reconstrucciones 149 Los monumentos comparados 152 Morfología 152 Mampostería 154 PARTE II. DISEÑO Y CONSTRUCCIÓN Capítulo 3. Diseño 161 Elementos de diseño 161 Motivos ornamentales 162 Partes y combinaciones de los motivos 167 Ornamentación figurativa 167 El uso del color y de metales preciosos 169 Piedras y fragmentos de piedras 170 Bloques de construcción estándar 170 Otras piedras y fragmentos de piedras 179 Ensambles 183 Puertas de tamaño completo y fragmentos de puertas 194 Puerta del Sol 195 Las puertas de Pumapunku 200 La Puerta de Akapana 206 Puerta de la Luna 211 La Puerta de Arenisca 213 Arquitrabes 214 Más características diagnósticas 217 Motivos 217 Derramos biselados 218 Ensamble tipo rompecabezas de los motivos y composiciones 218 Algunas preguntas de estilo 219 Capítulo 4. Configuraciones arquitectónicas 223 Dimensiones, proporciones y composiciones 223 Los nichos 226 Comparación de las puertas de tamaño completo 228 Comparación de las puertas miniatura y de las puertas de tamaño completo 228 Configuraciones arquitectónicas 231 Las puertas miniatura en contexto 231 Las puertas de tamaño completo en contexto 233 Configuración hipotética 237 Más preguntas de estilo 238 Arquitectura tiahuanaco: algunos asuntos sin resolver 242 Puerta del Sol 242 Puerta de la Luna 243 Pumapunku: las puertas y las plataformas 244 Arquitectura de escala media 246 Capítulo 5. El arte de cortar piedras 249 Primeras pistas 250 Un experimento 252 Elección de tareas y materiales 253 Elección de las herramientas 253 Preparando la superficie 254 El trazado del motivo 257 Tallando el motivo 258 El experimento comparado con las observaciones de campo 266 Materiales líticos y herramientas 266 Pistas y más pistas 268 Variaciones en las técnicas de cortado de piedras 277 Pumapunku 277 Puerta del Sol 279 Habilidad y arte de los talladores de piedra de Tiahuanaco 283 Capítulo 6. Construcción 285 Explotación de las canteras 285 Las materias primas y su origen 285 Técnicas extractivas 290 Transporte 291 Por tierra 292 Por agua 292 Engastado, asentado y manipulación de las piedras 294 Engastado in situ versus prefabricación 295 Piedras «cuña» 296 Protuberancias, muescas de izamiento y canaletes para sogas 298 Perforaciones para izamientos 300 ¿Cómo se tallaron las piedras más grandes? 303 Construcción y detalles 304 Cimientos 304 Pisos 306 Muros 308 Techos 323 Equipo de herramientas 323 Herramientas de levantamiento 323 Herramientas de los mamposteros 324 Herramientas de manipulación e izamiento 325 Conclusión 327 Los inventos tiahuanaco 328 Técnicos 328 Arquitectónicos 330 Significado 330 Diseño, tecnología y cultura 339 Tipos arquitectónicos 340 Trabajo en piedra 340 Prácticas de construcción 340 Motivos y elementos arquitectónicos 341 Epílogo 345 Apéndice 1. Apuntes sobre los nombres de las estructuras de Tiahuanaco 349 Apéndice 2. Sobre las dimensiones y proporciones 353 Referencias citadas 359 Índice onomástico 369 Prefacio En  primera instancia es necesario comentar la escritura de algunas palabras. ¿Es  «Tiahuanaco» o «Tiwanaku»? «Tiahuanaco» o «Tiaguanaco»? Nos referimos al nombre que los cronistas españoles de los siglos dieciséis y diecisiete otorgaron al sitio arqueológico en Bolivia cerca de la costa sur del lago Titicaca. Y «Tiahuanaco» es como los investigadores continuaron escribiendo su nombre durante casi todo el siglo XX. El cambio a «Tiwanaku» es, más bien, muy reciente. Haciendo eco de John H. Rowe, el destacado lingüista Rodolfo Cerrón-Palomino (comunicación perso- nal, 2007) afirma que esta nueva forma de escritura proviene de la desinformación lingüística y documentaria. Ya que, hasta donde sabe, no existe una etimología con- vincente del nombre, continúa escribiendo «Tiahuanaco». En este libro seguimos su ejemplo. No conocemos el nombre original de Tiahuanaco; la única pista que tene- mos proviene de Bernabé Coco, que visitó el lugar en 1610. Cuando le preguntó a la población indígena, le dijeron que el nombre era «Taypi Cala», que significa «piedra en la mitad» (Cobo, 1964, Libro 2, p. 196). En Tiahuanaco uno descubre una de las arquitecturas de piedra más ingeniosas y hábiles del mundo. Su precisión compite con la de los incas hasta el punto que desde los cronistas españoles del siglo dieciséis hasta los escritores del siglo veinte han afirmado que Tiahuanaco no solo sirvió a los incas como modelo de arquitectura y mampostería, sino que estos incluso importaron albañiles de la cuenca del Titicaca para que construyeran sus edificaciones. Después de haber trabajado por más de una década con la arquitectura y técnicas de construcción de los incas, dirigí mi atención hacia Tiahuanaco porque quería evaluar estas afirmaciones. Es por esto que Elsbeth Protzen y yo emprendimos una excusión inicial a Tiahuanaco en 1993 para investigar la supuesta influencia sobre los incas. Durante las pocas semanas que pasamos en Tiahuanaco, registramos una serie de uniones de mampostería y analizamos, medimos y fotografiamos distintas piedras. Este material fundó las bases de un estudio que pre- senté en el XXXIV Encuentro Anual del Instituto de Estudios Andinos en Berkeley, en enero de 1994, llamado «¿Quién le enseñó a los albañiles Inca sus habilidades?». Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 12 En esta investigación presenté por primera vez la hipótesis de que los cortes de pie- dra y la mampostería inca eran una invención indígena que no había derivado de la cultura Tiahuanaco1. A pesar de las diferencias entre el trabajo de piedra y la mampostería tiahuanaco e inca, mi argumento no ayudó a responder la pregunta de cómo habían construido sus monumentos los tiahuanaco, cómo habían extraído, cortado y encajado las piedras, ni se refería a la pregunta de cómo la diferencia entre las técnicas de construcción de los incas y los tiahuanaco había afectado sus respectivas arquitecturas. La bibliografía sobre la arquitectura tiahuanaco es escasa e inexistente cuando se trata de la tecno- logía de construcción; y, al haber argumentado que la construcción tiahuanaco se diferenciaba de la de los incas, me sentía obligado a elaborar un poco más sobre el tema y responder a mis propias preguntas. En 1994, Stella Nair, en aquel entonces una estudiante doctoral del Departamento de Arquitectura de la Universidad de Cali- fornia-Berkeley, se unió a mis viajes a Tiahuanaco y trabajamos juntos durante siete temporadas de campo. Su asistencia llevó a una productiva colaboración y a la coauto- ría del presente trabajo. Más aun, Stella contribuyó con una serie de experimentos que buscaban replicar los maravillosos logros de la mampostería Tiahuanaco: superficies completamente planas, ángulos rectos exteriores e interiores absolutamente perfectos, y una precisión de aproximadamente un milímetro. Las lecciones que aprendí de estos experimentos fueron especialmente valiosas para nuestra apreciación y entendi- miento de las habilidades y conocimientos de los mamposteros, especialmente sobre geometría y matemáticas. Nuestro detallado análisis de las piedras utilizadas para la construcción fue arrojando nuevas luces sobre la arquitectura de Tiahuanaco, inclu- yendo su apariencia, reglas de composición, cánones y producción. Creemos que nuestro estudio arquitectónico ha llenado un vacío importante en el entendimiento de la cultura material Tiahuanaco. No podemos afirmar, sin embargo, que nuestro trabajo esté completo. Como verá el lector, todavía quedan muchas preguntas sin responder. Desafortunadamente para los investigadores futu- ros, la zona de Tiahuanaco ha atravesado algunos cambios bastante drásticos desde nuestra investigación. Se ha construido un museo nuevo bastante más grande y, en un esfuerzo por «sanear» el sitio para el turismo —especialmente el monumento de Pumapunku—, se han «limpiado» las ruinas. En Pumapunku, las piedras han sido retiradas de las posiciones en que los planos y dibujos del siglo diecinueve las muestran y donde habían permanecido hasta hace poco. Más aun, el segmento al que nos referimos como la Zona de Plataforma de Pumapunku ha sido comple- tamente remodelado siguiendo un criterio sin mayor experiencia (ver el epílogo). 1 Una versión revisada de esta investigación fue luego publicada con Stella Nair (Protzen & Nair, 1997, pp. 146-147). Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 13 Es por esto que buena parte de nuestra descripción de Pumapunku (y otras partes del sitio arqueológico) deberá ser leída en pasado; por lo que frases como «hay filas de piedras» deberían leerse ahora como «alguna vez hubo filas de piedras». En este sentido, nuestro texto es histórico: es el registro de una situación que ya no existe, por lo que no hemos intentado ajustar nuestro texto a la situación actual. Desde que terminamos nuestra investigación se han publicado nuevos estudios sobre Tiahuanaco. En la medida en que llegamos a estos trabajos y publicaciones, hemos hecho un esfuerzo por incorporarlas y referirnos a ellas donde nos haya pare- cido relevante y cuando involucran a nuestros propios argumentos. Jean-Pierre Protzen Berkeley, California Agradecimientos Agradecimientos a la edición en castellano Estamos muy contentos de que este libro sea disponible para un público hispanopar- lante tan pronto después de su publicación original en inglés. Esto fue posible gracias a los esfuerzos de distintos individuos en Perú y Estados Unidos. Agradecemos al profesor Peter Kaulicke de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y a Patricia Arévalo, directora general del Fondo Editorial de la PUCP, por su apoyo y motivación. Estamos agradecidos por la coordinación que realizó Patricia con el Cotsen Institute of Archaeology Press, editorial de la edición en inglés, para trans- ferir todos los materiales y detalles. Agradecemos también al Cotsen Institute of Archaeology Press por haber liberado los derechos de publicación y por su amable y generosa colaboración con el Fondo Editorial de la PUCP. En especial, quisiéramos agradecer a Charles Stanish, director del Instituto de Arqueología Cotsen (CIOA) de la Universidad de California, a Willeke Wendrich, director editorial del CIOA, y a Randi Danforth, director de Publicaciones del CIOA, por el apoyo que brinda- ron a las ediciones en inglés y español de este libro. Sin la generosa ayuda de estos individuos y organizaciones, la versión en español de este libro podría haber que- dado trunca. Agradecemos también a Jimena Ledgard por la traducción final de este texto del inglés al español. El trabajo de Jimena se vio beneficiado a su vez por la traducción que hizo Rafael Valdez de una versión bastante anterior de nuestro libro que nunca fue publicada. Rafael se esforzó en consultar a diversos especialistas y utilizar los tér- minos técnicos correctos: el profesor Fernán Alayza de la Especialidad de Geografía de la PUCP, el arquitecto José Canziani de la Facultad de Arquitectura de la PUCP y los arquitectos Clara Joyuén y Enna Eyzaguirre del Colegio de Arquitectos del Perú, así como a la doctora Paloma Carcedo y a María Luisa Vetter, especialistas en metalurgia. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 16 Agradecimientos a la edición en inglés No es posible señalar aquí a todas las personas que hicieron posible nuestra investiga- ción en Tiahuanaco y que nos ayudaron directa o indirectamente en nuestro trabajo. Aun así, nuestros agradecimientos van primero para Oswaldo Rivera Sundt, director de lo que en 1993 fue el Instituto Nacional de Arqueología de Bolivia (INAR). Él se interesó muchísimo en nuestro trabajo y compartió con nosotros, y sin reparos, su conocimiento sobre Tiahuanaco y nos facilitó todos los permisos necesarios. El sucesor de Oswaldo, Javier Escalante (de lo que hoy es la DINAAR), continuó otorgándonos su apoyo oficial. Alan Kolata y su equipo mostraron Tiahuanaco a Jean-Pierre Protzen y le enseñaron los últimos descubrimientos. Otros miembros del INAR, en especial Sonia Alconini y Eduardo Pareja, nos ofrecieron pistas muy valiosas. Además, Eduardo nos enseñó otros sitios en la Península de Copacabana y en las Islas del Sol y de la Luna. En el sitio de Tiahuanaco, el supervisor César Callisaya y los miembros de su equipo — Telésforo, Mario y los trabajadores Marcelino y Roger— nos ayudaron en todo lo que necesitamos. Tanto Elsbeth Protzen como Robert Batson se nos unieron en el campo en algunas ocasiones y nos ayudaron con la medición de las piedras. Elsbeth Protzen, en particular, no solo trabajó en el campo, sino que fue crucial para la logística de cada temporada de campo. Nada de esto hubiese sido posible sin ella. También quisiéramos expresar nuestro espacial aprecio a Wolfgang Schüler, quien nos hospedó en su depar- tamento en La Paz en numerosas ocasiones y puso su automóvil a nuestra disposición; y a su chofer, don Rene Irahola. Muchas gracias también a Javier Núñez de Arco, un anticuario en La Paz que compró gran parte del legado de Arthur Posnansky y que nos permitió ver su archivo de placas de vidrio, notas, publicaciones y artefactos. También quisiéramos agradecer de forma especial a Chip Stanish, director del Cotsen Institute, por motivarnos a enviar nuestro manuscrito al Cotsen Institute Press y por guiarnos en el proceso. Además, nos gustaría agradecer a los lectores anónimos, cuyas observaciones y preguntas nos han ayudado a mejorar y afinar los argumentos articulados en este libro, así como a Julie Nemer, Benedicte Gilman y Astrid Virding, que con su cuidadosa edición y supervisión han fortalecido este manuscrito de muchas maneras. Nuestro trabajo recibió el apoyo, en parte, de distintas unidades de la Universi- dad de California, Berkeley. Estas incluyen el financiamiento gracias a la becas «Stahl Endowment Grant»; «Summer Research Grant» del Comité de Investigación de la Universidad de California, «Tinker Grant» del Centro de Estudios Latinoamerica- nos; el «Chester Miller Fellowship»; y la Beca de Investigación para las Humanidades. JPP y SEN Berkeley y Los Ángeles Introducción Y podría decir, una vez y de forma definitiva, utilizando mis palabras muy cuidadosamente, que en ninguna parte del mundo he visto piedras cortadas con tanta precisión matemática y admirable habilidad como en el Perú, y que en ninguna parte del Perú hay alguna que supere a aquellas que están esparcidas sobre la llanura de Tiahuanaco (Squier, 1877, p. 279). Los seres humanos han utilizado las piedras como material de construcción desde hace miles de años. La piedra es omnipresente y perdurable, y existe en una variedad infinita de colores, tonos, texturas, patrones y propiedades mecánicas. Arquitectos de toda época y de todo el mundo han hecho de la piedra su material de construcción favorito. Muchas de sus piezas de piedra tallada, algunas de ellas de más de cuatro mil años de antigüedad, han perdurado en el tiempo y se encuentran hoy entre las obras de arte más importantes de la historia: las pirámides de Guiza, los templos en forma de trébol de Malta, la Acrópolis de Atenas, el templo de Angkor, la gran ciudad de piedra de Zimbabue, la Catedral de Chartres y el Taj Majal, por nombrar solo algunos. Mucho menos conocida, pero no menos importante que cualquiera de estos ejemplos, es la arquitectura de piedra tallada de Tiahuanaco (figura I.1), cerca a la orilla sur del lago Titicaca en Bolivia (figura I.2). Para valorar apropiadamente la importancia de Tiahuanaco y apreciar la singu- laridad de su arquitectura, debemos ubicarla en su contexto cronológico. El marco que utilizan la mayoría de andinistas e historiadores sigue el esquema de John H. Rowe. Este divide la prehistoria andina en periodos y horizontes, donde los horizon- tes designan etapas de desarrollo cultural con influencias panandinas, mientras que los periodos se refieren a fenómenos más culturales más regionales (Rowe & Menzel, 1967, Introducción). • Periodo Inicial o Formativo c. 1800 a 900 AEC • Horizonte Temprano c. 900 a 200 AEC • Periodo Intermedio Temprano c. 200 a.C. a 550 EC • Horizonte Medio c. 550 a 900 EC Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 18 • Periodo Intermedio Tardío c. 900 a 1438 EC • Horizonte Tardío c. 1438 a 1532 EC La vida de Tiahuanaco, desde sus orígenes hasta su caída, fue muy larga, y se extendió por más de un milenio. Sus orígenes se remontan al año 200 AEC, al comienzo del Periodo Intermedio Temprano, y su colapso se calcula alrededor de 1000 EC, durante el Periodo Intermedio Tardío. Las fechas del desarrollo cultural de Tiahuanaco se encuentran todavía en discusión, aunque nuestro entendimiento de estas es cada vez mayor. Existen distintas propuestas, como las de Ponce Sanginés (1972), Arellano (1991), Kolata (1993), Stanish y Cohen (2005), y Janusek (2008), que, si bien difieren en algunos detalles, coinciden en la imagen general: Horizonte Tardío Intermedio Tardío Horizonte Medio Periodo Intermedio Temprano 1438 EC 900 EC 550 EC 250 AEC Inca Pacajes Tiahuanaco V Tiahuanaco IV Tiahuanaco III Tiahuanaco II Tiahuanaco I Se cree que Tiahuanaco alcanzó su apogeo entre 500 y 900 EC; es decir, durante la fase Tiahuanaco IV, lapso en que extendió su influencia hacia el norte a Cusco y quizá también Ayacucho; hacia el oeste y sur en dirección de las tierras bajas de la costa del sur del Perú y el norte de Chile; y hacia el este a Cochabamba y los valles bajos de la vertiente oriental de los Andes. Fue esta expansión de su influencia la que otorgó a Tiahuanaco el estatus de una de las culturas que definen el Horizonte Medio. ¿Cuál fue exactamente la naturaleza de esta expansión? Todavía se discute si se trató de una conquista militar, de alianzas comerciales o de un fervor misionero, así como también se discute la relación de Tiahuanaco con Huari, la otra cultura andina más importante del Horizonte Medio. Janusek (2008, p. 287) las describe como sociedades paritarias (peer-polities) que eran «dos tipos muy diferentes de Estados imperiales», pero que «compartían elementos centrales de una cosmología antigua andina que enfatizaba el poder espiritual y práctico de las montañas, el agua y los ancestros». No es que un Estado dominara a otro, sino que interactuaban entre sí de una forma que todavía no está completamente clara. Hasta qué punto esta inte- racción ejerció algún efecto sobre la arquitectura de los huari o de los tiahuanaco es un punto que abordaremos en la conclusión de este libro. Figura I.1. La Puerta del Sol es la joya de la arquitectura Tiahuanaco. Figura I.2. Mapa que señala la ubicación de Tiahuanaco (dibujo por Jean-Pierre Protzen, publicado por primera vez en Journal of the Society of Architectural Historians). Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 20 Si bien el arte de la construcción en piedra tallada alcanzó una madurez y perfección sin precedente ni parangón en Tiahuanaco, la arquitectura tiahuanaco no es la primera manifestación de mampostería de piedra tallada en la región andina. Otro ejemplo se remonta al Periodo Inicial y puede observarse en Cerro Sechín en el valle de Casma del norte peruano. Allí este toma la forma de un muro perimétrico compuesto de grandes losas de granito colocadas de forma suelta y grabadas con bajorrelieves de macabras esce- nas de guerra o sacrificios que forman una suerte de friso o mosaico. Una mampostería de piedras talladas bien engastadas, junto con exquisitos bajorrelieves y esculturas alrede- dor, destaca en los Andes del norte en Chavín de Huántar, sitio del Horizonte Temprano (figura I.3). En los Andes del sur es posible observar una mampostería de piedra y estelas talladas en Pucará, sitio que se remonta al Periodo Intermedio Temprano, poco antes de, o contemporáneo, a Tiahuanaco Temprano. Una pregunta que abordaremos en la con- clusión es cuánto deben la arquitectura y construcción Tiahuanaco a estos precedentes. Después de Tiahuanaco, durante el Periodo Intermedio Tardío, la construcción con piedra tallada parece haber entrado en un periodo de calma: no se construyeron nuevos centros de importancia ni se realizaron innovaciones tecnologías o arquitec- tónicas, si bien es posible que se haya construido con mampostería de piedra tallada en la cuenca del lago Titicaca. Durante el Horizonte Tardío, sin embargo, el arte y las técnicas de la construcción con piedra tallada experimentaron un renacimiento extraordinario y alcanzaron nuevas dimensiones bajo el dominio inca. Tiahuanaco como modelo para los incas En la opinión de diversos académicos, Tiahuanaco constituye el eslabón crucial para explicar la repentina emergencia de la tecnología de piedra tallada tan avanzada que desarrollaron los incas. A pesar de que estaban ubicados en Cusco y alrededores, aproximadamente a 600 km al noroeste de Tiahuanaco, y que alcanzaron notoriedad por lo menos cuatrocientos años después del fin de Tiahuanaco, los investigadores han defendido activamente la tesis de que Tiahuanaco fue precursor de la arqui- tectura y construcción inca (figura I.4). De hecho, distintos autores han sostenido a lo largo de los siglos que la arquitectura y el trabajo en piedra de los tiahuanaco proporcionaron el modelo a partir del cual los incas aprendieron. De  todos estos académicos, John Hemming es el más enfático en el tema: Las asombrosas habilidades de los albañiles incas no pueden haberse desarrollado durante el siglo o menos que duró el predominio Inca […] Su brillante trabajo en piedra claramente provino del lago Titicaca […] Los sillares rectangulares, los inmensos bloques de piedra, las juntas poligonales ajustadas y el biselado de empal- mes se encuentran en las construcciones de la civilización Tiahuanaco (Hemming & Ranney, 1982, p. 26; las cursivas son énfasis de los autores). Figura I.3. Arquitectura de piedra tallada en Chavín de Huántar. Figura I.4. Arquitectura de piedra tallada en Sacsayhuamán. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 22 En un nivel más intermedio, los investigadores alemanes Heinrich Ubbelohde- Doering, Alphons Stübel y Max Uhle notaron la influencia Tiahuanaco en el trabajo en piedra del sitio inca de Ollantaytambo. Ubbelohde-Doering (1941, pp. 36-37) observó una similitud entre el llamado Templo del Sol en Ollantaytambo y el Templo de Pumapunku en Tiahuanaco. Basó su argumento en las ranuras para grapas en forma de T2, los bordes definidos y rectos, y la perfección de los ángulos que observó en los bloques de ambos sitios. Stübel y Uhle (1892, parte 2, p. 48) compararon los grandes monolitos verticales de Ollantaytambo con los de Tiahuanaco y descubrieron simi- litudes en las piedras trabajadas con lo que creyeron se trataban de ángulos rectos. Ephraim G. Squier (1877, p. 275) reportó que Akapana, la estructura más noto- ria de Tiahuanaco, «como afirma la tradición, sugirió el trazado de la gran fortaleza de Sacsayhuamán que domina la ciudad de Cusco». La tradición a la que se refiere Squier también sostiene que el asombroso trabajo en piedra de los incas no era una invención indígena, sino más bien un derivado de la mampostería tiahuanaco y que para construir sus monumentos los incas no utilizaron a su propia mano de obra, sino que importaron mamposteros de la zona del lago Titicaca, los qollasuyu. Esta tradición se basa parcialmente en los escritos, entre otros, de Pedro Sarmiento de Gamboa, en el siglo XVI, y Cobo, en el siglo XVII. El primero señala que: [F]fué por el mesmo valle y río de Yucay abajo á un asiento que agora llaman Tambo, [...], adonde hacía unos suntuosísimos edificios. Y la obra y albañería de los cuales andaban trabajando como captivos los hijos de Chuchi Capac, el gran cin[che] del Collao, á quien, [...], venció y mató el inga en el Collao (Sarmiento de Gamboa, 1906, capítulo 40, p. 81). Cobo escribió: Llegó Pachacutic a ver los soberbios edificios de Tiaguanuco, de cuya fábrica de piedra labrada quedó muy admirado por no haber visto jamás de tal modo de edificios, y mandó los suyos que advirtiesen y notaron bien aquella manera de edi- ficar, porque quería que las obras se labrasen en el Cuzco fuesen de aquel género de labor (Cobo, 1964, libro 12, capítulo 13; libro 2, p. 82). Existen pocas dudas de que los incas conquistaran el área alrededor del lago Titicaca y visitaran la zona de Tiahuanaco en algún momento antes de 1470. Tampoco se cuestiona que hayan reclutado a habitantes del lago Titicaca para servir como tra- bajadores de construcción. Sin embargo, cuánto aprendieron o copiaron los incas de la arquitectura y construcción tiahuanaco y cuál fue el rol que los trabajadores 2 Las grapas son una herramienta de construcción hecha de metal o madera que sirve para sujetar uni- dades de mampostería contiguas. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 23 reclutados jugaron en el desarrollo de sus técnicas de construcción son preguntas que no pueden ser respondidas sin una comprensión previa de las prácticas arqui- tectónicas y de construcción de los tiahuanaco. Es por ello que regresaremos a estas preguntas en la conclusión del presente libro. Alan Kolata (1993, pp. 31, 32) estaba en lo cierto cuando escribió que, «en muchos aspectos, la naturaleza e importancia cultural de los Tiahuanaco en el mundo anti- guo de los Andes continúa siendo un enigma». Sin embargo, el estudio de sus restos arquitectónicos y procesos de construcción todavía tiene mucho que decirnos sobre su arquitectura y sus constructores. El presente texto busca contribuir a ampliar el entendimiento del mundo material de los tiahuanaco, no solo en el contexto de la arquitectura e historia andina, sino para también resaltar su importancia única en el escenario global. Aun así, antes de que podamos empezar a discutir los temas más amplios de la arquitectura y la construcción tiahuanaco, debemos comenzar por exa- minar su complicada historia y sus terriblemente dañados restos materiales. Retratos tempranos de Tiahuanaco El sitio arqueológico ha sufrido un daño innombrable desde la llegada de los espa- ñoles (figura I.5). No solo minaron las ruinas para construir el poblado colonial y la iglesia de Tiahuanaco, sino que transportaron piedras de construcción a lugares tan lejanos como La Paz, ubicada a aproximadamente 70 km de Tiahuanaco (Castro del Castillo, 1906, p. 2011)3. Los cazadores de tesoros de la Colonia, que creían que inmensas cantidades de oro y piedras preciosas aguardaban por ser descubiertas en el sitio, causaron incluso más estragos. Una de estas búsquedas de tesoros generó una profunda depresión en Akapana, una de las plataformas principales de Tiahuanaco, al destruir la arquitectura que en algún momento coronó aquel montículo. Peores incluso que los colonos españoles fueron los barones ferroviarios de comienzos del siglo XIX. La vía ferroviaria que conectaba la ciudad capital de La Paz con el puerto de Guaqui, a orillas del lago Titicaca, atravesaba precisamente por el sitio arqueoló- gico de Tiahuanaco. Incontables bloques de construcción, estatuas y estelas fueron dinamitados para abastecer de balasto a las vías del tren (Baptista, 1975, p. 41). Para empeorar el agravio, los habitantes modernos de Tiahuanaco desmantelaron y des- truyeron, en tan solo algunos días o incluso horas, casi todo lo que Georges Courty reveló durante sus excavaciones en 1903 y 1904 (Posnansky, 1945, vol. 2, p. 106). La depredación no terminó allí, sino que continuó por muchos años y culminó en la probablemente bien intencionada, aunque mal concebida y desinformada, recons- trucción de Kalasasaya, una gran estructura cerrada tipo plataforma (figura I.6). 3 Estamos en deuda con Patricia Lyon por esta interesante referencia. Figura I.5. Restos de piedras de construcción en Pumapunku. Figura I.6. Reconstrucción de la puerta al este del Kalasasaya. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 25 Como los restos que todavía se pueden apreciar hoy en Tiahuanaco son conside- rablemente más precarios que lo que existió alguna vez ya que la evidencia no solo ha sido destruida, sino también movida y alterada, los testimonios, observaciones y retratos de viajeros, exploradores y estudiosos tempranos se han convertido en un archivo indispensable para el estudio de la arquitectura de Tiahuanaco y la cultura que la creó. Reportes testimoniales Los primeros reportes testimoniales que tenemos de Tiahuanaco se encuentran en los escritos de los cronistas españoles Pedro Cieza de León y Bernabé Cobo, ambos observadores cuidadosos (Cieza de León, 1984[1553], parte 1, capítulo 105, pp. 282-285). Cieza llegó a Tiahuanaco en 1549, menos de 20 años después de que los españoles ingresaran a Cusco por primera vez, mientras que Cobo visitó el sitio dos veces, la primera en 1610 y la segunda probablemente en 1620. Ambos autores nos pintan una imagen de un sitio ya en ruinas, destruido por el tiempo y, como señaló Cobo, también por saqueadores. Muchas de sus descripciones serán extensa- mente citadas más adelante en este libro; basta decir que coinciden en que el sitio era muy antiguo y que se remontaba a tiempos anteriores a la conquista incaica. Los pobladores locales se burlaron de Cieza cuando este preguntó si los incas habían construido Tiahuanaco. Le dijeron que el sitio se encontraba allí mucho antes de que el territorio fuera conquistado por los incas. Lo que no pudieron responder fue la pregunta de quién, entonces, había levantado Tiahuanaco. Cobo, que oyó historias similares, consideró que las ruinas debían ser muy antiguas por dos motivos: pri- mero, notó la erosión que habían sufrido las piedras que todavía se encontraban en pie, situación que solo pudo explicar por el paso del tiempo, y segundo, tomó como evidencia de antigüedad la multitud de piedras que, además de las visibles, se podían encontrar a una o dos brazas de profundidad, bajo la tierra y la hierba, a media legua alrededor. Ambos cronistas estaban fascinados por las ruinas, el tamaño de las piedras que se había utilizado en la construcción y la precisión con que estas habían sido talladas y engastadas. Ninguno fue capaz de explicar cómo habían trasladado las piedras ni con qué herramientas habían sido trabajadas. Los primeros bosquejos que conocemos de Tiahuanaco fueron realizados por el naturalista alemán Thaddäus Haenke. Según su biógrafa, Renée Gicklhorn (1969), Haenke, que había viajado con una expedición española comandada por el capitán Malaspinas, se separó de la expedición en Lima en septiembre de 1794, con la intención de cruzar el continente para reunirse con la expedición en Buenos Aires a su regreso a España. Llegó de Lima a Cochabamba, donde se  estableció  por  algún  tiempo. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 26 En  su  camino pudo haber pasado por Tiahuanaco en una fecha tan temprana como 1794. Sin embargo, fue en 1799 que Haenke se trasladó a Guaqui, a apro- ximadamente 20 km de Tiahuanaco, para mapear el lago Titicaca y realizar un reconocimiento extensivo de sus costas, incluyendo los monumentos antiguos que allí se encontraban. Según Gicklhorn, los reportes de Haenke, así como muchos de sus bosquejos, están perdidos. Solo encontró cuatro de los nueve bosquejos que hizo de Tiahuanaco. Uno parece representar una porción del friso principal de la Puerta del Sol (Gicklhorn, 1969, p. 8, figura 1) (figura I.7), mientras que otro repre- senta lo que Gicklhorn interpreta como las figuras incompletas de la Puerta del Sol (1969, p. 22, figura 6). De acuerdo con Gicklhorn, estos dos bosquejos tienen gran importancia histórica ya que representan la primera evidencia de la existencia de la famosa Puerta del Sol, que no había sido siquiera mencionada hasta aquel entonces. Sin embargo, si bien la figura 1 de Gicklhorn corresponde a una iconografía muy similar a la que puede encontrarse en la Puerta del Sol, no es un bosquejo de esta: en ningún lugar de la puerta se ven las figuras arrodilladas con báculos que se miran unas a otras y que dibujó Haenke. La figura 6 de Gicklhorn tampoco parece repre- sentar la Puerta del Sol. Esto no disminuye el valor histórico de los bosquejos de Haenke, pues son el retrato más antiguo de la iconografía tiahuanaco que conocemos y que bien podrían representar elementos que ya no existen. Aun así, no pueden tomarse como evidencia de la existencia de la Puerta del Sol. En el tercer bosquejo de Haenke (Gicklhorn, 1969, p. 10, figura 2) se ve una cabeza colosal, posiblemente la misma que fue ilustrada posteriormente por Squier (1877, p. 296), mientras que el cuarto representa una de las dos estatuas que ahora se encuentran frente a la iglesia de Tiahuanaco (Gicklhorn, 1969, p. 14, figura 4). Además, Gicklhorn se equivoca en su análisis de los bosquejos sobrevivientes. En  uno de ellos pueden apreciarse claramente otros elementos de la arquitectura tiahuanaco. En el lado izquierdo de su figura 4 se aprecia el bosquejo de la piedra comúnmente conocida como el «Escritorio del Inca», mientras que en la parte supe- rior de su figura 2 hay una representación de otro fragmento de piedra que no hemos podido identificar todavía. Más aún, como ha sostenido Gunther Krauskopf (1972), Gicklhorn omitió muchas páginas de la libreta de notas de Haenke en las que descri- bió a la Puerta del Sol y pasó por alto dos bosquejos, uno de los cuales representa la llamada «Piedra Modelo» y otro que muestra las piedras plataforma de Pumapunku. Krauskopf, desafortunadamente, no pudo descifrar todas las notas de Haenke. No fue sino hasta el siglo XIX que se empezaron a publicar descripciones a pro- fundidad de las ruinas de Tiahuanaco, incluyendo a los primeros mapas del sitio. Estas publicaciones fueron el resultado del trabajo de individuos inquisitivos y dedi- cados como Léonce Angrand (1808-1886), Ernst W. Middendorf (1830-1908), Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 27 Acide  d’Orbigny (1802-1857), Johann Moritz Rugendas (1802-1858), Ephraim George Squier (1821-1888), Alphons Stübel (1835-1880), Johann Jakob von Tschudi (1818-1889) y Richard Inwards (1840-1937) por nombrar tan solo unos cuantos, así como de expediciones auspiciadas por gobiernos como la del francés Francis de Castelnau (1810-1880). Hijo mayor de una familia de eminentes naturalistas franceses, Alcide Dessaline d’Orbigny exploró la Sudamérica meridional entre 1826 y 1833, periodo en el que se dedicó a estudiar la geografía, geología, flora y fauna de la región, así como sus habi- tantes y antigüedades. Mientras exploraba las orillas del lago Titicaca, d’Orbigny llegó a Tiahuanaco a comienzos de junio de 1833. Durante su estadía de dos días, realizó distintos bosquejos y mapas mientras reflexionaba sobre el origen de todas esas piedras y la tecnología que debió usarse para trabajarlas. Si bien sus bosquejos no son muy exactos, sus descripciones del sitio sí resultan más útiles (d’Orbigny, 1836; 1835-1847). Figura I.7. Bosquejo de las figuras por Taddäus Haenke, presumiblemente de la Puerta del Sol. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 28 El  pintor alemán Johann Moritz Rugendas viajó por todo México y por casi todo el continente sudamericano entre 1831 y 1847. Alexander von Humboldt, gran naturalista y mecenas de Rugendas, dijo que fue guiado en su arte por «el senti- miento seguro de que […] el efecto de la pintura siempre emergerá de la verdad y la imitación fiel de las formas» (Rugendas, 1960, p. 10). Y, de hecho, Rugendas realizó algunas de las representaciones más minuciosas de las ruinas precolombinas que exis- ten, incluyendo algunas cuantas de Tiahuanaco (figura I.8). Auspiciado por el gobierno francés, el conde Francis de Castelnau realizó una expedición bien organizada a la zona central de Sudamérica entre 1843 y 1847. Castelnau llegó a Tiahuanaco a comienzos de diciembre de 1845. Nos dejó algunos grabados del sitio y una descripción en la que señala que, según su punto de vista, lo que distingue la arquitectura tiahuanaco de la inca es la extrema complejidad de los detalles (Castelnau, 1850-1859, parte 1, vol. 3, p. 392). Por su parte, Léonce Angrand, diplomático francés destacado en Bolivia, rea- lizó numerosos bosquejos del sitio y dibujos a escala de los bloques de construcción en diciembre de 1848. Posteriormente convirtió sus dibujos en exquisitos épures al estilo bellas artes con lavis en grises y rosados que hoy se encuentran en la Biblio- teca Nacional de Francia, en París. Angrand esperaba publicar una importante investigación sobre las ruinas de Tiahuanaco, plan que nunca llegó a materializarse. Figura I.8. Vista del Kalasasaya desde el oeste con Akapana en el fondo, por Moritz Rugendas (cortesía de Staatliche Graphische Sammlung, Múnich). Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 29 Pensaba explicar con mayor detalle sus argumentos, expuestos por primera vez en una carta, sobre el origen tolteca de los constructores de Tiahuanaco. Angrand basó sus argumentos en las similitudes que encontró entre las figuras de la Puerta del Sol en Tiahuanaco y las deidades representadas en los templos del México antiguo. Consideraba que esta similitud solo podía explicarse por la migración (Prümers, 1993, p. 388; Stübel y Uhle, 1892, parte 2, pp. 50-51). Johann Jakob von Tschudi, naturalista, médico y explorador suizo, atravesó Tiahuanaco en sus viajes entre el 19 y 20 de octubre de 1858. Como otros antes de él, se maravilló ante los hermosos acabados e inmenso tamaño de muchas de las piedras, pero no encontró respuesta a la pregunta de cómo dichas piedras fueron cor- tadas o extraídas, ni sobre quiénes pudieron haber estado a cargo de la construcción: «En Tiahuanaco nos encontramos un terreno lleno de acertijos» (1971:Vol. 5, 293). Si bien Tschudi se adhirió con inicial entusiasmo a la hipótesis de Angrand sobre la migración tolteca (Tschudi, 1846, pp. 177-179), luego la criticó discretamente (Tschudi, 1891, pp. 209-211). Después de completar una misión diplomática en Perú como representación de los Estados Unidos, Ephraim G. Squier se embarcó en una importante explora- ción de las antigüedades del Perú. Durante sus peregrinaciones llegó a las ruinas de Tiahuanaco en algún momento a mediados de 1864 y dejó una cuidadosa y minu- ciosa descripción de lo que allí vio (Squier, 1877, pp. 272-301). Squier estaba muy impresionado con la calidad de la mampostería en Tiahuanaco, que a sus ojos no tenía parangón en ningún lugar del mundo (ver el epígrafe de este capítulo). Ni siquiera evitó especular sobre cómo pudieron haber sido talladas dichas piedras. Sobre el sitio en sí mismo, afirmó que uno «difícilmente podría concebir restos tan amplios como los de Tiahuanaco si no fuese como indicadores de una gran población y como evidencia de la existencia previa de una ciudad importante en la zona o cerca a esta» (1877, p. 300). Sin embargo, debido a la ausencia de restos evidentes de estructuras residenciales y la dureza del clima, que en su impresión impedía el sustento de una gran población, Squier (1877:300) concluyó que Tiahuanaco no pudo haber sido una capital, sino que «debió haber sido un lugar sagrado o santuario, cuya posición debe haber sido determinada por un accidente, augurio o sueño». El  inglés Richard Inwards, miembro de la Sociedad Astronómica Real, fue enviado en 1866 a Bolivia por una compañía minera. Pasó allí un año, durante el cual observó los hábitos y lenguaje de los indígenas y realizó una serie de bosquejos detallados de Tiahuanaco. Posteriormente publicó su trabajo en un libro llamado The Temple of the Andes (1884). Como le sucedió a otros antes y después que a él, Inwards estaba fascinado por la alta precisión con que fueron talladas las piedras en Tiahuanaco. Al preguntar sobre estas, fue informado por el coadjutor de Tiahuanaco Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 30 que «comúnmente se creía que los bloques no estaban hechos de piedra, sino de algún tipo de cemento. A pesar de que no creo esto, debo admitir que he visto piedras artificiales tan parecidas a las piedras naturales que sería difícil distinguir la diferen- cia» (1884, p. 22). Inwards también notó que no veía marcas de cincel en las piedras. Volveremos a este punto más adelante en el libro. Alphons Stübel, un geólogo alemán y estudioso de los volcanes, midió muchas entradas, fragmentos de entradas y numerosas piedras de construcción en el corto periodo entre el 31 de diciembre de 1876 y el 8 de enero de 1877. Su minucioso trabajo fue posteriormente publicado con la ayuda de Max Uhle y constituye, incluso hoy, un pilar de la investigación sobre Tiahuanaco que nadie puede darse el lujo de ignorar (Stübel & Uhle, 1892). Uhle realizó el primer inventario de todo lo que se sabía de Tiahuanaco en aquel momento y estableció los cimientos de la investiga- ción científica del sitio, sus constructores y su cultura. Consideraba que todos los monumentos de Tiahuanaco pertenecían esencialmente a la misma época. Observó una similitud y continuidad estilística entre el trabajo en piedra y las cualidades estéticas de Kantatayita y Pumapunku (Stübel & Uhle, 1892, parte 2, p. 46). Uhle, que no visitó el sitio hasta muchos años después de la publicación del trabajo con- junto que realizó con Stübel, no tuvo más opción que basar sus argumentos en el material que este le proporcionó. No hay duda de que dicho material fue selectivo: Stübel, recordemos, pasó solo nueve días en Tiahuanaco. Tendremos más oportu- nidades de discutir  el trabajo de Stübel y Uhle, así como el de Angrand, en los próximos capítulos. A fines de noviembre de 1886, Ernst W. Middendorf, un físico, académico y antiguo residente de Perú, visitó el sitio por dos días. Para él, las ruinas de Tiahuanaco eran un acertijo que no podía ser fácilmente resuelto. Sin embargo, consideró que su contemplación cuidadosa podía arrojar algunas nuevas luces sobre su pasado. De sus propias observaciones concluyó que solo una sociedad altamente organizada podría haber construido Tiahuanaco, y que sus constructores, quienes quieran que hayan sido, debieron haber tenido un conocimiento matemático avanzado para planear sus edificaciones con tanto detalle antes de iniciar el proceso de construcción, y mecánico para transportar rocas tan grandes. Finalmente, Middendorf (1895, pp. 394-396) afirmó que las habilidades que evidenciaba Tiahuanaco debieron haber tomado varios siglos en desarrollarse. Al considerar que las características físicas y el difícil clima del altiplano no eran propicios para el desarrollo de una alta cultura, concluyó que los constructores de Tiahuanaco debieron haber venido de algún otro lugar. Si bien en un inicio dio crédito a la hipótesis del origen tolteca (Middendorf, 1890-1892, vol.  3, p.  8), la rechazó poco después para sostener la de una posible migración aimara que también se originó en Mesoamérica (1890-1892, vol. 5, p. 28). Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 31 En  septiembre de 1894, el renombrado antropólogo suizo americano Adolph Bandelier pasó diecinueve días en Tiahuanaco estudiando las ruinas y estructura social de las personas que habitaban el lugar en aquel entonces. Dibujó un pequeño, aunque informativo, mapa del sitio (figura I.9). Lo que resulta curioso del reporte que Bandelier realizó del sitio es que, a diferencia de todos los demás estudiosos, menospreció la calidad del trabajo en piedra: «Una de las principales maravillas de Tiahuanaco siempre ha sido el tallado y uniones de la mampostería, pero poca aten- ción se ha prestado a sus imperfecciones. Los bordes y planos, los ángulos y las caras, no logran pasar la prueba del nivel y la escuadra […] El trabajo en piedra de Tiahuanaco no es de ninguna manera superior al de Sillustani  y  Cusco»  (1911,  pp.  16-17). Figura I.9. Mapa de las ruinas en Tiahuanaco por Adolph F. Bandelier (cortesía del Museo Americano de Historia Natural). Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 32 Efectivamente,  la calidad de la mampostería y patrones de aparejo en Tiahuanaco es bastante diversa. No sabemos qué fue lo que observó, pero puede ser que solo vio la mampostería más tosca y pasó por alto el trabajo más fino. Las observaciones de Bandelier, como veremos, definitivamente no se aplican a la calidad de las piedras que registraron Angrand y Stübel y que nosotros mismos observamos. Las primeras excavaciones oficiales en Tiahuanaco fueron realizadas en 1903 por Georges Courty de la Mission scientifique française à Tiahuanaco bajo la dirección de Georges de Créqui-Montfort y E. Sénéchal de la Grange. Aparte de un breve reporte de Créqui-Montfort ante el Congreso Internacional de Americanistas que se realizó en Stuttgart en 1904 y algunas fotografías publicadas por Posnansky, toda la documentación de esta importante excavación, si alguna vez existió, se ha perdido (Créqui-Montfort, 1906). Arthur Posnansky (1873-1946), un ingeniero naval y emigrado austriaco en Bolivia, desarrolló una obsesión con Tiahuanaco. Al  contrario de lo que se había sostenido hasta el momento, que los constructores de Tiahuanaco debieron haber llegado de algún otro lugar, Posnansky afirmó que Tiahuanaco era la cuna desde la que se pobló el resto de las Américas. Suele ser descartado y ridiculizado (y de forma justificada) por sus posturas ingenuas y sus teorías absurdas sobre la antigüedad y el desarrollo de Tiahuanaco, así como por sus caprichosas interpretaciones de sus monumentos e iconografía. Sin embargo, como autoproclamado experto y guardián del sitio, Posnansky jugó un importante rol al llamar la atención sobre su importan- cia histórica, documentarla y proteger muchas de sus piezas más importantes (si bien es cierto que también vendió algunas a amigos, coleccionistas y museos extranjeros). Su magnum opus, Tiahuanacu: The Cradle of American Man (1945) es todavía una referencia indispensable para los estudiosos de la arquitectura tiahuanaco. En  1932, el arqueólogo americano Wendell C. Bennett recibió permiso del gobierno boliviano para realizar diez cateos en varios puntos en las inmediaciones del distrito central de Tiahuanaco (1934). Las suyas fueron las primeras excavacio- nes sistemáticas del lugar. El análisis estilístico de las cerámicas excavadas permitió establecer por primera vez una cronología relativa del desarrollo cultural basado en estratigrafía. Su secuencia de estilos, «Tiahuanaco Temprano», «Tiahuanaco Clásico» y «Tiahuanaco Decadente», seguida por una ocupación «Post Tiahuanaco», es todavía la base de las «formulaciones contemporáneas de la cronología cultural Tiwanaku» (Kolata, 1996a). Bennett demostró de forma concluyente que Tiahuanaco no había sido construido en una sola época como había especulado Uhle. Por otro lado, no cuestionó la noción de Squier de que Tiahuanaco fue un centro ceremonial inhabi- tado, sino que, por el contrario, reforzó esta idea. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 33 Contribuciones recientes Las indagaciones, deliberaciones y especulaciones de los primeros viajeros, explo- radores y estudiosos dejan al investigador moderno con muchas preguntas sin responder sobre el lugar y sus habitantes: ¿qué tipo de asentamiento fue Tiahuanaco? ¿Cuál es su antigüedad? ¿Quiénes fueron sus constructores y habitantes? ¿De dónde vinieron? Finalmente, aunque no por ello menos importante, ¿cómo era su arquitec- tura y cómo la construyeron? Las excavaciones sistemáticas que se han llevado a cabo desde Bennett en Tiahuanaco y en los sitios relacionados de los alrededores arrojan nueva información sobre la ubicación de Tiahuanaco y su arquitectura. Excavaciones y trabajo de campo El  arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sanginés, cabeza y cofundador con Maks Portugal Zamora y Gregorio Cordero Miranda del Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT), realizaron excavaciones y reconstrucciones de gran escala en Tiahuanaco desde 1957 hasta 1980. El trabajo del CIAT, que tendre- mos muchas oportunidades de discutir más adelante en este libro, inició un intenso periodo de investigaciones arqueológicas sistemáticas que ampliaron nuestra com- prensión del sitio y de la cultura Tiahuanaco. Si Middendorf, haciendo eco de Squier, asumió que las características físicas y el difícil clima del altiplano no podían haber conducido al desarrollo de una alta cultura, el trabajo del arqueólogo americano Alan Kolata y sus pares bolivianos en el proyecto Wila Jawira (Kolata, 1996c) ha demostrado de forma convincente que los tiahuanaco desarrollaron una sofisticada tecnología agrícola, adaptada a la con- diciones altiplánicas y capaz de producir el excedente económico necesario para el desarrollo de la denominada «alta cultura» (Kolata, 1996a). Muchos kilómetros cuadrados de antiguos campos de cultivo elevados (suka kollu); elaborados sistemas de riego con represas, canales y encauzamientos fluviales; y caminos elevados que conectaban centros administrativos locales y regionales, sugieren que Tiahuanaco fue más que solo un centro de peregrinación, como Squier y Bennett, entre otros, han notado. En efecto, fue la sede de una élite en control de los territorios adyacentes y sus respectivos recursos económicos, humanos y naturales. Las excavaciones en el sitio de Tiahuanaco realizadas por el International Seminar of Archaeology, coordinadas por Alan Kolata y Carlos Ponce Sanginés durante las tem- poradas de 1988 y 1989, y por el antiguo Instituto Nacional de Arqueología (INAR) de Bolivia, en ese entonces bajo la dirección de Carlos Urquizo Sossa, proporciona- ron nueva evidencia sobre arquitectura doméstica a la que Squier no tuvo acceso y que eludió a Bennett. En el marco del International Seminar, estudiantes de grado, Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 34 que hoy se han convertido en académicos importantes por derecho propio, condu- jeron importantes investigaciones. John W. Janusek (2003), Christopher Begely y Claudia Rivera Casanova (2003) excavaron complejos residenciales en las expansiones planas hacia el este del núcleo del sitio, mientras que Nicole Claire Couture (2003) exploró el sur, en Mollo Kontu. Participantes del mismo seminario, las arqueólogas Linda Manzanilla (1990) de México y la boliviana Sonia Alconini Mujica (1995) condujeron excavaciones que revelaron nueva información sobre la estructura y usos rituales de Akapana. En 1991-1992, Javier Escalante Moscoso (1993, pp. 255-287; 2003), miembro de INAR, excavó arquitectura doméstica en La K’araña, justo al norte del núcleo. Como consecuencia de estos descubrimientos, la opinión preva- lente que existe hoy sobre Tiahuanaco es la de que se trató de la capital principal, sede del poder, tanto religioso como político, y que contó con una población impor- tante. Una investigación de los patrones de asentamiento del bajo Valle Tiahuanaco, conducida por Juan Albarracín-Jordán y James E. Mathews (1990), que trabajaron conjuntamente con el Proyecto Wila Jawira, apunta en la misma dirección. En su trabajo, descubrieron «la primera manifestación concreta de una estructura adminis- trativa planificada» en el periodo Tiahuanaco IV, con «una jerarquía de asentamientos encabezados por Tiwanaku» (Albarracín-Jordán & Mathews, 1990, p. 189). Desde 1993 hasta 1996, Oswaldo Rivera Sundt, en ese entonces director de INAR, condujo diversas excavaciones, ambas en Pumapunku y en el lado sur de Akapana. Estas excavaciones evidenciaron algunas características importantes que discutiremos con mayor detalle en el capítulo 2. Más recientemente, el arqueólogo americano Alexei Vranich ha realizado exca- vaciones en Pumapunku y Akapana, que han revelado descubrimientos interesantes que arrojaron nuevas luces sobre la arquitectura Tiahuanaco (2001; 2006). Durante las distintas campañas de excavaciones mencionadas previamente, varias de las estructuras más importantes de Tiahuanaco fueron completa o parcialmente excavadas y limpiadas (y algunas completa y cuestionablemente reconstruidas4), 4 La  «Carta para la protección y el manejo del patrimonio arqueológico», también conocida como «Carta de Lausana», fue adoptada por el Concejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) en 1989 y establece en el Artículo 7 lo siguiente: «Las reconstrucciones cumplen dos importantes fun- ciones: investigación experimental e interpretación. Deberían, sin embargo, llevarse a cabo con gran cuidado para evitar perturbar cualquier tipo de evidencia arqueológica que haya sido conservada, y deberían tomar en cuenta evidencia de todas las fuentes para conseguir la autenticidad. Cuando sea posible y apropiado, las reconstrucciones no deberían realizarse sobre los restos arqueológicos y debería poder identificárselas como tales». Como veremos en los capítulos subsiguientes, las reconstrucciones de Tiahuanaco violan casi todos los puntos de estas recomendaciones. Si bien es cierto que las reconstrucciones a las que nos referimos en Tiahuanaco preceden a la Carta de Lausana, las recomendaciones formuladas son de sentido común y deberían haber guiado la reconstrucción en aquel entonces también. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 35 con lo que se han abierto nuevas ventanas a la arquitectura y prácticas de construc- ción del sitio. Estas excavaciones y sus descubrimientos serán discutidos con detalle en los capítulos subsiguientes. Aquí, quisiéramos reconocer los esfuerzos sin pre- cedente realizados por nuestros colegas, sin cuyo trabajo nuestra investigación se hubiese visto muchísimo más restringida. Investigaciones arquitectónicas Muchos autores que han trabajado y escrito sobre Tiahuanaco se han referido a su arquitectura, directa o indirectamente. Nombrar a todos sería poco práctico, pero citaremos su trabajo cuando sea relevante para el desarrollo de nuestra investigación. Algunos, sin embargo, han comentado de forma específica sobre este tema. En muchas de sus publicaciones, Carlos Ponce Sanginés se refirió repetidas veces al diseño, construcción, usos y función de las estructuras en Tiahuanaco (algunas de las cuales él mismo excavó y reconstruyó) y escribió sobre la extensión, organización y significado del sitio. Jorge Arellano (1991) discutió el diseño y construcción de las estructuras más importantes del lugar y propuso una cronología para su cons- trucción y periodos de ocupación. William Conklin (1991) ha escrito sobre algunas de las características que diferencian la arquitectura Tiahuanaco de la Huari. Alan Kolata (1993; 1996b), por su parte, ha dado una explicación extensa del tramado de la ciudad, el principio de planificación subyacente, el diseño de las estructuras Tiahuanaco y el significado de su arquitectura. Javier Escalante, que ha participado de varias de las campañas de excavación a las que nos referimos anteriormente, y que lidera la División de Arqueología de la reciente Dirección Nacional de Arqueología y Antropología (DINAAR), previamente INAR, hizo de la arquitectura y construcción el principal tema de su libro sobre arquitectura prehispánica en los Andes bolivianos (1993). Su texto incluye descripciones abreviadas y análisis arquitectónicos breves de las principales estructuras de Tiahuanaco, así como detalles sobre su construcción. Así también, Isbell y Vranich han intentado reconstruir cómo «los seres humanos prehistóricos experimentaban el mundo» en Tiahuanaco y Huari (2004). Si bien ha surgido un discurso sustantivo sobre el tema, aún falta escribir un estudio detallado de la arquitectura de Tiahuanaco y sus correspondientes prácticas de construcción. Ninguno de los textos mencionados aborda de forma sistemática los aspectos vinculados a las prácticas de construcción como, por ejemplo, la variedad de métodos utilizados en la construcción de los cimientos o en el ensamblaje de los muros. No existen inventarios detallados de los motivos arquitectónicos y de los tipos de pie- dras de construcción utilizadas. Las preguntas de cómo las piedras fueron extraídas, transportadas, cortadas, talladas y ubicadas en su lugar son básicamente ignoradas. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 36 De forma incluso más significativa, no existe un tratamiento sistemático de los princi- pios arquitectónicos que ordenan los espacios, gobiernan la ubicación de los edificios en relación unos a otros o guían las proporciones de los edificios en planta, sección o elevación. El presente texto busca contribuir a una mejor comprensión de la arqui- tectura tiahuanaco como proceso, producto y experiencia. El estudio de la arquitectura ¿Qué es la arquitectura? Los arquitectos e historiadores de la arquitectura, empeñados en comprender la arquitectura principalmente como forma de arte, suelen distinguir entre arquitectura y meras construcciones. Solo las construcciones que tienen ese je ne sais quoi, un valor estético añadido, califican como arquitectura. Muchos, sino la mayoría, de libros sobre la historia de la arquitectura reflejan esta actitud. Solo las estructuras con cierto estatus, como construcciones religiosas importantes, edificios públicos prominentes y las residencias y palacios de los poderosos, reciben algún tipo de atención. Los arqueólogos hablan de arquitectura doméstica, militar o monumental, pero no hacen la distinción entre construcción y arquitectura; para ellos, todas las cons- trucciones representan arquitectura. Nosotros también usamos este método más inclusivo, específicamente uno que ha sido promovido por historiadores de la arqui- tectura contemporáneos como Dell Upton, que define la arquitectura como «todo lo que se refiere al paisaje cultural completo, incluyendo a los llamados paisajes diseña- dos, a los espacios urbanos y a las modificaciones humanas de los espacios naturales» (1998, p. 12) . El «contexto total de la arquitectura» Para comprender y apreciar la arquitectura completamente, su estudio no puede limitarse a sus manifestaciones físicas; debe considerar lo que Spiro Kostof llamó el «contexto total de la arquitectura»: La arquitectura, para decir lo evidente, es un acto social —tanto en método como en propósito—. Es el resultado del trabajo en equipo y existe para ser utilizada por grupos de personas tan pequeños como una familia o tan grandes como una nación. La arquitectura es un acto costoso. Requiere talento especializado, tecnología ade- cuada, fondos considerables. Es por ello que la historia de la arquitectura participa, de modo elemental, del estudio de los sistemas sociales, económicos y tecnológicos de la historia humana (Kostof, 1985, p. 7). Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 37 Y, para citar nuevamente a Upton, el estudio de la arquitectura Debe referirse a la vida entera de una estructura, desde su planificación inicial hasta su destrucción, e incluso hasta su vida posterior como historia y mito. Aquellos que utilizan la arquitectura y aquellos que la interpretan son tan sus creadores como aquellos que dibujaron los planos o clavaron los clavos. Los edi- ficios cambian durante la construcción y cambian gracias al uso. Son utilizados de manera distinta a cómo fueron concebidos y son apreciados o experimentados de forma distinta a cómo los arquitectos o financistas podrían haberlo imaginado (1998, p. 12). Limitaciones del contexto total El  alcance del estudio de la arquitectura, como es definido arriba, puede resultar abrumador. No nos hacemos ilusiones sobre nuestra habilidad para satisfacer estas expectativas; existen demasiadas limitaciones sobre un estudio detallado de la arqui- tectura de Tiahuanaco; entre ellas, el estado ruinoso y saqueado del sitio, la escasez de documentos históricos visuales y literarios, y, finalmente —aunque no por ello menos importante—, las restricciones de nuestro propio método. Preguntas abiertas Diversos autores han llenado partes importantes del «contexto total» de la arquitec- tura tiahuanaco. Entre ellos, Charles Stanish (2003) escribió sobre la evolución de sociedades complejas en la cuenca del Titicaca, John Janusek (2004; 2008) desarrolló las nociones de identidad y poder en el altiplano, y Alan Kolata (1996a) inves- tigó lo que denomina «la economía política» de Tiahuanaco. El  trabajo de Kolata (1996a,  p.  20) arroja nuevas luces sobre «los procesos agregados de producción, distribución y consumo con que las poblaciones reproducen las bases biológicas y culturales de su sociedad». En el marco de la imagen de una agroeconomía organi- zada jerárquicamente, es necesario preguntarse sobre la producción de la arquitectura. Por ejemplo, ¿quiénes fueron los mecenas, los arquitectos o los obreros, si es que estas tareas fueron realizadas por personas distintas? Y si así fue, ¿cuáles fueron las relaciones sociales y de poder entre ellos? ¿Cómo se comunicaban los mecenas y el arquitecto entre sí y  con los obreros? ¿Cómo era su organización de la fuerza de trabajo? ¿Existían especializaciones? ¿Cuáles eran? ¿Cómo se reclutaba y entre- nada a la fuerza de trabajo? ¿Qué tecnologías y herramientas se utilizaban? ¿De qué estaban hechas las herramientas? Algunas de estas y otras preguntas podrían nunca encontrar respuesta. Sobre la economía política, Kolata (1996a, p. 20) escribió que «los mecanismos económicos genéricos pueden implicar e involucrar una variedad Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 38 de procesos que no necesariamente emergen o participan íntimamente en la dimen- sión tecnoeconómica de la producción» y que «estas dimensiones más puramente sociales […] son especialmente difíciles de conocer por los registros arqueológicos o históricos» (1996a, p. 20; énfasis en el texto original). Lo que es válido para la economía política lo es también para la producción de arquitectura: no todas las actividades necesarias para la producción de arquitectura dejan restos materiales, por lo que puede ser difícil, cuando no imposible, descifrarlas por restos materiales. El estado de las ruinas Si  las excavaciones recientes han esclarecido distintos aspectos arquitectónicos y ampliado nuestra comprensión sobre distintas estructuras, también es evidente que muchas de las piezas del rompecabezas todavía están faltantes o se han perdido para siempre. Además de los montículos monumentales, ningún edificio se ha mantenido más allá de sus cimientos. Los edificios son distintos de casi cualquier otro artefacto del registro arqueológico: están enraizados en un lugar y no pueden ser movidos; son grandes, por lo menos lo suficientemente como para poder albergar a seres humanos; y son eminentemente públicos en el sentido de que repercuten en todos nosotros y no pueden ser simplemente evitados. Para comprender la arquitectura no es suficiente examinar un edificio como un objeto a distancia; uno debe experimen- tarlo, caminar a su alrededor, atravesarlo y ocuparlo. Para citar a John Whiteman (1987, p. 140), «Nos sometemos involuntariamente a la arquitectura. Nos envuelve y controla nuestras experiencias ampliamente […] La arquitectura […] trabaja en nosotros incluso cuando no estamos mirando». En otras palabras, la comprensión del uso, la función y el significado de la arquitectura no puede derivarse de la mera contemplación de  sus  componentes; debe considerar la experiencia humana de la arquitectura en sí. Evidentemente no podemos experimentar la arquitectura tiahuanaco de esta forma: no podemos atravesarla ni ocuparla de la misma forma en que lo hicieron durante la época en que fue originalmente utilizada. Sin embargo, una comprensión experiencial es un requisito para lograr una interpretación plausible del funciona- miento posible y significado simbólico de la arquitectura. Si eventualmente seremos capaces de experimentar la arquitectura indirectamente gracias a algún tipo de reconstrucción virtual dependerá de nuestra habilidad para deducir de los escasos restos materiales información sobre las configuraciones de construcción, la altura de las edificaciones, la construcción de los techos, la composición de las fachadas y así. En ese sentido, nuestra investigación puede ser comprendida como un esfuerzo por recuperar toda la arquitectura tiahuanaco que sea posible. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 39 Nuestro método Somos arquitectos profesionales. En ese sentido, podemos hablar con cierta autori- dad sobre estructura, construcción y tectónica. Eduard Sekler clarificó el uso de estos términos cuando se usan para referirse a la arquitectura de la siguiente manera: La estructura, como concepto más general y abstracto, se refiere a un sistema o principio de ordenamiento destinado a lidiar con las fuerzas que actúan sobre un edificio como las vigas y columnas, los arcos, las bóvedas, los domos y las placas plegadas. La construcción, por otro lado, se refiere a la realización concreta de un principio o sistema —una realización que puede ser ejecutada con diversos mate- riales o de distintas formas—. Por ejemplo, el sistema estructural que llamamos dintel puede llevarse a cabo utilizando madera, piedras y metal, y sus elementos pueden ser unidos utilizando distintos métodos […] Cuando un concepto estructural es puesto en práctica gracias a la construcción, el efecto visual nos afectará a través de ciertas cualidades expresivas que claramente tienen algo que ver con el juego de fuerzas y la correspondiente disposición de las partes en el edificio, aunque no puede ser descrito únicamente en términos de cons- trucción y estructura. Para estas cualidades, que son expresivas de la relación de la forma con la fuerza, se debería reservar el término tectónico (1965, p. 89; el énfasis es nuestro). La observación y análisis de la estructura y construcción de un edificio nos per- mite inferir sobre el conocimiento estructural de sus constructores, las herramientas que utilizaron, las secuencias que se siguieron, lo que a su vez nos puede dar pistas sobre la organización de la fuerza de trabajo; el entendimiento de los obreros de las propiedades de distintos materiales y cómo estas interactúan entre sí; las fuerzas ambientales que actúan sobre un edificio y cómo prevenir el daño que puedan causar, y otras preguntas similares. Nuestro trabajo también permitirá sentar los cimientos de investigaciones futuras en una variedad de disciplinas5. Podemos comentar con cierta competencia sobre las propiedades formales de la arquitectura —sus tectónicas— y su organización espacial. Podemos discutir las pre- guntas sobre las medidas, proporciones y principios organizativos, sobre la pequeña escala de un ornamento, la composición de una fachada o la gran escala del tra- zado de un sitio. Podemos referirnos también a las características de los espacios en un edificio y entre edificios, y su relación entre sí y con el ambiente alrededor. 5 Por ejemplo, si bien las preguntas sobre los rituales que se siguieron durante la construcción, las creencias de la fuerza de trabajo, su estatus social y el ejercicio y delegación de la autoridad en la fuerza de trabajo resultan interesantes para todos, probablemente serían mejor respondidas por antropólogos y etnógrafos, si es que en efecto pueden ser respondidas. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 40 Al investigar estos temas, quizá podamos inferir algunas cosas sobre el conocimiento matemático y geométrico de los constructores, sobre sus preferencias estéticas y sobre su concepción y estructuración del espacio físico. Quizá incluso podemos sugerir el uso y las funciones que tuvieron determinados edificios, pero las respuestas sobre las verdaderas funciones y patrones de uso solo pueden provenir del material arqueo- lógico y la interpretación de los arqueólogos. Solo podemos especular sobre cómo percibían los espacios y lo que estos significan para los residentes de Tiahuanaco. No excavamos, sino que investigamos los restos arquitectónicos que permane- cen visibles sobre el suelo (y aquellos que han sido desenterrados por arqueólogos). Nuestro trabajo, entonces, se concentra en lo que ha perdurado el paso del tiempo en Tiahuanaco y en lo que es visible sobre el suelo. En este caso, se trata de la arqui- tectura que ha sido construida en piedra. Es arquitectura que demandó inmensos recursos, es decir, estructuras de importancia y prestigio. Esto implica que estamos necesariamente limitados a la investigación de la arquitectura monumental a pesar de nuestras ambiciones de lograr un estudio de la arquitectura más amplio. Sin embargo, sostenemos que se puede aprender mucho de lo queda en pie de forma visible y que aquello que podemos aprender siguiendo este método tiene la ventaja de no ser des- tructivo. Más aún, un análisis cuidadoso de lo visible afina nuestro entendimiento de lo que no es visible, de lo que permanece enterrado, y ayuda a formular preguntas pertinentes para futuras excavaciones6. Métodos y alcance Nuestros métodos de investigación incluyen la observación, los dibujos a escala y la experimentación. Uno de nosotros (Protzen) escribió en una oportunidad que […] realizar dibujos a escala de edificios existentes es una práctica didáctica muy antigua que permite que los estudiantes de arquitectura aprendan cómo se cons- truyen los edificios. Medir un edificio para hacer dibujos de trabajo que permitan a un contratista reconstruir dicho edificio nos informa sobre los componentes del edificio, cómo fueron articulados y la secuencia que se siguió en su armado (Protzen, 1993, p. vi). La  medición, el dibujo y la minuciosa observación de los detalles que estos requieren son actividades meticulosas y difíciles que parecen ya no estar de moda. Sin embargo, para agotar toda la información que existe en los restos en pie o visi- bles de un sitio, dichas tareas son indispensables. La medición y el dibujo formal 6 Como verá el lector, algunas de las preguntas que tenemos sobre la configuración de estructuras específicas probablemente podrían ser respondidas por excavaciones menores estratégicamente situadas y podrían tener respuestas sencillas. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 41 de los restos arquitectónicos de Tiahuanaco nos permitieron aprender sobre los métodos de construcción que usaron los obreros de Tiahuanaco y sus preferencias formales. Junto con la observación de las superficies y la forma de las piedras de construcción, la medición y el dibujo nos dieron pistas sobre las características de las herramientas que se usaron para tallar las piedras. En experimentos posteriores, uno de nosotros  (Nair) pudo incluso replicar el tallado en piedras de Tiahuanaco con gran éxito. Los experimentos replicativos son […] la mejor manera de probar si una tecnología propuesta funciona y para descubrir cómo funciona y cuáles son sus implicancias. Sin embargo, un experi- mento exitoso no nos permite concluir que una determinada tecnología fue usada; en  el  mejor de los casos, es solo prueba de una posibilidad. Otras tecnologías podrían producir los mismos resultados (Protzen, 1993, p. VI). En ese sentido, los experimentos de Nair demuestran los desafíos que implica proponer una explicación del tallado de piedras en Tiahuanaco. Por las razones ya expuestas, nuestro estudio sobre la arquitectura de Tiahuanaco no puede ser integral. Sin  embargo, hemos intentado cubrir todos los aspectos posibles, desde la planificación del sitio hasta la minuciosidad de tallar ángulos rec- tos perfectos. Hablaremos del sitio, su organización y arquitectura en el capítulo 1; y de las principales estructuras del sitio y de su configuración arquitectónica y construcción en el capítulo 2. Investigaremos los elementos de diseño, motivos, ornamentación y tipos de piedras de construcción en el capítulo 3, y las reglas de composición, proporciones, dimensiones y configuraciones arquitectónicas en el capítulo 4. Por  su parte, el capítulo 5 está dedicado al arte del tallado de piedra. En el capítulo 6 discutiremos distintos temas sobre el proceso de construcción, desde la extracción de materias primas hasta la producción de productos terminados, y el levantamiento de los edificios desde los cimientos hasta el techo. Finalmente, revi- saremos nuestros descubrimientos e intentaremos ponerlos en la perspectiva de los antiguos Andes y de la arquitectura mundial. PARTE I. EL SITIO Y SU ARQUITECTURA Capítulo 1. El sitio Su sitio es un llano frío del segundo grado de Sierra, cuya longitud corre muchas leguas, si bien de ancho tendrá no más de una y media, porque lo cercan por los lados dos pequeñas sierras. En  esta sabana y llano está asentado el pueblo de Tiaguanaco… El  nombre que tuvo este pueblo antes que fue señoreado de los Incas era Taypicala… quiere decir «la  piedra de en medio»; porque tenían por opinión los indios del Collao que este pueblo estaba en medio del mundo… (Cobo, 1964, libro 13, capítulo 19; vol.2, p. 194). Geografía y clima Tiahuanaco, hoy un pueblo abandonado dominado por una inmensa iglesia cuyos orígenes se remontan hasta el siglo XVI, se encuentra en un valle árido a 3840 msnm, cerca de 70 km al oeste de La Paz, Bolivia (figura 1.1). El camino a Tiahuanaco desde La Paz serpentea hacia fuera del valle de Chuquiago Marka hasta el aeropuerto El Alto en el altiplano. Desde aquí, el camino continúa hacia el oeste en dirección a Laja, donde Alonzo de Mendoza originalmente fundó La Ciudad de Nuestra Señora de La Paz el 20 de octubre de 1548, aunque esta fue trasladada a su presente ubicación poco después. El camino desde Laja atraviesa ondulantes montañas hasta Tambillo, desde donde asciende al paso de la cadena montañosa Kollu Kollu. Desde el paso es posible observar la majestuosa Cordillera Real, una barrera formidable de nieve y hielos eternos que separa el altiplano de la cuenca del Amazonas. La vista abarca algu- nas de las cumbres más sagradas para la religiosidad de los indígenas aimaras, desde Illimani en el este, a Mururata, Wayna Potosí e Illampu en el oeste. Al pie del paso, hacia el norte se extiende una enorme extensión plana, la cuenca del río Catari. Esta cuenca y Pampa Koani, en particular, están regadas de restos de la antigua tecnología agrícola de los tiahuanaco, que hicieron de esta zona un inmenso granero, lo que incluye los campos de cultivo elevados que se pueden ver en la figura 1.2. Figura 1.1. Mapa de Tiahuanaco y sus alrededores (dibujo por Jean-Pierre Protzen, publicado por primera vez en Journal of the Society of Architectural Historians). Figura 1.2. Campos elevados cerca de Lukurmata. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 47 Desde el paso, el camino continúa hacía el valle del río Tiahuanaco y hasta el pue- blo de Tiahuanaco, un poco más hacia el oeste. Conforme uno se acerca, la silueta de la iglesia se perfila contra el cielo y se hace visible a millas de distancia, desafiada úni- camente por la masa del Akapana, un montículo artificial con forma de plataforma y ejemplo de la civilización que alguna vez floreció aquí (figura 1.3). En Tiahuanaco, el valle mide aproximadamente 8 km de ancho y bordea al sur con la cordillera Quimsachata. Hacia el norte, la cordillera de Taraco lo separa de la cuenca sur del lago Titicaca, que forma un lago menor también conocido como el Wiñaymarka. Ambas cordilleras están surcadas por quebradas que han sido talladas por las corrien- tes permanentes y estacionales que alimentan el río Tiahuanaco. El  actual pueblo de Tiahuanaco, ubicado en el tercio inferior del valle, mira hacia el río Tiahuanaco, que desemboca en el lago, 12 km más al oeste. El pueblo y sitio arqueológico que lo rodea hacia el este y sur están contenidos por un pronunciado acantilado que dismi- nuye en el lado oeste hacia la cuenca del lago. El acantilado probablemente señala una antigua terraza lacustre formada durante el Pleistoceno Tardío (Kolata, 1996a, p. 76). El sitio limita hacia el norte con otro acantilado, esta vez erosionado por el río Tiahuanaco que abre su camino a través de la terraza lacustre. Hacia el este y sur, el sitio se camufla de forma casi imperceptible con las llanuras circundantes de los depósitos aluviales y lacustres. Figura 1.3. Akapana y el pueblo de Tiahuanaco en camino desde La Paz. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 48 La geología de la península de Taraco y de la cordillera de Quimsachata es de interés para el presente estudio. La península consiste de un conglomerado de rocas sedimentarias e ígneas (Departamento Nacional de Geología, hoja 4844). Algunos de los clastos están hechos de lutita devónica, cuarcitas, filones de cuarzo, rocas calcá- reas pérmicas y granodioritas (Kolata, 1996a, p. 69). Los cantos rodados de cuarcita fueron muy utilizados por los constructores Tiahuanaco para los cimientos y posible- mente sirvieron también como percutores. La cordillera de Taraco sirvió como una potencial, si bien tal vez indirecta, fuente de estos materiales, conforme fueron arras- trados de la cordillera y depositados en las llanuras aluviales y lacustres. La cordillera Quimsachata, también conocida como la formación Tiahuanaco, consiste predomi- nantemente de roca arenisca de color rojizo a blanquiñoso (Departamento Nacional de Geología, hoja 4844). Es una formación fuertemente plegada, con intrusiones aisladas de rocas andesíticas o dacíticas (Departamento Nacional de Geología, hoja 4844). La  arenisca y la andesita fueron los principales materiales de construcción de los antiguos tiahuanaco. Como discutiremos con mayor detalle en el capítulo 6, la arenisca utilizada en Tiahuanaco muy probablemente provino de la cordillera Quimsachata; la andesita, sin embargo, tuvo otro origen. El clima en Tiahuanaco consiste principalmente de temporadas secas y de lluvia alternantes. La temporada de lluvias dura desde comienzo de octubre hasta finales de marzo. La precipitación anual promedio para la cuenca del lago Titicaca es de 750 mm (Kolata, 1996a, p. 32). Los cambios de precipitación corresponden a los que se manifiestan en la temperatura promedio: la temporada seca es más fría, mien- tras que la de lluvias es más calurosa. En  la temporada de lluvias, la temperatura media nocturna al nivel del lago suele estar por encima del punto de congelación, mientras que «la temperatura promedio de día oscila de 16.4°C en julio a 19.1°C en noviembre» (Kolata, 1996a, p. 32). Si bien estas cifras son útiles para describir las condiciones generales en la cuenca del lago, no explican las variaciones locales, o microclimas, inducidos por idiosincrasias topográficas ni se refieren a las fluctua- ciones climáticas de corto y largo plazo. Para entender las condiciones climáticas del auge y caída de la civilización Tiahuanaco, desde 300 AEC hasta 1100 EC, con un momento cumbre que posiblemente se dio entre 800 y 1000 EC, Alan Kolata y su equipo realizaron una serie de estudios, entre los que se encuentra uno de las fluctua- ciones del nivel del lago: La gran cuenca del lago Titicaca pudo haber experimentado fluctuaciones de +10 a -50 metros durante el Holoceno, mientras que el lago Wiñaymarka se secó com- pletamente […] El lago entero inició un rápido declive desde hace 10 000 u 11 000 años y alcanzó su elevación mínima entre 7700 y 7250 AP, cuando las dos cuen- cas se separaron. A este punto bajo, siguió un incremento del lago Wiñaymarka Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 49 hasta  los 10 metros por debajo de su nivel actual que se dio aproximadamente 6000 AP para luego dar paso a un nuevo declive que comenzó aproximadamente 4500 AP. Después de 4000 AP, el lago comenzó a aumentar gradualmente, lle- gando a su nivel actual alrededor de 2000 AP […] Consecuentemente, si el lago logró su elevación actual aproximadamente 2000 AP, entonces la cantidad general de humedad disponible, de tierras húmedas y de inundaciones periódicas en aque- lla época debió haber sido similar al de la actualidad (1996a, pp. 37-39). El  aumento en el nivel del lago creó las condiciones favorables para el surgi- miento de la civilización Tiahuanaco. Antes de 3500 AP, la «aridez en el altiplano impidió la agricultura intensiva», pero el posterior clima más húmedo permitió que la «civilización Tiahuanaco y sus predecesores inmediatos» desarrollaran «métodos agrícolas especializados que estimularon el crecimiento poblacional y permitieron la existencia de grandes asentamientos humanos» (Binford & Curtis, 1997, p. 235). El colapso de la civilización Tiahuanaco coincide con otro declive en el nivel del lago que se dio de 12 a 17 m alrededor de 1100 EC y que duró entre 200 y 300 años antes de volver a su nivel actual (Binford & Curtis, 1997). El sitio y su trazado Hoy en día, el sitio arqueológico de Tiahuanaco consiste de dos zonas distintas. La más grande de las dos, a aproximadamente 1 km del pueblo actual, incluye varias estructuras agrupadas alrededor de Akapana; el área más pequeña está a aproxima- damente 1 km hacia el suroeste de Akapana y consiste solo del montículo artificial de Pumapunku. El  plano más antiguo que conocemos del sitio fue realizado por Angrand (Prümers, 1993)1. Si bien es bastante detallado, sufre de distorsiones de escala y confunde flagrantemente la ubicación de Pumapunku en relación con el resto del sitio. El primer reconocimiento topográfico de Tiahuanaco y sus alrededo- res inmediatos fue realizado en 1927 por Posnansky (figura 1.4). Este plano todavía sirve a los investigadores hoy en día, ya que se trata del único mapa topográfico del sitio publicado y accesible. Con este mapa en mano, llevaremos a los lectores no familiarizados con el sitio a un breve recorrido por las muchas ruinas de Tiahuanaco y su situación relativa. En el camino, proporcionaremos una descripción breve de los monumentos principales. Estas estructuras serán detalladas con mayor profundidad en el capítulo 2. 1 Kolata (1993, p. 27) y Uhle (Stübel & Uhle, 1892a, parte II, p. 15) atribuyeron los primeros planos formales del sitio a Squier. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 50 Un recorrido por Tiahuanaco Comenzaremos nuestro recorrido desde el pequeño museo2 frente a la estación de tren y nos dirigiremos hacia el noreste hasta la falda oeste de Akapana3, un montí- culo artificial. Akapana cubre aproximadamente 3.2 hectáreas y alcanza una altura de 16 metros. Al escalar el montículo llegamos a su punto más alto desde donde, en un día claro, uno puede apreciar los tres picos nevados de la lejana Illimani, hacia el este, y el lago Titicaca, hacia el oeste. Con más de 6400 metros, Illimani es una de las montañas más altas de la Cordillera Real y es todavía venerada como una deidad por los habitantes de los Andes. Es importante notar que solo hay dos lugares en Tiahuanaco desde donde es posible distinguir tanto Illimani como el lago, Akapana y Pumapunku, lo que sugiere que la vista de esta montaña sagrada puede haber jugado un rol importante en la ubicación de estas estructuras4. Continuando nuestro camino hacia el este, bordeamos una gran y profunda depresión que contiene 2 Desde que este texto fue escrito, el «pequeño museo» ha sido reemplazado por uno mucho más grande. 3 El lector podrá encontrar una discusión sobre los nombres de las distintas estructuras en el Apéndice 1. 4 Kolata (1993, p. 97) dice que, en Tiahuanaco, tanto el lago como Illimani pueden ser vistos «solo desde la cima de Akapana» (énfasis en el original). Figura 1.4. Mapa de Tiahuanaco (después de Posnansky). Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 51 agua durante todo el año. El  hoyo es obra de los cazadores de tesoros españoles, que posiblemente destruyeron algunas estructuras que se encontraban en la cima del montículo y lo que probablemente se trataba de una plaza hundida, si bien más pequeña y menos profunda que el foso actual. Aún permanecen los cimientos de una serie de cuartos pequeños contiguos y una hilera de seis pilares de piedra, restos de un antiguo muro. Conforme descendemos hacia la base del montículo por la pendiente oriental y sobre los restos que dejaron los cazadores de tesoros, podemos apreciar que Akapana fue en algún momento un montículo-plataforma con terrazas: los restos de varios muros de contención sucesivos y de terrazas visibilizadas por las excavaciones todavía son visibles (figura 1.5). Desde aquí, aproximadamente 170 m hacia el este, llegamos a Kantatayita (figura 1.6). No queda mucho de esta estructura, por lo que no hay mucho que ver, con excepción de la llamada «Piedra Modelo» y un dintel curvo bellamente decorado, que serán discutidos con mayor detalle en los próximos capítulos. Las superficies de las piedras rectangulares de considerable tamaño que emergen apenas del suelo a intervalos más o menos regulares pueden haber cercado el área de una forma simular a la de Putuni, que visitaremos más adelante. Volteando hacia el oeste, atravesamos un campo abierto hasta llegar, 200 metros después, al Templete Semisubterráneo, Figura 1.5. Plataformas o terrazas en Akapana. Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 52 completamente reconstruido (figura 1.7). Se trata de una plaza hundida de forma casi cuadrada, con muros decorados por «cabezas clavas» —cabezas talladas circular- mente y empotradas en el muro con largos «cuellos»—. Cada cabeza tiene su propia expresión facial, algunas de ellas absolutamente cómicas5. En el patio se encontraron diversas estelas, junto con una estatua colosal nombrada por su descubridor, Wendell C. Bennett (figura 1.8) (Bennett, 1934). Algunas de las estelas se encuentran hoy en el centro del patio, mientras que el «Bennett» fue en primera instancia trasla- dado a La Paz por Posnansky, aunque recientemente fue devuelto al nuevo museo de Tiahuanaco (donde se tomó esta fotografía). Inmediatamente al oeste del Templete Semisubterráneo se encuentra la escalera monumental que lleva al Kalasasaya, un enorme recinto rectangular y una plata- forma elevada con una orientación relativa este-oeste, ampliamente restaurados (figura 1.9). Su entrada principal, una escalera monumental que mira hacia el este, fue descubierta por Georges Courty, de la Misión Francesa de 1903. El  inmenso ingreso al final de las escaleras es producto del trabajo de Carlos Ponce Sanginés, una reconstrucción bastante problemática que será discutida en el capítulo 2. 5 La mayoría de cabezas que se ven hoy en día son réplicas, no originales. Figura 1.6. Kantatayita con Akapana en el fondo a la izquierda y la llamada Piedra-Modelo en primer plano. Figura 1.7. El Templete Semisubterráneo con Akapana en el fondo. Figura 1.8. Estatua «Bennett» (Foto por Clare Sammells). Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 54 El  acceso  actual  a Kalasasaya se  realiza por una estrecha escalera secundaria en el extremo occidental del muro norte de la estructura. Hacia la derecha, en la parte superior de las escaleras en la esquina noreste, se encuentra la que quizá se trate de la «escultura de piedra más famosa del mundo andino antiguo» (Kolata, 1993, p. 148), la Puerta del Sol (figura 1.10). En la esquina opuesta, hacia el suroeste, se encuentra una estatua colosal, comúnmente conocida como «El Fraile» (figura 1.11). La mitad este del Kalasasaya está ocupada por una plaza hundida, dentro de la que se yergue otra estatua colosal que recibe el nombre de Ponce Sanginés, quien la encontró y reerigió allí (figura 1.12). Esta plaza está flanqueada por el norte y por el sur por pequeños recintos, siete a cada lado. La sección central del muro oeste de Kalasasaya se extiende 6 metros por fuera del cuerpo principal y es conocida como la Pared Balconera. Al salir de Kalasasaya por una escalera estrecha al extremo norte de la Pared Balconera , es posible obser- var inmediatamente al norte, o a nuestra derecha, los cimientos de lo que solían ser tres pequeñas cámaras cuidadosamente construidas y que fueron excavadas por Courty. Este lugar, también conocido como Chunchukala, fue desafortunadamente saqueado poco después de ser descubierto. Solo las fotografías y dibujos publicados por Posnansky (1945, vol. 2, figuras 37, 38, 39) nos dan una idea de lo que fue Chunchukala durante la excavación. Figura 1.9. El Kalasasaya y el Templete Semisubterráneo vistos desde Akapana. Figura 1.10. Puerta del Sol (lado posterior; ver la figura I.01 para observar el lado frontal). Figura 1.11. Estela «El Fraile». Figura 1.12. Estela «Ponce». Las piedras de Tiahuanaco: Arquitectura y construcción de un centro megalítico andino 56 Hacia el sur, a lo largo de la Pared Balconera Balconera , llegamos rápidamente a la entrada a Putuni a nuestra derecha o hacia el oeste (figura 1.13). Putuni es otro patio rectangular cerrado por paredes extremadamente anchas que hoy miden alre- dedor de 1.2 metros de altura. Varias cámaras pequeñas, que pueden ser accedidas desde el patio, fueron construidas en el muro perimétrico. El largo eje de Putuni está orientado en un eje este-oeste. Aparentemente, también hubo allí una estatua, de la que hoy solo permanece la mitad inferior del cuerpo. Por debajo del lado oriental del muro perimétrico corre un canal principal (figura 1.14). Una sección bastante larga de este canal ha sido excavada y está actualmente a la vista. El visitante puede hacerse una idea del sofisticado y meticuloso sistema de canales de Tiahuanaco al ver los otros dos canales pequeños que desembocan en el principal. Las funciones posibles de este sistema de canales de agua serán discutidas más adelante en este capítulo. Adyacente  a Putuni, en el lado noroeste, Kolata y su equipo excavaron el llamado Palacio de los Cuartos Multicolores, donde se encontraron tumbas con prestigiosos bienes funerarios, entre ellos una máscara de oro en miniatura (Couture, 2003, p. 251 y ss.). Sesenta metros al oeste de Putuni se encuentra el complejo llamado Kerikala, también una estructura tipo patio que mide aproximadamente 70 por 50 metros y cuyo eje más largo se orienta de este a oeste (figura 1.15). La estructura está muy mal preservada, pero es posible reconocer que el patio fue en algún momento cerrado por un muro de cuartos contiguos. Este muro tenía al menos dos cuartos de profun- didad, por lo que solo los cuartos que miraban hacia el patio tenían acceso a este. Los cuartos son contiguos, largos y angostos, de menos de 2 metros de ancho. Todo lo que queda de ellos son las bases de los muros, que parecen haber sido construidos de dos capas de piedras pequeñas reutilizadas y rellenas con escombros. No sabemos cómo se ingresaba al patio (Arellano, 1991, p. 267). En la dirección norte-noroeste, aproximadamente a 120 metros de Kerikala, hay un montículo artificial sobre el que en tiempos coloniales se construyó un cemen- terio para las víctimas de la viruela. El cementerio ya no existe, pero su puerta de ingreso, la llamada Puerta de la Luna, todavía es visible (figura 1.16). Esta antigua entrada, tallada de un solo bloque de andesita y colocada en su ubicación actual desde otro lugar, será analizada en los capítulos 3 y 4. Si  se mira hacia la esquina noroeste de Kalasasaya desde la Puerta de la Luna, se puede ver otro montículo artificial, que hoy se conoce como Lakakollu. La información recopilada por Ponce Sanginés, que en 1958 realizó algunas trincheras de sondeo en el montículo, sugiere que estaba compuesto de por lo menos dos plataformas (Ponce Sanginés, 1995, p. 237). No sabemos cuál fue la configuración inicial del montículo en relación con la Puerta de la Luna. Figura 1.13. Vista de Putuni desde la Pared Balconera. Figura 1.14. Canal principal justo al este de Putuni. Figura 1.15. Plano de Kerikala (Escalante, 1993, p. 244). Figura 1.16. Puerta de la Luna, vista frontal. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 59 De  la Puerta de la Luna, volvemos al museo desde el que continuamos hacia el suroeste hasta Pumapunku, a un poco más de medio kilómetro de distancia (figura 1.17). Esta parte del sitio se siente bastante aislada y no suele ser visitada por turistas6; hemos pasado días aquí trabajando sin cruzarnos con un alma. Aun así, Pumapunku es la parte más interesante, fascinante y enigmática de Tiahuanaco. En ningún lugar del sitio puede uno estar tan en contacto con, y expuesto a, la belleza austera y el poder sobrecogedor del paisaje que lo rodea. La vista aquí se extiende hasta el horizonte. Hacia el este, se ve el valle bajo de Tiahuanaco y, a la distancia, el lago Titicaca y, más allá, las montañas de Desagüadero. La serenidad y paz que uno experimenta en un agradable día soleado de invierno contrasta con la violencia y el aullido de los vientos y tormentas que azota el sitio durante la estación de lluvias. Pumapunku, como Akapana, es una plataforma artificial, pero con un perfil mucho más bajo. Se extiende por cerca de 2.25 hectáreas y alcanza una altura de aproximadamente 6 metros. En  la plataforma más alta del montículo se encuen- tra un patio que está cerrado hacia el este por un área —a la que llamamos el Área Plataforma— con enormes bloques de roca arenisca y que deben haber sido los cimientos de una importante estructura. Todo lo que queda de esa estructura es cientos de piedras delicadamente labradas y fragmentos de entradas y ventadas intrincadamente talladas, desperdigadas alrededor de los bloques como si se tratase de las piezas de un gigantesco rompecabezas (figura 1.18). Organización Si es posible detectar un alto grado de rigor geométrico y simetría en el trazado de las estructuras individuales, resulta más difícil percibir los principios de organización que rigieron el trazado del sitio y la ubicación de las estructuras individuales en relación unas con otras. Los dibujos reconstructivos que se han hecho del núcleo de Tiahuanaco, con amplias avenidas y un trazado estrictamente ortogonal, son difíciles de recon- ciliar con lo que se experimenta una vez en el sitio (Escalante, 1993, pp. 128-133). A pesar de que las estructuras existentes están orientadas aproximadamente hacia las direcciones cardinales, no se alinean según una cuadrícula específica o en relación con las otras ni forman un gran eje, como sí sucede, por ejemplo en la Huaca de los Reyes o en otras estructuras con forma de U a lo largo de la costa peruana. No crean una hilera de espacios abiertos y estrechos, como sí ocurre en Machu Picchu, ni definen una Plaza como en Chavín de Huántar. Tampoco revelan un patrón vial evidente. 6 Esto probablemente cambiará: el nuevo camino de La Paz a Tiahuanaco pasa justo por la entrada a Pumapunku. Figura 1.17. Visto desde el pueblo, Pumapunku parece ser una colina pequeña. Figura 1.18. Cientos de piedras finamente trabajadas desperdigadas por Pumapunku, como si se tratase de las piezas de un rompecabezas gigante. Jean-Pierre Protzen y Stella Nair 61 Es