OBRAS COMPLETAS DE JOSE DE LA RIVA- AGUERO Vil STUDIOS DE GENEALOGIA PERUANA JOSE DE LA RIVA-AGUERO / OBRAS COMPLETAS VIIN OBRAS COMPLETAS DE JOSE DE LA RIVA-AGUERO VII ESTADIOS DE GENEALOGIA PERUANA Prólogo de Guillermo Lohmann Villena LIMA, 1983 PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU Y RO | MN ELICTEC I | | 7 1984 | | | | 33321! Em ————rÚ.————]——]—] PUBLICACIONES DEL INSTITUTO RIVA-AGUERO Ne-117 COMISION EDITORA DE LAS OBRAS COMPLETAS DE JOSE DE LA RIVA-AGUERO Y OSMA MIEMBROS DE HONOR: Emmo. y Rvmo. Sr. Cardenal Juan Landázuri Ricketts Arzobispo de Lima José Tola Pasquel Rector de la Universidad COMITE EJECUTIVO: Armando Nieto Vélez S. J. (Director), Luis Jaime Cisneros, Guillermo Lohmann Villena, José A. de la Puente Candamo, Alberto Wagner de Reyna, Carlos Gatti Murriel, Pedro Rodríguez Crespo (Secretario) CONSEJO DE ASESORES: Mario Alzamora Valdez, José León Barandiarán, Guillermo Hoyos Osores, Aurelio Miró Quesada Sosa, César Pacheco Vélez, Carlos Rodríguez Pastor, Ella Dunbar Temple DELEGADO DE LA JUNTA ADMINISTRADORA DE LA HERENCIA RIVA-AGUERO Germán Ramírez Gastón F. PROLOGO Riva-Agiiero es ya, por derecho propio, una de las cumbres del Olimpo de nuestra cultura. Esa reconocida jerar- quía asienta sus cimientos no sólo en el acervo de sus libros de prosa cincelada y de regusto clásico, grávidos de saber y de reflexiones, en el magisterio ejercido desde su tem- prana madurez y muy principalmente en el eje diamantino de su línea ética, acrisolada en reveses y desengaños, sino sobre todo en el recuerdo — para quienes alcanzamos a gozar del privilegio de conocerle en vida — de su individualidad señera, de su empaque de senador romano, de su insondable erudición y de su genuino perfil humano. Escritos y perso- naje son así inseparables en la unidad viva de su imagen y refuerzan la coherencia de su pensamiento y de su legado ejemplificador, imborrable y substancioso. Ahora bien. Quede en claro que tal reconocimiento no supone en absoluto una glorificación de su memoria, que estaría en todo reñida con el homenaje que en justicia le corresponde. Todo hombre XII PRÓLOGO —eomo lo ha dicho Jaspers—, aun el más esclarecido, el más insigne, el más conspicuo, sigue siendo hombre y por ende es de nuestra propia especie y como tal ha de ser para nosotros próximo y entrañable. En la estela del tópico, Riva-Agiiero fué el arquetipo del nostálgico de todo lo pasado por el mero hecho de serlo, el símbolo del panegirista inapeable de la época virreinal y el añorante más caracterizado de todo lo caduco y arcaico, en suma, el peregrino adalid del respeto —por no decir ciega veneración — hacia todo lo que fué, en una trayectoria a veces conservadora y hasta reaccionaria. Por eso, para pe- netrar en el sentido íntimo de su obra histórica y la razón última de su quehacer, urge aclarar sentimientos y convic- ciones, que porcierto presentan una marcada evolución desde el Carácter de la Literatura del Perú independiente hasta que ya en las páginas de El Perú histórico y artístico vuelve a aflorar el sedimento atávico con todas sus connotaciones. Por el lustre de sus progenies, por él enaltecidas con agradecida recordación, por su celo por mantener lozano el renombre de los viejos apellidos limeños, evocados con el gozoso recreo del erudito, y finalmente por su bizarría en proclamar las herencias irrenunciables, en torno de Riva- Agiiero se tejió la leyenda de hallarnos ante un engreído cul- tor de las glorias de los esclarecidos abolengos que en él mezclaban sus sangres. ¿Acaso las páginas suyas que en este volumen se reproducen, abarrotadas de fechas y nombres, al- gunos famosos y otros perdidos en el transcurso de la His- toria, pudieran inducir a dar por buena imagen tan alejada de la auténtica y fidedigna personalidad de su autor, si de ellas mismas no desentrañásemos el verdadero sentido que Riva-Agiiero atribuía a la reconstrucción morosa y puntual de añejas estirpes. Enefecto. En toda la obra de Riva-Agiiero existe una vena que impregna con su savia cada página y que constituye la clave sin la cual no se penetra en su razón de ser: la PRÓLOGO XII tradición. Tradición, sí; porque es un hecho. La tradición es el proceso por el que lo pasado se hace presente y se pro- yecta hacia lo futuro. Sin tradición cada presente sería siempre el primero: no existiría ni cultura, ni memoria co- lectiva, ni en definitiva Historia. Pero esa tradición sig- nifica un patrimonio acumulado por los que nos han prece- dido en el tiempo; sin ellos no existiríamos ni biológica ni conscientemente, y negarlos es fatuidad o estolidez. Bien alto lo proclamó en ocasión memorable el autor de las pági- nas a las que estas proemiales abren la marcha; lo sintió en lo más íntimo de sus raíces ancestrales y halló cauce y expresión ceñida en los estudios genealógicos. Reconocer la tradición es atenerse a una realidad, poseer conciencia his- tórica, heredar ese pasado y asumirlo crítica y respetuosa- mente, para labrar lo futuro con responsabilidad. A esta tesitura correspondía —aunque no esté ya de moda proclamarlo ni confesarlo— su sentido aristocrático, en- tendido no como una desdeñosa idea de superioridad sobre otros apellidos o estamentos, sino como exigencia de fideli- dad a unas formas de vida, a unas creencias y también a unas servidumbres de las que jamás abdicó. Riva-Agiiero se sentía integrante de una sociedad culta, refinada, sensi- ble; lejos de la sociedad de la opulencia —aunque la tuvo, y muy menguada después de su voluntario ostracismo— y de la del Poder —al que renunció por mantener incólumes sus principios confesionales—, y más extraño aún de aque- lla de la vanidad o de la ambición, que nunca anidaron en su espíritu generoso y señorial. Pertenecía, en definitiva, a esas minorías selectas que Ortega y Gasset estimaba verte- brales para una sociedad lanzada a la acción. Ciencia árida, donde las haya, la Genealogía, si se mira a sobre haz, pero aleccionadora e instructiva como ninguna otra para calar en los entresijos de hombres y aconteci- mientos de todas las épocas. ¿Quién puede desconocer los influjos y hábitos heredados con el apellido? ¿Cuántos enig- xv PRÓLOGO mas dejan de serlo cuando se revelan parentescos, entronques y vínculos? A poco que se avance por el camino del cono- cimiento de nepotismos y afinidades electivas se abren vas- las perspectivas para despejar aparentes incógnitas. Pocos como Riva-Agiiero estuvieron tan dotados para esta modalidad de diligencias reconstructoras de lo pasado, con precursores en España de la talla de Salazar y Castro, el supremo linajista, y del insigne restaurador de esta rama auxiliar de la Historia, Fernández de Béthencourt, a quien por cierto enmendó cumplidamente la plana en su nota sobre el Gobernador del Callao y General del Mar del Sur, Fernando de Castro !. Su compenetración con los sucesos pre- téritos, su fabulosa retentiva y su privilegiada memoria fue- ron dones que la Providencia le dispensó en grado super- lativo: prueba de ello es que el recién citado artículo sobre el General Fernando de Castro y su descendencia lo redac- tó en Madrid «...casi enteramente de memoria... muy lejos de mis papeles de familia». Por cierto que de su recuerdo no puede desvincularse el de su entrañable amigo, unido a él por la devoción hacia el Inca Garcilaso de la Vega y el cariño a la Lima del siglo XVII, Miguel Lasso de la Vega y López de Tejada, Marqués del Saltillo, que por encargo testamentario reeditara en 1952 La Historia en el Perú, con unas notas rectificatorias autógrafas. Como éste de Sevilla y de Madrid, nadie pudo aventajar a Riva- Agiero en conocimientos de topografía histórica local, de viejas mansiones y de tradiciones familiares. Al conjuro de su tono grave, pero no exento de ironía o de reprimido dolor ante las zafiedades urbanísticas, tras el silente testi- monio de las fachadas evocaba personajes y acontecimien- 1 En guisa de apostilla cabe, a su vez, salvar una minucia: Doña Isabel Barreto, la primera esposa de Don Fernando de Castro, no mu- rió en España, sino en Castrovirreina, donde su marido era Goberna- dor. Allí testó y falleció en 1612. Cfr. Harkness Collection (Washing- ton, 1932), I, págs. 288-289. PRÓLOGO xv tos. A veces salían a relucir unos "tíos” o unas “tías” que al desprevenido oyente podían hacer creer que se aludía a inmediatos deudos, cuando en hecho de verdad se trataba de ascendientes que se remontaban a varias generaciones atrás, pero que en su fervor vincular sentía latir cercanos, Riva-Agiiero elevó a la categoría que era acreedora esta parcela de la Historiografía, hasta entonces apenas ro- turada en el Perú por Torres Saldamando —otro poseedor de «prodigiosa memoria» según certificaba su coetáneo Con- zález de la Rosa— en sus artículos de la Revista Peruana, sus ilustraciones al volumen segundo de la monumental edi- ción del Libro Primero de Cabildos de Lima, y su obra Los títulos de Castilla en las familias de Chile !, al que siguiera Varela y Orbegoso, en la edición príncipe de unos Apuntes para la historia de la sociedad colonial, aparecidos en Lima en 1905 y de muy limitada circulación. Entre los trabajos reunidos en el presente volumen sobresale por su rigor informativo y acopio de datos el con- sagrado a Nicolás de Ribera el Viejo y su descendencia, que incuestionablemente refleja una investigación larga y de pri- mera mano. El estudio se abre con una ceñida biografía del fundadordel linaje, complementada con las semblanzas de sus hijos, para continuar luego con el desarrollo ordenado de la sucesión correspondiente a las distintas ramas hasta nuestros días. Riva-Agiiero va deslizando noticias peregri- nas, muchas de ellas a todas luces trasmitidas por conducto familiar, como las expresivas de la etopeya o la prosopogra- fía de alguno de los incluídos en el «catálogo o padrón» como él mismo calificara el opúsculo en el ejemplar ofreci- do al autor de estas líneas. Muy de lamentar es, desde luego, que apegado a viejos usos, omitiera colacionar con puntualidad las fuentes manejadas, aunque no quepa la más 1 El primer tomo apareció en Santiago en 1894, y del segundo sólo alcanzaron a tirarse ochenta páginas, al año siguiente. XvI PRÓLOGO mínima duda de la veracidad y exactitud de los datos enun- ciados. No menos extenso y prolijo es El Perú histórico y artís- tico, libro del cual se reproducen aquí la segunda y tercera partes, concerniente a los siglos XVI y XVII aquella y a las centurias décimaoctava y décimanovena la última. Se ofrece aquí un minucioso recuento de la proyección de al- gunos linajes montañeses en nuestro país y de las activida- des de sus miembros más notables, espigadas en el Dicciona- rio Histórico Biográfico de Mendiburu, con certeras rectifi- caciones y adiciones. Es, de hecho, un tributo de homenaje al solar de procedencia de los Riva-Agiiero, y la última pá- gina constituye un emocionado canto al terruño. ¿Quién más idóneo que el propio autor para ilustrarnos sobre los sentimientos que inspiraban sus páginas? He aquí lo que le escribía en carta particular a José Gálvez el 30 de octubre de 1932: «Desechando encogimientos cobardes, muy al uso desde hace un siglo, y sin abatir jamás banderas al plebeyismo demagógico ni a la frívola bajeza... rindo ho- menaje y culto sincero a mis auténticos antepasados, de los que, a Dios gracias, no tengo porqué avergonzarme... y esto lo hago, no por vanagloria, sino por leal devoción a la continuidad de la estirpe, que es siempre la honda y eficaz raigambre de la Patria». ¡Hermosa profesión de fe! GUILLERMO LOHMANN VILLENA EL MARQUESADO DE MONTEALEGRE DE AULESTIA Este breve memorial (hasta hoy inédito) es en realidad el borra: dor de un recurso elevado a S. M. Alfonso XIII (1886-1941), quien reinó en España de 1902 a 1931. Se conserva en el Archivo Histórico Riva-Agiiero (cuaderno N? 130, número antiguo 44). En un papel pegado en la tapa del cuaderno ha escrito Riva-Agiiero: “Memorial segundo de mi madre al Rey sobre Montealegre de Aulestia (1920)”. Agradecemos al señor Teodoro Hampe M. la transcripción del memorial. EL MARQUESADO DE MONTEALEGRE DE AULESTIA Señor: María de los Dolores de Osma, Sancho-Dávila, Ramí- rez de Arellano y Mendoza, viuda de D. José Carlos de la Riva-Agiiero, Riglos, Looz-Corswarem y Rábago, y natural de la ciudad de Lima en el Perú, a los Reales Pies de Vues- tra Majestad, dice: Que por sentencia definitiva y firme expedida en esta Corte de Madrid, a ventiuno de Julio de mil novecientos veinte, y previo allanamiento de la parte contraria, se ha reconocido mi mejor derecho al Marquesado de Monteale- gre de Aulestia. Este título, Señor, perteneció siempre a la rama perua- na de los Román de Aulestia, Mogrovejo, Cabeza de Vaca, Quiñones y Pimentel, de los que directamente desciendo, del propio modo que la estirpe de mi difunto marido y de mi único hijo, la cual sólo en mí ha renunciado sus dere- 4 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO chos. Vuestro Augusto antecesor D. Felipe V concedió el Marquesado a mi quinta abuela D? Francisca Gómez Boquete y Montealegre, en atención a los méritos de su marido el Capitán D. Miguel Román de Aulestia, y de sus antepasados los conquistadores del Perú Luis Martín y Se- bastián Pérez y el Capitán Marcos Meléndez. Vino a ser primer Marqués (por muerte de la agraciada, anterior a la merced del título), mi cuarto abuelo el Capitán de Caballe- ría D, José Toribio Román de Aulestia; y lo sucedieron en legítima posesión mis próximos parientes hasta la separa- ción del Perú. Fue allí el último Marqués D. José Mariano Sánchez Boquete y Román de Aulestia, quien tuvo como Únicas herederas a sus hermanas D: Catalina y D* Josefa, troncos directos míos y también de mi marido e hijo, con- forme lo he probado y lo declara la sentencia expedida en mi favor. Mi familia se vio obligada a dejar caducar el título que por doble ascendencia corresponde, a causa de que las antiguas Constituciones del Perú amenazaban con la pérdida de la nacionalidad a los que reivindicaran sus distinciones nobiliarias. Pero habiéndose modificado tal situación legal, y habiéndome enterado yo de que solicitaba la rehabilitación en 1918 D: Josefina de Santiago Concha y Loresecha, la cual sólo tiene parentesco colateral y muy remoto con el primero y con el último poseedor, interpuse mi mejor derecho, expresamente salvaguardado por Vues- tra Majestad al rehabilitar dicho título, queriendo evitar los casos repetidos en que las líneas preferentes de las casas tituladas del Perú se han visto postergadas por parientes re- motos de la Metrópoli, como lo prueban entre otros los tí- tulos de Marqués (en blanco). Cerrada ya la vía adminis- trativa, por haber expirado el plazo (sin habérseme prorro- gado por equidad, en vista de la larga distancia a que yo entonces me hallaba de España), resolvió el Ministerio de Gracia y Justicia que se ventilara el asunto judicialmente. En consecuencia, alegué y probé mis derechos ante los Tri- ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 9 bunales del Reino; y la propia demandada reconoció la pre- ferencia de mi línea y grados y se allanó a mi demanda. En virtud de tal allanamiento, que es formal y legal renuncia, y de la subsiguiente sentencia declarativa de mi mejor derecho, me hallo en el caso estricto de sucesión del título rehabilitado, y por consiguiente huelgan las compro- baciones de rentas y servicios. No obstante, y a mayor abun- damiento, en el respectivo negociado de Gracia y Justicia obran diversos comprobantes, otorgados unos y legalizados otros por el Cónsul de España en Lima y por el Encargado de Negocios del Perú en Madrid, con los cuales se manifies- tan mis bienes y rentas, mi tradicional adhesión a España y la constante actitud de mi casa para con los españoles. Constan igualmente los varios donativos que he hecho en favor de iglesias e instituciones pías españolas; y en el memorial que en 1918 elevé por regular conducto a Vuestra Majestad recordé las hazañas de mis antepasados, en espe- cial las de mi octavo abuelo D. Sancho Dávila, glorioso compañero y lugarteniente del gran Duque de Alba en Flandes y Portugal, y las de muchos conquistadores del Perú y de otras regiones de América. Por todo lo cual, Señor, suplico rendidamente a Vues- tra Majestad, se digne ordenar que se me expida Real Carta de Sucesión del título de Marqués de Montealegre de Aules- tia, como se consigna en la sentencia definitiva de 21 de Julio de 1920. Es gracia que no dudo alcanzar de la magnani- midad de Vuestra Majestad, cuya vida guarde Dios muchos años. Madrid, fecha (en blanco). A los reales Pies de Vuestra Majestad, María de los Dolores de Osma y Sancho-Dávila. EL PERU HISTORICO Y ARTISTICO INFLUENCIA Y DESCENDENCIA DE LOS MONTAÑESES EN ÉL El Perú histórico y artístico; influencia y descendencia de los montañeses en él fue el único libro que redactó y publicó Riva-Agiiero durante su permanencia en Europa (1919-1930). Está fechado y fir- mado en Santander, noviembre de 1920, pero la edición es de 1921 (Talleres tipográficos de ]. Martínez, 202 págs.); la auspició la «So- ciedad de Menéndez y Pelayo» de aquella ciudad, como consta en la portada de la obra. La primera parte del libro estudia variados aspectos de las civili- zaciones peruanas prehispánicas; por ello se incluyó en el tomo V de las Obras Completas (Lima, 1966, p. 63-112). La segunda y la tercera partes (convertidas en primera y segunda, respectivamente, en la presente edición) describen entronques de antiguas familias españo- las y peruanas del Virreinato. EL PERU HISTORICO Y ARTISTICO Siglos XVI y XVII Sumario: Carácter de la Conquista.— Las guerras ci- viles de los conquistadores.— Las encomiendas: intentos para conseguir la perpetuidad y las dos jurisdicciones en ellas.— Los Agiieros y los Alvarados en el Perú.— Otros lina- jes montañeses.— Reorganización del Perú en el gobierno de D. Francisco de Toledo.— Alvar Ruiz de Navamuel y de los Ríos.— Santo Toribio de Mogrovejo.— D. Gonzalo de la Maza y Sánchez de la Hermosa, Señor de Ogarrio.— Cultura intelectual y artística.— El poeta montañés Juan de la Portilla y Agiiero.— Arquitectos y pintores; los Agustinos Fray Jerónimo de Villegas y Fray Francisco Bejarano.— Descubrimientos y poblaciones de D. Martín de la Riva He- rrera.— Línea natural de los Riva-Agiiero de Gajano, extin- guida en el Perú.— Los Santiago-Concha de Heras.— Los Zorrilla de la Gándara.— Los Solórzanos y los Velascos.— 10 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO Polancos, Villegas, Barredas, Bustamantes y Velardes.— Algunos oidores montañeses hasta principios del siglo XVII.— D. Francisco Lasso de la Vega y los Peredos.— Los Lusa y Mendoza de Castro Urdiales.— Los Escalantes.— D. José de Zevallos El Caballero y Escobedo.— La aristo- cracia montañesa en el Perú colonial.— Literatura peruana a fines del siglo XVII. La Conquista, propiamente dicha, del Perú, es menos brillante que la de Méjico. Francisco Pizarro no tenía la generosidad, simpatía y rumbo de su primo Hernán Cortés: fué, al contrario, un alma fría y solapada, toda reflexión, perseverancia, astucia y crueldad, cuyo análisis interesa emi- nentemente al historiador psicólogo. Pero los sangrientos bandos de los conquistadores, a mediados del siglo XVI, son en el más alto grado dramáticos y pintorescos. Sus pro- tagonistas eran por lo general encarnaciones de caballeres- ca soberbia y fogosidad. La misma estructura de la socie- dad peruana reprodujo en aquel momento bastantes rasgos de la Edad Media europea. Así como los animales resumen en su gestación las for- mas anteriores del proceso biológico, del propio modo las conquistas y colonizaciones de lejanas tierras, que son ver- daderos casos de procreación social, se inician de ordinario con fenómenos ya desusados y arcaicos en las originarias metrópolis. El Perú español, desde sus comienzos hasta des- pués de 1554, tuvo, como elementos predominantes de orga- nización, dos principios esencialmente medievales: la repar- tición del territorio y sus indígenas entre los conquistadores, a cambio de la obligación del servicio militar, con caballos y criados a propia costa de los encomenderos, o sea señores de indios tributarios; y la adhesión personal de dichos señores a determinados caudillos. No hay cosa más parecida al Becerro de las Behetrías que cualquiera de las muchas des- ESTUDIOS DE GENEALOCÍA PERUANA 11 cripciones oficiales del Perú, dividido por encomiendas, en todo el siglo XVI. Las enconadas guerras civiles que se sucedieron en el país hasta el advenimiento de Felipe II, contribuyeron a dar al primer período de la historia pe- ruana un exacerbado carácter feudal. Dos graves limitaciones se impusieron, sin embargo, al incipiente feudalismo americano, dictadas ambas por es- píritu de la monarquía absoluta, y el temor a vasallos tan remotos y levantiscos: las encomiendas, repartimientos o señoríos de indios se concedieron sin jurisdicción civil ni criminal, y sólo por dos, o cuando más, por tres vidas !. El empeño de los conquistadores peruanos se cifró durante el siglo XVI en conseguir la perpetuidad y la jurisdicción de segunda instancia para sus encomiendas. Lo ofreció so- lemnemente Carlos V; y hacia el año de 1560, creyóse de nuevo, por un momento, haberlo obtenido ?. Fue usual en los documentos peruanos de toda esta centuria, y en muchos de la siguiente, aun en los más im- portantes y cancillerescos, denominar feudatarios a los en- comenderos o vecinos*; y calificar las mercedes territoria- les de feudos y caballerías. De hecho, en los primeros de- cenios posteriores a la Conquista, fue omnímoda la autori- dad de los encomenderos *. Porvitalicia y precaria, podría compararse de algún modo con la que disfrutaron en la Alta Edad Media los magnates francos bajo la dinastía ca- 1 La tercera vida de las encomiendas fue en el Perú concesión de principios del siglo XVII. 2 Para otorgar esta perpetuidad con la jurisdicción aneja, me- diante un donativo o servicio extraordinario en metálico, ofrecido por los encomenderos, envió D. Felipe II al Virrey Conde de Nieva acompañado de los Comisarios D. Diego de Vargas-Carvajal, Briviesca de Muñatones y Ortega de Melgosa.— Incidentes posteriores frustra- ron el plan. 3 En Indias no significaba vecino morador de un lugar, sino encomendero o señor de indios en la jurisdicción de una ciudad de españoles. 4 Cincuenta años después escribía el Virrey Marqués de Mon. tesclaros: «Quisieron ser dueños tan absolutos de las personas y libertad de los naturales, como si fueran de Guinea». 12 JOSÉ DE LA RIVA-AGÚERO rolingia, los alemanes hasta el emperador Conrado II, y los mismos leoneses y castellanos al principio de la Recon- quista. Las insurrecciones de Gonzalo Pizarro y Francis- co Hernández Girón, que estuvieron a punto de separar el Perú de la corona de Castilla, fueron la manifestación de la anarquía señorial de los conquistadores, quienes desobe- decieron abiertamente las ordenanzas del Rey contrarias a sus intereses, y lograron en efecto con las armas la revoca- ción de ellas, aunque a precio de la muerte de los cabecillas. Un montañés conocedor de la historia de su región, particularmente la del siglo XV, no tiene que esforzarse mucho para comprender y sentir el ambiente del Perú en los treinta años que siguieron a la Conquista. Son las mismas encarnizadas guerras entre paisanos y parientes, los mismos sangrientos combates, entre huestes minúscu- las, las mismas feroces venganzas, y hasta suenan a veces los mismos sangrientos combates, entre huestes minúscu- fueron en gran mayoría extremeños y andaluces, no fal- taron representantes de las Montañas de Burgos, los unos naturales directamente de ellas, y los otros por descen- dencia u oriundez más o menos próxima. Quizá una rela- ción de sus nombres y hechos no carezca de curiosidad para los amantes de las tradiciones de esta comarca, ve- nerable solar de Castilla. En la conquista y colonización de Panamá, obligado prólogo de la del Perú, aparece un natural de Bejorís, en el valle de Toranzo, el fraile franciscano Juan González de Quevedo y Villegas, primer obispo del Darién, y ad- versario del tan discutido Gobernador Pedrarias. Entre los más distinguidos capitanes de la conquista peruana, figura Diego de Agiiero y Sandoval, nacido en la villa de Deleitosa, obispado de Plasencia. Esta rama ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 13 hubo de salir de Trasmiera cuando el furor de los bandos de Giles y Negretes y la célebre ruina de la casa de Agiie- ro. Se estableció en las posesiones del Maestrazgo de San- tiago en Extremadura. Usó siempre las legítimas armas de los González de Agiiero; y el padre del conquistador pe- ruano se llamaba D. García, en memoria del último gran banderizo de su linaje.—el que pereció víctima de la ne- fasta cuñada, del rencor de los Alvarados y de la insacia- ble codicia de la casa de Velasco. Diego de Agiiero y Sandoval partió joven de España, el año de 1530, como Capitán de Caballos en la expedi- ción de la conquista del Perú. Estuvo en la campaña de Coaque y Puerto Viejo, en la isla de La Puná y el desem- barco de Túmbez, y en la prisión de Atahualpa en Caja- marca. Cuando la marcha sobre el Cuzco, sirvió en la vanguardia como Alférez General; y al frente de una co- lumna, penetró en el Collao y en las islas del Titijaja. Acompañó a Almagro al reino de Quito, donde realizó proezas, y cooperó a los conciertos con la expedición de su pariente Pedro de Alvarado; fué poco después uno de los principales fundadores de las ciudades de Lima y Tru- jillo; y en la defensa de Lima contra los indios y la si- guiente pacificación de la tierra, se hizo notar como uno de los adalides más valerosos y expertos. Obtuvo como recompensa el valle de Lunahuaná; y por cédula especial de Carlos V (expedida en Valladolid el 7 de Diciembre de 1537), nuevos cuarteles para sus armas, alusivos a las ha- zañas que ejecutó en Quito, los cuales son un puente so- bre aguas azules en campo verde y dos árboles verdes sobre fondo de azur, un tigre rampante con una bandera de azur y gules en campo de oro; y por orla dos piñas y cuatro granates de oro y dos vasos, la mitad de oro y la mitad de plata en campo de gules. Los referidos cuarte- les se llevaron por las dos líneas de los mayorazgos lime- ños de su descendencia, junto con los antiguos de Agiiero 14 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO de las Montañas: el grifo coronado de oro en campo de gules, la Y griega con la estrella, la banda que recuerda la Orden de Alonso XI a que perteneció Pedro de Agiiero el Bueno, y el Ave María que expresa el entronque con los Lasso de la Vega. Diego de Agiiero, amigo ala vez de Pizarro y de Al- magro, procuró en vano apaciguar sus discordias e impe- dir el conflicto de los dos gobernadores; y contrarrestó con tenacidad en los consejos el partido de los violentos, que ya entonces proponían capturar a Almagro a viva fuerza y remitirlo preso a España. Pero comprendida la encomienda de Lunahuaná dentro de los términos indu- dables de la gobernación de Pizarro y recibida de manos de éste, Agiiero prestó a su jefe natural el contingente de su persona, escuderos y caballos; y concurrió, en la des- cubierta pizarrista de Pedro de Valdivia, a las operaciones de la sierra de Huaytará contra el almagrista Orgóñez, a principios de 1538. Tres años después, cuando los parti- darios de Almagro el Mozo asesinaron a Pizarro en Lima, fue Diego de Agiiero el único que desde las casas princi- pales de su morada (situadas en la esquina de las actuales cuadras de Judíos y Bodegones), acudió con sus criados en socorro del Conquistador. Los conjurados lo prendie- ron en mitad de la plaza, saquearon sus viviendas y ca- ballerizas, y estuvieron para matarlo, difiriendo de uno en otro día la ejecución. Al cabo prefirieron llevárselo en rehenes, cuando la retirada de los insurrectos a la Sierra; pero en Jauja logró huir del campo almagrista, en compañía de su deudo Gómez de Alvarado y de Juan de Saavedra e Yllán Suárez de Carvajal. Viniéronse todos a Lima, ape- llidando por el camino la voz del Rey”. Se unieron con 5 La biografía de Diego de Agiiero y Sandoval en el Diccionario Histórico-Biográfico de Mendiburu, contiene innumerables errores. Me guío en esto por dos informaciones manuscritas de servicios, una de 1539 y otra de 1573, que poseo en extracto, y por los mejores cronictas contemporáneos. ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 15 el nuevo Gobernador Vaca de Castro; y cupo a Diego de Agiiero intervención decisiva en la batalla de Chupas, rom- piendo el escuadrón almagrista y derribando el estandarte rebelde. Es muy probable que en seguida regresara por algunos meses a España; y que de allí volviera en compa- ñía del Virrey Núñez Vela y los primeros Oidores, encar- gados de ejecutar las rigurosas ordenanzas de Carlos V. En todo caso, se les anticipó en el viaje desde Panamá a Lima; y en conformidad con su templado y razonable carácter, influyó, como Regidor, en que el Cabildo limeño recibiera al áspero Virrey; .se hizo nombrar delegado para cumpli- mentarlo en Nueva Trujillo; y se afanó en que le sufrieran y disimularan impertinencias y bravatas. Mas todo fué tra- bajo perdido con la índole obstinada y casi vesánica del Virrey. Empeñado en no conceder la suplicación y suspen- sión de las ordenanzas, que desposeían de sus señoríos a los más de los conquistadores, se concitó Núñez Vela a sa- biendas la tremenda sublevación en que al fin perdió la vida. Rabioso con el alzamiento de Gonzalo Pizarro, el cual bajaba ya del Cuzco pujante, y con la defección de las tro- pas que le oponía, salió completamente de juicio; prendió sin causa al antiguo Gobernador Vaca de Castro; cometió un verdadero crimen asesinando, en uno de sus arranques frenéticos, al leal anciano Yllén Suárez de Carvajal; y pro- puso a la Audiencia despropósitos como despoblar la ciu- dad de Lima y llevarse en los navíos a todos los vecinos y moradores, con sus mujeres, criados y esclavos, hasta Trujillo o Túmbez. La mayoría de los Oidores se decidió a atajarlo; y requirió contra él auxilio de los capitanes, en- comenderos y gente de armas. Diego de Agiiero fué uno de los más reacios en plegarse a este movimiento, que se llamó de la Liga. Su resolución acabó de determinar a los indecisos; y el 18 de septiembre de 1544 fué encarcelado el Virrey, tras insignificante refriega. En un trance del tu- multo, Agiiero le salvó la vida. Lleváronlo a poco al Ca- 16 JOSÉ DE LA RIVA-AGUÚERO llao, siempre bajo la especial custodia de Diego de Agiiero, para intentar la rendición de la escuadra. En estas agita- ciones, Agiiero, que estaba enfermo, se agravó y falleció el 26 de Octubre de aquel año. Tales andarían las cosas que el Virrey, prisionero a la sazón en uno de los islotes del Callao, se afligió y desconsoló muchísimo con la no- ticia de haber muerto quien fué tánta parte para derrocar- lo, por entender que era el más humano y moderado de sus contrarios, y que por él hubiera podido encaminarse la situación a mejores términos. Del matrimonio con D? Luisa de Garay, hija del Ade- lantado D. Francisco de Garay, célebre conquistador en Nueva España y Cartagena de Indias, dejó Diego de Agiie- ro por único sucesor a un hijo, Diego, que quedó de dos años, y al cual en el Perú llamaron Agiiero el Mozo. He- redero del repartimiento y de los cuantiosos bienes pro- pios de su padre, que fué sin duda uno de los más ricos conquistadores de Lima, Diego de Agiiero y Garay, huér- fano también de madre, creció bajo la tutoría del Capitán Jerónimo de Silva. Durante su minoridad, fueron enviados en su nombre y costeados por su hacienda jinetes y solda- dos de a pie para las tropas reales contra las rebeliones de Gonzalo Pizarro y Hernández Girón; y cuando esta últi- ma, acompañó Diego de Agiiero a su tutor, que mandaba uno de los navíos armados en el Callao por la Audiencia. No le faltaron, ya hombre, encuentros y diferencias con las autoridades, principalmente con el Gobernador D. Lope García de Castro y con el Virrey Conde del Villar, que lo acusaron de demasías y de discursos sediciosos so- bre la perpetuidad de las encomiendas. Sin embargo, se le confiaron empleos como el corregimiento de la ciudad de Huánuco (1579 a 81) y de otras provincias; la primera familiatura y el Alguacilazgo Mayor del Santo Oficio; el mando de una de las compañías de infantes creadas por el Virrey Enríquez; la alcaldía de la Santa Hermandad ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 17 (1597); y la vara de Regidor Decano, y en siete ocasiones la alcaldía interina del Cabildo de Lima. Sus desazones públicas y privadas, que fueron muchas y dieron larga materia a la murmuración limeña, le provinieron de su extremada avaricia, que lo hacía dolerse de pobreza cuan- do más opulento se hallaba, y de su increíble altivez. El exaltado orgullo linajudo y la manía litigiosa que lo aque- jaba, rasgos de evidente atavismo montañés, lo sumieron en un inextricable dédalo de procesos. Casó con D: Bea- triz de Rivera y Bravo de Lagunas, hija del conquistador Nicolás de Ribera el Mozo, Encomendero de Maranga, Can- ta y Végueta en Huaura y de D: Inés Bravo de Lagu- nas y Peralta, nacida ésta en la isla de Santo Domingo, de familia extremeña, pero oriunda de San Vicente de la Bar- quera. Tuvo D. Diego en su matrimonio ocho hijos. Los menores fueron frailes de las religiones de Santo Domin- go y de la Merced; y uno de ellos, Fray Nicolás de Agiiero, sujeto de altas prendas, que estudió en Córdoba de Anda- lucía, Prior y Provincial de la Orden de Predicadores en el Perú, y grande amigo del poeta Fray Diego de Hojeda. El primogénito, José, fué instituido por su padre mayoraz- go en el vínculo fundado con expresa autorización real de 21 de Febrero de 1575. ¿Años después, se casó con una dama de familia burgalesa, hidalga y muy bien colocada, pero cuya sangre se le antojó a D. Diego intolerablemen- te desigual a la del ricohombre del Salado. Desheredó en consecuencia al primogénito y su línea, y substituyó en el mayorazgo al segundogénito Félix, al cual casó para este efecto, no contando todavía sino catorce años, con D: Je- rónima de Santillán y Suárez de Figueroa, hija legítima del Maestre de Campo Juan de Barros o Barrios, Enco- mendero de Hanan Yca y Alcalde de Lima, y nieta del capitán gallego del mismo nombre (del tronco de los se- ñores de Tórtores en Túy, veterano en Italia y Alemania, y famoso en las conquistas del Perú y Chile) y del Oidor 18 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO Hernando de Santillán, Presidente de la Audiencia de Qui- to, cuya mujer, D* Ana Dávila y Beamonte, era parien- ta de los Agiieros de Extremadura, por el enlace con los Sandoval. Desheredó igualmente D. Diego a su hija lla- mada D: Beatriz Bravo de Lagunas, porque contrajo ma- trimonio con un caballero sevillano cuya prosapia no le satisfizo. No tardó mucho en pleitear con D, Félix sobre pensión de alimentos, y en intentar revocarle también el mayorazgo. El Consejo de Indias le denegó esta pretensión. Condolido entonces de la pobreza de José, y reconciliado con él por sus buenos servicios militares, le constituyó un segundo mayorazgo, de mediana cuantía, quedando el grueso para Félix. Hubo así en la descendencia de D. Die- ge dos vínculos, ambos con la obligación de llevar el apellido y las armas de Agiiero. De José procedieron en Lima los Ochoas de Amézaga, Carrillos de Córdova y Os- mas; de Félix, las ramas peruanas de Ortiz de Zárate, Sa- lazar-González de Castejón y Sancho-Dávila. Antepasado común de estas últimas ramas, nieto de Félix de Agiiero y Bravo de Lagunas y tercer nieto del conquistador, fué el mayorazgo limeño D. José Félix de Agiiero y Zárate, Barros, Santillán, Solier, Ribera y Verdugo, citado por el Pariente Mayor de la Casa, D. Pedro González de Agiiero, en el Memorial Histórico-Jurídico, folio 6. Dicho D. José Félix de Agiero y Zárate murió en Lima el 1% de Septiem- bre de 1669. Me he dilatado algo por mencionar los más ruidosos y prolijos pleitos limeños del siglo XVI. Continuaré enu- merando a los conquistadores que mediata o inmediata- mente eran originarios de esta provincia. Deudos de los Agiieros fueron los principales Alva- rados que militaron en el Perú y Méjico“. En efecto, uno 6 Debo los siguientes datos sobre la ascendencia de los Alvarados y otros linajes de Santander que tuvieron vástagos en el Perú, a mi que- rido amigo el infatigable investigador D. Mateo Escagedo Salmón, peri- tísimo en la historia montañesa. ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 19 de aquellos Sánchez de Alvarado, que según refiere la crónica de Lope García de Salazar, consumaron la caída de la casa de Agiiero (año de 1434), aliándose con la mes- nada de Fernández de Velasco y degollando en Secadura a D. García, era cuñado de éste, pues se había casado con la hija de Pedro de Agiiero el Banderizo,—el héroe de Alcalá de los Gazules, decapitado en Valladolid por orden de la Reina D* Catalina, como partidario del Infante de Antequera. Un hijo de este matrimonio, amayorazgado en los pocos bienes y pueblos que se salvaron de los Velas- cos, perpetuó, como Pariente Mayor, en la región trasme- rana el apellido de Agiiero, anteponiéndolo al paterno de Alvarado, y vinculó más aún los dos linajes enemigos, casándose con su prima D: Beatriz de Alvarado, hija de Garci Sánchez de Alvarado, Señor de Secadura. Otro de aquellos hijos, Juan de Alvarado y Agiiero, se estableció en Extremadura, y fué en la Orden de Santiago Comen- dador de Hornachuelos y Alcaide de Alburquerque. De su matrimonio con D: Catalina Mesía y Sandoval nació D. Gómez Alvarado y Mesía, padre legítimo de D. Pedro de Alvarado y Contreras, el Adelantado, compañero de Hernán Cortés y Fundador de la ciudad de Guatemala, que intentó disputarle a Pizarro el dominio de Quito. Con el Adelantado D. Pedro vinieron al Perú sus herma- nos D. Gómez y D. Diego, que tánto intervinieron des- pués en las guerras civiles; y su primo, el posterior Ma- riscal D. Alonso”. Dicho D. Alonso de Alvarado, Montoya, González de Zevallos y Miranda, personaje de gran cuenta en el Perú, era de la rama principal de los Alvarados, que permanecie- ron en la Montaña; nació en Secadura, señorío de su pa- 7 Mendiburu, muy confuso y deficiente en las biografías y genea- logías de los conquistadores peruanos, niega el parentesco entre el Ade- lantado y el Mariscal, que fué siempre tan probable y que hoy aparece comprobado. 20 JOSÉ DE LA RIVA-AGÚERO dre, el Comendador D. Garci López de Alvarado el Bue- no; y poseyó él mismo en heredamiento las villas de Talamanca y Villamor. Pizarro en 1535 le confió la con- quista de las vastas regiones boscosas de Chachapoyas y Moyobamba. Llevó consigo, entre sus tenientes y auxilia- res, a su hermano Hernando de Alvarado y a otro D. Gó- mez de Alvarado, distinto del hermano de D. Pedro y conocido por El Mozo, del cual no se sabe si era extreme- ño o trasmerano. La expedición fué fácil en algunos pun- tos: los naturales se sometieron, tras leve resistencia, y las mujeres recibían a los castellanos con grandes danzas, de- positando en el centro del corro sus joyas e ídolos de me- tales preciosos, como obsequio y tributo para los nuevos amos. Pero más al interior los combates se hicieron obsti- nados; hubo que pasar en balsas caudalosos ríos bajo nu- bes de flechas; y los destacamentos españoles con los in- dios amigos estuvieron en riesgo de perecer abrasados por el incendio de los pajonales y espesuras. Esta conquista del montañés Alvarado fué en conjunto una de las menos inhumanas, porque su jefe acertó a mantener siempre es- tricta disciplina, mérito raro en campañas de América. Entre frondosas arboledas y junto a edificios incaicos, se ocupaba en fundar la ciudad de San Juan de Chacha- poyas, cuando le llegó la noticia de la sublevación de Man- co, y acudió en socorro de la asediada Lima. Después de ahuyentar a los asaltantes, recibió el encargo de auxiliar el Cuzco, apretado por los ejércitos del Inca. Lenta fué la marcha: todo el país estaba alzado y los indios defendían los pasos y desfiladeros de la Sierra. Seis meses permane- ció D. Alonso detenido en la cuenca del río Mantaro o Nueva Guadiana. Al entrar en el valle de Andahuaylas, supo que había concluído el cerco del Cuzco; pero que Almagro, de vuelta de Chile, se había apoderado de la ca- pital indígena y tenía presos a los hermanos de Pizarro. Los mensajeros almagristas, que eran, entre otros, los dos ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 1 Alvarado y Contreras, sedujeron a las tropas pizerristas, las cuales, en el primer encuentro formal, abandonaron a D. Alonso. Amenazado de muerte, preso y procesado, logró evadirse del Cuzco y venir a Lima, no sin combatir por los caminos con la indiada hostil, que en Huarochirí estuvo a punto de despeñarlo. Comandando la caballería, emprendió las operaciones contra Almagro, a las órdenes de Hernando Pizarro, al cual por desavenencias en la di- 1ección en la campaña, retó a duelo poco antes de la ba- talla de las Salinas. Contribuyó en ella mucho a la victoria; prendió a Almagro el Viejo, y le salvó al pronto la vida del furor de los vencedores; fué el comisionado para en- tregar a Almagro el Mozo en manos de Francisco Pizarro; y se empeñó en disuadir a éste de la suprema venganza contra su antiguo socio. De regreso en su gobernación de Chachapoyas, exploró la vecina comarca de Moyobamba; atravesó el gran río Huallaga; aquietó las agitaciones de los naturales y los tumultos de los soldados; y se disponía a penetrar en las mayores selvas amazónicas, cuando tuvo que salir otra vez, por el asesinato de D. Francisco Piza- rro y la segunda guerra almagrista. En Huaylas esperó con su gente al Gobernador Vaca de Castro. La hueste de Alvarado, a falta de hierro, traía lanzas y coseletes de plata. Así en el campo leal como en el insurgente, se multipli- caron las rivalidades y disensiones; y D. Alonso de Alva- rado, altanero y díscolo, tuvo dos carteles de desafío: uno con Per Alvarez Holguín y otro con el extremeño D. Gó- mez de Alvarado, el hermano de D. Pedro y conquis- tador de Huánuco. La interposición personal de Vaca de Castro impidió estos combates singulares, en los días que precedieron a la batalla de Chupas. Mandó en ella D. Alon- so el ala derecha realista. Después del ajusticiamiento de Almagro el Mozo, se fué a España, y lo redujeron a prisión por uno de sus desafíos y por muy afecto al par- tido de los Pizarros. Ya se había sublevado Gonzalo. Su 22 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO hermano Hernando de Alvarado, que se quedó en el Perú, había dejado el servicio del Virrey Núñez Vela y seguía las banderas rebeldes, bajo las cuales más tarde le tocó muerte desastrada. D. Alonso en la Corte logró justificar- se plenamente por lo que le correspondía; y libre de la prisión, se casó en 1546 con una ilustre dama, también de alcurnia montañesa, D* Ana de Velasco y Avendaño, hija de Martín Ruiz de Avendaño y Gamboa, Señor de Ola- zo y Villarreal de Alava, y de D* Isabel de Velasco; mie- ta legítima por consiguiente del Condestable D. Pedro Bernardino Fernández de Velasco, Duque de Frías y Con- de de Haro. Las capitulaciones matrimoniales se celebra- ron en Vitoria, el 23 de marzo de 1546; el novio las firmó en Burgos, el 25 del mismo; y la abuela de la novia, Du- quesa de Frías, concurrió a ellas, aportando dote. Convencido el Gobierno de Carlos V de la imposi- bilidad de vencer abiertamente por las armas la insurrec- ción del Perú, el pacificador D. Pedro de la Gasca, a quien despachaban inerme, solicitó y obtuvo la compañía de al- gunas personas muy calificadas, que con su experiencia y consejos lo ayudaran a sosegar el lejano Virreinato. El Em- perador, desde Venló en Flandes (16 de febrero de 1546), escribió en particular a D. Alonso de Alvarado, ordenán- dole el viaje, y para más honrarlo, le concedió el hábito de Santiago*, y el título de Mariscal del Perú, con que fué conocido desde entonces. Al lado de Gasca, se atrajo y ganó a los rebeldes de Tierrafirme; como Maestre de Cam- po, organizó el ejército; y como principal consejero, auto- rizó las sentencias capitales en la jornada de Jaquijahua- na. Concluída esta guerra, se hallaba con su mujer en la ciudad de la Nueva Trujillo, de paso para la Gobernación de Chachapoyas, cuando le ocurrió un grave lance con la 8 Se cruzó en 1545. (Apunte proporcionado por don Mateo Esca- gedo, de sus extractos de los expedientes de órdenes militares). ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 23 justicia. Y fué que estando D* Ana de Velasco en la Igle- sia Mayor, la viuda del antiguo conquistador Pedro Bar- barán, María de Lezcano, se atrevió a disputarle la almo- hada. Despertó en D* Ana la furiosa sangre de los Velascos; y de acuerdo con su marido, le mandó dar a la Lezcano una cuchillada en el rostro y le hizo otras afren- tas. Probada la culpabilidad del Mariscal, el juez comisio- nado, cediendo al indignado clamor de los trujillanos, lo condenó a muerte. D. Alonso con su mujer se vino a Lima; allí se le dió libertad bajo fianza, y no lo condena- ron sino a multa de mil pesos y destierro de Trujillo y Li- ma por un año. Cumplió el confinamiento con excepcio- nal honor; pues lo enviaron de Corregidor al Cuzco, para deshacer los motines que ya hervían en tan revoltosa me- trópoli. Por más de dos años la gobernó, y ejecutó grandes castigos en los sediciosos y alborotadores. Varias conju- raciones se tramaron para asesinarlo. Del Cuzco pasó co- mo corregidor a La Paz de Chuquiabo, e inmediatamente de Gobernador y Capitán general a las Charcas, para es- carmentar y extirpar en Potosí y Chuquisaca los restos de la rebelión que acaudilló el hijo del Conde de la Gomera. Estaba dedicado a esta obra de represión implacable, cuan- do estalló en el Cuzco el levantamiento de Francisco Her- nández Girón (1553). La Audiencia Gobernadora, por muerte del Virrey D. Antonio de Mendoza, había supri- mido el servicio personal de los indios; y los conquistado- res protestaban, confederándose y alzándose armados, co- mo nueve años antes. El Mariscal, que era en el Perú el más fiel y severo de los servidores del Rey, se puso al frente de mil españoles y siete mil indios auxiliares, y fué a estrellarse contra los insurrectos en Chuquinca. Girón se parapetó en un fuerte incaico, y deshizo a los realistas que bajaban una ladera (domingo 20 de mayo de 1554). Allí murieron, entre muchos capitanes, Gómez de Alva- rado el Mozo y Diego de Alvarado el Mestizo, hijo natural 24 JosÉ DE LA RIVA-ACUERO del Adelantado D. Pedro. El Mariscal D. Alonso, herido y solo, tuvo que huir a Lima. Desde entonces no volvió a conocer día alegre. Enfermo de incurable melancolía falleció en 1556. Su hijo mayor, D. Juan de Alvarado y Velasco, naci- do en Chuquisaca, murió también en el Alto Perú, hacia el último tercio del siglo XVI, sin sucesión legítima. El se- gundo, D. García de Alvarado y Velasco, que fue en España el primer Conde de Villamor, casó con su prima D: Mariana de Velasco, hermana del primer Conde de Salazar y del primer Marqués de Belveder (el Virrey de Méjico, padre del Virrey del Perú, Marqués de Salinas). Pa- rece que además dejó el Mariscal un hijo bastardo en Charcas; y dos hijas suyas mestizas entraron monjas en las Canonesas de la Encarnación de Lima. García y Hernando de Alvarado, conquistadores del Perú, que luego pasaron a Chile, eran de Colindres y La- redo. Otros varios Alvarados aparecen en la Conquista pe- ruana: mas no constan sus solares y parentescos.—Consta, sí, que era montañés el Capitán Gonzalo Díaz de Pineda, uno de los del rescate de Atahualpa, el primer descubri- dor de Quijos y Canelos, compañero denodadísimo de Gonzalo Pizarro en aquella expedición; que después, con su suegroel sevillano Pedro de Puelles, el Capitán Jerónimo de Villegas y una compañía de arcabuceros, se separó de la obediencia del Virrey Núñez Vela, y en la retirada con- tra el mismo, pereció de hambre por los desiertos de Piura, en unión de Hernando de Alvarado, el hermano del Ma- riscal, El conquistador Gonzalo de los Ríos mació en Na- veda (Campóo de Suso) y pertenecía a la noble casa de ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 25 Proaño *.—Montañés, como ya su apellido lo indica, era Juan de la Riva-Martín ', Alguacil Mayor en el ejército del Mariscal don Alonso de Alvarado contra Girón. Concurrió a la pacificación de Chile y a las jornadas de Arauco con D. García Hurtado de Mendoza.— Entre los soldados que prendieron a Atahualpa figuran un Escalante, un Mena, un Villegas, dos de la Hoz, varios Herreras y un Cornejo (el capitán Miguel Cornejo el Bueno). El paje de D. Fran- cisco Pizarro, que murió en Lima a su lado, defendiéndolo de los conjurados almagristas, se llamaba Alonso de Es- candón. Quizá fueron originarios de Trasmiera los capita- nes Francisco y Martín de Ampuero, regidores del primi- tivo Cabildo Limeño: y el licenciado Antonio de la Gama, principal encomendero y Justicia mayor del Cuzco, y Lu- garteniente en Lima por Vaca de Castro. Parece también haber procedido de la Montaña el Licenciado Francisco Hernández de Liébana. Lejana oriundez montañesa tenían el tornadizo licen- ciado toledano Rodrigo Niño que tántas veces varió de bando y fué Capitán en dos guerras civiles, Encomendero del Cercado y en tres ocasiones Alcalde de Lima, hijo ma- yorazgo de un regidor de Toledo, cuyo solar se balla en el valle de Buelna "—; el conquistador y Corregidor del Cuzco, Sebastián Garci Lasso de la Vega Vargas, Enco- mendero de Tapacari y Cotanera, natural de Badajoz, des- cendiente legítimo de D: Elvira Lasso, Señora de Feria, y de D* Leonor de la Vega, y padre del clásico historia- 9 El otro conquistador Diego de los Ríos, Encomendero del Cuzco, era del linaje de su nombre en Córdoba. 10 Era natural del valle de Tobalina que entonces pertenecía a las montañas de Burgos. 11 Rodrigo Niño, hermano de Pero Niño, el Conde de Buelna, e hijo de Juan Niño y de Inés Lasso de la Vega, Señores de Buelna, casó en Toledo con D* Sancha Díaz y fué tronco de este apellido en Toledo (Escagedo).—De aquí procedía igualmente, por Niño de Va- lenzuela, D* Elvira Dávalos, mujer del conquistador peruano Ribera el Viejo. 26 JOSÉ DE LA RIVA-ACUERO dor peruano, el Inca Garci Lasso de la Vega;—y el capitán leonés Juan Mogrovejo de Quiñones, regidor perpetuo y segundo alcalde ordinario de Lima, que traía su origen y primer apellido de la torre de Mogrovejo, cerca del Deva, entre Potes y los Picos de Europa, y que en 1536 pereció en las alturas de Paucaray, camino de Lima al Cuzco, con todo su escuadrón de jinetes, a manos de los indios su- blevados. Por el año 1570 se inicia un nuevo período, muy bien caracterizado en la historia peruana. D. Francisco de Toledo, verdadero representante de Felipe II en bien y en mal, abrió la era del despotismo administrativo y de la genuina monarquía absoluta. Extinguiéronse las últimas chispas de la anarquía feudal en los conquistadores; pere- cieron en crueles suplicios los últimos representantes y defensores de la legitimidad incaica; los indios quedaron por completo pacificados; los encomenderos, desengaña- dos de sus pretensiones sobre la perpetuidad y jurisdic- ción de los repartimientos; y toda la tierra del Perú, bien obediente y sujeta, recibió en silencio previsoras leyes y minuciosas ordenanzas. Aparecieron las primeras mani- festaciones de cultura; y la Universidad de Lima, secula- rizada y exenta de la orden de Santo Domingo, principió e desarrollar vida propia y ejercer influencia social. 12 Fué vallisoletano, pero hubo de tener ascendencia en estos va- lles el Licenciado Juan de Matienzo, O'dor de Lima y de Charcas, que escribió un libro sobre El Gobierno del Perú, y diversos opúsculos, y al cual puede considerarse como el principal consultor del Virrey Toledo e inspirador de muchas de sus Ordenanzas. ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 27 Junto al Virrey Toledo, como su secretario y colabora- dor de la más íntima confianza, en quien descargaba el peso de la administración cotidiana, figura un montañés de esclarecida cuna, el capitán Alvar Ruiz de Navamuel y de los Ríos, natural de Campóo de Suso, hijo de Francisco Santiago Rodríguez de los Ríos, del conocido linaje de Na- veda (que contó en la Conquista, según vimos, con un deudo del mismo solar), y de D* Inés García de Navamuel, de Valderredible (Partido Judicial de Reinosa). Desempeñó la Secretaría de Cámara de la Audiencia y la General del Virreinato en los sucesivos períodos de D. Lope García de Castro, D. Francisco de Toledo, D. Mar- tín Enríquez, el Conde de Villar-Don-Pardo, D. García Marqués de Cañete y D. Luis de Velasco, o sea por muy cerca de cuarenta años continuos. Fué casado con la viz- caína D: Angela Ortiz de Arbildo y Berris, natural de la anteiglesia de Berris. Los documentos contemporáneos lo describen como «hidalgo de gran calidad, de mucha capa- cidad y experiencia, fidelísimo y legalísimo». Murió ancia- no en Lima, el 27 de Junio de 1613. Once años antes había fundado, en unión de su esposa D* Angela, el ma- yorazgo de los Ríos sobre tierras próximas a Lima y Lu- 1ín, en favor de su primogénito D. Juan de los Ríos Na- vamuel y Arbildo. Este mayorazgo limeño de los Ríos, que produjo enrevesadísimos pleitos, conservó la varonía y el apellido hasta fines del siglo XVII. Se incorporó entonces en la familia de Mendoza Ladrón de Guevara, por el ma- trimonio de la heredera D? Andrea de los Ríos y Miranda cen D. Joaquín de Mendoza Fernández Maldonado. Alvar Ruiz de Navamuel trajo consigo al Perú a su hermano el capitán Francisco Ruiz de Navamuel y de los Ríos, uno de los que capturaron al último Inca Túpaj Amaru. Obtuvo la Encomienda de Characato y el Corre- gimiento de Canas y Canchis; y casó en Lima el año de 1578 con D: Juana de Aliaga, única hija y heredera del 28 JOSÉ DE LA RIVA-AGÚERO conquistador Jerónimo de Aliaga. El hijo mayor de este matrimonio, que por cláusula del mayorazgo de su abuelo materno hubo de llamarse Jerónimo de Aliaga y Nava- muel, casó con su prima hermana D? Inés de Navamuel y Arbildo, hija del Secretario D. Alvaro; y de este doble tronco montañés procedió así mucha parte de la nobleza colonial del Perú. Originarios de Sámano fueron los Marroquín de Monte- hermoso, que tuvieron representantes en Lima a fines del siglo XVI, pues el tercer Correo Mayor del Perú, el extre- meño D. Diego de Carvajal, señor de las Villas del Puerto y Valfondo, junto a Trujillo de España, y vecino de Lima, fué casado con D? Beatriz Marroquín de Montehermoso (hija de Sancho Ortiz Marroquín de Montehermoso y de D: María de Céspedes). Hijo de este D. Diego Carvajal Dávila y Vargas, fué el Capitán D. Luis de Carvajal y Marroquín, que fué al- calde de Lima en 1636 y 1646. Hermano mayor de este D. Luis fué el cuarto Correo-Mayor de Indias D. Diego de Vargas-Carvajal y Marroquín, Corregidor de Pisco, Ca- ñete y Santa. * No estará demás rememorar aquí la oriundez lebanie- ga de Santo Toribio de Mogrovejo (ya indicada al hablar de su tío el conquistador Juan de Mogrovejo). El gran Ar- zobispo, incansable apóstol de los indios y alma de los más importantes concilios limenses, realizó, poco después que el Virrey Toledo, una obra de organización que en lo ecle- siástico y canónico equivale a la de aquél en lo civil y político 3. PC 13 El anterior arzobispo de Lima, D. Diego Gómez de Lamadrid, electo en 1577, que por enfermo no pudo tomar posesión de su Sede americana, y pasó de obispo a Badajoz en 1578, nació en la villa de Potes (noticia de mi amigo D. Fernando Barreda), probablemente hacia ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 29 A esta época de santos y de administradores, de mis- ticismo y funcionarismo, corresponde un alto y devoto empleado montañés, antecesor común de muy dilatados y notorios linajes peruanos: D. Gonzalo Pérez de la Maza, primer Contador Mayor del Tribunal de Cruzada en Lima, y padrino y protector de Santa Rosa. Era D. Gonzalo na- tural y Señor de Ogarrio, en el valle de Ruesga; hijo de D. Gonzalo Pérez de la Maza y Peruco, Señor de la Casa y Solar de Ogarrio, y de D: Catalina Sánchez de la Her- mosa. Indicado por sus paisanos los arquitectos de Tras- miera, fué Contador de la fábrica del Escorial; y después Ordenador en la Contaduría Mayor de Castilla. Dejó en Ogarrio a su hermana D* Juana de la Maza y Hermosa, que no tuvo sucesión, a cargo de sus bienes paternos, consistentes en «casas y solares, y heredades de pancoger y frutales» '*. Casó con la madrileña D: María de Usáte- gui y Ribera 5. En 1601 pasó al Perú; y en 1604 fundaba la Contaduría Mayor de Cruzada en Lima, que vinculó en su familia por juro de heredad. Alcanzó gran realce y va- limiento en la sociedad limeña. Su casa, a cuyo amparo vivió y murió Santa Rosa, es hoy monasterio de las mon- jas de dicha virgen, patrona de la ciudad. Falleció D. Gon- zalo de la Maza en Lima,el 1? de Octubre de 1628. De sus hijos el varón, Juan, fué padre del fundador del convento del Carmen en Huamanga; y del célebre orador jesuíta Francisco de la Maza, consultor predilecto del Virrey Mar- 1529. Es un error de la compilación de Río Sáinz (Efemérides de San- tander, t* 1 pág. 390), suponer que murió en Lima.—Un D. Juan de Bustamante fué electo obispo de Trujillo en 1693 y el sevillano D. An- drés García de Zurita, sucesivamente obispo de Huamanga y Trujillo en el siglo XVII, fué hijo de una Pérez de Zurita. El primer inquisidor del Perú, nombrado el año de 1569, se llamó el Licenciado Andrés de Bustamante. No llegó a Lima: murió en el viaje, el mismo año, en la ciudad de Panamá. 14 Testamento de D. Gonzalo de la Maza, en Lima, 12 de Sep- tiembre de 1628, ante Juan Tamayo. 15 Véase Luis Varela y Orbegoso, Apuntes para la Historia de la Sociedad Colonial (Lima, 1905), volumen II, pág. 95. 30 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO qués de Castellar, catedrático muy distinguido en los co- legios peruanos de la Compañía e insigne benefactor de ella. De las dos hijas, la mayor, D* Micaela de la Maza y Usátegui, mujer de D. Andrés de Zabala y Urquizu, fué origen de las familias peruanas de Zabala, Santiago-Con- cha, Avella-Fuertes y Rábago, y la menor, D* Andrea de la Maza y Usátegui casó con otro hidalgo montañés, el Capitán D. Alonso Bravo, que en 1622 vino al Perú con el Virrey Marqués de Guadalcázar. De este matrimonio procedió la larga descendencia de los Bravos de la Maza, oriundos de la comarca de Santander por ambas líneas, y en el Virreinato Peruano Encomenderos y Caballeros de órdenes militares, cuyas diversas ramas femeninas pose- yeron más tarde, entre otros, los títulos de Marqués de Casa-Montejo, de Celada de la Fuente, Conde del Portillo, de San Juan de Lurigancho, etc.— El Capitán Pedro de la Maza Sevil, nacido en Bárcena de Trasmiera y sobrino del Contador D. Gonzalo, residía en Huamanga a mediados del siglo XVII. La otra familia limeña Bravo (de Lagunas, Ribera, Va- lenzuela y Peralta), distinta de los de la Maza, es aquella que mencionamos al tratar de los Agiieros. Representaba la descendencia masculina y el mayorazgo del conquista- dor Nicolás de Ribera el Mozo, cuya mujer, D* Inés Bravo de Lagunas, fundó el vínculo en 1562, con la obligación de preferir su propio apellido. Inmediatamente originaria de Llerena en Extremadura, tenía (como ya atrás lo apun- tamos) su primitivo solar en San Vicente de la Barquera. A ella perteneció D. Antonio Bravo de Lagunas y Galindo, el alcalde ordinario asesinado en la Plaza Mayor de Lima (Octubre de 1659), cuando las fiestas por el nacimiento del Príncipe Felipe Próspero. La casa de Ribera y Dávalos (cuya línea primogénita luego hemos de ver cómo recayó en montañeses), nume- rosa estirpe del conquistador andaluz Nicolás de Ribera el ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 31 Viejo, progenitor de casi toda la aristocracia peruana, se enlazó, desde la tercera generación, con los Hoznayos, por el matrimonio de D* María de Ribera y Alconchel con el Corregidor de Arequipa y Gobernador de Chucuito D. Bar- tolomé de Hoznayo y Velasco, natural de Guadalajara, pero cuyos apellidos acreditan bastantemente su ascen- dencia trasmerana.— Los Larrea Zurbano, que tuvieron importancia en Arequipa y el Cuzco, eran nacidos en Cas- tro -Urdiales.— Los Bustamantes de Quijas, en el valle de Reocín, tuvieron por esta época en Lima a Pedro de Bus- tamante, que casó con la hija del conquistador Barreto, y fue padre de Alonso de Bustamante, Alcalde de Lima y Depositario General, marido de D: Catalina de la Cueva, Cabeza de Vaca y Estupiñán de Figueroa, biznieta de Ni- colás de Ribera el Viejo. De ellos se derivaron en el Cuzco los Toledo Iturrizaga y Bustamante, que fueron Encomen- deros. Otro Bustamante de la Montaña hubo en el Cuzco, D. Toribio, acaudalado fundador y patrono de la Recoleta Franciscana, — El limeño D. Fernando de Villegas y Ville- gas, Caballero de Santiago, era hijo legítimo del Capitán Diego de Villegas, Señor de la casa de su nombre en En- trambasmestas de Toranzo; y los apellidos de sus abuelos eran Castañeda y Bustamante. D. Diego fue en el Perú Comisario General de Infantería y Gobernador de Castro- virreyna. Procedía de la casa de Villegas en Villasevil y fué el fundador de la misma en Entrambasmestas. A fines del siglo XVI y principios del XVII hubo en el Perú un relativo florecimiento literario. Magistralmente lo ha descrito D. Marcelino Menéndez y Pelayo. A los ver- sos cortos de los conquistadores y las coplas de arte ma- yor, por el estilo de Juan de Mena, sucedieron los poemas italianizados, a través de la escuela sevillana. El mejor fué la Cristiada del dominicano Fray Diego de Hojeda, naci- do en Sevilla, pero residente en el Perú desde su adoles- cencia, Pedro de Oña, que nació accidentalmente en Chile, 32 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO pero que se educó, vivió y escribió en Lima, imitaba en su Arauco Domado a Ercilla. El ecijano Diego Dávalos y Fi- gueroa, muy ameno y elegante prosista, intercalaba en los coloquios de su Miscelánea Austral un elogio de la lengua toscana para los versos y el fragmento poético de una traducción de Las Lágrimas de San Pedro de Tansillo. El sevillano Diego Mejía de Fernangil traducía gallarda- mente las Heroidas de Ovidio; y componía loas y églogas sacramentales, y largas epístolas en tercetos de genuína factura bética. El clérigo Miguel Cabello Balboa, natural de Archidona, producía en prosa otra recreativa Miscelá- nea Antártica, con relatos históricos muy útiles, aunque algo anovelados; y para sus obras poéticas parece que se inspiraba en temas indígenas y de la Conquista, como en la Comedia del Cuzco, en la Entrada de los Mojos y la Vul- cánea, o en asuntos de los ciclos caballerescos europeos, como en Vasquirana. Diego de Aguilar y Córdova, muy encarecido por Cervantes, Corregidor de Huánuco y de Huamanga, escribió el poema de El Marañón y el libro de diálogos en prosa La Soledad Entretenida. D. Juan de Mi- ramontes en sus Armas Antárticas siguió las huellas del Ariosto y de Ercilla; y en los episodios de las fiestas de Rampo y los jardines de Vilcabamba imitó muy de cerca la célebre «Balada de la rosa» de la Jerusalén del Tasso. El antequerano Rodrigo de Carvajal y Robles, Corregidor de Colesuyos, escudero y servidor muy apreciado de las dos líneas de la casa extremeña de Vargas-Carvajal esta- blecidas en el Perú, fué autor de dos poemas épicos, La Conquista de Antequera (muy alabado por Lope de Vega) y La Batalla de Toro, y de la descripción en verso, en quince silvas, de las fiestas limeñas por el nacimiento del Príncipe Baltasar Carlos (1632). Antonio Falcón, principal sostenedor de la Academia Antártica de Lima, compartía sus predilecciones entre el Tasso y el Dante. Dos virreyes que fueron cultísimos versificadores, el Marqués de Mon- ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 33 tesclaros y el Príncipe de Esquilache, contribuyeron con su ejemplo a la difusión de las aficiones literarias. Pulían sonetos los hijos de los primeros conquistadores, como Alonso Picado y Lorenzo Fernández de Heredia; y los más encumbrados caballeros, como los capitanes Fernando Fernández de Córdova y Figueroa D. Pedro de Córdo- va y Guzmán (de la casa de la Algaba), el Correo Mayor D. Diego de Carvajal-Vargas y su primo D. Diego de Var- gas-Carvajal y Ribera, Señor de Valero. A Juan Dávalos de Ribera, mayorazgo de Nicolás de Ribera el Viejo, le di- ce Cervantes en el Canto de Calíope, con la acostumbrada hipérbole: Por prenda rara desta tierra ilustre Claro D. Juan, te nos ha dadoel cielo, De Avalos gloria y de Ribera lustre, Honra del propio y del ajeno suelo... ...Muestra serán tus obras y modelo, De cuanto puede dar Naturaleza De ingenio claro y singular nobleza. Y del capitán Sancho de Ribera y Bravo de Lagunas, Sargento Mayor de Lima y el Callao, que hizo las campa- fias de Panamá contra los Ingleses y de Chile contra los Araucanos, Encomendero de Canta, Maranga y Végueta, hijo de Nicolás de Ribera el Mozo, pone igualmente Cer- vantes: El que en la dulce patria está contento Las puras aguas de Limar gozando, La famosa ribera, el fresco viento, Con sus divinos versos alegrando, Venga; y veréis por suma deste cuento Su heroico brío y discreción mirando, Que es Sancho de Ribera en toda parte Febo primero y sin segundo Marte *, 16 Hay versos de Sancho de Ribera en los preliminares del libro de Enrique Garcés (1591). Luis de Belmonte Bermúdez, durante su estancia en Lima, compuso un poema épico sobre la conquista y virreyes del Perú; el paradero nos es desconocido. 34 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO Dos poetisas anónimas hubo: la discípula de Diego Mejía de Fernangil, muy versada en las lenguas toscana y portuguesa, y que en robustos tercetos En loor de la Poesía recordó los nombres de todos estos versificadores; y la monja huanuqueña Amarilis, autora de la bella epístola a Lope de Vega, y que pudo llamarse Dt María de Alvarado, si era nieta de D. Gómez de Alvarado y Contreras, como conjetura Menéndez Pelayo, o también D: María de la Serna, o Tello de Sotomayor o Arias Dávila, pues así se apellidaron los capitanes encomenderos y fundadores de Huánuco que en Jauja rindieron a Girón, de los que con piedad familiar habla. En este movimiento poético, no falta el nombre de un montañés: Juan de la Portilla y Agiiero. Consta su naci- miento en las Montañas de Burgos. Era vecino de Potosí. Pertenecía al grupo literario altoperuano o de Charcas, con Diego Mejía de Fernangil, Diego Dávalos y Figueroa, Luis Pérez Angel, el sevillano Duarte Fernández, que era de crigen portugués, y Enrique Garcés, de Oporto, traductor de Camoens y del Petrarca. Parece haber sido Juan de la Portilla, natural de Bejorís en Toranzo. La poetisa anónima, en la introducción al Parnaso Antártico, lo cita con enco- mio. Puede leerse una composición suya en los prelimi- nares del libro Defensa de Damas, en octava rima, de Diego Dávalos y Figueroa, impreso en Lima el año 1603. Otros cuatro poetas de la literatura peruana en este período hubieron de ser oriundos de las Montañas de Bur- gos. Es el primero, el capitán Bernardino de Montoya cuyas canciones se leen al principio de libros limeños, como las Exequias de la Reina D: Margarita en Lima (1613), la Relación de fiestas de la Universidad (1619) y la Concepción de María Purísima de Hipólito de Olivares Butrón (1631). El segundo, el madrileño Dr. Gabriel Gó- mez de Sanabria, oidor de Lima y traductor de Marcial, de quien dice Lope de Vega en el Laurel de Apolo: ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 35 Si fué don Gabriel Gómez de Sanabria Aquel, cuya sonora lira oiste En el prólogo tierno de sus años, Aquel cuya nobleza honró a Cantabria, Aunque la cierta en la virtud consiste, ¿Qué importa que por mares tan extraños Ahora viva Senador de Lima, Para que tú lo olvides, Y él deje de ser tuyo, si le pides Favor en esta empresa, Que ser tu hijo estima, Y las musas profesa Con tal cuidado y tan atenta mano Que habla por él Marcial en castellano? Se conocen de Sanabria los tercetos elegíacos Lágrimas numerosas en la muerte de su hija, D* María de Sanabria y Salas (impresos en Lima, 1633); y una relación manus- crita sobre los alborotos de Potosí y Charcas, de 1620 a 1625, que existe en el Museo Británico. Murió el oidor Sanabria en Lima el 25 de Febrero de 1647.— De los dos últimos poetas peruanos de apellidos montañeses, en esta época, Rodrigo Fernández de Pineda y Pedro de Alvarado, habla Cervantes en el Canto de Calíope: Un Rodrigo Fernández de Pineda, Cuya vena inmortal, cuya excelente, Y rara habilidad, gran parte hereda Del licor sacro de la equina fuente... Pues de tal gloria goza en Occidente. ...De una fértil y preciosa planta De allá traspuesta en el mayor collado, ¿Callaré yo que la fama canta Del ilustre don Pedro de Alvarado? 36 JOSÉ DE LA RIVA-ACUERO En las postrimerías del siglo XVI comenzó en el Perú la arquitectura artística, con la edificación de las grandes iglesias y conventos, y algunas otras obras de ornato. Nada intacto hay de estas construcciones, por los repeti- dos terremotos que arruinaron Lima y las principales ciu- dades del Virreinato Peruano. Recuérdanse los nombres del agustino limeño Fr. Jerónimo de Villegas y el maestro alarife Juan del Corral, como los mejores arquitectos de Lima a principios del siglo XVII. Ellos construyeron el puente actual de piedra sobre el Rímac, con el arco de la- drillo que lo decoraba. La Catedral estrenada en 1604, que sucedió a la humilde parroquia de tiempos de Pizarro y a la edificada por el Arzobispo Loaysa, tuvo como autor al catalán Noguera. De él son igualmente los dibujos de las estatuas de la fachada, la parte antigua de la sillería del coro, y el diseño de la fuente de bronce de la Plaza de Ar- mas, cuyo fundidor se llamó Antonio Rivas. Carlos V envió como obsequio a las mayores iglesias, las primeras imágenes de bulto y pinturas del algún mé- rito que se conocieron en el Perú. En la capilla de La Sola de la Catedral de Lima, existe (si acaso recientemente no ha desaparecido) una tabla arcaica de la Concepción, do- nada por el oidor limeño D. Diego de Orozco, y que afir- man haber venido de España en los primeros años de la Conquista. Ya al concluir el siglo XVI eran muchoslos par- ticulares que poseían regular cantidad de cuadros, llevados de Sevilla. No escasearon envíos directos de Italia o pin- turas ejecutadas en el Perú por maestros italianos. Preci- samente D. Gonzalo de la Maza, el Señor de Ogarrio, las tenía; y uno de sus descendientes, D. Francisco Moreyra, Riglos y Rábago, conserva un buen cuadro de escuela napolitana, que representa a un Cristo atado a la columna y ante el cual solía rezar Santa Rosa. Es obra de Angélico Medoro, venido de Nápoles a establecerse en Lima por los últimos años del siglo XVI, retratista de la Santa y ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 37 autor de varios cuadros en la capilla de las Animas de la Catedral. Compitió con él otro italiano, Mateo de Alessio, originario de Córcega y nacido en Roma, discípulo de Miguel Angel, pintor de cámara del Papa Gregorio XIII y que vino al Perú después de haber hecho para la Catedral de Sevilla el colosal fresco de S. Cristóbal. Uno igual hizo para la de Lima, destruído cuando el terremoto de 1746. Pintó, para la capilla de S. Bartolomé de la misma Cate- dral, los cuadros de S. Pedro y S. Pablo, y otros; para la iglesia de S. Agustín, el gran lienzo del arco toral; y una Santa Lucía, para el monasterio del Prado. Regresó a Roma, donde murió en 1600. Dejó en Lima a un hijo suyo, Adrián, limeño de nacimiento, que fué fraile dominicano, y a la vez poeta y pintor. Su poema sobre Santo Tomás de Aquino, El Angélico, es detestable; pero sobresalió como miniaturista en los libros de coro del Convento grande de Santo Domingo. De pintores sevillanos, el más conocido, entre los que vivieron en la capital del Perú, fué Andrés Ruiz de Saravia, discípulo de Luis Fernández. De los criollos, el que ob- tuvo singular fama en el país fué el limeño agustino Fr. Francisco Bejarano, por los cuadros del retablo mayor sobre la vida de San Agustín, los doce de la Vida de la Virgen y los seis de las Virtudes, en cuerpos giganteos, para la iglesia de su convento; y por la lámina para las exequias de la Reina D? Margarita en 1612, que fué el primer gra- bado hecho en Lima. El claustro principal de S. Francisco (obra del portu- gués Constantino Vasconcellos), de aspecto muy andaluz, ofrece en los artesonados, sobre todo en los de la escalera, influencias mudéjares, y en los muros y la arquería baja, hermosos alizares de azulejos de principios del siglo XVII. Parte se trajeron de Sevilla, por encargo de la opulenta india curaca D: Catalina Huanca; y otra parte fué imi- tada en Lima, por el alarife y ceramista Alonso Godínez, 38 JOSÉ DE LA RIVA-ACUERO lego nacido en Guadalajara, a quien para esta obra indul- tó de la pena de muerte el Virrey Príncipe de Esquilache en 1619. Los azulejos de la Portería son algo posteriores. Son también notables los del convento de Santo Domingo. La iglesia jesuítica de S. Pedro de Lima, fué construída por arquitectos venidos de Roma. Delas ciudadesdel interior, la que guarda más rique- za artística es el Cuzco, y mejor conservada que la de Li- ma, por la solidez y nobleza de los materiales (piedra en vez de adobe y ladrillo), y por haber sido allí menos re- cios y frecuentes los temblores. Los claustros de Santo Domingo y La Merced, y la portada del antiguo Colegio de los Jesuítas, son interesantes y agradables. Los púlpi- tos de la Compañía y de San Blas, que deben de ser de fines del XVII, presentan la más exuberante frondosidad de la escultura churrigueresca, interpretada y exagerada por ejecutantes indios. Como arquitectura civil, lo más digno de citarse es la casa generalmente conocida por de los Almirantes, que no disonaría en Toledo, Segovia o Avila. Fué, de 1821 a 1824, la última residencia de los Vi- rreyes del Perú. Atribuyen por lo común su construcción a los descendientes de D. Gabriel de Castilla, uno de los más ilustres caballeros que pasó a las tierras peruanas. Era del linaje y sangre del Rey D. Pedro, por la estirpe de Gor, y sobrino y cuñado del Virrey D. Luis de Velasco, después Marqués de Salinas, porque la madre de éste fué D* Ana de Castilla y Mendoza, hija de D. Diego de Castilla y D: Beatriz de Mendoza, vecinos de Palencia. En los últi- mos años del siglo XVI y en los primeros del XVII, desem- peñó D. Gabriel los cargos de Gobernador del Callao y Almirante de la Mar del Sur; y de allí les quedó a sus nietos el apelativo de Almirantes, con que eran conocidos por el vulgo. La línea primogénita de Lima, que poseía la Enco- mienda de Huarochirí, se incorporó en la casa de Sancho Dávila, al principiar el siglo XVIII. Por el mismo tiempo ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 39 la del Cuzco perdió la varonía. El palacio que dicen haber edificado a mediados del siglo XVII, cerca de la Catedral, tiene un muy curioso balcón tallado en un ángulo, una señoril escalera con el león de las Castillas, y un anchu- roso patio con arquerías y medallones de piedra, que se in- dican como bustos de los primitivos dueños. LE En esta edad de profunda pacificación colonial, las empresas militares peruanas se redujeron al envío de gente para la inacabable guerra araucana en Chile; a las defen- sas contra los corsarios ingleses y holandeses, que reali- zaron en el Mar del Sur depredadoras correrías, semejan- tes a las que por el mismo tiempo hacían los franceses en las costas cántabras; y a las entradas y conquistas en los fatales bosques amazónicos, que atraían a los animosos aventureros con los espejismos del quimérico Imperio del Dorado. En la campaña al istmo de Panamá (1596), se distin- guió mucho el capitán Hernando de Liermo Agiiero, co- mandante del fuerte del Bayano, quien decidió la derrota de los ingleses en Capirilla, a nueve leguas del Puerto de Nombre de Dios. Las relaciones y documentos contempo- ráneos califican a Liermo Agiiero de natural de las Astu- rias, por la generalidad geográfica que entonces tenía tal denominación; pero era efectivamente trasmerano. Des- pués del desastre y muerte de Drake, vino a España, en comisión del Capitán General de Tierrafirme, D. Alonso de Sotomayor; y en España falleció. El Conde de la Granja lo recuerda y celebra en las octavas LXXXVI y LXXXVII del Canto Undécimo de su poema7. * * * 17 Los escritores franciscanos Fr. Buenaventura de Salinas y Cór- dova, obispo electo de Arequipa, y su hermano el cronista Fr. D'ego de Salinas, hijos del secretario de la Inquisición Dr. D. Diego de Salinas y Escobar y cuñados de D. Jorge Manrique de Lara, Presidente de Char- 40 JOSÉ DE LA RIVA-ACÚERO Las conquistas en las selvas del Marañón y del Hua- llaga, parecían reservadas a los montañeses, pues vimos que en el siglo XVI las principió D. Alonso de Alvarado, y en el XVII las continuó y ensanchó D. Martín de la Riva- Herrera. Fué este caballero hijo del capitán D. Bartolomé de la Riva-Herrera, quien, en 1638 (al mando de la nave Almiranta de los galeones del General D. Carlos de Ibarra), peleando victoriosamente contra los piratas holandeses, junto al Pan de Cabañas, en Cuba, murió envuelto en los pliegues de su bandera. D. Martín, a la sazón cabo de guz- manes, asistió a la heroica y teatral muerte de su padre. Su madre se llamaba D? María Díaz de la Riva. Ambos pertenecieron al linaje de la Riva en Gajano, cuyo blasón se ve tánto en Santander y sus cercanías, desde la Cate- dral hasta la Cruz de Rubalcava; y procedían en conse- cuencia de D. García de la Riva-Agiiero, marido de D* El- vira de Herrera; y de D. Hernando, Señor de la Riva a fines del siglo XV, marido de D: María González de Agiiero. Por eso apellidaban a veces en primer término Riva-Agiiero a D. Martín, como ocurre en la cédula de Felipe IV, despachada en Zaragoza el 14 de Octubre de 1646; e indistintamente con los apelativos solariegos de Riva-Herrera y Riva-Agiero de su común ascendencia, fué conocido en el Perú y lo designa Mendiburu en su Diccionario %. Combatió en Salses y en otras batallas de las fronteras pirenaicas contra Francia. Cruzado en la Orden de Santiago el año 1642, fué al Perú como Corregi- cas, descendían del capitán Juan Fernández de Salinas, Alcalde Mayor de las merindades de Trasmiera y Castilla la Vieja. 18 Diccionario Histórico-Biográfico del Perú, T. VII, (Lima, 1887), pág. 89.— Sobre la genealogía del personaje mencionado, pue- den consultarse los papeles referentes a la familia de la Riva que existen en la colección Pedraja del Ayuntamiento de Santander, y en especial el expediente de hidalguía de D. García de la Riva-Agiiero, que allí mismo se conserva. Los servicios de D. Martín en Europa y América constan en el Archivo de Indias, y han sido publicados en la Revista de Archivos y Bibliotecas del Perú (Volumen III, Lima, 1899). ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 41 dor de Cajamarca, que era gobierno de los principales y de directa provisión real. Consiguió, al oriente de su co- regimiento, la misma concesión de descubrimientos y conquistas que su predecesor Alvaro Enríquez del Castillo. Resultaba enorme esta gobernación, pues comprendía los territorios de los Jíbaros, Tabalosos y mucha parte de Maynas, y según los términos de la primitiva cédula, iba hasta el otro Océano (el Atlántico), la isla de la Margarita y el Brasil. Con grandes afanes y padecimientos persona- les, y grave quebranto de su hacienda, exploró D. Martín de la Riva-Herrera, por sí o por sus tenientes, las inmen- sas cuencas de los ríos Marañón, Huallaga, Santiago, Mo- rona, Pastaza y Tigre; y fundó las ciudades de Santander de la Nueva Montaña, Santiago de las Montañas, Concep- ción de Jivitos, el Rosario, el Triunfo de la Santa Cruz y Lamas. De ellas, la última todavía subsiste, con alguna importancia. Entabló Riva-Herrera un empeñoso litigio, por delimitación de fronteras, con el Gobernador de la ve- cina provincia de Quijos y Maynas, Maestre de Campo D. Juan Mauricio Vaca de Vega. Disgustado por el fallo adverso del Virrey Conde de Alba de Liste en 1656, y muy gastado de salud y de caudales, se retiró D. Martín de sus conquistas y pasó de Corregidor al Cuzco, desde 1659 hasta 1662. Allí obtuvo las Encomiendas de Sicuani y Quispicanchis, que debió heredar su hija. En primeras nupcias se había casado con D* Isabel de la Mota, de la servidumbre real; en segundas, con D? Ignacia Enríquez y de las Casas, hija del Conde de Montenuevo. Su única hija y sucesora, D* Josefa Francisca de la Riva-Herrera y Enríquez, fué mujer de D. Antonio de Contreras y Guilla- mos, Señor de la Serna y los Pobos, y del tronco de los Contreras de Segovia y Avila. D: Francisca pleiteó los bienes que su padre el Maestre de Campo D. Martín dejó en Indias y poseía en Gajano y otros lugares de la Mon- taña, con su pariente el presbítero Francisco de la Llana 42 JOSÉ DE LA RIVA-ACUERO y Riva-Herrera, vecino de Camargo; y el pleito se resolvió por arbitraje del deudo común, D. José Francisco de la Riva-Agiiero, quien expidió su laudo en Madrid el 23 de Abril de 1695. Hacia el mismo tiempo que D. Martín de la Riva-He- rrera gobernaba en Cajamarca, Tabalosos y el Huallaga, su primo D. Fernando de la Riva-Agiiero y Setién desem- peñaba el corregimiento de Piura. Nombrado para él por D. Felipe IV en el primer tercio del siglo XVII, ascendió en breve a mayores cargos fuera del Perú; fué Gobernador de la Isla de Puerto Rico y de Cartagena de Indias, y al cabo Presidente y Capitán general de Panamá o Tierra- firme, donde murió. Su biografía no incumbe, por consi- guiente, a este ensayo; pero engendró en Piura un hijo natural, D. Antonio, el cual tuvo mando militar en Castro Urdiales; se cruzó, como su padre, en la Orden de Santia- go (año de 1672)”, casó en Gajano con D: Catalina Bejarano y Fernández de Córdova, de la familia de los li- meños Condes de Villaseñor, nacida en la Junta de Cu- deyo; y volvió al Perú a ejercer el corregimiento de Hua- manga, de 1709 a 1711. Los hijos de D. Antonio, estable- cidos todos en Lima, fueron tres: el varón se ordenó de sacerdote; una de las mujeres entró monja en el Convento de Santa Clara; y la única que dejó sucesión fué D: Mar- garita de la Riva-Agiiero y Bejarano, casada con D. Felipe de Zabala y Ordóñez, Caballero de Santiago y Corregidor de la Provincia de Cajamarquilla en 1682. Los hijos de ambos, D. Antonio Francisco y D. Felipe Baltasar de Za- 19 Apunte suministrado por D. Mateo Escagedo.— Otro hijo natu- ral de D. Fernando de la Riva-Agiiero, llamado D. Juan Jerónimo, fué Gobernador de Santa Cruz de la Sierra en el Alto Perú. Se cruzó como sus hermanos, en la Orden de Santiago. Casó con D* Sebastiana Medra- no. Ignoramos su sucesión. ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 43 bala y de la Riva-Agiero, limeños, que se cruzaron en la Orden de Santiago el año de 1709, fueron troncos de nu- merosa descendencia en Chile, donde solamente está hoy representada, con el apellido de Recabarren, la referida rama natural de Riva-Agiiero. Casi un siglo después pasó de España la línea legítima de Riva-Agiiero a radicarse en el Perú. Eran todos próximos parientes del Arzobispo de Zaragoza, Virrey de Aragón y Presidente del Consejo de Castilla en los reinados de Carlos II y Felipe V, D. Anto- nio Ibáñez de la Riva-Herrera y Agiiero, quien edificó el palacete y la capilla de Solares, y cuyo nombre se lee, junto al torreón feudal, en la fachada del solar de Agiiero, que era el suyo por su abuela paterna. EE + Del pueblo de Heras, entre Solares y Gajano, procedía otra familia que alcanzó influencia en la sociedad colonial peruana: los Santiago-Concha”. El primero que pasó al Perú, en 1650, como Proveedor General de la Mar del Sur y del Callao por juro de heredad, D. Pedro de Santia- go-Concha y Santiago, había nacido en Heras el año de 1618; y fué hijo de D. Vicente de Santiago-Concha y San- tiago-Herrán y de D: Mayor Santiago de la Sota y Santia- go-Colmenares, vecinos todos de Heras. El D. Vicente otor- gó testamento en Heras el año de 1626; y su padre D. Juan de Santiago y de la Concha, en 1607. D. Pedro,el Provee- dor General, casó en Lima el año de 1653 con D* María Méndez de Salvatierra y Cabello; murió el 4 de Junio de 1685; y fué enterrado en la iglesia limeña de San Pedro *!. De sus ocho hijos, obtuvieron notoriedad el mayor, Pablo, Caballero de Calatrava, capitán en las campañas de Italia 20 Datos de D. Luis Varela y Orbegoso, y de D. Mateo Escagedo. 21 Joseph de Mugaburu, Diario de Lima (1640-1694), impreso en Lima, 1918, T. II, pág, 166. 44 JOSÉ DE LA RIVA-ACUERO y Portugal de los primeros años del siglo XVII, y autor del libro De Praefecto militares annonae (1704); el capu- chino Tomás, en su religión Fr. Miguel, afamado predica- dor de Carlos II, del Emperador Leopoldo en Viena (1698 y 1699) y del Duque de Baviera en Bruselas, y poeta la- tino y castellano (Poemata Varia, tam Hispanica quam Latina); y D. José, primer Marqués de Casa-Concha, Gober- nador de Huancavelica, Oidor Decano de Lima y Presi- dente y Capitán General de Chile, que escribió varios tratados de gobierno y en Chile fundó la villa de Quillota. Murió en Lima muy anciano, el 9 de Mayo de 1741. Casó en primeras nupcias con D* Angela Roldán-Dávila y So- lórzano; y en segundas, con D: Inés de Errasquin, Torres, Ilzarbe y Zavala, que descendía del montañés D, Gonzalo de la Maza, Señor de Ogarrio, del cual hemos tratado ya largamente. De sus dos matrimonios, dejó el Marqués de Casa-Concha dilatada sucesión en el Perú y Chile. En la gótica iglesia desnaturalizada de San Miguel de Heras, antiguo patronato de los Riva-Agiiero y Camino, existe un cuadro que recuerda la donación de alhajas y la fundación y dotación de una escuela, el año de 1703, por D. Pablo, D. Gregorio y D. José de Santiago-Concha, limeños de nacimiento y oriundos por su padre de aquel lugar, y el primo de ellos, D. Francisco de la Sota y Santiago-Con- cha (también residente en Lima). Quizá a la misma fa- milia perteneció D. Juan González de Santiago, oidor de Charcas y Lima, Obispo del Cuzco y provisto para Virrey del Perú a principios del siglo XVIII. E Por estos años una rama de los Solares, Zorrilla de la Gándara y Velasco, se enlazó con la casa de los Marqueses de Montealegre de Aulestia (que nada de común tenían en el Perú con los Santiago-Concha, y cuyos derechos vinie- ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 45 ron a recaer en los Riva-Agiiero, procedentes de Gajano y Bareyo). Otro Zorrilla de la Gándara, de la casa de Ruesga, D. Juan, fué Almirante de la Mar del Sur desde 1672, y murió en Lima el 24 de Enero de 1687”. A su hija y heredera, D* Josefa Zorrilla de la Gándara, León y Men- doza, le otorgó Carlos II el Condado de la Vega del Ren, que pasó a los Vásquez de Acuña. LA A mediados del siglo XVI, una viuda rica, llamada D: Ana Rodríguez de Solórzano, fué fundadora y primera abadesa del Colegio de Doncellas de N? S* de la Caridad en Lima. Se ignoran su procedencia y naturaleza. — El au- tor de la Política Indiana (1649), el más sesudo y acreditado comentarista de las Leyes de Indias en el Perú, el oidor de Lima, fiscal de los Consejos de Indias y Castilla, cate- drático de Salamanca, D. Juan de Solórzano y Pereyra, nació en Madrid el año de 1575. El apellido de Solórzano le venía por su madre, D? Catalina de Solórzano y Vera, mujer del Ledo. Hernando Pereyra de Castro; y es muy probable que por ella proviniera del histórico solar tras- merano de su nombre. Uno de sus hijos, el Caballero de Santiago, D. Fernando Antonio de Solórzano y Paniagua de Loaysa, nacido en Lima, casó con Dt Teresa Enríquez de Terán, de las casas señoriales de sus apellidos en Ca- buérniga y Camporredondo.- Otros Solórzanos hubo, de alcurnia montañesa, en el Perú: el capitán limeño D. Pedro Solórzano y Velasco, que murió heroicamente en las guerras de Chile delsiglo XVI, hijo del oidor D. Pedro Alvarez de Solórzano, y cuya 22 Enterrado en la iglesia de San Agustín.— Vid. Mugaburu, T. II, páginas 24 y 195. 23 El Virrey Marqués de Guadaleázar, en carta de 1611 al Rey, lo calificaba de «sujeto de muchas letras y de extraordinaria capacidad de entendimiento». 46 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO hermana D: Florencia fué abuela de los ilustres chilenos Lisperguer; y el oidor de Charcas, D. Alonso de Solór- zano y Velasco, natural de Lima, catedrático de Instituta en su Universidad, y autor de un panegírico del Claustro de ella, impreso en 1653, y además de varias disertaciones jurídicas e informes políticos, — Justino de Solórzano, Ca- ballero de la Orden de Santiago, nacido en Lima en el siglo XVII, era hijo de D. Andrés de Solórzano, de Agui- lar de Campóo, y procedía de la casa de la Dehesa en Am- puero. Tenía el apellido materno de Amusco, fué Maes- tre de Campo y Corregidor de Trujillo en 1674. Su hijo Justino de Solórzano y Zamudio, fué también Corregidor en el Perú”, Otro nativo de Ampuero, Juan de Espina y Careaga, Receptor General de la Inquisición de Lima, tuvo en el Perú dos hijos, Diego y Pedro Careaga y Velasco, ambos limeños y Caballeros de Santiago *. Se cruzó igualmente en Lima, de Caballero de Santia- go, en el siglo XVII, D. Nicolás Polanco, hijo de Fabián Velarde, nacido en Santillana, y nieto del capitán Nicolás Polanco, de Cuende. Fué a Chile de oidor, y escribió dos libros jurídicos: De esta familia fueron el fiscal de Lima, D. Nicolás Polanco, que murió en 1664; el limeño D, An- drés de Paredes y Polanco, Catedrático de San Marcos y Rector en 1648, fiscal y oidor de Quito, y mediano poe- ta”; y sus hijos, el sabio D. Nicolás Paredes Polanco, 24 Noticia de D. Mateo Escagedo.— En el siguiente siglo, hallo que otro Justino de Solórzano y Amusco era Alcalde de Lima el año de 1757. 25 Idem.— Un Ledo., Pedro de Espina, que debe ser el Careaga y Velasco del texto, se armó Caballero de ao en Ja Capilla Real del Palacio de Lima el 16 de Octubre de 1650, siendo sus E el Virrey Conde de Salvatierra y el Marqués de Baydes.— Juan Gómez de la Torre, Caballero de Alcántara, nacido en Cicera de Peñarrubia el año de 1625, pasó a Lima llamado por su pariente Tomás de la Mata- Linares, ¡Tagua de las Reales Cajas de Panamá. 26 Vid. Preliminares a los Desagravios de Jesucristo por Pedro de Saldaña y Cerezuela (Lima 1667). ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 47 catedrático en Salamanca, oidor de Lima y notable escri- tor místico (Materias Espirituales), que murió en Lima el año de 1712; y D. Andrés Paredes Polanco y Armendáriz, Obispo de Quito. En 1676 fué corregidor de Cajamarca D. Antonio de Ontaneda, — Por esta época residía en Trujillo del Perú, donde era Defensor de Menores, el capitán Francisco de Espina Alvarado; y era teniente de corregidor en la misma ciudad Juan Ruiz de la Llana y Alvarado.— En 16832 fué corregidor de Trujillo D, Gonzalo de Alvarado y Abarca 7, El canónigo arequipeño D. Rodrigo de Villegas, que nació en 1654 y murió en 1717, era hijo del Ledo. José Villegas y Camargo y de D? Luisa de Barreda.— El canó- nigo del Cuzco, D. Diego de Villegas, Quevedo y Saave- dra, fué persona de más importancia. Nació en Lima, de padre montañés sin duda; tradujo las Eglogas de Virgilio, impresas en Lima; compuso otras varias obras literarias inéditas; viajó por Europa; y fué supernumerario de la Real Academia Española en 1730*. Entre los versificadores latinos de este período, apare- cen, a más de los Santiago-Concha, ya mencionados, un Juan de Villegas, un D. Diego de Velasco y un Luis de Figueroa Bustamante. El franciscano limeño Fr. Bar- tolomé de Bustamante, predicador de fama a mediados delsi- glo XVII, autor del Teatro Eclesiástico Indico y de las Pri- micias' del Perú en Santidad, Letras y Armas, obras citadas por González Dávila y Nicolás Antonio, parece haber sido vástago de uno de los Bustamantes indicados en la época anterior. Otro Bustamante, Zevallos y Bujedo, D. Félix, nacido en Alceda en 1635 e hijo del capitán Diego de Bus- tamante, fué Caballero de Alcántara, corregidor de Are- 27 Anales del Cabildo de Trujillo publicados por Alberto Larco Herrera, 1917. 28 Mendiburu, Diccionario Histórico-Biográfico del Perú, T. VII, páginas 348 y 349, 48 JOSÉ DE LA RIVA-ACUERO quipa, y comisario general de la Caballería en el Perú y luego en Chile. El mayor poeta satírico de nuestra Colonia, Juan de Caviedes, tiene apellido de procedencia montañesa.— Era literato el oidor D. Gabriel de Barreda y Zevallos”, au- tor del libro Cátedra Evangélica y de la Pompa Fúnebre del Virrey Conde de Salvatierra (1663). El Maestre de Campo D. Francisco de Barreda y Zevallos fué corregidor de Chachapoyas en 1679. Otra rama de los Barredas de Santillana, representada hoy por los Condes de Guaqui, se avecinó desde el siglo XVII en Arequipa; y la otra, que venía directamente de Sevilla, se radicó en Lima a fines del XVIII. El sacerdote D. Antonio de Velarde y Bustamante, na- cido en las Montañas de Burgos, fué en Lima, muy a los principios del siglo XVIII, el más generoso protector del nuevo convento de la Buenamuerte *. LA 29 Debió de ser de Santillana. 30 El explorador artístico de esta provincia, mi amigo D, Elías Ortiz de la Torre, me comunica que en el convento de San Francisco, de Laredo, existe la siguiente inscripción, relativa a un perulero o sea in- diano del Perú, en el siglo XVII, perteneciente a aquel linaje de los Ca- chupines humorísticamente citado en el Quijote: «A mayor honra y »gloria de Dios y su culto divino se compró y reedificó esta capilla y las »dos sepolturas pegantes a lo largo de la gradella a costa de D. Phe. Vé- »lez Cachupín el año de 1639 aviendo benido del reyno de Indias del »Perú y con dotaz. on de misa perpetua todos los días, festibos de pre- »zepto, de todo el año, y así mesmo dos cantadas, cada una con su bi- »jilia diacono y svdiacono la vna día de S. Phe. Apostol y la otra día »de Sn. Antonio de Padua en cada vn año perpetuam. te. y se an de »dezir despues del ebangelio de la misa mayor conbentual o sermon si »le hubiere o antes si la pidiera el patron de la capilla la deja agregada »a las Solariegas y vinculos de su p(adre) D. Francisco Velez Cachupín »que goze de su Sta, gloria con los demas descendientes Amen». En la iglesia de San Martín de Ajo, se halla, debajo de un nicho se- pulcral, al lado del Evangelio, esta otra inscripción relativa al mismo Felipe Vélez Cachupín: «A mayor honra y gloria de Dios y su culto di- »vino se doro el retablo y harmas desta capilla año de 1686 de orden y »a costa de Dn. Phelipe Belez Cachupín abiendo benido del Reyno de »Indias del Perú y como bisnieto de los Fvndadores della que lo fveron ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 49 A más de los diversos oidores montañeses de la Au- diencia de Lima, que hemos venido enumerando hasta aquí, parecen nativos u oriundos de esta región en el si- glo XVII y primeros años del siglo XVIII, D. Cristóbal Ca- cho de Santillana, D. Tomás Berjón de Cabiedes (Presi- dente en Lima), D. Juan de Retuerta, D. Pedro González de Giiemes, D. Alonso del Castillo y Herrera (que nació en Quito, de padre peninsular), D. Pedro Gregorio de la Ca- nal y D. Miguel Antonio de la Bárcena. El oidor D, Juan Fernando Calderón de la Barca, Caballero de Calatrava, fué nacido en San Vicente de la Barquera. El gran soldado montañés D. Francisco Lasso de la Vega, famoso en las guerras de Flandes del siglo XVII, y principalmente en el asalto de Bergen, estuvo en el Perú de fines de 1628 a fines de 1629, preparándose para acu- dir a su gobernación de Chile; y después de haberla ejer- cido con mucho honor, regresó al Perú en 1640. En Lima murió el 25 de Julio de este último año. El capitán D. Angel de Peredo y Villa, Señor de la Torre de Mijares y hermano del Prior de Monte-Corbán, fué Corregidor y Gobernador de la provincia de Jaén de Bracamoros en el Perú desde 1660; y de allí pasó por Go- bernador y Capitán General a Chile, en virtud de la desig- nación que de él hizo el Virrey Conde de Santisteban en 1661. En Lima estaba avecindado un pariente suyo, Agustín de Oruña, que fué quien lo alojó. Su hijo el capitán D. Juan Antonio de Peredo y Rasi- nes, Caballero de la Orden de Calatrava, vivió también un tiempo en Lima; y le llevó a su padre, de refuerzos, para »Juan Belez Hontanilla y Doña María Fernandez de Camino, aguelos »paternos de su padre Dn. Frane* Belez Cachupín que gozen de sv san- »ta gloria Amen». (Copiada por D. José Luis Ezquerra). 50 JOSÉ DE LA RIVA-AGUERO la guerra araucana, una de las compañías de soldados pe- ruanos. Regresó a Lima, en comisión del servicio, a prin- cipios de 1663. Este D. Juan Antonio de Peredo y Rasi- nes fué abuelo del capitán de Reales Guardias de Infan- tería Española y Caballero de Calatrava, D. Angel de Pe- redo y de la Fuente, Estrada y Castañeda, marido de D: Mariana de la Gándara y de la Riva-Agiiero, que fué hija de D. Diego de la Gándara y de D* Clara de la Riva- Agiiero y Zevallos, y cuyo retrato se conserva en la capi- lia del Rosario de la antigua colegial de Castañeda. * * * D. Juan Lusa y Mendoza, de Castro-Urdiales, fué al Perú de la edad de doce años, al lado de su tío el General D. Bernardino Hurtado de Mendoza. Fué sucesivamente capitán de una de las compañías del Callao desde 1642, Caballero del hábito de Santiago en 1640, Almirante y Ge- neral de la Mar del Sur. Su hija D* Antonia de Lusa Men- doza y Yáñez de Almonte, casó en Lima con D. Francisco de Herboso, Caballero de Santiago, que nació en Valma- seda el año de 1639; padres del Presidente de la Audiencia de Charcas D, Francisco de Herboso y Lusa, y abuelos del Asesor General del Virrey Conde Superunda, D, Francisco Ramón de Herboso y Figueroa, Arzobispo de Chuquisaca en 1766. El minucioso cronista de la vida limeña en el siglo XVII, D. José de Mugaburu y Hontón, capitán de Infante- ría española en los fuertes del Callao desde 1672, tenía parientes, por la familia de su madre, en el lugar de Co- millas y cerca de Castro-Urdiales. El Maestre de Campo de la fortaleza del Callao, el abu- lense D. Antonio Sancho-Dávila, Barrientos y Guevara, Caballero de la Orden de Santiago, bisnieto del General de Felipe II, y veterano él mismo en las guerras de Felipe TV ESTUDIOS DE GENEALOGÍA PERUANA 51 en Flandes y la frontera de Portugal, procedía por su abue- la de la casa de Guevara en Treceño y Escalante. E Un limeño, D. Manuel de Escalante (de la familia del marino montañés autor del /tinerario de los mares occiden- tales), Caballero del hábito de Santiago, estudió en el Cole- gio Noble de San Martín de Lima, y fué respectivamente fiscal y oidor en las Audiencias de Santa Fe de Bogotá y Méjico. Su hijo D, Manuel de Escalante y Mendoza, nacido también en Lima, fué Catedrático y muchas veces Rector de la Universidad de Méjico, canónigo de su catedral, y Obispo de Durango y Michoacán; y murió en 1708. Her- mano de éste parece D. Juan Escalante de Mendoza, Rec- tor de la Universidad de Lima en 1668. Un miembro de la familia de Venero, fué capitán de Infantería en el Perú. También lo fueron Sebastián Lon- doño y del Vado, nacido el año de 1618 en Bárcena de Trasmiera (padre del Caballero de Alcántara peruano San- cho de Londoño, nacido en Lima el 1675; y próximo deu- do de Jerónimo de Londoño y Mazarredo, también Caba- llero de Alcántara y nacido en Bárcena, en 1663, y resi- dente en Lima); Santiago Bustillo de la Concha y Giiemes, Caballero de Alcántara, Maestre de Campo, y Ayudante General del Virrey, nacido en Carriedo el año de 1652; Cristóbal Calderón, Santibáñez, Díaz del Río y de la Por- tilla, nacido en San Vicente de Toranzo a principios del siglo XVII, y Sargento Mayor de Lima y el Callao; Domin- go Pérez Inclán, nacido en Bielva en 1671, y Corregidor de varias provincias peruanas; Francisco González de Qui- jano, natural de Buelna; y Juan Fernández Campero, de Saro del Pisueña, que fué en compañía del Virrey Conde de Lemos, desempeñó algunos corregimientos y se estable- ció después en el Tucumán, 52 JOSÉ DE LA RIVA-AGUÚERO D. Felipe de la Puente, Caballero de Alcántara y Con- tador Mayor del Tribunal de Cuentas de Lima, fué natural de Agiiera, ce