EL CONCEPTO DE LA RELIGION EN EL RACISMO NACIONAL -SOCIALISTA Por LUIS LITUMA Profesor en la Universidad Católica del Peni Debemos estudiar brevemente la proposición del .<:istema Na- cional-socialista que dice: "La religión está sujeta a la ley de la raza y a esta misma ley debe adaptarse". Basándonos en las Ciencias culturales, en la Psicología, en la Metafísica y en la Teología trataremos de valorizar la proposición indicada. Es natural que un sistema cuyos postulados son panteístas y materialistas biológicos, niegue a la religión un origen divino. Es lógico que en este sistema se la considere un mero producto de la raza, como dicen que lo es también el orden moral, el orden jurí-· dico, y todas las cualidades intelectuales y morales sin las cuales sería imposible hablar de religión, de moral y de derecho. No discutiremos los postulados de la tesis, pues esta misión ha encomendado nuestra Universidad a otros profesores. Enfoca- remos, pues, directamente el problema. A) .-Las conclusiones de las Ciencias culturales. Considerada la religión como un hecho humano, la Etnología, la Historia, la Geografía, nos enseñan cuál es la extensión de éste. cuáles sus relaciones con las diversas razas, cuáles los elementos que doquiera lo integran. 110 EL CONCEPTO DE LA RELIGION a) .-La reli,gión es un fenómeno esencialmente humano y uniuersal en el tiempo !i en el espacio. Cicerón, eruditísimo conocedor de la cultura de los pueblos entonces en contacto con la Reina del Mundo, en muchos capítulos de los elocuentísimos frutos de su ingenio, observa atinadamente que la religiosidad sólo aparece en el hombre y que se la encuentra en todos los hombres. "Entre tanta variedad de animales, ninguno de éstos, excepción hecha del hombre, tiene conocimiento de Dios. Y entre los mismos hombres no hay gente alguna, ni tan fiera, ni tan salvaje, que ignore que hay que adorar a Dios, aunque no sepa qué Dios hay que adorar" ( Tsc. 1, 30; De lgb. 1, 24; De nt. dor. L. 43, 44). Con el decurso de los siglos y el descubrimiento de nuevos con- tinentes y de nuevas islas la aserción circeroniana no ha perdido su actualidad, ni su verdad. M. Haberlandt, en su Etnografía, resume los resultados de esta ciencia en las siguientes palabras: "Ningún pueblo carace de re- ligión, del mismo modo que no existe pueblo alguno sin lenguaje y sin arte. La controversia sucitada con frecuencia acerca de este punto ha sido perfectamente inútil. Si bajo la idea de "religión" se comprende el concepto de dependencia de poderes invisibles e in- coercibles, se puede afirmar que el pueblo más atrasado de la tierra es religioso a su manera". (I~ Prt., 11, IV, 3). Quatrefages, uno de los antropólogos de mayor prestigio en el pasado siglo, comprobaba que "el ateísmo sólo existe en estado errá- tico. La masa de ias poblaciones, dice, siempre y en todas partes está libre de él. Ni una de las grandes razas, ni división alguna importante de éstas es, en parte alguna, atea". Si Lubock y algunos otros han soñado en pueblos ateos, éstos no se encuentran. Tiele, el primer escritor de un Manual de historia de las religiones ( 1870), enjuicia esta opinión: "La aserción según la cual existen pueblos o tribus sin religión alguna. descansa o en informaciones inexactas o en confusión de ideas. Jamás se ha en- contrado una tribu o nación que no creyera en seres superiores. y los viajeros que han aventurado esa opinión han sido desmentidos por los hechos". EL CONCEPTO DE LA RELIGION 111 No cansaremos al lector espigando textos, comprobatorios de nuestra tesis, entre los príncipes de la Etnología después que aduz- camos el del P. G. Schmidt. cuya fama de lingüista y etnólogo es mundial. Dice en su Manual de H. c. de las religiones, V. b: "En la Etnología moderna ha desaparecido la categoría de pueblos ateos. La gran mayoría de pueblos que otrora eran tenidos por ta- les. había quedado reducida a los kubus de Sumatra, pero las cons- tataciones de Dongen y de Schebesta han probado la religiosidad de los kubus. El novísimo intento de W. Tessman de descubrir "hombres sin Dios" entre los indios del Ucayali ( 1928). ha sido rechazado por la crítica etnológica". Si dejamos ya el panorama del mundo actual y nos fijamos en el hombre prehistórico, los descubrimientos más recientes deponen de su religiosidad. Aduciremos sólo dos testimonios, ambos de aca- tólicos muy conocidos por su erudición y por su hostilidad al Cris- tianismo y a toda- concepción espiritualista del .mundo. S. Reinach, en la Introducción a "Orfeo". categóricamente afir- ma: "El hombre en todas partes y en cualquier época en que se le observe es un animal religioso, la religiosidad es, como dicen los po- sitivistas, el más esencial de sus atributos y nadie cree ya con Mor- tillet y con Hovelacque que el hombre cuaternario haya ignorado la religión". Guyau. en su demoledora obra: "L'irreligion de !'avenir" con- fiesa paladinamente: "Después de los trabajos de Roskoff. de Re- ville, de Girar 'de Rialle. es una verdad primera adquirida por la crítica contemporánea, que es imposible sostener en nuestros días que existan en la faz de la tierra pueblos absolutamente desprovis- tos de religión o de superstición... Además, en los tiempos prehis- tóricos encontramos índices ciertos de la religiosidad de los habitan- tes de entonces en los monumentos .megalíticos (menhires. dolmens, cromlechs). en las sepulturas, en los amuletos y aun en los casque- tes craneales. fragmentos de hueso extraídos intencionalmente del cráneo, perforados y suspendidos por un haz". Sin salirnos del campo propio de las ciencias positivas podemos concluir: La reli- gión es algo universalmente humano, es algo prop10 del homhre y sólo de él. Si todo efecto supone una causa y una causa proporcionada, lógico es inferir que la religiosidad humana debe tener una caus'l universal y siempre permanente en el hombre. 112 EL CONCEPTO DE LA REUGION Como la raza es una variedad dentro de la especie, ella no puede darnos la explicación de un hecho universal y constante en las razas protomorfas, arquimorfas y metamorfas, en otras pala- bras: La religión, en el hecho de su existencia no depende de b ley de la raza. b) .-Last diversas formas religiosas no dependen de las diversas razas humanas, o sea, la religión no está sujeta a la ley de la raza. Acabamos de ver que la religión, en cuanto al hecho de su existencia es algo superracial, ahora investigaremos si los diferen- tes modos de ser de la religión corresponden a los diferentes carac- teres que constituyen las diferenciaciones raciales. Es evidente que si la religión estuviera sujeta a la ley de la raza, a distintas razas convendría distinta religión; cada raza ten- dría formas especiales religiosas propias; determinados valores y determinadas aberraciones religiosas serían propias de un grupo racial determinado. Sería el caso de aplicar el principio "el operar sigue al ser, cual es el ser tal es su operación, el fenómeno responde al noumeno". La Etnología y la Historia desmienten la pretendida sujeción de la religión a la raza. El monoteísmo, el panteísmo, el politeísmo aparecen, se desarrollan y alcanzan su apogeo entre gru- pos humanos de cualquier raza. I) .-El m.onoteísmo. El monoteísmo aparece en las culturas primitivas, mezclado con algunas imperfecciones pero lo suficientemente nítido para re- conocerlo por tal. Los trabajos de Lang, de Schmidt y de la Es- cuela histórico cultural, de Schroeder sobre la "Religión aria" ( 1914- 1916), no deja lugar a duda. Este monoteísmo de los primitivos lo mismo aparece entre arios, que entre americanos ( yaganes), lo mismo entre los negros (pigmeos) que entre los austronesios. Nadie hoy en día, después de los estudios llevados a cabo a la luz de los descubrimientos y excavaciones en los países bíblicos, nadie se atreve a suscribir la tesis de Renán sobre el monoteísmo congé- nito de los semitas. Basta leer la S. Escritura para convencerse EL CONCEPTO DE LA RELIGION 113 cuán duro batallar hubieron de tener los profetas de Israel para con- servar la idea de Dios único en el pueblo escogido frente a la inci- tación politeísta que los hebreos recibían de la influencia de los pueblos comarcanos, más adelantados y. más poderosos que ellos. Notables indianistas ven en la primitiva religión védica ver- dadero .monoteísmo, verdad es que disiente el notable Max Müller, Para quien en el Rig V e da· hay henoteísmo o catenoteísmo y no mo- noteísmo, pero se ha observado que el henoteísmo se reduce a un monoteísmo difuso. El influjo de las grandes religiones históricas (Cristianismo y Mahometismo) en la difusión del monoteísmo es tal que nadie se atreve a negarlo. Semejante difusión sería inexplicable si todas las razas humanas no tuvieran una capacidad de recepción y de con- servación de esta idea. Hoy, como en los albores del siglo III, podemos escribir con S. Irineo: ''La Iglesia esparcida por todo el orbe, -hasta en las re- giones más remotas-, ha recibido de los Apóstoles y de los suce- sores de éstos, la fe en un solo y único Dios, y esta fe es en todas partes la misma... Pues si bien hay en el mundo muchas lenguas distintas, sin embargo, el vigor de la tradición es siempre y en to- das partes el mismo. Y así ni las iglesias de Germanía, ni las de los iberos, ni las de los celtas, ni las de Oriente, ni las del Centro del mundo, ni las de Egipto, creen de otra manera, ni enseñan otra doc- trina, sino que así como un mis.mo sol alumbra a todo el mundo, así también la luz de la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina y alumbra a todo hombre que quiere venir en conocimien- to de la verdad" (Adv. haer, 1, 10). El Islamismo, no menos que el Cristianismo, ha alcanzado una propagación asombrosa en todas las razas. En las costas septen- trinales y orientales de Africa, en Tracia, en Asia Menor, en Per- sia, en Afganistán, en Beluchistán, en la India y en el archipiélago malayo, millones de hombres adoran a Aláh, cuyos atributos son un plagio de los de Jehová. En los planes de la Providencia el Mahometismo ha difundido la adoración del Dios de Abraham y el, conocimiento de Jesús, a quien Mahoma consideraba como un profeta, sólo inferior a él mismo. 114 EL CONCEPTO DE LA RELIGION II) .-El panteísmo. El panteísmo religioso es raro; sin embargo, sea en su forma Védica, sea en su forma egipcia antigua, él se presenta sin-sujeción a raza alguna. Arios, iranios, drávidos, wedas, mongoles, semitas, camitas lo han conocido. III) .-El politeísmo. El politeísmo naturista, el politeísmo antropomórfico, el poli~ teísmo inorgánico y el politeísmo jerárquico grasan en grupos hu~ manos de las más diversas razas. El culto sabeísta, especialmente en su forma heliolátrica y de adoración de los signos zodiacales es tan general que la escuela ale~ mana Pan~babilónica sostiene que de Babilonia se esparció por el mundo. El culto telúrico, el lunar, el diouscórico han sido conocí~ dos en todos los continentes. El totemismo, la zoolatría y la fitolotría, el fetichismo y el cul~ to fálico, y el ofídico, el animismo y el manismo no son supersticio~ nes cohesionadas con raza alguna. e) .-Conclusión. De lo dicho podemos deducir: ninguna de las grandes cate~ gorías a las, cuales se puede reducir una religión cualquiera, aten~ diendo a su idea madre y céntrica, es propia o exclusiva de una raza. Los distintos modos de ser de la religión son independientes de la ley de la raza. d) .-Los elementos constitutivos de toda religión. Hemos visto que la religión es un hecho universal y superra~ cial, hora es ya de analizar los elementos constitutivos y esenciales de la vida religiosa. Antes de buscar la raiz de un hecho es preciso conocer bien su naturaleza. G. Schmidt nos da una definición etnológica de la religión, en cuya amplitud caben perfectamente la verdadera religión y las falsas, la religión natural y las positivas, las monoteístas y las po~ liteístas. EL CONCEPTO DE LA RELIGION 1.15 --------~-------------------- "La religión subjetivamente considerada es conocimiento y sen- timiento de dependencia de una o de varias fuerzas personales suprahumanas, con quienes entra el hombre en mutua comunicación. Objetivamente es el conjunto de actos exteriores, mediante los cuales la religión subjetiva se expresa y se exterioriza: preceptos religiosos, ascesis, oración, sacrificio, sacramentos, liturgia". (o. c. I, 1 ) . A base de los estudios más recientes y mejor comprobados de la Historia comparada de las religiones L. de Grandmaison ( Chris- tus, 1, 1), sintetiza el contenido de los elementos que integran todas y cada de las religiones en los siguientes elementos: 19 Un cuerpo de doctrina, al menos en esbozo; un ciclo de creencias tradicionales sobre el origen y destino del mundo, en particular del mundo hu- mano -o de una pordón determinada ( grupo, raza), de la humani- dad. La adhesión a estas creencias en todos los casos no dudosos, es, o tiende a hacerse obligat-oria. 29 Un conjunto de reglas de con- ducta que son impuestas a la acción humana en nombre de un Po- der sobrehumano. 39 Un sistema de ritos y _de prácticas autoriza- das o impuestas, destinadas a establecer, a promover, a regular las relaciones del hombre individual y social con un Poder o poderes concebidos como trascendentes". !) .-El dogma. "El dogma precede siempre al rito" ... "los ritos y los símbolos no son otra cosa sino la expresión sensible de la doctrina, dogma y ritos caminan juntos en la superficie de la tierra y comparten de la misma suerte. La doctrina precede necesariamente al rito y al símbolo, ya que sin ella éstos no tendrían ni significación ni valor alguno y aparecerían cual quimeras" (E. Burnouf: La ciencia de las religiones, 1, págs. 40 y 135). El reconocimiento de un poder o poderes que no dependen de nosotros, que son incoercibles, suprahumanos, superiores y persona- les es el centro de la vida religiosa. La imaginación y el sentimien- to estético podrán poetizar esta idea y dar los mitos, pero la realidad de un dogma es evidente. Algunos, con Reinach no han querido ver este elemento in- telectual de la religión, la cual reducen a sólo un elemento volitivo- 116 EL CONCEPTO DE LA RELIGION inhibitivo, la moral. pero semejante apreciac10n es antiexperi.mental. En efecto A. Le Roy que dedicó largos años al estudio inmediato y directo de las tribus más degradadas de Africa (bantús, hotento- tes, ni gritas, hamitas) y al estudio mediato de otros pueblos pri- mitivos no africanos, señala nada menos que seis dogmas fundamen- tales en las religiones de los pueblos primitivos, dogmas que apa- recen sí entremezclados y no siempre bien precisos en un fárrago de supersticiones, prácticas mágicas y relatos mitológicos. (V éanse en Christus, cp. III: La religión de los pueblos de cultura inferior). 11) .-La moral. Sostenía hace un siglo E. Burnouf y lo afirma más reciente- mente B. Tylor, el patriarca del Animismo, que "la religión no tiene relación alguna con la moral. o que· esta relación es muy rudi- mentaria". La antítesis es sostenida, como ya dijimos por Reinach. En- tre no ver moral religiosa alguna, y hacer de la moral toda la re- ligión hay un término medio y verdadero: la moral es un elemen- to constitutivo de la religión. Así lo confiesan etnólogos cristianos y etnólogos decididamente evolucionistas. He aquí unos cuantos testimonios: "Es preciso reconocer que todos los que practican la religión se creen obligados. Nunca una persona se determina a practicarla como una cosa libre y porque ella procura ventajas de las cuales se pueda prescindir. Los hombres religiosos han creído siempre que las relaciones que ellos procuran tener con la Divinidad son relacio- nes queridas por la misma Divinidad, Divinidad en la cual recono- cen un verdadero control e influencia sobre los actos. Toda religión contiene una exigencia, y esta exigencia es una exigencia moral. porque la .moralidad de un acto está indisolublemente unida con la idea de religión". ( Lagrange: Las religiones semíticas). "En la mayoría de los casos, dice Schmidt, las leyes éticas se refieren formalmente al Ser Supremo".- Hartmann es más radical en su afirmación: "Es un hecho histórico que toda moral ha naci- do de la religión". Reinach coincide con los autores citados: "La humanidad cree instintivamente que hay una relación íntima entr~ la religión y la moral... Una restricción moral entra en la categoría EL CONCEPTO DE LA RELIGION 117 ele los tabús, cuyas prohibiciones tienen carácter de moralidad per- manente... Un rasgo característico de las antiguas legislaciones re- ligiosas es el no distinguir con precisión las interdicciones morales de otras que son de naturaleza supersticiosa o ritual". III) .-El culto. La vinculación necesaria del culto con la religión es tan evi- dente que sobra insistir en ella. "La prehistoria ve las primeras manifestaciones de la religión en el cuidado de los muertos ( sepul- turas musterianas) y en las prácticas de magia ya en favor de los muertos ya de los vivientes" ( Bouyssonie: La religión de los tiem- pos prehistóricos). Por los objetos culturales que se han descu- bierto en las terrazas y en las cavernas se puede baruntar el culto del hombre cuaternario; del culto del hombre histórico tenemos so- bradísimas pruebas. El dogma, la moral y el culto integran la vida religiosa, en cualquier raza que la estudiemos. El culto es el dogma en acción; el dogma y la moral expresados. El dogma impone, creencias, la moral leyes, el culto prácticas. B) .-El hecho religioso y la psicología humana. Ya que la religiosidad es un atributó esencialmente humano, universal en el tiempo y en el espacio, como lo enseñan las cien- cias positivas de _la cultura, es lógico buscar en lo que hay en el hombre de esencial, de universal y de perenne la explicación del hecho religioso. Hemos visto la independencia de la religión respecto a la raza, como ésta está constituida por diferencias trasmisibles corporales, vano empeño será buscar el por qué de la religión en el elemento inferior del hombre, en el cuerpo. La religión interesa al hombre entero: al entendimiento con sus dogmas. a su voluntad con su moral, al elemento sensible con el culto. La religión cree en la existencia de seres que ni se ven ni pue- den verse; admite leyes que están en pugna con los instintos bio- lógicos; impone prácticas que no tienen el carácter necesitante de las 118 EL CONCEPTO DE LA RELIGION leyes puramente animales o físico quimicas; para nada de esto es apta la materia, pero sí el alma humana que en su condición de e:;~ píritu inmaterial, libre e inmortal puede conocer seres inmateriales, percibir relaciones lejanas y suprasensíbles y ser objeto de leyes que por autodeterminación pueden ser observadas ü violadas. El hombre no es ni materia pura, ni espíritu puro: es un ser compuesto de alma espiritual que informa un cuerpo y le da su ser propio, y con él forma una sola naturaleza completa. un solo prin~ cipío de operación, y una sola persona. El hombre no es una emanación de Dios, pero tampoco un abor- to de la nada; si es polvo mortaL si es vamdad humana, es también algo más excelso que todo el mundo visible: es hechura de Dios, creado a su imagen semejantísima, con un destino inmortal. Grandeza y miseria; un cuerpo que tiende al polvo de que ha . sido formado y un alma que de continuo se remonta a quien la ha creado; capacidad de perfección y tendencias que demuestran su naturaleza imperfecta y defectible: tal es el hombre. Así comprendida la naturaleza humana, así estudiada, nos da la clave de sus vuelos de águila y de sus serpenteos de gusano; nos explica los aciertos y los desaciertos religiosos de que el hombre naturalmente es capaz. a) .-Función religiosa del entendimiento. Con precisión científica llamó Aristóteles al hombre "animal racional"; Pascal, en agu<:{a frase, le dice: "caña pensadora". No hay imagen más apropiada para expresar la debilidad del entendi- miento humano. Pensamos: concebimos ideas, formamos juicios, raciocinamos. El entendimiento tiene su objeto propio: la verdad; cuando la posee se aquieta, se perf~cciona, se goza. La duda. la cavilación, la in~ certidumbre nunca nos ~atisfacen. Queremos luz de verdad, an~ helamos anegarnos en el piélago inmenso de la verdad pura y sin velos, queremos conocer la realidad en toda su extensión y en toda su profundidad. El niño con sus incesantes preguntas, con sus por qué, para qué, cómo, con su curiosidad insaciable nos dice, desde los prime~ ros destellos de la alborada de su razón, que tiende hacia la verdad. EL CONCEPTO DE LA RELIGION 119 ~-----~.--~~ ------------------------ El hombre de la selva, el de las estepas o el de los fríos pola- res, el hombre de las terrazas o el de las cavernas, sea un niño cre- cido, si así lo queréis, pero es innegable que no se encuentra en un: estado mental pre-lógico. "El espíritu crítico reflexivo, llamado lógico por algunos, en contraposición al prelógico, tampoco es una cualidad exclusiva de: los pueblos históricos; si con el progreso de la educación el pensa- miento se hace más lógico, dice Boas, no es porque cada individuo. sea más lógico, sino porque el material tradicional se elabora me- jor" (Aranzandi, en la lntr. 1, de la Etnogrf. de Haberlandt). El hombre, conocido con el epíteto de natural, reflexionará menos que nosotros, pues le falta la educación que tenemos y sa- bido es que "todo agente obrando se perfecciona"; tiene menos con- tenidos de conciencia, menos ideas que comparar y sobre las cuales pueda de raciocinar, pero ciertamente raciocina. Basta observarle cuando inventa, cuando contruye sus instru- mentos rudimentarios, cuando los aplica, cuando marcha a la caza o a la pesca, en sus prácticas mágicas, etc., para convencernos que él aplica de continuo conscientemente los primeros principios de la razón: el de identidad, el de no contradicción, el de razón sufi- ciente, el de causalidad, el teleológico y el de inducción. Es natural al hombre el hábito de los primeros principios; la vida los pone en acto, y con ellos ¡cuán fácil es llegar a tonocer suficientemente la existencia de un Dios Providente!, conocimiento iniciado ya por la tradición tribal que él recibe de sus padres y es- pecialmente en el rito de iniciación de la pubertad. El Aguila de Koeningsberg que se sentía anonadado cuando miraba al cielo y cuando sentía la voz augusta de su conciencia, nos ha dejado en la Crítica de la Razón pura este hermoso y mag- nífico pensamiento: "Pretender arrebatar alguna autoridad a la prueba de la existencia de Dios que parte del orden del mundo, se-- ría no sólo privarnos de un consuelo, sino intentar lo imposible. La razón apoyada en argumentos tan poderoso, y que cada día se ha- cen más explícitos, no puede ser rebatida por las incertidumbres de una especulación sutil y abstracta. La razón, ante el espectáculo ele las maravillas de la naturaleza y de la estructura majestuosa del mundo, va de grandiosidad en grandiosidad hasta la más alta gran- 120 EL CONCEPTO DE LA RELIGION diosidad, y de condición en condición hasta el Ser SuprerGO, Ab~ soluto, que condiciona todas las cosas". (Dial. II, S. 6). El nombre que juzgamos inferior es impresionado por el es~ pectáculo de la naturaleza, brillante y magníficamente grandiosa; ante ella no se ve cohibido por incertidumbres n.:.odas de una es~ peculación sutil y abstracta. El, que no concibe una flecha o un ar- pón o su ingenioso bumerang, si no es fabricado por alguien; él, que se distingue perfectamente a sí mismo de la obra de sus manos; él que comprende que su flecha ha de aptarse a su arco, y el im- pulso que da a su brazo a la distancia en que se encuentra la presa: él que demuestra su inclinación a la inducción en los ritos mágico~; no tiene dificultades insalvables que sortear para llegdr a conocer que hay un Ser superior y Providente, cuyo es el mundo, así como a él le pertenece la ollita o la flecha que labró, a Quien está sorne~ tido cuanto ve, como las cosas que él hace le están sujetas. El dogma central de toda religión: la existencia de algo su- perior a la naturaleza y de Quien d hombre depende, responde perfectamente al entendimiento. b).-La voluntad en la religión. El apetito sigue a la potencia cognoscitiva. Al entendimiento cuyo objeto es la verdad, corresponde la voluntad ('UYG obJeto es la felicidad. La voluntad humana es libre, pero defectible como lo es el entendimiento. Así como las leyes lógicas se impon10n al en- tendimiento, como algo anterior y superior al hombre, así también las leyes éticas se imponen a la voluntad del hombre, qui~ra éste o no. Todos los hombres buscamos la felicidad, la buscamos natural y necesariamente. Siempre que obramos, aun en los mayores sacri- ficios, la buscamos. Como ninguna tendencia natural puede ser falsa, fuerza es reconocer que debe haber algo que corresponda a nuestra sed de felicidad. La felicidad no es el placer. El placer lleva a la destrucción del individuo y de la especie, al embrutecimiento, y apaga nuestro justo anhelo de perfección. El placer no puede ser la ley del hom- bre, ya que toda ley natural es conservativa y perfectiva del ser. El Rey Sabio después de haber libado en todas las copas, se sintió hastiado, no había encontrado la felicidad, y con amargurd EL CONCEPTO DE LA RELIGION 121 y aflicción de espíritu hubo de exclamar: "Vanidad de vanidades y todo es vanidad". "Todo es vanidad menos servir a Dios". Agustín recorrió idéntico sendero, y el_ mundo le enseñó dónde está la ver~ dadera dicha. Desengañado escribió aquellas hermosas palabras que son la más bella filosofía de la vida: "Señor, nos hiciste par.J. Tí, e inquieto ~stá nuestro corazón hasta que descanse en Tí". Descansar en Dios: a eso tiende la voluntad humana. En esta vida esto jamás se logra plenamente: el hombre con razón espera una vida de ultratumba. Nuestra. voluntad experimenta, además, el imperativo del de- ber. Allá en el santuario íntimo de la conciencia, allá donde no puede llegar mandamiento alguno de los hombres, siéntese la voz de un legislador y los dictámenes de un juez. El remordimiento del pecado más secreto y el gozo del sacrificio oculto elevan al hom- bre sobre la tierra. Sin embargo, ni la sanción interior de la con- ciencia, ni las sanciones externas responde perfectamente y siem- pr-e a los imperativos de la justicia. ¡Cuántos crímenes sin castigo, o con débil castigo! ¡Cuántas conciencias endurecidas! ¡Cuántos actos heroicos que el mundo desconoce, olvida y quizá castiga! ¡Cuántas angustias aun en las conciencias mejores! La razón exige una sanción eficaz a la conservación y a la perturbación del orden moral, sanción que por faltar en esta tierra, hemos de admitir que existe cuando pase esta breve vida. La vida de ultratumba, la permanencia de algo del hombre, a pesar de la muerte, exigen de consumo el corazón y la cabeza. Fi- nalmente, nos sentimos débiles ante el deber. Experimentamos un sentimiento de inferioridad, muchas veces, en la vida. No es raro que como el poeta latino veamos y aprobemos lo mejor y sin em- bargo, sigamos la palte peor. Nuestra debilidad busca un auxilio en quien nos ha dado los primeros bienes, allí acudimos en busca de fortaleza, en demanda de auxilio. La confianza en Dios se tra- duce en la oración, en la plegaria; la gratitud, en la alabanza y la acción de gracias. e) .-La unión substancial del hombre y la religión. Ninguna idea, ningún sentimiento constante y vehemente, pue~ den quedar escondidos en nosotros, tarde o temprano se manifesta- rán con actos exteriores. 122 EL CONCEPTO DE LA REL!GiON La fuerza ejecutiva del sentimiento es indiscutible. La idea tiende a ia realización de aquello que representa. Esta motoridad, resultante de la cuantidad y cualidad de la idea y de la impresio- nabilidad del sujeto nos explica la universalidad de las prácticas cultuales, que responden a la religión subjetiva, y las diversas for- mas objetivas, en armonía con los diferentes psiques, de represen- tar las convicciones y los sentimientos religiosos. Unos ofrendarán a la divinidad el hueso más substancioso de la ballena arrojándolo de nuevo al mar, otros esparcirán en el viento la primera miel qu~ han cogido, pero tanto unos como otros quieren con esto reconccr que la caza o el hallazgo feliz es un don del cielo: así nacen las .ofrendas, las primicias, el sacrificio. d) .-Conclusión. El alma, esencialmente igual en todos los hombres, aunque cada uno tiene la Propia, nos explica la existencia universal de los tres elementos esenciales a toda religión, y la universalidad del hecho religioso. Como el alma forma con el cuerpo un solo prin- cipio de ser y de operar y está en él informándolo y unida como el acto está unido a la potencia, debemos afirmar que la naturaleza del hombre explica su religiosidad. La Psicología nos obliga a afirmar que la religión está sujer::~ no a la ley de la raza sino a la ley del hombre, que dqxndc de la ley del hombre y no de la ley de la raza, o, para hablar con preci- sión, a la ley de Quien dió a nuestra naturaleza los impulsos y ten- dencias a sus propios fines. C) .-La Metafísica y la religión. El Kosmos, agregado inmenso de seres los más diversos, des- de el protón hasta los astros, desde los cuerpos simples hasta el hom- bre, es esencialmente compuesto, finito y limitado en sus perfeccio- nes; contingente; relativo y condicionado en su existencia; mutabl~ y temporal. Fuera del mundo hay que buscar la razón de ser y de existir del Kosmos. El mundo existe gracias a la creación divina. EL CONCEPTO DE LA RELIGION 123 Por encima de todos los seres contingentes se encuentra el Ser necesario, "El que es", grito perenne de victoria sobre la nada, fuente de todo otro ser y de toda otra vida. Más allá de la mutabilidad incesante de las cosas hemos de re- conocer que existe un Primer Motor, océano insondable de perfec- ción, sin Jlujo ni reflujo, que en la tranquilidad de su existencia mueve todas las cosas. TocJo depende de Dios. El ser y el obrar de las creaturas su- jetos están a Quien los conserva y concurre con ellos en el ejercicio de la propia actividad. Todo es de Dios que lo ha creado; todo debe enderezarse al fin que él ha prefijado. El hombre, creatura contingente y dependiente como las de- más, no está fuera de la soberanía divina. Depende de su Creador y está obligado a sujetarse a sus designios. La Sabiduría y la Voluntad divinas quiere que cada ser cum- pla con su fin de un modo en armonía con su propia naturaleza. Mientras los cielos cantan la gloria de Dios de una manera inconsciente y necesaria, el hombre debe cantarla de un modo consciente y libre. Y Dios ha impreso en nosotros la ley de sujec10n y de subor- dinación hacia El. Esta ley cuya fórmula suprema es respetar la escala de valores, nos obliga a posponer el cuerpo al espíritu y el hombre a Dios; nos obliga a servir a Dios con todo cuanto somos y con todo cuanto tenemos, es decir, con nuestro entendimiento, con nuestra voluntad, con nuestro cuerpo; lo mismo en cuanto somos personas, que en cuanto somos seres sociales. El reconocimiento de esta ley y la voluntad de sujetarnos a elb es la esencia de la religión: su fuentes y origen es nuestro carácter de creaturas racionales y libres. En una palabra la ley de la religión es la ley natural, que no es otra cosa sino la expresión de nuestra subordinación a la Volun- tad divina. La Voluntad divina, he aquí la norma a la cual se debe sujetar la religión. La religión tiene por ley suprema una ley no absolutamente in- mánente en nosotros, sino una ley impuesta de fuera, impuesta por Dios. A esta ley debe sujetarse la religiosidad del hombre. 124 EL CO)'.;CEPTO DE LA RELIGION ----- ··-·· ·-------- El fundamento ontológico de la religión es pues la relación d~ dependencia y de subordinación del hombre hacia Dios. Esta re- lación es necesaria, esencial e ineludible. N u estro entendimiento ha de rendirse ante la Verd-'!d Eterna e imparticipada, arquetipo d~?: toda verdad;_ nuestra voluntad, ante la Suma Bondad y Belleza inefable, cuyos reflejos en la naturaleza nos cautivan; todo nuestro ser, ante la Primera Causa, fuente y venero, sin ondas ni remoli- nos, de todo cuanto tenemos y de todo cuanto somos. O) .-La Teología y la religión. A la dependencia que a Dios debemos no cabe señalar límite alguno. Dependemos de Dios, y como la Voluntad divina no se distingue ni del Ser, ni de la Omnipotencia, ni de la Sabiduría di- vina, debemos sujetarnos a todo cuanto nos impongan la Voluntad y la Sabiduría de Dios. Dios nos ha elevado al orden sobrenatural; nos ha fijado un fin excelso que el entendimiento humano es incapaz de concebir y que consiste en verle intuitivamente y gozarle beatíficamente, amán- dole con amor de caridad eternamente. Para que podamos conseguir este fin nos da los medios apro- piados; y para que conozcamos ese fin y esos medios, y la ley a que debe sujetar:se nuestra actividad nos ha dado la revelación. Frente a esta dignación amorosísima de Dios no nos cabe sino aceptarla y trabajar porque nosotros no la frustremos. La revelación, la redención, la Iglesia a esto se enderezan. "Dios que en otro tiempo habló en muchas ocasiones y de muchas maneras a nuestros padres, últimamente nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por el cual tam·· bién ha creado todas las cosas" (E p. a los hbr. l. 1-2). Si por ley de nuestra naturaleza hemos de sujetar nuestro en- tendimiento a la verdad, con mayor razón hemos de aceptar el tes- timonio del mismo Verbo encarnado, de la Sabiduría del Padre. Si por ley de nuestra naturaleza hemos de sujetar nuestra vo- luntad a la ley racional, con mayor razón hemos de obedecer los preceptos que nos impone nuestro Rey Crucificado, que con su san- gre nos ha conquistado y nos ha hecho suyos por un nuevo titulé). EL CONCEPTO DE LA RELIGION 125 Jesucristo ha impuesto su reltgión como obligatoria y como ne~ cesaria a todos los hombres. El mandamiento de Cristo es la ley a la cual debe adoptarse la religiosidad del hombre. La ley de Cristo, el Evangelio de Jesús, son ley y anuncio de amor y de caridad. Cristo quiere que su Evangelio sea creído y ob~ servado en todo el mundo; quiere que todos los hombres vivan en verdadera fraternidad, formando un sólo rebaño bajo el cayado de un solo pastor; quiere que toclos los ojos se levanten al cielo y de todos los labios brote un sentido: Padre nuestro. En la religión de Cristo deben morir las rnezquindades del co~ razón humano. Ante Dios y ante su Cristo y ante su Iglesia "no hay judío ni gentil, griego ni bárbaro, sino que todos somos uno'' por la sangre redentora, por nuestro destino inmortal y por nuestro origen divino. Todas las razas caben a la sombra de la Cruz. Toda sangre ha sido lavada en la sangre del Cordero inmaculado. Todos los pueblos están llamados a llenar la tierra del buen olor de Cristo. De este modo la religión cristiana esencialmente católica res- ponde a la universalidad del hecho religioso; de este modo la reve~ !ación cristiana, suave destello de quien es "la Luz del mundo" res- ponde a nuestra ansia de verdad; de este modo la religión cristiana, pletórica de esperanzas de una vida mejor, responde a nuestra ten- dencia a la felicidad; de este modo la religión cristiana, comunica- ción de quien "es la Vida", responde a nuestros esfuerzos de su~ peración; de este modo la religión cristiana, con su moral de lucha bizarra, de sacrificio y de abnegación, con su Ejemplar crucificado y elevado en el monte,, responde a la ley del hombre, ley de herois~ mo y no de placer; de este modo la religión cristiana que es el Reí~ no de Dios, responde a nuestra naturaleza social; de este modo la religión cristiana, con su Sacrificio visible y perenne, responde a las exigencias del compuesto humano. Es la religión de Cristo la única que responde plenamente al hombre porque es la única que viene de Dios. Y de esta religión de Cristo ha recibido la humanidad sus más preciados beneficios. Ella no destruye los elementos valiosos que en cada raza se encuentra, los conserva, los perfecciona, los enno~ blece: el orden sobrenatural no destruye el orden natural, como la 126 EL CONCEPTO DE LA RELIGION energía vital no destruye las fuerzas físico~quí.micas que emplea en servicio del ser viviente. Ningún medio más eficaz para conservar la perfección de la raza que la moral evangélica, moral de pureza, de justicia y de caridad. El Cristianismo no pone el fin último del hombre en conser~ var y perfeccionar los índices antropométricos, ni el pigmentum de la pieL ni el color de los ojos, ni la naturaleza y disposición de los cabellos; pero al obrar así es porque salva la escala de valores: el alma por encima del cuerpo, Dios por encima del hombre. El simple buen sentido dice donde está la verdad. El Evan~ gelio es ley de amor, es religión de caridad, amor de Dios al hom~ bre que le dió su Hijo Unigénito hecho obediente hasta la muerte y .muerte de Cruz; amor del hombre hacia Dios hasta la sublimidad de los místicos; amor del hombre al hombre hasta dar la vida por el hermano. Frente a las doctrinas que dividen al hombre, la doctrina que une al hombre con el hombre y al hombre con Dios. La atracción en lucha con ia repulsión, el amor en lucha' con el odio: el Cristia~ nismo frente al Nazismo. ¿Dónde Pstá la verdad?, los corazone-; nobles tienen la palabra. Luis LITUMA.