© Pontificia Universidad Católica del Perú Facultad de Artes Escénicas. Especialidad de Creación y Producción Escénica Av. Universitaria 1801 San Miguel Telf.: (51-1) 626-2000 Anexo 5800 www.pucp.edu.pe ISBN N° 978-612-47461-8-5 Primera edición electrónica: noviembre 2021 Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2021-12647 Publicación del III Seminario Internacional de Artes Escénicas El Cuerpo y el Espacio en la Creación Escénica en el Repositorio Virtual PUCP Enlace: https://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/182289 Editora: Silvia Tomotaki Layza Corrección ortotipográfica: Álvaro Díez Moreno Diseño y diagramación: Mercedes Tomotaki Layza Fotografías: Leslie Hosokawa y Alonso de Freyre Registro audiovisual: Juan Francisco Ortega Luglio Carátula: performance: ‘Ballet de gallinazos’, (Un) Ser en la ciudad: caminata escénica, dirección de Marissa Béjar Miranda. Fotografía tomada por: Gierina Córdova Rojas Presentación de Pampa Santa de Angeldemonio Colectivo Escénico en el campus de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Presentación de Pampa Santa de Angeldemonio Colectivo Escénico en el campus de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Luis Peirano Falconí presentando la mesa de apertura La creación escénica y los espaciospúblicos. José Antonio Sánchez en la conferencia magistral Cuerpos poéticos: el espacio escénico como campo de experimentación ética. Mesa de ponencias El mundo como escenario: cuerpos y espacios en la creación escénica. Taller: Relaciones de espacio y cuerpo, compartido por Juan Carlos Aldana y Diana Leon. Taller: ¿Qué te agota de tu experiencia en la ciudad?, compartido por Eliana Monteiro. Presentación de (Un=) Ser en la ciudad: caminata escénica, dirigida por Marissa Béjar Miranda, en las calles del Centro Histórico de Lima. Fotografía de la performance ‘Tomasa’. Presentación de La Gran Fiesta de la Democracia Real, dirigida por Rodrigo Benza Guerra, en el Centro Cultural Cine Olaya. e Presentación de La Gran Fiesta de la Democracia Real, dirigida por Rodrigo Benza Guerra, en el Centro Cultural Cine Olaya. Comité organizador e invitados internacionales del III Seminario Internacional de Artes Escénicas. El Cuerpo y el Espacio en la Creación Escénica. Introducción Hemos vuelto a las huellas que dejó el III Seminario Internacional de artes escéni- cas: el cuerpo y el espacio, y lo hemos hecho desde la contingencia del presente. En aquel 2019 nos propusimos dialogar sobre las diferentes nociones de cuerpo que los y las artistas de las artes escénicas abordan y construyen en sus creaciones, así como las reflexiones que convocan. De la misma manera propusimos pensar el espacio desde las diferentes modalidades con las que es tratado e inventado en el hecho escénico. Desde allí, no pueden ser más perti- nentes nuestras búsquedas de ese año con las de hoy donde las nociones del cuerpo y el espacio se reescriben continuamente a partir de las mediaciones que vivimos. En la creación escénica podemos visibilizar la relación indisoluble entre cuerpo y espacio, y las distintas relaciones que potencian. En la entrevista “Fenome- nología del Espacio” realizada para la revista Contact Quarterly, Hubert Godard nos remite a la idea del espacio como la construcción imaginaria de nuestra relación con el mundo. El autor prefiere nombrar a esta relación con el término espacio y nombrar el espacio, real, geográfico y mesurable como topos. Cuando las personas interactúan se mezclan ambos, pero para el autor, el espacio está vinculado a la historia personal. En ese sentido Godard señala “yo estoy en el espacio y el espacio está en mi”. A partir de ello, nos podemos preguntar cómo las reflexiones en el seminario estuvieron entretejidas con nuestra historia- territorio personal, y desde allí cómo se propusieron rutas para habitar lo colectivo en esos cuatro días de encuentro. El seminario fue ese espacio de interacción para que estas preguntas exploren cómo el cuerpo y el espacio se expande, y cómo también nuestros procesos como artistas tienen lugar en esas preguntas. Así, el atravesamiento de espacio y tiempo en las diferentes propuestas escéni- cas, nos devuelven el cuestionamiento sobre la representación y el ser en la con- temporaneidad. También, nos permite revisar en el campo de las artes escénicas la relación entre la realidad y la ficción, y el umbral en el que estas dos dimen- siones convergen en la apreciación del espectador, así como de quien investiga. Fue en este mismo sentido que los artistas Eliana Monteiro y Juan Carlos Aldana nos invitaron a revisitar y representar nuestro topos/espacio (la ciudad de Lima) 21 a través de sus propuestas de indagación en los talleres que impartieron en el Seminario. Eliana Monteiro nos propuso observar la ciudad y pensarla con juegos urbanos y programas de acción directamente ligados al proceso de memoria-cu- erpo en su taller “¿Qué te agota de tu ciudad?”. Juan Carlos Aldana nos provocó a experimentar el espacio desde escrituras que desafíen los esquemas de la representación en su taller “Relaciones de espacio y cuerpo”. En estos encuen- tros, artistas, estudiantes, docentes e investigadores participaron durante las sesiones y compartieron la experiencia ante el público que formó parte del semi- nario. Nuestra especialidad, por su lado, compartió dos creaciones escénicas que exploran otras formas de concebir el espacio escénico. La caminata escénica “(Un) Ser en la ciudad: caminata escénica” creada por la profesora Marissa Béjar, experiencia de tres horas de duración por diferentes puntos del centro de la ciudad de Lima que nos invitaban a repensar nuestra ciudad, así como experi- mentar otras formas de percibir el espacio de modo colectivo con los otros cami- nantes y usuarios del espacio. Por su parte, “La Gran Fiesta de la Democracia Real”, experiencia escénica creada por el profesor Rodrigo Benza, en la que los espectadores participan como invitados de una gran fiesta organizada con fines políticos, nos llevaba a explorar el convivio desde el cruce de fronteras entre la realidad y la ficción. También se presentó “Pampa Santa” del colectivo Angelde- monio, intervención escénica en la que el espectador participa en un ritual colec- tivo y que para la edición del seminario fue realizada en el campus de la universi- dad. Estas propuestas tuvieron como interés el indagar sobre las diferentes maneras de involucrar al espectador de manera activa y de difuminar los límites entre la realidad y la experiencia escénica. En ese horizonte, extendiendo las consideraciones sobre los límites entre el teatro y la realidad, Jose Antonio Sánchez, nos invitó a pensar en la continuidad de la poética, como potenciador del deseo, entre ambos “espacios”. Siendo el espacio escénico, entonces, una oportunidad de experimentación ética. Eliana Monteiro, a modo de constelación, da cuenta de su práctica artística con Teatro da Vertigem en relación con la del colectivo peruano LOT- La Otra Orilla, con cuyas prácticas se entrecruzan sus planteamientos sobre el espacio público y privado. Finalmente, Juan Carlos Aldana abre su proceso de investigación sobre Hamlet y el desarraigo, y nos hace partícipes de sus inquietudes para plasmar las preguntas y encontrar las formas de dar cuenta de la experiencia, desde una escritura expandida que entrecruce saberes. 22 A la luz de la crisis sanitaria, la reflexión ética en el campo de las artes escénicas trasciende las temáticas y metodologías de la creación para cuestionarnos sobre la importancia de la supervivencia del convivio escénico en contextos tan duros como los que hemos y estamos atravesando. Se vuelve entonces, aún más perti- nente preguntarnos sobre cómo configuramos nuestros espacios y nuestros cuerpos. Los autores que comparten sus miradas y experiencias en esta publicación, nos remiten justamente a mirar la constitución del espacio desde la relación con el otro. Así en el eje 1, Alessandra Lima de Carvalho, aborda las nociones de actor/actriz, ficción y juego, propuestas por Josette Féral y explora su relación con lo real en el caso de la performance, y desde allí, qué entrenamiento o prácti- ca requiere el performer para operar en la escena performativa. Lucía Lora nos propone pensar en la relación entre el descentramiento de la fábula y el tiempo espacializado en el que hoy en día vive el sujeto fragmentado, plural y heterogé- neo de la posmodernidad. Rubén Bardales analiza el trabajo de Jérôme Bel a la luz de los posicionamientos sobre lo posdramático y su relación con la autorrefer- encia en la composición coreográfica. Sandra Bonomini nos presenta al cuerpo como un espacio de descolonización a través de la performance, y cómo esto resuena en su propio cuerpo y escritura que conviven con la experiencia de investigar dicha práctica. En el eje 2, Andrés Guacaneme explora el espacio de la milonga en Bogotá y las posibilidades de que la pista de baile se convierta en metáfora de relaciones donde la frontera practicantes- partícipes es desplazada, y los cuerpos logran convivir en los efimero. Tainá Macêdo nos lleva a la reflexión sobre el vestuario teatral y cómo el traje de escena del actor popular se entrelaza con manifesta- ciones populares para dar cuenta de su lugar de enunciación social y cultural. El eje 3, desde la mirada de Héctor Briones nos insertamos en la composición de la imagen en escena desde el entrecruce cuerpo-tecnología y su posibilidad de despertar saberes sensibles, memorias, y reflexiones del proceso de creación en el que participó el autor. Mihaela Radulescu, maestra e investigadora, quien ya no se encuentra con nosotros en el espacio físico pero con quien seguimos com- partiendo nuestro espacio íntimo, personal y colectivo a través de la memoria, de sus ideas y sus pensamientos, nos invita a pensar en cómo las interacciones entre el público y la obra mediante de la construcción del escenario, logran hacer converger los planos de significación del espectáculo. El eje 4, Martín Rosso nos propone estudiar el cuerpo desde la noción de “corpo- reidad” de Matoso y a entender el espacio, no como aquél en el que ocurren sólo algunas transformaciones, sino como un elemento dinámico de toda la concep- ción dramatúrgica de la obra. Por su parte, Lucía Ginocchio nos habla de un 23 cuerpo vulnerable al bailar en un espacio de oficina compartido y provocar una convivencia de prácticas. Finalmente, Rangel nos habla del encuentro entre cuerpo y ambiente a través de lo sonoro a partir de la noción de “ambiencia”. Desde una mirada regresiva, el seminario se distingue como un espacio construi- do a partir del compartir, de la reunión y la presencia. El espacio y el cuerpo apa- recen como posibilidades de autoconfiguración. Son el fin que se vuelve el medio y vice versa. Podemos detenernos a recordar ese mayo de 2019. En una de las notas finales que hicimos nos resonaron estas preguntas: ¿Cómo estamos pensando las formas en las que los cuerpos aparecen en el espacio hoy, cuando el cuerpo es reprimido, bloqueado, invisibilizado? ¿qué resistencias se animan? ¿qué queda preservado en el cuerpo, a partir de lo cual podemos decir o provocar que otros digan mañana? Los artículos, conferencias, transcripciones de las mesas que forman parte de esta publicación proponen narrar y estudiar experiencias desde el cuerpo y el espacio que pueden responder a estas inquietudes, y desde allí plantear formas en que nos relacionemos con el mundo, desde la poetización que puede provo- car lo escénico, y la resistencia que nos anime a hallar formas de seguir encon- trándonos desde el deseo, como fuerza activa que interpela a nuestros cuerpos, como propone Suely Rolnik, a vibrar de tal manera que estemos a la altura de la vida. 24 Cristina Velarde y Lucero Medina Hú Profesoras organizadoras del III Seminario Internacional de Artes Escénicas 28 Cuerpos poéticos: el espacio escénico como campo de experimentación ética Transcripción de la conferencia magistral compartida por José Antonio Sánchez en el III Seminario Internacional de Artes Escénicas El Cuerpo y el Espacio en la Creación Escénica. Lima, 29 de mayo del 2019. La última vez que estuve en Lima fue en el año 2011. En aquella ocasión me invitaron a un evento de la Cátedra Internacional de Estudios Escénicos Latinoamericanos —creo que es así— CIELA. Fue un evento que se realizó en la Casa de Yuyachkani y el tema, en aquella ocasión, era sobre la representación. Me resultó un tema muy extraño. Venía de estar pensando otras cosas que tenían que ver más con un sentido positivo de lo intrascendente, etcétera. Intenté pensar cómo abordar el tema de la representación. Aparecieron algunos referentes inevitables que luego han quedado muy ligados a mi vida y a mi pensamiento como el trabajo de Lina Majdalanie, que entonces se llamaba todavía Lina Sane, y Rabih Mroué. Y todo su trabajo sobre la ausencia, la desaparición, la presencia, la representación. Y, también, en aquel año ocurrió un evento, un acontecimiento muy importante en España que fue el 15- M, que ha transformado o que transformó durante unos años la política española y que surgía de un problema de representación. Creo que ahora en Perú hay un problema similar. Y, en aquellos años en España, una de las movilizaciones más importantes fue precisamente la de Rodea el Congreso, porque no nos representa. Entonces, aquel tema de la representación, que para mí era extraño, se convirtió en algo que, curiosamente, adquirió urgencia pensar. De ahí surgió, después, una conferencia un poco más articulada que se llamó La ética de la representación. Y, cinco años después, eso llegó a un libro, que es este libro, que se llama Ética y representación. De modo que, aquella invitación a un tema que yo no había pensado, en un formato de diez minutos creo que tenía para hablar, al cabo de cinco años se convirtió en un libro que ha sido algo más que un libro de teoría para mí, o que fue más que un libro de teoría para mí, porque fue, también, un proceso de pensamiento vital, de alguna manera. Quiero decir con esto que los tiempos del pensamiento, como los tiempos de la vida, son lentos. Y que, probablemente, aunque han pasado muchos años desde el 2011 hasta ahora, lo que yo puedo decir ahora no es muy diferente de lo que entonces ya dije. Porque el pensamiento requiere su tiempo y porque, quizás, la novedad no es lo importante en los procesos de pensamiento. Venimos de unas elecciones en España que han acabado, desgraciadamente, con el Gobierno del Cambio en la ciudad de Madrid. Nadie se esperaba que pudiéramos perder. En uno de los debates electorales, una de las candidatas de un partido conservador culpaba a la alcaldesa saliente, Manuela Carmena, de que en esos cuatro años que había estado en Madrid no había hecho nada nuevo, que no había nada nuevo. ¿Qué significa nada nuevo? Que no hay ninguna gran carretera, ninguna gran infraestructura, ninguna gran inversión 29 monumental. Esa idea de lo nuevo está asociada a la aceleración de la historia producida por el interés. Es una idea de lo nuevo que no nos interesa, no tiene nada que ver con el pensamiento, no tiene nada que ver con el conocimiento. Más bien, curiosamente, desde posiciones “progresistas” como las que han gobernado en estos últimos cuatro años el Ayuntamiento de Madrid, lo que se ha priorizado no es lo nuevo, sino otros valores, que tienen que ver con el cuidado de lo que existe, con la reparación de lo que ha sido dañado, con el tejido de redes ciudadanas: con todo aquello que tiene que ver con la preservación de la vida. Y, a veces, la preservación de la vida, que es el valor fundamental, está reñida con la novedad. Por tanto, a veces, la lentitud o la demora del pensamiento tienen que ver con esa conciencia de la necesidad de preservar. Que es, en el fondo, el objetivo de la cultura. O que es aquello a lo que la cultura misma se debe. Así que hoy, no pretendo traer nada estrictamente nuevo, sino, más bien, proponer una serie de problemas —o que para mí son problemas— con el fin, más bien, de que pensemos juntos. Entonces, les voy a proponer una serie de escenas del pensamiento que comienzan con esta escena en la que estamos juntos, con el espacio en el que estamos juntos y por qué estamos juntas. ¿Qué hacen todos estos cuerpos aquí reunidos? ¿Cuál es la motivación de estar juntas en este espacio? Y, caben muchas respuestas: podemos responder que por curiosidad; podemos responder que por interés; podemos responder que por obligación —no sé si algún estudiante está por obligación—; podemos responder que por aburrimiento, porque no teníamos nada que hacer, a ver si nos divertimos un poco en esta conferencia. Hay un interés bueno y un interés malo. Hay un interés bueno que tiene que ver con… que se parece más a la curiosidad. Que es el interés por sumarse a un proceso de enriquecimiento: el interés por aprender, el interés por conocer. Y hay un interés malo, que es el interés que tiene que ver con la acumulación. Que es el interés que funciona para la banca, que es el interés que funciona para la especulación; pero que es el interés que, desgraciadamente, funciona también en la universidad o que se interioriza en la universidad. El sistema de créditos, lamentablemente, tiene mucho que ver con ese interés malo. Y ese interés malo nos lleva muchas veces a participar en eventos por el interés de apropiarme de algo que voy a acumular para mi trayectoria personal. Hay un interés bueno y hay un interés malo. Hay un interés acumulativo, apropiador; y hay un interés generoso que tiene que ver con la curiosidad. Probablemente, ante una pregunta como esta: ¿qué hacemos aquí? ¿Qué hacen estos cuerpos aquí reunidos? Sería más raro responder con otras respuestas como: por deseo. Probablemente, sería muy raro. O, por necesidad. También sería responder que estás por necesidad. Hay algo peyorativo en la idea de necesidad, ¿no? Como si reunirnos por necesidad respondiera a una carencia, a una falta de autonomía, a una incapacidad. Sabemos que no es así. Sabemos que la necesidad, probablemente no en esta situación concreta, es intrínseca al ser social. Antes se hablaba de la idea de vulnerabilidad. Judith Butler lo ha teorizado largamente con esa idea de codependencia. Sin embargo, por más que leamos a Judith Butler, nuestras inercias siguen siendo ajenas a ese pensamiento. Y pensamos que, sí necesitamos, es porque somos pobres en algún sentido. Porque no tenemos suficiente autonomía; nos sentimos inferiores. Y nadie va a responder: estoy aquí por necesidad. Sería muy difícil que alguien dijera eso. 30 Podríamos, también, responder de maneras más positivas. Probablemente, no a la pregunta de “¿qué hacen estos cuerpos aquí hoy?”. Pero, sí a la pregunta de “¿por qué se reúnen los cuerpos en un espacio?”. Los cuerpos en un espacio, también, se pueden reunir por solidaridad, se pueden reunir por compasión. Con la compasión pasa algo parecido a lo que pasa con necesidad, que es un término que ha sido marcado peyorativamente, cuando la compasión es una pulsión fundamental para el ser social. La idea de compartir el dolor o compartir la alegría o compartir el sufrimiento con otra persona, no con la intención meramente de duelo, sino con la intención que produce la necesidad de transformar la situación que da lugar a la compasión. O la solidaridad o el miedo. Podríamos, también, juntarnos por miedo. Ahí ya, ese sentimiento es más peligroso, porque el miedo puede dar lugar a comportamientos de aislamiento, a comportamientos xenófobos, comportamientos fascistas. El interés… El interés malo —el interés acumulativo— formatea el deseo. Formatea la curiosidad, domestica la compasión, domestica la solidaridad y proscribe el aburrimiento. Nadie está aquí por aburrimiento. Pero, el aburrimiento no es tan malo. También el aburrimiento es una condición necesaria del pensamiento. No podríamos pensar sin los tiempos de demora. Y, obviamente, la demora no es una demora displicente, no es una demora de dejarse estar; es una demora atenta, es una demora deseante… Deseante de encontrar matices, deseante de transformar. Estar juntos, estar juntas, no necesariamente produce comunidad. El estar juntas o estar juntos puede ser una situación transitoria, como ocurre hoy aquí: no somos comunidad, simplemente estamos juntas. Pero, ese estar juntas, incluso en una situación como la de hoy, en la que, probablemente, muchas de nosotras no nos vamos a llegar a conocer personalmente, más allá de lo que podamos intercambiar públicamente; ese estar juntas sin necesidad de ser comunidad ya tiene una potencia. Siempre y cuando seamos capaces de reconocer las motivaciones, por una parte. De liberarnos de aquellas tensiones negativas, es decir, del interés acumulativo, por una parte. Del miedo… Y pensar en la potencia positiva de este momento, de esta hora y media que vamos a tener en común. Les voy a proponer algo raro: dejen de tomar notas. Se los propongo, no los obligo. Y, en vez de tomar notas de lo que yo digo, que no es tan importante. Y que, en cualquier caso, alguna vez escribiré —dentro de cinco años quizás lo publique—; intenten pensar desde otro lugar. Intenten escribir asociaciones o intenten producir dibujos o intenten pensar acciones. O bailen, si quieren. O me interrumpen o cantan o dibujan. Y, luego, nos lo enseñan. Y, quizás, en el diálogo que luego Lucero y Tatiana van a coordinar, en vez de preguntas, que también las puede haber —no estoy prohibiendo ni imponiendo nada— también podría haber poemas o podría haber textos automáticos o podría haber imágenes o podría haber memorias o podría haber recuerdos. El título de esta charla es Cuerpos poéticos. Los cuerpos poéticos podrían ser, también, cuerpos deseantes. Cuerpo poético como cuerpo que se deja llevar en un hacer, que se deja llevar por el deseo en un hacer o que se deja llevar por su deseo en su hacer. Y, para ello, hay que liberarse de las constricciones que formatean el deseo. Empezando por el interés malo, por el interés acumulativo. Los cuerpos poéticos no buscan la satisfacción, sino más bien la preservación de la potencia que alimenta el deseo. La preservación de la potencia que permite que las formas se activen una y otra vez. Puede ser que esas formas se fijen en algún momento: se fijan como palabras en libros, se fijan como poemas, se fijan como obras escénicas... se producen 31 formas. Los cuerpos poéticos pueden producir formas y, por tanto, pueden ser también cuerpos poiéticos, en el sentido de que producen. O pueden ser, simplemente, cuerpos que en su hacer incorporan el deseo e incorporan la obligación ética de no interrumpir la cadena del deseo. Un hacer que podría ser como un estar en la práctica de lo insólito, de lo extraordinario, de lo desconcertante. Y lo insólito, lo extraordinario y lo desconcertante solo tienen sentido en tanto que nos despiertan una y otra vez al mismo deseo, mientras son solidarios con el deseo. Cuando hablo de cuerpos poéticos no hablo, necesariamente, de cuerpos asociados a la idea de poesía, en el sentido de poesía verbal. Sino a cuerpo que son conscientes y expresivos de su subjetividad. Ahora bien, la subjetividad, como recuerda Suely Rolnik, tiene esas dos dimensiones. Una subjetividad que tiene que ver con el estar en el flujo de los afectos y que se deja afectar y, al mismo tiempo, se convierte en nodo del flujo de los afectos. Y esa otra subjetividad, que es la subjetividad del sujeto, del sujeto de toda la vida, que es el sujeto de la representación, que es el sujeto que coloca frente a sí los objetos del conocimiento o los objetos de la percepción o los objetos del deseo también. En la suma, de esas dos dimensiones de la subjetividad, de la subjetividad afectiva, por una parte, y de la subjetividad que podríamos llamar subjetividad representacional, la subjetividad del sujeto como sujeto sujetado por los determinantes de las concepciones culturales, se produce una tensión, que es la tensión en la que habitamos como cuerpos deseantes. Hay una experiencia subjetiva del mundo, una experiencia afectiva del mundo, que desborda los límites de la individualidad y que nos sitúa en un flujo. Y ahí aparece una idea de espacio, que es una idea de espacio que nada tiene que ver con el espacio geométrico ni con el espacio de la representación, sino que responde más bien a una espacialidad, que es una extensión de nuestro propio cuerpo en cuanto lugar de afecto, en cuanto lugar de tensión y de paso de los afectos. Y hay una experiencia del mundo, que es la experiencia del sujeto, que se representa el mundo, y que construye espacios. Que esos espacios sí son espacios geométricos o no; pero son espacios tridimensionales. Y el sujeto, en ese espacio, tiene distancias respecto a otras personas y otros objetos. Nunca estamos en un espacio o en otro: podemos estar a veces más en el espacio subjetivo-afectivo y otras veces podemos estar más en el espacio representativo- tridimensional. Y la tensión de esas dos subjetividades, en la tensión de esos dos espacios, encontramos lo que estoy intentando enunciar con la idea de los cuerpos poéticos en el espacio de la ética, que es también un espacio que se produce de la tensión entre el espacio de los afectos, entendido en el sentido en el que lo utiliza Suely, y el espacio cultural, sea geométrico, tridimensional, o sea un espacio normativo, de leyes, etcétera. La subjetividad está en los dos lugares y el espacio está en los dos lugares. Lo que ha ocurrido, tradicionalmente, es que el sujeto, el sujeto-sujeto, el sujeto-sujetado, se ha apropiado de la subjetividad y se ha apropiado también del espacio y se ha convertido en un sujeto-soberbio. Ese sujeto-soberbio, que desprecia la experiencia subjetiva de lo afectivo como si fuera algo primitivo; que desprecia la concepción del espacio que es ajena a las normas y a los cálculos, a la legalidad cultural existente; y que se instala en el centro de ese espacio con una mirada dominadora, con un perfil de representación; o, peor aún, que ni siquiera se instala con un perfil de dominación, sino que se sitúa en el lugar del trabajo como un operario; o, peor aún, que se instala en ese espacio, en el lugar simplemente de la labor alienada... Ese sujeto-soberbio es incompatible con la idea de cuerpo poético o con la idea 32 de cuerpos poéticos. No hay nada más contradictorio con la subjetividad poética que la soberbia. Y todos podemos conocer a poetas soberbios, a coreógrafas soberbias, ¿no? Pero, no dejan de ser poses institucionales. Nunca podrían ser grandes artistas si no fueran modestas en su relación afectiva con la realidad. Y es posible que haya contradicciones vivientes andando por el mundo, y todos las conocemos. Y, simplemente, hay que decirles que no hace falta que sigan disimulando, que pueden mostrar su vulnerabilidad y que esto no va a afectar a su creatividad. Estoy hablando, por tanto, de cuerpos poéticos en plural, intentando evitar el cuerpo poético singular. El cuerpo poético singular pertenece también a ese imaginario romántico del poeta heroico singular. Y ese poeta heroico singular es un poeta muy triste: su destino era la muerte o la soledad. ¿Quién quiere ese destino? ¿No es más fácil aceptar la codependencia y la pluralidad como condición de lo poético? Pero, claro, estamos tan educados en siglos en la idea de que lo poético está asociado a la creación individual y que está asociado a la construcción de la singularidad, que nos parece muy difícil concebir —ni siquiera concebir— esa pluralidad de los cuerpos poéticos. Hace cuatro años, cuando estaba acabando ese libro Ética y representación —cuatro años después de estar aquí en Lima—, una coreógrafa me invitó a una prueba. La coreógrafa se llama Cuqui Jerez. En ese momento, vivíamos en México. Entonces, me invitó a la prueba. Yo pensaba que iba a un ensayo, pero, no. Al llegar a la prueba, nos pidió a las siete personas que habíamos acudido que ocupáramos el espacio del estudio y que hiciéramos acciones que ella nos dijo. Entonces, una persona tenía que doblar como mantelitos, plegándolos; otra persona tenía que hacer palomitas de maíz; otra persona tenía que hacer… Ya no recuerdo. A mí me tocó arrugar un rollo de papel continuo, de muchos metros, y mi función era solo arrugar papel. Bueno, fue una prueba interesante porque formaba parte de un proyecto de Cuqui Jerez que luego se llamó The Dream Project, el Proyecto del Sueño. Y, que después evolucionó, hacia otro proyecto que se llama Las Ultracosas, y que tiene que ver con la relación de los cuerpos con las cosas. Pero, lo que a mí me resultó muy interesante en aquella prueba es de qué modo aquellos cuerpos que estábamos participando en la prueba en relación con las cosas... y digo cosas y no objetos, porque eran cosas. Porque no había una relación sujetos - objeto, sino que había una relación de cosas y cuerpos, de cuerpos y cosas. Y los cuerpos humanos estaban trabajando conjuntamente en producir una transformación de las cosas. ¿Qué cosa tan básica, no? Transformar las cosas, es la base del trabajo humano, ¿no? Y qué diferencia esa prueba de hacer algo tan básico de cuerpos que transforman cosas, de cualquier situación cotidiana. ¿Por qué aquella situación tenía una dimensión poética? Y no sé cuál es la respuesta, pero tenía una dimensión poética. Podemos pensar, bueno, aquello era como una especie de taller profanado. Es decir, los cuerpos que tenían que estar ahí produciendo transformaciones productivas, transformaciones de cosas en objetos, estaban produciendo transformaciones de cosas en otras cosas. Claro, normalmente, la relación de los seres humanos con las cosas es producir objetos: producir herramientas, producir… o adaptarlas a las necesidades humanas. Y en cambio aquí, solamente se estaban transformando cosas en otras cosas. Y qué pasaba con los cuerpos que también se transformaban. Y ahí es donde aparece lo interesante de la prueba: que cuerpos, en esa profanación del taller transformando cosas, se transforman a sí mismos. No 33 solo por vía de la percepción que se transforma, en la relación con las cosas, sino también en la relación con los otros cuerpos. Hay dos elementos o dos sentidos de lo poético que se cruzan en esta prueba que hizo Cuqui Jerez. Por una parte, lo poético en el sentido literal en relación con la poesía, con el uso extracotidiano del lenguaje que ocurre en la poesía. Si lo traducimos a la materia de las cosas, podríamos hablar de un uso extracotidiano o una relación extracotidiana con las cosas. Y ahí aparecen sentidos insólitos. Se abren percepciones que tienen que ver con lo extracotidiano, con lo insólito, con lo no visible hasta el momento, con lo no existente hasta el momento. Y un segundo sentido de lo poético, que tiene que ver con esa idea del hacer, tal como lo ha teorizado Boris Groys: lo poético opuesto a lo estético. En esa prueba nadie mirada, todos hacíamos. No había espectadores, o había una espectadora que era Cuqui, que estaba haciendo la prueba. Es decir, la única que no tenía que estar mirando estaba mirando y, todos los demás, que teníamos que estar mirando su prueba, éramos los que estábamos haciendo. En esa coincidencia de esas dos dimensiones de lo poético, lo poético en la relación de lo insólito y lo poético en el hacer, apareció una potencia. Una potencia que afectaba a los cuerpos más allá de la representación. No podíamos representar porque estábamos haciendo todo el tiempo. Sí podías mirar de reojo lo que estaban haciendo los demás, pero sobre todo estabas sintiendo un hacer. Situación poética porque se produce una transformación de los cuerpos, de la percepción, de la relación, y aparece una realidad nueva. Aunque sea una realidad infraleve, ¿no? Estamos hablando de algo infraleve. Situación poética porque los cuerpos no miran, sino que los cuerpos actúan, y actúan colectivamente. Y no bastaría que un solo cuerpo hiciera la acción, no aparecía la situación poética en el hacer de un solo cuerpo: era necesaria la colectividad de los cuerpos. Y, un tercer elemento, era una prueba, en un espacio que era un estudio, pero que habitualmente no se utiliza como estudio, que, probablemente, era un almacén del Centro Histórico de México. Importante, estamos ante una situación liminal. No es un espectáculo, no es un ensayo. Digamos que es una situación. Lo liminal está asociado a la espacialidad, al espacio que era, entre lo público y lo privado, entre lo espectacular y el ensayo; pero, lo liminal también está asociado a la idea misma de transformación. Hay una intensidad en ese espacio liminal. Lo liminal tiene que ver con ese espacio fronterizo de tránsito, lo liminal como el espacio de umbral. Pero, la diferencia de lo liminal con los espacios de tránsito es que, en lo liminal, se produce una transformación. Se produce una intensidad de transformación. Es la diferencia con lo que ayer hablaba Alex en relación con el no-lugar, ¿no?1 Los no-lugares son espacios de tránsito, pero no son liminales porque no producen ninguna transformación ni producen intensidad de experiencia. En cambio, los espacios liminales son espacios de tránsito en los que se producen transformaciones o se producen intensidad de experiencia. ¿Y no es eso, no es ese tipo de espacio el que siempre querríamos que fuera, el teatro o el espacio del arte en general? ¿No es ese el espacio liminal de transformación y de intensidad lo que siempre debería ser el arte? Hace poco estuve en Atenas, en el Teatro de Dionisio, que se conserva al Sur, al pie de la Vieja Acrópolis. Es un espacio liminal en varios sentidos. Es un espacio liminal porque era un lugar de tránsito en el espacio de la fiesta: un lugar intermedio entre la fiesta y el 1 Se refiere a la participación de Alex Huerta Mercado en la Mesa de apertura: La creación escénica y los espacios públicos. Puede verse la transcripción en el capítulo Reflexiones a partir del Seminario. 34 discurso. Un lugar intermedio entre el lugar de culto, el Templo de Atenea Parthenos, y el Ágora. Un lugar intermedio entre la corporalidad y el lenguaje. Y está en un lugar de tránsito, ¿no? Está en el Peripatos que lleva… En ese camino sagrado que lleva desde la ciudad de los comerciantes y de los políticos, a la ciudad de los dioses y de los héroes. El Teatro de Dionisio, donde se estrenaron todas las grandes tragedias que conocemos, es un lugar también que, probablemente, estaba regado de muchos líquidos. Si vemos los frisos del Partenón, aparte de las escenas heroicas, pues hay muchas escenas de los animales que van a ser sacrificados, de las luchas, de los hombres y los centauros, de las luchas de los titanes... Y en esas luchas corría la sangre. Y en las fiestas dionisiacas corría mucho vino. Y, probablemente, corrían otros muchos líquidos. Ese Teatro, ese espacio entre la fiesta orgiástica y el lenguaje, el discurso; lo orgiástico corporal y el discurso, la palabra de lo político; pero, también, entre lo sagrado y lo profano. Ese es el lugar de la tragedia. Y ese lugar de la tragedia está cortado espacialmente de dos maneras. Está cortado por los tres espacios que componen el Teatro: el Teatrón, que es el espacio donde se sienta el público, la Orchestra, que es donde se sienta el coro, y la Skene, que es la escena. Y está cortado dramáticamente, también, entre el espacio de la colectividad y el espacio de la individualidad. Pero, lo importante es que es un espacio liminal. Que se corte nunca es un corte que escinde, que separa. Y que el teatro nunca deja de ser fiesta para ser lugar de lo político, de lo discursivo. El teatro nunca deja de ser cuerpo o carne, más bien, para ser lugar de la palabra. Que nunca deja de ser colectividad festiva para ser lugar de la palabra racional discursiva. Ese es el lugar de lo liminal. Ese es el lugar donde habitan los cuerpos poéticos. Ese es el lugar en el que la tragedia griega, la tragedia antigua… es un lugar liminal, es un lugar de lo poético. Si perdemos la dimensión de lo sagrado —no estoy hablando de lo religioso, estoy hablando de lo sagrado—, si perdemos la dimensión de lo festivo orgiástico colectivo, si perdemos la dimensión de lo corporal en cuanto carne, en cuanto flujo; estamos cayendo en un lugar que nos aleja de lo poético. O, en cualquier caso, hacia una idea de lo artístico desde la que es muy difícil recuperar esa intensidad o esa liminalidad. En muchas ocasiones se ha intentado recuperar la unidad perdida. Retrotraer la escisión. A veces, se ha intentado que todo el público se suba al escenario. O que público y actores se encuentren en la Orchesta —estoy hablando en términos figurados— o que los actores suban al teatro. O nos vamos del teatro y nos vamos a la ciudad. O nos vamos, otra vez, al templo. Todas esas combinaciones son posibles y les podemos poner nombre históricamente. A principios del siglo XX, numerosos artistas intentaron evitar la división produciendo eso que Rancière llamó el modelo festivo, ¿no? El modelo del teatro político festivo, basado en las fiestas públicas que Rousseau añoraba y que se materializaron en la época heroica de las revoluciones, en ese arte de las masas, en ese arte sin espectadores. O, los años posteriores, en diferentes momentos, los años sesenta con todas las prácticas de teatro colectivo, dramaturgias colectivas, teatro envolvente, etcétera, etcétera. Todo eso tiene sentido, siempre y cuando, el objetivo sea mantener la tensión. Porque si la tensión se disuelve, nos alejamos igualmente de la intensidad de lo poético. El problema no es la representación. No es la representación la que nos aleja de lo poético, no es la división entre actores y espectadores, no es que el teatro esté acotado y alejado de la ciudad, o no es que el teatro sea un espacio acotado y privilegiado y nos aleje de los problemas de la ciudad. Es que perdamos la tensión del estar dentro y fuera al mismo tiempo, de estar en el lugar de tránsito. Hélène Cixous, cuando Ariane Mnouchkine le encarga 35 uno de los textos para el Théâtre du Soleil, uno de los varios que escribió para Ariane Mnouchkine, La Ville Parjure, La ciudad perjura, escribió que Ariane Mnouchkine siempre parte del espacio. Que el espacio es el punto de partido para la producción escénica. Porque el espacio es el lugar que habitan los cuerpos, el espacio para el Théâtre du Soleil es la Cartoucherie de Vincennes. Y es un espacio cargado de memorias. Cargado, también, de memorias de la ficción, pero, también, de memorias de vida. Y Ariane Mnouchkine describe el espacio como un espacio vacío, pero ese espacio vacío es muy diferente al espacio vacío de Peter Brook. Ella lo describe como un vacío matricial, y ese vacío matricial ya no es el mismo que es el espacio vacío de Peter Brook, que sigue siendo el espacio vacío de la representación, el espacio vacío geométrico digamos. El espacio vacío matricial tiene mucho más que ver con el espacio vacío de lo afectivo. O, al menos, con la tensión entre ese espacio vacío de lo afectivo y el espacio vacío de la representación. Entonces, cuando se habla de romper el espacio, de romper el espacio acotado de la teatralidad o el espacio acotado del arte, de superar la escisión entre espectadores y público, no estamos hablando de algo literal o de algo que en sí mismo implique abandonar el teatro, abandonar la representación, etcétera. Si no, más bien, recuperar esa tensión perdida. No se trata de ser felices, recuperar la armonía, todos somos iguales, todos nos abrazamos, todos bailamos juntos. Porque eso está muy bien, pero, digamos que eso es la fiesta, sin más. Y la fiesta no tiene por qué estar asociada a la idea de lo poético —antes he dicho que lo poético no produce satisfacción, sino que lo poético preserva la potencia del deseo—. Si no, de trabajar en cómo reconfigurar el espacio para producir nuevos modos de limen, nuevos modos de umbral. No se trata, entonces, de hacer cotidiano lo poético, sino de poetizar lo cotidiano. Poetizar lo cotidiano implica interrumpir lo cotidiano, buscar continuamente lo insólito en lo cotidiano, cargar de interrupciones lo cotidiano. Intentar salvar la escisión no es buscar una reconciliación sin más, sino trabajar la multiplicación de las interrupciones poéticas que preservan la vida, que preservan la potencia del deseo. Dos ejemplos históricos para no hablar en las nubes… en las nubes de Atenas. Dos intentos históricos de recuperar el umbral. El otro día hablábamos de Bauhaus. El antagonismo entre la danza libre de Isadora Duncan, que también pasó por distintos teatros griegos para buscar la inspiración, pero ¿qué es la libertad? ¿Qué es la danza libre? Pues, es la danza que solo puede bailar una persona. Isadora Duncan fracasó constantemente en el intento de hacer danza colectiva. Porque es libre, tal como se entiende la danza libre en el cuerpo de Isadora Duncan, con todas las cosas buenas que hay en esa tentativa, solo puede ser una persona. En otro lugar, en otro extremo, encontramos la danza de Oskar Schlemmer, que es todo lo contrario, que es buscar la libertad en la máxima constricción. No digo que una sea mejor que otra, estoy mostrando los extremos. Las motivaciones son muy distintas, obviamente, porque nunca eso se ha tratado de una afirmación del cuerpo libre... asociado a la libertad de género, obviamente, también... Y en el otro caso, hay una reflexión de la libertad asociada a lo social. Digamos, por mantener los mismos términos, Isadora Duncan propone déjenme la Orchestra y yo hago el coro en la Orchestra y, luego, si quieren vienen a bailar conmigo. Todos a la Orchestra. Schlemmer propone una reconfiguración del espacio teatral en la que cualquiera pueda subir al escenario a condición de que acepte el enmascaramiento. A primera vista puede parecer que la propuesta de Schlemmer es represiva, ¿no? Es como reprimo el cuerpo para que… Porque es la única de que nos entendamos. La única forma de que haya sociedad es que todos aceptemos un poco de represión, ¿no? Entonces nos ocultamos un poco. Cada cual dentro de su casa, dentro de su traje, se mueva como quiera, pero los trajes tienen que 36 ser aceptables socialmente, ¿no? Bueno, él estaba pensando una idea de democracia radical en su momento, que pasaba por ese corte. El planteamiento de Schlemmer es muy parecido al planteamiento de Brecht con las piezas didácticas, cuando formula su propuesta del acuerdo. Brecht también intentó romper la escisión del teatro antiguo y hacer un teatro sin espectadores: ya no hay espectadores, espectadores suban al escenario. Las piezas didácticas eran eso, eran un teatro sin espectadores, pero los espectadores tenían que hacer de coro. Pero el coro no estaba en la Orchestra, el coro estaba directamente en el escenario. Y tiene que leer o cantar las frases que le toca al coro. Pero, ¿qué se aprendía en las piezas didácticas? Se aprendía, también, algo un poco represivo: se aprendía a estar de acuerdo. Y estar de acuerdo implicaba renunciar a la singularidad, implicaba renunciar a la individualidad... El vuelo de Lindbergh. Hay algo positivo en todo esto, obviamente, todo tiene algo positivo. El interés de recorrer la historia tiene que ver con reconocer qué hay de positivo en cada lugar, pero también en darnos cuenta de qué es lo que tenemos que dejar atrás. Lo positivo era la búsqueda de los cuerpos poéticos, es decir, la búsqueda del sujeto colectivo, de la subjetividad colectiva. La búsqueda de Schlemmer, como la búsqueda de Gropius, como la búsqueda de Bauhaus, era superar el modelo del artista solitario romántico burgués y buscar los artistas de la nueva colectividad democrática. La idea de Brecht era igual: superar la idea de la dramaturgia escrita por un individuo y puesta en escena por otro, para buscar la escritura colectiva. Todas las obras de Brecht están firmadas por dos o tres personas. Luego, podemos entrar en la crítica feminista del lugar que ocupan los nombres en esas firmas, pero no deja de ser interesante la idea de que la escritura, que es como algo tradicionalmente atribuido a la individualidad, pueda ser producida por dos o tres personas. Y todas las obras de la firma Brecht... porque debemos entender Brecht como una empresa. Es el autor como productor de Benjamin, todas las obras del autor-productor Brecht, son resultado de la colaboración de varias personas que escriben: de Margarete Steffin, Slatan Dudow, Elisabeth Hauptmann, Ruth Berlau, etcétera, etcétera. Pero, además, no se conformaban con eso, querían que también los espectadores escribieran, al menos con sus cuerpos. Y ese es el proyecto de las piezas didácticas. Que comienza con la pieza sobre Lidbergh, que desmonta al héroe individual, el aviador que cruza el océano sin repostar, y que es criticado porque él no es el héroe, el héroe son todas las personas que han colaborado en la producción técnica y las condiciones técnicas para que sea posible esa hazaña del individuo, y el individuo debe estar de acuerdo en esa colectividad. Ahora, bien, estar de acuerdo en esa colectividad, en la perspectiva de las piezas didácticas, produce una escisión insostenible. Claro, ni Brecht ni Schlemmer habían leído a Suely Rolnik ni a Judith Butler. Ahora que hemos leído a Suely Rolnik y Judith Butler, podemos intentar ir más allá y buscar de qué modo podemos concebir o formular esa idea de los cuerpos poéticos, de esa pluralidad poética, de esa pluralidad creativa, desde un lugar que no sea la escisión. Porque Brecht se enfrenta a un problema: ¿cómo hago que el individuo acepte no ser egoísta? Pues, con las herramientas que tiene, lo único que puede hacer es cortarlo. Empieza a cortarlo. Pues, ahora sabemos que puede hacer otras cosas, ¿no? Por ejemplo, puede inclinarlo, que es la propuesta de Adriana Cavarero. Tenemos ahí una cosa que siempre me gustó mucho saber y es que el padre de Schlemmer era Leonard Schlemmer. Era un antropólogo, actor él mismo y experto en carnaval. Entonces, si pensamos en Schlemmer desde la posición de la herencia del carnaval y de la pasión por la danza, 37 probablemente cambiará nuestra concepción del Ballet Triádico o, al menos, hay un lugar de salvación. Del mismo modo que en Brecht, Hannah Arendt observó que en Brecht siempre había algo que era como una pulsión en todas sus obras, que es la compasión. Obviamente, pensamos en Brecht como el tipo didáctico, racionalista, marxista, revolucionario. Y Hannah Arendt dice: no, lo más importante en Brecht es la compasión. Hay un dibujo de los dibujos de Schlemmer, el último de las figuras del Ballet Triádico, es un dibujo en el que aparece un corazón enorme, ¿no? Entonces, también, ellos tenían su corazón. Lo que pasa es que las herramientas intelectuales de la época no les permitían encontrar esos otros modos de superar el egoísmo más que por la represión o por el corte. No deja de ser sintomático que Brecht, después de las piezas didácticas, empezara a escribir obras en las que hablaba mucho de la compasión. Santa Juana de los Mataderos, por ejemplo, que es la primera obra que escribe después de las piezas didácticas, es esa obra en la que se plantea el problema de ser buena. ¿Cómo puedo ser buena en un mundo marcado por el interés? ¿Al hacer el bien, estoy haciendo el mal? Y, a partir de ahí, toda la reflexión de Brecht se plantea en términos éticos. Y, curiosamente, asociado a la figura de la madre. Hasta ese momento en las piezas de Brecht, las mujeres siempre habían sido prostitutas o personajes secundarios. A partir de ahora empiezan a aparecer otro tipo de personajes, con lo cual a pesar de que Brecht no tenía las herramientas conceptuales para entender el problema, había una intuición —y cuando hablo de Brecht hablo de Brecht, Margarete Steffin, Elisabeth Hauptmann, Ruth Berlau, etcétera...digamos la empresa Brecht— con sus corazoncitos, empiezan a tener la intuición de que en la figura de la madre hay algo que puede dar una respuesta. La figura de la madre aparece no en Santa Juana de los Mataderos, pero sí en la siguiente, en La madre y aparecerá después en El círculo de tiza caucasiano, aparecerá en… Bueno, en todas esas obras. Y hay una, especialmente, que muestra claramente ese espacio de la escisión, que es El alma buena de Szechuán. En El alma buena de Szechuán tenemos el problema del bien y del mal, ¿no? Con la figura de Shen-Te, la joven prostituta que recibe el regalo de los dioses por haberles dado albergue en una tabaquería, pero que es tan generosa que su propia generosidad la va condenando a la autodestrucción. Y el personaje que se inventa, que es el personaje de Shui-Ta, que es su primo, que es ella misma, que es el que representa lo contrario de la generosidad: representa el interés, el cálculo, etcétera. Y esas dos almas, el alma buena y el alma mala, en esa tensión, lleva al momento del juicio en el que Shen-Te es juzgada por haber matado, supuestamente, a su primo Shui-Ta, que es ella misma. Esa tensión que hay allí, en ese drama, que hoy sería insostenible, también, por esa dualidad de género, está mostrando, en cualquier caso, la insuficiencia de esa concepción de la subjetividad dual, binaria; y del espacio ético concebido desde la individualidad y no desde la pluralidad. Antes aludía a Hélène Cixous y a esa obra La ciudad perjura, probablemente hay una herencia del planteamiento de Brecht en la obra de… (interrupción de sonido de alarma) Pasó una hora. Solo… Bueno, no voy a poder acabar, pero... Solo por terminar el comentario de esta pieza de La ciudad perjura, que es una obra en la que la figura de la madre se convierte en protagonista, es una obra sobre una… Por intentar resumir cuál debía ser el argumento, pero no pretendo completarlo, sino simplemente acabar. De qué modo esa idea de los cuerpos poéticos se puede activar más allá del espacio endogámico del arte, si la situación que he descrito al principio es una situación endogámica, ¿no? Se produce una transformación, una 38 transformación poética —digo la prueba de Cuqui Jerez—. Que, por otra parte, es algo muy común, ¿no? Todas las personas que han trabajado en artes escénicas habrán tenido experiencias similares en procesos de ensayos en las que son esos ensayos especiales, maravillosos; en la que un día nos encontramos y aparece algo que nos transforma o que nos da una clave o que nos produce una epifanía. Pero, ¿cómo llevar eso fuera? Porque lo importante en el teatro o en el arte es la idea de liminalidad. Lo de liminal significa, también, estar dentro y fuera. ¿Cómo estamos dentro y fuera? ¿Y cómo en el tránsito hacia el afuera no perdemos la potencia poética? Cuando Hélène Cixous escribe sobre la idea del espacio en Ariane Mnouchkine, ella dice: “para Ariane no hay nada antes que el espacio. Uno no podrá decir en qué punto el espacio que viene es el personaje secreto más determinante que hay para una creación teatral. El espacio habla. Dar espacio. El espacio, dice el teatro, me hace. Traza el límite impensable entre el dentro y el fuera. El teatro, por definición, es dentro-fuera.” ¿Qué significa dentro-fuera? Significa… Lo intento interpretar, desde ese tránsito como lugar de intensidad; pero también en relación con la realidad que me afecta. La experiencia de lo poético es inocua si se convierte solamente en la vivencia de lo insólito endogámica. La experiencia de lo poético se vuelve potente cuando es al mismo tiempo dentro-fuera del espacio. Uno de los problemas que se plantea Hélène Cixous es cómo me relaciono con un dolor o con una experiencia de injusticia que está fuera del teatro, pero cómo lo hago sin abandonar la potencia poética que hay en este espacio matricial del teatro. El tema de La Ville Parjure está basado en un hecho real de una infección por VIH que se produjo en Francia en los años 90 y en el que murieron muchas personas como consecuencia de transfusiones del servicio público de salud. Y que se resolvió con excusas y no hubo...hubo una suerte de impunidad. Entonces,el personaje protagonista es el personaje de la madre, que pide justicia por sus dos hijos fallecidos. Los hijos están enterrados en el cementerio y el cementerio está vigilado por un señor mayor, ese señor se llama Esquilo. Esquilo es el autor que creó la justicia en la tragedia de las Euménides, la tercera parte de La Orestíada. Y, lo que se plantea Hélène Cixous en su comentario a la obra, es el paralelismo que existe entre el teatro y la justicia, o el espacio judicial, también en ese sentido del dentro y el fuera: dentro y fuera al mismo tiempo. El teatro como la justicia no puede recuperar… no puede darle la vuelta al tiempo. El teatro es siempre representación. El teatro siempre nos habla de lo que ha pasado o nos habla de realidades que están en otro lugar. “La sangre vertida no puede ser recuperada. Irreversible es la pérdida de la sangre vertida por el asesinato. Es irreversible...es esta irreversibilidad lo que Esquilo cantaba y denunciaba. No es reversible para la víctima ni es confrontable para el asesino.” Por tanto, el teatro no puede revertir. Pero, el teatro en sí mismo, puede ser vida. Y, ¿de qué modo esa vida que el teatro o el arte es, puede relacionarse con la vida que no puede revertir y que está afuera? “La justicia —sigue escribiendo— es lo que hace la injusticia asumible. La justicia es lo que hace asumible la injusticia. Sobre qué montones de injusticia se eleva la justicia. La justicia no se hace para ser justo. Se hace para detener. La justicia entre los hombres —perdón, estoy traduciendo— se hace para cortar: para cortar con los dolores que son interminables, para cortar todo aquellos que ha pasado. Las víctimas son escandalosas, no dejan de llorar. La justicia está ahí para ordenar los gritos y cortar a los que lloran. La justicia es la buena gestión de la injusticia. La justicia es nuestra tragedia necesaria.” Entonces, la justicia comparte con el teatro las miserias de la representación; pero, también sus potencias, también sus virtudes. 39 Y el teatro, como el tribunal de justicia, o como los lugares de justicia en general, sean tribunales o sean lugares de justicia no formales, pueden ser también lugares para la acción ética. Es decir, lugares y momentos en los que decidimos sobre actos que afectan a otros y que pueden producir el bien o el mal. Durante siglos el teatro ha sido eso: lugares donde se exponen las acciones para que el público decida lo que está bien y lo que está mal. Todas las obras de Brecht posteriores a las piezas didácticas, una vez que abandonó su proyecto del teatro sin espectadores, no tiene solución ética: la solución ética la ponen los espectadores. Ahora bien, podríamos pensar también un teatro donde ese espacio de decisión ética no fuera mediado por el drama, sino que estuviera en la propia acción de los cuerpos poéticos que participan en la acción. ¿Cómo transforman esa situación que he descrito al principio? La situación de los cuerpos poéticos que transforman cosas y que, transformando cosas, se transforman a sí mismos en una situación como campo de experimentación ética. Y bueno, ahí tenía algunos ejemplos, pero me voy a parar aquí. 42 Recorrido por las cinco constantes en el trabajo creativo del Teatro da Vertigem, a través de sus obras Transcripción y traducción de la conferencia magistral compartida por Eliana Monteiro en el III Seminario Internacional de Artes Escénicas El Cuerpo y el Espacio en la Creación Escénica. Este texto está apoyado en la traducción simultánea y aportes que realizó Rodrigo Benza en la presentación de la conferencia. Invitaron a sumarse a la conversación a Carlos Cueva, Lucía de María y Rafael Freyre de la Asociación para la Investigación Teatral La Otra Orilla – LOT. Lima, 30 de mayo del 2019. Empezaré hablando de la trayectoria del Teatro da Vertigem, que es un grupo brasileño, del que soy miembro, soy una de los directores. Antônio Araújo fundó el grupo, junto con un grupo de personas, y yo me uní a Apocalipsis, cinco años después. El Teatro da Vertigem no tiene ninguna metodología definida para la creación, nunca utilizamos la misma. Pero, hay cinco puntos con los que siempre nos encontramos. Cada proceso, cada investigación va a un lugar, pero el proceso que desarrollamos se llama proceso colaborativo. Y el proceso colaborativo presupone, al principio de la investigación, que todos los miembros interfieren en la práctica de los demás. Así que, como directora, puedo crear una escena, puedo crear la luz, puedo sugerir un escenario. El actor —trabajamos mucho con talleres—piensa en la escenografía, la luz, el vestuario, la escena. Y para nuestro grupo es muy importante que el punto de vista del actor, o de los interesados, o de los artistas implicados, sea muy propio. Como la dramaturgia de nuestra obra está en proceso, ocurre en la sala de ensayos. Siempre tenemos un tema en el que vamos a trabajar. La primera obra que se hizo en Vertigem fue El Paraíso Perdido, y se basaba en lo sagrado y lo profano. Vertigem comenzó en 1992, y en aquella época la Iglesia católica estaba muy presente en la vida de todos. Hasta los 90, más o menos, todos los habitantes de Vertigem fueron criados por gente católica. Entraron en la universidad, y cada uno estaba descubriendo sus propios caminos, y empezó esta fricción entre lo sagrado y lo profano. Al principio se juntaron para descubrir cómo hacer una investigación teórica, un Máster en Artes Escénicas, porque en Brasil en 1990 no existía, era muy raro... Y así empezó Vertigem. Volveré a las cinco cosas que nunca dejamos de hacer. Así que, en el proceso colaborativo, la visión del actor... El actor no es sólo una persona que va a ejecutar lo que dice el director. Incluso utilizamos un término llamado actor-creador, porque la materia prima es la que hace el actor. Porque el director, el dramaturgo, hacen preguntas; los actores, responden. Todo está fusionado. 43 El grupo, tal y como se formó, nació en la universidad. La investigación teórica era muy importante, así que a veces nos pasábamos un año estudiando teoría, libros o filosofía, filósofos. Es muy importante. Y, a partir de ese desencadenante que se produjo en la investigación teórica, empezamos a elaborar cómo va a ser el trabajo. Por lo tanto, es muy importante la traducción, de la teoría a la práctica, de cómo ese concepto teórico se convierte en práctica: qué ejercicios creamos como actores y qué respuestas logran dar los actores o todo el equipo. La investigación de campo también es muy importante. Trabajamos a partir de lo que sucede en la ciudad, sobre todo, lo que ocurre en São Paulo. Somos un grupo de São Paulo y nuestras piezas se hacen siempre allí. Más adelante repasaré un poco cada pieza y hablaré muy brevemente del concepto, de lo que desencadenó cada obra. Pero, la investigación de campo es fundamental. Porque, por ejemplo, en Apocalipsis, pasamos todas las mañanas en la calle o en Cracolândia —que es una zona de São Paulo donde hay mucho tráfico de crack y muchos consumidores de crack, que es como si fuera pasta básica de cocaína— o en algún burdel o en una casa de citas. Porque no era el Apocalipsis bíblico, el Apocalipsis en la época de Jesucristo. Era el Apocalipsis aquí, ahora. Porque estábamos en el 99 e íbamos a pasar al año 2000, pero cuando lleguemos a Apocalipsis les cuento más… El testimonio personal es otra de nuestras prácticas personales. En Vertigem no podemos hacer ningún tipo de trabajo que no sea realmente un testimonio personal. Entonces, me preguntan: “caramba, pero entonces tu vida es toda una tragedia”. No, entras en un espacio, encuentras... depende de lo que encuentres allí. En Cracolândia, por ejemplo, ves a la gente consumiendo crack, ves lo que está pasando. Vuelves a la sala de ensayo y no haces la mímica, no copias y reproduces. Pero, es el estado que adquiriste en ese lugar, lo que le pasó a tu cuerpo en ese lugar. La sensación térmica, el miedo, estar en una multitud llena de adictos. Qué te pasa a ti y cuál es tu traducción de eso. Y una última cosa, que creo que esta es la mayor marca de Vertigem —afuera lo que todo el mundo reconoce de Vertigem y dentro de Brasil—, es que siempre trabajamos en espacios no convencionales. Así, el espacio está siempre vinculado al tema que se está trabajando. El Paraíso Perdido (1992) Vamos a mostrar algunas imágenes de El Paraíso Perdido. (Se proyectan imágenes de la obra) Esta obra es, como empecé a decir, una verdadera investigación teatral académica, para estudiar cómo hacer un Máster. Toman la física mecánica, y de la física mecánica, la inercia, la caída... y cómo estos se pueden aplicar al cuerpo del actor. Entonces, ¿qué se siente al caer? ¿Cómo es intentar salir de este lugar en el que estás atascado y no conseguirlo, subiendo y bajando? Así, todas las cuestiones de física mecánica se aplicaron al cuerpo de los actores. Llegó un momento en que la física mecánica por sí sola no era suficiente, hicieron un "gran paso" y se desprendieron de ello. En ese momento, trajeron un texto de John Milton, que es El Paraíso Perdido. Cuando llega este texto de John Milton...es un faro. Así que tienen algo completamente físico, la subjetividad del actor, porque se está imponiendo en el cuerpo del actor, y una cuestión poética, la poesía de John Milton. A partir 44 de ese momento, de ese entrelazamiento de estos tres factores comienza a nacer El Paraíso Perdido. Los actores habían acordado que no iban a hacer una obra de teatro, que sólo iba a ser un experimento para que se convirtiera en un trabajo de fin de Máster. Pero, luego, los actores empezaron a querer hacer una obra. "No, pero estoy ensayando todos los días.” “Quiero hacer la obra, quiero presentarla." Así que hicieron una pasada completa del material, en un salón, y dentro del salón no tenía ningún sentido, ningún sentido en absoluto. Parecía un montón de gente cayendo, gritando, llamando al padre —el padre en ese sentido para reconectar con Dios—. Entonces Tomi (Antônio Araújo) dijo: "Pero no se puede presentar esto, no se puede". Pero, los actores querían presentarlo. Empezó a salir a la calle y a preguntarse dónde se puede hacer esto para que tuviera sentido. Se puso a pensar y dijo: "Bueno, el único lugar, si estoy hablando de lo sagrado y lo profano... Si esto de lo sagrado y lo profano es importante para nosotros, porque es el tema de la obra, el único lugar en el que podríamos conectar con Dios sería en una Iglesia católica.” Y fueron a una Iglesia católica. Se lo pidieron al cura, al arzobispo, a todo el mundo, y lo consiguieron. (En relación a una de las fotografías proyectadas de El Paraíso Perdido) Esta escena es una síntesis de lo que estoy hablando, lanzan cuerdas en medio de la nave de la Iglesia, tratando de reconectarse. ellos tenían esta acción en el salón. Y, claro, un actor en medio del salón, un salón cualquiera, una sala de ensayos, tirando una cuerda hacia arriba no significa nada; pero, si haces ese mismo gesto en la nave de una Iglesia, cobra todo un significado diferente. Algo que también hace Vertigem es revelar el espacio poco a poco. Así que, si pones cualquier foco, cualquier tipo de iluminación… si se ilumina demasiado, se rompe por completo. Así que siempre optamos por una iluminación "traquitana", que no es una iluminación teatral. Y aquí (señalando la imagen proyectada) hubo un momento en el que pensamos: el ángel recorre toda la Iglesia, si ponemos un seguidor todos verán toda la Iglesia. Entonces, Guilherme Bonfante hace un diseño... Pide que le pongan una luz con baterías y el ángel simplemente se ilumina. Si quiere iluminar su espalda, si quiere iluminar su frente...lo que quiera iluminar. Y cuando ya no necesita encenderla, la cierra y la apaga. Por eso es muy importante que todos los creadores estén juntos en la sala de ensayos, porque esas cosas van surgiendo y se van resolviendo en el espacio de creación colectiva. (A propósito de la imagen que se proyecta) Esa escena empezó a dar muchos problemas dentro de la Iglesia, por los bancos... Primero, empiezan a golpear los bancos de la Iglesia. De repente se suben a uno y empiezan a girar los bancos y la Iglesia se desordena. Parece un parque de atracciones, de verdad. Algunos católicos dijeron que iban a poner hojas de afeitar en el suelo. Hubo varios problemas. Tuvieron que presentar una denuncia policial. Casi no se estrenó, porque habían personas muy enfadada.Tuvieron que presentar el espectáculo para la Curia Metropolitana para que ellos aprobaran el espectáculo en la Iglesia. Si ellos no aprobaban, no se daba la obra. Esta fue la primera pieza. Y si lo comparas con las otras es mucho más... Incluso bromeamos diciendo que parece una obra infantil, si se piensa en las demás. Creo que su rasgo más transgresor fue el hecho de representarse en una Iglesia y desfigurar todo el templo. 45 El libro de Job (1995) El siguiente espectáculo fue El Libro de Job. Y, en esa época, que fue por el año 95, también llegó el sida a Brasil. El 90% del grupo eran gays o lesbianas y, en ese momento, nadie sabía... No se usaban preservativos, no se tenía esta costumbre en Brasil. Así que nadie sabía si lo tenía o no, quién era portador del VIH. Y muchos de los amigos del grupo estaban muriendo. Porque en esa época te detectaban y, en dos meses, morías. Y en Brasil la gente decía que era un castigo de Dios. Que si los gays morían a causa del SIDA era un castigo divino. El grupo siguió investigando sobre lo sagrado y lo profano. Todavía no hemos agotado este tema de lo profano, así que ¿cómo podemos investigar mejor? En este punto, era muy necesario tener un texto que guiara la dramaturgia. Y fue el propio texto bíblico, el Libro de Job, el que se tomó para iniciar la investigación. El dramaturgo que trabajó con nosotros, Luís Alberto de Abreu, tomó el texto con exactitud y lo único que hizo fue construir un personaje y desarrollarlo, porque ya está mencionado en la Biblia: la esposa de Job. Así que empieza a contar todo el texto desde el momento de la boda hasta el momento en que ella pierde a sus hijos y todo lo que genera en la mente de la mujer la pérdida de sus hijos. Yo no fui actriz, no soy actriz, sólo sé dirigir. No tengo la capacidad de ser actriz o performer. Fui a tomar clases con Tó (Antônio Araújo) porque quería aprender a hablar. No podía hablar en público y no podía hablar con nadie, tenía una cosa que se llama catalogenia, que es que o hablas o respiras. Tó (Antônio Araújo) es una persona increíble, pero te exige. Y en ese momento fui a ver El Libro de Job, y lo que más me llamó la atención —y creo que aquí empieza otro aspecto muy fuerte del Teatro da Vertigem— son las contradicciones. Job, todo lo que le sucede... Porque, en la escena, llegan un maestro y el contramaestre. Y el contramaestre es el Diablo y comienza a seducir a Dios, y Dios se enamora. La obra termina con un beso entre los dos. Cuando se besan, el cuerpo de Job contrae el SIDA. Yo también me había criado en la Iglesia católica. Entonces, dije, ¿cómo podría Dios?... Si para el pueblo era un castigo divino lo que ocurría con el SIDA, en la obra era lo contrario: el SIDA sólo entra en el mundo, en Brasil, porque Dios se enamora del Diablo. La obra tiene lugar en un hospital. Y hay cantantes líricos en el hospital, mucho sonido, mucho sonido fuerte. Todos están vestidos como si fueran médicos, medio ángeles. Pero, en esta obra ocurre algo que fue muy importante para mi vida. A pesar de esto, a pesar de este enamoramiento entre los dos, todo el tiempo que Job pasa por todas las estaciones y sufrimientos que atraviesa, el maestro, Dios, siempre está distante, pero siempre está mirando. Siempre está cerca. Y Job nunca se rinde, dice: "quiero ver a Dios", todo el tiempo. Cuando sus amigos le dicen "Basta, estás loco, es tu culpa que tengas SIDA", la única respuesta de Job es "Quiero ver a Dios, quiero preguntarle a Dios qué es esto". Y la última escena de Job, que es la escena que creo que me hizo ver la obra diez veces, él está casi muriendo. Entra un actor que interpreta a su último amigo, Eliú, pero es el mismo actor que interpretó al maestro. Y le dice a Job que Dios vomita a los tibios, y en ese momento pensé... ni siquiera pensé, sentí: "Yo soy el vómito de Dios". Porque todo el tiempo quise encajar en lugares en los que no encajaba. Así que toda mi vida quise ser tibia para ser una buena hija, una buena hermana, una buena novia, una buena todo. Es casi como si el cuerpo se mortificara a sí mismo. Así que dije: “Eso es todo”. En aquel momento era 46 funcionaria, ganaba mucho dinero, y era muy joven. Y dije: "Esto es lo que quiero hacer con mi vida, y con esta gente". Y todavía no sabía hacer teatro. No sé si todavía lo sé. Pero, entré en el teatro. Hablé con Tó (Antônio Araújo) en la época de Apocalipsis. Ya había dejado el trabajo, necesitaba trabajo, pero no era por eso. Así empecé en Apocalipsis. (Señalando una fotografía donde aparece un mapa de la Alameda Barão Do Rio Branco, Hospital Humberto I) El Libro de Job se hizo en un hospital que cubre toda esta manzana. Y es un hospital que está desactivado en la ciudad, y está ubicado en una zona muy cercana a Paulista, que es una zona muy noble de la ciudad. Y la salud en Brasil realmente necesitaría este espacio abierto, pero permanece cerrado y sigue cerrado hasta hoy. Tanto el escenario como la iluminación, en El Libro de Job, todos los objetos utilizados en la escena eran objetos que ya estaban en el hospital abandonado. Apocalipsis 1,11 (2000) En la época en la que hicieron Apocalipsis, hubo la quema de un indio de Pataxó, pero sobre todo hubo la masacre de Carandiru. Y en la época de la masacre, estaba muy cerca, el cambio de siglo. Tó (Antônio Araújo) estaba en Nueva York, viendo esto desde allí. Y empezó a pensar: "Caramba todo esto está sucediendo en Brasil". Y parecíamos un grupo religioso, un grupo de la iglesia, por El Libro de Job, El Paraíso Perdido. Y, entonces, pensamos en el Apocalipsis. Para Apocalipsis dimos clases en Carandiru durante un año, para los internos. Eligieron a algunos internos, creo que eran 25, y nosotros. Yo ya estaba en el grupo, dábamos clases tres veces por semana. Y fue muy impactante estar en Carandiru después de saber de la masacre, de todo lo que había pasado allí. Había rastros en el aire, ¿sabes? En las paredes… Y Apocalipsis, a juego con el tema, se hizo en una cárcel, en una prisión desactivada. Al principio queríamos que fuera en Carandiru y que los propios internos estuvieran allí, pero el gobernador no nos dejó. (A propósito de las fotografías, se nombran algunas escenas que suceden en la obra) Un indigente que pasa como si fuese un profeta / Ese es el juez que va a bajar para empezar a juzgar a todos los personajes / La escena de la masacre, cuando la policía entra a la cárcel, les saca la ropa y empieza la masacre / Una de los personajes, que se llama Babilonia, va a ser ejecutada / Personaje de la Virgen que está ascendiendo al cielo / Cuerpos después de la masacre / El juicio final. He mencionado que somos un grupo que tiene mucho que ver con la religión, ¿cierto? Ahí estaba Jesús en el principio y, luego, al final, también está en el Juicio Final / Ese un personaje que tiene muchas dificultades y se pasa la obra entera hablando de la Constitución de Brasil / Ese personaje es un personaje trans, que es la bestia del Apocalipsis. El juez manda a quemarlo. Y eso está comenzando de nuevo en Brasil hoy, hasta peor / Ese juez, mostrando armas, va a matar a alguien… Para contextualizar, el gobierno de Bolsonaro, que es el actual presidente de Brasil, está liberando el poder llevar armas e inclusive liberar el uso de las armas. Entonces, hay ahora, toda una sensibilidad y debate en Brasil muy fuerte. Hoy esta obra no podría hacerse en Brasil porque la censura no la dejaría. Hoy, 2019 / Los policías fundamentalistas que matan en nombre de Dios / Babilonia muerta / La quema de la bestia / Juan y Jesús. Esta escena es muy importante. En esa escena, hablan, 47 Jesús le da la mano, se despiden y se saca la corona de espinas y la coloca ahí (en una celda). BR-3 (2016) Voy a hablar un poco rápido de BR-3, si no, no llegaremos a La última palabra. Sólo una introducción. BR-3 fue una obra en la que discutimos la identidad de Brasil, si es que tenemos alguna identidad. Para ello, hicimos un viaje de São Paulo a Acre, por tierra. Éramos 18 personas viajando en autobús hasta Acre durante 45 días, y paramos en varios lugares, varias capitales, varias regiones del interior. Fue un viaje por el interior de Brasil. Porque São Paulo es el centro financiero de Brasil, así que elegimos São Paulo como centro financiero de Brasil; Brasília como centro de poder; y Brasiléia, que es casi la última ciudad de Brasil. Así que este ‘Bra’, radical, para hacer un juego de palabras entre el ‘Bra’ radical y la identidad nacional. Si tenemos alguna identidad, es la devastación de la naturaleza, fue lo único que encontramos posible. Cuando empezamos a pensar en dónde hacer la obra, el lugar más devastado de São Paulo, en la naturaleza, es el río Tietê. El gobierno, en 1950, decidió canalizar el río, por lo que se convirtió en una gran cloaca. Todos los demás ríos de la ciudad caen en él, no hay forma de limpiarlo en la ciudad de São Paulo, así que es una gran cloaca a cielo abierto. En el momento en que hicimos BR- 3 en 2004, el gobierno estaba gastando una fortuna, miles de millones, para intentar limpiarlo, anunciando que el río iba a ser azul de nuevo. Y para hacer este trabajo, además de viajar durante 45 días, nos quedamos en Brasilândia, que es un barrio muy periférico de São Paulo, donde el tráfico de drogas tiene gran influencia. Es una favela, de hecho. Dimos clases allí durante un año y, luego, enseñamos en todas las áreas. Había trece talleres que impartíamos tres veces por semana. (Señalando una fotografía donde aparece un mapa que señala el cauce del río Tietê, desde Cebolão hasta Pte. Bandeirantes) Esa es la extensión del río. La pieza se realizó en un barco, que se desplazó durante cuatro kilómetros y medio. Brasilândia, en São Paulo, Brasília y Brasiléia. (A propósito de una fotografía donde se muestra las casas cerca al río en Brasilândia) En Brasilândia la gente también tira mucha basura al río, cuando llueve la basura vuelve a sus casas. Allí conseguimos, temporalmente, una sede. Nos prestaron una casa. La reformamos, para poder quedarnos allí todo el año, pasarlo allí, ya sabes, trabajando. (A propósito de una fotografía que muestra el centro espiritual Valle del Amanecer) Nuestra primera parada, que fue en Brasília, lo primero que encontramos es el Valle del Amanecer. Tia Neiva era camionera, y tuvo una visión —ella ya murió—. Construyó un centro religioso, un lugar religioso, un Centro Espírita. Espírita es una religión que hay en Brasil. Los espíritas incorporan espíritus de los muertos, ¿no? Entonces, ella hizo como una estrella y cada estrella era una nación, como si fuera una embajada. Y, por ejemplo, en la punta “Griego”, te hablaban en griego; en la punta “Árabe”, te hablaban en árabe, y así. La misma lógica de las embajadas. Ellos andan todo el día con estas ropas. 48 (A propósito de una fotografía con la que se comentaba sobre la ruta de la obra) Los escenarios, plataformas sobre el Río también se hicieron con las cosas que se encontraron en el Río. (A propósito de una fotografía titulada ‘Compuertas de Brasília’) Esta es la construcción de Brasília. Lo único que hizo la escenografía fue poner estas telas de construcción, porque el resto ya era del propio espacio. Todos los actore estaban en barcos. En esta obra habíamos dicho que no íbamos a hablar más de religión. En Brasilândia es así: cada manzana tiene una Iglesia, un bar y una peluquería. Así que hay doscientas mil iglesias en Brasilândia. Fuimos a varios servicios al amanecer, por la noche, durante el día, velando...En Brasília, Tia Neiva es esta espiritista y en Acre, Santo Daime, que es una religión que utiliza la ayahuasca. El barco que llevó a la audiencia se llamaba "Dios es más blanco que la nieve". Este nombre fue tomado de una iglesia de Brasilândia. No sé si la mayoría de las y los estudiantes de aquí son actores o cuál es su área de actuación. Pero, si los actores no se tragan la idea de estar en un río, que es una cloaca al aire libre, en una barquita, yendo muy rápido, y a veces salpicando por el cuerpo, no hay obra. El día de la inauguración, el Gobierno nos dijo: si alguien se cae al río, están fuera del río. Dos personas ya se habían caído, pero al amanecer, así que nadie vio, sólo nosotros. El día del estreno llovió mucho en la cabecera del río. En São Paulo no llovía, pero el nivel del río subía, subía, subía... Este cisne —un barco en forma de cisne— comenzó a golpear en la piedra, pero nadie lo vio. Y en esa escena, la Construcción de Brasília, está el gobernador con su esposa y le dice: “Puedes bajarte todos los árboles…” Y bajan al cisne y empiezan a pedalear —es un cisne de pedal—, y el cisne se hunde en la cara de ochenta personas y, también, estaba allí la prensa. Casi se acaba allí la obra. Pero, una cosa que fue muy importante para nosotros fue el estreno del Río. Estábamos hablando de la devastación del Río, llovió en la cabecera y realmente se impuso. Porque ese día subió, subió todo el tiempo. Los actores también estaban muy preparados y en un estado de ánimo totalmente volcado hacia él, hacia su presencia, para poder hacer la obra. La Última Palabra es la Penúltima (2008) Queremos invitar a la mesa a Carlos Cueva. La Última Palabra es la Penúltima fue hecha por el Teatro da Vertigem y LOT (Asociación para la Investigación Teatral La Otra Orilla). Lucía, Rafael, si Erika también está aquí, vamos todos los presentes a conversar. Después de la conferencia de ayer de José Antonio Sánchez, decidimos hacer de todo una performance.1 (A partir de aquí se reproduce la conversación en la mesa) 1 Se refiere a la conferencia magistral de José Antonio Sánchez Cuerpos poéticos: el espacio escénico como campo de experimentación ética. Puede verse la transcripción en este mismo capítulo de Conferencias Magistrales. 49 Lucia de María: Si quieres puedo contextualizar la relación de LOT y da Vertigem, ¿no? Hola, ¿qué tal? Gracias por la invitación. En realidad, solo para contextualizar esta performance, la relación de LOT —que es un colectivo del cual hago parte hace 20 años ya— con el grupo da Vertigem, se inicia a partir de la relación de Antõnio Araújo, director del grupo, y Carlos Cueva, hace mucho tiempo en un contexto particular. Y ya la del Colectivo en sí es bien interesante… Porque, de hecho, estaba pensando ahora que estaba sentada ahí en toda la historia del grupo da Vertigem y en el contexto en el que estamos ahora, una Universidad, ¿no? Un espacio en el que surge este colectivo de gente que está conectado con su tiempo; que quiere criticar, denunciar; hablar a partir de su propia relación de lo que está sucediendo en ese momento políticamente, con su propia cultura; de una manera bastante interdisciplinaria y distinta. Me preguntaba: ¿qué tantos espacios así existen aquí en Lima? Por ejemplo, en esta Universidad, en otros espacios. Y me conecté con mi primer encuentro con da Vertigem, que fue justamente por Carlos, que en ese momento era mi maestro, que me dice: “tienes que viajar a Brasil y conocer a este grupo”. De hecho, personalmente, he podido estar en distintos momentos de mi vida en todas las obras que ha mencionado Lili, menos en El Paraíso Perdido. Y he conocido el proceso del grupo. Entonces, por alguna coyuntura de la vida terminé viviendo en Brasil cuatro años y también acercándome al trabajo de ellos. Y hay algo como muy místico, muy fuerte, en da Vertigem, ¿no? Que hace que siempre uno se transforme y que tu vida se transforme y que quieras estar cerca de ese tipo de experiencias. Entonces, luego de conocer al grupo, nosotros seguimos con nuestra investigación. Y en un momento en particular en mi vida que estaba viviendo en Río, estaba muy feliz pero no hacía nada de teatro. Me acuerdo que fui a una clase… a una especie de Umbanda, de lugar místico. Y hablé con una señora de 80 años que estaba incorporada a un espíritu de un niño y me dijo: “Pide un deseo, ¿qué cosa te gustaría?” Y yo, un poco burlándome de esta situación, porque uno como extranjero no entiende al comienzo de qué se trata toda esta mística brasileña, pedí que lo único que me faltaba en Brasil era tener a LOT o tener este espacio de creación en este país. A la semana, me llega un correo de Lili y de Carlos diciendo: “oye, estamos yendo a São Paulo a hacer un trabajo en colaboración con da Vertigem, ¿tu crees que puedas ir de Río de Janeiro para encontrarnos? Y Rafael viene de Holanda; Carlos vino de Lima; Roger vino de París.” Todos, después de años, nos volvimos a encontrar en este trabajo colaborativo que es La Última Palabra es la Penúltima, en la que estuvimos trabajando con Lili de directora… Creo, por primera vez, sin Antõnio. Primera vez como directora del grupo en un espacio con ciertas condiciones difíciles y con el apoyo de Carlos Cueva y de otro director de un grupo de danza de Minas Gerais, Zikzira. Había 3 directores, 22 actores, 1 perro…1 cocina —¿había un texto así, no?—. Y nada, eso. Somos amigos, nos conocemos hace mucho tiempo, nos interesaba el trabajo uno del otro y tuvimos la posibilidad de colaborar en este espacio. Rafael Freyre: En el año 2005 fue el primer encuentro —¿2005 fue creo, Carlos, no? Sí—. Vino Antõnio (Araújo), vino Roberto (Audio), vino Venderlei (Bernardino), vino Sergio (Siviero)… E hicimos una intervención en un edificio abandonado en el Centro de Lima, la calle Camaná, creo. Fue una especie de simposio que organizamos y, digamos, parte de este evento era 50 protagonista da Vertigem. Fue la primera relación que hicimos con ellos. Donde conversamos un poco esta idea porque LOT venía trabajando intervenciones a espacios públicos desde el año 99, más o menos. Ahí inicia esta relación que luego, bueno, culmina o continúa con este trabajo. Carlos Cueva: Sí, quizás para que sea un poco más productivo en relación a los jóvenes que estudian acá, yo creo que una de las cosas más importantes que sucedió en nuestra relación con da Vertigem eran algunos aspectos en los que coincidíamos. Por ejemplo, el trabajo con el espacio. Nosotros, dos años después de que fundamos el grupo LOT acá —dos años o un año, quizás— descubrí... Estábamos en el Centro de Lima trabajando… Fue un festival que hizo la Municipalidad de Lima y nos invitó. Hicimos la primera obra ahí y ya estábamos en el Centro. Yo estaba regresando, prácticamente, de catorce o quince años que había estado afuera, viví en Alemania y en Dinamarca, y me di cuenta del estado de devastación que estaba el Centro de la ciudad, que nosotros estábamos prácticamente viviendo cada día. El dato más o menos preciso era que 1 millón 200 mil metros cuadrados estaban abandonados en la ciudad. La Plaza San Martín estaba llena de orines. Todos los hoteles más grandes estaban desocupados. Las grandes galerías comerciales funcionaban al 10%. Era un nivel de devastación tremenda. Y decidimos: “¿Por qué vamos a seguir haciendo teatro en espacios convencionales?” Que, además, son complicados, porque tienes apenas un mes, diez días, cinco horas, ocho horas. Y estamos, prácticamente, imposibilitados de avanzar en la investigación sobre lenguaje si tenemos espacios del siglo XIX. Entonces, decidimos tomar espacios abandonados. Por ejemplo, el sexto piso del Hotel Bolívar estaba abandonado, ya no funcionaba. Hablamos con ellos y dijeron: si está abandonado, bueno, tómenlo. Así fue el primer espacio que tomamos. Y no teníamos dinero. Dijimos: “Bueno, si no tenemos dinero, podemos ofrecer un taller a todos los artistas plásticos, a los performers, a toda la gente que quiera participar en una experiencia que nosotros le pusimos Zona fronteriza”. Los invitamos, tenían que pagar 150 soles por el curso que duraba más o menos diez días. Y, al final, como dice Eliana: “Estamos diez días trabajando, queremos presentar algo”. Bueno, hagamos una presentación efímera de una sola noche. Un solo día y se trabajaba diez días del taller; antes del taller, dos meses preparándolo. Y con el dinero, el único dinero que teníamos eran los 150 soles de cada persona que se matriculaba para el taller y, por supuesto, los amigos a los que había que pedirle prestado los instrumentos, las luces, no sé qué. Es así que hicimos la primera Zona Fronteriza en el sexto piso del Hotel Bolívar. Como funcionó muy bien, al año siguiente tomamos una casa abandonada que estaba cerrada cuarenta años en el Jirón Belén, que era la Casa Mujica. La casa de gente muy poderosa en este país, y que tenía esta casa de 2 mil metros cuadrados en abandono y cerrada. Entramos… Solamente en limpiarla… Porque los dueños nos dijeron: haz lo que quieras realmente, porque está cerrada. Entramos. Solamente en limpiarla, limpiarla de pulgas y de todo bicho, demoramos dos meses. Y así fue que hicimos la segunda intervención en un espacio público: la Casa Mujica. Pero, todavía eran espacios interiores. Nosotros queríamos espacios exteriores, también. Pero no queríamos cometer el error de trasladar… Llevar el teatro convencional y poner una tarima en la plaza pública. No queríamos eso, eso ya había pasado en los sesentas en el Perú, en los setentas. Queríamos investigar sobre el espacio: el espacio como lenguaje. ¿Qué es el espacio? Entonces, ahí aparecen los principios o conceptos que te van a llevar. Suspensión. Lima estaba suspendida. La Galería Boza, las escaleras estaban suspendidas, 51 no funcionaban más. El motivo, el tema...Suspensión nos ayuda mucho. Y ahí entra todo el taller filosófico, histórico, qué sé yo, sobre los temas. Y así fuimos avanzando hasta que tomamos la Galería Boza, que el 70% estaba desactivada. Hicimos ahí la experiencia, quizás la más importante, sobre el espacio público que en ese momento se estaba dando. Realmente se conmovió todo el sistema artístico de fundaciones. Por ejemplo, la Fundación Telefónica decidió, en los últimos dos o tres días antes de estrenar, apoyarnos totalmente. Tenía todo… (Lucía de María: ¿Cuál era la relación con Antõnio en torno al espacio…?) Todavía no tenía relación con Antõnio… Realmente, la relación con Antõnio y el espacio funciona cuando vemos esta audacia. Para mí, que había visto… Estaba en Europa, viviendo en Alemania… Esta audacia en el continente Sudamericano. Alguien que trabaja una Iglesia, alguien que trabaja en un hospital desactivado, alguien que trabaja en una prisión. Y esto: cómo puede conseguirlo en países que es casi imposible tomar esos espacios. Pero, esta audacia adquiere un nivel de respeto y de dignidad tal que —yo vivía en Ärhus, en Dinamarca—, que el hospital que se estaba por desactivar de Ärhus fue entregado para da Vertigem. Yo vi el espectáculo ahí. Yo dije eso es lo que necesitamos: audacia. Lucia de María: Una cosita, justo cuando volví de ver la trilogía, volví a Lima y me puse la tarea de que quería traer a da Vertigem al Perú. Y me tocó el otro lado, también, de la producción. De ir a explicar este proyecto aquí en nuestro contexto para buscar los espacios, el dinero, los permisos. Y estoy hablando de hace más de quince años, probablemente. Fue imposible. O sea, era sumamante costoso, sumamente perturbador el trabajo de ellos también. Y, se da la coyuntura, suele aparecer la mística: algún hospital privado abandonado que podría haber sido la Clínica Italiana, que era un lugar perfecto para la obra; algunos contactos en el Ministerio de Salud; espacios de prisión abandonados que se transformaban en otra cosa que aparecían… Pero, realmente, la magnitud del trabajo de da Vertigem a nivel de producción y de costos y de equipo humano es altísimo. No tenemos, o no teníamos tampoco en ese momento, posibilidades de recibir proyectos de ese tipo. Festivales o encuentros. De hecho, por eso, solo lo hemos podido ver quienes hemos viajado a otros lugares. Carlos Cueva: Claro, yo creo que la coyuntura peruana en esos momentos lo permitía: estaba abandonada Lima. Y, simplemente, había que tener el contacto directo y poder realizarlo. (Lucia: ¿Y La Última Palabra…?) Pero, después es cuando invitamos a da Vertigem para el simposio...nace la posibilidad de hacer el proyecto juntos. El proyecto de Acre, lo íbamos a hacer juntos también, pero no pudimos al final hacerlo. Por eso que, a ellos se les ocurrió que participáramos en la toma de un espacio que nosotros de alguna manera conocíamos por el Centro de la ciudad, en Lima. Este viaducto que está entre el Teatro Municipal de São Paulo y no sé qué calle en el Centro de la ciudad. Entonces, el Centro de la ciudad es lo que nosotros veníamos trabajando: devastación, desertificación urbana, alta prostitución, mendigos, en fin. Pero lo que nosotros vimos en Brasil, en São Paulo, esos días, esas noches que trabajábamos…nosotros no lo conocemos. Nosotros no hemos visto el nivel de gente con cartones, invadiendo la ciudad de São Paulo en la noche; nosotros no lo conocemos. Esa dimensión de prostíbulo, esa dimensión de casa de sexo explícito, era increíble. Y nosotros teníamos que estar metidos trabajando todos los días en esto, como trabajo de campo. Es 52 esto, creo, lo que permite… Es el trabajo de campo…El trabajo paralelo al que se da en el espacio... Y en el espacio están trabajando ya los electricistas, los expertos en hacer funcionar algo que está detenido hace cincuenta años. Y es esta cosa paralela que se está dando entre la investigación histórico o la investigación teórica, el trabajo de campo y el trabajo con el espacio, estas tres cosas paralelas fueron las que permitieron este trabajo que me imagino que tú puedes ahora continuar con tu charla. Eliana Monteiro: Creo que hay algo de lo que siempre hablo en nuestros talleres. Cuando Carlos habla de este tema de la producción… El tema de la producción es porque no soltamos el hueso, ¿sabes? No sé si tienen esta expresión aquí. Bistec frito, ¿sabes? Es porque es una actuación, me alegro de que estés aquí frente a mí, porque... La gallina da el huevo, pero la vaca da el filete, da la carne; así que en nuestro trabajo, importamos carne. Por lo que pasamos muchas horas en el río, en el Tietê, pasamos dieciséis horas. Así que, en algún momento, eso es lo que empieza a suceder. Sólo quería pasar un pedacito del principio de La Última Palabra es la Penúltima. Lo rehicimos en 2014, y es esta grabación que tenemos. El concepto principal es esta cuestión de mirar, de ser visto, todo el tiempo. No podré explicarlo todo, pero me gustaría que lo vieran durante al menos cinco minutos. (Se proyecta video de La Última Palabra es la Penúltima) 55 Desobediencia aplicada: prácticas artísticas indisciplinares Transcripción de la conferencia magistral compartida por Juan Carlos Aldana en el III Seminario Internacional de Artes Escénicas El Cuerpo y el Espacio en la Creación Escénica. Lima, 31 de mayo del 2019. Mi objetivo de estar aquí sentado es poner en práctica de pensamiento una experiencia de creación ligada a la Maestría Interdisciplinar de Artes Vivas de la Universidad de Colombia. Una Maestría única en el mundo. Maestría que está enfocada a la creación, digamos, en un gran porcentaje y a crear una línea de pensamiento paralelo a la creación. Y, creo que es ahí, el lugar donde me quiero parar hoy: cómo poner la experiencia, cómo poner una práctica en el lugar del pensamiento. Estaría de acuerdo con José (Antonio Sánchez) en el hecho de que, así como se tarda el pensamiento en producirse en el tiempo1, también la creación es difícil...Digamos, en ese sentido, cómo se demora. Pero, pensar la creación, aún más, ¿no? Ese es de los puntos en el que los artistas nos estamos parando ahora: sobre cómo hablar de la experiencia. Rolph Abderhalden, que es el director de la Maestría, creador de ella junto con un grupo de artistas colombianos, como es su hermana Heidi Abderhalder, Adriana Urrea, José Alejandro Restrepo, y otros artistas que conformaron la Maestría. En el momento en el que ellos se plantearon la Maestría sobre Artes Vivas en el tiempo —consideramos nosotros, que fuimos los que estuvimos ahí— ellos se estaban planteando algo sobre el papel, sobre una teoría, pero no sabían cómo iba a generarse eso en el tiempo, ¿no? Rolph nos pide hace poco...Yo fui, digamos, de la primera cohorte, hace diez años. Y, hace tres años, hago parte del cuerpo docente de la Maestría. Y Rolph, en determinado momento, dijo: “Bueno, ya han pasado diez años, por qué no empezamos realmente a elaborar desde ustedes mismos ¿Qué ha pasado en estos diez años y desde dónde podemos hablar?” Y ahí viene la gran pregunta que de pronto ustedes dirían: ¿y qué son las Artes Vivas? Y no hay una respuesta exacta; y menos de los que estamos ahí en ese lugar. Podríamos dar ciertas coordenadas para ubicarnos. Pero, él mismo que tomó de los ingleses esta palabra de las Artes Vivas, que es Rolph, él ha intentado durante años ponerle un lugar como… ¿Realmente pertenece a un campo de conocimiento o una noción o un concepto como tal? Y creo que es importante que no se logre nombrar. Creo que es importante que sea algo 1 Se refiere a la conferencia magistral de José Antonio Sánchez Cuerpos poéticos: el espacio escénico como campo de experimentación ética. Puede verse la transcripción en este mismo capítulo de Conferencias Magistrales. 56 orgánico, que siempre está en movimiento y siempre se está, de alguna manera, planteando la pregunta. Es algo que se está planteando la pregunta, no hay respuestas. Y, en esa movilidad, en esa condición nómade que tienen las Artes Vivas, es el lugar donde fijamos nuestros rumbos. Y, digo, de cien egresados...Son cien egresados que podrían hablar de su experiencia de creación de manera diferente. Mi idea hoy es poner esa, digamos, ruta de creación que yo tomé para llegar a este lugar, a una obra concreta. Y, obviamente, esta tiene unos antecedentes de los cuales habría que poner en relación. Y traigo un texto donde hago una serie de disquisiciones, derivas, alrededor de lo que podríamos llamar este proceso de poner en práctica la praxis o la experiencia en pensamiento. Entonces, Rolph nos pide un texto, que es el que traigo hoy, porque, finalmente, recoge una experiencia y ya diez años en un relevo generacional. Finalmente, los maestros que están allí están, también, exhaustos, diez años es demasiado. Y están haciendo un relevo que va a ser arduo porque dejar ese lugar también es difícil para ellos. Pero, finalmente, los que estamos allí somos los que hemos configurado un lugar desde donde poder enunciar, de alguna manera, o poder cerrar en algún lugar esta noción de Artes Vivas. Pero, vamos a dejar las Artes Vivas ahí, ¿no? Porque se entiende Artes Vivas que hay performance, hay teatralidades, que actúa la plástica, lo sonoro...Y sí, es un campo en tensión entre lenguajes de las artes o disciplinas de las artes, si pudiéramos nombrarlo así. Y es un campo de caos y turbulencia, es un lugar que...es una puesta en crisis de lo que uno como artista entra ahí. Para mí es un lugar de la suspensión del tiempo y que es interesante porque es entrar, un artista, a poner en crisis su lugar de creación. Y es un lugar de la suspensión y es como ponerse en un territorio…¡Qué rico poder pasar por ahí y que te deslicen, que te pongan en crisis, realmente! Y para mí fue satisfactorio el hecho de estar ahí. Hay gente que no responde a esto y, finalmente, abandona. Son pocos los que abandonan. Este texto apunta a tratar de establecer rutas metodológicas de lo que yo, como artista, pude involucrarme ahí. Si ustedes se dan cuenta, pues, mi hacer en la vida, a pesar de que he transitado por varios lenguajes de las artes, yo me considero un pintor, a secas. Pero, un pintor que estaba viviendo una soledad que no quería y quería interactuar con el mundo. Y esa fue la disposición, como tal. Entonces, estas rutas metodológicas me interesa ponerlas en acción aquí con los mismos estudiantes porque pueden ser las maneras en las que ellos se puedan aproximar a su creación desde otros lugares. El taller que hicimos en tres días, del cual hay muestra esta tarde, tiene que ver con estas metodologías. Una de las estudiantes dijo: “Para hacer este taller toca hacer talleres previos”. Yo le dije: “¿Previos de video? ¿De sonido?” Digamos, las propuestas que han surgido ahí. Yo le dije no. Precisamente, allí está el asunto. Aproximarnos a otros lenguajes como desde el MacGyver, ¿no? El que va haciendo la cosa y, finalmente, atrapa esos lenguajes y puede, desde su propia incompetencia, trabajar en ellos y conformar otras maneras de hibridar o expandir su propio oficio. Ahora, bien, me voy a parar sobre una obra: fue la obra que realicé como proyecto de grado en la Maestría. Creo que es importante nombrarla. Han pasado diez años, diez años donde se puede pensar sobre ella, pero también ha habido otros tránsitos de otros procesos 57 de creación en los que nos hemos instalado los mismos compañeros. Procesos que no exactamente podríamos nombrarlos como de procesos de creación colectiva, tal vez los interrogamos desde otros lugares, como un lugar de encuentro de creadores y creadores que, finalmente, entran en una zona de creación y en una zona de conflicto, de tensión. Y ese es el interés. Estos lugares del desajuste, del desencuentro. La obra con la cual yo llegué a la Maestría en un momento de necesidad, como dice José Antonio... Era un asunto de carencia y de alta carencia. Necesitaba algo diferente en mi vida. Llevaba más o menos en mi estudio de pintor...llevaba más o menos un año sin pintar y parado frente a un lienzo en una disciplina cotidiana, pero no salía absolutamente nada. Entonces, sí había un asunto de necesidad y más por carencia. Yo me presenté y dije: “¿Cómo pasaré?” La Universidad Nacional es tan difícil. Y más a una Maestría que se estrenaba. Yo dije: “Creo que no voy a poder, pero vamos a hacer el intento.” Claro, yo tuve una formación en teatro y arte dramático en México y me formé como escenógrafo. Pero, ese decorador, que está allá atrás, perdido entre las sombras, como una especie de artículo en desuso en el teatro; y eso me entristecía también mucho. Entonces, decidí presentar en mi proyecto un Hamlet. Un Hamlet de Sh