EL CATOLICISMO Y LA CUESTION AUSTRIACA (Traducido por José Pareja y Paz Soldán). El rol del elemento católico no es menos importante y sig- nificativo en los asuntos de Austria. Cuando finalmente, se encontró un gobierno austriaco dispuesto a adoptar resuelta- mente una posición contra la unión a Alemania, ha sido el ca- tolicismo principalmente que este gobierno escogió como plata- forma de su residencia al Anschluss y de su defensa contra el contagio nazi. Esta elección era natural, indicada y lógica y no tiene nada de sorprendente. Austria es un país germánico en la que el factor étnico no puede infiuír contra la unión polí- tica a Alemania. Los compromisos internacionales puestos de lado, las únicas palancas que disponía un gobierno austriaco para actuar sobre la opinión pública de su país en el sentido de la independencia política consistían en una larga tradición de Estado, en la consciencia de una civilización propia y en el sen- tirniento católico. Sólo con estos tres elementos podía estruc- turarse un patriotismo austriaco, injertado en una nacionali- dad que no se siente distinta de la de los alemanes en general. Aún estos tres factores no estaban en realidad, aislados el uno del otro, como en el resultado de un análisis. Se confundían hasta un cierto grado. La larga tradición del Estado austria- co era de un Estado católico; la consciencia de una civilización propia de los austriacos era la de una civilización fuertemente impregnada de catolicismo. No es extraño que el Canciller Dollfuss cuando quiso desentrañar el carácter esencial de la individualidad propia de su pueblo, la buscara en el catolicismo. Haciéndolo, buscaba la única profundidad que podía encontrar; y el hecho es, que en medida apreciable, la encontró. Es infantil reprochar a Dollfuss y a su sucesor, Schuss- nigg, haber realizado clericalismo o haber entr~gado Austria al clero y a la Iglesia. La verdad es diferente. Para no en- tregar Austria a una Alemania, cuya evolución moral, social y 180 EL CATOLICISMO Y LA CUESTION AUSTRIACA política repugnaba a todas las fibras del temperamento aus- triaco, se ha despertado un patriotismo austriaco que dormita- ba; le han dado consciencia de un sentimiento nacional, que se desconocía, que casi se ignoraba. Para crear o reanimar este ideal patriótico y nacional que es a la vez el resorte, la arma- dura de todo país independiente, han recurrido a los sentimien- tos que podían secundar su esfuerzo, y el más poderoso, eficaz y profundo era el sentimiento católico. Por eso el factor ca- tólico ha llegado a tener un rol decisivo en la obra de resisten- cia contra las tentativas de abordaje del Reich y de reconsti- tución interna y resurrección nacional. Papel nuevo que ha devenido preponderante y decisivo. Pe- ro el catolicismo no ha entrado en escena de golpe, en el dra- ma austriaco de la post-guerra. Había jugado antes de Doll- fuss un rol menos considerable pero importante; se había ya manifestado como una fuerza que retenía al Austria a incorpo- rarse a Alemania. Si se preguntara lo que hubo siempre de específicamente austriaco en la política interior de este país, se debería responder que fué el partido cristiano-social; en con- secuencia, un partido que ostenta el catolicismo Pn su etiqueta. Los más poderosos de los otros partidos, los social demócratas y los grandes alemanes, fueron durante mucho tiempo manifies- tamente favorables al Anchsluss. Para los grandes alemanes, esto va por sí mismo y su propio nombre era un programa, del que no se desviaron hasta fecha reciente. En cuanto a los so- cial-demócratas sus jefes no escondían ser partidarios dt" una fusión de Austria con Alemania. Sólo los cristianos-demóf'ra- tas se abstuvieron de reclamar esa unión; sólo su oposición, cuando los social-demócratas llegaron al poder, o su participa- ción en el gobierno, cuando lo compartieron con los grandes ale- manes, pusieron freno y sordina a una campaña pangermanis- ta que no dependía de ellos impedirla. Su jefe era un sacerdote, Mons. Seipel, el hombre de estado austriaco más destacado después de la guerra, hasta el adve- nimiento de Dollfuss. La política exterior de este canciller, hombre de Iglesia, pudo, en su época, parecer equívoca, ondu- lante, oblicua a los países extranjeros que les alarmaba la even- EL CATOLICISMO Y LA CUESTION AUSTRIACA 181 tualidad del Anschluss. En realidad, él sesgaba la unión aus- tro-alemana falto de poder para hacer más, en el momento en que actuaba. Por lo menos se apoyaba sobre la Sociedad de Naciones, es decir, sobre el organismo internacional al que los tratados internacionales habían confiado la guarda de los con- venios entre los estados y era la llave misma del problema del Anschluss. Colocando a Austria independiente bajo la égica de Ginebra, Spiel hizo lo que podía hacer de más eficaz para sal- vaguardar su independencia. Es pues a un Canciller y a un partido esencialmente católicos que es preciso, en definitiva, honrar porque en tiempos difíciles de la política austriaca, man- tuvieron el statu quo y defendieron el porvenir. Tan sólo cuan- do Seipel, alejado del poder, retirado de la escena política y su partido no podían controlar tan cerca la acción exterior del Gabinete vienés fué que este último se desvió bruscamente, con Schober, hacia la unión. Basta recordar la tentativa de unión aduanera austro-alemana de 1931. El catolicismo tuvo, antes del Ministerio Dollfuss, una ac- ción amortiguadora, sobre el movimiento unionista; Dollfuss lo hizo cooperar activamente en un esfuerzo dirigido contra la fu- sión. La estrella de la Sociedad de Naciones palidecía; sin voltear- les las espaldas, se dirigió hacia el Vaticano. Visitó Roma tres ocasiones, invocó el sostén moral de la Santa Sede y obtuvo, negocio y concluyó un concordato que da a la Iglesia Católica, en Austria, una situación envidiable y apreciada. El se ha apoyado sobre esa gran fuerza moral universal que es el cato- licismo. Aprovechando la ocasión de un Congreso católico con- vocado en Viena-congreso que debió ser primeramente alemán y que la torpe política del Reich le quitó este carácter-Doll- fuss había solicitado el envío de un legado pontificio. A este legado, el Cardenal Lafontaine, patriarca de Venecia, le prepa- ró tal recibimiento, que ni un soberano la habría tenido tan so- lemne. Así afirmaba el carácter cristiano, católico de su go- bierno y de su país. Ha revivido en su pueblo, el recuerdo y el orgullo de la gloria adquirida en las luchas por la cristian- dad, en las guerras contra el Turco. Ha acentuado todo lo que ha podido el contraste de su actitud hacia la Iglesia con la que 182 EL CATOLICISMO Y LA CUESTION AUSTRIACA observaba frente al gobierno del Reich. De esta manera, su propia resistencia a las ambiciones alemanas y al contagio na- cional-socialista han favorecido el anatema que el episcopado austriaco ha lanzado, en una Carta Pastoral de singular energía, contra la ideología hitleriana y las violencias morales y materia- les de los nazis. Dollfuss, en seguida, rodc~ó de todo el esplendor y solem- nidad posibles la ratificación y promulgación del Concordato con la Santa Sede. Lo hizo coincidir con el ejercicio de una nueva constitución, como para ligar, en cierta medida, los dos actos, la ley constitucional y el concordato. En esta ocasión proclamó altamente los vínculos estrechos entre el Estado aus- triaco y el Papado. Declaró haber querido dar a Austria, transformada por él en su estructura política y social, las ca- racterísticas de un Estado cristiano. Ha utilizado en una par- te de su obra legislativa, una Encíclica del Papa reinante. Todo ésto parece casi increíble en nuestro siglo y es sin P.mbargo, lo que contemplamos; es también, según todas las probabilidades, lo que se aconsejaba imperiosamente si se que- ría salvaguardar la independencia de Austria, de la audacia de las empresas alemanas para absorber o escamotear a este país y las dificultades que el Reich colocó sobre la Iglesia Católica. A los asaltos alemanes era necesario oponer un ideal, una mís- tica; y ésta no podía ser otra que la fe y la civilización que ha- bían dado a Austria su carácter distintivo. Los litigios de Ale·- mania con el catolicismo constituían una razón más para esco- ger la religión como centro. Aquellos facilitaron la obra de bollfuss; Austria está en primera fila, entre los países en que la política religiosa del Reich ha contrariado los designios pan- germanistas. Ahora, se preguntará, en qu0 concluirá ei esfuerzo para erigir contra la ambición alemana, un patriotismo austriaco vi- talizado por la fe y civilización católicas? ¿Aquello que se po- dría llamar "la constitución católica" bastará para ganar la par~ tida? Es claro y cierto que sin esa constitución no habría ha~ bid o ni parte ni todo; o más bien; habría sido una lucha di- plomática entre Alemania y las potencias opuestas al Anchsluss EL CATOLICISMO Y LA CUESTION AUSTRIACA 183 Austria había permanecido sin reacción contra la. agresividad alemana y el contagio nazi. El ~eactivo austriaco contra la su- misión hitleriana ha sido casi exclusivamente, el catolicismo. La eficacia de este reactivo se pudo juzgar cuando la tra- gedia de que fué teatro Viena, el 5 de julio de 1934. Dollfuss asesinado, la mayor parte de los ministros secuestrados, el Ball- platz ocupado, el radio confiscado, pero el golpe de fuerza de los nazis fracasó sin embargo. ¿Por qué? Porque Viena no hi- zo causa común con los autores del atentado, y a excepción de Styria, las provincias no se sublevaron. Que mejor constata- ción del resultado práctico podía obtener la política del Canci- ller-mártir? Los alemanes han tenido tardíamente esa intuición. Cuan- do les falló su golpe, para zafarse diestramente cfel juego que se les había tornado contrario, buscaron a un especialista en asuntos católicos, M. von Papen, para suceder a su represen- tante en Viena, comprometido en la malahada aventura del 25 de julio. Pero después del asesinato de Dollfuss, no bastaba a un ministro alemán ser un católico auténtico para inspirar ecmfianza a los austriacos. A su vez, la muerte de Dollfuss ha tenido por efecto: es- trechar el pacto que se había creado entre la causa de la inde- pendencia austriaca y la del catolicismo. Los austriacos, in- dignados en su mayoría por el atentado en el que habían su- cumbido su Canciller, compartieron su dolor con el Papa y la Santa Sede. Los telegramas de Pío XI al presidente Miklas y del Cardenal Pacelli a M. Schussningg lo testimoniaron. Por otro lado, el Osservatore Romano, periódico del Vaticano, ha afrentado el crimen en términos ante las cuales aún palidecen las protestas contra las ejecuciones berlinesas del 30 de junio. El Canciller Schussningg encontró para proseguir el ejemplo de su l}redecesor, el mismo apoyo del catolicismo. La prueba no debilitó esta colaboración. La solidaridad, casi se podría decir la identidad, que las circunstancias crearon entre los tér- minos independencia austriaca y catolicismo, persiste en prove- rho de ambos: en beneficio de la primera, sobre todo. Se argumenta a menudo esta solidaridad para acusar al 184 EL CATOLICISMO Y LA CUESTION AUSTRIACA catolicismo, austriaco de querer acaparar para sí a Austria in- dependiente. Nada más inexacto. El frente patriótico, crea- ción de Dollfuss, no es un cuadro cerrado; sólo quiere por lo eontrario, acoger nuevos reclutas. Si los católicos han sumi- nistrado el nudo y su pars magna, no han pretendido estar so- los, y todas las ayudas sinceras son bienvenidas a sus ojos pa- ra defender la independencia de su país. En resumen, han prestado a la paz europea, un servicio inestimable, asumiendo en forma tan amplia la defensa de la independencia nacional. (Continuará).