La Mirada de Telemo No. 6 (2011): Abril La mirada televisiva sobre la campaña política: a propósito de "Punto Final" y "Sin medias tintas" Auza, Juan Manuel Resumen: El texto busca revelar cuál es la óptica con la que los programas televisivos “Punto Final” y “Sin medias tintas” se acercan hacia los políticos, la campaña electoral y lo político en general, poniendo énfasis en las contradicciones que surgen cuando las lógicas del sistema capitalista se introducen en las esferas políticas, sociales y culturales. Recibido: 01 de abril de 2011 Aceptado: 06 de abril de 2011 “Con candidatos así, uno nunca sabe lo que puede suceder”. Así finaliza Renzo Madrid su reportaje “Los pitufos soñadores” en la edición del 20 de marzo pasado de “Punto Final”. La campaña estaba caliente, los cinco primeros se disputaban el primer lugar; los cinco últimos, el último. El reportaje “Los pitufos soñadores” hace un breve perfil de cuatro candidatos que sólo aparecen en las encuestas bajo la categoría “Otros”: Juliana Reymer, Ricardo Noriega, José Antonio Ñique y Humberto Pinazo. Es un reportaje que indaga en sus biografías, en sus austeras campañas, en su relación con el público. Se trata, sin embargo, de candidatos llamativos, exóticos, curiosos. Todos ellos son, de alguna forma, candidatos “huachafos”: excesivamente similares, y a la vez, excesivamente diferentes de lo que la mayoría considera un candidato “respetable”. Son los candidatos del exceso. Juliana Reymer encarna el emprendedurismo de quien se siente capaz de enfrentarse al establishment político e intelectual con las armas del conocimiento subalternizado. Ricardo Noriega actúa tan bien como político que si no llegáramos a entender lo que dice podríamos creer que tiene razón y que vale la pena votar por él. José Antonio Ñique articula las formas y los ideales clásicos de la política y eso lo hace parecer un loco en estos tiempos. A Humberto Pinazo cuesta entenderlo, tanto en sus palabras como en su razonamiento, pero el coro insistente de “Pinazo Presidente” de sus fieles seguidores basta para saber que tendrá algunos votos en las urnas. Son candidatos que en las formas, y hasta en los contenidos, no se diferencian mucho de los que se disputaban el pase a la segunda vuelta, pero hay algo en ellos excesivo, un matiz que los hace pasar de “respetables” a “huachafos”. Ese matiz los convierte en deliciosos personajes televisivos, y es ese matiz el que “Punto Final” es capaz de revelar y de exaltar. “Punto Final” es el programa estrella del prime time dominical de “Frecuencia Latina”. Es una revista periodística con varios años en pantalla y es conducida por Nicolás Lúcar, el recordado conductor de “La revista dominical”, programa que marcó época durante los años noventa. “Punto Final” suele hacer entre 10 y 11 puntos de rating y con eso, disputar el segundo o tercer lugar del programa más visto del domingo por la noche. Su selección de notas y la de “Cuarto Poder”, su acérrimo competidor, no suele coincidir mucho, pero cuando lo hace, el valor diferencial de “Punto Final” está en ese matiz único que sus reporteros son capaces de revelar e impostar sobre sus personajes y que deleita tanto a su público. La campaña electoral bajo la óptica de “Punto Final” resulta por eso muy rica y compleja, porque está determinada por una lógica que no es necesariamente la de los políticos y de sus evidentes intereses a corto plazo, sino que está más influenciada por la lógica del “teleciudadano de a pie”, el que tras una semana agotadora y un fin de semana reparador, busca en su televisor algo divertido antes de ir a dormir. En la edición del 27 de marzo, cuando las posiciones en las encuestas de los cinco primeros se apretaron más que nunca y cuando Alejandro Toledo perdió por primera vez el liderazgo, “Punto Final” aprovechó para mostrarnos, a través del reportaje “En la recta final: Todo vale (I)” y “En la recta final: Todo vale (II)”, lo que los políticos están dispuestos a hacer con tal de pasar a la segunda vuelta. Con la ayuda de publicistas y analistas, José Carlos Tapia trató de explicarse y de explicarnos por qué se movieron tanto las encuestas en la recta final, pero terminó demostrándonos también que ante todo, los políticos son actores representando un papel, sujetos siempre al aplauso o al abucheo del público; y que algunos actúan de manera más convincente, ganando votos, y otros no tanto, perdiéndolos. Catorce días antes de las elecciones, “Punto Final”, como sus televidentes, miró de forma sarcástica y burlona la realidad de nuestros políticos. No hizo campaña por ninguno ni les dio espacio para que convencieran a más votantes; sólo los exhibió ante el público, hurgó en lo que hicieron en estos meses y los puso a disposición del respetable. En “¿Sabemos cómo votar?”, de la edición del 20 de marzo, “Punto Final” nos mostró las lógicas de los votantes al momento de enfrentar la cédula electoral, lo poco que se asocia al candidato con el símbolo, lo poco que conocemos de un sistema que a algunos puede parecer técnico, objetivo y simple, como “la intersección de dos líneas en un recuadro”, pero que no necesariamente resulta cómodo o sencillo para el elector. Fue un reportaje que mostró preocupación por una situación determinante del proceso, pero que tampoco dramatizó en exceso, que tampoco nos narró una tragedia. Fue un reportaje que nos confrontó, que nos mostró algunas de nuestras inconsistencias, pero lo hizo con una sonrisa, con buena onda. También del 20 de marzo es el reportaje “La campaña caliente”, que nos mostró lo sabroso que se vuelve el escenario electoral cuando las cifras se aprietan, cuando el que se creía ganador seguro veía tambalear su pase a la segunda vuelta, cuando el que parecía voto perdido empezaba a volverse tsunami electoral. Pero fue una campaña que se volvió caliente y candente también en palabras, en adjetivos, en caricias verbales. Una vez más, el exceso atravesó la realidad y entonces ésta se tornó atractiva, seductora. El reportaje mostró, sin embargo, que estas calenturas no suelen beneficiar a los candidatos con el voto popular, que el exceso también puede resultar excesivo para un candidato en campaña. El 13 de marzo “Punto Final” sorprendió con los “Bayly Cartoons”, cuatro animaciones irónicas tituladas “Quiero ser presidente” sobre Toledo, Castañeda, Keiko y Humala, en las que el mordaz periodista Jaime Bayly y la escritora Silvia Núñez del Arco criticaban y se burlaban sin piedad de los que en ese momento parecían los cuatro grandes. Humor, sí, pero corrosivo, del que desnuda los defectos y contradicciones y las expone al sol. Una forma de decir: “ninguno vale la pena”. También del 13 de marzo fueron los reportajes “El fenómeno PPK” y “Habla Kenyi Fujimori”. En ambos, se profundizó sobre sus biografías, sobre su relación con la gente, sobre sus propuestas y sus inconsistencias. Fueron reportajes que buscaron representar sus complejidades humanas y que por eso no se quedaron en el ámbito político, sino que fueron más allá. Fueron reportajes críticos, sí; pero que trataron de hacer un retrato medianamente completo y sobre todo interesante del personaje. Aquel 13 de marzo, mientras se emitía el programa, se desarrollaba en paralelo el debate entre los 11 candidatos organizado por el Jurado Nacional de Elecciones. “Punto Final”, a diferencia de “Cuarto Poder”, optó por no transmitir el debate y sólo por tener algunos contactos vía microondas al inicio y durante el programa. “Punto Final” optó por enfocarse en lo ocurrido en el Japón, en el terrible terremoto, tsunami y la crisis nuclear. Puso la campaña en segundo plano, aún cuando para la clase política el debate significaba un hecho importante, porque para “Punto Final” y para su público, la campaña política seguía siendo un tema de poco interés y el promocionado debate, una exposición aburrida de promesas electorales. El 06 de marzo sólo hubo un reportaje sobre los candidatos en campaña y se llamó “Lo bueno, lo malo y lo feo”. El reportaje hizo un análisis escueto pero agudo de los cinco principales candidatos, en el contexto de su presentación en el debate organizado por el diario “El Comercio”, apoyándose en los comentarios de Nelson Manrique, “Chema” Salcedo, Fernando Tuesta, Abencia Meza y Carlos Carlín. El reportaje nos mostró sus rasgos básicos, como para que sepamos de quiénes se trataba, como para refrescarnos la memoria en ese momento en el que la campaña empezaba a meterse en la vida cotidiana. El 20 de febrero, cuando la campaña aún era sosa y aburrida, “Punto Final” presentó uno de esos reportajes que son a la vez divertidos y profundos: “El debate del pueblo”. El micro lo tuvieron los limeños de a pie y desde allí pudieron dar su opinión sobre la política, los políticos y su candidato favorito. El reportaje mostró las pasiones que desatan los políticos entre la población y el descontento generalizado que existe respecto de ellos. Tenemos que retroceder hasta el 23 de enero para encontrar otro reportaje electoral: “Quiero mi curul”, en donde José Carlos Tapia nos presentaba a varios candidatos al congreso con algo de trayectoria televisiva limeña: Gian Carlo Vacchelli, Julio Andrade, Pepe Vásquez y Cecilia Tait. El reportaje no fue muy extenso y no permitió conocer mucho de ellos, salvo por qué partido van y en líneas generales, qué planeaban hacer si eran elegidos congresistas. Luego de este recorrido, algunas cosas quedan claras. Es recién el 13 de marzo, casi un mes antes de las elecciones, que la campaña política empieza a tener protagonismo en la agenda del programa, pero aún en la edición del 20 e incluso la del 27, existe una resistencia a centrar su atención en ella. “Punto Final” sigue interesándose en la política en tanto ella sea capaz de ofrecer personajes y temas atractivos. “Punto Final” no tiene como objetivo convertirse en un espacio para que los políticos hagan campaña, lo que busca es brindar a sus seguidores reportajes que revelen aspectos novedosos y sugerentes de la realidad. “Punto Final” no hace un seguimiento exhaustivo a los candidatos ni les hace extensas entrevistas para que expongan sus puntos de vista o hagan sus descargos ante los ataques que reciben. “Punto Final” se acerca a la campaña política desde el lugar del televidente apolítico, del que presta atención a aquello que aparece llamativo, interesante; y desde su óptica, los “pitufos soñadores” resultan más interesantes que los “cinco grandes”. En ese sentido, vale la pena hacerse la pregunta que se hace Richard Sennett en “La cultura del nuevo capitalismo”: “¿se escoge a los políticos como se escoge la ropa que se compra?” (2009: 116). Imaginemos al elector ante el estante de candidatos de esta temporada. ¿Verá las etiquetas de cada uno y verificará la calidad de sus materiales o elegirá al que está de oferta? “Punto Final”, siguiendo esa premisa, cumple con traernos lo último de la campaña política pero sólo cuando está de temporada; con uno que otro avance, pero básicamente sólo cuando es preciso y necesario. ¿Para qué hablar de la campaña política dos o tres meses antes si las elecciones son en abril? ¿Para qué publicar encuestas con tanta anticipación si las únicas que importan son las de un par de semanas antes? ¿Para qué prestarles tanta atención a los políticos si tienen tan poco que decir? Siguiendo nuevamente a Sennett, tendríamos que coincidir en que básicamente al ciudadano consumidor se le ofrecen plataformas políticas muy similares con simples diferencias de “dorado”, con sutiles matices; y que este consumidor-espectador-ciudadano quiere siempre nuevas ofertas políticas y una participación que implique cada vez menos incomodidades (2009: 138-9). En un contexto como el actual, en el que el capitalismo se ha convertido en la norma imperante, nuestros políticos debieron hacer denodados esfuerzos para tratar de diferenciarse el uno del otro, porque no fueron capaces de elaborar propuestas alternativas realistas e imaginativas. En el estante político de esta temporada, destacó la falta de creatividad y el poco empeño de los fabricantes por satisfacer a los consumidores. Para colmo de males, estuvimos obligados a ver sus avisos comerciales, aún cuando podía no interesarnos comprar ninguno. Si para los políticos la televisión representa la nueva tribuna desde la que pueden enunciar sus discursos, “Punto Final” se encargó en esta campaña de mantener ese espacio del domingo por la noche libre de discursos políticos, y sólo cuando algún personaje resultaba realmente interesante, lo presentó ante sus televidentes. Sin embargo, “Punto Final” cumple un papel político mucho más importante y que excede el periodo electoral, porque su selección de temas y la manera en que los aborda se constituye en una forma de articulación política tal y como la entiende Laclau (2003), es decir, tras identificar demandas insatisfechas de un grupo, constituir un “significante vacío” que represente y hable por dichas personas. Por ejemplo, Giovanna Díaz, en “Desastre en la educación”, nos obligó a reflexionar sobre la realidad de las escuelas en nuestro país, contrastándola con todos los ofrecimientos de los políticos al respecto. Visitó una sola escuela, pero en ella constató, entre tantas otras cosas, que los caños de los baños estaban de adorno, porque no tenían sistema de agua potable. Sin embargo, no se trata de solucionar el problema de esa escuela o de ese baño. En el proceso de articulación política que ejecuta “Punto Final” esos “significantes” (la escuela, el baño) dejan de ser lo que son (la escuela, el baño) para convertirse en los representantes de las demandas insatisfechas de la población: educación y agua potable, en el plano más evidente, pero también inclusión social, eficacia del Estado, etc. “Punto Final” toca temas específicos, pero a través de ellos, está tocando temas muy importantes para la población. Mabel Huertas, en “Peruanos después del terremoto”, buscó a los peruanos que vivían cerca de la central nuclear de Fukushima y nos trajo su voz, su preocupación y sus necesidades; y en “Mentes brillantes”, nos hizo dar cuenta de la increíble capacidad afectiva e intelectual de las personas con autismo, y sin embargo, también, del maltrato del que son víctimas. Juliana Oxenford, en “Buscando a Shelli”, nos trajo el sufrimiento de un padre que no puede ver a su hija, y en “Mujeres de hierro”, el de las mujeres que son agredidas física y mentalmente por sus parejas. Eduardo Venegas, en “Justicia Popular”, nos contó lo que ocurre cuando nuestro sistema de justicia no funciona; y Christian Sotomayor, en “La otra cara de Machu Picchu” nos mostró la cruda realidad de la desigualdad y la injusticia social en el emblema turístico de nuestro país. Se trata de una articulación política que por un lado es denuncia y del otro lado es concientización, que rara vez puede completar el circuito y convertirse en práctica, pero que al menos evita el silencio y el olvido. Es una articulación política que no suele interesar a los políticos, porque no representan a su entender caudales electorales apetitosos, pero es una articulación política justa y necesaria. ¿Dónde queda entonces lo que entendemos tradicionalmente como lo político? “Frecuencia Latina” creó un espacio separado y especializado para dar tribuna a los distintos participantes de la campaña electoral: “Sin medias tintas”. El programa, conducido por Mónica Delta y Aldo Mariátegui se emitió domingo a domingo desde el 23 de enero a las 10:30 de la noche, luego de “Punto Final”. Por el programa pasaron, de los candidatos presidenciales, Luis Castañeda, Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuzcynski, Juliana Reymer, Ollanta Humala y Rafael Belaúnde. De los candidatos al congreso fueron Víctor Andrés García, Carlos Raffo, Isaac Mekler, Guillermo Gonzáles, Omar Chehade, Mauricio Mulder, Martha Chávez, Daniel Abugattás, Rafael Rey, Ronald Gamarra, Fausto Alvarado, Aurelio Pastor, Carmen Lozada, Renzo Reggiardo, Marcial Ayaipoma y César Zumaeta. En términos de equidad electoral, estuvieron representadas las principales fuerzas políticas: Perú Posible, Fuerza 2011, Solidaridad Nacional, Gana Perú, Alianza por el Gran Cambio y APRA; y los candidatos presidenciales de Fuerza Nacional y Adelante. Es obvio, sin embargo, que todos los candidatos al congreso que fueron al programa tenían cierta trayectoria política. Si bien hubo una mayor presencia de candidatos congresales de Perú Posible (4 frente a 3 ó 2 de las otras agrupaciones), su candidato presidencial, Alejandro Toledo, sólo fue entrevistado vía microondas luego del debate del 3 de abril, a pesar de que los conductores lo invitaron públicamente en reiteradas oportunidades. Pedro Pablo Kuzcynski, por el contrario, fue entrevistado hasta 4 veces y Luis Castañeda, 3 veces (incluyendo las entrevistas post-debate). El programa estuvo dividido en bloques en los que los conductores hacían un análisis y balance político de lo ocurrido en la semana, además de presentar los resultados de las encuestas; bloques en los que se entrevistaba a candidatos presidenciales; bloques en los que dos candidatos congresales debatían; algunos reportajes introductorios o complementarios; y un bloque final en el que Carlos Álvarez, caracterizado como algún personaje, lanzaba críticas y bromas a los distintos candidatos. El programa apuntaba a un público gustoso del tema político y por eso los conductores se explayaban en el análisis de la coyuntura, del comportamiento de los candidatos, de sus estrategias políticas, en la interpretación de las encuestas, etc. Tan es así, que en el programa del 6 de marzo los entrevistados centrales fueron los responsables de los planes económicos de Solidaridad Nacional, Elmer Cuba, y de Perú Posible, Kurt Burneo, y la conversación se centró en temas técnicos, de interés y entendimiento de un reducido grupo de la población. Las entrevistas centrales buscaban interrogar a los candidatos sobre aspectos puntuales que pudieran resultarles incómodos, como el indulto a Alberto Fujiimori, en el caso de Keiko, o los vínculos con el gobierno venezolano, en el caso de Ollanta Humala. Es decir, los conductores buscaban poner en aprietos al candidato para que el público pudiera evaluar su consistencia o inconsistencia. Mónica Delta, por ejemplo, comienza así la entrevista con la candidata presidencial Juliana Reymer: “Siendo usted una persona que ha empezado de abajo, una persona que ha empezado como vendedora ambulante, una persona cuyo padre dejó el hogar cuando usted tenía diez años, su madre tuvo cáncer y no pudo curarse, no pudo ir al hospital y tenía muy pocos recursos; usted entra a la política y de frente a las grandes lides… ¿no le parece un poco pretencioso de su parte?” Los conductores no dejaban mucho espacio a los candidatos para explicar en profundidad los planteamientos de su plan de gobierno, y esto, porque los conductores muchas veces seguían haciendo análisis político pero con el candidato invitado, analizando sus estrategias de campaña, las de sus opositores, su opinión sobre las encuestas, lo que piensa hacer para crecer en ellas, etc. “Sin medias tintas”, en ese sentido, creaba una representación de lo político que luego procedía a analizar; planteaba el tablero, colocaba a los personajes y luego analizaba sus movimientos, sus estrategias. Si la política es y ha sido siempre una actuación y una partida de ajedrez, en “Sin medias tintas” el objetivo era hacer las críticas semanales, las bitácoras de cada juego, y también, plantear los posibles escenarios futuros, las próximas movidas de los jugadores. En el caso de los debates entre candidatos al congreso ocurría algo similar. Los conductores y la dinámica de los debates -un minuto por intervención- buscaban la confrontación rápida y directa, por lo que prontamente se caía en acusaciones personales y partidarias entre uno y otro candidato; y si la discusión perdía intensidad, era reanimada por alguna acusación de uno de los conductores. El ganador de la contienda era decidido por el público a través de votos por internet y anunciado al final del bloque. El debate del 13 de febrero, entre Aurelio Pastor, del APRA, y Fausto Alvarado, de Perú Posible, es digno de ser mencionado. Mónica Delta inició retando a Pastor con una frase de Alejandro Toledo: “El voto aprista es de Alejandro Toledo”. Pastor replicó que eran sueños de opio, que en el norte no iba a sacar nada. Mónica apuntó que el norte ya no era del APRA. Pastor replicó que sí. Alvarado interrumpió diciendo que al APRA lo habían dejado huérfano de candidato presidencial y que era una buena oportunidad para que dijeran que sus candidatos eran Keiko Fujimori o Luis Castañeda. Pastor le replicó que se preocuparan por ellos mismos, que ellos iban al parlamento para que a nadie se le ocurra legalizar las drogas o el aborto, en alusión a los recientes comentarios de Alejandro Toledo. Alvarado sacó el tema de los ministros del interior del gobierno aprista. Pastor recordó la crisis política del gobierno de Toledo. Alvarado acusó de un complot que buscaba tumbarse la democracia. Pastor le replicó que fueron sus patrocinadores, el diario “El Comercio”, los que lo promovieron. Inmediatamente después, un minuto completo en el que ambos se acusaban hablando al mismo tiempo hasta que Mónica Delta logró ordenar nuevamente el debate. Acusaciones del pasado de uno y acusaciones del pasado del otro y de pronto una vez más los dos estaban hablando al mismo tiempo y así transcurrieron los últimos cinco minutos del debate hasta que Mónica, alzando la voz para que la dejaran hablar, logró que se callaran. ¿Cuánto se habló de propuestas? ¿Cuánto siquiera de diagnósticos? Nada. Desde esa perspectiva, la construcción de la escena política que nos brindó “Sin medias tintas” fue una de confrontación, de intercambio de golpes entre actores, en la que el que mejor parado quedaba al final era digno de obtener el voto popular. No se trataba de argumentar propuestas y soluciones a los problemas del país sino de atacar y derrotar a la persona y a su agrupación, a poner en duda su credibilidad, a cuestionar sus vínculos, a cuestionar sus capacidades. Así, con la construcción de esta imagen, “Sin medias tintas” reafirmó la idea de que los políticos peruanos se pelean entre ellos, de espaldas a las necesidades de la población a la que dicen representar. Sin embargo, vale la pena mencionar el debate del 27 de marzo entre Javier Valle Riestra y Ántero Flórez Aráoz, precedido por una entrevista a José Elice, de la ONG “Reflexión Democrática”, en la que se exponen algunas ideas sobre el transfuguismo, la transparencia, la bicameralidad, los partidos políticos, el voto preferencial y la inmunidad parlamentaria, que sirvieron de marco general para el debate. Al no ser ellos candidatos al Congreso y dado que se trató de ex parlamentarios con una larga trayectoria, el debate tuvo una dinámica distinta. Los conductores intentaron al inicio darle el ritmo de sus anteriores programas, pero ambos invitados elaboraron discursos y reflexiones de más largo aliento que permitieron comprender con mayor profundidad los problemas del Congreso. Luego, aún en el análisis de la coyuntura electoral, sus discursos no se quedaban en el hecho anecdótico, sino que lo interpretaban dentro de un marco político, económico y social más grande. Nada de peleas, nada de enfrentamientos; pura reflexión sobre el sistema democrático, sobre los políticos y sus responsabilidades políticas. Las palabras de Sennet vuelven a parecer pertinentes: “¿se escoge a los políticos como se escoge la ropa que se compra?” (2009: 116). Si la política, la cultura y todos los ámbitos de nuestra vida vienen siendo dominados por las dinámicas del sistema capitalista, ¿vale la pena seguir lamentándose y añorando una época en que eran otras las lógicas y los valores imperantes? La mirada televisiva sobre la campaña política, en el caso de “Punto Final” y “Sin medias tintas”, está determinada por dinámicas que exceden lo televisivo y lo político, dinámicas que hunden sus raíces en lo social, en lo económico y en lo cultural. “Punto Final” y “Sin medias tintas” son espacios que representan tensiones y contradicciones aún no resueltas en nuestra sociedad. Por una parte, ambos programas exponen a los políticos desde su lado más performativo, desde su lado más actoral. Pareciera que se tratara simplemente de personajes, de máscaras. Aún los reportajes que indagan en su lado más humano se encargan de separar el personaje con lado humano del político y de sus ideas. De otra parte, ambos programas articulan, a su manera y a su estilo, las demandas que la población les hace a los políticos. Ambos programas se instalan a su vez como actores políticos, como representantes de la población, suplantando a los políticos que por definición, estarían llamados a ejercer dicha función. El espacio político así representado por estos dos programas televisivos nos obliga a pensar en nuevas formas de articulación de lo político, formas que dejen de añorar pasados gloriosos o de aferrarse a supuestos modelos ideales y que sean capaces de lograr, con las actuales condiciones sociales, económicas y culturales, que los ciudadanos nos sintamos representados. Mientras tanto, a la televisión sólo le queda seguir mostrando estas contradicciones. Bibliografía citada LACLAU, Ernesto 2003 “Democracia, pueblo y representación”. Ponencia presentada en el Coloquio Internacional "La crisis de la representación en el arte y la política", realizado en Buenos Aires, Argentina, entre el 10 y 11 de julio. Consulta: 28 de marzo de 2011. SENNET, Richard 2008 La cultura del nuevo capitalismo. Barcelona: Anagrama. [1] Licenciado en Comunicaciones por la Universidad de Lima y estudiante de la Maestría en Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Actulmente, es profesor contratado del Departamento Académico de Comunicaciones y dicta el curso "Iluminación" en la especialidad de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Contacto: jauza@pucp.pe