Actas del IV Congreso Internacional de Etnohistoria. Tomo II Copyright © por Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Av. Universitaria, Cuadra 18 s/n., San Mi­ guel. Lima, Perú. Tlfs. 460-0872 y 460-2291 - 460-2870 Anexos 220 y 356. Derechos reservados ISBN - 9972-42-133-3 Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores. Impreso en el Perú - Printed in Perú. Cómo Francisco Pizarro se apoderó del Perú John H . Row e El im perio de los in cas, llamado "el Perú" por los españo­ les, fue p robablemente el mayor poder militar en el Nuevo Mundo cuando los españoles llegaron, pero Francisco Pizarro logró someterlo con una pequeña compañía de unos 168 aven­ tureros españoles, sin resistencia. Dos años y medio más tarde, los incas se rebelaron y entonces hubo duros combates. Los incas ganaron algunas veces y perdieron otras veces; finalmen­ te la rebelión fue sofocada . La rebelión no es ningún problema. La codicia de los españoles lo provocó y el resultado se entien­ de en términos militares . El problema es el éxito original de Pizarra y su compañía: ¿por qué encontraron tan poca resisten­ cia inca? Resulta que los incas acabaron de hacer una guerra civil en torno de la sucesión imperial. Pizarro y su compañía de es­ pañoles llegaron y secuestraron a Atau Huallpa, el vencedor. Los dirigentes del bando de Huáscar, el vencido, pidieron so­ corro de los españoles . Estos exigieron sumisión como precio de la alianza; los desesperados del bando vencido tuvieron que consentir. No es ninguna novedad reconocer que la guerra civil de los incas fue un factor importante en el establecimiento del do­ minio español. Lo que no se ha estudiado adecuadamente es la influencia de la guerra civil en el trato de los dirigentes incas 5 17 con los españoles. 1 Hemos estado demasiado inclinados a creer las relaciones de Francisco Pizarra. Este capitán tuvo dos secre­ tarios, Francisco de Jérez y Pedro Sancho, que escribieron las relaciones oficiales de la expedición. Estas relaciones dan a co­ nocer la versión de la historia que Pizarra quiso hacer creer a la gente, una versión que omite algunos datos importantes y deforma otros, para presentar al capitán de la manera más fa­ vorable . Felizmente, hay varios informes independientes escri­ tos por otros miembros de la compañía que nos permiten co­ rregir los defectos de las relaciones oficiales. Me refiero en par­ ticular a los informes de Hernando Pizarra, Juan Ruiz de Arce, Diego de Trujillo y Pedro Pizarra, junto con los anónimos atri­ buidos equivocadamente a Cristóbal de Mena y Miguel Estete. Hay también algunos otros escritores que disfrutaron de fuen­ tes próximas a los acontecimientos, como Gonzalo Fernández de Oviedo, Juan de Betanzos, y Pedro de Cieza de León. Hay suficiente conformidad entre los testigos independientes en cuanto a los puntos clave para justificar una revisión crítica de la versión oficial de Pizarra. La guerra civil de los incas fue en parte la consecuencia de la llegada de la primera enfermedad europea. Una epidemia de viruela o sarampión se manifestó en el imperio inca en 1528. Sus informantes incas contaron a Cieza de León que más de 200,000 personas murieron en esta epidemia. 2 Entre otros murió el emperador Huayna Capac y otros personajes impor­ tantes del gobierno. Huayna Capac había pasado los últimos 11 años de su reinado haciendo campañas en la provincia de Qui­ to. Cuando salió del Cuzco para Quito, nombró dos goberna­ dores en la capital. Los dos murieron en la epidemia y Huayna Capac no tuvo tiempo de nombrar otros antes de su propia muerte. La epidemia desorganizó la sucesión imperial. En teoría, 1 Edmundo Guillén nos aconsejó prestar atención a la actividad de los Huáscaristas en las muertes de Atau Huallpa y Challcu Chima (Guillén Guillén, 1978, nota 1, pp. 47-48 2 Cieza de León, 2a pte., cap. LXIX; 1985, pp. 199-200 518 el emperador tenía poder absoluto, hasta poder nombrar como sucesor cualquier de sus hijos, pero había un orden de prece­ dencia que se debía respetar. Los incas realizaban adivi­ naciones para determinar si un acto propuesto sería fausto o infausto y este procedimiento fue también un elemento en la selección de un sucesor. Huayna Capac escogió su sucesor en su lecho de muerte y el primer sucesor nombrado murió en la misma epidemia que mató a su padre. El segundo nombrado fue un hijo llamado Huáscar, quieri estuvo en el Cuzco, pero la adivinación salió adversa en su caso. El sacerdote fue a avisar a Huayna Capac, pero encontró al emperador muerto. A pesar del resultado de la adivinación, el sacerdote envió a decir a Huáscar que su pa­ dre lo había nombrado su sucesor. 3 Huáscar tenía apenas 19 años en 1528 y carecía totalmente de experiencia de administración civil y mando militar. Sus amigos fueron otros jóvenes igualmente sin experiencia y ellos lo animaron a tomar el poder inmediatamente y mandar de su propia autoridad, sin esperar las instrucciones que Huayna Capac le hubiese dejado ni aceptar los consejos de los asesores de su padre. Como no se había nombrado nuevos gobernado­ res para reemplazar a los que murieron en la epidemia, no hubo otra autoridad en la capital para intervenir. Huáscar se dejó persuadir; se hizo coronar inmediatamente y tomó por consejeros dos medios hermanos que no tenían más experien­ cia que él. Repartió dones y puestos a sus amigos jóvenes y a las personas que lo habían apoyado en vida de su padrl'. Cuando los consejeros de su padre llegaron de Quito, los man­ dó matar, sin verlos ni escuchar lo que tenían que decir. Huáscar simplemente tomó el poder de por sí, en rebelión abierta contra el régimen de su padre. Parte del ejército de Huayna Capac había quedado en Quito, con muchos oficiales de capacidad y experiencia. Cuan- 3 Sarmiento de Gamboa, cap . 62; 1906, p. 111 519 do las noticias de lo que había pasado en el Cuzco llegaron a Quito, estos oficiales se diero~ cuenta de que era poco proba­ ble que el nuevo gobierno premiase sus servicios . Atau Huallpa, otro hijo de Huayna Capac, había quedado en Quito con el ejército y los oficiales lo buscaron y le ofrecieron apoyo si tomaba para sí la gobernación de la provincia. Atau Huallpa era unos cinco años mayor que Huáscar y tenía alguna expe­ riencia militar. Aceptó la propuesta de los oficiales y mandó un recado a Huáscar anunciando que estaba gobernando Quito en su nombre. Huáscar se enfureció, pero no se sintió lo suficientemente seguro para tomar medidas serias. Contestó el primer mensaje de manera ambigua y Atau Huallpa interpretó la contestación como una comisión para gobernar. Después de un tiempo, cuando Huáscar se sintió más seguro, mandó decir a su herma­ no que se presentase en el Cuzco. Atau Huallpa no hizo caso del comparendo, pero envió regalos y protestaciones de leal­ tad. Huáscar rechazó los regalos y envió un ejército para traer preso a su hermano. Se produjo una batalla en Ambato que Atau Huallpa ganó. El general en jefe de Atau Huallpa fue Challcu Chima, un genio militar nunca vencido en combate. En una campaña de seis meses, este general destruyó los ejércitos de Huáscar, uno tras otro, y terminó tomando preso al mismo Huáscar. Atau Huallpa acababa de recibir las noticias de este éxito cuando Francisco Pizarra y su compañía de aventureros llegaron a Cajamarca, donde Atau Huallpa los esperaba. Pizarra no fue a Cajamarca para combatir el ejército inca sino para secuestrar a Atau Huallpa, plan inspirado en el éxito de las tácticas de Cortés en Méjico. Pizarra puso una celada en la ocasión de su primer encuentro con el monarca inca el 15 de noviembre de 1532. Atau Huallpa vino a Cajamarca con un gran acompañamiento para encontrarse con los españoles. Pizarra mantuvo su gente escondida en las casas alrededor de la plaza mientras que un sacerdote convidó al inca a comer con el comandante español. Atau Huallpa rehusó la invitación y exigió que los españoles devolviesen todo el botín que habían tomado. Luego los españoles prorrumpieron de sus casas. 520 Pizarro, con la gente de pie, acometió a Atau Huallpa, que ve­ nía en sus andas, y lo tomó prisionero, mientras que los espa­ ñoles de caballo cargaron a su _comitiva. La sorpresa fue com­ pleta; la gente espantada trató de huir. No hubo combate. Francisco de Jérez escribió: "en todo esto no alzó indio armas contra español" .4 Los españoles de caballo se divirtieron ma­ tando centenares de fugitivos que no hacían resistencia. Después de su captura, Atau Huallpa ofreció un cuantioso rescate por su vida y libertad. Pizarro lo aceptó e hizo poner las condiciones por escrito. Los españoles dieron buen trato al monarca inca que se había convertido en su fuente de riqueza. Atau Huallpa mandó matar a Huáscar para eliminar la posibi­ lidad de que su hermano pudiese hacer su propio acuerdo con los españoles. Mientras tanto, en el Cuzco los capitanes de Atau Huallpa se dedicaron a matar a los parientes y partidarios principales de Huáscar, con el fin de dejar su partido sin dirigentes que pudiesen continuar la resistencia. Trataron de encontrar y ma­ tar a los otros hijos de Huayna Capac que podían pretender la sucesión, pero varios de ellos lograron esconderse. Huáscar había muerto, pero su causa vivía todavía. Gente de todas las provincias del imperio hasta Tumipampa en el norte había luchado a su favor contra los ejércitos de Atau Huallpa . El nuevo monarca quiso castigar a todos los que lo habían resistido. Esta política naturalmente no tuvo el efecto de transformar a sus enemigos en partidarios leales y hubo muchos dispuestos a seguir a cualquier sucesor legítimo de Huáscar, si había esperanza de éxito. Los españoles podrían constituir la esperanza deseada, pero no les interesaría apoyar la oposición a Atau Huallpa mientras que el monarca cautivo seguía siendo su fuente de 'oro y plata. Pizarro había hecho incluir en las condiciones del rescate 4 Jérez, 1983, p. 20 521 que el tesoro comprendido en el rescate fuese para los miem­ bros de su compañía que habían participado en el secuestro del inca . Cuando llegaron nuevo? aventureros para reforzar la compañía, éstos naturalmente querían su porción del tesoro adquirido después de su llegada. Sin embargo, el tesoro del rescate seguía llegando y los socios originales de la compañía alegaron que los recién llegados quedaron excluidos por las condiciones del acuerdo. Hubo tanta animosidad entre los ban­ dos que Pizarra resolvió declarar que el rescate se había paga­ do enteramente, dejando libre el tesoro recogido después para repartirse entre todos los aventureros presentes. Aunque Pizarra reconoció públicamente que el rescate se había pagado, no dio su libertad a Atau Huallpa, diciendo que sería demasia­ do peligroso para los españoles soltarlo . Atau Huallpa ya no era una fuente de tesoro sino un simple prisionero. En esta ocasión, dos jóvenes que se presentaron como hi­ jos de Huayna Capac se introdujeron en el campamento espa­ ñol. Uno de ellos fue Tupa Huallpa, anunciado como el sucesor legítimo de Huáscar. Pizarra trató a los jóvenes con honor y los escondió en su propio alojamiento. La hora había llegado y el jefe de la oposición a Atau Huallpa había venido para solici­ tar el apoyo de los únicos que podían remediar su situación. En seguida, se produjo la muerte de Atau Huallpa. Esta muerte ha sido un homicidio sin solución del siglo XVI. Poco después de la llegada de los príncipes incas, Carhuarayco, el señor de Cajamarca, partidario de Huáscar, se presentó para advertir a los españoles que un gran ejército inca venía a atacarlos por orden de Atau Huallpa. Algunos meses antes, Pizarra había recibido una noticia similar y entonces en­ vió una partida del españoles para investigarlo. Esta vez inter­ pretó la noticia como una denuncia de que Atau Huallpa cons­ piraba contra los españoles e hizo una encuesta entre los indios nobles presentes en Cajamarca. Todos los testigos confirmaron el cargo hecho por Carhuarayco. Entonces Pizarra presentó la acusación a Atau Huallpa. El inca negó todo, pero Pizarra mandó echarle una cadena al cuello y envió dos espías indios para averiguar s1 el ejército amenazador estaba en tierra llana, 522 donde sería prudente enviar gente de caballo para atacarlo. Los espías informaron que el ejército estaba en tierra muy agria. Pizarra "mandó poner mucho recaudo en el real" .5 Puesto que Pizarro no había enviado ninguna partida de españoles para buscar el ejército amenazador, Hernando de Soto y algunos otros amigos de Atau Huallpa pidieron permiso para ir a buscarlo. Pizarra les dio la autorizadción y los amigos de Atau Huallpa salieron del real. Durante la ausencia de los amigos del inca, en la tarde del 26 de julio de 1533, dos de los indios que servían a los españo­ les vinieron corriendo a decir que el ejército amenazador dista­ ba apenas tres leguas. 6 Entonces Pizarro convocó un tribunal compuesto de sus oficiales y las otras personas de autoridad de la compañía. Este tribunal condenó a Atau Huallpa a muer­ te. Bajo el supuesto de que el ejército amenazador no atacaría si Atau Huallpa estuviese muerto, se ejecutó la pena inmedia­ tamente el mismo día. Pizarra logró persuadir a muchos de sus compañeros que él convino en la sentencia de mala gana. Después de la muerte de Atau Huallpa, Tupa Huallpa sa­ lió de su escondite y se presentó a los nobles incas presentes, los que lo aceptaron como el sucesor legítimo de Huáscar. Fue coronado y en seguida se hizo otra ceremonia en la cual Tupa Huallpa y sus partidarios rindieron vasallaje al rey de España. Soto y sus compañeros volvieron después de la muerte de Atau Huallpa e informaron que no había ningún ejército ame­ nazador; al contrario, encontraron todo el campo tranquilo. Se enojaron cuando se dieron cuenta de que los demás habían ma­ tado a Atau Huallpa en su ausencia. Pizarra, gue andaba vesti­ do de luto, dijo "Alzara veo que me engañaron». 7 Así, admitió que 5 Jérez, 1983, p. 35. 6 La fecha es la de la muerte de Atau Huallpa, aclarada en Cook, 1969, pp. 73-74. 7 · Oviedo y Valdés, lib. XLVI, cap . XXII; 1850-55, tomo IV, p. 250; Trujillo, 1948, p. 59; Cieza de León, 3a pta., cap. LIV; 1987, pp. 165-171 523 todas las noticias de un ejército que venta a atacarles habían sido mentiras, evidentemente calculadas para procurar la muerte de Atau Huallpa. A pesar de los esfuerzos de Pizarra para persuadir a sus compañeros de que se le había engañado y que había conveni­ do en la sentencia de mala gana, él tuvo que haber participado en la conspiración que produjo las mentiras. Fue él que dio las órdenes. Para que el plan surtiese efecto, Pizarra tuvo que dar las órdenes correctas en los momentos oportunos. Por ejemplo, tuvo que evitar enviar una partida de españoles para buscar el ejército amenazador hasta poder procurar matar a Atau Huallpa antes del regreso de la partida. Fueron indios los testigos que suministraron todas las no­ ticias y testimonio referente al ejército amenazador, obviamen­ te testigos indios hostiles a Atau Huallpa. El jefe del partido hostil a Atau Huallpa fue Tupa Huallpa, quien vivía entonces en el aposento de Pizarra. La muerte de Atau Huallpa hizo po­ sible la coronación de Tupa Huallpa. Éste fue evidentemente el socio de Pizarra en la conspiración. La muerte de Atau Huallpa tuvo un significado diferente para Pizarra y para Tupa Huallpa. Para Pizarra, quien quería apoderarse del imperio de los incas, significaba que él había cambiado un prisionero mal dispuesto por un amigo y aliado. Además, por la ceremonia de vasallaje, había adquirido para la corona española un título legal al imperio. Para Tupa Huallpa, cuyo problema urgente fue la guerra civil de los incas, signifi­ caba que su partido, el de Huáscar, que había perdido todo, te­ nía otra vez esperanza. Él podía contar con la ayuda de los es­ pañoles para hacer frente a los partidarios de Atau Huallpa, quienes ya no tenían jefe. El vasallaje fue el precio que tuvo que pagar por la muerte de Atau Huallpa y la alianza con los españoles. Al momento de su coronación, Tupa Huallpa estuvo toda­ vía lejos de tener el poder de un emperador inca. Los únicos ejércitos que todavía existieron fueron los del partido de Atau 524 Huallpa y uno de ellos ocupaba el Cuzco. Aún dentro del cuar­ tel español, el nuevo gobernante inca tuvo un enemigo poten­ cial. Pizarra tuvo otro rehén d-el partido de Atau Huallpa, el general Challcu Chima, también prisionero. El prestigio de Challcu Chima fue tan grande que después de la muerte de Atau Huallpa él pudo llegar a ser el jefe de su partido. Atau Huallpa se había mostrado desagradecido a su general, así que al principio Challcu Chima dijo que estaba contento con la muerte de su jefe y que estaba dispuesto a aceptar a Tupa Huallpa como el nuevo gobernante. Sin embargo, se notaba pronto que el gran general no tuvo ningún respeto para el he­ redero de Huáscar. Empezó más bien a desautorizarlo. Los españoles salieron para el Cuzco con sus nuevos alia­ dos y Challcu Chima. Poco después de su llegada a Jauja, más o menos en la mitad de la distancia a la capital inca, Tupa Huallpa murió. Muchos de los españoles creyeron que Challcu Chima lo había envenenado, pero no hubo ninguna averigua­ ción. En opinión de Challcu Chima, la muerte de Tupa Huallpa deshizo la alianza entre los españoles y el partido de Huáscar. El general inca trató entonces de convencer a Pizarra que uno de los hijos de Atau Huallpa, un muchacho joven que estaba en Quito, sería el heredero más apropiado. Los partidarios de Tupa Huallpa, en cambio, dijeron que había otro príncipe legí­ timo, un hermano de Tupa Huallpa que ellos podían presentar. Pizarra dio esperanza a cada uno de los partidos y continuó su marcha, dejando el problema de la alianza sin resolución hasta la aparición del hermano de Tupa Huallpa. Se produjeron enfrentamientos militares en cuatro ocasio­ nes en el camino al Cuzco antes de que los españoles encontra­ ran al hermano de Tupa Huallpa. El ejército que Challcu Chima había mandado estuvo en la zona de Jauja y trató ahora de marchar al Cuzco para juntarse con el ejército que ocupaba la capital. Sus comandantes quisieron quedarse delante de la compañía española y no combatirlo mientras que los españoles tenían a Challcu Chima en su poder. Pizarra, en cambio, quiso atacar este ejército antes de que pudiera unirse con el ejército en el Cuzco. Hubo dos encuentros cerca de Jauja, otro en 525 Vilcas, y el último y más serio en la subida a la abra de Vilcacunca, apenas dos días de marcha del Cuzco. En el primer encuentro cerca de Jauja, los españoles de caballo desbarataron a una partida de gente de guerra inca que marchaba en tierra llana. En el segundo, Pizarra mandó a 80 de a caballo adelan­ tarse al ejército inca y pararlo. Los españoles fracasaron en su intento, logrando solamente infligir bajas en la retaguardia inca y tomar algún botín. En Vilcas, una avanzada española de 40 de a caballo sorprendió el campamento inca cuando la mayoría de la gente de guerra se habla ido a cazar. Los españoles toma­ ron prisionero a la gente de servicio inca. Cuando la gente de guerra del ejército inca volvió de su caza, hubo un encuentro en el cual los incas por primera vez mataron un caballo. El día siguiente, los incas volvieron a atacar llevando la cola del caba­ llo como estandarte. Combatieron duramente hasta que los es­ pañoles soltaron sus prisioneros. Entonces los incas se recogie­ ron y reanudaron su marcha. La avanzada española casi fue aniquilada en la subida a Vilcacunca. La subida fue tan empinada y escarpada que los de a caballo hablan desmontado y llevaban los caballos de cabes­ tro. Cuando los incas atacaron, los españoles perdieron cinco muertos y diecisiete heridos, de un total de cuarenta. El ano­ checer salvó a los demás. Durante la noche llegaron refuerzos españoles y los incas se retiraron. El ejército inca logró unirse con el ejército que ocupaba el Cuzco. Los españoles sobrevi­ vientes quedaron donde estaban unos cuatro días hasta la lle­ gada de Pizarra y los demás de la compañía. Al poco rato apareció el hermano de Tupa Huallpa, un jo­ ven llamado Manco Inca. Él aceptó las mismas condiciones que Tupa Huallpa había aceptado y exigió la muerte de Challcu Chima como su precio. La muerte de Challcu Chima cortaría el último vínculo de Pizarra con el partido de Atau Huallpa. Para proporcionar a los españoles una justificación de la condena­ ción de Challcu Chima, Manco lo acusó de enviar mensajeros a Quizquiz, el comandante del ejército en el Cuzco, con informa­ ción referente a los españoles y cómo debía combatirlos. 526 Pizarro hizo matar a Challcu Chima, quemándolo en la plaza del primer pueblo al cual llegaron después de su encuentro. 8 Quizquiz trató de cerrar el paso a los españoles a la entra­ da al Cuzco. Hubo un encuentro no decisivo, del cual los espa­ ñoles se retiraron para pasar la noche en un llano, mientras que la gente de Quizquiz acampó en una ladera no muy lejos. En la noche se levantó un alboroto en el campamento español a causa de unos caballos que se soltaron. 9 La gente de Quizquiz temió un ataque nocturno y se retiró, dejando la entrada al Cuzco libre. Manco y Pizarro entraron en la ciudad como libertadores . El intento de cerrar el paso a los españoles fue el único esfuerzo que Quizquiz hizo para combatirlos. Más tarde, cuando Manco y Pizarro enviaron sus fuerzas para atacarlo, Quizquiz se retiró y se marchó a Quito. Manco se coronó en el Cuzco con todas las ceremonias · tradicionales y con el patrocinio de Pizarro. Al igual que Tupa Huallpa, rindió vasallaje al rey de España. La afümza con Man­ co Inca, quien hubo menester todavía de ayuda española para hacer frente a los ejércitos de Atau Huallpa, permitió a Pizarro subvertir el dominio inca y hacerse con el control del país. La subversión se hizo por medio de una institución muy española, la encomienda. En la forma utilizada por Pizarro, la encomien­ da fue una concesión de servicio. Pizarro concedió a un indivi­ duo español el servicio de cierto número de indios y el español pudo exigir cualquier tributo o trabajo que quería de la gente incluida en su concesión. Pizarro creó las primeras encomien­ das basándose en información proporcionada por Manco Inca de los nombres de los curacas y la cantidad de gente que go­ bernaban, así que cada encomienda correspondía a una unidad administrativa inca. 10 A medida que los nuevos encomenderos tomaron posesión de sus indios, el gobierno inca perdió prime­ ro el control económico de ellos y después el control político. 8 Testigo Juan de Pancorvo, Villanueva Urteaga, 1971, pp. 162-165 9 Pedro Pizarra, cap. 14; 1978, pp. 86-87 10 Betanzos, Ila pte., cap. XXVIII; 1987, pp. 289-290 527 Hasta aquí he presentado una reconstrucción de lo que pasó, una narración de los acontecimientos tomada de los in­ formes particulares de los participantes. Es interesante también revisar los informes oficiales de Pizarro, escritos por sus dos secretarios, Jérez y Sancho, para ver lo que el capitán español quería ocultar. Más obviamente, quería ocultar su parte en la muerte de Atau Huallpa. Los dos secretarios relatan con lujo de detalles la historia del ejército amenazador fantasma y no mencionan el informe de Soto de que no hubo tal ejército . Pizarro también ocultó su trato con Tupa Huallpa en aquella oportunidad. El príncipe inca no aparece en los informes ofi­ ciales sino después de la muerte de Atau Huallpa, cuando se dice que Pizarro lo presentó a la gente de Cajarnarca como el heredero legítimo del trono. Pizarro ocultó el hecho que él ha­ bía cambiado de partido en la guerra civil de los incas, mani­ pulando el nombre del príncipe. Ambos secretarios llaman "Atabaliba» a Tupa Huallpa, el mismo nombre que habían dado a Atau Huallpa, y Sancho dice que fue hermano de Atau Huallpa, lo que es cierto pero engañoso. Ni el uno ni el otro explican que el príncipe coronado fue enemigo de Atau Huallpa. Este subterfugio engañó al mismo Prescott, quien pensó que Tupa Huallpa perteneció al partido de Atau Huallpa. El que dice que Tupa Huallpa fue enemigo de Atau Huallpa es Hernando Pizarro, quien salió de Cajamarca antes de la muerte del soberano inca y había recibido una carta de su hermano. 11 Sancho también falsificó las relaciones entre Pizarro y Manco Inca, ocultando el hecho de que fue Manco quien exigió la muerte de Challcu Chima. El secretario invirtió el orden de los acontecimientos, colocando la muerte de Challcu Chima el día anterior a la aparición de Manco en lugar del día posterior. Sancho atribuye los cargos contra Challcu Chima a Pizarro y a los integrantes de la avanzada española, quienes culparon su derrota en Vilcacunca al general inca. 12 11 Hernando Pizarro, 1855, p. 213. 12 San.ch~ cap. X; 1938, p. 154. 528 A la corona española no le agradó la manera en que Pizarro había tratado a Atau Huallpa porque fue ilegal. Según las leyes de las Siete Partida~, vigentes en España, un rey o caudillo tomado cautivo por un capitán español pertenecía al rey de España. Al convocar un tribunal y condenar a Atau Huallpa a muerte, Pizarro había usurpado una prerrogativa real. El rescate fue también un problema. Por ley, el total de un rescate real pertenecía al rey, pero Pizarro había reservado sólo el quinto del rescate de Atau Huallpa para la corona. Hernando Pizarro había ido a España para informar al rey de la acción española en el Perú; el rey lo envió otra vez al Perú para exigir que los de la compañía de Pizarro que habían reci­ bido partes del rescate de Atau Huallpa contribuyesen a un "servicio» cuantioso al rey para compensarlo por lo que ellos habían tomado. Los aventureros sobrevivientes ya tenían sus encomiendas, así que podían extorsionar y extorsionaron el va­ lor de su servicio de sus indios, contribuyendo así a provocar la sublevación general de los incas que sucedió en 1536.13 El establecimiento del dominio español en el Perú fue, en­ tonces, una consecuencia de la guerra civil de los incas. Lo que lo hizo posible fue la necesidad desesperada del partido de Huáscar, derrotado en la guerra civil y perseguido por Atau Huallpa, el ganador. El dominio español se estableció no por victorias militares, sino por una alianza con el partido que ha­ bía perdido la guerra, una alianza asegurada por dos homici­ dios políticos, el de Atau Huallpa y el de Challcu Chima, los que destruyeron la dirección del partido ganador. Los españo­ les exigieron y consiguieron sumisión al dominio de la corona española como el precio de esta alianza. Hay poca gloria para cualquiera en esta historia. Los españoles se llamaron "viracochas" en el idioma de los incas y el término persiste hasta ahora en el Perú como tí- 13 Siete Partidas, 2a partida, tit .. XXVI, ley V y ley VIII; 1829, pp. 650 y 653. Instrucción real a Hernando Pizarra sobre el servicio, Porras Barrenechea, 1944, pp. 204-206. El rey desplacido, cédula real a Francis­ co Pizarra, 21 de mayo de 1534, Porras Barrenechea, 1944, p . 191 529 tulo de blancos. Los viracochas eran emisarios del dios creador inca. Polo de Ondegardo explicó que cuando los generales de Atau Huallpa cautivaron a Hu.áscar, los partidarios de éste hi­ cieron un gran sacrificio al Creador y le suplicaron salvarles. Casi inmediatamente después llegaron las noticias de la llega­ da de los españoles y de su captura de Atau Huallpa; los espa­ ñoles fueron, entonces, seres enviados por su dios en respuesta a su súplica.14 El nombre quedó, en memoria de este milagro, aún después de que los incas habían aprendido a odiar a sus nuevos amos. 14 Polo d e Ondegardo, 1940, p. 154. 530 BIBLIOGRAFÍA Betanzos, Juan de 1987 Suma y narración de los Incas. Prólogo, transcripción y notas por M. del Carmen Martín Rubio. Ediciones Atlas, Madrid. Busto Duthurburu, Jose Antonio del 1964 "Una relación y un estudio sobre la Conquista, I. 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