Co yu nt ur a A ná lis is E co nó m ic o y S oc ia l d e A ct ua lid ad C IS E P A - P U C P 2 NO VI EM BR E - DI CI EM BR E 20 06 Una introducción necesaria Desde el 31 de julio de este año, los medios de comuni- cación no han dejado de propagar noticias sobre Cuba y la enfermedad de su presidente, Fidel Castro. Pero las noticias han sido pocas comparadas con las especulacio- nes y los deseos. El gobierno cubano, en su peculiar estilo guiado por su doctrina de seguridad nacional, ha sido muy escue- to en dar noticias. Primero, una proclama a la nación del comandante en jefe anunciando su estado de salud y la operación, y diciendo que le delegaba al general del ejército Raúl Castro sus funciones como presidente del Consejo de Estado y primer secretario del Partido Comunista. Segundo, un breve comunicado, también escrito por el propio Fidel, en el que informaba cuál era su situación en ese momento y además agradecía el optimismo de sus partidarios, pero decía que había que prepararse para recibir «noticias adversas». Poste- CUBA: ¿REALISMO POLíTICO O REALIDAD? Luis F. Popa Profesor del Departamento de Ciencias Sociales PUCP y ex diplomático cubano riormente, el recibimiento de Raúl al presidente vene- zolano Hugo Chávez y el encuentro entre este y Fidel. Después, todo lo demás han sido especulaciones de los cubanólogos exiliados en Miami, y aquí en el Perú, de algunos que dicen ser expertos y no conocen la historia ni la realidad cubana. Por otro lado, están los deseos: en La Habana y en otras latitudes, los partidarios de Fidel hacen votos porque se restablezca y retome las riendas de la dirección del país, mientras que en Miami se celebran fiestas, se hacen au- gurios y se habla de los planes para regresar a Cuba, no a vivir sino a reclamar propiedades —de acuerdo con la famosa Ley (extraterritorial) Helmes-Burton, cuyo con- tenido prometo explicar en otra ocasión—. Desde el siglo xIx, Cuba marchó por tres carriles: in- dependencia, autonomía y anexionismo. La indepen- dencia frente a España; la autonomía con España para convertirse en provincia española; y el anexionismo, es consolidar este instrumento de integración. Durante la campaña electoral, Alan García fue un duro crítico de este convenio, pero una vez en el gobierno, ha empeza- do a esforzarse para que sea ratificado por el Congreso de Estados Unidos. El nombramiento de personalidades de la talla de Hernando de Soto —representante pleni- potenciario encargado de promover el TLC— y Feli- pe Ortiz de Zevallos —embajador del Perú en Estados Unidos— es una prueba de ello. Por último, y como muestra de una esperanzadora me- jora en la cooperación entre ambos países en materia antidrogas, se están logrando acuerdos en torno a po- ner en marcha planes de interdicción marítima.17 En la actualidad, la mayor parte del comercio ilegal de drogas se realiza por el mar. Mediante la coordinación 17 El Comercio, 26 de julio de 2006. entre los Orión P-3, la Fuerza Aérea y la Marina de Gue- rra del Perú, además de hacer esfuerzos por impedir el tráfico de estupefacientes, se puede aumentar el costo de este, con lo cual se desincentiva el negocio. Esta me- dida, como es evidente, haría caer el precio de la hoja de coca, y por ende, debería lograr reducir las hectáreas cultivadas sin necesidad de recurrir a formas de erra- dicación forzada que solo producen enfrentamientos y protestas entre la población civil directamente afectada y las autoridades. Como se ha visto, enfrentar esta problemática requie- re el compromiso de todos los países implicados. De lo contrario, cabe la posibilidad de que países como el nuestro no solo no logren resultados positivos en su lu- cha contra este flagelo, sino que, a pesar de lograr cum- plir las metas previstas, se deteriore la relación entre sectores importantes de la población y el Estado cen- tral, con lo cual se podría estar generando un problema aún mayor y con consecuencias todavía más negativas en la guerra contra las drogas. 2 te m as d e an ál isi s decir, convertirse en un estado más de Estados Unidos de América. La autonomía es parte del pasado y de la tristeza de los españoles —recordemos que Cuba, junto con Puerto Rico, fueron sus últimas colonias en Améri- ca—, al punto de que, cuando pierden algo, dicen «más se perdió en Cuba», a pesar de que, hoy en día, España es el mayor inversor en este país del Caribe, en espe- cial en el área de turismo. La independencia —unida al pensamiento de su padre, José Martí— y la autonomía constituyen el pilar del gobierno cubano frente a los 48 años de diferendo con Estados Unidos. El anexionismo nunca murió, estuvo latente, y en estos días ha revivi- do bajo la batuta de un tal Máximo Sarracino y de su Partido Anexionista Cubano, Florida y Cuba: Un Solo Estado. Realidad cubana Estos 48 años de régimen socialista-marxista, en los que se ha aplicado una mezcla de leninismo con nacionalis- mo guiado por el pensamiento fidelista, han producido una fuerte y rica diáspora cubana en Miami y una con- tundente militancia revolucionaria en la isla. Esto hace que la realidad cubana resulte compleja y difícil frente a cualquier cambio que se quiera producir. En Cuba hay una disidencia dispersa en un sinnúmero de partidos y movimientos que tienen dos grandes problemas: por un lado, son fuertemente reprimidos por el régimen castrista; y por otro, viven de las migajas que Estados Unidos les concede a través de la Sección de Intereses Norteamericana (SINA), una especie de embajada no oficial anexa a la embajada de Suiza. El primer factor, la represión, determina que la disidencia no pueda levan- tar cabeza en la búsqueda de un apoyo popular y tran- site sin rumbo. El segundo, la dependencia de Estados Unidos, hace que los disidentes sean acusados reitera- damente por el gobierno de ser agentes norteamerica- nos que subordinan los intereses nacionales a los de la gran potencia. El único que guarda distancia respecto a Estados Unidos e incluso es un acérrimo crítico de Was- hington es el comandante guerrillero de origen español Eloy Gutiérrez Menoyo, presidente del Partido Cambio Cubano, quien después de estar preso durante 20 años debido a su alzamiento en armas contra Fidel Castro, ser liberado y vivir en el exilio, decidió regresar a Cuba y desde ahí luchar por la vía pacífica. El embargo o bloqueo económico es un componente importante de cualquier proceso de cambio que se abra en Cuba. La diferencia no es semántica sino conceptual, pues para Estados Unidos no se trata de un bloqueo, ya que no es un acto de guerra, mientras que para Fidel Castro sí lo es pues constituye un acto de guerra abier- ta. La economía cubana nunca marchó bien, según mu- chos, debido precisamente a este embargo o bloqueo. Pero otros sostienen que economía es la peor asignatu- ra del gobierno cubano, pues incluso cuando este contó con la superayuda soviética, malgastó los recursos en el contexto de guerras extracontinentales emprendidas en el marco del internacionalismo proletario, así como en ayuda técnica y médica a los pueblos del llamado Ter- cer Mundo. Sin embargo, el bloqueo o embargo ha generado que gran parte de la población cubana rechace a Estados Unidos culpándolo de la precariedad económica del país, y de esta manera se ha levantado la figura de Fidel Castro como si fuera David contra Goliat. En el exilio de Miami, los llamados verticales —los duros, en térmi- nos de Guillermo O’Donnell—, liderados y representa- dos en el Congreso de Washington por dos senadores —Mel Martínez y Bob Meléndez— y tres congresistas cubano-americanos —Iliana Ros-Lethinen y los herma- nos Díaz-Balart, republicanos—, son quienes, en forma oficial, no solo hacen que se mantengan las sanciones económicas a La Habana, sino que buscan permanente- mente que esta situación se agrave con nuevas medidas más fuertes, que a veces van más allá de lo económi- co, comercial y financiero, pues abarcan reglas estrictas para el envío de remesas a las familias en Cuba y la limi- tación de los viajes de los cubano-americanos a una vez cada tres años. En el plano interno, hay apoyo a Fidel Castro. Este existe a pesar de la doble moral de algunos cubanos, que públicamente declaran simpatizar con el régimen mientras, por otra parte, lo critican y tratan de irse del país para acogerse a la llamada Ley de Ajuste Cubano de los años 1960, que permite que todo cubano que lo- gre ingresar en territorio norteamericano por cualquier vía sea admitido en este país, privilegio del que no goza el resto de latinoamericanos. Hay un gran sector de la población de más de 40 años que apoya incondicional- mente la revolución. Entre los jóvenes, quizá esto varíe, pues muchos de ellos anhelan el modo de vida de sus familiares en el exterior. Una parte se lanza a cruzar el peligroso estrecho de la Florida apoyándose en la re- ferida ley —que no necesariamente otorga visas; for- malmente, Estados Unidos da 20 mil visas anuales, pero esto a veces no se cumple— y otra no lo hace porque carece del dinero para viajar. Co yu nt ur a A ná lis is E co nó m ic o y S oc ia l d e A ct ua lid ad C IS E P A - P U C P 2 NO VI EM BR E - DI CI EM BR E 20 06 Se comenta que hay muchas fisuras al interior del régi- men, que existen tres grupos importantes: los llamados «talibanes» —formados directamente por Fidel—, que provienen del llamado Grupo de Apoyo del Coman- dante en Jefe, entre los que destacan el canciller Felipe Pérez Roque, Carlos Valenciaga —ayudante personal de Castro—, el vicepresidente Carlos Lage y otros. En segundo lugar está el grupo de los «comandantes histó- ricos» que han acompañado a Fidel por más de 50 años. Y finalmente, el de los «generales africanos», pertene- cientes al entorno de Raúl Castro; muchos lucharon en la Sierra Maestra siendo niños, fueron guerrilleros en América Latina y combatieron en las campañas militares cubanas en África —Angola y Etiopía—. Pero todo esto son especulaciones. Tanto en el partido como en el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucio- narias existe toda una mística en torno a la fidelidad a Castro. Su hermano Raúl siempre ha actuado imbuido en esta mística, siempre ha sido —y es— el se- gundo de a bordo. Raúl Castro se ha distinguido por su permanente fide- lidad a su hermano, aun en los momentos más di- fíciles. Nunca ha preten- dido situarse a la altura de Fidel. Él se siente un organizador, planificador y estratega militar. No es una persona a la que le guste la publicidad. Busca fomentar la unión y la amistad entre sus subordinados, obviamente guiadas por el prin- cipio rector de la fidelidad a Fidel. Entre los hermanos Castro, incluyendo a Fidel, Raúl es el que une a la familia y se preocupa por todos sus miembros. Es un pragmáti- co. Cuando se produjo el derrumbe de la Unión Soviéti- ca y Cuba entró en una crisis económica tremenda, con especiales efectos respecto a la alimentación del pueblo, Raúl fue el que dijo «hoy son más importantes los frijoles que los cañones», y de esa manera convenció al partido y a Fidel de que había que abrir los llamados «mercados campesinos» para que la población tratara directamente con el productor sin el intermediario estatal y así tuviera acceso directo a los alimentos. Fidel era renuente a esta medida pues consideraba que los mercados campesinos constituían un nicho de enriquecimiento, con lo cual surgirían nuevos ricos y, por ende, privilegios sociales de un grupo. Pero la realidad cubana exigía esa apertura y la tesis de Raúl dio resultados. Una Cuba post Fidel Se analizan, se comentan y se vaticinan muchos escena- rios acerca de lo que ocurrirá una vez que Fidel Castro desaparezca físicamente. Pero insisto en que estos de- bates pecan de mucha falta de visión de la realidad pues no tienen en cuenta el choque de intereses. Primero, después de 48 años de régimen socialista-fidelista, exis- te una gran masa de personas que postularán por las ideas castristas y su legado, por lo cual el Partido Comu- nista de Cuba —o como se llame en el futuro— seguirá siendo una fuerza importante en la sociedad de la isla. Segundo, el llamado exilio histórico no podrá ser tan intransigente; tendrá que mostrarse flexible y realista, y dejar atrás consignas tan fuera de lugar como la de tener, durante 72 horas, «licencia para matar a todos los comunistas». Eso es buscar una guerra civil. Tercero, las transiciones nunca las han hecho los sectores «duros» de ambos bandos sino los moderados; por eso el ex presidente español Felipe González dice que, en su país, fueron los jóvenes de ambos sectores —que no tienen rencores del pasado— los que posibilitaron el Pacto de la Moncloa. Cuarto, la ausencia de Estados Unidos sería algo vital pero imposible; el gran país del norte estará presente, por lo cual sería conveniente que tuviera un gobierno menos imperial y más moderado que el actual. Quinto, el tema de las propiedades confiscadas —fábri- cas, tiendas, tierras e inmuebles— debe ser solucionado en la forma más racional, evitando perjudicar a los sec- tores más desposeídos, que tienen viviendas gracias a que el gobierno cubano se las dio. Cuba podría ser uno de los primeros países de Améri- ca Latina. Cuenta con el mejor recurso que se puede tener en un mundo globalizado: una población culta y educada, además de altos niveles de salubridad pública. La inversión nacional y extranjera debe tener presen- te esto. Por el momento, solamente estamos frente a un problema de salud del líder máximo de un proceso nacional. Pero aun si Fidel Castro se recuperara, ya no podría mantener el ritmo físico de antes; la delegación de muchas de sus funciones es un proceso irreversible. Si Raúl Castro asume todo el poder, Cuba continuará en el mismo proyecto, salvo rectificaciones económicas, quizá al estilo chino y vietnamita. El tránsito en Cuba no es inmediato. Será un proceso más o menos de mediano plazo, que necesariamente pasará por muchas etapas, razón por la cual la extrema derecha radical tendrá que suspender sus festejos. Raúl Castro se ha distinguido por su permanente fidelidad a su hermano, aun en los momentos más difíciles. Él se siente un organizador, planificador y estratega militar.